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Satan - Obey me!

Festival de linternas

Era emocionante escabullirse. Su corazón latía, desenfrenado, mientras se ocultaban tras las paredes y se valían de las carrozas para cruzar las calles. Pero lo que le gustaba más era la calidez de la mano que la guiaba, cómo la sostenía con firmeza, pero sin lastimarla. Disfrutaba de la ligera sonrisa traviesa en su rostro, la seriedad de su mirada, la seguridad de sus ademanes.

Estaba huyendo con Satan del festival al que habían ido con todos sus hermanos. Le causaba curiosidad cómo reaccionarían, aunque Satan le había pedido que no pensara en ellos cuando estuvieran juntos. Le había prometido mostrarle una de las mejores vistas del Delvildom, aunque siempre que alguno de los hermanos le decía eso, superaba al anterior y a cualquier paisaje del mundo humano.

La hizo subirse en un tren, de esos en los que, si no se tenía cuidado, se podían activar los jugos gástricos y acelerar el proceso de digestión porque eran criaturas vivas. Sin embargo, qué aventura sería esa sin un poco de peligro. Ambos se sentaron, aireándose los rostros. Le llegó el tenue aroma cítrico de la colonia de Satan y le sonrió.

—Creo que Lucifer aún no se ha dado cuenta —comentó ella, dándole un apretón a su mano.

—No puedo creer que Belphie fuera el más difícil de distraer... ¡Tuve que buscarle la mejor almohada en todo el festival para que bajara la guardia! —se quejó Satan, sin poder creer hasta qué extremos sus hermanos eran capaces de llegar.

Sin embargo, relajó su postura cuando la escuchó reírse. El resto no importaba mientras estuvieran juntos. Sin dudarlo, acomodó la cabeza en su hombro.

—¿Y a dónde vamos?

—Vamos a las lindes entre el reino de los Fae y del Delvildom.

—¿Fae? Bueno, en el mundo humano siempre dicen que son criaturas engañosas y hay que tenerles cuidado.

—¿Crees que se van a meter contigo cuando te escolta uno de los demonios más poderosos del Delvildom? —preguntó Satan, retórico—. En esta época del año, realizan un festival de linternas. Además, los Fae son toda una vista. Sé que te gustarán.

—Has subido mis expectativas a niveles estratosféricos. —Ella sonrió y apoyó la cabeza de la de él.

Al cabo de unos minutos, bajaron en una parada y Satan la guio a través de las calles de la ciudad hasta salir a un sendero flanqueado por árboles. Todo el tiempo estuvo contándole datos interesantes o relatándole los sucesos en su día a día. La voz de Satan era suave, sin inflexiones innecesarias y tenía el poder de atraerla para prestar atención a cada una de sus palabras y embelesarse por cómo pronunciaba cada sílaba.

La chica enlazó el brazo con el de él porque, pese a que era una invitada importante de Diavolo, nada la eximía del peligro y admitía que estaba nerviosa. Al final del sendero, tras atravesar una ligera inclinación del terreno, llegaron a un claro iluminado por la luz tenue de la luna. Había una cama de flores del abismo y poinsetias negras, entre las que podía nombrar. Además, había toda clase de criaturas revoloteando, cada una más estrambótica que la otra por el conjunto anatómico y sus variopintos colores, hablando en acertijos y realizando trueques en los puestos ambulantes. Había pequeñas lucecitas de fuego fatuo flotando sobre sus cabezas. Algunos niños con alas se desplazaban a grandes velocidades y las parejas se susurraban cosas al oído. Era una explosión de colores que la hizo sonreír por hacerla recordar la calidez de los festivales en su hogar.

Satan curvó los labios, orgulloso de sí mismo por haber dado con algo que le gustaría. Quería compartir más tiempo a su lado, no se conformaba con estudiar, leer libros e ir a cafeterías de gatos. Necesitaba más excusas para poder hablar con ella y demostrarle todo lo que podría tener a su lado.

—¡Oh! ¿Esos son pretzels con azúcar y canela? ¡Quiero probarlos!

Satan se dejó llevar de un lado a otro, convenciéndose cada vez más que el apetito de su compañera podría competir con el de Beel. Pagaron a medias todo, a pesar de que él quería hacerse cargo de los costos, pero ella se negó.

—¡Quedé muy llena! Pero todo estaba delicioso.

—Bueno, no sabemos si podremos regresar aquí en un año, así que es preferible si disfrutas de cada momento.

—Pensé en eso. —Asintió ella, recordando el tiempo que tuvo que regresar al mundo de los humanos y estar separada de todos sus amigos—. Tienes que prometerme que regresaremos juntos en alguna otra ocasión.

—Entonces, mi deber será mover cielo y tierra para lograrlo.

—Aunque dijiste que era un festival de linternas y no he visto ninguna.

—¿Dudas de mi información? —Curvó una ceja, altivo.

—¡Nunca! —Ella rio entre dientes.

—Espérame un momento.

Satan la dejó sentada en un tocón. Se apresuró a comprar las linternas de papel y regresó con ella, tan solo para encontrársela lidiando con un Fae con alas similares a las de una libélula. Mantuvo su distancia porque le gustaba ver cómo resolvía los conflictos. Lo que había llamado su atención desde el inicio era cómo una humana se las arreglaba para torcer los planes de los mismísimos demonios.

—Necesito mano de obra para mi mansión, jovencita, te podría pagar mil monedas de oro por trabajar para mí.

—¡Vaya! Eso es mucho —dijo ella, pero curvó los labios—. Pero no me interesa. Estoy cursando mis estudios aquí y ya tengo suficiente entre manos. Además, no me fío mucho de esa cláusula de "trabajar para mí", no especifica el tiempo y, como sabe, la vida de los humanos es muy corta. —Se encogió de hombros—. Sin embargo, gracias por la oferta.

El Fae se fue refunfuñando y Satan se acercó con una tenue sonrisa. Ella le sacó la lengua y suspiró.

—No debiste quedarte viendo desde allá. ¡Qué sujeto tan aterrador! ¿Y te imaginas la cantidad de personas que caen en sus manos?

—Sabía que lidiarías con él —repuso, pasándole una de las linternas armadas.

—Ah, son linternas normales...

—¿Y qué esperabas? —Satan rio y le tendió una mano para que se parara—. Ven por aquí.

—Es que me siento en Enredados.

—¿La película que le gusta a Luke?

—Es que Luke reconoce la superioridad de Chayanne haciéndole la voz a Flynn Rider. —Se encogió de hombros y, pese a no entender nada, Satan se rio porque le gustaba conocer un poco más de ella.

Caminaron por un camino de tierra, cuidando no tropezar por las irregularidades de la superficie. Satan había vivido bastantes años, gozaba de una longevidad envidiable, pero los fascinaba ver cómo el mundo se reflejaba en los ojos de la chica, cómo brillaban como las constelaciones. Era la primera vez que se sentía así, con el corazón desbocado, con la piel cimbrando bajo la influencia de la adrenalina, siempre a la espera de algo nuevo, de algo que atesorar para el futuro, para cuando ya no estuviera.

—¿Eso es seguro? —dijo ella al reparar en el puente destrozado, que internaba en un lago de aguas como la obsidiana, al que Satan la guiaba.

Su cabello rubio resplandeciendo bajo los rayos prestados de la luna mientras sus ojos esmeralda reflejaban la luz en la oscuridad. Eran algunos de los detalles de los demonios a los que aún no se acostumbraba porque le daban un brillo ominoso.

—Claro que sí. Mira, los cimientos están en perfectas condiciones.

Satan la tomó de la mano para darle valor. Desde allí, tenían vista al claro donde estaba el festival. Ella sonrió por la actividad que aún se vislumbraba, por las risas y los gritos de júbilo; pese a que las piernas le temblaban de tal modo que hacían rechinar la madera.

—No va a colapsar, pero si lo hiciera, te atraparé. No te preocupes.

—Sí, bueno, es que no sé nadar. Ahogarse es la segunda muerte más dolorosa después de incinerarse; al menos eso en mi escala de muertes dolorosas.

—No te pasará nada malo mientras yo esté a tu lado. Así que tranquila. —Él le sonrió con calma—. Ahora, ¿qué te parece si encendemos esto?

Satan chasqueó los dedos y surgieron chispas verdes que iluminaron las linternas en un tenue tono jade. Le entregó una a ella y él se quedó con la otra.

—El festival se realiza anualmente para fomentar las relaciones interculturales entre los demonios y los Fae. Pese a que los Fae ocupan un sitio en el Delvildom, permanecieron aislados por un tiempo, hasta que Lord Diavolo asumió su puesto. Las linternas son una cristalización de los deseos que se envían para que el viento se los lleve, dé una vuelta por el mundo, y regrese hacia nosotros para empujarnos en la misma dirección.

—Entonces, pedimos un deseo y soltamos las linternas. Y muchas gracias por la explicación, siempre termino aprendiendo algo nuevo contigo.

Satan la vio cerrar los ojos y concentrarse, casi como si imbuyera todas sus energías a la linterna. Luego, la liberó con un ligero balanceo de los brazos. Se elevó gracias a las corrientes de aire y empezó a alejarse.

—¿Y tú ya pediste tu deseo?

—Sí.

La chica se sonrojó cuando Satan no apartó la mirada de la de ella mientras dejaba que su linterna se uniera a la de ella. Luego, él le sonrió con calidez y regresó la mirada al frente. A ella le costó apartar los ojos de la figura de Satan, siempre tan correcto y apuesto, pese a ser temperamental. Sin embargo, cuando lo hizo, contuvo el aliento al percatarse de cómo parecía que las estrellas hubieran bajado del cielo, entremezclado con polvo estelar, y estuvieran al alcance de sus dedos, reflejándose en la superficie del lago, titilaban en distintos colores y se alejaban lentamente, a los caprichos del viento. Se llevaban sus deseos allende esas tierras, para surcar todo tipo de contratiempos, que ellos mismos superarían en su momento.

—Gracias de nuevo por haberme traído, Satan. Esto de aquí se convertirá en una valiosa memoria. Aunque, lo cierto es que a tu lado he experimentado tantas cosas inolvidables, que esto solo se sumaría a la lista.

—No tienes que agradecerme, pero me alegro de que te haya gustado. —Satan volvió a tomar su mano para ayudarla a bajar del puente.

Cuando sus zapatos tocaron la brizna, ella ladeó el rostro para verlo y dijo:

—Satan, cierra los ojos.

—¿Por qué? ¿Acaso tienes una sorpresa para mí? —bromeó, aunque hizo lo que le pedía con una ligera sonrisa crepitando en los labios.

Jadeó cuando sintió el roce de sus labios, suaves y cálidos, moviéndose despacio, atesorando el sabor del instante. Rodeó los brazos alrededor de su cuello y él no dudó en hacer los mismo por su cintura para acercarla un poco más. Quería ahogarse en las cientos de mariposas que empezaban a revolotear en su vientre, saborear sus labios un poco más, disfrutar del cosquilleo de su respiración sobre la piel. Sin embargo, ella se alejó despacio, con una de sus sonrisas satisfechas.

—Será mejor que regresemos.

—Está bien —susurró Satan con las mejillas ruborizadas—. Pero no tan deprisa.

Ella ensanchó su sonrisa y entrelazó los dedos de su mano con los de él.

—Tomémonos todo el tiempo que queramos.

¡Muchas gracias por leer!

N/A: Tengo mucho tiempo que no juego Obey me!, pero me ayudó en pandemia a sobrellevarlo mejor. Si bien me gustan todos, Satan, apenas lo vi, supe que era el indicado xD

Y luego, a inicios de este año, me leí la trilogía de Los Habitantes del Aire y tenía que incluirlo en algún lado. Quería que este OS evocara un poco a cómo los los escenarios en los eventos que se hacen en el juego.

Nos leemos mañana~

¡Tengan un gran día! >.<

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