Un breve, pero cálido y dulce beso. Una suave caricia, un temeroso abrazo, una peluca de largas hebras plateadas un vestido antiguo y de la alta sociedad. Una cabellera castaña, una vos desesperada, una mirada que suplicaba perdón mientras lagrimas la cristalizaban.

Desde su visita a aquella cafetería Atsushi ha soñado constantemente con todo eso. Pero solo eran detalles y elementos sueltos. No lograba entender a que se debían los recurrentes sueños, menos por qué le generaba una terrible angustia transformada en un interminable camino de lágrimas o porque estaba seguro de que la respuesta las tenía el camarero que los atendió aquella vez. Mucho menos comprendía el porqué del enorme nudo de dolor y tristeza que tenía alojado en su pecho o porque este se reducía al ver el rostro de ese joven castaño. Necesitaba respuestas, pero su innata timidez le impedía entablar una conversación, apenas si podía solicitarle alguna bebida o bocadillo sin que sus nervios lo hicieran tartamudear.

Llevaba tres semanas en ese estado y ya se veía afectado. Las reducidas horas de sueño, causaron que en reiteradas oportunidades lo regañaran por entrar a la inconciencia durante sus clases. El que su concentración fuese empleada constantemente en descifrar sus sueños habían reducido su rendimiento diario y eso se lo hizo notar su referente académico. No podía olvidar que su ingreso a la universidad fue gracias a una beca. Y que esta estaba sujeta a sus logros y calificaciones. Por lo que le sugirieron unirse al programa de tutorías. Sin mucha objeción, y aceptando que tal vez sería lo mejor, fue y se inscribió. Aunque eso le reduciría el tiempo para visitar a su reciente obsesión no podía darse el lujo de perder lo que el apoyo que le facilitaba el estudio. Vaya sorpresa se llevó cuando le presentaron a quien sería su tutor, pues frente a él se encontraba el mismo camarero que llevaba semanas invadiendo su mente y al que ahora conocía como Osamu Dazai.

Los primeros encuentros se le hicieron difíciles pues su mente se negaba a cualquier otra actividad que no fuese detallar los rasgos de su superior.

Con el paso de los días y ya más acostumbrado a la presencia del mayor no solo se le facilitaba resolver los ejercicios que le proponía si no que también lograba entablar conversaciones un poco más extensas. Cuando los días se unieron convirtiéndose en semanas ya sabía un poco de la vida del castaño, así como él había compartido parte de sus vivencias. Y al mismo tiempo sus sueños se volvían más largos, más detallados.

Para cuando el final del semestre llego Atsushi había revivido en su mente gran parte de su pasado. Incluyendo al dueño de todos aquellos gestos tan dulces para con su persona y amargos ante el desenlace que su historia había tenido. Ahora estaba en un conflicto con sus sentimientos, pues no solo por las memorias recuperadas sino también por las recientemente creadas con Osamu su corazón se había volcado nuevamente todo su afecto hacia el castaño y no estaba seguro de si ponerlo en conocimiento de ello o simplemente esconderlo. No quería causarle más dolor recordándole el pasado y temía un distanciamiento si le confesaba sus actuales sentimientos. Ante esas perspectivas opto por mantener su relación tal y como estaba ahora así al menos podría gozar con su amistad.

Osamu estaba con conflictos similares a los de Atsushi. Temía la reacción del joven al saber del destino al que lo condeno en el pasado, así como también que pudiese marcharse de su lado si le hablaba del especial afecto que le guardaba. No sabía cómo proceder para disculparse por el pasado y no perder su compañía. Atsushi fue, es y sería el único que podría lograr que dude de sus acciones y planes. Era la única persona que podía hacerlo actuar de forma irracional e improvisada. Solo había que ver como se encontraba con los nervios a flor de piel mientras lo esperaba (y una pequeña parte de su conciencia rogaba que el chico no se presentara) pues aun no logra entender cómo fue que junto el valor para invitarlo a salir.