Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

¡Una cita!

«Tranquilízate, Noelle, esto no es una cita... ¿verdad? No, no lo es, solo le estás mostrando la ciudad; sí, eso», me repito mentalmente, intentando controlar el ritmo acelerado de mi corazón, ando caminando junto a Bakasta por las bulliciosas calles del País del Sol. Se supone que debo mostrarle el lugar, actuar como su "guía", pero la verdad es que yo misma me siento como una turista perdida. 

Me cuesta creer que este sitio exista en verdad. Yo en verdad pensaba que el capitán se inventaba esas historias que siempre cuenta de su tierra natal, pero no. Resultó ser cierto. Cuando recién vine a este lugar, estaba tan desesperada que no me di cuenta dónde estaba hasta pasadas tres largas y tortuosas horas.

Asta, observa el entorno muy asombrado, parece un niño pequeño, no puedo parar de mirar esos ojos verdes que observan este peculiar lugar, tiene casas extrañas y su gente es... diferente. Tanto que incluso ¡he conseguido dominar nuevas técnicas! Bueno siendo honesta no sé cómo conseguí hacer ese tal Zetten, je... solo espero poder volver a replicarlo.

Pensar en ello hace que mi determinación se encienda como una llama. Me he prometido y jurado a mí misma que durante mi estadía en este lugar, junto a Asta, aprovecharé cada instante para mejorar mis habilidades tanto defensivas como ofensivas. Me volveré tan fuerte que nunca más tendré que verlo así de nuevo...

La imagen de Asta, inerte y herido, me asalta de nuevo. Aprieto los puños con fuerza, conteniendo estos sentimientos que intentan apoderarse de mí.

No puedo permitirme volver a verlo en ese estado... no, nunca más –trago saliva, tratando de calmarme– Aplastaremos a ese imbécil por lo que hizo.

La sola idea me lleva a observar a Asta de reojo. Ahí está, con esa expresión, con esos ojos que irradian supuesta felicidad y asombro. Pero yo lo sé, sé que en el fondo esa expresión es una mentira. Una mentira tan grande como afirmar que posee magia. Puedo ver a través de su fachada, sé que intenta ocultar su fragilidad, su dolor. Y esa lucha constante me preocupa profundamente. Hace poco me permití desahogarme y fue como si me quitaran un saco de piedras de la espalda. La angustia y el miedo desaparecieron. Espero que se desahogue también, sé que lo necesita y yo estaré ahí para él.

También tenemos que entrenar con los Ryuzen, que vendrían a ser como los capitanes de este lugar –haciendo una simple analogía–. Y sí, como si el destino se empeñara en sorprendernos a cada paso, si, uno de esos Ryuzen es nada menos que la hermana menor del capitán Yami: Ichika. Una mujer de pocas palabras, grosera y mirada afilada, tan similar a su hermano en temperamento. En la "breve" conversación que pude tener con esa tipa, me enteré de que odia profundamente al capitán Yami, por algo que, francamente no puedo imaginarme que él haya hecho... cosa que, aún creo que es una broma.

Y entre otras cosas, ¡también es una amargada que se pasa de lista con Asta! Constantemente lo está reprendiendo con severidad y... ¡¿cómo se atreve a golpearlo así porque sí?! No es que me moleste ni nada de eso, solo que...

    — ¡Mira Noelle, están dando un espectáculo! —canturreó Asta maravillado, tirando de mi muñeca, revolviéndome las ideas.

    — Uhmm —respondí, intentando disimular el nerviosismo que me producía su contacto. Dirigí mis ojos hacia donde Asta señalaba con tanta emoción, esperando que fuera algo realmente impresionante para justificar semejante alboroto.

Pude sentir su mano tocar mi muñeca. Sus dedos largos la envolvieron y apretaron un poco mientras señalaba algo... No se aferró con fuerza, más bien se aferró con una delicadeza que me sorprendió. Era como si temiera lastimarme si apretaba demasiado. Pero yo sé, que esas manos callosas y llenas de cicatrices, tienen la fuerza para mover montañas.

Entones, mis recuerdos me transportaron al momento en que nos conocimos, cuando éramos dos adolescentes principiantes en la orden. Recuerdo ese primer apretón de manos... aún lo siento en mi piel.

Entonces mire a detalle su mano:

Miré sus nudillos algo cicatrizados. Su palma se sentía algo áspera. También noté un pequeño lunar en el dorso de su mano, tiene forma de trébol. Eso me arrancó una sonrisa interna, porque ese pequeño detalle lo hace muy especial.

Estas no son solo manos. Son sus manos. Las mismas que me han salvado incontables veces, que me hicieron sentir segura cuando todo parecía perdido.

Para cualquier otra mujer pueden parecer manos feas, hasta repulsivas. Nada atractivas. Pero para mí no. Para mí son las manos más hermosas del mundo.

Son manos que se niegan a rendirse, que luchan sin descanso por proteger a los demás y alcanzar sus sueños. Manos que, a pesar de su rudeza, transmiten una calidez incomparable, una seguridad que me hace sentir... protegida.

    — ¡Es genial!, ¿no? —exclamó, sacándome de mis pensamientos. Mire de reojo sus ojos, estaban brillantes, como si estuviera viendo fuegos artificiales por primera vez

Me sentí bien y al mismo tiempo preocupada por verlo contento, porque parte de esa emoción no era verdadera.

Tres personas estaban en una especie de escenario elevado, llamando la atención de todos los transeúntes. Uno de ellos era un hombre alto y delgado con el cabello recogido en una coleta, manipulaba el fuego de una manera impresionante. Con un simple movimiento de su mano, invocaba aves flamígeras que danzaban en el aire con una gracia hipnótica, sus plumas de fuego dejaban un rastro brillante en el misterioso cielo nuboso. 

A su lado, una mujer de figura esbelta y movimientos elegantes hacía lo propio con el agua. Con una delicadeza casi poética, daba vida a pájaros de cristalinas plumas líquidas que surcaban el cielo con una elegancia sin igual. Ambas bandadas de aves mágicas volaban en paralelo, trazando un ballet de fuego y agua que culminaba en un choque, destruyéndose mutuamente en una explosión de vapor que arrancaba exclamaciones de asombro a la multitud.

    — ¡Wow! ¡Es increíble! —Asta como siempre gritando, ya estoy acostumbrada. Su voz atrajo un montón de miradas hacia nosotros. Miradas molestas, curiosas... miradas que me hacían sentir como un bicho raro bajo un microscopio. 

Entonces, empezaron a murmurar y a señalar:

    — Mira a esos dos... —habló uno, con un tono de desdén apenas disimulado. Su mirada se posó en nosotros, recorriéndonos de arriba abajo con una expresión de desaprobación— son algo extraños.

    «¿Extraños?»

    — Si, son algo extraños —secundó otro, con un tono de curiosidad mezclada con recelo. ¿Extraños? ¿Qué teníamos de diferente? Sí, Asta es un poco... excéntrico, sumado a su falta de modales. Pero... ¿por qué, "extraños"?

    — Mira el color de sus cabellos —otra voz se unió al coro de murmullos, esta vez con un tono de asombro. Como si fuera raro tener el pelo plateado o cenizo.

    — ¿Se lo habrán teñido? —la pregunta, formulada con una ignorancia supina, fue la gota que colmó el vaso. Menudo idiota. ¿De verdad cree que nuestro cabello no es natural?

    — ¿Por qué ese tiene el brazo negro? —esa fue la que más me molestó— Que asco —la voz, cargada de un morbo disimulado, señalaba la singularidad de Asta, de tener su brazo derecho diferente, marcado por la antimagia.

Sentí cómo una oleada de ira me recorría el cuerpo. ¿Cómo se atrevían a hablar de Asta de esa manera?

Odiaba ser el centro de atención, nunca me gusto serlo ante un grupo de completos desconocidos. Sentí cómo me ardían las mejillas y un nudo se me formaba en el estómago. La incomodidad era casi insoportable. Así que, sin pensarlo mucho, tomé a Asta de la muñeca con más fuerza de la necesaria y salimos de ahí lo más rápido que pude.

Atravesamos las calles a zancadas, esquivando a los transeúntes como si fueran barreras en una carrera de obstáculos. Asta seguía gritando como un energúmeno, ajeno a la tensión que me recorría. Caminamos un buen rato, hasta que llegamos a una parte de la ciudad donde ya no había tantas personas:

Un pequeño parque, con árboles frondosos y un estanque con peces de colores, nos ofreció un respiro de la multitud.

    — ¡Deja de gritar tanto! —le reprendí, con la voz un poco tensa por culpa de toda esa gente mirándonos—. Llamas mucho la atención, Bakasta.

Su risa, sonora y despreocupada me hizo rodar los ojos. Su despreocupación contrastaba con la bola que tenía en el estómago. Reflexionando, me doy cuenta que a Asta no le afectan los comentarios como a mí, o tal vez simplemente los ignora. Es Asta, después de todo, él es así.

Entonces un sonoro gruñido salió de Asta, era su estomago.

    — Hey, Noelle ¿tienes hambre? —preguntó de repente.

Levanté la vista para encontrarme con esos ojos verdes brillantes. Y antes de que pudiera responderle, continuó con esa sonrisa tan suya que siempre me hace querer... bueno, no importa.

    — ¡Tienen nomobatatas! —gritó, haciendo memoria de lo que pasó horas atrás. Recordé cuando nos encaminamos a recoger a Liebe, después de que ese tal Humito –el curandero de este lugar– lo sanara. Yo lo conocí nada más llegar a este lugar, sumida en la desesperación y con el corazón destrozado.

Cuando fuimos por Liebe, el sujeto nos entregó un poco de esas nomobatatas que tanto le gustan a Asta. Yo, por mi parte, me resigné a probarlas, ya que me dejan la boca muy seca. Asta, por su parte, comió a gusto, pero al parecer no fue suficiente para saciar su apetito. Se me hace raro que al otro lado del mundo tengan ese tubérculo...

Pero regresando con Humito, él tiene una magia de agua curativa muy potente, al nivel de la de Mimosa. No, yo diría que la de Humito es más eficaz, ya que logra resultados similares a los de mi prima y no él no usa magia definitiva.

Tengo que ir con él después, a aprender algún hechizo curativo ya lo había hablado con Humito. Necesito aprender algo de magia curativa; me prometí a mí misma que así sería. Según he leído siempre en los libros, el agua es la mejor magia para sanar heridas, pues se adapta mejor al cuerpo humano, ya que este es 75% agua (aproximadamente).

    — Eres un glotón —acepté su propuesta, con una ligera sonrisa que no llegaba a mis ojos. Desde siempre, Asta cada que puede se atora con nomobatatas. No entiendo su obsesión por esas cosas, son saladas, te secan la boca... pero bueno a él le gustan, sí que le gustan.

Y entonces comenzamos a caminar por la ciudadela, perdiéndonos entre las calles laberínticas y las casas extrañas. Las casas eran de madera oscura, con tejados puntiagudos que parecían querer arañar el cielo.

A mi mente llegaron recuerdos, de él y yo, caminando por la capital, en el reino del trébol. Siempre acompaño a Asta a reportar misiones. Caminar a su lado siempre ha sido algo muy reconfortante, su compañía siempre me trae felicidad. Y pensar que todo se fue a la mierda de un día para otro. Por culpa de esa...

Al menos Asta está vivo, está a salvo, eso me tranquiliza. Verlo a mi lado, con su energía inagotable, me da fuerzas para seguir volviéndome más y más fuerte.

Ya mas tranquila, analicé la situación que aconteció recientemente:

La imagen de la Hermana Lily, con su rostro sereno y sus ojos llenos de compasión, se transformó en una máscara de hipocresía y crueldad. ¿Cómo se atreve a hacerle eso a Asta? ¿Cómo se atreve a rechazarlo, a herirlo de esa manera, justo después de que él le declarara sus sentimientos? ¿Cómo se atreve a engañarlo y decirle que cree en él y su sueño de ser Rey mago, para después traicionarlo? Eso me provoca un fuerte desprecio, una ira que me quema por dentro. Pero a Asta le provoca dolor. Lo conozco y sé cuándo hace sonrisas falsas o gestos para desviar la atención a otro tema. Sobreactúa las cosas y es más gritón de lo normal...

Justo como ha estado actuando recientemente.

No hace mucho él quiso regresar al trébol, impulsado por su deseo de proteger a todos de luchar contra ese tal Lucius. Pero Ryuya fue claro, él dijo que si regresamos perderíamos, que debemos fortalecernos. Y eso haremos. 

Poco después regresamos al centro de la ciudadela, a un lugar un tanto apartado de esas miradas insidiosas. Y ahí estaba un hombre barbudo, como de unos cuarenta, vendiendo comida. Supongo que aquí era donde Asta quería venir. A comer nomobatatas, como si eso pudiera llenar el vacío que la Hermana Lily dejó en su corazón...

Después de comer, andábamos caminando de nuevo por las callejuelas. El sol comenzaba a ocultarse, el aire se había vuelto más fresco, con un ligero aroma a especias y flores exóticas que me recordaba vagamente al Reino del trébol.

    — Estuvo delicioso ¿no? —preguntó Asta, con esa sonrisa radiante que siempre me hace sentir... cosas. Se sobaba la panza con satisfacción, como un niño pequeño que acaba de devorar un plato de dulces.

    — Tienen buen gusto con la comida —confirmé sus palabras, recordando el sabor de las nomobatatas. Sorprendentemente, no me habían dejado seca la boca como las que había probado con anterioridad en el Reino del trébol. Estas eran más suaves, con un toque dulce que equilibraba el sabor salado.

Asta se rio y me dio un codazo juguetón en el brazo. Sentí un ligero cosquilleo en la piel, y un calor repentino se extendió por mis mejillas.

    — Y decías que las nomobatatas eran feas —me sonrió a modo de burla.

Me puse roja cual tomate, crucé los brazos y miré para otro lado, intentando ocultar mi vergüenza.

    — Di-dije que tienen buen gusto, no que las nomobatatas estuvieran buenas, ¡Baka! —exclamé, con la voz más aguda de lo habitual.

    — Jajaja —rió de nuevo, con esa risa contagiosa que siempre me hace sonreír aunque no quiera. Posó su mano en mi hombro, y un escalofrío me recorrió la espalda.

    — Vamos admítelo Noelle, sé que te gustó —dijo, con un tono de voz seguro y una mirada pícara en sus ojos. 

    — Hump... — Fue lo único que pude articular. No iba a darle la satisfacción de admitir que tenía razón. Aunque, siendo honesta, esas nomobatatas sí me habían gustado.

    — ¡Ustedes son los nuevos! —se escuchó una voz cantarina cercana a nuestra posición, interrumpiéndonos. Me giré para ver quién se acercaba, un grupito de personas se nos acercó a gran velocidad. Pronto nos vimos rodeados, como si fuéramos presas acorraladas por una manada de lobos.

La que más gritaba era una chica, de cabello amarillo brillante como el sol y piel morena como la tierra. A ella le seguía un hombre gordo y muy alto, con una sonrisa extraña...

Pegados a ellos estaban otros dos, uno era un tipo con una máscara que le cubría la mitad del rostro, dándole un aire misterioso y enigmático. Y la otra, una chica muy tímida, que me recordó a Grey. Ella se quedo atrás.

Ellos resultaron ser los Ryuzen, los sujetos con los que tenemos que entrenar esta técnica llamada Zetten. Una técnica que, según lo que sé hasta este momento, es una combinación de magia con el Ki. Sí, el Ki, esa habilidad de la que tanto presume el capitán Yami y que Asta usa todo el tiempo.

No hace mucho logré hacerlo. Ni yo sé cómo, pero pude cortar un bambú en dos mitades, como quien corta una fruta con un cuchillo. Fue... extraordinario sentir mi magia concentrándose en mi mano... y luego liberarse en un solo movimiento, cortando el bambú como si de mantequilla se tratase. Ryuya me explicó que yo uso el Ki todo el tiempo, mencionó que tiene que ver con mi Atavío de Valquiria y la Mana Skin, y no sé qué más.

Esta técnica sirve para realizar un corte muy fuerte o dar un golpe definitivo. He visto a la hermana del capitán Yami usarlo, y vaya que se siente cómo aumenta de golpe su maná. Es... impresionante.

Estoy más que comprometida a aprenderlo, para proteger lo que amo. Y eso haré.

Pero no es que sepa usar el Ki a la perfección, como Asta o el capitán Yami. No puedo percibir los estados de ánimo de las personas que me rodean, como lo hacen ellos. Pero sí puedo manejarlo, o bueno, medio manejarlo, de manera ofensiva.

Luego de una breve charla, nos dirigimos directo a iniciar nuestro entrenamiento.

Nos encontrábamos en un claro del bosque. La oscuridad ya reinaba, pero la magia iluminaba el campo de batalla con una claridad casi diurna. Todo estaba muy sofisticado en este sitio. Unas lucecillas blancas dispersas por todos lados, flotando como pequeñas estrellas, eran realmente impresionantes. No tenía ni idea de qué clase de magia se trataba, pero era realmente fascinante. Todo estaba iluminado por estas diminutas esferas de luz, semejantes a luciérnagas pero mucho más brillantes

    — ¡No había notado bien tu cabello! —gritó la mujer de pelo amarillo— ¿¡Tu color de pelo es natural!?

Su pregunta me dejó medio extrañada. No era la primera vez en el día que escuchaba ese comentario. Asta también pareció sorprendido, y me miró por un breve lapso de tiempo.

    — Sí lo es —respondí, con un tono ligeramente irritado. ¿Acaso es tan extraño tener el pelo plateado?— ¿El tuyo no?

    — No, aquí todos tenemos el cabello oscuro —explicó, agarrándose sus cabellos con una sonrisa.

Un par de segundos después, mi rostro se contorsionó en una mueca confusa. ¿De qué estaba hablando? Su cabello es... amarillo. No rubio, sino más bien como un amarillo antinatural, como si fuera color pastel o algo así.

    — Pero tu cabello...

    — Es tintado —se rio un poco la mujer esa, como si hubiera dicho algo gracioso—. ¿Y todos en su país... tienen el pelo igual al suyo? —se acercó a mí, invadiendo totalmente mi espacio personal. 

Aghh, qué chica tan fastidiosa.

    — No, hay varios colores —habló Asta, acudiendo a mi rescate—. Está el naranja —¿Por qué tenía que mencionar justo ese color?—, el plateado —me señaló—, y muchos otros más...

Y entonces, la mujer de pelo amarillo... ¡se acercó a tocarle el cabello a Asta! ¡Qué atrevida! Sentí una oleada de calor en mis mejillas, y apreté los puños disimuladamente. ¿De donde saco esa confianza? Primero la tal Ichika y ahora...

    — Es momento de comenzar su entrenamiento Zetten —se escuchó una voz acercándose, interrumpiendo el momento.

Era aquel hombre grande y gordo, seguido del tipo con la máscara rara. Parecían bastante serios, lo que contrastaba con la actitud alegre y despreocupada de la chica de pelo amarillo.

El sujeto gordo se dirigio con Asta y yo me quede hablando un momento con la chica de cabello amarillo, quien resultó ser una buena chica, a pesar de su excentricidad. Sus nombres resultaron ser Komari (la del cabello tintado), Daizaemon (el gordo) y Jozou (el de la mascara).

    — ¡Bueno, vengan con todo! —gritó Daizaemon, alejándose de Asta de un salto y colocándose en pose de pelea—. ¡Intenten solo usar el Zetten en sus ataques!

    — ¡Vamos chicos! —secundó Komari, dirigiéndose a su lado de otro salto.

El hombre con la máscara se quedó desde lejos observando, como evaluando nuestros movimientos. Es un tipo misterioso y bastante engreído, con una mirada que parece analizar cada uno de tus defectos.

Cuando mis ojos regresaron al campo de batalla, vi a esos dos Ryuzen, enfrente nuestro. Volteé a ver de reojo a Asta, quien como entendiendo mi mirada se limitó a asentirme. Y entonces, sin dudarlo un segundo, se lanzó hacia el hombre grande y gordo, extendiendo su brazo, intentando usar el Zetten de nuevo.

La chica, Komari, vino hacia mí en un segundo, con una velocidad sorprendente. «Está chica sí que es rápida», pensé, impresionada por su agilidad. Moviéndome hacia mi derecha, logré esquivar su puño por poco. Solo sentí un chiflón de aire en mi rostro, y el sonido de su golpe cortando el vacío.

En ese momento supe que no sería fácil este duelo. 

Entonces me acordé:

    «Sí, recientemente pude usar el Zetten, entonces...» Pero en lo que procesaba esa información, mis instintos me sacaron de mis cavilaciones. Komari se acercó de nuevo hacia mí, con el puño envuelto en una energía brillante.

Y de nuevo la esquivé, por un pelo. Su puño pasó rozando mi mejilla, dejando un rastro de aire frío.

Los silbidos del aire que provocaban los embates de Komari, rápidos y precisos como los de un halcón, eran rotos por los intensos sonidos que generaba la batalla de Asta contra Daizaemon. Los golpes resonaban como truenos en la noche, mezclados con los gritos de esfuerzo de Asta y las risas de Daizaemon.

Decidida a no quedarme atrás, quise intentar lo que había hecho anteriormente con el bambú. Levanté mi brazo derecho, apuntando directo a Komari, quien se acercaba a mi posición a gran velocidad, con el puño envuelto en una energía brillante. Y entonces, con toda mi concentración, bajé mi brazo, esperando frenarla o algo similar.

Pero nada sucedió. No pude hacerlo. La energía no fluyó. No entendía qué había hecho mal. Y en un parpadeo, me encontraba besando el suelo, sabor a tierra en mi boca acompañado de un dolor punzante en mi mejilla.

Komari me había dado de lleno con el Zetten y termine en el suelo.

Entonces decidí cubrirme en un Nido del Dragón Acuático, mientras me incorporaba de nuevo a la lucha. La esfera de agua me envolvió, protegiéndome de otro puño de Komari. Pero no podía quedarme ahí encerrada. Tenía que contraatacar.

Y entonces, sin pensarlo dos veces, me transformé. El Atavío de Valquiria se materializó a mi alrededor, lista para seguirle el ritmo.

Mi lanza de valquiria chocó contra... ¡¿una katana?! Komari había sacado una katana de la nada, y ahora la blandía con una destreza sorprendente. Me miró desafiante, con una sonrisa en sus labios, mientras comenzábamos un forcejeo que terminó con una explosión de agua que yo generé del suelo. La fuerza del agua nos separó, y ambas aterrizamos a varios metros de distancia la una de la otra.

    — ¡Eres impredecible, Noelle! —elogió Komari, con una mezcla de admiración y diversión en su voz. Se dirigió hacia mí de nuevo, con el puño izquierdo en alto, preparado para impactarme—. ¡Ahora intenta hacer esto!

De un fuerte golpe que recibí en el estómago, retrocedí varios pasos atrás, el aire se escapó de mis pulmones. Dolió bastante. De nuevo fue ese tal Zetten. Lo supe, pues de sus ojos salieron chispitas o algo así.

Era mi turno de devolvérsela.

Intenté hacer de nuevo esa técnica, concentrando toda mi energía en mi puño. Pero no pude. Necesitaba concentrarme mucho, y con la intensidad del combate me era imposible. Frustrada, decidí cambiar de estrategia. Después de volar hacia arriba, comencé a lanzarle muchas bolas de agua pequeñas, con la esperanza de confundirla.

Para mi suerte, dio resultado. Komari se quedó obstecada cortando el agua con su katana, tratando de defenderse de mis ataques. Tenía que aprovechar esa abertura.

    — ¡¡¡Rugido del Dragón del Mar!!! —grité con todas mis fuerzas.

Parecía distraída, pero resulto todo lo contrario. Komari surfeó mi Rugido del Dragón del Mar con una agilidad sorprendente, y de nuevo fui enviada hacia atrás por otro Zetten. Su puño impactó en mi abdomen, robándome el aliento y haciéndome sentir como si me hubieran golpeado con un ariete.

Terminé chocando contra algo duro y blando a la vez. Era la espalda de Asta. Estaba muy agitado, lo supe por su respiración irregular.

    — Noelle... —murmuró entrecortadamente.

    — Bakasta... —respondí, con la misma dificultad para hablar.

Ambos estábamos igual de agitados, nuestras voces nos delataban. Quedamos espalda con espalda, apoyándonos el uno en el otro, buscando un respiro en medio de la batalla.

    — ¿Cómo te está yendo? —preguntó Asta entre bocanadas de aire.

    — Mejor que a ti, lo dudo... —respondí, con un suspiro de frustración.

No terminé de hablar, pues a nuestra posición se acercaban ambos, Komari y Daizaemon. Sus figuras se recortaban contra la luz que irradiaban aquellas lucecillas mágicas.

Y entonces, sucedió algo increíble:

Sentí una punzada aguda, muy aguda, que recorrió mi cuerpo de pies a cabeza, haciéndome temblar. Fue una sensación diferente a cualquier cosa que hubiera experimentado antes. Fue un escalofrío que no provenía del frío, sino de algo más profundo... Una energía desconocida se agitaba en mi interior, despertando un poder que desconocía. Mi magia se liberó de golpe, sin mi permiso. Nos envolvió a ambos, a Asta y a mí, en una esfera acuática que crecía con rapidez y no paraba de crecer, como una burbuja de jabón a punto de estallar. Pero esta burbuja no era de jabón. Era algo... diferente. El agua que la formaba no era la habitual, cristalina y pura. Esta era oscura, opaca, como la tinta de un calamar gigante. Su consistencia era diferente, más densa, más viscosa, como si estuviera impregnada de una sustancia desconocida...

Ni tiempo me dio a procesar lo que estaba ocurriendo, ya que la burbuja explotó cuando Asta habló, recuerdo que dijo un simple: "¿Qué?".

Y entonces, el líquido oscuro cubrió a nuestros atacantes, empapándolos de pies a cabeza. Ambos terminaron de inmediato en el suelo como si ese liquido pesara toneladas, pude ver sus expresiones contorsionadas en muecas de dolor. Les costó horrores levantarse, lo supe por la forma en que se tambaleaban y por los quejidos que escapaban de sus labios. Pero no era solo el dolor físico lo que los atormentaba. Podía sentirlo, como si su magia estuviera siendo drenada, como si el agua negra esa les diera mordidas directo a su maná, quitándoles la magia poco a poco.

Instintivamente me volteé y miré a Asta, quien estaba más confundido que yo. Pude ver el mismo desconcierto que el mío en sus ojos verdes. No sé ni cómo ni por qué, pero logramos combinar nuestros poderes. Al instante, me acordé de aquel día, de la primera misión que ambos hicimos juntos. Cuando le di mi magia...

Pero no era el momento de divagar en viejos recuerdos, la batalla seguía. Esos pocos segundos que ambos terminaron en el suelo, cubiertos por esa agua oscura, fueron vitales para que recobráramos un poco el aliento.

    — Asta, ¿qué fue eso? —pregunté, un poco mas calmada.

    — No lo sé... —caviló, posando un dedo en su mentón, con esa expresión de concentración que siempre pone cuando intenta resolver un problema— ¡Pero fue genial!

No pude evitar reírme un poco. Asta siempre me hace reír y pasármela bien, incluso en los momentos en los que no debería, como este.

    — Sí, fue... interesante —lo miré y le sonreí, con sonrisa que no pude reprimir.

Al final del combate, a pesar de la extraña manifestación de ese poder, no pudimos realizar de nuevo ese tal Zetten, pero al menos les logramos ganarle a esos dos –el de la mascara no quiso luchar al ver eso–. Después de quedar bañados en esa agua oscura, su maná decayó tanto que nos fue muy fácil ganar el combate. Komari y Daizaemon se movían con lentitud, sus ataques de fuertes pasaron a débiles, y su energía parecía haberse extinguido.

Hablé con Asta al respecto, y llegamos a la misma conclusión:

De alguna manera, logramos combinar nuestros poderes. Mi magia de agua y su antimagia, formaron una especie de "agua antimagica". Es una idea descabellada, pero tiene sentido. El agua oscura tiene la capacidad de drenar el maná de nuestros oponentes, y eso es algo que solo la antimagia de Asta puede hacer cuando le da a su objetivo con sus espadas.

El resto de la tarde, fue entrenamiento tras entrenamiento, intentamos replicar eso que había sucedido de manera espontánea en el combate, dejando completamente de lado el Zetten. Probamos diferentes combinaciones, diferentes posiciones, diferentes niveles de concentración... pero no tuvimos éxito alguno –termine empapando a Asta en mas de una ocasión–. El agua oscura no volvió a aparecer. Es como si hubiera sido un evento único e irrepetible.

Ambos estamos algo frustrados. Hemos descubierto un poder increíble, un poder que podría ser la clave para derrotar al imbécil ese de Lucius, pero no podemos controlarlo. Es como tener un tesoro en las manos sin saber cómo abrirlo.

En este momento, estamos mirando el horizonte. Ambos estamos exhaustos, sentados en silencio, contemplando el paisaje. Ahora que lo observo detenidamente, me doy cuenta de que el agua del mar es de un color oscuro, parecido a nuestro hechizo combinado, por llamarlo de alguna manera. Hay muchas nubes en el cielo, apenas se ve la luna. Desde que llegamos al País del Sol, el cielo ha estado así, todo nublado y con esa agua oscura en el mar... Me pregunto si habrá tenido alguna relación, eso que pasó con nosotros hace rato...

    — Oye, Noelle —su voz, un poco ronca por el cansancio, capta de inmediato mi atención—. Ahora que lo pienso, ninguno de ellos estaba usando magia o yojutsu, como lo llaman aquí, ¿no?

    — Ahora que lo mencionas... —tiene razón en parte. Esos dos solo estaban usando sus puños y ese tal Zetten, ayudados de sus katanas— si, no usaron su magia para atacarnos con un hechizo, pero... 

    — ¿Pero? —repitió Asta.

    — Pero, el Zetten ese usa magia para crear ataques muy fuertes, así que si estaban usando su magia.

    — Ese Zetten es realmente increíble —dice él, admirando la técnica.

    — Y muy complejo —completo sus palabras levantándome del suelo, recordando las explicaciones de Ryuya—. Según lo que nos dijeron, varía en cada persona.

Logre captar la total atención de Asta, quien también se paró y me miró fijamente.

    — Si el poder total de una persona, por ejemplo, es 10... se puede liberar ese tal Zetten de dos patadas de 5 o cuatro golpes de 2 —explico, intentando simplificar el concepto.

    — Y es por eso que es muy difícil —Asta resopla, con una mueca de frustración—. ¡Pero estoy seguro de que lo conseguiremos!

    — Sí que lo es... yo aun no sé cómo lo hice —suspiro, un tanto resignada—. De por si me es complicado concentrar todo mi maná, y aún más hacerlo de esa manera... —pude haberle dicho que es pan comido para mí y que eso no es nada, pero me prometí a mí misma que trataría de ser más sincera con él— no creo que pueda hacerlo...

De repente, siento como su mano presiona levemente mi hombro. Un gesto sencillo, pero que me hace sentir... bien.

    — Te equivocas —dice, con esa seguridad que siempre logra sorprenderme.

Sus palabras me hacen voltear y mirarlo directo a los ojos. A esos ojos verdes, tan llenos de vida, tan... hipnotizantes.

    — Siempre has sido capaz de hacerlo —Asta continúa—. Lo supe desde que te conocí.

    — Asta... 

Trago un poco de saliva, estoy nerviosa.

    — Y cada día que pasaba, no hacías mas que volverte mas y mas fuerte —continúa con sus palabras, palabras que parecen dirigirse directamente a mi alma—. En nuestra primera misión, el templo submarino, el entrenamiento en el volcán, cuando peleamos contra el ojo de la noche blanca, el reino corazón y la pica...

Una lluvia de recuerdos inunda mi mente. Veo mi camino desde que entré a la orden a día de hoy. Todos esos momentos de lucha y de superación... momentos que compartí con él.

Mi corazón comienza a aumentar sus pulsaciones. Siento el calor en mis mejillas, y sé que me estoy sonrojando.

    — Eres la mujer mas fuerte y tenaz que conozco —dice, con una sinceridad que me desarma.

No puedo creer lo que estoy escuchando.

    — Sé que eres capaz de esto y más, has hecho cosas increíbles —continúa y me mira de una forma en la que nunca lo ha hecho—. Tantas que no me alcanzan los dedos de la mano para contarlas.

Concentro mi vista en algún punto del entorno, mirarlo a los ojos en este momento me es imposible.

    — Y es por eso —Asta hace una pequeña pausa, provocando que inconscientemente atraiga de nuevo mi vista hacia él—... que te admiro, Noelle.

No puedo creer lo que estoy escuchando, no sé cómo procesar esto. Sus palabras son sinceras y llenas de... ¿cariño?, me hacen sentir... extraña. Una sensación cálida se extiende por mi pecho y estomago.

    — Pese a todo lo que pasaste, nunca te rendiste —veo como me sonríe, y esa sonrisa... es la más hermosa que he visto nunca—. Y de eso fui espectador de primera mano, en cada misión, combate, entrenamiento. Nunca te echaste hacia atrás, es por eso que no dejes que este nuevo obstáculo te detenga.

Le doy la espalda, no quiero que me mire, no quiero que mire las lágrimas que salen de mis ojos.

    — ¡Ven, vamos a intentarlo otra vez!

Su mano, cálida y firme, se cierra alrededor de mi muñeca, y sin decir nada más, comenzamos a correr. El viento silba en mis oídos mientras avanzamos a toda velocidad. Las lágrimas que antes comenzaron a brotar de mis ojos, ahora fluyen libremente por mis mejillas, mezclándose con la brisa fresca. Pero no son lágrimas de tristeza, sino de... ¿felicidad? ¿emoción? No lo sé con certeza. Solo sé que mi corazón late con fuerza, lleno de una alegría que no había sentido en mucho tiempo.

Corremos sin rumbo fijo, dejándonos llevar por la adrenalina y el instinto. Y mientras corro, siento una sonrisa dibujarse en mi rostro. Una sonrisa genuina, que nace desde lo más profundo de mi alma.

Saltamos rocas, surcamos arroyos, esquivamos ramas... Asta, siempre es tan impulsivo... Pero me gusta, me encanta.

Nos terminamos adentrando por un camino lleno de árboles con hojas rosadas. Árboles que parecen sacados de un cuento de hadas, sus ramas extendidas hacia el cielo parecen brazos suplicantes, sus hojas son hermosas, son de un rosa pálido que brilla bajo la luz de estas lucecillas mágicas. Nunca había visto algo así. Son... hipnotizantes, este lugar es maravilloso.

Poco a poco vamos disminuyendo la velocidad, nuestros cuerpos exigen un descanso. Terminamos recuperando el aliento en lo que parece ser un lugar perfecto para practicar, y a su vez muy precioso:

Eran dos de esos árboles de hojas rosas, troncos gruesos y nudosos como viejos sabios, rodeaban un pequeño claro con vistas a todo el país del sol –si, estábamos en lo alto de una montaña–, rodeados de un silencio profundo que solo era roto por el canto de algunos pajarillos. La vista si que me dejó sin palabras. Podía ver las luces de la ciudadela a lo lejos, como pequeñas estrellas titilantes en la oscuridad. El aire era fresco y puro, con un ligero aroma a flores silvestres. Y lo mejor de todo es que unos pequeños rayos de la luz de la luna iluminaban ese espacio. Aun con tanta nube, esos pequeños rayos se habían conseguido colar aquí, creando una atmósfera mágica e irreal.

Es un lugar... perfecto. Perfecto para... para... No. Aun no es tiempo de pensar en eso. Ahora mismo tengo que concentrarme en el entrenamiento.

    — Vamos Noelle, intenta hacer el Zetten de nuevo —habló Asta, sacándome de mis pensamientos.

Se colocó a mi lado, y entonces comenzamos la práctica. Lo intenté y lo intenté... Una y otra vez, concentrando mi mana, visualizando el flujo de energía... hasta que... ¡lo conseguí! Un corte limpio, preciso que logró partir un bambú en dos mitades.

Y entonces seguimos practicando. De cada cinco cortes Zetten que Asta ejecutaba, yo lograba uno. Era muy difícil concentrar el mana de esa manera... Pero no me rendí. Tenía que dominar esta técnica a como diera lugar.

Asta me explicó a detalle en qué consiste el Ki. Según Ryuya, lo uso de manera inconsciente. Pero después de escuchar lo que me dijo Asta, lo dudé.

Al parecer, el Ki es estar alerta de mi entorno: el movimiento del viento, la respiración de las personas, sus pasos, su ritmo, su movimiento, el sonido, las pequeñas variaciones del entorno... Todo eso combinado te da ese sexto sentido en el combate.

Entrenaré en base a esos conocimientos. Tengo que hacerlo.

Después de lograr unos cuantos cortes Zetten más, había llegado la hora de intentar combinar nuestros poderes, una vez más. 

    — Intentaremos hacer eso de nuevo, Noelle —propuso Asta—. Tenemos que practicarlo hasta lograrlo.

Yo asentí y me posicioné de espaldas a él, tal como hace rato que sin querer habíamos creado algo en extremo poderoso.

    — De acuerdo —respondí, ya cansada.

    — Quizás si nos tomamos de la mano —propuso Asta—. Lo logremos hacer.

Yo tragué saliva y acepté.

Nuestras manos se encontraron. Sus dedos, ásperos y cálidos, se entrelazaron con los míos. Sentí una descarga eléctrica recorrer mi cuerpo. Apreté su mano con fuerza, sintiendo cómo mi corazón latía con fuerza contra mis costillas.

    — Concéntrate, Noelle —habló Asta, con una voz suave que me tranquilizó un poco.

Cerré los ojos, intentando recordar esa sensación. Visualicé el flujo de mi maná... Pero no pasaba nada. Lo intentamos una y otra vez, pero el resultado era el mismo: Nada.

Después de fracasar de nuevo, salió el Asta de siempre:

    — ¡Aun no me rindo! —exclamó— ¡Hay que conseguir hacer eso de nuevo, Noelle!

Y entonces, lo dije. Las palabras salieron de mi boca sin pensarlo, como un acto reflejo.

    — ¡Yo tampoco me rendiré, Bakasta!

Asta se quedó en silencio por un momento, y luego... vi cómo sus mejillas se teñían de un ligero color rosado. Un rubor tímido, casi imperceptible, pero que no pude evitar notar.

Verlo así, sonrojado por mis palabras... Me hizo sentir una oleada de... algo, que no puedo describir con palabras...

Y para joder el momento, como si el destino se burlara de mí, apareció esa mujer, sí, esa fastidiosa Ichika.

La vi acercarse con el ceño fruncido, de brazos cruzados sobre el pecho y con esa mirada altiva que tanto me irrita. ¿Qué demonios hacía aquí? ¿Acaso no tenía nada mejor que hacer que interrumpir nuestro... entrenamiento?

    — ¡Ichika! —Asta la saludó, con esa energía inagotable—. ¿Qué haces por aquí?

    — Ryuya-sama me pidió que los vigilara —respondió ella, con esa voz fría y cortante que siempre utiliza. Como si le molestara nuestra presencia.

    — ¿Vigilarnos? —preguntó Asta, un tanto confuso—. ¿Por qué?

    — Para asegurarme de que no causen problemas —respondió ella, con una mirada que parecía querer atravesarme.

    — No estamos causando problemas —me metí e intenté que mi voz sonara calmada, aunque la rabia comenzaba a hervir en mi interior.

    — Eso dicen todos —respondió Ichika, secamente, su respuesta me hizo apretar los puños.

    — ¿A qué te refieres? —preguntó Asta.

    — Olvídenlo —respondió la mujer—. No importa.

Un silencio denso nos invadió y entonces Asta continuó:

    — Por cierto, ¿cuántos años tienes? —preguntó Asta, intentando cambiar de tema—, nosotros tenemos 18 años, ¿y tú?

    — Tengo 24 —respondió ella, fría y cortante.

    — ¿¡De verdad!? ¡Estaba seguro de que teníamos la misma edad!

Bakasta, como siempre, metiéndose en problemas sin darse cuenta. ¿Cómo iba a tener nuestra edad? Por favor, ya se le notan los años.

    — ¿Insinúas que soy una inmadura como ustedes? —preguntó la tipa, de una manera que denotaba su molestia.

Vaya que esta tal Ichika era una altanera, de esas de cuidado. Claro que no me iba a quedar callada.

    — ¿Inmadura? —di un paso al frente, plantándole cara—. Esa descripción encaja perfectamente en ti.

    — ¿Perdón? —su rostro inexpresivo se transformó en una mueca de sorpresa, como si no se hubiera esperado mi respuesta—. Ryuya-sama me pidió que los cuidara. No te seguiré tu jueguito inmaduro.

    — ¿Cuidarnos?, sí claro —resoplé, sintiendo cómo la rabia me invadía—. ¿No ves que estamos practicando? Si no vas a ayudar con eso, puedes retirarte...

    — No seas dura con la hermana del capitán, Noelle —Asta intentó susurrar, pero su "susurro" fue más bien como un grito, que claramente escuchó la tipeja esa.

Para mi sorpresa, el semblante de esa mujer cambió a uno aún más frío. Recordé en ese momento que la sola mención del capitán Yami, la hacía enfurecer. Pero lo que ella me contó no tiene sentido, ¿como el capitán mataría a toda su familia, para luego irse? Ese cuento no me tragué cuando me lo contó. Aún me debe el golpe que me dio, y este era el momento perfecto para devolvérselo. 

    — No te atrevas a nombrar a ese hombre en mi presencia, extranjero —espetó, con una voz gélida que me heló la sangre. Luego, fijó su vista en mí—. Con gusto me retiraré, pero después de darles una lección. Que sepan que yo no me contendré como mis compañeros.

De repente, una oscuridad la envolvió, creando una armadura su alrededor. Con Katana en mano, nos desafió.

Yo por mi parte, no me iba a dejar intimidar. Me recubrí con mi atavío de valquiria, lista para la batalla.

Que comience el juego.

Bueno, ya por fin subí este capítulo que se me había borrado y lo tuve que rehacer junto al dibujo, que espero que les haya gustado. Espero no tardarme tanto en actualizar el siguiente capítulo, o al menos lo intentaré, el trabajo está pesado. 

Adiós, les mando un abrazo a la distancia.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro