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🦋6. 🦋


El instituto la aburría. No entendía por qué se le daba tanta importancia a lo académico aun sabiendo que la mayoría de cosas que aprendían acababan por olvidarlas al poco tiempo de forma irremediable. La mente humana era un misterio. ¿Acaso no veían que eran mucho más útiles otras materias que no se impartían en clases y que jamás se olvidaban? Como el arte de la manipulación. Aquella había sido una asignatura en la que, tanto Jayden como Alex se aplicaron hasta lograr sobresalir. Y lo mejor fue que lo aprendieron de forma autodidacta. En opinión de Alex, la mejor manera de adquirir cualquier conocimiento.

Estaban en clase de historia, los dos simulando prestar atención con sendas expresiones de concentración y esmero en el rostro, cuando por dentro se morían porque llegara la hora del descanso para que aquella tortura terminara de una vez.

Tanto uno como otra eran capaces de llevar al día todas y cada una de las materias sin tener que esforzarse apenas, gracias a su coeficiente intelectual superior a la media, por lo que podían permitirse divagar en clase. Una gran ventaja, sí.

Un dedo se clavó con fuerza en el hombro de una Alex que se volvió molesta para fulminar con la mirada al responsable, odiaba que la interrumpieran cuando estaba perdida en sus pensamientos. Resultó ser Troy, un compañero de clase con el que se llevaba bien. Él le dio una mirada de disculpas, como diciendo «no mates al mensajero» y ella se relajó antes de tomar la nota que él tenía extendida hacia ella por debajo de la mesa con disimulo.

Soltando un resoplido, decidió aprovechar que nadie reparaba en ella –pues tenía sus trucos para pasar desapercibida cuando era conveniente– y la desplegó.

No le sorprendió descubrir que era de su hermano. Desdobló la nota, haciéndose una idea de lo que allí habría escrito.

Si lo cuentas, me aseguraré de que todos sepan lo de Devon.

Alex apretó los dientes y se apresuró a doblar la nota en trocitos minúsculos para metérsela en la mochila. Aquello no podía caer en las manos equivocadas, era demasiado arriesgado.

Tenía que reconocer que aquel había sido un movimiento inteligente por parte de su hermano.

Así se aseguraba de que ella guardara silencio.

Devon Murray era el capitán del equipo de baloncesto y el típico chico rubio y atlético de sonrisa encantadora que atraía la atención de todas las chicas de la clase. Algo que aprovechaba en su favor.

El curso pasado, había puesto a su amiga Dianne en el punto de mira y como ella lo rechazó, llegó al extremo de acosarla. Cuando Dianne se sinceró con ella y le confesó lo asustada que estaba, Alex tomó cartas en el asunto. Asegurándose, por supuesto, de que nadie supiera que ella estaba detrás.

Le mandó una nota, citándolo en los vestuarios masculinos y cuando acudió, todo emocionado, no solo lo cosificó y sexualizó como él hacía con todas las chicas, sino que se aseguró de grabar a escondidas el momento en el que él confesaba que había perseguido a Dianne, hostigándola.

Cuando lo amenazó con ir al director, su fachada de gallito se esfumó.

Se mudó con su familia al día siguiente y dejó el instituto, sin dar explicaciones.

Jamás le contó a nadie lo sucedido y solo Jayden –quien la había ayudado a planearlo todo– estaba al tanto de aquel secreto. Ahora lo utilizaba contra ella.

Tuvo que resignarse.

—Alex, ¿estás bien? Te noto distraída —le preguntó Dianne, sentada en el pupitre de al lado, al percatarse de su gesto ausente.

Ella de inmediato se recompuso y esbozó su sonrisa prefabricada.

—Sí, es solo que no he desayunado y me encuentro un poco mareada. Pero enseguida se me pasa —mintió, con tanta convicción que su amiga asintió, comprensiva.

Alex estaba muy orgullosa de sus habilidades. Así se las había arreglado para conseguir, de forma paulatina y aparentemente inocente, que sus amigas la pusieran al tanto de todos sus problemas y la volvieran su confidente más indispensable, cuando ella jamás había revelado un solo dato personal...al menos, ninguno que fuera cierto.

No era tan ingenua como para no haber sido capaz de sospechar que si el intercambio de consejos y desahogos no fluía en ambas direcciones sus amigas recelarían, como era natural.

Era por eso que la Alex que mostraba cuando estaba con ellas era una versión perfectamente planeada de sí misma. Mostraba únicamente la cara que a ella le interesaba dar. Muchas personas podrían pensar –si llegaran a descubrirlo– que era una hipócrita. Pero a ella le traía sin cuidado. Más valía ser hipócrita a darle voluntariamente a alguien el poder de destruirla. Si algo había aprendido en la vida era a no confiar en nadie, sus propios padres eran un ejemplo de ello.

De soslayo, le echó otra ojeada a su hermano y redactó una respuesta que le entregaría más tarde, a salvo de miradas indiscretas.

Se fijó en que estaba hablando con Kieran y el chico pálido y moreno asentía con desgana a algo que este le había dicho, mordiéndose la uña del pulgar en un gesto apático muy típico de él. Alex sonrió al ver cómo su hermano le susurraba algo al oído y su semblante pálido y deslucido se iluminaba por completo. Estaba segura de que Jayden acababa de ofrecerle redactar ese ensayo para él a cambio de algún favor...y dudaba que fuera dinero. Algo se traía ese par entre manos y ella no iba a descansar hasta averiguar de qué se trataba.

A la hora del almuerzo, fue a buscarlos al aula de tecnología, pues sabía que se encontraban allí terminando de redactar un trabajo sobre noticias periodísticas basadas en sucesos actuales.

Cuando la vieron entrar, enmudecieron de súbito y ella puso los ojos en blanco, sentándose en una de las sillas libres. Normalmente, era muy raro que Alex pasara su tiempo libre con ellos, lo que enseguida les indicó que quería algo.

—¿Qué hacéis? —inquirió, curiosa, tras darle un bocado a su sándwich de queso.

—No es asunto tuyo —espetó Jayden, tan simpático como siempre. Alex lo ignoró.

—Estamos buscando estadísticas sobre casos de trata de blancas y explotación sexual, te sorprendería lo elevado que es el porcentaje en Estados Unidos —le explicó Kieran, sonando bastante disgustado con que así fuera.

Ella se sintió asqueada de inmediato. No entendía cómo podía haber seres tan enfermos como para traficar con personas y prostituirlas a cambio de dinero.

—Es repulsivo. ¿Por qué habéis elegido un tema tan horrible? —quiso saber.

Jayden se encogió de hombros. Nunca le gustaba revelar lo que pasaba por su cabeza.

—Porque el mundo es un lugar horrible, por eso —sentenció, con sequedad. Ella no pudo rebatir nada al respecto.

Sabía que tenía razón y que eran muy afortunados por haber nacido en el seno de una familia que los quería y cuidaba tanto. No todos tenían esa suerte.

Decidió cambiar de tema, no sin antes entregarle disimuladamente a Jayden una nota idéntica a la que él le había pasado, que rezaba: Estamos en paz, por ahora.

Vio por el rabillo del ojo cómo él la leía y esbozaba una sonrisa torcida. Cuando sus ojos se encontraron, la aprobación brillaba en ellos.

—Oye Kieran, estaba pensando...—empezó a decir ella, con tono zalamero. Lo cierto era que se le había ocurrido una idea excelente para espiar a los vecinos. De ese modo, si realmente sus suposiciones sobre ellos eran acertadas, podrían descubrirlo de un modo infalible. —¿Podrías prestarme tu cámara de vídeo? Esa que te regalaron tus padres por tu cumpleaños —inquirió, con gesto inocente.

El aludido se envaró. Sus padres tenían mucho dinero y siempre estaban viajando por negocios, lo que significaba que el chico casi siempre estaba solo en casa.

Pero él aseguraba que no le importaba, era muy independiente y sabía arreglárselas solo.

—¿Para qué la quieres? —le preguntó, con el ceño fruncido en señal de extrañeza.

Alex desplegó su mentira con envidiable soltura.

—Jay y yo queremos grabar unos cortos en el jardín, como regalo de aniversario para nuestros padres, pero no tenemos los medios adecuados. Te la devolveremos en un par de días, lo juro. ¿Verdad, Jay? —le pidió ayuda disimuladamente.

Su hermano reprimió una mueca de diversión –pues sabía exactamente para qué la quería Alex– y asintió.

—Vale, da la casualidad de que la llevo encima. Así que...toma. Espero que me dejéis ver cómo quedan —dijo, tendiéndosela a Jayden con cuidado. Este se apresuró a guardarla a buen recaudo en su mochila y le dio las gracias, mientras Alex le aseguraba que lo harían.

Ya se inventarían una excusa más tarde.

🦋

En cuanto llegaron a casa, tras terminar de discutir en su cuarto cómo y cuándo iban a hacerlo, aprovecharon que acababan de verlos salir con su coche y se colaron en la casa de al lado, forzando la cerradura con habilidad.

—Más vale que no nos equivoquemos con esto —musitó Jayden, como para sí.

Alex negó con la cabeza. Estaba convencida.

—No me trago que sean parientes del viejo Prescott. Él nunca los mencionó, Jay. ¿Y aparecen así de la nada? ¿Qué hay de su testamento? Yo te lo digo, todo es una patraña —argumentó, con un convencimiento incuestionable.

—Sí, tienes razón. Yo pienso como tú, pero todo son conjeturas. Así que tendremos que recabar alguna prueba —aceptó, con un brillo travieso en la mirada.

—¿Dónde la escondemos? No pueden verla o estamos perdidos —susurró Alex, que no dejaba de echar cautelosos vistazos hacia la entrada por si volvían, mientras Jayden se exprimía el cerebro.

—Yo la pondría en el salón, se ve el vestíbulo y si entran o salen lo captará. Además, supongo que pasarán aquí la mayor parte del tiempo. Las habitaciones son demasiado arriesgadas —opinó y Alex acabó dándole la razón.

—Decidido entonces.

La escondieron en el interior de una figura de Buda, asegurándose de que enfocara al objetivo a través de su ojo derecho e hicieron varias pruebas para asegurarse de que no se apreciara a simple vista.

Por fortuna, había quedado bien oculta.

—Mañana vendremos por ella, es demasiado arriesgado dejarla más tiempo —repuso Jayden.

Y así lo hicieron.

Pero acabaron llevándose una desagradable sorpresa.

La cámara ya no estaba donde la habían dejado.

Y eso solo podía significar una cosa: los habían descubierto.

Iba a ser un milagro si no sospechaban de ellos, porque ¿quién más podría haberlo hecho?

Alex tragó saliva, acojonada. Tendrían que haber sido más cuidadosos.

Pero como dijo Jayden, por más que se lamentaran, ya estaba hecho.

Además, no podían probar nada.

Por el momento, eso sí, lo mejor que podían hacer era mantener un perfil bajo ante ellos para no terminar de delatarse.

Y la cena de aquella noche solo les complicaba las cosas.

Para colmo, tuvieron que comprarle otra cámara nueva a Kieran, que se mosqueó bastante con la excusa que le dieron de que se les había roto por accidente mientras grababan.

Jayden se comprometió a hacer todos sus deberes durante toda una semana para que lo perdonara.

Si al menos hubieran podido hallar las pruebas que buscaban...pero que la cámara hubiera desaparecido solo reafirmaba sus sospechas.

¿Qué era eso que no querían que descubrieran?


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