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Lazos eternos


Capítulo 13: Lazos eternos

Los típicos sonidos del nocturno ambiente se habían silenciado por completo, como si se hubieran espantado debido a lo que acababa de suceder con la joven pareja, expectantes al desenlace de la situación que se había dado entre ambos.

Sin saber qué decir, la princesa observó a su pequeño bebé en brazos de quien menos lo esperaba, de uno de los seres que le había dado la vida. Jamás se imaginó que su sagrado secreto se hubiera revelado de manera tan impactante, donde su amado sostenía con recelo a la criatura que en tan sólo pocas horas se había convertido en su razón de ser, en su vida entera. Link miró de frente a Zelda, mostrando en su rostro completo resentimiento y desagrado, dolor debido a que la mujer que amaba le había ocultado un hecho tan importante que se relacionaba a sí mismo.

- Link... yo...

- Guarda silencio. Ninguna palabra justificará lo que has hecho. – espetó con dureza.

- No lo entenderías. – contestó la joven, impactada.

- ¿Entender? Según tú, ¿qué debo entender? ¿Qué me ocultaste por todos estos meses que la criatura que llevaste en el vientre, hasta el día de hoy, se trata de mi hijo?

- Imagino que Ravio te lo dijo...

- Cualquiera me lo pudo haber dicho, eso es lo de menos. No puedo creer hasta dónde puede llegar el desprecio que sientes por mí, negarme lo que por derecho me pertenece.

- ¡Ya te dije que no lo entenderías! Tuve razones muy poderosas para habértelo ocultado, y no sólo a ti, pues aparte de Ravio, Impa sabe mi secreto, pues eso es mi hijo en este palacio, un enigma; una desamparada criatura a la que supuestamente estoy criando por humanidad, mas no porque haya nacido de mí. – dijo la princesa, exasperada.

Link se quedó impactado con la revelación de la regente, espantado por saber que durante tantos meses había ocultado su embarazo y posterior nacimiento de su retoño, lo que le hizo comprender que toda la situación era sumamente peligrosa. ¿Qué motivos la habrían empujado a ello? Era obvio que como soberana del reino tener un hijo fuera del matrimonio era la peor vergüenza que pudiera significar, pero el guerrero presentía que había algo más que desconocía. Sin embargo, decidió no averiguarlo, asumiendo el dolor que él no era nadie para intervenir en la vida de la mujer que había destrozado su corazón.

- Con lo que me dices, sólo me doy cuenta que este lugar es inseguro para mi hijo. Eres una completa irresponsable por someterlo a este tipo de vida.

Ante las devastadoras palabras de su amado, la princesa sintió como su alma se despedazaba. Sin embargo, ocultó su sentir por profundo enojo, pues este la estaba cuestionando en su papel de madre.

- ¿Cómo te atreves a hablarme de esa manera? Mi hijo no ha sido sometido a nada que atente contra su vida, sino todo lo contrario. Desde que me enteré que lo estaba esperando, hasta el día de hoy, sólo le he dedicado todo mi amor y cuidados, protegiéndolo como una fiera de cualquier cosa que quiera lastimarlo. Tú no tienes ningún derecho a intervenir, pues soy yo la que se ha encargado de él, nadie más. – reclamó, totalmente dolida.

- Yo no sabía que estabas embarazada, no me culpes de nada. De haberlo sabido, hubiera hecho lo que sea para convertirte en mi esposa de inmediato. – declaró impaciente, sin poder callar ni un segundo más.

El semblante de la princesa se relajó de manera abrupta ante el decreto de su amado, sorprendiéndola con sus intenciones para con ella de haberse enterado de su embarazo. Unir su vida en matrimonio.

- Por ti estaba dispuesto a lo que sea, hasta dar mi vida si era necesario. Yo jamás te hubiera abandonado sabiendo que acogías un hijo mío en tu vientre. Me hubiera enfrentado al reino entero con tal de darte el lugar que te merecías, mi esposa, la mujer que tanto amaba... pero tu destruiste todos esos deseos con tu desprecio, y me diste la puñalada final al ocultarme a nuestro bebé. Eso nunca te lo perdonaré. – expresó, dolido.

Zelda se estaba esforzando terriblemente por no quebrarse como una condenada, pues le dolía en el alma la dureza con la que el hombre que amaba le estaba hablando, mencionando en pasado todo lo que sentía por ella, demostrando que el presente y el futuro ya no existían. Sin embargo, su estado de ánimo se alteró abruptamente con la siguiente frase que este mencionó, la cual la desequilibró por completo.

- Voy a llevármelo...

La joven sintió como su alma caía por el más profundo y oscuro de los abismos, mientras, sin aguantarlo más, las lágrimas empezaron a resbalar por sus mejillas. Link se impactó ante aquella imagen, pues sea como sea, ver sufrir a su amada era para sí mismo el peor de los calvarios.

- No te atrevas...

- No me harás cambiar de opinión.

- ¡Tendrás que matarme para arrebatármelo! ¡No vas a quitarme a mi hijo! – exclamó la joven, enfurecida.

- ¡También es mi hijo, Zelda! ¡Tú no tienes la capacidad de cuidarlo teniéndolo escondido como un fugitivo, cuando es todo lo contrario! ¡No pienso tolerar esa vida para él!

Y fue entonces, ante la fuerte discusión de la pareja, que el sonoro llanto del bebé se hizo presente. Lo primero que hizo la criatura, desde los brazos de su padre, fue observar a los ojos de su madre, quien lloraba desconsolada debido a todas las palabras que había recibido, tan dolorosas como filosas dagas en el corazón. Noah se sentía sumamente cómodo con Link, su piel y aroma se le hacían cálidos y familiares, pero nada se comparaba al ver llorar al ser que se desvivía por cuidarlo y llenarlo de amor, quien lo tenía por sobre su propia honra.

- Devuélvemelo... está llorando. – rogó la princesa, con su corazón despedazado.

- Zelda...

- Link, si tú me quitas a mi hijo yo me muero.

Tales palabras desgarraron por completo el corazón del joven, quien debido a la rabia de haber sido engañado en algo tan importante, se había cegado en su propio dolor, sin saber que en el proceso estaba lastimando a una madre en lo que más le dolía.

- Noah es muy pequeño, aún sigo amamantándolo. Estamos juntos desde el día en que nació y no nos hemos separado ni un sólo segundo. Te lo suplico, no me lo quites. Sé que te he herido y merezco que me odies por el resto de tus días, pero no arrastres a nuestro bebé en tu merecida venganza, no lo hagas sufrir si es que dices quererlo. – dijo la joven, devastada hasta más no poder.

Los ojos de Link se humedecieron ante las palabras de su amada, deseando contradecirla en su pensar que él la odiaba, cuando era todo lo contrario. Su corazón se hizo añicos al ver que el pequeño estiraba sus diminutos brazos para alcanzar a su madre, angustiándose de verla llorar por algún motivo desconocido.

Link no soportó más aquella agonía, razón por la que se acercó hasta a Zelda y le entregó al bebé, el que la joven no tardó ni un segundo en recibir en sus brazos, besándolo como una desesperada al creer que iban a arrebatarle al ser que simbolizaba el fruto del amor que engendró con su amado.

- Perdóname por semejante canallada. Un hijo siempre debe estar al lado de su madre, mucho más si es tan pequeño y vulnerable. – dijo Link, completamente devastado.

- Te agradezco por haberte apiadado de mí. – expresó la princesa, rozando sus labios con la cabeza de su niño.

- Sin embargo, sólo tengo una condición... Quiero estar con Noah.

- ¿Qué cosa? – preguntó, sorprendida.

- Deseo pasar tiempo con mi hijo. Conocerlo y que me conozca, que se acostumbre a mi como lo ha hecho contigo. Sólo te pido unos cuántos días a la semana, nada más.

- Lo siento, eso no es posible. – contestó, tajante.

- ¡Es mi derecho! Zelda, ambos sufrimos tanto por la muerte de nuestros padres, ¿deseas que nuestro bebé crezca con un progenitor ausente, mucho más si está vivo? No es justo, no lo arrastres a eso cuando no puede defenderse o reclamar. – demandó, enojado.

- Pero...

- Sino aceptas mis condiciones, no me tocaré el corazón en arrebatártelo, sin importar si las Diosas me castigan. Quiero estar con mi hijo, es mi derecho y deber como su padre.

El guerrero se mostró determinado en sus palabras, causando que la princesa se impacte por completo. Uno de los sueños más anhelados para ella era que su hijo conviva con su padre, que se conozcan y aprendan a amarse, sin embargo, aquello significaba que Link tuviera que venir al palacio, y por ende arriesgar su vida al estar al acecho de Abel, el ser que tanto daño les había hecho. La joven no iba a permitir eso, pero tampoco estaba dispuesta a dejar que le quiten a su bebé.

- Está bien, se hará lo que tú quieres. Pasarás tiempo con Noah y cuidarás de él... pero yo también tengo una condición.

- La que sea con tal de estar con mi hijo.

- No vendrás al palacio a verlo, le pediré a Impa que lo lleve hasta donde tú estés. No quiero que vengas a este sitio, eso sólo complicaría las cosas.

Aunque las acciones de Zelda se debían por proteger la vida de su amado, este no lo tomó de la misma manera. Link, resentido, asumió las palabras de su princesa como un rechazo a su presencia, no verlo bajo ninguna circunstancia. Aquello le dolía terriblemente debido a que su corazón había sido despreciado por ella, pero por dignidad decidió tragárselo.

- No te preocupes, que no me verás la cara. Soy consciente de lo mucho que me detestas. – expresó, devastado.

- No lo dije por eso...

- ¿Y por qué más sería? Tengo muy presente lo que signifiqué en tu vida. Lo único que me consuela, es que nuestro bebé al menos fue concebido por amor en lo que se refiere a mí, pues en lo que se trata de ti, dejaste todo muy claro.

Aquello había sido demasiado, dolorosas palabras que caían como desgarradoras flechas ardiendo en llamas. Para Zelda, el mayor símbolo de amor y entrega que tuvo con Link se reflejaba en la hermosa criatura que había acogido en su vientre, motivo por el que también era sumamente valiosa y amada por ella. Sin embargo, no iba a contradecirlo, era conveniente por toda la situación que él siga creyendo lo contrario. Decidió callar.

- Enviaré una carta a Impa indicándole los días que puede llevarme a Noah, los cuales espero que se respeten... pues sino es así, vendré directamente a buscarlo sin importarme nada. Me retiro, no te molesto más.

El joven se acercó hasta su bebé y empezó a acariciarle su pequeña cabeza, dulces roces a los que la criatura reaccionó. Aunque sabía que aquel hombre era el que había hecho llorar a su mamá, existía algo en él que lo hacía sentir confiado, cálido y protegido, motivo por el que no rechazó ninguno de sus tratos, al contrario, los aceptó gustoso como signo de su inocencia y pureza.

- En unos días nos veremos, mi pequeño. A partir de ahora, siempre estaré a tu lado.

Besando con cariño la frente de su bebé, imagen que estremeció el corazón de la regente, Link se dirigió al balcón de los aposentos y se lanzó por los mismos, dejando a Zelda por completo devastada. Luego de varios minutos, Noah se durmió en sus brazos, momento en el que lo acostó en su cuna para ella disponerse a hacer lo mismo en su cama, sitio en el que lloró incasablemente hasta que se le secaron los ojos.

...

La madrugada se encontraba en la cúspide de la fría noche, motivo por el que los habitantes de la Villa Kakariko se encontraban descansando en la comodidad de sus camas, entregados al sueño, situación que era imitada por Ravio, quien debido al cansancio se había quedado dormido en uno de los muebles de la sala de la casa que había compartido con Link.

El soldado siguió moviéndose en el mueble para buscar comodidad, hasta que escuchó como la puerta de la casa se abría, por lo que se levantó sin perder tiempo. Link la había cerrado y arrimado encima de esta, colocando sus manos en su cabeza debido al dolor insoportable que sentía por todas las presiones que lo agobiaban. Ravio lo observó detenidamente, sabiendo que la reunión con su amada sobre el asunto del niño se había puesto sumamente tenso, aunque de todo aquello esperaba algo más.

- Link... ¿estás bien? – preguntó, incómodo.

- No... no estoy bien.

- ¿Y el niño? Pensé que lo traerías contigo.

Al escuchar esa pregunta, Link se destapó la cara para observarlo con frialdad, consumido por el dolor de su alma.

- Estuve decidido a arrancarle a mi hijo de sus brazos, pero no tuve corazón para hacerlo. Entre lágrimas me suplicó que no lo haga. Noah sufría por el dolor de tu madre, y yo igual. – contestó, apenado.

- Debiste habérselo quitado, ella te mintió. – dijo, mostrando frustración.

- Hubiera sido una bajeza. Es un bebé indefenso, necesita el cuidado y alimento que sólo Zelda puede brindarle. Vive con ella desde que nació.

- ¿Entonces vas a renunciar a él?

- Eso nunca. Zelda y yo llegamos a un acuerdo con tal de no quitarle a mi hijo. Enviará a Impa con el niño para que pasemos tiempo juntos. Quiero que me conozca y me quiera. – dijo, sin poder evitar esbozar una ligera sonrisa.

- Me alegro que así sea. Me sorprende enormemente ese afecto que has ganado por el bebé.

- Desde la primera vez que lo vi, sentí algo especial por él, sin embargo, nada se compara a lo acontecido el día de hoy al tenerlo entre mis brazos. Nació de mi alma un amor que jamás había experimentado, como si lo hubiera tenido dormido. Amo a mi hijo y quiero cuidarlo siempre, y si para lograrlo me debo conformar con verlo unos pocos días a la semana, para mi es más que suficiente. Ya que tengo que vivir con el dolor de estar sin la mujer que amo, al menos, el pasar con Noah compensará esa llaga de mi corazón. – expresó, desconsolado.

- ¿No entiendo cómo lo pudo haber ocultado?

- Es una larga historia, pero todo se resume a que si el consejo se entera que fue madre sin estar casada, que se enredó con un tipo como yo, eso podría perjudicarla tanto a ella como a nuestro bebé. Sabes cómo son las leyes en esta tierra.

- Comprendo. Por mi parte, sabes que no diré nada, para mí el bebé seguirá siendo su protegido. – dijo el soldado, calmando así a su amigo.

- Te lo agradezco. Sinceramente, todo esto es una locura, no sé por cuánto tiempo podrá ocultar que Noah es nuestro hijo, pero mientras eso pase, lo protegeré de todo mal... a ambos.

Ravio sólo guardó silencio ante las palabras de su amigo, quien estaba completamente desencajado por todo lo que había pasado en una sola noche. No dijo nada, sólo lo dejó desahogarse y asimilar el abrupto cambio que se había presentado en su vida de un momento a otro. Convertirse en padre.

...

Ni bien llegó el amanecer, Zelda se dirigió con Noah a la habitación de Impa, dispuesta a contarle todo lo que había sucedido en la noche anterior. La Sheikah escuchó cada una de sus palabras, impactada de la fuerte discusión que la pareja tuvo y la determinación que Link mostró al querer llevarse al pequeño sin duda alguna. Ante eso, tuvo deseos de tomar represalias con Ravio por haberle contado la verdad al guerrero, aunque con ello sólo se contradecía, pues ella misma no evitó que el soldado cumpla con el objetivo de que su amigo se enterara.

La regente habló del acuerdo al que Link y ella habían llegado, el cual a Impa le pareció, entre todo lo que se había enterado, justo y razonable, pues Link era su padre y tenía todo el derecho de pasar tiempo con su hijo, de conocerlo y de cuidarlo, además con la amenaza que había hecho de llevárselo en caso de impedir sus deseos, no tenían más opción que acceder.

Un par de días transcurrieron luego de aquel suceso, hasta que Impa recibió una carta del joven héroe, donde este le indicaba el día y la hora en la que debía llevar a su hijo, incluyendo la cantidad de veces que deseaba verlo en la semana. Desde ese momento, la Sheikah cumplió con lo que se le había pedido, y llevó a Noah a Villa Kakariko para que se encuentre con Link.

Impa se sorprendió en sobremanera de ver que el pequeño se sintió a gusto con su padre desde el primer momento en que lo colocó en sus brazos. Noah lo miraba con cariño, con simpatía, cosa que enternecía tremendamente el corazón de Link, haciéndolo sentir dichoso de saberse padre de una criatura tan encantadora. Lo amaba, y su hijo estaba aprendiendo a amarlo, demostrando así que la unión entre un padre y su hijo era un lazo eteno.

No pasaron muchas semanas para que la noticia que el héroe elegido tenía un hijo corriera como pólvora, motivo por el que muchas mujeres se decepcionaron al saber que el joven del que estaban encantadas ya pertenecía a otra, o al menos tenía un lazo muy fuerte que lo unía a la susodicha. Muchos trataron de averiguar con el guerrero, ya sea sutilmente o de manera directa, quién era la madre del pequeño, pero Link no respondía aquello, evadía la pregunta, o si ya eran demasiado insistentes, contestaba con seriedad que eso era sólo asunto de él, de nadie más.

El guerrero se sentía inmensamente feliz cuando su bebé llegaba de visita, pasaban un día entero juntos. Siempre lo llevaba de paseo junto con Epona por las vastas llanuras del reino, protegiéndolo entre sus brazos para que no sufriera ninguna caída. La manera en la que lo alimentaba era por medio de fórmulas que Impa le facilitaba por medio de un biberón, siendo esas horas las más calmadas para ambos, donde el joven se encantaba de ver lo bien alimentado que su amada tenía a su bebé.

Incluso, un día lo llevó de visita a Ordon, y si en Villa Kakariko había causado sorpresa por la noticia, en su hogar provocó completo impacto. Como era de esperarse, recibió un sinfín de preguntas, a las que simplemente respondió igual que siempre, que el nombre de la madre de su hijo prefería guardarlo para sí mismo, que no tenía importancia, pues lo único valioso era el hijo que ambos compartían. Sin embargo, sólo a una persona no le ocultó la verdad, a Moy, quien se sorprendió mucho con la noticia, pero juró mantenerla en secreto para apoyar a Link y a su casi nieto.

Sea cual sea el momento que compartieran, Link y Noah eran muy felices cuando estaban juntos. Lo triste eran las despedidas. Cada vez que Impa llegaba por las noches a llevarse al bebé, este lloraba desconsolado, estirando sus bracitos para que su papá lo vuela a cargar y no los separen. Era ahí que su corazón se partía en mil pedazos, separarse de su hijo era desgarrador, pero al menos tenía el consuelo que en unos días volvería a verlo, cosa que no sucedería en el caso de su amada, a quien extrañaba inmensamente todas sus solitarias noches, cuando más necesitaba sus besos y caricias.

Todas las noches fantaseaba una maravillosa vida junto a Zelda y Noah, donde los tres juntos formaban un maravilloso hogar. Ante esa imagen, no podía evitar derramar dolorosas lágrimas, sabiendo que su más anhelado sueño jamás podría cumplirse, pues no solamente debía ser cómplice del escondite de su hijo ante la frialdad del consejo, sino que tenía que estar lejos de ella, necesitado del amor que le juró en todos los apasionados encuentros que tuvieron, los cuales no fueron más que dolorosas mentiras.

...

Como todas las noches, Impa regresaba de Villa Kakariko con el pequeño Noah en brazos, quien después de haber llorado tanto debido a la separación con su padre, terminaba agotado y se quedaba dormido.

La Sheikah, con cuidado, abrió la puerta de los aposentos de la princesa, quien desde hace unas semanas había adquirido una peculiar costumbre. Se sentaba en su balcón a contemplar la noche, en completo silencio, cualquiera que la hubiera visto pensaría que se encontraba encantada admirando las estrellas, pero aquello era todo lo contrario. Zelda había caído presa de una profunda tristeza que la consumía día con día, motivo por el que se aislaba y permanecía callada, sólo se restablecía si tenía que atender a su pequeño, el único que le arrancaba sonrisas de los labios.

- Zelda...

Al escuchar el llamado de su tutora, se limpió las lágrimas que había derramado. Se puso de pie de inmediato, y se acercó a cargar a su pequeño, quien se aferró con fuerza al pecho de su madre, sin despertarse. Zelda estaba feliz de volver a tenerlo entre sus brazos.

- ¿Todo bien? – preguntó la princesa.

- Claro que sí. Noah ya comió... y Link te envía esto.

Impa colocó en la mano de la princesa una bolsa de rupias, motivo por el que la joven se puso seria. No quería recibirla, pero la Sheikah insistió.

- No entiendo por qué Link envía dinero. A mi hijo no le falta nada. – dijo Zelda, molesta.

- Porque es un hombre responsable. Él sabe perfectamente que su dinero no beneficiará en nada, pero lo hace porque su deber es velar por su hijo. Quiere involucrarse en todo. – contestó Impa, firme.

- De todas maneras no lo veo necesario.

Sin decir más, Zelda acostó a su pequeño en la cuna, para luego sentase en el borde de la cama y quedarse en silencio. Impa estaba sumamente preocupada por ella, desde hace unas semanas había presentado drásticos cambios en su estado de ánimo. Sabía que los motivos de su tristeza se debían a todo lo que implicaba su vida; el yugo de su cargo, estar separada del hombre que amaba, ocultar a su bebé como si fuera una vergüenza. Todo se resumía en tristeza y desdicha.

- Zelda...

- ¿Noah... volvió a llorar al separarse de Link? – preguntó, con la mirada perdida en su hijo.

- Sí, como siempre. Sabes muy bien que le ha tomado mucho cariño, ama a su padre y le duele...

En ese momento, las palabras de Impa se silenciaron, pues la regente empezó a llorar desconsolada. Decidió salir al balcón para no despertar a su bebé con sus quejidos. Su protectora no dudó en seguirla.

- Querida... no llores.

- Me desgarra el corazón que mi pequeño llore por su papá, que tenga que ser dividido para pasar tiempo con él y conmigo, siendo Link el más afectado, pues sólo se conforma de disfrutar a nuestro bebé unos cuantos días a la semana. No es justo... soy una desalmada. – expresó, destrozada.

- ¿Cómo puedes decir eso? Tú también estás sufriendo, eres otra víctima. Aquí el único culpable es el infeliz de Abel. Por eso, insisto que debes decirle la verdad a Link. – dijo Impa, angustiada.

- No insistas... estoy hundida y no tengo escapatoria. Talvez tenga que ocultar a mi hijo por siempre, y cuando crezca involucrarlo en este estúpido juego.

- Todo se va a solucionar. Las Diosas no te van a abandonar.

- Hace tiempo que ellas me abandonaron... y no las culpo, me merezco eso y más. Voy a tomar un baño, vigila a Noah, por favor.

- Está bien...

Finalizando su conversación, Zelda se encerró en el baño a tomar una larga ducha, mientras que Impa, a medida que escuchaba la caída del agua, se consternaba terriblemente por el estado en el que había caído su pupila, lo cual no tenía duda que se trataba de una profunda depresión.

Temía terriblemente que aquella enfermedad termine tomando a la joven por completo, hasta el punto de acabar con su luz propia.

...

El tiempo siguió su curso en la tierra de Hyrule, mientras que Link y Zelda agradecían que su amado hijo Noah había cumplido otro mes de vida. Zelda sabía que ese día al pequeño le correspondía pasar con su padre, motivo por el que Impa tenía que llevarlo a él como todas las semanas... pero inesperadamente, algo ocurrió.

De un momento a otro, debido a una urgente reunión con el consejo, la Sheikah le dijo a su pupila que por ese día no podía llevar al niño con su padre, motivo por el que Zelda entró en desesperación, pues sabía de lo que Link podía ser capaz de hacer si no se cumplía con su petición de ver a su hijo en los días que se había dispuesto.

La joven se encontraba caminando de un lado a otro con su pequeño en brazos, mientras que este miraba ansioso la maleta donde sabía estaban guardadas sus cosas, la cual asociaba con la visita a su papá. Zelda notó que su bebé empezó a ponerse inquieto, siendo la única razón su esperado encuentro con el guerrero.

- Mi amor, cálmate, ¿sí? – pidió con ternura.

A pesar de la dulzura con la que Zelda le habló a su retoño, este empezó a producir pucheros y balbuceos por querer ir a ver a su padre. Se sentía triste de pensar que su madre no quería cumplir con su deseo.

- Sé que tienes muchas ganas de ver a tu papá, pero Impa...

Zelda enmudeció a ver como los ojitos de su bebé empezaban a humedecerse, a pesar que se esforzaba por ser bien portado como siempre. Zelda empezó a ponerse ansiosa. Deseaba complacer a su hijo, pero al mismo tiempo le angustiaba encontrarse con Link, pues aquello le entristecía en el alma por todo el dolor que le había causado, por amarlo con la fiereza que lo hacía y padecer con su lejanía, con su desprecio por haberlo lastimado; y lo más reciente, haberle ocultado que ambos tenían un hijo en común. Sino llevaba a Noah con su padre, este sin duda iría al palacio a arrebatárselo, además de que su bebé sufriría, y eso es algo que no podía tolerar.

- Diosas, ¿qué hago?

Luego de plantearse esa pregunta, con mucho esfuerzo, tomó una decisión que talvez le haría arrepentirse, pero por complacer a los seres que más amaba, estaba dispuesta a ese sacrificio.

...

Una hora había esperado el guerrero por la llegada de su hijo, pero este no fue llevado a sus brazos como estaba previsto, Impa nunca había tocado su puerta. ¿Qué había sucedido? ¿Acaso el acuerdo al que se había llegado perdió importancia? ¿Creyeron que se iba a conformar con ver a su hijo sólo unas cuantas semanas? De ninguna manera, mucho menos en el día en que su bebé cumplía otro mes de vida, lo cual tenía muy presente, pues desde que se enteró de su existencia, incluso sin saber que era su hijo, se dedicó a observar cada etapa de su crecimiento.

- Ya tu madre se encargó de acabar con la hermosa relación que teníamos, pero no permitiré que te arrebate de mis brazos. Eso no.

Decidido a cumplir con su amenaza, Link salió de su hogar, dispuesto a tomar lo que por derecho le pertenecía. El dolor lo había cegado tanto que no analizaba que su impulsivo actuar no era del todo justo, pues en vez de investigar los motivos de la demora de su hijo, daba por hecho que no querían permitirle verlo. Él también estaba a cayendo en un pozo de profunda desolación y tristeza.

Enervado hasta el alma, abrió la puerta de su vivienda, cambiando su enfurecido semblante por uno totalmente sorprendido, causando que su corazón esté a punto de salírsele del pecho. Frente a él estaba su hijo, quien le sonreía con gracia e inocencia... pero los brazos que lo sostenían no eran los de Impa.

- Buenos días, Link.

No pudo articular palabra ante la persona que tenía enfrente, Zelda, su amada princesa. La joven había dejado toda su elegancia digna de la realeza, reemplazándola por los vestidos que usó en la época en la que salía con él de paseo por todos lados, camuflándose de las miradas curiosas, donde sólo los dos existían. Su alma se estremeció al verla tan hermosa, provocando que rememore los maravillosos momentos que pasaron juntos, el amor que disfrutaron, y que de ninguna manera había dejado de sentir.

Por otra parte, Zelda estaba en completo silencio, compartiendo los mismos recuerdos que su amado. Tenía muy presente la manera en la que estaba vestida, de la cual fue consciente una vez que se vio en el espejo, pero que por falta de tiempo no pudo modificar. O más bien, no tuvo deseos de hacerlo.

La pareja se quedó contemplándose con encantamiento y angustiante deseo, hasta que la pequeña voz de su bebé los sacó de su trance. Fue ahí, que Link tuvo la capacidad de hablar.

- Buenos días, Zelda. Qué sorpresa verte... creí que no iba a ver a mi hijo hoy, por eso...

- Pues creíste mal, Link. Impa tuvo un compromiso con el consejo, por eso he venido yo a traerte a Noah. – dijo Zelda, esforzándose para parecer seria.

- Te lo agradezco, porque yo ya estaba dispuesto a ir a verlo. – dijo con firmeza.

- Ya te diste cuenta que no fue necesario que lo hagas. Nuestro acuerdo ha sido cumplido y he traído a nuestro bebé contigo. Hoy es un día especial, cumple meses.

- Lo sé, lo tengo muy presente.

Con las manos temblorosas, Zelda colocó a su hijo en los brazos de su padre, para luego acariciar su cabeza y dedicarle unas cariñosas palabras.

- Impa regresará en la noche por ti, mi amor. Pórtate bien con tu papá.

Y finalizando sus palabras, besó a su bebé en la frente para luego darse la media vuelta y empezar la retirada, pero un estruendoso sonido la detuvo de manera abrupta. Noah empezó a llorar al ver como Zelda se iba, motivo por el que la joven se volteó rápidamente para ir a consolarlo, pensando que algo le había ocurrido, pero en el momento que se acercó, este cesó su llanto.

- ¿Qué ocurre, mi vida? – preguntó la princesa, preocupada.

- Talvez tiene hambre. – dijo Link.

- Eso no es posible, le acabo de dar de comer.

- Empezó a llorar apenas te fuiste... talvez no desea estar conmigo. – dijo, apenado.

- No digas eso, Link. Noah te adora, es inmensamente feliz contigo. – refutó Zelda, mostrando seguridad.

- No quiero forzar a mi hijo a estar conmigo sino quiere. Es mejor que te lo lleves.

Dolido por la situación ocurrida, Link colocó a su bebé en los brazos de su amada, para luego disponerse a regresar a su hogar. Sin embargo, se detuvo al escuchar a su hijo llorar, motivo por el que se dio la vuelta a verlo, y descubrió como este estiraba sus brazos para que lo cargue.

Tanto él como Zelda se miraron confundidos, queriendo entender las razones por las que su bebé actuaba de esa manera. Ninguno de los dos podía irse porque Noah estallaba en llanto. No es que deseaba estar con uno más que con otro; él quería estar con los dos.

- No quiere separarse de ninguno de los dos. – dijo Zelda, sorprendida.

La pareja se quedó en silencio por varios segundos, casi inmóviles debido a que si se separaban, su hijo lloraba. Fue entonces, que de los labios de Link salieron unas palabras involuntarias, las cuales simplemente pronunció por inercia, demostrando así sus inconscientes deseos.

- ¿Quieres pasar el día con nosotros?

Ante esa pregunta, el corazón de la princesa empezó a latir con desmedida fuerza, creyendo que el planteamiento que su amado le había hecho se trataba de un sueño. Uno que hace mucho tiempo había anhelado realizar...


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