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Impacto al corazón

El paso de los meses siguió con su habitual curso, transcurriendo las conocidas estaciones hasta que la primavera volvió a su cauce. El canto de las aves se entremezclaba con la frescura de la brisa, mientras las plantas presumían de sus más bellas y relucientes flores, invadiendo con su exquisito aroma el ambiente del Bosque de Farone.

La princesa Zelda estaba en la comodidad de su alcoba mientras el doctor Tudor la revisaba; Impa también estaba con ellos. La joven ya se encontraba en las últimas semanas de su embarazo, por lo que su vientre había crecido considerablemente, motivo por el que se sentía dichosa, pues eso significaba que su pequeño estaba más vivo que nunca, y para ella no había nada más hermoso que sentirlo, maravillarse con cada uno de sus movimientos.

La joven no podía negar que en su corazón aún estaba la llaga del dolor, todo por haber perdido al gran amor de su vida, con quien creó a la hermosa criatura que se encontraba acogiendo en su interior, sin embargo, era precisamente por esta que se mantenía fuerte, dispuesta a olvidarse de sus penas con tal de brindarle bienestar.

- Princesa, desde que empecé a revisarla su bebé no ha dejado de moverse. Se ve que va a ser muy fuerte. – mencionó el médico, mostrando una sonrisa.

Zelda no pudo evitar conmoverse al escuchar tan buenas noticias, pues en seguida vino a su mente la imagen de su amado, quien poseía aquella característica que tanto le gustaba, y al mismo tiempo extrañaba.

- Si, doctor, se mueve demasiado y ya casi no me deja dormir por las noches. – comentó, riéndose.

- Eso es algo normal, sobre todo en los últimos meses. Y veo que ha seguido todas mis indicaciones, pues el bebé ha evolucionado muy bien en cada una de sus etapas.

- Me alegra mucho escuchar eso. – expresó la princesa, acariciándose el vientre.

- Doctor, ¿cuánto tiempo falta para que nazca? – preguntó la Sheikah, impaciente.

- Ya sólo faltan un par de meses, pero puede ser que se adelante porque la princesa es madre primeriza, por lo que tienen que estar preparadas por si eso llega a pasar. Voy a estar un tiempo por estos lares, pues tengo algunos pacientes que atender, así que si algo llega a pasar, no duden en llamarme, por favor.

- Gracias por todas sus atenciones, doctor. – dijo Impa.

- Estoy ansiosa por conocerlo. Ya quiero tenerlo entre mis brazos. – agregó la princesa, sintiéndose muy feliz.

- No hay nada que agradecer, sólo cumplo con mi deber. Bueno, ha llegado la hora de retirarme, nos veremos en la próxima visita. Buenas noches.

- Buenas noches, lo escolto hasta la salida. – dijo la Sheikah.

Una vez que el médico se retiró, la princesa se levantó de su cama para cambiarse de ropa. Se puso un vestido largo color rosa pálido, el cual poseía los hombros descubiertos, mientras que su cabello decidió dejárselo suelto, sin ningún adorno que la cubriera. Desde que había llegado a la cabaña de sus padres, Impa contrató a un par de sirvientes para que las atendieran, quienes pensaban que la princesa era una simple joven de buena familia que había quedado embarazada sin estar casada, y que se había apartado debido a la vergüenza del medio. La Sheikah pensó bien, e incluso se cercioró de que ninguno de ellos sepa que la vivienda había pertenecido a los difuntos reyes. Todo lo realizó pensando en la tranquilidad de su protegida.

Cuando la princesa estuvo lista, Impa entró a la habitación, y se sintió contenta al ver que se había levantado de la cama, e incluso arreglado.

- Estás muy linda, querida.

- Muchas gracias, Impa. Voy a salir a caminar un poco, ya me cansé de estar acostada. – dijo, animada.

- ¿Otra vez? Todos estos días has salido a caminar a la misma hora, y tú sabes que en estos momentos no puedo acompañarte, pues tengo muchos asuntos que arreglar. – dijo, preocupada por su pupila.

- Tranquila, tú sabes que eso me hace bien, sobre todo en estas últimas semanas de espera. Prometo regresar en una hora.

- Ten cuidado por donde caminas, no me gustaría que te caigas.

- Lo haré, Impa, no te preocupes. Nos vemos pronto.

Habiéndose despedido de su protectora, la princesa salió de la cabaña para adentrarse a los confines del bosque. Sin siquiera imaginarse con lo que estaba a punto de encontrarse...

...

Los frondosos árboles se movían con gracia con el vaivén del viento, mientras que estos deleitaban el ambiente con un aroma a roble a todos los habitantes de aquel pequeño pueblo, sitio que estaba alejado de todo escándalo y bullicio.

Contemplando el movimiento y pureza de la fuente de Latoan, se encontraba el héroe elegido por las Diosas sentado en el suave pasto que lo bordeaba, quien desde hace unos días había llegado al pueblo de Ordon con la intención de visitar a sus amigos, quienes lo recibieron con los brazos abiertos luego de varios meses de no haberlo visto.

En todos esos meses, el joven se había dedicado a trabajar sin descanso alguno, acción que no solamente realizaba para su sustento, el cual no le faltaba, sino que también lo hacía para olvidarse de la mujer que amaba, y que con el paso del tiempo no había logrado arrancarse del corazón.

Por un momento, pensó que cambiar de ambiente le ayudaría a olvidarse de sus tristezas, por eso decidió tomarse un descanso y visitar a su gente en el pueblo de Ordon, aunque con eso descubrió que nada de sus aspiraciones se cumplieron, pues la imagen de su princesa aun lo seguía martirizando, recordando una y otra vez los hermosos momentos que pasaron juntos, pero al mismo tiempo, cuando esta le rompió el corazón en mil pedazos, separándolo por completo de su lado con las peores palabras.

- Link, ¿estás bien?

Al escuchar aquella pregunta, el joven se dio la vuelta para encontrarse con Moy, el hombre que lo había criado desde la muerte de sus padres, y a quien le tenía mucho aprecio.

- Moy...

- No tienes por qué decirme nada, sé que pensabas en ella. En la princesa. – dijo con seguridad.

El guerrero simplemente guardó silencio ante aquellas palabras. El día en el que llegó al pueblo, Moy notó que Link, a pesar de mostrarse tranquilo, poseía un dejo de inmensa tristeza en su mirada, por lo que no dudó en conversar con él y preguntarle los motivos de su pesar. Al inicio, el joven dudó en decírselo, pero al mismo tiempo necesitaba el consejo de un padre, de aquel hombre que lo conocía mejor que nadie y que lo quería como un hijo, motivo por el que le contó su clandestina relación con la monarca del reino.

Sabiendo que su pregunta no necesitaba respuesta, el hombre se sentó al lado del guerrero a contemplar la cascada, sabiendo que en algún momento Link iba a hablar.

- No puedo dejar de pensar en ella. Por más que me esfuerzo es algo que es simplemente imposible. La extraño tanto, no sé hasta cuando voy a poder soportar todo esto. – dijo el joven, exasperado.

- Luchar contra lo que el corazón siente es una guerra perdida, muchacho. La amas y no puedes hacer nada al respecto. Lo que viviste con ella fueron cosas sumamente intensas, sin siquiera importarte las diferencias entre ustedes.

- Fui un imbécil al pensar que podría amar a alguien como yo. Ella es tan hermosa, una futura reina... en cambio yo no soy nadie. – expresó con sumo pesar.

- Eres el elegido por las Diosas, nos salvaste a todos de caer en la desgracia, incluida a ella, así que no debes menospreciarte de esa manera, pues tu labor vale mucho más que cualquier fortuna o título de la realeza. Desconozco los motivos por los que siento esto, pero desde que me contaste todo lo que sucedió entre la princesa y tú, pienso que no fue del todo sincera en sus palabras. Talvez quiso alejarte de ella por algún motivo. – dijo Moy, pensativo en sus suposiciones.

- Dejó de amarme y a mi lado no tienen ningún futuro. No hay nada más claro que eso.

- No me refiero a eso, sino a otro motivo que desconozco, pero talvez ella aun te ama, y ha de estar sufriendo tanto o más que tú. Cuando tuve la oportunidad de tratarla, el día en el que deseaba recompensarme, percibí que era una joven sincera y de buenos sentimientos, por eso me cuesta creer que todo lo que te dijo haya sido verdad.

- Viví aferrado a esa idea por mucho tiempo, pero con el paso del mismo la fui dejando de lado. Zelda ya debe haber olvidado todo lo que vivimos, como si nunca hubiera pasado nada entre nosotros. – indicó, sintiendo como su alma se destrozaba.

- Link...

- Ya no hablemos de eso, de nada sirve que me lamente, pues Zelda nunca más volverá a estar conmigo.

- Está bien, muchacho, será como tú digas. ¿Ya tienes todo listo para regresar a Villa Kakariko?

- Si, iré a despedirme de todos y luego me iré. Tengo que continuar con mi vida por más destrozado que me sienta.

- No puedo esperar otra cosa de un hombre tan valiente como tú. Te acompaño con los demás y te ayudaré con tus cosas.

- Gracias por todo, Moy, como siempre te has comportado como un padre conmigo. – expresó con una sonrisa.

- No agradezcas, pues es lo menos que puedo hacer por un hijo tan noble y especial como tú.

Luego de darse un abrazo, Link y Moy regresaron al pueblo, pues el guerrero deseaba despedirse de todos y empezar su viaje de regreso a Villa Kakariko.

...

Después de haberse despedido de todos sus amigos, Link se fue del pueblo de Ordon. No podía negar que el haber regresado al lugar que por toda su vida lo acogió, lo animó un poco, sobre todo por Ilia y los niños, quienes fueron los que más se alegraron con su visita. Sin embargo, nada de eso logró hacer que se olvide de sus problemas, deshacerse del dolor que la mujer que amaba le había causado, motivo por el cual vivía atormentado constantemente.

Desde que se había mudado a vivir a casa de su amigo Ravio, varias mujeres se le habían acercado con intenciones muy claras de entablar una relación con él, pero por más que intentó algo o se visualizó con alguna de ellas, simplemente no pudo hacerlo, pues él sólo pertenecía a una sola mujer, tanto en cuerpo como en alma, por lo que verse con otra que no fuera ella, era algo que de ninguna manera concebía. Sentía que estaba yendo en contra de sus principios.

Decidió dejar de lado sus pensamientos y seguir con su recorrido, hasta que escuchó el sonido de la fuente de Farone, lo que le indicaba que estaba cerca de dejar la región en la que se hallaba, sin embargo, lo que oía no era únicamente la caída del agua, sino que este se entremezclaba con un canto, uno que nunca había escuchado antes, pero la voz que lo entonaba se le hacía muy familiar.

- Epona, vamos hacia la fuente. Me gustaría saber de quién es esa voz. – pidió ansioso, sin entender los motivos por los que deseaba hacer aquel descubrimiento.

Afirmando por medio de un relincho, Epona se dirigió hacia el lugar que Link le indicó, hasta que llegaron a unos grandes arbustos que cubrían todo el camino de la fuente. Link le pidió a su yegua que lo espere mientras él se adentraba a los mismos, pues por su tamaño no podía acompañarlo.

Lentamente se arrastró por las hierbas, hasta que llegó hacia donde estaba la fuente, y lo que vio cerca de la misma lo dejó completamente impactado... Sentada en una roca, mojando sus pies en las cristalinas aguas, se encontraba la princesa entonando una dulce canción, mientras con cariño acariciaba su vientre.

El joven sintió como una daga atravesaba su corazón hasta desangrarlo por completo, pues no solamente había vuelto a ver a la mujer que tanto amaba, y la que al mismo tiempo tanto daño le hizo, sino que la descubrió en una situación que por ningún motivo se imaginó que la vería, esperando un hijo. Ahora entendía las razones por las que lo había alejado de ella, se había enamorado de otro hombre que la había embarazado. Sólo de pensar que la joven ahora pertenecía a los brazos de alguien que no fuera él, lo enfurecía por completo, pero al mismo tiempo lo lastimaba desde lo más profundo. Jamás se imaginó que amar le hubiera costado tan caro, hasta el punto de casi matarlo en vida.

Siguió contemplando a la joven, quien había cesado su canto para hablarle a su hijo con tiernas palabras, pero lo que Link no sabía era que en medio de esa sonrisa y dulce voz, se escondía la tristeza y la desolación, pues Zelda lo extrañaba hasta más no poder, y no había día en el que no fantaseara en que pudieran unirse en matrimonio y cuidaran de su bebé juntos, gobernar su amado reino en la compañía del otro; sabiendo que todos esos deseos no eran nada más que sueños absurdos y sin fundamento. Su vida estaba condenada a la soledad, e incluso vivir con el temor de no saber qué hacer una vez que tenga a su hijo en brazos, pues no deseaba ser presa del implacable medio que la rodeaba.

La joven trató de reprimir sus lágrimas, pues sabía que alterarse sólo podía hacerle daño a su bebé, hasta que un ruido invadió la tranquilidad del ambiente. Inmediatamente, se levantó de la roca para buscar de dónde provenía el sonido, hasta que de unos arbustos salió la persona que menos se imaginó que vería, al gran amor de su vida.

Las zarcas miradas de ambos se encontraron, sin siquiera poder expresar los sentimientos que los embargaban a cada uno. El dolor de la traición invadía al guerrero, pues al ver frente a él a la mujer que amaba embarazada de otro, simplemente lo destrozaba desde lo más profundo, mientras que a la princesa la atormentaba el arrepentimiento por todo el sufrimiento que le causó, además de haberse enterado que ahora Link se había enamorado de otra mujer, motivo por el cual se sentía sumamente resentida.

Deseando no mostrarse vulnerable frente a Zelda, el joven se acercó un poco más a ella para saludarla, mientras sentía que las piernas le temblaban con intensidad.

- Link... – expresó la princesa, sin poder creer lo que veía frente a ella.

- Hola, Zelda. Ha pasado mucho tiempo.

Sin poder evitarlo, Link desvió la mirada al vientre de su amada, provocando que sus ojos se nublaran y su corazón se destrozara al ver con claridad la imagen que lo había impactado desde la distancia. Sin embargo, por dignidad trató de mostrarse fuerte, e incluso hablar del tema como si no fuera importante.

- Felicidades... veo que vas a tener un bebé. – comentó, tratando de sonreír.

La joven no podía hablar de la impresión, pues jamás pensó que volvería a ver al guerrero, y menos que él la vería embarazada. Sin embargo, no pudo negarle lo que sus ojos contemplaban, pues era algo muy notorio e imposible de ocultar.

- Si, Link... voy a tener un bebé. – contestó, desviando la mirada de su amado, atemorizada al creer que había descubierto su secreto.

Link trató de seguir la conversación sin que su voz se quebrara, pero no sabía hasta qué punto lo iba a soportar. El dolor que sentía era muy grande.

- Me alegra saber que vayas a tener una familia, que te hayas casado. Tu esposo debe estar feliz. – dijo el guerrero, retorciéndose desde lo más profundo al imaginarse quién era el dueño de la mujer que amaba.

- ¿Mi esposo? – preguntó con extrañez.

En ese momento, la joven se dio cuenta lo que estaba ocurriendo, Link pensaba que el hijo que esperaba era de otro, y no de él. Por un lado eso la impactó por el mal concepto que pudiera crearse sobre ella, el de una traidora, de una mala mujer; pero luego de meditarlo, esa era la única manera en la que se alejaría por completo de ella y su vida no correría peligro, aunque muy en el fondo de su alma, deseaba gritarle toda la verdad, que jamás dejó de amarlo, que no se había casado con otro, y lo más importante, que el bebé que ella esperaba era suyo y de nadie más. Sin embargo, el silencio la condenaba, no podía permitir que el indeseable ministro se atreva a cumplir con su amenaza de asesinarlo.

Link esperaba una respuesta por parte de ella, pero la joven no deseaba confirmar que se había casado, sin embargo, las palabras no eran necesarias para que lo haga, era algo que saltaba a la vista.

- Disculpa, no tienes por qué darme ninguna explicación. Son cosas que no me competen. – dijo con frialdad.

- Yo...

- Zelda, me alegra tanto verte bien. Te ves muy hermosa, el embarazo te ha puesto más bella que nunca. – expresó sin pensarlo, dejándose llevar por sus impulsos.

La princesa no pudo evitar sonrojarse ante el halago de su amado, a pesar que pudo notar que este se lo hizo con tristeza. Recordó las múltiples veces que la llenaba de besos y hermosas palabras hacia su persona, los únicos momentos en los que podía comportarse como ella misma, sin máscaras que la cubran.

- Gracias por tus palabras.

- No agradezcas, sólo digo la verdad. Bueno, ya no te voy a molestar más, me retiro.

Al darse la vuelta para irse, Link no pudo evitar que las lágrimas cayeran de sus ojos. Se sentía herido de muerte al ver que la mujer que tuvo entre sus brazos y con la que conoció el amor y la pasión, esté embarazada de otro que no era él. Muchas veces, en sus más absurdos sueños, se imaginó formando una familia con su princesa, disfrutar junto con ella de la hermosa etapa que se encontraba viviendo, pero nada de eso iba a ser posible, pues ahora su vida pertenecía a otra persona, al que sin conocer, despreciaba desde lo más profundo.

- Espera, Link... – dijo la princesa, deteniendo a su amado para que no se vaya.

Link simplemente se dio la vuelta para escuchar lo que Zelda iba a decirle, mientras que ella, al encontrarse con la intensidad de su mirada, se contuvo en sus palabras, dándose cuenta de la imprudencia que estaba a punto de cometer, por lo que decidió cambiar de tema.

- ¿Cómo has estado? – preguntó con nerviosismo.

- He estado bien. Sigo vivo, que es lo que importa. – respondió, fingiendo una sonrisa.

- ¿Estás con alguien? – preguntó, sabiendo la respuesta que iba a darle, la que la entristecía y enfurecía por completo.

- No. Sigo solo y parece que mi destino es seguir así... en cambio veo que tú no estás sola en lo absoluto. – expresó con pesar, sin poder ocultar el malestar que le causaba al imaginarse a su princesa con otro.

- No tienes por qué ocultarme nada. Se por Ravio que no estás solo, que te has enamorado y que vives con una mujer. – dijo con seriedad.

- Eso no es cierto. Yo no me he enamorado ni vivo con nadie.

- ¿Ah?

- Es verdad que hay algunas mujeres atraídas por mí, pero no me he interesado por ninguna, ni mucho menos las he metido en mi casa. Ravio debe haberse confundido, eso es todo.

Zelda no dijo nada ante eso, aunque en el fondo se alegraba de saber que Link no estaba enamorado de nadie. Sabía que no tenía ningún derecho en su vida, y que incluso merecía ser feliz después de haber despreciado su amor, pero los celos eran sentimientos que no podía evitar.

- Ya debo regresar a mi casa, Impa puede preocuparse. – dijo la joven.

- ¿Deseas que te acompañe? No es prudente que regreses sola, y menos en tu estado. – expresó, preocupado.

- No creo que sea conveniente. – dijo, evadiendo el rostro del guerrero.

- Entiendo, tu marido puede enojarse. – dijo con pesar.

- ¡No, Link! No es por eso. La verdad es que yo no...

- Ya me voy, Zelda. Te deseo todas las bendiciones del mundo... y que seas muy feliz con tu familia.

Sin perder ni un solo minuto, Link se retiró de la fuente de Farone mientras las lágrimas se apoderaban de su rostro. Ya no pudo contener el dolor que sentía en su corazón, ahora si había perdido para siempre a la mujer que amaba, quien ya tenía formada una vida, donde él no podía pertenecer bajo ninguna circunstancia.

Por otra parte, sin poder evitarlo más, la princesa empezó a llorar desconsoladamente, mientras que con prisa se encaminó de regreso a su cabaña, a la cual no tardó mucho en llegar.

Rápidamente, se encerró en su habitación, sin siquiera poder contener el llanto y la tristeza que la invadían. Deseó con todas sus fuerzas entregarse a los brazos de su amado desde el momento en que lo vio, confesarle sin ninguna duda que el hijo que esperaba era de él y de nadie más, le dolía lo que él pudiera pensar de ella, que en tan poco tiempo, supuestamente se había enredado con otro, sepultando todos los momentos que vivieron juntos.

Siguió llorando por varios minutos, hasta que un intenso dolor se apoderó de su vientre, sumamente insoportable que provocó que su llanto se intensifique, y que no tenga más remedio que pedir ayuda.

- ¡Impa! ¡Ven, por favor! – exclamó, adolorida.

Al escuchar los gritos de su protegida, la Sheikah dejó de lado todo lo que estaba haciendo y fue a su ayuda. Abrió la puerta del cuarto, y vio a la joven arrimada a una pared, sosteniéndose con ansiedad su vientre.

- ¿Qué ha sucedido? ¿Te caíste? ¿Te golpeaste? – preguntó, preocupada.

- No... creo que mi bebé ya va a nacer.

- ¡Pediré que traigan al médico de inmediato, no me tardo!

La Sheikah ayudó a la princesa a acomodarse en su cama, luego de eso, ordenó al sirviente que vaya en busca del médico, rogándole a las Diosas que no vaya a tardarse mucho...

...

A la llegada de la noche, Link llegó a la Villa Kakariko. A la entrada de la puerta de su casa pudo ver que Ravio lo estaba esperando, quien sabía que ese día iba a regresar de Ordon. Inmediatamente, Link se bajó de su yegua y se acercó a él, momento en el que tomó al soldado del cuello mientras lo observaba con intensa furia, pues quería que le dé una explicación sobre el estado en el que se encontraba la princesa y que había omitido contarle.

- ¿Qué te pasa, Link? – preguntó impactado, sin entender la violenta reacción de su amigo.

- ¿¡Por qué no me dijiste que Zelda se había casado y está esperando un hijo!? – preguntó, enfurecido.

- ¿¡Qué!? ¿¡Pero que tonterías estás diciendo, Link!? Ella se fue a la cabaña de sus padres porque está enferma, no porque se haya casado. – respondió, alterado.

- Acabo de regresar del Bosque de Farone. En el camino me encontré con Zelda y está embarazada. La vi y ella mismo me lo confirmó.

- Eso no puede ser...

- Eso quiere decir que ella se casó con alguien. Ahora entiendo porque no quiso verme más, porque ya se había enamorado de otro. – expresó Link, con sumo pesar.

- No entiendo nada. Ella se fue porque estaba enferma, todos en el palacio comentaron eso, nadie dijo que ella se fue al Bosque de Farone para casarse o porque estaba embarazada. Nadie lo mencionó, te lo juro. ¿Tú crees que yo te hubiera ocultado semejante cosa? ¡Eso nunca, Link! – contestó con firmeza el soldado.

Ravio se soltó con fuerza de las manos de Link, mientras que este simplemente se dio la vuelta, evadiendo la mirada de su amigo, guardando silencio mientras recordaba todo lo que había ocurrido en el bosque.

- Tal vez conoció a alguien en todo este tiempo que estuvimos separados. Se casó con él y quedó embarazada.

- Todo esto es muy extraño, no sé qué decirte.

- No tienes idea de lo que siento en estos momentos. Sólo de pensar que algún bastardo puso sus manos en ella, que la embarazó, me enferma, me consume terriblemente. Sin conocerlo ya lo odio, lo detesto con todas mis fuerzas. – expresó, irascible.

- ¡Ya basta! ¡Has perdido por completo el juicio! Te has encaprichado de manera enfermiza por la princesa, se ha vuelto una terrible obsesión que sólo te está atormentando. – dijo, mientras agarraba del cuello a su amigo.

- ¡No es un capricho! ¡Yo la amo, y por más que me he esforzado no logro olvidarla! ¡No puedo!

- ¡Pero ella ya no te ama! Tienes que aceptarlo por más doloroso que sea, tarde o temprano eso llegará. Me ocurrió a mí, y muy pronto te ocurrirá a ti.

Observando que la furia y la tristeza se habían apoderado por completo de su amigo, Ravio decidió que mejor entraran a la casa para que se tranquilice, pues no deseaba que nadie se dé cuenta del mal estado en el que se encontraba.

...

En la cabaña ubicada en las profundidades del Bosque de Farone, desde hace varias horas, la tensión iba en aumento para todos los que la habitaban. El rostro de la princesa se encontraba más pálido de lo normal, se sentía sumamente agotada y su cuerpo estaba humedecido. La joven yacía acostada en su cama mientras su cuidadora le sostenía con fuerza su mano, siendo su soporte en esos momentos tan duros por los que estaba pasando.

- Vamos, Zelda. Sólo un poco más...

Dejando de lado el intenso dolor que la atormentaba, pero dando su último esfuerzo, la joven logró escuchar un peculiar sonido, el cual no era otro que un delicado llanto. Al principio fueron dulces quejidos, pero luego se intensificó y se volvió más sonoro, provocando que el corazón de la princesa se estremezca por completo.

- Felicidades, princesa, es un varón. – dijo el doctor, completamente emocionado.

El médico colocó al bebé en los brazos de la princesa, y una vez que este sintió el calor de su madre, se tranquilizó de inmediato. La joven, al tener a su retoño en su pecho, sintió que en su corazón nacía un nuevo sentimiento, como si a aquella criatura la conocía de toda su vida, haciendo que se pregunte cómo pudo haber vivido sin ella por todos los años de su existencia. Por primera vez, experimentó la intensidad y calidez del amor incondicional de una madre a su hijo.

Zelda no pudo evitar abrazar a su bebé y soltar lágrimas de felicidad al tenerlo por fin junto a ella. Sentía que el amargo sufrimiento que tenía por la pérdida de su amado se veía recompensado con el nacimiento de tan hermosa criatura, a quien al observar detenidamente, se dio cuenta que era muy parecido a su padre, al único hombre que desde siempre había amado.

- Por fin te conozco, mi amor... te amo y sólo viviré para ti. – dijo en susurros, mientras acariciaba la cabeza de su pequeño.

Impa, al observar la escena, no pudo evitar abrazarla mientras lloraba debido a la emoción. Al igual que Zelda, se sentía inmensamente feliz de ver que el pequeño había nacido, sin nada ni nadie que se atreviera a impedirlo.

- Felicidades, mi niña, has sido muy valiente. Valió la pena todo el dolor y sufrimiento por el que has pasado, pues ahora ya tienes a tu bebé en tus brazos. – expresó la Sheikah.

- Si, Impa, por primera vez en mucho tiempo, soy muy feliz. – respondió llorando, sintiendo como su corazón se regocijaba en la felicidad.

Aquella noche, las estrellas alumbraban la oscuridad del cielo del Bosque de Farone, destellando con intensidad por el nacimiento del fruto del amor de los elegidos por las Diosas.

...

Mientras en las profundidades del Bosque de Farone se llevaba a cabo el dulce acontecimiento, Link dormía profundamente en su habitación, quien después de haberse tranquilizado, se despidió de su amigo y se echó a su cama a descansar, agotado después de haberse desahogado tanto.

Siguió sumido en el sueño, a pesar que su semblante estaba completamente perturbado, rostro con el que dormía todas las noches desde el día en que su amada lo lastimó, pero de repente, se despertó de manera abrupta, pues sintió una fuerte opresión en el pecho entremezclada con una gran ansiedad.

- ¿Qué me pasa? ¿Qué es esto que estoy sintiendo? – pensó para sí mismo, consternado.

El joven se sentó en el borde de la cama para tratar de calmarse, pero aquella acción fue en vano, pues sentía emociones muy fuertes e inexplicables en el fondo de su corazón, como si algo muy importante hubiera ocurrido en esos momentos...


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