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Fushi - To Your Eternity

El niño abandonado por la nieve

Fushi había leído mucho y vivido muy poco. El Espectador siempre susurraba propuestas, situaciones en las que podría inmiscuirse, cómo distraer la mente con el cuerpo. También estaban los miembros de los Guardianes de Hayase que lo visitaban de vez en cuando, y le decían cosas que él había leído, pero en las que realmente no quería involucrarse. A veces lo tocaban como si fuera un dios, lo contemplaban con admiración y, al saber que no lograrían nada, que el tiempo se les acababa, se marchaban.

Fue en uno de sus incontables días, en los que perdía la noción del tiempo, cuando la conoció. Al inicio, lo molestó su irrupción abrupta, pero luego se acostumbró a su presencia. (T/N) era una comerciante que había buscado refugio en su hogar cuando se le vino encima un diluvio. Entró como si fuera su casa y, cuando lo vio entre las pilas de libros, no se disculpó, sino que se acercó con ímpetu y empezó a reconocer tomos de hacía tantos años que Fushi apenas reparaba en su longevidad.

Para que lo dejara el paz, creo muchas copias, pero ni siquiera así se la sacó de encima. Ella solo parloteaba y parloteaba, y le contaba historias de allende del continente, de lo mucho que se perdía encerrado, de la amenaza de los Nokkers y de los esfuerzos de las personas por combatirlos.

Sin embargo, cuando ella le dijo que viajaría a la tundra ártica, a un pueblo abandonado, algo se removió dentro de Fushi y se ofreció a acompañarla. Lo sorprendió que ella emprendiera sus viajes sola, acompañada de una katana y suministros. Cuando recorrían los senderos y las colinas, descubría que su tendencia a hablar disminuía y se dedicaba a observar el paisaje y a bosquejarlo en trazos puntuales. El contraste llamó su atención y no lo molestó que, en uno de esos días, ella tomara su mano.

La mano de Fushi a veces era más pequeña que la de ella, a veces más grande, a veces de yemas suaves y otras callosas, a veces sus dedos eran delicados y otras gruesos. Sin embargo, sin importar la forma, siempre era cálido. Sí bien Fushi fingía indiferencia, siempre se aseguraba de que comieran y tuvieran refugio, y de que ninguno saliera herido. Admitía que era la primera vez que uno de sus viajes se daba con tanta facilidad.

—Se supone que es aquí —dijo la joven, observando cómo la nieve había cubierto casi en su totalidad las casas de una pequeña aldea.

Fushi se quedó de pie, en las lindes, a su memoria acudiendo recuerdos distantes de una primera vida y un primer humano. En esa ocasión tenía el cuerpo de Uroy porque conservaba mejor el calor. Después de unos segundos de contemplación se acercó a la chica, quien intentaba cavar entre el hielo, sus dedos enrojeciendo.

—Eres poco práctica...

—No traje una pa... —Ella parpadeó cuando Fushi produjo una pala y le sonrió—. A veces se me olvida que puedes hacer eso, ¡gracias!

Luego, Fushi se transformó en un oso gigantesco y empezó a remover la nieve. Entre los dos, acabaron justo para cuando el sol empezaba a ponerse. Fushi eligió una de las casas para reconstruir el techo y refugiarse.

—Te noto algo taciturno —comentó ella, quitándose el abrigo una vez estuvieron adentro con la chimenea encendida.

—Solo... —Fushi se dejó caer al suelo en el cuerpo de Lynn y se pasó los dedos por el cabello—. Es complicado.

—Todo lo que te involucra es un enigma, Fushi. Eso no es nuevo —comentó ella, fijándose en sus ojos dorados meditabundos—. Sin embargo, te noto como si estuvieras sumergido en las reminiscencias.

Fushi encogió las piernas y suspiró. Se puso de pie mientras se transformaba en Gugu y se colocaba un poncho sobre los hombros. Por primera vez, le ofreció la mano primero y ella se apresuró a tomarla para levantarse. Le gustó lo rápido que recuperó la calidez en todo su cuerpo con tan solo cobijarse entre sus manos.

A Fushi no le gustaba hablar de él, pero le había dado el libro de Tonari, que contaba con suficiente información como para conocerlo. Así que sabía quiénes eran las personas en las que se transformaba y lo que habían significado para él. Sabía que cuando necesitaba fuerza y comprensión, se transformaba en Gugu, que había sido como su hermano. Se sentía cómodo por la flexibilidad del cuerpo de Parona. Y decía que se le hacía más fácil caminar en el cuerpo de Lynn. Y aun así...

La llevó a una de las otras casas e ingresaron. Encendió la chimenea pronto y la joven se quedó parada bajo el dintel, observando cada detalle de la habitación. Sobre una silla que parecería ceder si el viento la soplaba muy fuerte, había lo que parecían restos de huesos, ¿de algún animal? ¿O de...?

Había cuerdas para colocar las conservas de carne, una cama desgastada por el paso del tiempo y, cuando se fijó en la pared, descubrió que había dibujos de caras de personas y un perro —¿o un lobo? —. Por un momento se vio tentada a sacar su cuaderno para hacer anotaciones, pero sintió la mirada fija de Fushi sobre ella, como si quisiera decirle algo. De la nada, regresó a la forma en la que lo había conocido, más joven, sin barba. La cara de un niño que no había tenido la oportunidad de hacerse hombre.

En cuestión de seis pestañeos, lo comprendió.

—Es... —Ella se cubrió los labios—. El lobo y el niño...

—El lobo fue la primera criatura que murió cerca de mí y de quien pude asimilar su forma. —Señaló el dibujo, cuidando no tocarlo para no borrarlo—. Y luego... —Sonrió con añoranza y se dejó caer sobre una silla que creó en la nada—. Se llamaba Joaan, él le puso nombre a un lobo como si pudiera entenderlo. Lo domesticó y lo convirtió en su compañero.

—¿Y él...?

—No lo sé. —Agitó la cabeza—. Nunca supe su nombre, solo sé que lo dejaron en la aldea mientras los demás marchaban y morían en el camino... Fueron al norte y no soportaron las inclemencias del clima. Es irónico que la respuesta hubiera estado al sureste —suspiró y siguió con la mirada, con sus ojos de oro que ocultaban cientos de emociones que no sabía cómo expresar, cómo ella se arrodilló a su lado.

—¿Qué les pasó?

—Salimos en busca de su familia, se cayó, se lastimó la pierna, se infectó y murió. —Señaló los restos óseos y se tocó la venda en la pierna—. Murió solo.

—Tú estabas con él —le aseguró ella, tomando sus manos para acunarlas, tenía las puntas de los dedos ateridos—. Créeme cuando te digo que tenía ese consuelo.

—¡No pude hacer nada! Si ocurriera ahora, yo pudiera...

—Fushi —llamó con suavidad—, acababas de venir a este mundo. Es como que le pidas a un bebé que haga algo. No fue tu culpa.

—Me hubiera gustado conocerlo mejor, conversar con él, ver qué le gustaba, su comida favorita, las actividades que odiaba... —Fushi se descubrió buscando consuelo en el hombro de la chica, sin comprender cómo era que con ella siempre se le escapaban las palabras y organizaba el amasijo de sentimientos que habitaba en su interior—. Me hubiera gustado saber cuál era su nombre.

Fushi se quedó muy quieto cuando ella enmarcó su rostro y se inclinó hacia él. No le molestaba nada de lo que ella hiciera, a pesar de que disfrutaba de antagonizarla. Tenía mucho tiempo que no se sentía así de cómodo con alguien y a veces lo aturullaba la idea de perderla, pero más de vivir sus pocos años sin estar a su lado. Se sorprendió cuando ella frotó sus narices, sorprendentemente cálidas, y apoyó sus frentes de tal modo que se le olvidaba dónde iniciaba él y dónde terminaba ella.

—Que vivas por él, seguro le basta. No te mortifiques, Fushi. Eres una gran persona, eres importante para muchos, aunque sé que crees que no te lo mereces. —Ella se separó y se enfrentó a sus ojos dorados que parecían oro líquido, anegados—. Eres importante para mí.

A Fushi le tembló la barbilla y la abrazó.

—No me abandones tú también...

—En tanto pueda y en tanto me lo permitas, me quedaré a tu lado. —Ella inhaló su sutil aroma, apenas perceptible entre los cambios en su forma—. Y después de eso, mi alma seguirá de cerca a la tuya.

—Promételo.

—Te lo prometo, Fushi. —Hundió la nariz en el ángulo de su cuello y Fushi la estrechó un poco más.

Permanecieron unos segundos así hasta que ella se separó con una sonrisa adolorida.

—Se me durmieron las piernas.

Fushi curvó apenas los labios y se inclinó hacia ella para volver a frotar su nariz, anonadándola en el proceso al punto en el que un tierno arrebol cubrió sus mejillas. Fushi sonrió con orgullo y tomó sus manos para salir.

Le echó un vistazo a la casa abandonada. Ahí había iniciado todo y esperaba poder continuar hacia el incierto futuro con ella de la mano.

¡Muchas gracias por leer!

N/A: Se suponía que eran drabbles de no más de 1000 palabras, pero no pude contenerme con Fushi. Aún no me pongo al día con el nuevo arco del futuro en el manga, aunque el arco del tiempo actual no me gustó demasiado...

Este prompt es "beso esquimal" e iba a ser de Thorfinn, pero Fushi me ganó xD

No se olviden de comer al menos tres comidas al día.

¡Pórtense bien! >.<

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