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Capítulo 5 🖤

Ronan

Los grandes ventanales con formas ornamentales que dirigen al balcón permanecen abiertos mientras la brisa sacude las cortinas. Aprieto la barandilla, mis ojos perdidos en el escalofriante paisaje hecho de sombra y niebla. El cielo se ha ennegrecido, la luna y las estrellas ocultas entre las nubes grises.

Nunca me acostumbraré a este lugar.

Nunca será mi hogar.

Pedí que mi habitación sea diferente y me asignaron una normal. Las paredes son negras con cortinas y sábanas del mismo color. Nada de olor a putrefacción ni azufre. Fui criado en la superficie, viví como un humano durante veinte años. No puede pretender que cambié todo lo que he conocido de la noche a la mañana. Es un proceso complicado y adaptarme será un reto.

Pero no imposible.

Tengo la tranquilidad de saber que ella estará bien y a mí me toca sobrevivir en un mundo donde los sentimientos no existen. Ganar o ganar. Son mis únicas opciones porque no aceptaré el fracaso de ninguna manera. No puedo fallar. No puedo.

Solo el más fuerte sobrevive y he demostrado con creces que estoy a la altura. Cierro los ojos, queriendo bloquearlo todo. Sería un error perder el juicio y volverme loco. ¿Qué sentido tendría? Lo que importa es el ahora y tengo una meta. Conozco lo que está en juego y los riesgos. Si continúo en la miseria él empezará a cuestionar mi capacidad y verá el modo de reemplazarme. Pero dudo que exista alguien con la misma fuerza que poseo. Los primeros herederos no sobrevivieron tantos años como yo. Soy único en mi especie. Me necesita.

Me aparto de la ventana y camino hasta el espejo. Dentro de veinte minutos habrá un evento muy importante al que fui convocado. Anudo la corbata sin dejar de mirar mis cansados ojos grises. Mantengo mi rostro neutro a pesar de la desolación que viene junto al recuerdo. Mamá me dio indicaciones de cómo arreglarlo, pero nunca aprendí.

Mamá...

Lloré su muerte en privado y le prometí que nada sería en vano. Ella odiaba al monstruo y temía que me convierta en uno. ¿Qué pensaría si supiera que me entregué voluntariamente? No lo soportaría.

—Te ves muy guapo.

Aprieto la mandíbula mientras mi mirada se desvía a la mujer vestida de cuero apoyada en el marco de la puerta. Sus largas uñas tamborilean un ritmo estático sobre la vieja madera. Sus labios azules curvados en una sonrisa sarcástica.

—No me gusta verte aquí—digo en tono plano—. No vuelvas a entrar sin tocar.

Se encoge de hombros.

—La puerta estaba abierta, querido.

Lyra se avienta en el sofá y cruza sus largas piernas con botas de combate. La goma de mascar hace un ruido molesto que me irrita. Es un demonio que no me genera confianza. Le dije en más de una ocasión que no la quiero cerca y no necesito su ayuda, pero ignoró la cualquier advertencia. Que sea leal a él lo hace peor. Vigila mis pasos y lo mantiene informado. Lo bueno es que cumple con todas mis órdenes y consiguió las botellas de whisky que le he solicitado. La conocí hace cuatro meses cuando llegué aquí. No me ha dejado solo a pesar de que le pido privacidad. No le importa que sea grosero o distante.

Y coquetea conmigo en cada oportunidad.

—Si estás aquí por él... —mascullo, forcejeando con la maldita corbata de seda. Extraño mis ropas básicas y cómodas—. Dile que iré pronto.

—No pareces muy feliz —Se burla—. Te traje tu whisky favorito, también llevamos a otra parte a todos los prisioneros porque te molestaban sus gritos. ¿Qué más quieres, Ronan?

Mi nombre en sus labios es un insulto desagradable. Otros súbditos me llaman alteza, pero Lyra utiliza mi nombre de nacimiento como si me hubiera conocido toda la vida. Tiene la forma de una mujer veinteañera con cabello oscuro y ojos vacíos. Su belleza no me engaña. Ella es peligrosa y traicionera. De hecho, me hizo preferir la compañía de Georgie.

—He sido bastante claro, ¿no lo crees? —La enfrento con la postura relajada, aunque deseo empujarla fuera de mi espacio personal. He visto lo que hace con algunos sirvientes. Los seduce hasta robarles cualquier raciocinio—. Mis asuntos no te incumben.

Sus ojos se fijan en los míos. Me mira de arriba abajo y una sonrisa asoma sus labios carnosos pintados de azules. Sé lo que está intentando, pero no caeré en su truco. Existe una sola mujer que deseo con todo mi ser. Lyra solo me provoca desprecio, rechazo y asco.

—Relájate —Se ríe, parándose frente a mí y anuda la corbata correctamente—. No le diré a tu padre que aún lloras por ella y susurras su nombre cuando estás dormido. Él sabe que es una etapa que pronto vas a superar.

Aparto su mano y hace un mohín.

—Ocúpate de tus propios asuntos y no te metas conmigo—amenazo.

Se muerde el labio.

—Aww... ¿Por qué eres tan brusco conmigo? Solo intento ser tu amiga, aunque no me importaría un revolcón que te hará olvidar a la mujer por quién continúas llorando. ¿Cómo se llama? ¿Allison Karlsson?

Mis ojos se dilatan con furia y mi mano sale disparada directo a su garganta. La sorpresa nada en sus pupilas, pero no lucha. En cambio, sonríe y se rinde ante el contacto que no tiene nada de cálido. Mi piel está fría como mi corazón. Allie era todo lo que me hacía sentir y la he perdido.

—No me interesa tu amistad ni amabilidad—espeto—. Mantendrás las distancias y dejarás de vigilarme como si fueras mi guardaespaldas. Recuerda cuál es tu lugar, Lyra. Soy el príncipe y tú una simple súbdita. Si ordeno tu ejecución él no dudará en complacerme.

Marcas de dedos resaltan en su piel gris cuando la suelto y tose. Soy el cazador. Todos aquí son mis presas. No estoy en la obligación de tratarlos con amabilidad. Si quiero pueden ser mis juguetes. Lyra no es la excepción. Ella no se ha ganado mi simpatía.

—Veo que me equivoqué contigo. Eres un grave error, Ronan Dumont. Bienvenido al infierno.

Se gira sobre sus talones y desaparece por la puerta. El cuervo en mi ventana inclina la cabeza de un lado a otro y suspiro. ¿Infierno? He estado en él veinte años. Ya estoy acostumbrado.

🖤

Mis pies se detienen abruptamente en el pasillo oscuro. He evitado esta zona cuatro meses.

Todas las emociones que he tratado de reprimir desde que llegué a este calvario me sacuden con brutalidad. Mis muros se derrumban, el dolor sale a la superficie. El corazón me golpea las costillas, el pánico recorre mi cuerpo mientras me sostengo a la pared más cercana y contengo la respiración. La angustia me desgarra y araña mi pecho. Me tapo la boca con la mano, pero nada puede borrar la tragedia que captan mis ojos.

Hay una docena de celdas hechas con barrotes gruesos de hierros y alambres de púas. Se alinean en cada rincón y es ocupada por cientos de personas. O tal vez... sus almas. No importa la edad, el sexo, la etnia o la nacionalidad. Cada uno de ellos es prisionero.

He visto cosas horribles desde que tengo uso de razón, pero nada me ha preparado para esto. Lloran, sollozan, suplican, murmuran incoherencias. Gritan, se arañan a sí mismos o golpean sus cabezas contra las paredes. Se balancean de un lado a otro mientras unos pocos intentan abrir sus celdas. Algunos simplemente miran a la nada, esperando un misericordioso final.

La miseria, la pena, el odio y el asco me abruman por completo. Parpadeo, tratando de reprimir las lágrimas que amenazan con salir. No puedo permitir que él me vea así. No puedo.

—Horrible, ¿no es así? —dice una voz apagada—. Pero te acostumbrarás. Lo verás todos los días a partir de ahora. Lamento que hayas creído que sería diferente.

La flotante figura de Georgie aparece en mi campo de visión y evita que vea la escena. Nada ha cambiado en ella. Aterradora, insensible. Una fantasma que disfruta molestarme. Su actitud no es agradable, pero aprendí a apreciar su compañía. Ya no la veo como una amenaza. Ella es lo más parecido a una amiga que tengo aquí.

—Nunca me voy a acostumbrar—respondo y tomo una respiración profunda—. Siento sus emociones como un vidrio cortándome la piel. Los escucho en mi cabeza y duele mucho.

Mueve una mano con desdén.

—Aprende a bloquearlos, príncipe. Tú eres un experto en ello.

El pulso late en mis oídos. Mis sentidos parecen intensificados. Estoy más consciente de las almas que me rodean que de costumbre. Mi estadía en la Fortaleza Karlsson era armoniosa y feliz. Aquí abunda el horror, la desolación.

—Es diferente—intento explicar.

—Concéntrate o él verá tus estúpidas lágrimas—me reprende Georgie—. Cuatro malditos meses y aún no puedes dejar atrás al niño débil y sensible. Estoy harta de ti.

Mi rostro se retuerce de rabia y tenso la mandíbula.

—No es tu obligación lidiar conmigo. Vete a la mierda—mascullo, alejándome de ella y haciendo lo posible para ignorar a las almas encerradas en esas sucias celdas—. No sé porque decidí perdonarte en primer lugar. Sigues siendo un monstruo.

Georgie me persigue, su figura fantasmal flotando a mi lado.

—Tú y yo sabemos que soy la única en quién puedes confiar.

—¿Es así?

—¿Y si te digo que hace una semana estuve allí arriba?

Mi corazón da una sacudida y me detengo de golpe. La enfrento lentamente con la respiración desigual. Esperaba ansiosamente que me diera una migaja. Le supliqué que lo hiciera cuando estaba demasiado ebrio y lloré por mi amor perdido.

—¿La has visto? —inquiero.

La fantasma da pequeñas vueltas por el techo antes de descender. Su sonrisa es de suficiencia, triunfal.

—¿Tú qué crees?

—No soportaré más de tus juegos estúpidos, Georgie. Ve al grano o hemos terminado.

—De acuerdo, príncipe cuervo—rueda los ojos—. Sí, la he visto. Ella fue al cementerio dónde enterraron a tu madre—Suena aburrida e indiferente—. No lucía mucho mejor que tú.

—¿Le diste lo que te pedí? —Bajo la voz.

—Sí.

La conmoción y el dolor me golpean, dejándome vulnerable. No esperaba escuchar una respuesta diferente. A veces cuando el silencio llena cualquier espacio de mi mente invado la suya y la veo.

Sola. Triste. Rota.

Mis visiones se tratan de Allison todo el tiempo. Aún recuerdo el dolor en sus ojos verdes cuando la abandoné esa noche. Le hice promesas de que pronto volvería, pero una parte de mí odia saber que me costará años regresar a su lado. Las lágrimas me escuecen y me las enjugo, frustrado conmigo mismo por aferrarme al pasado. Tengo que dejarlo ir por ahora.

Pero no puedo evitarlo.

Allie es mi primer amor. La única mujer que he amado y siempre amaré. No importa cuánto intente seguir adelante. Ella vive en mi mente y en lo más profundo de mi corazón. Nadie podrá sacarla de ahí. Nadie.

Ni siquiera la oscuridad que cada día me consume.

—¿Te dijo algo? —encuentro mi voz, sueno ansioso e impaciente.

Georgie asiente.

—Hizo lo obvio y preguntó como puede abrir el portal.

Siento mi alma cortada en pedazos mientras más escucho sobre ella, pero una parte de mí está feliz, completo. Sabía que no renunciaría a mí fácilmente. Es inteligente, intrépida, determinante, fuerte y valiente. Encontrará la forma de venir a mí. Las sombras son las respuestas.

—Ella no se dará por vencida—susurro con una sonrisa adolorida—. No lo hará.

La boca de Georgie se curva.

—Estaría muy decepcionada si lo hiciera—dice y se adelanta flotando—. Terminemos con esto de una vez, Ronan Dumont.

Avanzamos a través de los rincones oscuros, envueltos en humo y unas pocas antorchas en las paredes agrietadas y mohosas. Georgie empuja las puertas dobles, luego entramos en una amplía habitación.

La sala de tronos.

El suelo está hecho de obsidiana y ricas piedras de diamantes. Los candelabros colgando en el techo provistos de velas le añade una considerable iluminación al lúgubre espacio. A mi izquierda hay una piscina de brea burbujeando y cadáveres flotando. Me llama la atención la mesa con pilas de pergaminos y un cráneo humano que descansa sobre ellas. Un cuervo ingresa al salón, sacudiendo las alas y deteniéndose en el hombro de su amo.

El señor de las sombras.

El trono está tallado con la misma piedra obsidiana. El respaldo y los brazos decorados con cráneos humanos. En mis primeros días aquí era muy fácil sentirme ansioso y nervioso, pero he aprendido a medir mi respiración, fingiendo tranquilidad cuando en realidad quiero hacerlo pedazos y matarlo sin piedad.

Se sienta con gracia en el trono, sus largas uñas negras y puntiagudas jugueteando con el borde de un cáliz. Se mantiene erguido y audaz. Su cabello negro suelto hasta los hombros, sus ojos grises tan pálidos que llegan a ser blancos. Su rostro anguloso y su nariz torcida. Su apariencia es formidable, despiadado, aterrador. Puedo decir con orgullo que mis genes se asimilan más a los de Olenna Dumont. No hay nada de este monstruo en mí.

Gracias a los dioses.

—Su alteza real. Rey de las sombras y protector de la muerte—anuncia el orador.

—Majestad—Me inclino con una reverencia e hinco una rodilla.

Vuelve su atención a mí lentamente y sus labios se aprietan. Hay una clara indiferencia en su rostro que no sé cómo descifrar. No hablamos mucho desde que llegué. Envía sus mensajes a través de los sirvientes o sus cuervos. Es como si no estuviera presente. Él apenas recuerda mi triste existencia y estoy agradecido por ello. No tolero mirarlo.

—Levántate—ordena y obedezco. Cruzo los brazos detrás de mi espalda, mi rostro desprovisto de cualquier emoción que delate mi estado. Georgie ha desaparecido—. Me dijeron que estás muy cómodo en tus aposentos.

Asiento. No menciona mi estado de ebriedad.

—Sí, señor.

Lleva el cáliz a sus labios y bebe un largo trago. Gotas negras manchan las comisuras de su boca y no quiero adivinar de qué se trata. Sé que él no se alimenta como yo. Absorbe las almas que captura para mantenerse más fuerte. Todo su poder proviene de la humanidad que desprecia.

—Te he dado cuatro meses para que pudieras adaptarte a tu nueva vida—continúa, su voz hace eco en la sala—. Permití que todo se haga a tu manera. Respeté que lloraras la pérdida de tu compañera. La conexión que compartes con ella no será fácil quebrarlo.

Y tampoco pretendo hacerlo.

Nunca renunciaría a ella.

—Estoy aprendiendo—respondo—. Mi rechazo hacia la comida no puedo cambiarlo, pero...

Eso le roba una fuerte carcajada que a mí no me hace mucha gracia. El orador a su lado se tapa la boca con una risilla molesta. Es un troll de cabello espumoso y piel gris. Tan pequeño que apenas noto su presencia. Me pregunto qué otras criaturas habitan en el mundo de sombras.

—Pensé que apreciarías la compañía de Lyra. Ella está a tu completa disposición—Se mueve en su trono—. Si quieres algo de la superficie no dudará en traértelo. Es tuya para servir, jugar y atormentar. No me importa. Te pertenece.

La repugnancia sube a mi garganta. Él también espera que Lyra sea un reemplazo de Allison lo cuál es un insulto hacia mi honor. Mi chica es irremplazable. Única. Inolvidable. Nuestra historia de amor está escrita en las estrellas. Estamos destinados a suceder.

Nada ni nadie será un obstáculo entre nosotros.

Considero al señor de las sombras una prueba más de todas las que tendremos. Él es un medio. Un fin para mi verdadero propósito.

—Lyra ha sido muy servicial, señor—mascullo.

Me evalúa con cierto interés, tratando de buscar alguna mentira en mis palabras. Si la encuentra no comenta nada al respecto. Empuja el cáliz contra el pecho del troll que se tambalea por el movimiento inesperado y se apresura a llenarlo.

—Ella no es la única que te ayudará a dejar atrás tus viejas costumbres—comenta—. Cuando accediste venir a mi mundo me prometiste qué harías todo lo que te pidiera. ¿Es así, Ronan?

Dejo atrás el miedo y me armo de valor, reprimiendo las emociones negativas. Mantengo mi voz firme y uniforme. No retrocederé. No protestaré. No me negaré. Si tengo que arrodillarme lo haré sin pensarlo dos veces.

—Sí, señor.

—Bien.

Una horda de trolls ingresan al salón con una enorme jaula de hierro. El jadeo se queda atrapado en mi garganta mientras miro el contenido. Los lamentos se deslizan por mi columna, mi piel se llena de escalofríos y mis puños me traicionan.

Empiezan a temblar.

Veo rostros sucios, horrorizados, ojos llenos de lágrimas, cuerpos tan frágiles que son visibles sus huesos. Lo que más me impacta son sus expresiones y el aspecto que portan. No son adultos. Son... niños.

—¿De qué se trata esto? —grazno. La emoción delata mi voz asustada y la ira me quiebra—. ¿Qué está pasando?

—¿No es muy evidente, Ronan? —El señor de las sombras arquea una ceja—. No pensarás que los dioses como tú y yo nos alimentamos de hamburguesas, ¿verdad?

Las carcajadas estallan en el salón. El dolor golpea mis sienes y me falta el aire. Debí haberlo previsto. Debí suponer que esperaría esto de mí. Su mayor propósito es convertirme en un monstruo sin corazón. Arrebatarme la humanidad con la que he nacido.

—Son niños.

—Ellos portan las almas más puras—sonríe con satisfacción—. Hazlo y nunca volverás a ser el mismo.

Miro las puertas dobles en busca de una salida y mis ojos quedan paralizados en los de Georgie. Abraza con fuerza el peluche de conejo, todo su cuerpo temblando con impotencia, pero asiente. Si huyo ahora o incluso me niego habrá consecuencias.

No puedo negarme.

No puedo.

—Lo haré—digo, mi voz ronca y grave.

Los trolls dejan caer de golpe las jaulas y prosiguen a abrirla. Arrastran a los humanos encadenados desde el cuello hasta los pies. Ellos lloran, aterrados de no comprender el panorama. Siempre he creído que existe una vida después de la muerte, pero no imaginé que muchas almas terminarían aquí.

Él las roba.

Las trae a su mundo.

Las recibe por medio de los sacrificios que llevan a cabo sus sectas. Los cientos de servidores que tienen en la superficie. La familia Dumont es uno de ellos. Abigail Sanders y su hijo eran lacayos que complacían al verdadero dios que les otorgaba el poder. Yo seguiré el mismo patrón. Me aterra convertirme en un cascarón podrido cuando termine. Ojos muertos, un fantasma vacío y triste, vagando por las tierras. Inhumano, solo. Sin el calor que me mantiene cuerdo. Sin los besos que me regresan a la vida.

Sin mi Allie.

Las lágrimas nublan mi visión, pero aún así no me detengo a cumplir mi objetivo. Las sombras se arrastran por mis piernas hasta mis dedos mientras me acerco a los prisioneros. Sus gritos son algo que no olvidaré y se convertirán en protagonistas de mis próximas pesadillas. Todo lo que me atormente en el futuro.

Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento.

Repito la palabra una y otra vez como si eso pudiera hacerlo mejor o justificar mis actos.

—Ronan —suena una advertencia.

Me dirijo a mi primera víctima y acuno su rostro con mis manos. Se retuerce con un gruñido violento que sacude mis entrañas. La sangre brota de su nariz y sus ojos. Su boca se abre mientras mis sombras se deslizan por cada rincón de su cuerpo y luego regresan a mí con un suspiro.

La niña se desploma.

Y una parte de mi alma se quiebra.

🖤

Camino por los bordes del acantilado, la botella de whisky colgando en mi mano mientras le doy un trago. Los recuerdos de su sonrisa regresan a mi mente, el sabor de sus labios, su cuerpo desnudo, su voz... Ella me hacía sentir como el hombre más afortunado de esta tierra. Oh, era tan afortunado a su lado.

Casi puedo imaginármela frente a mí. Su largo cabello negro sacudiéndose por la brisa, el vestido verde, sus ojos verdes iluminándose mientras me mira. Echo de menos la sensación de su mano en la mía, la forma en que nuestros dedos suelen encajar tan perfectamente bien.

Allison Karlsson se encuentra en todas partes.

La extraño como un loco.

—Allie —susurro y su imagen se evapora—. Allie...

Mis pies tropiezan y me echo a reír como un imbécil. El océano de brea se extiende ante mí y la luna brillante en el cielo oscuro se burla de mi miseria. Maldita luna. Ella me ha prometido que el sacrificio valdrá la pena. ¿Pero a qué costo? La necesito conmigo. La necesito para sobrevivir. La necesito porque sin Allie soy un hombre moribundo.

La necesito tanto.

De repente viene la amargura de pensar que durante años me perderé momentos a su lado. Tal vez se dará cuenta de que no valgo la pena y retomará su vida con otro. Alguien más va a besarla y tocarla. Ese otro hará que ella me olvide. Se cansará de esperarme. El pensamiento me llena de celos y posesión. No. Eso no pasará. Yo me encargaré de ello. Allison es mía. Solo mía.

—Maldita sea, príncipe —Alguien tironea de mi chaqueta—. Tuvimos una conversación más temprano. Compórtate. Lo estás arruinando todo con tus impertinencias.

Me sacudo en el agarre de Georgie y me tambaleo de nuevo en los bordes. El sonido de mi carcajada hace eco en los profundos acantilados. ¿Y si me lanzo ahora? ¿Qué sucederá? ¿Mi alma tendría la paz que me han negado desde que la he perdido?

—Déjame tranquilo—protesto y le doy un manotazo—. Solo quiero olvidarla un segundo. ¿Por qué no puedes entenderlo? Cierto, estás muerta y no sientes nada—sonrío.

Hace caso omiso de mis palabras y continúa jalándome hasta que estoy fuera de peligro. Me derrumbo al suelo húmedo mientras termino las últimas gotas que le quedan a la bebida. La quemazón en mi garganta se siente bien. Tal vez si reemplazo una adicción por otra me ayudará a sobrevivir a su ausencia.

—Eres patético—gruñe—. Deberías estar estudiando tu territorio, ideando un maldito plan que termine con todo.

—Bla, bla, bla—bostezo—. Lo que sea. No me importa.

—¿Sabes qué, Dumont? —Georgie pierde la paciencia y me da la espalda—. Púdrete con tus estúpidas botellas y no vuelvas a buscarme si necesitas algo. Ya no estaré para ti.

—Oye, no lo tomes personal.

Me enseña el dedo del medio.

—Jódete. Pídele a Lyra que te ayude la próxima vez.

Gimo mientras me enderezo con dificultad. Si figura flotante se pierde en la niebla y no dudo en seguirla. Estoy ebrio, sí, pero no soy un estúpido. Georgie es un conducto importante que me servirá para llegar a Allison.

—Espera, lo siento—me disculpo y entro en la densa niebla—. No quise herir tus sentimientos, fantasma estúpida.

A medida que me adentro más profundamente dentro de la espesa niebla, me siento maltratado y sin aliento. Me traga la oscuridad. Choco contra algunos árboles sin hojas con ramas muertas y mis botas se embarran en el podrido lodo.

—Georgie—insisto.

—Shh... cállate.

Con la respiración entrecortada en mis pulmones, visualizo unos pálidos ojos grises en la oscuridad. Gruñidos fuertes, gruesas patas negras, su larga cola y peluda que azota el aire con aparente amenaza. Miro con fascinación y temor a la misteriosa criatura. Las sombras lo rodean como una segunda piel y me enseña sus colmillos puntiagudos y babosos.

—Corre, idiota de mierda—dice Georgie—. ¡Corre!

Mi trasero está demasiado borracho para colaborar. Me pongo en una postura defensiva, dispuesto a llegar al castillo que se encuentra a poca distancia. La niebla me envuelve y hace difícil distinguirlo. Mierda... Creo que aquí termina mi propósito en la vida. Estoy muerto. Presiono mi espalda contra un árbol, cerrando los ojos. Espero ser destrozado por los poderosos colmillos, pero a cambio recibo un aullido desesperado.

Abro un ojo. Luego otro.

La bestia no me ataca.

Está inclinado ante mí en señal de sumisión.

🖤

Holaaaa. ¿Cómo están? Pasó como dos años desde la última vez que escribí a Ronan y me costó bastante. Además tenía que plasmar una imagen al mundo de sombras. Todavía tenemos mucho qué descubrir sobre ese reino.

P r e g u n t a s.

¿Qué opinan de Lyra?

¿El señor de las sombras?

¿Esperaban esa amistad entre Ronan y Georgie? La amistad entre ellos será muy divertida.

¿Momento favorito?

¿Teorías?

Por cierto, estamos en los últimos capítulos de Una Melodía Mortal y estoy trabajando en ellos. Así que por ahora ya no habrá días definidos de actualizaciones. Quiero concentrarme en darle una final a Raven y Krestel. Creo que ya es hora de despedirnos. Cuando finalmente ese libro concluya tendré más tiempo para Ronan y Allie. Me emociona mucho la idea de enfocarme en ellos. Lo merecen después de tanta espera.

En mis redes sociales estaré dejando adelantos y spoilers:

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Tiktok: Jessica_Rivas17

Disculpen las faltas.

Las adoro.

Jess 💚🖤

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