Tanjiro Kamado - Kimetsu no Yaiba
Advertencia: Spoilers del manga. Este OS se divide en tres partes, siendo las últimas dos de los eventos finales del manga, así que lo señalizaré.
Como la luz del sol
Su mano era cálida, como la luz del sol que escindía sobre su piel por las mañanas y abrigaba su cuerpo aterido. También era áspera por los callos del entrenamiento, pero la sostenía con gentileza, en un agarre firme y protector. Cuando caminaban hombro con hombro, midiendo sus pasos para no adelantarse al otro y prolongar su compañía, se permitían olvidar del mundo mientras se escuchaban hablar de diversos temas, que parecían no escasear ni siquiera cuando tenían la oportunidad de pasar juntos semanas enteras.
Zenitsu ya se había dado por vencido al reclamarle que salía con una chica, e Inosuke a veces salía con las preguntas más imprudentes porque le generaba curiosidad el sentimiento que crecía entre ambos. Por las noches, bajo el agradable canto de las aves nocturnas, desenredaba el cabello de Nezuko, recostada en su regazo, mientras que ella jugaba con los dedos del nuevo miembro de su familia.
Tanjiro a veces se reclamaba no haber ayudado a su familia, pero cuando veía a todas las personas que había conocido a lo largo del tiempo, se percataba de que no estaba solo y que los quería a todos con la misma vehemencia que llegó a hacerlo con su familia. Eso le daba paz y fuerza para continuar con su misión de hacer humana a Nezuko de nuevo.
Después de que ella se recuperara tras una ardua misión, Tanjiro la visitó para pasear por los alrededores de la finca de las mariposas. Caminaban por un sendero flanqueado por altos muros de bambú que delimitaban las mansiones, sus manos se columpiaban al antojo del viento, apenas tocándose de forma etérea mientras hablaban animadamente. Tanjiro sonreía, afable, y ella se permitía enamorarse un poco más de él.
—¿Cómo te sientes de tu brazo? —preguntó él luego de un rato, mirando con preocupación el delicado vendaje.
—¡Estoy bien! —Apenas lo movió, recordando que Aoi le había dicho que no lo hiciera—. Solo se rompió.
—No puedes restarle importancia —pidió, extendiendo la mano hasta rozar su brazo herido con cariño—. Murata me contó cómo fue que te lo hiciste y...
—No es nada, Tanjiro.
—¡Claro que sí! —insistió—. ¡Que se te rompiera el antebrazo y la katana al impactar con el cuello de un demonio habla mucho de...!
—De mi inexperiencia.
—No. De que era muy poderoso...
—Eso no te lo niego, pero apuesto a que cualquiera de los Pilares hubiera podido cortarlo sin mayor problema.
—Pero luego conseguiste clavarle la katana y que el sol lo quemara, ¿no?
—Tendré una charla seria con Murata —musitó mientras que Tanjiro reía al creer que había metido a su senpai en problemas—. Pero la cuestión es hacerlo apropiadamente. Morir quemado no debe sentirse bien. Tú me lo enseñaste...
Tanjiro parpadeó, sintiendo las mejillas cálidas al igual que su pecho. Apretó su mano solo un poco y curvó los labios.
—Tienes razón. ¡Debemos entrenar más!
—Apuesto a que tú lo hubieras cortado.
Tanjiro rio con modestia y ella lo picó en las costillas, haciéndole cosquillas. El joven cazador de demonios ni siquiera intentaba detenerla porque le gustaba escuchar sus risas haciendo eco sobre la otra, estar en contacto y saberse de la confianza de la persona que quería con gran pasión. Junto a ella, quería vivir un amor como el que había visto en sus padres, que se trataban como amigos, confidentes y amantes.
De repente, ella lo tomó por un brazo para halarlo a un lado del sendero, ahora flanqueado por frondosos árboles, mientras que Tanjiro olfateaba el aire y tomaba una postura más formal. A los pocos segundos, por un recodo, se asomaron las figuras de Kanroji y Obanai. Ambos cazadores los saludaron respetuosamente, seguido de su debida respuesta. Sin embargo, notaron como Mitsuri agitó el brazo de Iguro, susurrándole algo con emoción e irradiando un aura rosa que siempre causaba un fuerte contraste con la languidez de Iguro.
—Mitsuri nos shippea, pero lo que ella no sabe es que yo la shippeo con Obanai —dijo ella al cabo de unos segundos, jugando con una barba ficticia.
Tanjiro soltó una leve carcajada.
—Zenitsu dice que los opuestos se atraen, ¿supongo que es eso? Cuando están juntos, huelen diferente.
—Uhm... Yo creo que va más allá de eso —negó, pensativa—. Tal vez es porque se aceptan como son y saben que el otro siempre estará allí. Como tú y yo.
—Como nosotros... —susurró Tanjiro, conmovido—. Tienes razón. Aunque nosotros no somos tan distintos.
—¿Eso crees? —curvó una ceja—. Yo pienso que sí somos diferentes, pero siempre conseguimos el equilibrio entre ambos. ¡Ah! Y eso me lleva a preguntar, ¿a qué huelo? Creo que nunca me lo has dicho... Espero no oler mal. —Hizo una expresión de consternación—. Bueno, no puedo esperar mucho cuando estoy sudada o bañada en sangre de demonio. Quizás debería comprarme un perfu...
Parpadeó cuando Tanjiro rozó sus labios tenuemente. Un beso fugaz que se sumaba a la miríada que habían compartido, cada uno tan especial como ese, capaz de arrancarle un suspiro de ensoñación y retorcerle el estómago por la súbita emoción que generaba el enamoramiento. Y luego, la tierna sonrisa que culminaba el gesto y que siempre le obsequiaba con su respectiva mirada de adoración.
—Te quiero —se escapó de sus labios, arrebatada de raciocinio cada vez que estaba así de cerca y podía apreciar sus atractivas facciones con más detalle.
—Yo también te quiero mucho —musitó, envolviéndola en un cálido abrazo—. Y no tienes que colocarte nada, tu aroma me encanta.
—¿Acaso tienes un fetiche con...?
—(T/N) —advirtió con una risita.
—Lo siento, es que... No todos los días dicen que gustan mi olor a sudor.
—Me gusta todo de ti —dijo sin más.
—... ¡Tienes razón! —se separó y le sonrió abiertamente—. ¡También me gusta todo de ti!
:-: (A partir de aquí inician los spoilers)
Los días pasaron a ser semanas, y estas meses. Entrenaban duro, superando los límites de sus cuerpos, derramando lágrimas y desollándose las manos por el mango de sus katanas. El aire en el cuartel de los cazadores de demonios estaba lleno de gruñidos, quejidos, gritos de guerra y llanto, pero todos estaban inspirados por la idea de estar haciendo lo correcto para sobrevivir y ayudar a otros.
Hasta que llegó el día en el que todo calló, una noche en la que no había demasiados cazadores y la brisa soplaba, augurando algo que no podían desentrañar.
Tanjiro vio a los tres y, más allá, a Nezuko tendida en un futón. Debía irse porque el aire estaba viciado con un aroma que después asocio con el preludio a la guerra.
—No te preocupes, Tanjiro. Cuidaremos de Nezuko —dijo el señor Urokodaki—. Confía un poco más en nosotros.
—Lo siento, es solo que... —Agitó la cabeza para difuminar el repentino pesimismo depositado en su pecho. Cruzó la mirada con (T/N).
—Voy a ir a la puerta principal —informó la chica, llevando la mano al estoque de la katana—. Seré la primera defensa de presentarse algo.
—De acuerdo —dijo Urokodaki tras la máscara de Tengu—. En el caso de que se presente alguna eventualidad, no olvides las señales que practicamos.
—¡Claro que no! —Les sonrió con confianza y tomó la mano de Tanjiro para que se moviera.
Caminaron el resto de los metros en total silencio, ahogándose en el punto de contacto de sus pieles, la cadencia del movimiento amainando el tremor de sus cuerpos. Se detuvieron frente a la enorme puerta pintada de rojo y se observaron.
—Protegeré a tu hermana con mi vida, Tanjiro. ¡Así que descuida, estará bien!
El muchacho analizó su rostro, la añoranza tiñendo sus pupilas, hasta que alzó la mano y tomó el mechón rebelde de cabello que se había escapado de su cola. Con los nudillos acarició la tersa piel de su mejilla. Y, atraído por una fuerza superior a él, se aproximó hasta besarla con firmeza, imbuyendo en el gesto una pasión sin precedentes, combinada con paradójica ternura que embotaba su corazón y la hacía temblar como una frágil hoja en otoño. Lo abrazó por el cuello, sin quererse separar, hasta que tuvieron que tomar distancia muy lentamente porque el tiempo apremiaba.
Esta vez, Tanjiro no sonreía, abstraído en sus pensamientos. Se observaron de nuevo, grabando en sus retinas tanto como pudieran del otro para evocarlo una y otra vez. Cada uno dio un paso hacia atrás y se separaron, sonriéndose para reconfortar al otro y a sí mismos.
No se dijeron nada, pero sus ojos bastaron para prometerse reunirse de nuevo. En esa vida o en otra.
Desde ese instante, los minutos corrieron a una velocidad tortuosa. La noche oscurecía sus alrededores, las luces de adentro apenas iluminaban el sendero frente a ella, teniendo que valerse de la poca visión nocturna mientras intentaba que su postura en guardia no se rompiera. Si todo salía bien, ese sería su última noche peleando contra los demonios. Ignoró los ruidos en la zona central del cuartel, el ominoso silencio posterior y la quietud del ambiente. Sus sentidos se aguzaron solo para proteger a Nezuko de cualquier invasor porque era bien sabido que Muzan la querría por ser el primer demonio en conquistar el sol. Se preguntó si resistiría ser abatida por Muzan si se presentara, ¿podría comprar al menos un minuto?
Fue en sus cavilaciones cuando percibió el tenue sonido de las hojas siendo arrancadas. Desenfundó la katana con experticia y repelió las garras que buscaban cercenarle el cuello. Al igual que muchos demonios a los que se había enfrentado en los últimos días, tenía una apariencia humana con los ojos inyectados en sangre y las manos curvadas en grotescas navajas. Era alto y ancho y se sintió diminuta a su lado, aun así, apretó el agarre en su nichirin y lo encaró.
Compartieron embistes, probando la fuerza del otro, hasta darse un respiro como si intentaran dar con la estrategia más óptima para arremeter de nuevo. La sangre no tardó en derramarse de parte y parte, las extremidades expuestas, la respiración errática, el simple deseo de proteger aquello que se les había confiado. (T/N) no sabía si era una Luna, el demonio desconocía si era un Pilar, pero ambos estaban entregados a la batalla aun cuando el alba empezó a irradiar en el horizonte, ni siquiera prestaron atención cuando una pared cercana estalló y una figura corrió hacia el bosque. Ella apenas podía alzar la katana y él continuaba vapuleándola a puñetazos, a pesar de que los nudillos estaban a carne viva porque hacía mucho había dejado de regenerarse.
Ambos se observaron con sentimientos encontrados y ella siseó con las gotas de energía que le restaban.
—Ya va a amanecer.
Eran las primeras palabras que proferían, porque el contacto de sus golpes parecía hablar por ellos.
—El señor me ordenó recuperar a la demonio.
—Y yo le prometí a alguien importante que la protegería con mi vida.
Se observaron, reconociendo en el otro una lealtad inigualable. El rasgo compartido los hizo tener una momentánea solidaridad.
—Cada vez se debilita más y más —pronunció el demonio, relajando la postura—. El fin de los demonios está cerca... —Su piel empezó a achicharrarse, volutas de humo despidiéndose de su espalda—. Córtame con tu katana, cazadora. He vivido mucho y creo que es hora de saber qué hay más allá.
(T/N) parpadeó, repentinamente conmovida. Clavó los talones al suelo y reguló su respiración. Acomodó el agarre sobre el mango y musitó:
—Concentración total. Respiración del bosque. Cuarta postura: Silencio antes del alba.
El cuello ofreció resistencia, pero lo cortó de lado a lado tan indoloramente como pudo. La cabeza rodó a sus pies y se obligó a ver a otro lado cuando notó su sonrisa perdiéndose entre las cenizas. Si no hubiera conocido a Tanjiro, jamás hubiera despertado su compasión hacia los demonios, pero agradecía poder sentir que, aún ante la muerte, la garganta se le atenazaba dolorosamente.
Antes de que el demonio desapareciera por completo, ella dijo:
—¿Cuál es tu nombre?
El demonio la observó, sus ojos achicándose en un conato de sonrisa. No pronunció nada, pero una agradecimiento quedó colgado en el aire repleto de cenizas. (T/N) apretó los labios, regresando la mirada a su reducido campo de batalla. Presionó su abdomen para intentar detener el sangrado, apenas notando que le faltaban dos dedos en la mano con la que sostenía la katana. Fue consciente de la pérdida de sangre, del dolor y la disminución de la adrenalina tan rápido que no se dio cuenta de cuando cayó.
El cielo se teñía de rosado en un amanecer precioso, algunas aves se alzaban en vuelo y, a lo lejos, escuchaba su trinar. Cerró los ojos y todo se volvió oscuridad.
:-:
Cuando despertó, lo primero que vio fue a Nezuko, intacta y radiante. Se abrazaron y lloraron, susurrándose palabras de alivio. Luego, Zenitsu e Inosuke se pasaron por la habitación, apaleados, pero no tardaron en levantar los ánimos con su usual dinámica. Tomioka también lo visitó, sin prestarle tanta atención a su brazo amputado como debería.
Saludaba y sonreía a cada una de las personas que se asomaban por la puerta, pero lo frustraba que nadie le dijera nada de lo que había pasado después. La incertidumbre carcomía su alma porque se preocupaba por todos, pero le aterraba la idea de haberla perdido a ella. Ser vapuleado una vez más por el fallecimiento de un miembro de su familia lo hacía imaginar un dolor inconmensurable.
Así que una noche, cuando estaba sin vigilancia y se sentía mejor, dejó su habitación.
El aroma a medicamentos entorpeció su olfato, pero el tenue olor a pinos y el bambú agitándose por la brisa fresca guio sus pasos hasta hallarse frente a una habitación. Deslizó la puerta cuidadosamente, sus ojos adaptándose a la oscuridad y dilucidando un figura dormitando en la cama. Su fragancia lo golpeó de lleno en las fosas nasales y sintió los ojos anegados de puro alivio y felicidad. Estaba viva, aunque, ya de cerca, notaba su rostro pálido y carente del brillo lozano que siempre lo acompañaba.
Antes de que decidiera si tocarla para cerciorarse de que no desaparecería en una ilusión, o de marcharse para no perturbar su descanso, la chica abrió los ojos de golpe, con un sobresalto.
—¿Quién? —Parpadeó con las respiración agitada hasta que se calmó—. ¿Tanjiro?
—Sí —pronunció, arrodillándose a su lado al notar que las piernas empezaban a flaquearle—. ¿Estás bien?
—Más o menos —susurró—. Bueno, el demonio al que me enfrenté me atravesó un lado del abdomen con la mano, así que la herida estaba bastante fea... Perdí mucha sangre y por eso me tienen aquí, haciendo el mínimo. —Rio, su voz apagándose a medida que hablaba hasta tener que pausar para recobrar el aliento—. ¡Y mira! —Le enseñó su mano donde faltaban el meñique y el anular—. Parece que no voy a poder volver a blandir una katana... O eso dijo Aoi.
—Ya no lo necesitamos —repuso él, apretando los labios al escuchar la envergadura de sus heridas. No esperó para acunar la mano mutilada entre la suya, acariciando la piel y procurando no lastimarla—. Debe doler.
—Como no tienes idea, pero Aoi no quiere darme más analgésicos porque podrían hacerme daño en el estómago.
—Tiene sentido —musitó, apoyando la cabeza del colchón—. Lo siento...
—¿Por qué? ¡Tú y Nezuko están bien! —negó—. Zenitsu me contó todo, y también Sanemi. Dijeron que te convertiste en algo así como un Muzanjiro.
Tanjiro soltó una leve carcajada, recordando cómo había lastimado a todos, pero queriendo confiar en los sentimientos de alivio que habían expresado cuando volvió en sí. Ya no tendrían que preocuparse por los demonios, y el prospecto de una vida normal era tentadora, a pesar de que muchos aún tenían vestigios de los horrores que habían vivido. Él mismo a veces se despertaba alarmado por estar soñando con algún demonio a punto de degollarlo.
—Me alegra que me hayas venido a visitar —interrumpió su cadena de pensamientos, apoyando su otra mano sobre la de él—. Te extrañaba y quería verte, pero no podía hacerlo porque temo que se abra mi herida.
—Vendré de nuevo —aseguró—. Vendré tantas veces que te cansarás de mí.
—Eso es imposible. —Curvó los labios, observando sus apuestas facciones y el brillo de convicción en sus ojos.
—Es una promesa.
—Te tomo la palabra... Hay mucho que tengo que contarte.
Tanjiro apretó los labios, desviando la mirada brevemente hasta fijarla en ella de nuevo. Esta vez, a pesar de la oscuridad cerniéndose sobre ellos cuando una nube se atravesó frente a la luminosidad de la luna, notó un ligero arrebol acompañado de una de sus amables sonrisas.
—Quiero que estemos siempre juntos, (T/N).
—Suena bien —aceptó, devolviéndole el gesto con emoción—. Una vida a tu lado creo que es más de lo que podría desear.
Tanjiro ensanchó su sonrisa y se irguió solo un poco para besarla en la coronilla. Se dedicaron palabras de despedida, con la promesa de que se volverían a encontrar pronto.
¡Muchas gracias por leer!
N/A: Tenía que escribir esto después de volverme a ver el anime con el asombroso doblaje que le hicieron. Y no puedo creer posible que tuve que ir a leer de nuevo algunas partes del manga para refrescar mi memoria jaja
Tanjiro me da vida. Solo diré eso xD
Y me tomé la libertad de crear una técnica de respiración porque why not? jajaja
Estaré ausente por un tiempo, creo. Pero espero tener nuevas ideas para poder escribirlas aquí ^^
¡Tengan una gran semana! >.<
P.D.: Publiqué una nueva historia con Levi, por si les interesa ^^
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