Almas enlazadas
Los rayos del sol empezaron a cubrir la majestuosidad del palacio de Hyrule, iluminando de manera intensa la habitación principal de dicho sitio. Lentamente, la joven princesa empezó a despertarse, sintiendo como la felicidad y el regocijo de su corazón se reflejaban con una sonrisa en sus labios, pues el saber que su amor y el del héroe se habían reconocido, la hacían sentir muy complacida.
Cuando se levantó de la cama, escuchó a su consejera tocar la puerta, quien en el momento que entró a los aposentos no pudo dejar pasar desapercibida la felicidad que embargaba a la joven princesa.
- Buenos días, Zelda. ¿Y esa sonrisa? Hace tiempo que no te veo así.
- Nada especial, simplemente dormí muy bien. – respondió, evitando no ser descubierta.
- Bueno, es mejor que vayas a bañarte para que bajes a desayunar. Recuerda que hoy tendrás un día completo de reunión de Consejo.
- Lo sé perfectamente.
Luego de aquellas palabras, la joven se dirigió a bañarse mientras que la Sheikah escuchó desde afuera como cantaba una canción de amor en idioma hyliano antiguo, cosa que se le hizo sumamente extraña de su parte.
- Algo escondes, Zelda...
...
Los soldados se encontraban cada uno en sus posiciones, esperando la señal de su capitán para iniciar con el entrenamiento.
Desde que el joven héroe había llegado, todos notaron algo diferente en él, pues la seriedad de su semblante se había esfumado para darle cabida a una sonrisa cálida, en la que se escondía una gran felicidad, que por más que intentaran descubrir, se mantenía en escondite.
Para Ravio, la actitud de su amigo no pasó desapercibida, así que moviéndose del puesto en donde se encontraba se acercó hacia él para preguntarle.
- Link, desde hace un momento te noto extraño. – indicó, mostrando curiosidad.
- ¿Extraño? No sé a qué te refieres.
- Bueno, tú siempre te comportas serio en los entrenamientos y ahora te noto sumamente... ¿feliz? – preguntó confundido.
No pudo evitar sonrojarse ante tal comentario. Sin embargo, de ninguna manera iba a revelar el secreto de la relación amorosa que llevaba con su monarca.
- Amanecí de buen humor. Sólo eso, amigo. – contestó, tratando de parecer tranquilo.
- Ah... ya veo.
- Es mejor que regreses a tu puesto, el entrenamiento está a punto de empezar.
- Sí, eso haré...
Luego de unas horas de transcurrido el entrenamiento, Ravio observó que Link seguía con el semblante animado, parecía que su cuerpo estaba en el campo, mas su mente se encontraba en algún lugar que sólo las Diosas conocían.
Estaba dispuesto a dejar de preocuparse por su amigo y seguir con sus actividades, pero inesperadamente vio como el capitán observaba un peculiar balcón del palacio de manera intensa... y fue en ese momento que supo lo que estaba ocurriendo.
La princesa se encontraba en el balcón de sus aposentos, regalándole al capitán una sonrisa que, en todo el tiempo que llevaba viviendo en el palacio, jamás se la había visto. Por otra parte, Link le sonreía de la misma manera, mientras la miraba extasiado, como si se tratara de la más divina de las criaturas.
Ver la escena entre la pareja, no sólo le provocó una enorme preocupación, sino que una dolorosa imagen, que creía olvidada en el fondo de su inconsciente, vuelva a resurgir.
- No te metas en problemas, Link...
...
Una vez que las estrellas se hicieron presentes en la oscuridad del cielo, la pareja se dirigió a su esperado encuentro en el jardín del palacio.
Cuando la princesa llegó, vio a su amado de espaldas esperando su llegada. Pretendía sorprenderlo sin que este se dé cuenta, pero al final los papeles se invirtieron cuando el joven se dio la vuelta, portando una rosa roja en su mano.
- Buenas noches, preciosa. – dijo, mientras le estiraba la rosa.
- Buenas noches, mi amor. – saludó, ruborizándose por el halago.
La joven tomó la rosa para enseguida deleitarse con su aroma. Todos los pretendientes que la habían cortejado la habían llenado de todo tipo de flores, pero ninguna le había parecido más hermosa y exquisita que la que le estaba dando su amado.
Luego de dejar la rosa de lado, el joven tomó por la cintura para besarla con intenso frenesí. La pasión desmedida que sentían ambos en la caricia de sus labios era desbordante y desesperada, tanto que después de un momento tuvieron que separarse debido al sofocamiento.
- Tenemos poco tiempo, pero me haces muy feliz. Gracias a ti ya no me siento sola entre estas frías paredes. – expresó la princesa.
- Tú también me haces muy feliz, desde ahora ni tú ni yo estaremos solos. Ahora nos tenemos el uno al otro.
- Link, hay que ser cuidadosos. Por más que intento ocultar las cosas, Impa percibe la dicha que me embarga. No quiero que nos descubran. – dijo, preocupada.
- Tienes razón. El día de hoy Ravio también me estuvo haciendo muchas preguntas.
- Él es el soldado de Lorule, ¿verdad?
- Sí, pero no te preocupes, no le demostré absolutamente nada. De ninguna manera pienso arriesgar lo nuestro.
- Por suerte nadie viene a estos jardines, mucho menos en las noches. Podemos quedarnos aquí sin riesgo a nada y dar rienda suelta a nuestras demostraciones de afecto.
Luego de aquellas palabras, la pareja se escondió en un rincón del jardín para entregarse a la boca del otro, transmitiéndose de esa manera el amor que llenaba sus almas de inmensa alegría.
...
Meses transcurrieron para la pareja de enamorados, quienes a pesar de llevar su romance en la clandestinidad, vivieron su relación de manera dulce e intensa. Trataban de pasar juntos el mayor tiempo posible, ya sea saliendo de paseo por la pradera del reino con la fiel yegua del joven o escondiéndose en las sombras del jardín que aguardaba sus encuentros.
Ese día, debido a la impaciencia de esperar hasta la noche, la princesa y el héroe decidieron encontrarse más temprano de lo normal en el lugar de siempre; cuando el ocaso recién se encontraba en su apogeo.
Habiéndose olvidado del paso implacable del tiempo, el joven tenía a su amada arrinconada en la verdosa pared mientras disfrutaba del sabor de sus labios con ansiedad. La monarca demostraba la misma sed de besos que su caballero, rodeando su cuello con sus brazos para asegurar el agarre.
Estuvieron en ese trance hasta que las cosas se salieron de control, pues sin planearlo el capitán acarició con deseo los pechos de su princesa encima de la ropa, mientras que con su boca devoraba su cuello, provocando que esta se asuste y lo separé de su cuerpo rápidamente. Previo a eso, el joven se dio cuenta de su error y se arrepintió por aquello.
- Perdóname, no me di cuenta. – dijo, terriblemente avergonzado.
Sus palabras eran sinceras. Link de ninguna manera quería aprovecharse de ella, pero debido al terrible estremecimiento que invadía su cuerpo, se dejó llevar por el amor y la pasión, los que parecían a punto de estallar cada vez que tenía a su princesa en sus brazos. Nunca se había sentido tan descontrolado con una mujer.
El héroe elegido se sentía preocupado por su atrevimiento. En esos momentos esperaba que la joven le dé una merecida bofetada, pero para su sorpresa eso nunca llegó.
- No te preocupes, Link. Sé que no eres un aprovechado. – expresó, seria y ruborizada.
La princesa mostró un semblante tranquilo, pero a partir de haber sido acariciada de manera tan íntima por primera vez en su vida, un extraño sentimiento empezó a recorrerla. No sabía cuál era, pero definitivamente era muy agradable y atrayente... sin embargo, sentirse de esa manera la asustaba un poco.
- Es mejor que nos despidamos. Ya pronto va a anochecer. – dijo nerviosa
- ¿Estás enojada conmigo? – preguntó preocupado.
- No, claro que no... pero es mejor retirarnos a nuestras habitaciones.
Muy a su pesar, Link tuvo que aceptar las condiciones de su amada y despedirse de ella. Se sentía terriblemente mal pensando que la decisión de ella de separarse había sido provocada por su atrevimiento.
Debía buscar la manera de arreglar las cosas y no permitir que piense mal de él...
...
Con la llegada de la noche, la mayoría de los habitantes de palacio se estaban alistando para entregarse a los brazos del sueño; a excepción de un joven, que se sentía profundamente mortificado.
Tomar un largo y relajante baño, y mantenerse encerrado en su habitación, no le ayudó en lo absoluto a tranquilizar su conciencia. Sólo de pensar que su atrevimiento pudo incomodar a su amada lo horrorizaba en sobremanera, pues no quería que debido a eso se aleje de su lado.
Observando las alturas del majestuoso palacio, se encontraba el capitán buscando el balcón perteneciente a los aposentos de su princesa. Sabía que la idea que se le había ocurrido era completamente impulsiva y fuera de sitio, pero necesitaba llegar hasta ella para pedirle perdón por la falta cometida hace unas horas.
Una vez que localizó el balcón deseado, sacó una de las zarpas que consiguió durante su aventura. Apuntó a unas enredaderas que se encontraban en la pared y dejó que la fuerza del aparato lo hale, mientras le rogaba a las Diosas que su amada lo reciba.
...
Cubierta por una corta y delicada bata de seda, se encontraba la monarca cepillando su largo y castaño cabello antes de dirigirse a su cama para descansar.
Todavía su mente estaba invadida por los hechos ocurridos con su amado héroe hace unas horas, pues el haber sido besada y tocada de manera tan apasionada por parte de él la había hecho sentir estremecida e inquieta.
Una vez que su cabello estuvo listo, se acercó a su cama para cubrirse con las sábanas, pero el ruido del ventanal de su balcón detuvo su acción, haciendo que se preocupe al preguntarse a qué se debía.
Lenta y precavidamente se acercó hasta la puerta, rogándole a las Diosas que sólo sea su imaginación la escucha de aquel ruido, pero una vez que despejó las cortinas, se sorprendió al ver al dueño de sus pensamientos mirarla con insistencia para que le abra.
- ¡Link!
Con prisa, abrió la puerta de su balcón, permitiendo que el desesperado joven entre y se acerque hasta ella.
El capitán se disponía a hablar, pero se quedó enmudecido al ver a su amada tan sensualmente vestida, donde pudo maravillarse con la voluptuosidad de sus largas piernas y el encantador escote que sobresalía de la prenda.
La princesa se dio cuenta de la intensa mirada del hombre que amaba encima de ella, y no pudo evitar ruborizarse ante aquello, así que rápidamente trató de desvirar el tema repitiendo su pregunta.
- Link, ¿qué haces aquí? – preguntó seria y avergonzada.
Una vez que salió de su trance, se dirigió a su amada para explicarle las razones de su venida.
- Sé que no debí venir, pero necesito que me escuches. – dijo el joven, angustiado.
- Me estás preocupando. ¿Qué sucede? – cuestionó, preocupada.
- Por favor, perdóname. – dijo, mostrando sumo malestar.
- ¿Por qué?
- Por lo que ocurrió hace rato, no debí besarte ni tocarte de esa manera. Soy un idiota.
- Link, no digas eso, por favor. Ya te dije que no tenías de que preocuparte.
- No es cierto, de no haberte afectado no te hubieras retirado. Por favor, perdóname, prometo nunca más propasarme contigo. A veces no sé cómo comportarme cuando estamos juntos, pues nunca he tenido ningún tipo de experiencia o acercamiento con una mujer. Tú eres la primera. – confesó, terriblemente sonrojado.
La princesa se acercó hasta su amado y le dio un dulce beso en los labios, demostrándole de esa manera que nada de lo que él hizo la había afectado. El joven se sintió tranquilo al ver su reacción. Con eso, el miedo que tenía se había disipado.
- Talvez demostré incomodidad por estar en las mismas condiciones que tú. Nunca he sido besada ni tocada de esa manera por nadie, y las sensaciones que sentí fueron completamente nuevas. Ya no te mortifiques, no pasa nada. – explicó, en tono dulcificado.
- Gracias por no juzgarme. Tenía miedo de que te alejes de mí. – dijo, sintiéndose aliviado.
- Nunca me alejaré de ti. Ahora que nos hemos reencontrado, eso no sucederá.
Se quedaron abrazados por unos minutos, aprovechando la hermosa sensación de tenerse entre los brazos del otro, hasta que el joven se separó de ella para retirarse.
- Me voy para que puedas descansar. Hasta mañana.
Luego de un último beso, el joven se dirigió al balcón para retirarse... y fue en ese momento que la princesa sintió una extraña sensación formarse en su cuerpo.
- No te vayas...
Esas palabras detuvieron los pasos del joven, quien creyó que el destino le estaba jugando una mala pasada.
- Zelda...
- Quédate conmigo esta noche. – pidió nerviosa, pero con determinación.
Sintió desfallecer al oír tan tentadora propuesta. Desde hace meses, todas las noches, soñaba en deleitarse con los encantadores secretos de su amada, mas de ninguna manera se lo propuso por el profundo respeto que sentía hacia ella. No podía creer que ella misma le estaba pidiendo que se quede.
- Link, quédate conmigo.
- ¿Estás segura? No quiero forzarte a nada. No es necesario esto para que me demuestres el amor que sientes por mí. – dijo, sumamente nervioso y ruborizado.
- Nunca he estado tan segura como ahora, sobre todo por las intensas sensaciones que provocaste en mí por medio de tus caricias. Nuestras almas se pertenecen desde siempre y quiero que esta noche consumamos ese amor que tanto nos enloquece.
- No es correcto, te estaría faltando el respeto y eso es algo que nunca podría perdonarme.
- ¿Por qué dudas? ¿Acaso no deseas estar conmigo? – pregunto Zelda, angustiada.
- ¿Cómo no desear a una mujer tan bella como tú? Eres todo lo que anhelé tanto física como espiritualmente. – manifestó, mientras besaba su mano con cariño.
- Entonces, quiero que me hagas tuya y que tú seas mío. Jamás me faltarías el respeto porque sé que me quieres. Esta unión sólo nos pertenecerá a ti y a mí, donde quiero que nos demostremos cuanto nos amamos y deseamos. Esta noche, la princesa y el héroe no existen, simplemente seremos Link y Zelda, las almas encadenadas desde el inicio de los tiempos.
Esas palabras fueron suficientes para derribar toda duda que la pareja tenía. Así que juntos tomaron la manija del ventanal y la cerraron, permitiendo que las finas cortinas camuflen el encuentro que estaba a punto de iniciar...
...
En el suelo yacían las ropas de la pareja, las que fueron despojadas lenta y delicadamente para disfrutar de las emociones iniciales. Ambos estaban en trance observando la desnudez del otro, secretos que nunca habían mostrado a nadie más que a ellos mismos.
La joven se maravilló con la firmeza del cuerpo de su amado, al mismo tiempo que con la suavidad de sus manos y labios, tocaba y besaba cada parte del mismo, provocando que su compañero se estremezca ante las sensaciones que estaba sintiendo.
Por otra parte, el capitán se encontraba hundido en la más profunda de las exaltaciones al recorrer con su boca y fuertes manos el camino de las curvas de su amada, enloqueciéndose hasta más no poder con cada roce que le regalaba, sobre todo cuando empezó a devorar sus pechos, los que saciaban la ansiedad de posesión que tenía sobre ella.
Tales y nuevas caricias causaban intensos estremecimientos en la joven, los que eran acompañados por la dulzura de los gemidos salidos de su boca, pues su compañero exploraba puntos escondidos que ni ella conocía de su existencia.
Las caricias y los besos eran los instrumentos que les permitían descubrir la manera de hacer enloquecer al otro, causando que cada tocamiento erice cada partícula de su piel, la que eran compatibles entre ellas como fuertes imanes cubiertos por la pasión y el deseo.
Luego de bastante tiempo de exploración mutua, se miraron a los ojos sabiendo perfectamente lo que venía, viendo en sus miradas la afirmación que necesitaban para consumar su desenfrenado amor.
Suavemente el joven se unió a ella, descubriendo el disfrute y la calidez de sentirse enlazado a la mujer amada, sintiéndose orgulloso de ser el primero en pertenecerle... sin embargo, la princesa se sintió incomoda, provocando que su compañero se preocupe de verla en ese estado y enseguida empiece a besarla con dulzura para calmarla.
Luego de unos minutos, la princesa empezó a sentirse más relajada, momento que el capitán aprovechó para continuar con el ritual en el que se encontraban.
Al inicio los movimientos eran suaves y delicados, pero a medida que el placer se fue apoderando de ellos, aumentaron el ritmo de su unión, provocando que los gemidos de ambos se vuelvan suplicantes y ensordecedores, endulzando los oídos del otro; tratando de unirse cada vez más para disfrutar de manera íntima de tan exquisito roce.
Luego de unos momentos sintieron como sus cuerpos eran apoderados de la fascinación del clímax, haciéndolos temblar debido a los fuertes y maravillosos espasmos que los estaban invadiendo, haciendo que previo a eso sus labios se busquen desesperados para acariciarse con sus lenguas y poder apaciguar las oleadas de placer que los estaban embriagando.
Luego de aquella finalización se quedaron abrazados el uno al otro, mirándose a los ojos con amor y confianza.
El héroe besó la frente de su amada con inmenso cariño, mientras que ella acariciaba el rostro de él con sutileza, manteniéndose en el trance de estar rodeados por los brazos del otro, hasta que se quedaron dormidos, rogando en silencio que el amanecer se demore una eternidad en llegar...
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