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Killua Zoldyck - Hunter x Hunter

Lazos inexorables

Ninguno jamás lo admitiría, a pesar de que la encargada de asignarles las misiones siempre les dedicara la mirada, pero tenían la manía de buscar el nombre del otro entre la lista de aplicantes a un trabajo para apuntarse en el mismo grupo. Y si alguien les preguntaba, se conformarían con decir que "era fuerte".

Por supuesto, nadie olvidaría los resultados de la primera misión en la que participaron juntos. Debían asesinar a varias Hormigas Quimera soldado que alguien —Pariston— había dejado escapar en medio de un poblado cerca de Zaban antes de que siguieran alimentándose de humanos y aterrorizándolos. Eran bestias de categoría B, y la misión requería de buenos Cazadores, pero habían ido confiados, siendo Killua el único que realmente podía estarlo al haberse enfrentado con estas de primera mano. Luego de una lucha encarnizada, cruenta y despiadada, los únicos sobrevivientes habían sido los dos adolescentes; y ella lo había hecho a duras penas, pero él no podía desestimar que era buena para su edad, no tan talentoso como él, por supuesto.

Aunque, tal vez lo que había hecho que se fijara en ella había sido la interjección acusatoria que le dirigió, con todo y dedo alzado, cuando lo vio. Resultaba que en la edición 288 del examen del Cazador, ella había participado por primera vez y había tenido la mala suerte de que Killua también había participado y pasado este. Claramente, se sentía humillada, y no escatimó en esfuerzos para hacerse mucho más fuerte con la promesa de darle una paliza; aunque creía que su voluntad flaqueaba un poco en ese último punto después de descubrir que era un Zoldyck y ver tan solo una parte de su abanico de habilidades.

Ese día no era diferente, ambos habían aplicado para el mismo trabajo. Debían tomar una muestra del tejido de una reina momificada al fondo de unas catacumbas malditas; hasta corrían rumores de que una vez adentro no había vuelta atrás, y ambos se cuestionaron cómo era que lo aseveraban de esa forma si sabían que había una momia al fondo, pero no quisieron discutirlo porque la paga era buena.

Irían con dos Cazadores más, uno de ruinas y otro cazarrecompensas. Al ver a ambos adolescentes, no dudaron en desestimarlos, mientras Killua solo se armaba de su sonrisa altiva y su mirada inocente. Por su parte, ella decidió cerrar la marcha, procurando controlarse y no ver de más al joven Zoldyck, cosa que era casi imposible cuando empezaba a darse cuenta de lo apuesto que era.

Por su parte, Killua la miraba de soslayo, regodeándose un poco en su cautela porque aún no le había contado a nadie que podía mantener un diámetro decente de en por bastante tiempo, y siempre se aseguraba de que ella estuviera a su alcance para no tener que verla morder el suelo si la emboscaban —realmente, era para protegerla, pero aún no estaba listo para esa conversación—.

Las estalagmitas relucían bajo la luz de sus linternas, creando charcos de agua lodoso entre cada una. En más de una ocasión, vieron cómo burbujeaba, pero ninguno se atrevió a investigarlo más a fondo. Las formaciones mineraloides creaban intrincados senderos que, si se separaban, auguraban no poder llegar al mismo destino. En algún punto, alzaron las luces para ver las nuevas estalactitas, goteando un líquido de apariencia más viscosa que el agua.

Killua disminuyó la marcha para acoplarse al paso de su compañera, a la par que ella parpadeaba varias veces, buscando en su memoria alguna información sobre ese líquido en particular. De repente, se paró abruptamente y lo tomó del antebrazo, separando los labios para poder advertirles sobre el peligro. Sin embargo, casi siempre su boca se quedaba corta para albergar sus pensamientos.

—¡Cui...!

Una maraña de serpientes cayó del techo, siseando y agitando las colas en clara posición de ataque. Retrocedió para cederles el territorio que estaban defendiendo. Los otros dos Cazadores la imitaron solo porque Killua los haló para que todos estuvieran en su círculo de en.

—¿Alguna idea? —cuestionó él, más porque se le antojaba —le gustaba— escuchar sus planes.

—Son serpientes venenosas.

—Eso ya lo podemos ver, genio —repuso Phil, el Cazador de Ruinas.

—Pero es que estas son de una especie especial. —Arrugó el entrecejo, exasperada por la interrupción—. Se ha descrito que esta variedad, parecida a la coral, anida en las grietas de cavernas y son el preludio a un mal mayor.

—¿A un mal mayor? —Curvó una ceja el cazarrecompensas, Khal—. ¿Qué podría ser peor?

—Hay muchas cosas que podrían ser peor que unas pocas serpientes —alegó Killua, sus dedos centelleando con una chispa de electricidad.

Tomó uno de los bo que llevaba Phil en la espalda, sonriendo con malicia ante la expresión de enfado del adulto. Sin más, lo arrojó como una garrocha, disfrutando de las expresiones desconcertadas de los más grandes cuando el único efecto había sido llamar la atención de los animales. Sin embargo, a los pocos segundos, una descarga eléctrica proveniente del bo recubierto de metal hizo que las serpientes se retorcieran en el suelo hasta dejar de moverse.

Killua sonrió mientras se limpiaba las manos.

—Muy bien, sigamos.

—Yo, siendo tú, no me molestaría en recuperar ese bo —comentó la única chica del grupo, siguiendo de cerca a Killua cuando ladeó el rostro para indicarle que lo hiciera—. En definitiva, eres un engreído.

—Nunca está de más regodearse en el falso narcisismo ajeno. —Fue su única respuesta, haciendo que una corriente de vibrante electricidad chisporroteara de su mano tan solo para burlarse de los dos adultos respingando—. Pero, regresando a lo que estabas explicando, ¿qué clase de males mayores suelen estar después de estas serpientes?

—Por lo general, han descrito enfermedades y criaturas legendarias, especímenes que se ilustran en los libros, pero que se ven una vez cada cien años —respondió de inmediato, activando gyo en sus ojos cuando Killua se lo pidió.

—Nada de eso estaba estipulado en el contrato que nos dieron —acusó Khal.

—Por supuesto que no —repuso Killua de inmediato—. Es algo que se infiere. Buscar tejido de una momia al fondo de una catacumba recién descubierta, cuyos investigadores la abandonaron, grita peligro.

—¿Qué clase de Cazador eres si no tienes sentido de aventura? —replicó la joven, para reforzar el boicoteo.

—Tener sentido de aventura y ser simples suicidas son cosas muy distintas —espetó Phil.

Continuaron caminando. Killua solo curvó los labios cuando la escuchó rechinando los dientes, porque a él también los dos Cazadores empezaban a hartarlo. Los estrechos pasajes se fueron ampliando de a poco bajo el siseo de las serpientes y los haces de luz de sus linternas sondeando la oscuridad. De repente, descubrieron que las formaciones rocosas emitían suaves destellos, iluminando la estancia lo suficiente como para apagar las linternas.

—Quédate cerca de mí —se dijeron los más jóvenes, sorprendiéndose al coincidir solo para sonreírse con diversión.

Ninguno podía decirlo a ciencia cierta, pero había algo que los alarmaba. Un cambio de energía, un ligero retumbar, con un toque gutural que les removía las entrañas. (T/N) se detuvo, girándose para encarar a los otros dos Cazadores.

—Seamos claros aquí. —Pasó la mirada del uno al otro—. De los cuatro, Killua es el más fuerte; de hecho, ni siquiera estoy segura de si nosotros tres seríamos suficientes para derrotarlo. Luego, está el hecho de que nosotros dos somos los que llevamos más tiempo siendo Cazadores, ganándome él por medio año más —masculló lo último con odio, mientras el aludido se hacía el desentendido—. La cuestión es que, si no están preparados para esto, mejor regresen. Es claro que a solo unos metros hay algo que protege a la momia, si no quieren luchar contra ello, pueden marcharse.

—¿Y qué? Se quedarán con toda la paga, malditos mocosos ambiciosos —atajó Khal.

—Claro que no —se adelantó el Zoldyck con una sonrisa autosuficiente—. Les daremos la parte que les corresponde por no estorbarnos.

—¿Y si mueren? —preguntó con suspicacia Phil.

—No tenemos planeado hacerlo. Es más, si quieren, les transfiero en este momento la suma de sus partes —dijo Killua, sacando su celular.

—¡¿Qué mierda...?! —El cazarrecompensas dio un paso adelante para intentar intimidarlo con su altura, pero el otro lo tomó del brazo.

—Vinimos por la paga. Es dinero gratis. Intentar ser honrados nunca lleva a ninguna parte.

El hombre apretó la mandíbula tan fuerte que se le saltaron las venas del cuello. Killua solo sonrió cuando ambos le dieron su número de cuenta. Una vez la transferencia estuvo hecha, dijo:

—Un placer hacer negocios con ustedes.

El hombre escupió una sarta de improperios de lo más ingeniosos, pero los dos adolescentes no se inmutaron. Los vieron partir con serenidad; deshacerse de ellos para evitar que interfirieran en la sincronía que estaban desarrollando para luchar juntos había sido su mejor elección.

—¿Vamos? —le preguntó Killua, emprendiendo el camino.

Avanzaron un poco más por unos cuantos pasillos estrechos, deteniéndose de vez en cuando para que ella evaluara los componentes minerales macroscópicos de la roca. Jamás lo admitiría, pero a Killua le gustaba escucharla hablar, como ensimismada, sobre el mundo que los rodeaba, sedienta de conocimiento.

—¿Y bien? ¿Qué es lo que nos espera más adelante? —preguntó Killua.

Llevaban un buen rato caminando, y la infraestructura de la cueva había cambiado por bloques de piedra pómez pulida. El techo se sostenía por columnas de diseños finos, narrando historias que no tenían tiempo de dilucidar cuando la presencia, hacía poco tenuemente hostil, se convertía en una amenaza respirándoles en las nucas. El ambiente empolvado les hizo picar la nariz, pero tuvieron la prudencia de no estornudar.

—El dinero que le di a esos sujetos era lo último que me quedaba para comprar mis chocorobots, ¿sabes? Espero estés consciente de lo que eso implica.

—Eres... —suspiró—. A veces me compadezco de tu hermana.

—Hey, soy un chico responsable. Obviamente, tengo dinero aparte para que podamos vivir.

—Dinero que, apuesto, suma una cantidad inferior a la destinada a tus chocorobots.

Killua solo entornó los ojos mientras ella sonreía, altiva. Sin embargo, enserió sus facciones para hablar:

—Es un serpopardo. Es un híbrido natural de serpiente y leopardo.

—¿Qué variedad de serpiente?

—Depende del espécimen. A diferencia de las Hormigas Quimera, estos no mutan tan rápido, requieren de cientos de años para hacerlo; entonces, su gen de serpiente varía con la misma frecuencia como especies de serpiente hay.

—¿Todas son venenosas?

—Sí. —Asintió, acuclillándose para dibujar algo en el suelo—. Tienen cuerpo de leopardo, cola de serpiente, cabeza de leopardo con características de ofidio. Por tanto, es correcto que asumas que su mordedura, aparte de tener la ferocidad de la de un leopardo, también será venenosa.

Killua separó los labios para decir algo, pero giró rápidamente. Con sus manos desnudas, logró detener un cabezazo del animal que, supuso, debía ser el famoso serpopardo. (T/N) reculó un par de pasos.

—¡No dijiste que tenía un malditamente largo cuello! —se quejó Killua, tomando distancia.

—Era... ¿El factor sorpresa? —Él suspiró, y ella rio de forma nerviosa—. De acuerdo, lo olvidé. ¿Contento?

—¿Que admitas que se te olvidó algo? —repuso, retórico—. Sí, se siente bien.

—Eres un idiota... —Esquivó un latigazo dado por la cola de la bestia.

Pelear con un animal era sencillo. Sus patrones de lucha no variaban tanto como los de un humano. Eran predecibles, pero también tenían una fuerza bruta inconmensurable. Killua ni siquiera se sorprendió cuando lo embistió contra una pared, sacándole el aire. (T/N) saltó hacia el animal, asestando un golpe en la base de su cola que dejó de moverse; rápidamente, esquivó una patada, girando contra el suelo. Killua se contorsionó un poco y logró liberarse del agarre; volvió a tomar distancia, evaluando la situación.

"Anestesia", la habilidad nen de su compañera, debía cumplir varias condiciones para funcionar, y una de esas era un conocimiento preciso de la anatomía del enemigo. Por lo tanto, intuía que el colapso nervioso motor de la cola no duraría mucho porque no había forma de que ella pudiera conocer la anatomía de ese animal.

Un rugido atronador se escapó de las fauces del animal. Killua volvió a la carga, asestando golpes con rapidez, cargándolos con electricidad que hacía gemir a la criatura. (T/N) se unió a la danza hasta que, en un descuido, la cola del serpopardo se dirigió enhiesta hacía ella. Sin embargo, Killua fue más rápido y se interpuso. Ambos vieron con asombro el amasijo de dientes que coronaba la punta de la cola, y (T/N) dejó escapar un grito cuando todas se clavaron en el brazo de Killua. 

A pesar de la estupefacción y de la culpa por no haber tomado eso en cuenta ni haber sido capaz de esquivarlo a tiempo, mientras los segundos parecían detenerse de forma dramática, con un triunfo tácito, se deslizó por el suelo y apoyó las dos palmas de las manos sobre el pecho del híbrido. Cubrió su cuerpo con nen para protegerse cuando el animal le cayó encima con un quejido lastimero y una última exhalación. Acto seguido, el cuerpo de Killua se desplomó.

Se arrastró por el suelo, procurando no entrar en pánico por el enorme cuerpo encima de ella, arrebatándole la respiración. Con gyo concentrado en los dedos, cavó para abrirse paso hacia donde Killua yacía, desmayado. La especie de serpiente del híbrido era una Acanthophis, extremadamente venenosas hasta el punto de ganarse el título de víbora de la muerte. Maldijo al recordar que había sacado la caja de antisueros para venenos de su bolso antes de salir.

La herida de Killua relucía en carmesí, manaba sangre por los pequeños orificios, pero dudaba que pudiera sufrir una hemorragia importante. Se apresuró a tomarle los signos vitales, horrorizándose al no hallarle pulso ni respiración, su corazón apenas golpeteaba contra su caja torácica.

—Killua, reacciona. —Lo agitó por el hombro—. ¡No te puedes morir! —El pánico se fue arremolinando en su pecho—. A-aún no te he dicho algo importante. ¡Reacciona! ¡Hazlo por tu hermana! Por los cielos, si te mueres, ¿quién la va a cuidar? No me has dicho quién es para intentar hacerme cargo por ti. ¡Así que no puedes marcharte así!

Había pasado de agitarlo, a intentar cualquier maniobra de resurrección que se le ocurriera, para luego descartarla porque no serviría de nada. No se sorprendía de su estado cuando le habían inoculado tanto veneno que, si no recordaba mal, tenía propiedades neurotóxicas que detendrían, en una marcha tortuosa, sus funciones vitales.

—¡Killua, resiste! Al menos aguanta hasta poder llevarte a un hospital. Con el antídoto seguro que... —Su voz se perdió cuando dejó se escuchar su corazón latir al pegar la oreja de su pecho—. Lo siento... Yo...

Las lágrimas no tardaron en anegarle los ojos, hasta desbordarse por sus mejillas. ¿Cómo diablos podía pasarle eso? Perder a un aliado porque había recibido un golpe por ella era patético. Ni siquiera sabía si podría perdonarse luego de eso. Aún tenía tantas cosas que contarle, y también tenía la esperanza de que él le permitiera ver un poco más de su radiante ser. Sin embargo, ahora su sonrisa se extinguiría con su recuerdo, y se perdería en el mar de memorias destinadas al olvido.

—¿Sabes que la mayoría de los asesinos profesionales es inmune al veneno?

Su voz sonó clara, retumbó contra las paredes, y se perdió en sus tímpanos. Alzó la cabeza sorprendida.

—Puedo ralentizar mi metabolismo para que los venenos no actúen tan rápido, a la par que mi sistema inmune se encarga de destruir las toxinas. Por eso no puedes sentir mi pulso ni escuchar mis latidos. Pero fue diverti...

Killua abrió los ojos un poco más de lo normal, anonadado, cuando ella le pasó los brazos por los hombros y lo abrazó.

—¡Eres un idiota! En serio pensé... Pero menos mal que no fue así —lloriqueó.

Killua no recordaba la primera vez que alguien lo había abrazado, y que no se tratara de Alluka. Esa muestra de afecto lo llenó de una forma totalmente distinta, y se halló descubriendo que la amistad con una chica distaba mucho de su amistad con Gon. Por supuesto, le gustaba sacar de quicio a las mujeres, y tenía una habilidad innata para hacerlo, pero siempre se descubría tratándolas con delicadeza. Si se trataba de ella, no quería que nada malo le ocurriera, y quizás por eso se empecinaba en apuntarse a sus mismos trabajos, para protegerla cuando él sabía que ella podía hacerlo muy bien sola. El repentino entendimiento lo atravesó como el Dragon Dive de su abuelo, y lo abrumó porque no se había percatado de lo importante que era ella en una parte de su fuero interno.

Con una timidez que no sabía podía poseer, temiendo por esos sentimientos que habían crecido dentro de él sin poderlos controlar, envolvió su brazo alrededor de su espalda para darle unas palmaditas.

—Estoy bien, en serio. Si sigues apretándome tanto, entonces creo que dejaré de estarlo.

—Lo siento. —Se separó de inmediato, ladeando el rostro para que no viera sus lágrimas.

Killua se sentó, observando el cuerpo del serpopardo. Luego, antes de poder detenerse, acunó la mejilla de ella, intentando borrar los rastros de llanto con su pulgar. Seguía sin mirarlo a los ojos.

—Mi hermana se llama Alluka.

—Es bueno saberlo —susurró, enrojecida, pero obstinada en su empresa de no mirarlo a los ojos, porque entonces sabía que se desmoronaría de nuevo.

—Me gustaría presentártela.

(T/N) bajó más la mirada, sorbiéndose la nariz y decidiendo tomar distancia. Se concentró en vendarle la herida del brazo bajo la atenta mirada zafiro.

—Me alegró escuchar que te preocupabas por quién cuidaría de Alluka. Ciertamente, son pocas las personas que creo capaces de protegerla.

—Eso tiene muchas implicaciones que no sé si deba saber.

—Te las contaré poco a poco. —Curvó los labios, poniéndose en pie enérgicamente.

Ninguno pronunció nada sobre lo que significaba "poco a poco", porque esas simples palabras parecían asegurarles que tenían todo el tiempo del expansible universo para conocerse más y aunar esos inexorables lazos.

(T/N) le explicó que le había inducido un paro cardiaco al serpopardo, pero que nada aseguraba que no podría despertar por sus propios medios, puesto que había aplicado sus escasos conocimientos en los nodos cardíacos de mamíferos, tras la asunción de que un cuerpo tan grande y cálido solo podría funcionar con un corazón de mamífero. Así que prefirieron apurarse a tomar la muestra de tejido escamoso y marcharse del lugar, ninguno quiso mencionar el sutil rugido que habían escuchado a sus espaldas cuando dejaron la parte más profunda de la cueva.

Próximos a la salida, cuando los haces anaranjados del ocaso bañaban la entrada de la cueva en finos hilos de oro, Killua extendió su mano en su dirección, desviando la mirada a algún punto incierto de la piedra erosionada. (T/N) curvó una ceja, tomándose su tiempo en dilucidar el significado del gesto; caminaba un par de pasos más atrás y, lo que creyó producto del arrebol del atardecer en la punta de sus orejas, resultaba ser un ligero rubor delator. Killua empezó a retraer su mano, sintiéndose un poco tonto, pero ella la capturó justo a tiempo, halándolo para que pudieran caminar a la misma altura.

Las manos de Killua eran grandes y cálidas. Podía sentir las callosidades en sus puntos de apoyo, rozando con su piel, haciéndole cosquillas que le burbujeaban en el pecho y se expresaban con sonrisas.

El anaranjado del crepúsculo rozó sus rostros. No se dijeron nada, pero, en una promesa silenciosa, decidieron proteger esas memorias y esas expresiones de júbilo increíble.

¡Muchas gracias por leer!

N/A: ¡Y tenía que empezar este libro celebrando al cumpleañero! Por lo general, el romance, HxH y yo no nos llevamos bien, pero me siento orgullosa de esto.

Al principio, la criatura iba a ser una quimera de la mitología griega, pero... hablaba de una momia, así que tenía que ser algo egipcio jajaja Esta habilidad nen no sé en qué categoría caería, quizás es de tipo Emisión, preguntas que no me  dejan dormir por las noches xD

Mi otra idea para este OS era de Killua llevándola a conocer a su familia, mientras nadie moría en el intento jajaja Quizás en el futuro lo haga ^^

Y, bien, ¿qué tipo de nen son ustedes?

Con eso me despido, ¡tengan una maravillosa semana!

¡Osu! >.<


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