10.- Todo lo que deseas.
Aria
Mi primer evento como la señora Beckham resulta ser un evento de caridad. Parece ser que Kyle forma parte de muchas fundaciones benéficas que apoyan a distintas causas, esta vez, es una cena de recaudación de fondos para una de las principales casas hogares de Washington.
Ceci me ha ayudado a prepararme, he optado por un sencillo pero elegante vestido negro que yo misma he diseñado, es completamente ajustado al cuerpo, con una abertura discreta en la pierna derecha y un escote en "V" levemente pronunciado.
Le he puesto bastante empeño a mi aspecto, me he recogido el cabello en una coleta alta, dejando al descubierto la piel de mis hombros y he optado por un poco más de maquillaje del que normalmente suelo usar.
Ceci dijo que estoy bellísima, mi esposo sin embargo, se limito a darme una escueta mirada y fue toda la reacción que obtuve.
Cuando llegamos al evento, ya hay una cantidad considerable de asistentes. Kyle deja el auto con los chicos del Valet Parking y cuando estamos en el exterior, vuelve a su faceta encantadora.
—Recuerda nuestro trato —dice con una sonrisa que para muchos podría parecer genuina, pero para mí, es tan maliciosa como todas las que me ha dedicado.
—No podría olvidarlo —le respondo con un gesto igual de falso.
La atención de la mayoría de las personas pasa a nosotros tan pronto como ingresamos al lujoso edificio, los hombres se acercan a saludar, me obligo a mí misma a sonreír y me aferro al brazo de Kyle tratando de dar una apariencia de encanto total.
—Señores Beckham —un hombre se acerca hasta nosotros, viene acompañado de una mujer rubia que nos da una sonrisa encantadora y justo detrás...
Mi cuerpo se tensa cuando la reconozco. Celeste York. La misma mujer con la que Kyle fue fotografiado y seguramente con la que terminó teniendo sexo también.
—Kyle, que gusto verte —da un paso hacia adelante, luego otro y otro y no parece importarle en lo mas mínimo que me encuentro al lado de Kyle porque lo envuelve en un abrazo.
Kyle suelta mi mano, me obligo a retroceder un paso cuando Celeste se coloca entre nosotros, acaparando toda la atención. De pronto me siento repentinamente fuera de lugar, los cuatro se sumen en una entretenida conversación de negocios en la cual es evidente que no me harán formar parte así que me aparto.
Recorro la estancia con la vista, reconozco a varias personas a las que podría acercarme para charlar, para fingir que sigo teniendo la misma confianza que antes pero es como si pronto me sintiera muy fuera de balance.
¿Qué pasa conmigo?
—¿Por qué luces como si estuvieras a punto de tener un ataque de pánico? —una mano cálida se posiciona en mi espalda baja causando un sobresalto. Me giro alarmada encontrándome con un par de ojos azules y una sonrisa encantadora.
Christian Carsley.
—¡Chris! —una sonrisa entusiasta como hace mucho no poseo se filtra en mis labios mientras me olvido de que probablemente tengo ojos curiosos sobre mí, y abrazo al hombre que no veo desde hace aproximadamente dos años.
—Hola Dolly —dice empleando el mote con el que Lauren suele llamarme también.
Christian, Lauren y yo fuimos buenos amigos por años. La familia de Christian es dueña de una cadena de hoteles bastante populares, nuestros padres se hicieron buenos amigos y han tenido un par de asociaciones muy beneficiosas para ambos, así que los tratos comerciales hicieron que encontráramos en el otro una perfecta compañía para sobrevivir a las reuniones y cenas de negocios en la que nuestros padres nos obligaban a asistir.
Dejé de saber de Christian hace aproximadamente año y medio, cuando su cadena de hoteles se expandió al extranjero y él tuvo que viajar para hacerse cargo.
—¿Has vuelto a la ciudad de manera definitiva?
—Así es, Tiare se está haciendo cargo de los hoteles en el extranjero, yo he vuelto para llevar los de aquí —sonríe con más entusiasmo —¿qué hay de ti? ¿Cómo te ha tratado la vida?
Mi sonrisa titubea un poco.
—De maravilla, estoy...
—Aquí estás —la repentina felicidad por ver a Christina se esfuma cuando reconozco la voz impostada que me llena los oídos —querida, te he estado buscando.
Kyle se coloca a mi lado, uno de sus brazos se envuelve posesivamente alrededor de mi cintura y la sonrisa se va de mi rostro. Mi atención viaja hasta Chris, tiene un gesto confundido mientras pasea su atención al rostro de mi esposo, y luego de vuelta a mí.
—Chris, este es mi esposo...
—Kyle Beckham —dice mi amigo interrumpiendo con una sonrisa tensa —¿has dicho esposo? ¿Ustedes...?
—Recién casados —interrumpe Kyle —¿no te llegaron las buenas noticias?
—Vaya, eso es realmente una sorpresa —los ojos de Christian se posan en mí y sé que reconoce perfectamente mi expresión —felicidades, a ambos. Tengo que ir a saludar a algunos amigos, pero te llamo luego, Dolly. ¿Sigues teniendo el mismo número de teléfono?
Apenas asiento.
—Excelente, te llamaré. Adiós Kyle.
Se marcha no sin antes estrechar la mano de mi esposo y dedicarme una sonrisa junto con una mirada que dice que espera definitivamente que hablemos después. Cuando se marcha por completo, Kyle da un paso hacia adelante y luego se coloca frente a mí.
—¿Dolly? ¿En serio? —su mandíbula está apretada, y hay un rastro de irritación en sus ojos.
—¿Qué? —elevo el mentón —¿vas a ponerte celoso por la forma en la que un amigo me llama?
—Un amigo que claramente quiere llevarte a la cama —sisea.
—Lo mismo que Celeste quiere hacer contigo —debato —oh, cierto, es que ya lo hizo.
—Aria...
—Kyle —sonrío con falsedad.
Toma un suspiro claramente frustrado.
—¿Puedes simplemente comportarte?
Es mi turno de irritarme.
—¿Comportarme? Perdóname entonces por charlar con un conocido cuando mi esposo se olvida de mi existencia apenas su amante se le pone enfrente.
—Oh, joder —gruñe con molestia —Celeste no es mi amante, es mi colega. Trabajamos juntos y... ¿cómo porque siquiera te estoy explicando eso?
Arruga las cejas y me observa con mayor molestia. Parece que Kyle tiene un serio problema con enojarse y culparme a mí por eso. No pienso demasiado en eso, sino en el hecho de que acaba de decir que Celeste York no es su amante, en cualquier caso, ¿por qué debería importarme?
—No quiero hacer una escena en el evento así que solo...—hace un ademán con la mano y parece tragarse sus palabras.
—La próxima vez definitivamente decidiré quedarme en casa, salir contigo es un infierno —espeto cruzando mi brazo por su codo y preparando una nueva sonrisa falsa cuando un grupo de personas se acercan a saludar.
Pasamos el resto de la velada así, sonriendo a personas que no conozco, respondiendo preguntas sobre nuestro inesperado matrimonio y sobre lo "encantadores" que somos como pareja.
¿Es qué acaso las personas son ciegas? ¿No pueden darse cuenta que lo que probablemente mi esposo desea es clavarme el cuchillo con el que ahora mismo corta el filete que nos han servido?
Nos toca compartir mesa con un par de parejas, conocidos de Kyle. Él parece desenvolverse muy bien con ellos, charlan y hasta hacen bromas entre ellos, mi participación en eso es prácticamente nula.
Cuando volvemos a casa, me siento exhausta. Me quito los tacones cuando tengo que subir las escaleras, y mis pies agradecen la ausencia de la presión. Kyle viene detrás, prácticamente no hemos cruzado palabras desde que dije que salir con él es un infierno, cosa de la que definitivamente no me retracto.
He descubierto que su silencio es lo que más me gusta de mi esposo.
Cuando llegamos a la habitación, soy la primera en entrar al baño. Apenas estoy quitándome el vestido cuando la puerta se abre y ahogo un grito al ver a Kyle entrar.
—¿Qué crees que haces? —exclamo.
—Usar mi propio baño, ¿acaso no puedo?
—No cuando yo lo estoy usando —le recuerdo —sal...
—Por favor, Aria —se ríe —no te avergüences, te aseguro que te he visto en ropa interior cuando modelas, al igual que muchos otros hombres más así que...
Sus palabras se interrumpen cuando el cepillo de cabello choca contra el costado de su rostro. Kyle cierra los ojos y muerde su labio inferior.
—No acabas de hacer eso.
—Y agradece que no ha sido ese bonito jarrón —la molestia se apodera de mi voz —no me molestaría quedarme viuda antes de siquiera tener un mes de casada.
—¿Crees que un jarrón podría matarme?
Me encojo de hombros.
—¿Quieres que probemos la hipótesis?
La molestia parece irse de sus ojos, por increíble que parezca, una mirada divertida se adueña de sus ojos y una leve risa brota de sus labios. No es sarcástica, ni amarga. Es solo...una risa.
—Eres imposible —dice antes de cruzar por mi lado, y salir del baño.
Me quedo ahí, de pie frente al espejo considerando el hecho de que acabo de lanzarle un cepillo de peinar justo al rostro, y él no ha hecho absolutamente nada.
Nunca consideré tener problemas de sueño, sin embargo, desde que mi matrimonio con Kyle comenzó, he perdido la habilidad para dormir que poseía. Ahora con suerte y duermo un par de horas seguidas, y comienzo a creer que la factura se ha hecho presente.
Esta no es la excepción, hace aproximadamente quince minutos que Kyle se ha metido a la cama conmigo, y no he conseguido mantener los ojos cerrados por más de dos minutos.
—Kyle —mi voz brota suave, rompiendo el silencio en la habitación.
Creo que no va a responderme, creo que ya se ha dormido o está ignorándome porque los segundos pasan y no tengo una respuesta, hasta que él gira, casi sobresaltándome.
—¿Qué quieres ahora?
Lo miro, sus ojos celestes aun reluciendo en la oscuridad. Kyle Beckham es tan apuesto que, de no encontrarme en esta situación, sería un candidato perfecto para pasar una noche loca.
—¿Me hablas para quedarte callada?
Sacudo la cabeza.
—¿Algún día vas a decirme porque te casaste conmigo?
Mi pregunta parece sacarlo de balance. Es como si no la esperara, y el silencio que le sigue a mis palabras comienza a inquietarme.
Supe desde el día de la boda, que esto no es un tratado de paz. Lo que sea que él le dijo a mi padre...es una mentira. Lo sé por la manera en la que se refiere a mi familia, por como me mira, lo sé porque ha repetido hasta el cansancio que si quiero sobrevivir, tengo que obedecer.
¿Por qué tendría que sobrevivir si nuestra unión fue un acuerdo de paz?
Creo que tengo la respuesta. Porque esto no es en lo absoluto una tregua, esto es el comienzo de una guerra que Kyle quiere iniciar, una que planea ganar.
—Dijiste que esto no era un acuerdo de paz. Así que deduzco que tienes planes, pero quiero...quiero saber por qué. Porqué si me detestas tanto...decidiste convertirme en tu esposa.
—Te aseguro que no quieres las respuestas, Aria.
Se da la vuelta, sale de la cama y la desesperación estalla en mi pecho.
—¿Cómo sabes eso? —inquiero con brusquedad —¿Cómo sabes que no quiero la verdad?
—Porque no la soportarías —la firmeza de su voz me sorprende —porque no tienes que saber nada, solo tienes...
—Que hacer lo que tú ordenas —espeto.
Yo también salgo de la cama. Su mirada me recorre, esta vez no me cubro cuando sus ojos escanean la piel descubierta de mis pechos, no retrocedo cuando él se acerca con esa mirada furiosa.
—Pero te lo dije antes, no te entregaré nada a menos que tú me des algo a cambio. Y lo que quiero, es saber porque te casaste con una mujer a la que odias, con una mujer que ni siquiera deseas. Debe ser el jodido infierno para ti y quiero saber por qué.
—No fui yo quien quiso esta boda, Aria —la calma con la que ahora habla me estremece —tú padre vino a mí, ofreciéndote como si fueses una jodida mercancía.
Doy un paso hacia atrás, su frialdad me duele aunque no debería.
—Tu padre vino a mí diciendo que quería acabar con la guerra de poder en la que nos encontramos inmersos, no es un secreto que detesto a toda tu familia, incluyéndote. Pero soy un hombre inteligente y cuando mi enemigo me ofrece a su hija como sacrificio, no puedo rechazarlo.
Mi repentina fortaleza se va y él lo nota, él es muy consciente de eso.
—Deberías estar agradecida de que te salvé de una familia a la que no le importas, Aria. De una familia que siempre te sacrificará para salvarse.
—No sabes nada de mi familia.
—¿No? ¿En serio? —sonríe —sé que no les importó entregarte a un hombre al que odian, a un hombre que puede asesinarte, sé que tu padre no te ha hecho ni una sola llamada, apenas y les importas, no les interesa lo que pase contigo porque solo eres una moneda de cambio. Eso significas para esa familia a la que tan leal le eres.
Las lágrimas queman en mis ojos, retengo el sollozo porque es algo que siempre he sabido, es algo que yo misma he visto, pero viniendo de él...escuchándolo hablar de esa manera tan fría y cruel es algo que no puedo tolerar.
Porque toda mi vida he estado rodeada de personas que me detestan, nunca he sido querida en realidad y mi esperanza de poder tener una nueva vida, una familia, un esposo que me ame o que siquiera se moleste en hacerme creer que lo hace...se me ha sido arrebatada.
En su lugar, estoy aquí, frente a un hombre que me detesta, frente a uno que me enferma con cada día que sigo aquí.
—Supongo que no hay mucha diferencia con lo que tú eres —murmuro sintiéndome tan agotada de todo. —Porque significo exactamente lo mismo para ti, ¿no es cierto?
—Aria...
—Está bien, Kyle —cierro los ojos y tomo un suspiro, me limpio las lágrimas y me aclaro la garganta —supongo que ya me diste la respuesta, ¿cierto? Una esposa florero. Y cuando te canses de mí, cuando ya no sirva para ser presumida delante de tus amigos, seguramente me desecharás, como lo que soy, una jodida mercancía.
Algo en sus ojos cambia, se acerca con lentitud hacia mí. Tan imponente, tan autoritario. Sus dedos toman mi mentón y me obligan a mirarlo.
—Ponte de mi lado, Aria, y te aseguro que nunca más serás una jodida mercancía.
Su voz suena honesta, tan honesta como nunca la he escuchado.
—¿Por qué debería ponerme de tu lado?
—Porque puedo darte todo lo que has querido, puedo protegerte, puedo darte el lugar seguro que siempre has buscado. Puedo asegurarme de que tu familia nunca pueda dañarte otra vez. Puedo darte todo. Solo quiero que te pongas de mi lado.
—¿Y qué harás cuando ya lo esté?
—Eso es algo que descubrirás con el tiempo, querida —sonríe de nuevo con malicia. —Si quieres honestidad, te la estoy dando justo ahora. Tienes que elegir un bando, Aria. Eres inteligente, sé que tomarás la decisión correcta.
—¿Solo tengo que decir que estoy de tu lado? —mi voz brota dudosa, llena de interrogantes que sé de sobra no responderá jamás.
—No, querida.
Se inclina hacia adelante, su mano se enrosca alrededor de mi cintura y me apega a su cuerpo, retengo la respiración, mis palmas contra su piel y mi cuerpo entero reaccionando de una manera que no entiendo.
—¿Qué...?
—Tendrás que demostrarlo.
Su aliento choca contra el mío, su nariz rozando la piel de mi cuello cuando se inclina más. Sus brazos aprisionándome me ocasionan un escalofrío. Jadeo cuando sus labios dejan un beso húmedo en el lóbulo de mi oreja y luego...me suelta.
—Y te equivocas al decir que no te deseo, Aria. Porque te deseo y no hay día que pase sin que no piense en hacerte mía. Así que espero que pronto estés lista para mí.
Y sin decir más, sale de la habitación.
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