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Apoyo incondicional

Una vez que se despidió de la princesa, el joven héroe regresó a su habitación a paso apresurado. Su corazón latía acelerado mientras que el sonrojo de sus mejillas no podía ser ocultado, pues el acercamiento que tuvo con Zelda, estremeció terriblemente sus sentidos.

- Nunca había estado así de cerca con una mujer, mucho menos con la princesa... es tan atrayente.

Desde hace tiempo reconocía su gran devoción por la joven monarca, pero nunca se había sentido tan impactado al estar cerca de ella... de sus ojos, del aroma de su piel.

Cerró los ojos para seguir pensando en ella, deleitándose una y otra vez con el recuerdo de haberla tenido entre sus brazos, hasta que inesperadamente su acción fue detenida por el ruido de la puerta.

- ¡Link, abre la puerta, por favor!

- Pasa, Ravio. – contestó, habiendo salido de su trance

Quien entró a la habitación era un soldado del palacio. Un joven apuesto de cabellera púrpura y ojos color verde oliva que se hospedaba en una alcoba cercana a la de Link. Era proveniente del reino de Lorule y se había unido a la guardia real un año atrás.

Desde que supo quién era Link, demostró tenerle una gran admiración por su gran labor y valor para con el reino. Al inicio se dirigía a él con suma formalidad, pero con el tiempo, el joven héroe le pidió que no lo trate de esa manera, pues a diferencia de los otros soldados, con Ravio había tomado una gran empatía.

En unas de sus conversaciones, sintiéndose apenado, Ravio le confesó a Link que antes era una persona sumamente miedosa e insegura, motivo por el que decidió unirse al ejército de Lorule para fortalecerse, lugar al que estuvo sirviendo por años, pero terminó dimitiendo al cargo por razones personales. El héroe decidió no preguntarle los motivos de aquello para no incomodarlo y centrarse sólo en mejorar su entrenamiento.

- ¿Te sientes bien? Estás muy agitado y con las mejillas sonrojadas. Te vi entrar con prisa a tu habitación, por eso vine a ver qué te pasaba. – dijo el joven, preocupado.

- No... no me pasa nada. Sólo estoy un poco cansado por el entrenamiento de hoy. Ha sido sumamente duro. – respondió, fingiendo incomodidad.

- Bueno, si tú lo dices. Si no hay nada que te preocupe, me voy a mi alcoba a descansar. Buenas noches.

- Gracias por preocuparte, Ravio. Buenas noches.

Cuando Ravio se retiró, Link entró a darse un baño para calmarse y poder dormir tranquilo.

Mientras el agua caía por su cuerpo, el recuerdo de la princesa entre sus brazos regresó con fuerza a su agitada mente. Sin duda, esa noche no podría sacársela de la cabeza, aunque era consciente de que todo lo que se estaba imaginando con ella no podía pasar a ser nada más que un simple y efímero sueño.

...

Al día siguiente, Link se encontraba en el campo de entrenamiento instruyendo a los soldados en nuevas técnicas de ataque y defensa. Mientras observaba a cada uno de sus pupilos siguiendo con sus indicaciones, tuvo una extraña sensación recorrerlo, como si alguien lo estuviera observado.

Alzó la mirada buscando al responsable y se sorprendió de ver a la princesa desde uno de los balcones. La joven, quien se vio descubierta, se limitó a darle una sonrisa mientras levantaba la mano en signo de saludo, acción que Link respondió de la misma manera. Luego, sin preverlo, ambos siguieron mirándose el uno al otro, completamente extasiados.

Se observaron sin medir el tiempo, en el que transmitieron lo que las palabras no podían ni debían decir. En ese momento, nadie más que ellos existían; incluso el joven se había olvidado de su labor para con los soldados.

Lamentablemente, su encantamiento tuvo que ser interrumpido, pues Impa se acercó a la princesa diciéndole unas palabras por las que la joven se tuvo que retirar; no sin antes, regalarle una última sonrisa al capitán de la guardia, el que sintió desfallecer al ver que su adoraba se retiraba.

Una vez que la princesa se desvaneció del balcón, Link decidió seguir con sus labores, dándose cuenta que dos soldados estaban mirando en la misma dirección a la que él se había fijado antes.

Escuchó salir procaces palabras de la boca de uno de estos.

- Definitivamente, la princesa está muy buena. – dijo uno de los soldados.

- Sí, es bonita, pero es mejor que no te fijes en ella, no seas irrespetuoso. – sugirió el otro, con seriedad.

- ¡No empieces! Daría lo que fuera por llevármela a la cama en estos momentos, no tienes idea las cosas que le obligaría a...

El soldado no pudo terminar su frase, pues sin darse cuenta había sido impactado en la cara por un golpe de su mismo capitán.

- ¿¡Capitán!? – cuestionó aterrorizado.

- ¿¡Qué has dicho, bastardo!? ¡Cómo te atreves a hablar así de la princesa! – exclamó Link, con inmensa furia mientras lo sostenía por el cuello.

- ¡Sólo estaba bromeando! ¡Se lo juro!

- ¡No me interesa! En estos momentos quedas exiliado de tu cargo. No quiero verte ni un minuto más en el palacio.

- Pero...

- ¡Lárgate!

Link lanzó al soldado con suma brusquedad al suelo, quien huyó despavorido debido al terror de la fiereza mostrada.

El resto de los soldados se quedó estupefacto por la reacción del joven héroe, pues en todo el tiempo que tenían trabajando con él, nunca lo habían visto comportarse tan agresivo. Link, al notar la sorpresa que había causado, se dirigió a su grupo con suma seriedad.

- Pido disculpas por lo que acaban de presenciar, pero no pude tolerar que su compañero se exprese así de una mujer, mucho menos si esta se trata de nuestra monarca. Olvidemos este incómodo suceso y sigamos con el entrenamiento.

Luego de aquellas palabras, los soldados obedecieron. Sin embargo, Ravio se sintió sumamente preocupado con la violenta reacción de su amigo.

...

Al llegar la noche, Link había terminado de bañarse después de un arduo día de entrenamiento. Aun se sentía sumamente molesto por el incidente que tuvo con el soldado, pues no podía perdonar las soeces palabras que este dijo sobre la princesa.

Debido a la presión, decidió salir a caminar por los jardines, para ello traía puesto un pantalón negro con una camisa blanca, una de las ropas que había comprado desde que empezó a vivir en el palacio para usarlas en sus días libres y estar más cómodo.

Una vez que estuvo listo, se disponía a salir de su habitación, pero al abrir la puerta se encontró con su amigo Ravio, quien inesperadamente había llegado.

- Link, ¿cómo estás?

- Estoy bien, ahora iba a salir a caminar un poco. ¿Deseas venir?

- No, gracias, tengo algunas cosas que hacer. Sólo vine a preguntarte algo que me tiene preocupado.

- ¿Preocupado? ¿Qué sucede?

- Es sobre el problema que hubo en el entrenamiento...

Link se incomodó debido a la frase de su amigo, no sabía cómo explicar la razón de su actuar.

- Sé que no debí reaccionar de esa manera, pero...

- Link, no pretendo juzgarte por lo que ocurrió. Sólo quisiera saber, ¿por qué reaccionaste así cuando el soldado dijo esas cosas de la princesa? Sé que no fue respetuoso que hable así de una mujer, pero tu forma de actuar no fue de lo más normal.

- Ravio...

- No es la primera vez que escuchas a mis compañeros hablar de esa manera de una mujer que les gusta, por eso me sorprende que de la nada hayas reaccionado así.

- ¡No hablaron de cualquier mujer, sino de la princesa! – expresó enojado.

Ravio se sorprendió ante la confesión de su amigo. Fue en ese momento que se dio cuenta que Link había reaccionado de manera violenta por tratarse únicamente de la princesa.

Link, por su parte, no deseaba que su amigo malinterprete sus palabras, así que rápidamente pensó en una explicación.

- Yo fui testigo de cómo la princesa sufrió con todo la invasión causada por Ganondorf, ese hecho provocó que ella y yo nos hagamos buenos amigos. Por ese motivo no puedo permitir que nadie le falte el respeto. Ella es una dama. – explicó con suma seriedad.

Ravio se quedó pensativo con las palabras de Link, pues no le creía del todo lo que le estaba diciendo, ya que un supuesto amigo no reaccionaría como él lo hizo. Había algo que escondía con recelo.

- Ya veo... pues me alegro que entre los dos haya una "linda amistad" por el hecho de que lucharon juntos por Hyrule. Sin embargo, descartando las cosas que dijo ese sujeto de la princesa, no me vas a negar que ella es una mujer bellísima en todo sentido. – dijo, tratando de sacar información.

Link se puso ansioso con aquel comentario, pero prefirió no responder, provocando la insistencia de su amigo.

- No me has respondido, Link. Sé que eres muy respetuoso y discreto, pero no eres ciego y eres hombre como yo. Dime, ¿la princesa te parece atractiva? – preguntó, con una sonrisa pícara.

Viéndose acorralado, Link decidió sincerarse para salir rápidamente de la bochornosa situación.

- Si... es muy hermosa.

Ravio sonrió ante esa respuesta, pues en ese momento sus dudas fueron disipadas.

El joven se disponía a hacer otra pregunta, pero no tuvo oportunidad de aquello, pues Link salió rápidamente de la alcoba, evitando de esa manera poner en mayor evidencia sus sentimientos.

...

Una vez en los jardines del palacio, Link se sentó en una de las bancas ubicadas en el sitio. No podía sacarse de la cabeza la conversación que tuvo con su amigo.

- Es hermosa...

Podía engañar a los demás, pero nunca así mismo. Sin lugar a dudas, reconocía que lo que sentía por la princesa era superior a una simple atracción física, era algo más profundo y especial que iba más allá de lo tangible.

Una vez más, se había ensimismado en sus pensamientos por ella, sin percibir que alguien se había sentado a su lado inesperadamente.

- Hola, Link. ¿También te gusta venir aquí?

- ¡Zelda! – exclamó sorprendido.

- Disculpa si te asusté, no era esa mi intención. – dijo preocupada.

- No te preocupes. La verdad me gusta venir a los jardines a despejarme después de un pesado día. ¿Y tú qué haces aquí?

- He venido empujada por tus mismos motivos. Me gusta venir aquí a relajarme. – contestó con una sonrisa.

Ambos se quedaron en silencio, escuchando como las criaturas nocturnas entonaban sus peculiares cantos, hasta que la princesa decidió hablar de un tema que la tenía preocupada.

- He escuchado unos rumores...

- ¿Rumores? – preguntó extrañado.

- Escuché por las sirvientas que golpeaste a uno de los soldados, y que incluso lo despediste. ¿Podrías indicarme los motivos que tuviste para haber tomado esa decisión? – preguntó con seriedad.

Link se sintió muy nervioso con la pregunta de la princesa. De ninguna manera podía revelarle los motivos que le empujaron a golpear y despedir al soldado, sobre todo porque no quería ponerse en evidencia ante ella.

- Zelda, yo lo lamento, pero es que...

- Link, no quiero que de ninguna manera pienses que estoy desautorizándote, pues sé que debiste tener una buena razón para hacerlo, y yo te apoyo. – dijo, mostrando una sonrisa.

- Se portó irrespetuoso conmigo, sólo eso. – mintió, para poder librarse de la situación.

- Entonces, si es así, me alegro que hayas tomado esa decisión. Sé que no eres una persona agresiva y si actuaste de esa manera es porque ese sujeto debe haberse pasado de la raya. Esperemos que esta experiencia le sirva de lección.

- Gracias por tu apoyo, Zelda.

- No tienes nada que agradecer, pues ese es el concepto que tengo de ti. – dijo, sonriendo una vez más.

La princesa se sentía muy cómoda estando cerca del joven. Una vez más, recordó cuando la fue a rescatar de las garras de Ganondorf y de lo protegida que se sintió con él cuándo estaban montando a Epona y persiguiendo al villano. A pesar del difícil momento, Link no dejó de cubrirla para que nada la lastime.

- Nunca podré dejar de agradecerte lo que hiciste por Hyrule. Ni todo el dinero del mundo serviría para pagar semejante hazaña. – dijo conmovida.

- No agradezcas nada, sólo seguí con los designios de las Diosas. – contestó sonrojado.

Los dos se quedaron pensativos por varios minutos, hasta que Zelda decidió entablar otro tema de conversación.

- ¿Extrañas Ordon?

- Claro que lo extraño, tanto al pueblo como a las personas.

- Deberías ir a visitarlos. Desde que viniste a vivir al palacio no has ido para allá.

- Lo sé, pero no creas que me he desentendido. Me he comunicado con todos ellos por medio de cartas, en especial con Moy e Ilia.

- Ella es la joven por la que iniciaste tu viaje, ¿cierto? – preguntó, sintiéndose incómoda.

- Así es, por ella y los niños de Ordon. A Ilia la quiero como una hermana y siempre estaré agradecido por lo que hizo por Epona y por mí. Se preocupó por nosotros.

- He notado que tienes una estrecha relación con tu yegua.

- Epona es mi mejor amiga. Ha estado a mi lado desde que era una potranca. En ese entonces, la encontré herida en la fuente de Latoan. Al inicio se portó arisca cuando quise acercarme para sanarla, pero viendo que no me daba por vencido, fue bajando la guardia. Desde entonces nos hicimos inseparables.

- Es una hermosa historia. No todos se relacionan así con los animales, en especial unos tan nobles y fieles como los caballos. – manifestó, sonriendo ante lo que contó el joven.

- Siempre he tenido la sensación que conozco a Epona desde antes, talvez por eso me llevo tan bien con ella.

- Ordon es muy especial para ti en muchos sentidos, por eso insisto que deberías ir. No quiero que las presiones del palacio te consuman. – dijo, sintiéndose mal por aquello.

- Iré a visitarlos, eso es seguro, pero por el momento deseo quedarme aquí sin importar las presiones de mi cargo. Yo le guardo un cariño muy especial a mi pueblo, pero soy consciente de que nunca pertenecí a ese sitio, pues soy muy diferente a sus habitantes. Soy un Hylian y mi lugar está aquí en Hyrule.

Link se quedó en silencio unos segundos, hasta que le hizo a la princesa una íntima confesión.

- ¿Sabes quién fue la primera persona con orejas puntiagudas que vi cuando llegué a este lugar?

- ¿A quién?

- A ti...

- Oh...

Zelda se sonrojó ligeramente al escuchar la confesión del capitán de la guardia. No comprendía la razón, pero se sintió bien el saber que fue la primera persona de su raza que conoció.

- Aparte de mis padres, eres la única persona de mi raza con la que me he relacionado.

Cuando mencionó a sus padres, la joven notó un dejo de tristeza en su mirada, cosa que la apenó enormemente.

- Mis padres fueron unos comerciantes de la ciudadela del palacio. Llegaron a Ordon conmigo de recién nacido. Cuando tenía doce años murieron en un accidente de carreta durante su jornada de trabajo. Fue un golpe muy duro para mí, pero con el apoyo de Moy y mis vecinos, salí adelante. Yo les debo mucho a los de Ordon, son mi familia, pero también estoy feliz de conocer que mi verdadero origen viene de esta tierra.

- Referente a tus padres, lamento mucho lo que ocurrió con ellos, pero al mismo tiempo, me alegro que a pesar de todo lo malo seas agradecido y reconozcas el valor de los demás. Yo también perdí a mis padres cuando era pequeña, desde ese día Impa no ha dejado de cuidarme e incluso me ha protegido de las exigencias del Consejo Real. No tuve una niñez completa por las presiones que ellos me imponían, pero a pesar de eso, ella siempre me trató con cariño. Es como mi madre. – relató Zelda, sintiéndose melancólica.

- Siento mucho lo de tus padres, pero también me alegra mucho saber que a pesar de los problemas hayas tenido a Impa a tu lado. – dijo el joven.

Luego de una ligera pausa, la princesa le hizo una sincera confesión al héroe elegido.

- ¿Sabes, Link? Me siento honrada de que seas amigo de alguien tan aburrida como yo.

- ¿Ah? ¿Por qué dices eso? – preguntó con malestar.

- Mi vida puede ser deseada por muchos, mas no tienen idea de las cosas que tengo que pasar por pertenecer a la realeza. Nunca he salido del palacio por simple gusto, siempre ha sido obligada por cumplir con protocolos. Yo no sé lo que es maravillarme con una puesta de sol sino la miró desde los fríos balcones de mis aposentos. – mencionó entristecida.

- No eres aburrida, eres simplemente maravillosa. Preferiste arriesgar tu propia vida para salvar a tu pueblo, diste tu alma para que Midna pueda sobrevivir, tienes un espíritu puro y sin malicia. Cualquier mujer desearía ser como tú.

Zelda se sonrojó con las palabras que sus oídos habían escuchado, era la primera vez que alguien reconocía sus virtudes de esa manera. Sin poder evitarlo, las lágrimas empezaron a caer de sus ojos, pues no recordaba cuando fue la última vez que se sintió halagada sinceramente.

- Zelda... – dijo Link, preocupado al verla llorar.

- Lo lamento, no quiero que me veas de esta manera. Qué vergüenza. – dijo, secándose las lágrimas.

Una dolorosa punzada en el corazón sintió el joven al ver a la princesa llorar, pues en todo el tiempo que la había tratado, sólo conocía la seriedad que la caracterizaba, mas nunca la había visto tan frágil y vulnerable. Sin poder contenerse, se acercó a ella para abrazarla, tratando de esa manera calmar las penas de su alma.

Al inicio, Zelda se sorprendió ante el atrevido acto del joven héroe, pero luego de deleitarse con la calidez de estar entre sus brazos, simplemente le correspondió y se dejó consolar.

- Todo estará bien, tranquila. – la consoló Link, mientras le brindaba una sonrisa.

Al sentir la cercanía con la princesa, Link dio rienda suelta a otro atrevido acto. Acarició el rostro de la joven con delicadeza para secar las lágrimas que aún seguían cayendo por sus mejillas. Por su parte, Zelda no opuso resistencia, sólo disfrutó de la calidez de los roces mientras lo miraba a los ojos con ternura.

- Yo siempre te protegeré. Estaré a tu lado hasta que tú me pidas que me aleje de ti. – afirmó Link, con determinación.

- Jamás te pediré que te alejes de mí. Nunca me había sentido tan protegida y segura como ahora. – contestó, sonriendo con calidez.

Sin haberlo planeado, sus labios se iban acercando como si fueran atraídos por un fuerte magnetismo, pero su acto se vio interrumpido al escuchar la sonora voz de la Sheikah.

- Zelda, ¿estás ahí?

Rápidamente y sintiéndose avergonzada, la princesa se apartó de Link y contestó al llamado de su consejera.

- Si, Impa, aquí estoy. – respondió nerviosa.

Al escuchar respuesta, la Sheikah se acercó hacia donde los jóvenes se encontraban.

- Buenas noches, Link. ¿Cómo estás?

- Buenas noches, Impa. Estoy bien, gracias por preguntar. – contestó, evitando parecer nervioso.

- Es mejor que nos retiremos, mañana será un día pesado. Buenas noches, Link, que descanses. – se despidió Zelda, sintiéndose ansiosa.

- Buenas noches Ze... princesa. Que descanse. – dijo, evitando cometer un error delante de Impa.

Una vez que Impa y Zelda se despidieron y se retiraron de los jardines, Link decidió quedarse un poco más de tiempo pensando en lo ocurrido.

Se observó las manos con interés al saber que estas habían grabado la hermosa piel de la princesa. Sólo con haberla tocado una vez, sintió como un agradable estremecimiento de apoderaban de su cuerpo y corazón.

Tan agradable acto provocó que una sonrisa se le dibujara en el rostro. Luego decidió irse a su alcoba a descansar para poder calmarse de las fuertes emociones que había sentido hace tan sólo unos minutos.

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