¿¡Dónde estoy!?
Desperté.
Al abrir los ojos, lo primero que vislumbré, fue una habitación extraña, un lugar que me era completamente ajeno a lo que estaba acostumbrado. Las paredes estaban cubiertas por paneles de madera oscura, con intrincados diseños de cuadros y rectángulos tallados en ellas. El techo, del mismo material, se elevaba varios metros por encima de mi cabeza. «¿¡Dónde estoy!? ¡¿Qué es este lugar?!», me pregunté mientras me levantaba, completamente desorientado. Estaba en el suelo, acostado sobre una especie de colchón delgado y a la vez, increíblemente cómodo. La suave tela que cubría el colchón tenía un patrón de pequeñas flores bordadas en tonos pastel.
Llevé mis manos convertidas en puños a mis párpados, en un intento de despabilarme, y entonces pude ver bien mi alrededor. Además de los paneles de madera, la habitación contaba con una ventana rectangular cubierta por una cortina traslúcida que dejaba entrar luz natural. En una esquina, había un pequeño escritorio de madera con una lámpara de papel y algunos rollos de pergamino apilados ordenadamente.
Me di cuenta de que no tenía puesta mi ropa habitual. En su lugar, llevaba encima una especie de bata blanca, suave al tacto y con un ligero aroma a lavanda. Para aumentar mi desconcierto, escuché una especie de pisadas a la vez que la puerta corrediza a mi izquierda se abría suavemente...
— ¿Eh? —murmuré por lo bajo, mientras mis ojos se adaptaban a la repentina entrada de luz— ¿Charmy-paisen?
Era Chrmy-paisen en miniatura, no más alta que mi rodilla. En sus diminutas manos descansaba una bandeja de laca negra con una especie de vaso de cerámica blanca, de ella salían sonidos extraños: "clink, clank, clink". «¿Será un nuevo hechizo de Charmy-paisen?», pensé mientras la pequeña figura se acercaba a mí con pasos precisos. Se detuvo a una distancia prudente y abrió la boca.
— LAAAAAA —de su boca salió un líquido humeante y fragante que llenó el vaso hasta el borde. Luego, con un movimiento grácil, me entregó la bandeja, con todo y el vaso.
Cuando tomé la bandeja, la diminuta Charmy-paisen se dio la vuelta con el mismo sonido extraño de antes: "clink, clank, clink", y desapareció por donde había venido, cerrando la puerta corrediza tras de sí. «¿Té?», me quedé observando el vaso que me había entregado. El líquido tenía un color ámbar oscuro y desprendía un aroma dulzón y reconfortante. Olía bastante bien. Y cuando me disponía a probarlo, llevando el borde del vaso a mis labios...
— ¡Kakaka! —se escuchó una voz detrás de mí, más bien una risa, una muy peculiar. Era una risa aguda y estridente, como el graznido de un pájaro.
Volteé a ver, sobresaltado, y mi interlocutor continuó:
— Eso de ahí es una muñeca que sirve té.
«¿Una muñeca? ¿Qué? ¿Entonces no es Charmy-paisen?», pensé sumamente confuso. Entonces pude ver bien a mi interlocutor. Era un hombre alto, con ropajes similares a los míos, solo que los de él eran de color rojo, al igual que su único ojo.
El otro ojo estaba cubierto por un parche negro. «Tal vez sea ciego de ese ojo».
Él se hallaba sentado en un cojín de seda roja, mirándome con una expresión divertida en su rostro anguloso. Sus facciones eran afiladas, con pómulos altos y una barbilla prominente. El parche negro que cubría su ojo izquierdo le daba un aire misterioso, lleno de incertidumbre.
— Así que —continuó el hombre del parche, con un tono entre suave y melódico, sumado a un deje de diversión—, ¿cómo te sientes, Asta?
Me sorprendió que me conociera, ante esa revelación, un escalofrío recorrió mi espalda, mientras mis ojos se abrían de par en par.
— ¿Quién eres? —solté sin pensar, mi voz sonaba ronca y rasposa, creo que era por la desconfianza— ¿Cómo sabes mi nombre?
Entonces, me di cuenta, recordé mis últimos momentos... consciente...
Rápidamente miré mi torso, retirando la bata que me cubría, y donde antes estaba una herida mortal, solo había una cicatriz que me atravesaba todo el torso. La piel alrededor de la cicatriz estaba rosada y sensible «¿¡Las heridas sanaron!? ¡¡Era de la clase de herida que solo Mimosa podría sanar, pero ahora esta...!!», no había rastro de la herida que casi me mata.
— ¿¡Tú hiciste esto!? —le pregunté, con una voz ligeramente temblorosa por la sorpresa y la conmoción.
— Nah. Mi amigo lo hizo —respondió el hombre del parche con un gesto despreocupado de la mano—. Yo no tengo ningún poder así de impresionante. Kakakaka.
Parpadeé algo confundido, debido a su risa estridente y ligeramente inquietante, como si encontrara divertido mi desconcierto, y entre parpadeos caí en cuenta de... Liebe, él estuvo en las mismas condiciones que las mías...
— ¡¿Qué hay de Liebe?! —me detuve a pensar las palabras más adecuadas, tratando de describirlo lo mejor posible— Él es, uhhm, pequeñito y negro.
— Oh, ¿el demonio? —respondió tranquilo, como si hablar de demonios fuera la cosa más normal del mundo— Mi amigo lo está curando ahora, y ofreciéndole té. Kakaka.
Sus palabras me tranquilizaron, pero no lo suficiente para disipar mi intriga por la identidad del hombre del parche. «No siento nada de hostilidad en su ki...», lo analicé detenidamente. Era un hombre tranquilo, muy calmado, con un aura de confianza y seguridad que parecía emanar de él en oleadas. «¿Cómo es que sabe de los demonios?».
Mientras lo analizaba, le di un sorbo al humeante té. El líquido se deslizó por mi garganta, calentando mi cuerpo desde el interior. Estaba delicioso. No tengo otra palabra para describirlo más que esa «¡Delicioso!». El té dulzón parecía disipar todas mis preocupaciones, pero no todas, el hombre no había respondido a mi pregunta, lo que no me permitió calmarme.
— ¿Quién eres? —presioné, cada vez más intrigado por la identidad del hombre del parche— ¿Eres amigo de Charmy-paisen?
Esperé su respuesta con expectativa; cada segundo que pasaba, mi curiosidad no hacía más que aumentar, como una bola de nieve que se desliza colina abajo. «No me sorprendería si es algún conocido de Charmy-paisen», cavilé mientras observaba cómo él me sonreía enigmáticamente y se aclaraba la garganta con un carraspeo.
— Nah. Nunca he conocido a la pequeña glotona —me reveló con un tono casual—. Pero conozco a Yami. Somos amigos de la infancia.
No supe cómo reaccionar. Sus palabras me dejaron momentáneamente sin habla
No pude contener mi sorpresa. Mis ojos se abrieron de par en par y mi boca formó una perfecta "O" de asombro.
— ¿¡Uhhh!? ¡¡¿Eres un viejo amigo del capitán Yami?!! —exclamé, fuerte y claro. «Ahora que lo pienso, su Ki es algo similar al del capitán...», reflexioné y lo analicé, tratando de encontrar similitudes entre ambos.
El hombre del parche sonrió ante mis palabras, supongo que mi reacción le resulto divertida o algo así.
— Sip, eso es correcto. Él tenía trece años la última vez que lo vi —me reveló con un brillo nostálgico en su único ojo visible—. Apuesto que aún demora bastante en el baño, ¿cierto? Kakaka.
— ¡Sí, tarda muchísimo! —respondí, afirmando sus palabras con entusiasmo— ¡¿Así que él ha sido así desde niño?!
— Siempre fue un tipo de ojos malos y actitud violenta —me explicó, gesticulando con sus manos para enfatizar sus palabras. Sus dedos se movían en el aire, dibujando formas invisibles—. ¿Sabes cómo asustarlo? ¡Insectos! ¡Lánzale uno la próxima vez y míralo ponerse pálido!
— ¡¿De verdad?! Humm, no me imagino haciendo algo así de aterrador... —murmuré, tratando de visualizar la escena en mi mente. La idea de ver al capitán Yami asustado por un insecto era difícil de concebir.
Había dejado que la conversación me distrajera, pero de repente recordé la urgencia de mi situación. No podía estar ahí, donde sea que estuviera. Debía regresar, derrotar a ese maldito y salvar a la Hermana.
— ¡Whoa! ¡Lo olvidé! ¡No tengo tiempo para hablar! —zanjé la conversación, poniéndome de pie abruptamente. El movimiento hizo que la habitación girara a mi alrededor por un momento— ¡¡No sé dónde estoy, pero debo regresar rápido!! ¡¡Gracias por salvarme, de verdad!!
El hombre del parche hizo un gesto de "tranquilízate" con sus manos, su expresión se tornó seria y comprensiva.
— No te preocupes por eso —articuló con tacto, de manera reconfortante—. ¿Aún no estás en buenas condiciones, cierto? Digo, sé cómo te sientes... te rechazó la mujer a la que le propusiste matrimonio y casi te asesina el hombre que admiras.
— ¡¡¿Cómo sabes eso?!! —exclamé, sus palabras me sorprendieron y me hicieron abrir los ojos de par en par. Mi corazón comenzó a latir con fuerza en mi pecho, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda.
El hombre señaló su parche con el dedo y lo tocó, generando un sonido: "tap, tap". Por el sonido, intuí que su parche era de algún tipo de metal.
— Veo cosas por medio de mi ojo, por eso sé de ti —me reveló, dejando que una bruma de misterio se arremolinara entre nosotros. Su ojo visible parecía brillar con un poder... oculto—. Además... mi ojo me dijo que, aunque regreses ahora, no podrás ganar.
Tragué saliva al tiempo que un nudo se formaba en mi garganta. En ese momento, los recuerdos inundaron mi mente: la ceremonia, luego el rechazo de la Hermana y, por último, Lucius, quien me atravesó con su mano; luego caí en un tejado... después de eso... las chicas llegaron al combate y...
— ¿¡Noelle!? —su nombre salió de mis labios con fuerza. Ella estaba conmigo, delante mío, cuando todo se volvió negro.
— Tu amiga está bien, ella ayudó a que no murieras desangrado —sus palabras enviaron un escalofrío por mi cuerpo. Sentí como si un cubo de hielo se deslizara por mi espalda, dejando a su paso una estela de temor y confusión.
— ¡¡¿Dónde está?!! —intenté levantarme de un salto, pero él me detuvo con un firme gesto de su mano.
— No te preocupes, en este momento está recibiendo un tour de estas tierras —aseveró el hombre del parche, con una tranquilidad que me desconcertó y, a la vez, me preocupó—. Ya no tardarán en llegar.
Pocos segundos después, como si el hombre del parche ya supiera lo que iba a pasar, se levantó con un movimiento fluido y se dirigió a la puerta que se empezaba a abrir, deslizándose sin hacer ruido.
— Soy Ryuudou Ryuya —me reveló su nombre, acompañado de un elegante ademán de su mano izquierda—. El shogun de esta nación. Relájate. Ella quiere verte. Regresaré después.
Tras mencionar sus palabras, aparecieron en la puerta dos figuras, recortadas contra la luz que se filtraba desde el exterior. Una la reconocí al instante. Era Noelle. Vestía igual que yo, con una bata blanca que parecía flotar a su alrededor. También venía con la cabeza gacha. Su flequillo plateado ocultaba sus ojos como un velo.
Parecía tranquila, pero su Ki era todo lo contrario. La sensación me recordó a cuando estuve entrenando en el volcán con la señora Mayoraleon, ya que su Ki parecía querer explotar en cualquier momento, como un volcán a punto de hacer erupción. A su lado estaba una mujer. Ella portaba una bata negra, igual al color de su cabello, recogido en trenza. Su mirada era enojada. Sus ojos brillaban con una intensidad que me resultaba extrañamente familiar... pero antes de que pudiera analizarla más, se dio la vuelta con un movimiento brusco y se retiró del lugar junto al Shogun, dejando tras de sí un aire pesado.
Me dejaron solo con ella. De inmediato, el silencio se apoderó de la habitación, tan denso que podría cortarse con un cuchillo. Noelle seguía con la cabeza gacha, dejando que su flequillo ocultara sus ojos.
— ¡Noelle! —me acerqué a ella, con intenciones de saludarla y agradecerle— Gracias por...
No pude terminar de articular mis palabras, me quedé viendo cómo ella levantaba su rostro. Su labio inferior temblaba, al igual que sus hombros, que comenzaron a espasmearse, mientras sus ojos rosados se cristalizaban por completo. No tardaron mucho en aguarse, derramando lágrimas.
Me quedé paralizado, sin saber cómo reaccionar, en ese momento me di cuenta de que nunca la había visto así en los tres años que llevo de conocerla. Jamás la había visto de esa manera –quebrada.
Se acercó a mí con pasos lentos y vacilantes. Su mano derecha, visiblemente trémula, encontró refugio en mi bata, aferrándose a ella con suavidad y arrugando la tela entre sus dedos. Luego, se agachó ligeramente hasta quedar a mi altura y me envolvió en un abrazo intenso, me abrazo con fuerza, con mucha fuerza, para luego hundir su cabeza en mi cuello.
En ese momento, Noelle se rompió.
Sus sollozos llenaron la habitación, lloraba como una niña pequeña, con un llanto desgarrador que me partía el alma. Me apretaba con tanta fuerza que casi me costaba respirar, su llanto se transformó gradualmente en gritos de angustia que perforaban mis oídos. Yo seguía estupefacto, con los brazos a los costados, sin saber qué hacer.
Entonces, sentí una humedad extendiéndose por la tela de mi bata, que empapó mi hombro, llegando hasta mi piel. Eso me hizo reaccionar, llevándome a rodear a Noelle con mis brazos y estrecharla contra mí, intentando consolarla. Cuando lo hice, su llanto y su apretón se intensificaron aún más, como si hubiera estado esperando ese gesto para dejar salir todo lo que llevaba dentro.
Pasaron varios minutos antes de que Noelle comenzara a calmarse, su llanto se fue apagando de a pocos, hasta que se convirtió en suaves hipidos.
— Lo... siento... —musitó entre lágrimas, con su cabeza aún enterrada en mi cuello— Asta... no... pude hacer nada. Perdóname... por favor.
Esas palabras calaron hondo dentro mi, no sé cómo explicarlo, fue una sensación inexplicablemente agradable. En ese momento noté que era la primera vez que escuchaba a Noelle hablar con una voz tan sincera, tan cargada de emoción y vulnerabilidad. Ella estaba realmente afectada por lo que había pasado.
— Tranquila... —le susurré cerca de su oreja, acariciando su espalda con movimientos lentos y circulares— estoy bien, gracias a ti. Me salvaste, Noelle. Gracias.
Poco a poco, sus sollozos cesaron por completo, luego se separó de mí, rompiendo el abrazo.
Casi al mismo tiempo, ambos nos sentamos frente a la ventana, contemplando el paisaje que se extendía ante nosotros. Era increíble ver las estructuras, las casas, todo diferente a lo que estábamos acostumbrados. Los techos eran puntiagudos y angulosos, con diseños intrincados tallados en la madera, algunos niños jugaban con su magia en las calles, la gente se ocupaba de sus quehaceres diarios, creando un agradable bullicio de fondo.
A pesar de la belleza del paisaje, pude notar que Noelle aún seguía triste, su Ki vibraba con una mezcla de alivio y... un sentimiento que no pude identificar del todo bien, era como confianza junto a tristeza.
Entonces, ella se giró hacia mí y me dedicó una sonrisa triste, apenas curvó la comisura de sus labios. Cuando ella noto que la miraba, rápidamente volteó su cabeza hacia la ciudadela que se desplegaba ante nosotros.
Y entonces, le hablé:
— El tal Shogun me dijo que recibiste un tour de este lugar —la miré con curiosidad— ¿Qué es este sitio?
— Al parecer, estamos al otro lado del mundo —respondió sin mirarme, manteniendo su vista fija en la ventana—, ¿te acuerdas de lo que nos contaba el capitán Yami? Que venía de una tierra muy lejana y eso.
— Sí, lo menciona cada que puede —recordé y asentí con la cabeza.
— Pues estamos en ese lugar, el País del Sol —me reveló mientras me miraba de reojo, con una expresión indescifrable en su rostro—. Es un lugar increíble. Al parecer, ellos están muchos años avanzados a nosotros, tecnológicamente hablando.
— ¿Eh? ¿Tecnológicamente? —pregunté, sin entender del todo a qué se refería.
Ella se giró para verme directamente, curvando un poco sus labios en una ligera sonrisa y frunciendo su ceño.
— Baka —susurró, con una mezcla de exasperación y... ¿afecto? Al menos eso me pareció percibir en su Ki, siempre me resulta difícil discernir con claridad lo que realmente siente.
Ceñuda y con esa sutil sonrisa dibujada en sus labios, continuó explicándome:
— Es decir, que tienen maquinaria que funciona por sí sola, con cosas que ellos llaman engranajes o algo así —aclaró, gesticulando con las manos para enfatizar sus palabras—. ¿Ya viste esa muñeca que se parece a Charmy?
— ¡Sí, me sirvió té! ¡Creí que era ella de verdad! —exclamé, abriendo los ojos con sorpresa al recordar mi encuentro con esa peculiar "muñeca".
— Es una muñeca mecánica. Funciona con los engranajes que te mencioné —añadió, mirándome fijamente, como si tratara de evaluar mi reacción.
La verdad es que no entendí nada de lo que me dijo, y creo que ella se dio cuenta, pues me achinó los ojos cuando me quedé callado. «¿Por qué me mirará así?», sentí como me escrutaba con sus ojos rosados.
— El tal Lucius tiene una fuerza física, maná y magia abrumadoras. Serán superados fácilmente en combate. Lo mejor sería terminar la batalla lo más pronto posible. ¡Ahí es donde entra el Zetten!
— ¿Qué cosa? —pregunté, tratando de comprender sus palabras.
— Ze... ¿qué? —secundó Noelle, frunciendo el ceño.
Este lugar es muy interesante. Poco después de nuestra charla, Ryuya llegó y nos llevó a donde estaba Liebe. Lo curó un tal Humito, quien tiene magia de agua. Noelle quedó muy impresionada con su poder curativo, comparándolo con el de Mimosa. No sabría decir con certeza si es semejante o superior.
Aquí en el País del Sol, llaman de manera diferente a la magia. El poder mágico es conocido como poder de hechicería, y no tienen grimorios, tienen pergaminos y al maná lo llaman Jorioku.
Poco después, estábamos por iniciar nuestro entrenamiento con... ¡la hermana menor del capitán Yami! Se llama Ichika –nos costó procesarlo, es la mujer que estaba con Noelle, la chica de cabello negro recogido en trenza. Ya decía yo que se me hacía familiar de algo–. Nos encontrábamos en una especie de bosque de algo que ellos llaman bambú.
— ¡Zetten! Se llama Zetten —nos corrigió Ichika, con un tono firme que no daba lugar a réplicas, me recuerda al capitán cuando se enoja.
— Observen —habló Ryuya, captando nuestra atención—. El Zetten se logra manipulando el Ki, añadiéndole Jorioku o maná.
— Yo no tengo nada de magia —confesé, sintiéndome un poco fuera de lugar.
— Yo no sé eso del Ki —admitió Noelle, con una expresión de incertidumbre en su rostro.
— Tranquilos. Asta, concéntrate en sentir su Ki —Ryuya señaló a Ichika, instándome a prestar atención—. Noelle, concéntrate en sentir su maná.
Noelle y yo asentimos, enfocándonos en Ichika, tratando de percibir lo que Ryuya nos indicaba.
— Su Ki está aumentando... —me di cuenta al instante, sintiendo cómo su energía vital crecía exponencialmente, como la espuma.
— Su poder mágico también... —añadió Noelle, visiblemente asombrada.
Entonces, Ryuya carraspeó para captar nuestra atención, mirándonos con una expresión seria y determinada.
— El Ki es el flujo de la energía vital. Todos lo manipulan inconscientemente al liberar poder de hechicería o maná —explicó, gesticulando con las manos para enfatizar sus palabras—. Si hacen eso deliberadamente y con precisión...
— ¡Zetten! —gritó Ichika, lanzando un corte al aire con su brazo. Acto seguido, partió en dos mitades un grueso tallo de bambú, con una facilidad que desafiaba toda lógica.
Yo quedé boquiabierto ante eso, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba por la impresión. Noelle estaba igual que yo, con los ojos abiertos como platos y la boca ligeramente entreabierta. Ambos nos miramos por un instante, compartiendo nuestra sorpresa ante la demostración de poder que acabábamos de presenciar.
«Si logramos dominar esa técnica... —pensé, sintiendo cómo la emoción y la determinación crecían en mi interior— derrotaremos a ese bastardo».
— La cantidad de tu poder de hechicería y velocidad generan un poder explosivo —explicó Ichika, mirándonos con una expresión desafiante—. Ahora, inténtenlo ustedes, forasteros.
— Asta —Ryuya captó nuestra atención, girándose hacia mí—, viste cómo usó su Ki, ¿verdad? Tú tienes a ese demonio. Usa la antimagia que fluye en ti como si fuera poder de hechicería o magia y lograrás el Zetten —terminó, antes de enfocar su vista en Noelle—. Noelle, tú usas el Ki de manera inconsciente para lograr la piel de mana. Trata de sentir ese flujo, mezclarlo con tu maná y liberarlo, así como lo hizo Ichika.
Ambos nos miramos nuevamente y asentimos a la vez. Humito murmuraba cosas de fondo que no lograba entender, pero yo estaba demasiado enfocado para prestarle atención, estaba muy determinado en lograr el Zetten, y al parecer Noelle también.
Dos bambús se erguían frente a nosotros. Yo me enfoqué en el de la derecha y ella en el izquierdo.
Entonces, estiré y levanté mi brazo, enfocando mi antimagia directamente hacia el, junto a mi Ki, luego bajé mi extremidad simulando un corte. Sentí una especie de cosquilleo recorriendo todo mi cuerpo, leve pero presente, una sensación nueva y electrizante.
Y el bambú comenzó a desaparecer ante mis ojos, devorado por mi antimagia.
— ¡Increíble! —exclamó Ryuya, con un tono de asombro que rayaba en la incredulidad— ¡Es un bambú cultivado con poder de hechicería y lo marchitaste!
Quedé perplejo ante eso, impresionado ante este nuevo poder que fluía por mis venas. Antes de poder verbalizar algo, Ryuya continuó:
— Vamos, Noelle, concéntrate.
Volteé a verla. Ella estaba con su brazo alzado, lista para realizar el Zetten, pero había dudas ensombreciendo su rostro. Al instante, reconocí esa expresión. Era la misma que tenía cuando dominó su hechizo aquella vez en la playa de Raque, antes de enfrentarnos a Vetto.
Noelle necesitaba un empujón, y yo estaba dispuesto a dárselo.
— ¡Puedes hacerlo, Noelle! ¡Deja que todo fluya a tu brazo y libéralo! —la alenté gritándole como aquella vez— ¡Ya escuchaste, el Ki es como la piel de mana!
Ante mis palabras, ella esbozó una sonrisa, una chispa de confianza iluminó sus ojos. Cerró sus párpados para proceder a inhalar y exhalar, calmándose. Su Ki alterado, se sosegó «Su Ki está aumentando mucho...» y entonces, Noelle hizo su movimiento. Cortó el aire con su brazo y el bambú delante de ella se partió en dos, con un crujido seco que hizo eco en el bosque.
— ¡Bien hecho, los dos! —nos felicitó Ryu, con una sonrisa orgullosa en su rostro—. Ya tenían una base sólida, solo que no sabían cómo enfocarla.
— ¡Gracias! ¡Ahora somos más fuertes! —exclamé, sintiendo cómo la emoción burbujeaba en mi pecho.
— No está tan mal esta técnica... —profirió Noelle, mirándose el brazo con una expresión difícil de descifrar. Aunque, podría jurar que en su Ki se sentía como si a su lado estuviera una mini Noelle celebrando y gritando a los cuatro vientos— soy de la realeza. Era de esperarse que lo hiciera perfecto.
En un gesto de victoria, le tendí ambas manos en señal de celebración. Noelle miró mis palmas extendidas y luego mi rostro, pareció dudar unos segundos, pero aceptó el gesto, ella estrechó mis manos y luego las agitamos alegremente de arriba a abajo, jeje parecíamos una gelatina danzante, como un par de niños felices, compartiendo ese momento de logro mutuo.
Una vez nos separamos, Ryuya habló:
— Noelle —la llamó, logrando captar su atención—. ¿Qué te parece si le muestras la ciudad a Asta? Tú ya estás familiarizada con el ambiente.
Ante esa propuesta, Noelle me dio la espalda y comenzó a murmurar cosas ininteligibles, antes de responder:
— Bu-bueno, solo porque no tengo nada mejor que hacer.
Espero que hayan disfrutado este capítulo.
¿Qué les pareció?
Y antes de que se me olvide, leí algunos comentarios del capítulo anterior... así que mejor les pregunto a todos: ¿Quieren lemon en este fic?
Sin más que decir, me despido.
Que tengan un bonito día.
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