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Kuroko Tetsuya - Kuroko no Basuke

Último recorrido

—Senpai, ¿te fue bien en los exámenes de ingreso?

Kuroko terminó de colocar el libro en la parte más alta de la estantería y bajó las escaleras con cuidado. Le dedicó un breve vistazo a su compañera de responsabilidades del Comité Bibliotecario, perdiéndose en cómo los tonos cálidos del ocasos se enredaban con su cabello.

—Logré entrar a mi primera opción.

—¡Felicidades! Aunque siempre supe que lo lograrías porque te esforzarte mucho estudiando.

—Quizás solo tuve suerte...

—¡No! Todo fue fruto de tu esfuerzo, no le restes importancia. —Ella le sonrió, pero apartó la mirada cuando se percató de que Kuroko la veía con intensidad.

—¿Y tú? ¿Has decidido qué universidad escoger?

—No. De hecho, estoy pensando en saltarme todo eso y empezar a considerar plazas de empleos. Seirin tiene unos convenios bastante interesantes.

—¿No te interesa ninguna carrera? Eres de las mejores de tu grado.

—No es eso —negó suavemente—. Es que no tengo dinero para costeármela y he visto los requisitos para las becas y son un incordio.

—Podrías intentarlo luego, ¿no crees?

—¡Sí! Planeaba reunir dinero y aplicar a algún técnico; no quiero conformarme con lo que pueda conseguir apenas me gradúe. —Se frotó la barbilla y posó sus pupilas sobre las de él—. Pronto te vas a graduar. Imagino que echarás de menos el club de baloncesto...

Kuroko le hizo señas para que se sentaran en la recepción, disfrutando de la coloración anaranjada de las superficies, del interesante color que adoptaba la madera lacada a la luz del sol. Aún había libros desparramados en la superficie, los cuales estaban leyendo de a poco para compartir opiniones sobre la trama. Acarició la madera y prefirió quedarse del otro lado mientras ella se dejaba caer sobre una de las sillas.

Por supuesto que extrañaría su club de básquet, todo lo que habían construido juntos, pero, después del Torneo de Invierno de ese año, lo habían dejado para concentrarse en la universidad. Aunque Kagami se paseaba casi todos los días porque le había llegado una carta para que formara parte del equipo nacional de Japón y quería seguir practicando; aunque Kuroko sabía que era porque no quería dejar a sus kohais solos y perdidos.

—Sí... Pero también extrañaré las aulas, los pasillos, los jardines... —Kuroko curvó apenas los labios—. Y también este sitio y todas nuestras conversaciones. Me pregunto si volveré a encontrar a una compañera de lecturas como tú.

—Eso... Bueno, leí todas tus recomendaciones porque no tengo más nada que hacer —se excusó, bebiendo de su ligera sonrisa, preguntándose cómo sería una de verdad—. Cuando te gradúes, ¿te molestaría tomarte una foto conmigo?

Kuroko, con su expresión impasible, aceptó su propuesta. Tamborileó los dedos sobre la madera, sus labios separándose para intentar decir algo. Sin embargo, las palabras murieron en su boca cuando deslizaron la puerta corrediza de la biblioteca.

—Aquí estabas.

—Buenas tardes, Kagami-senpai —saludó la chica, a lo que él agitó la mano de forma casual.

—Es hora de regresar. Se supone que hoy me darías tutorías.

—Ah, lo había olvidado —dijo Kuroko solo para molestarlo, sin inmutarse.

—¡¿Cómo?! —Le lanzó un breve vistazo a la chica y luego a su amigo—. ¡Claro! ¡Seguro que ya le dijiste que te...!

—¡Vamos! —Kuroko se las arregló para empujarlo fuera de la estancia—. Nos vemos luego.

—Sí, pasen bien. Yo ya cierro. —Ella le sonrió, echándole un último vistazo al brillo malicioso en los ojos de Kuroko.

Siempre le hacía gracia cómo parecía soltarse junto con sus amigos del club. Exhibía todo un abanico de emociones que le gustaría que alguna vez ella hubiera sido la causante. Aunque no se quejaba de los silencios que compartían, las voces moduladas, mientras opinaban sobre los temas de sus novelas. Le gustaban su dos facetas: la de lector y la de basquetbolista. Quizás, empezó a enamorarse de él, la primera vez que lo vio en un partido con su presencia fantasmagórica y sus pases de ángulos imposibles; no entendía cómo, si era tan amable, era capaz de emitir semejante fortaleza cuando jugaba.

Sin embargo, creía que no debía confesar sus sentimientos. No quería molestarlo ni que se llevara ese último recuerdo de ella porque seguro se echaría a llorar porque tenía muy pocas probabilidades de éxito. Estaba bien con solo ser su amiga, una memoria fugaz en el futuro, recuerdos de tardes interminables impregnadas con el aroma de los libros, susurrándose confidencias como si fueran ajenos al mundo.

:-:

—¡A la de tres! ¡Digan whisky!

Ella sonrió algo conflictuada. No esperaba conocer a toda la familia de Kuroko en la mañana de la graduación con los cerezos en flor de fondo y el cielo tan brillante como si augurara un excelente futuro. Tenían la misma energía de Kuroko, solo que un poco más efusivos y más cuando se percataron de que era la única chica que le había pedido una foto. Parecía que ya la habían adoptado en un pacto silencioso y la abuela de su senpai le había propuesto al menos tres veces que se pasara por su casa cuando quisiera. ¡Hasta le había anotado la dirección con indicaciones detalladas en un panfleto!

Estaba abrumada, pero lo que más la afectaba era que una posibilidad lejana ahora era más palpable que nunca: ya no vería más a Kuroko en la escuela. No tendría excusas para ir a su salón y compartir un par de palabras, no se saludarían por los corredores, ni cuando sus miradas se encontraban a través de la ventana del salón mientras el otro estaba en educación física.

—Espero que te vaya muy bien, senpai. Eres un chico espléndido, así que cualquier desafío en tu vida, sé que lo resolverás y saldrás adelante. Además, tienes muchos amigos que te aprecian y estoy segura de que no te dejarán solo.

Ella lo siguió cuando empezó a caminar, enredándose con sus palabras, buscando qué más decir para prolongar el tiempo que les quedaba.

—Acompáñame a dar una última vuelta por el colegio, por favor.

Ella asintió. Sintió el nudo en su garganta tensándose, pero no se separó de su lado mientras los invadía la nostalgia. Se cuestionó con quién ella daría ese último recorrido el siguiente año, si experimentaría los mismos sentimientos que él, quizás como un último recordatorio de los sentimientos que le había generado su compañía. No podía creer que se marchara tan pronto, lo indefectible que era el paso del tiempo.

—Senpai, yo...

¿Yo qué? ¿Qué pretendía decirle? Sería estúpido confesarse en el último día, pero y si después de arrepentía de no habérselo dicho, aunque también cabía la posibilidad de arrepentirse por decírselo. Si hacía unas semanas se repetía que se conformaba con ser amigos...

—Puedes decirme Kuroko —dijo él, deteniéndose en la parte trasera del coliseo de básquet. Agitó el título resguardado en un tubo negro y curvó los labios—. Ya me gradué, así que ya no soy tu superior.

—¿Eh? Eso no tiene nada que ver. Una vez senpai, seguirás siendo senpai.

—No, no cuenta. Contigo no cuenta.

—¿Qué? ¿Por qué conmigo no? Siempre voy a recordar a mi senpai amable. ¡No me dejes huérfana de senpai! —bromeó, fingiendo drama, aunque temía que le dijera que quería que cortaran lazos; pero sabía que él no era así, solo eran miedos infundados, inseguridades de la juventud.

Kuroko desvió la mirada apenas y se guardó el título en el bolsillo del blazer. Su amiga era brillante, pero al parecer no mucho. Aunque él también estaba haciendo un enredo de toda la situación porque estaba nervioso, porque temía no haberla analizado lo suficiente como para estar seguro. Pero, ahora que ya se había graduado, él era el adulto de los dos y debía hacerse responsable.

—Lo que quiero decir es que quiero que me llames por mi nombre. —Kuroko sintió las mejillas calientes, pero no apartó la mirada ni amainó la intensidad de su convicción.

—¿Pero eso no sería Tetsuya? —Ella se frotó la barbilla—. Kuroko es tu apellido, a fin de cuentas.

Kuroko parpadeó varias veces hasta que su expresión neutra se rompió con una sonrisa que no se molestó en ocultar.

—Tetsuya está bien. Está perfecto. Si eres tú, está perfecto.

Ella se sonrojó al ver su sonrisa genuina, las mejillas arreboladas, el azul de sus ojos observándola con un cariño sin precedentes. Era la sonrisa más hermosa del mundo y quería atesorarla por el tiempo que él se lo permitiera, por siempre de ser posible y si no era demasiado egoísta de su parte. Sintió el corazón acelerarse al punto que temió que pudiera escuchar sus latidos. ¿Qué era eso? ¿Acaso moriría pronto y era una última bendición en su vida?

—¿Este fin de semana quieres que vayamos a pasear?

—¿Eh? —pronunció ella, y se quiso golpear por su escasa elocuencia—. Me... ¿Me estás pidiendo una cita? ¿Estoy soñando?

—... —Kuroko sonrió un poco más, divertido—. Sí, es una cita. Y no, no es un sueño.

Kuroko se sorprendió cuando a la chica se le anegaron los ojos, pero se apresuró a secárselos para después sonreírle.

—¡El sábado estaría bien! Aunque tienes que prometer que no será esta la única vez.

—Esa no es mi intención, pero te lo prometo. —Kuroko se inclinó un poco hacia ella para poder tomar su mano y acunarla entre la de él—. Me gustas desde hace mucho tiempo, pero quería estar seguro. No quería arruinar nuestra amistad.

Ella apretó los labios. ¿Cómo no se había dado cuenta? Bueno, era difícil leer el rostro inexpresivo de Kuroko, apenas era capaz de dilucidar las emociones que se reflejaban en sus ojos, pero quería descubrir aún más sobre él.

—Tú también me gustas. —Ella le sonrió—. Así que me parece bien que lo intentemos. Aunque no quiero distraerte de la universidad.

—Ni yo de tu último año. —Asintió él—. Pero sí, quiero intentarlo. Confío en que, si se trata de ambos, podremos llegar mucho más allá de lo que creemos.

La joven amó que le tuviera tanta fe a su posible relación, así que no dejó ir su mano mientras lo apoyaba. Reemprendieron el camino de regreso, balanceando sus manos al son del suave vaivén del viento enredado con algunos pétalos de cerezo.

—¿Sabes? —Kuroko susurró—. Siempre he tenido la impresión de que tu sonrisa es una de las más bonitas que he visto. No sabes cuántas veces alegró mis días cada vez que me sonreías. Espero ser capaz de preservar esa sonrisa.

Kuroko curvó los labios al notar cómo estaba sonrojada hasta las orejas. No estaba seguro de si fue una buena idea esperar hasta ese momento para darse un oportunidad, pero no la desaprovecharía. Quería experimentar un futuro junto a ella, con sus manos asidas y con la certeza de su apoyo incondicional.

¡Muchas gracias por leer!

N/A: Cómo me gusta Kuroko y cómo me cuesta escribir sobre él jaja

Me puse a ver el anime con doblaje en latino y lloré cuando empezó el opening. Kuroko no Basuke fue el primer spokon que vi, es el culpable de que no pueda dejar de verlos, y sí, no es el mejor del género, pero yo le tengo mucho cariño.

El prompt para este era "la sonrisa más brillante".

Nos leemos mañana~

¡Tengan una gran noche! >.<

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