Unión
Zeldris no entendía por qué su padre lo había citado a estas horas, pues era algo tarde para una reunión. Mientras iba a la oficina de su jefe, pensaba en la boda con Gelda. Tenía que ver donde se celebrarían su pequeña fiesta y su noche de bodas. Sonrió ligeramente al pensar lo último. Al levantar la mirada, notó a Cusack afuera de la puerta de la oficina de su padre.
Era raro, pues se veía algo molesto. Cuando quedó enfrente del mayor, dijo. - ¿Pasó algo?
Cusack se sorprendió ante la llegada del chico, sonrió pero se notaba incomodidad. - Véalo por usted mismo, joven Zeldris.
Algo sorprendido, pero llenó de curiosidad, abrió la puerta dejando ver la oficina con tres individuos. Un ceño fruncido se asomó por el rostro de Zeldris, eran toda su familia. Sus dos hermanos lo miraron con incomodidad, mientras que su padre se mantenía estoico ante la tensa situación que se empezaba a formar en el lugar.
El "rey demonio" era un adulto viejo con largos cabello y barba, su apariencia era de un anciano pero se veía más imponente que cualquier bestia. - Zeldris, toma asiento.
Meliodas y Estarossa estaban sentados en dos de las tres sillas que había disponible frente al escritorio de su padre. Ambos le sonrieron, pero Zeldris ni se inmutó, sentándose en la silla del medio de sus hermanos, miró a su padre con desconfianza.
- ¿Por qué están ellos aquí? - Murmuró Zeldris serio, pero lo suficiente alto para ser escuchado por todos.
Cusack, quien se mantenía en la puerta, observó detenidamente a su jefe con desconfianza al ver una diminuta elevación de las comisuras de sus labios. En cambio, sus hijos se pusieron en alerta ante cualquier acción de éste. - Antes que nada, quiero esperar a Chandler y te diré lo que va a pasar.
Meliodas murmuró ligeramente con molestia al escuchar dicho nombre. Estarossa lo miró con burla y Zeldris no le importó, sólo quería alejarse de este par.
- Veo... ¿Qué tal tu...? ¿Cómo has estado? - Dijo Meliodas algo curioso y ,a la vez, incómodo por la mirada seria de Zeldris. Sin embargo, él no contestó solo lo observó.
- La pregunta aquí es, ¿qué necesitan de nuestro padre? - Preguntó Zeldris con molestia, observando a su progenitor. - Ustedes jamás vendrían, ni siquiera a saludar. ¿Qué tan necesitados deben estar para que vinieran a vernos? - Escupió Zeldris cruelmente, sin importarle la presencia de su padre y Cusack.
Ambos hermanos mayores bajaron su mirada, avergonzados de que él había acertado. Cusack sabía sobre la tensa relación entre la familia Demon, pero ver a su querido ahijado de esa manera le daba lástima. El rey demonio observó con detalle las facciones de sus tres hijos. El ambiente se disipó un poco ante el sonido de la puerta abriéndose.
La puerta se abrió, dejando ver a un anciano regordete con una pequeña caja. - Aquí está su pedido, señor Demon... ¡Joven maestro Meliodas! ¡Es un milagro verlo aquí!
El rubio sonrió incómodamente ante la alegría del anciano, Estarossa lo miró con pena y Zeldris, por fin, había sonreído de manera burlesca y arrogante ante su hermano mayor. Cusack suspiró cansado, su amigo siempre irritaba a los jóvenes.
- Chandler, abre la caja y entrégale a cada uno de mis hijos lo que contiene. - Confundidos por las palabras de su padre, los chicos observaron a Chandler abrir dicha caja. Dándose cuenta de que el contenido era un trío de pulseras negras, una para cada uno. Antes de que dijeran algo, el padre de éstos dijo. - Antes de que me empiezan a reclamar algo, pónganse las pulseras en su mano derecha, si quieren que continuemos con nuestra plática principal y sin que se quejen.
Cautelosos, hicieron lo que su padre les ordenó aunque se mantenían en alerta ante cualquier cosa. Sin embargo a ponerse la pulsera está rápidamente se ajustó a su muñeca, asustándolos por lo que intentaron quitársela sin éxito alguno.
- ¿Qué está pasando porque no me la puedo quitar? - Exclamó Estarossa mientras observaba a su padre con temor, al igual que sus hermanos.
- Bien. Zeldris. - Llamó a su hijo, ignorando al otro. - La razón por la cual tus hermanos están aquí es ni más y menos porque ocupan de mi ayuda, estos idiotas no pudieron manejarse solos. En pocas palabras ocupan dinero.
- Me lo suponía... - Dijo Zeldris con orgullo, pero una duda llegó a su mente. -... Pero yo que tengo que ver con ellos, yo estoy financieramente muy bien.
- Lo sé. Pero necesito que ustedes pasen tiempo juntos y se lleven bien por el bien de la empresa. - Habló serio. - Esas pulseras me asegurarán que ustedes tres pasarán tiempo juntos aunque no quieran, si desean recibir su monetización.
Estarrosa y Meliodas se observaron determinados entre sí, pero se alarmaron al ver que Zeldris se paró del asiento enojado. - ¡Lo lamento, padre! ¡Yo no estoy dispuesto!
- Lo sé, por eso pedí esas pulseras. - Dijo el anciano con soberbia. - Necesito que haya al menos una conexión entre ustedes tres. Me importa un comino sus intereses.
- Pues lo lamento, padre. Me retiró. - Comentó Zeldris con indignación, mientras se dirigía a la salida.
- ¡Espera, Zeldris! - Exclamó Meliodas, deteniendo momentáneamente a su hermano. - ¡Realmente lo siento! Sé que podríamos habernos encontrado en otra situación pero realmente ocupamos el dinero.
- Lo sé, sería raro que ustedes vinieran a saludar simplemente como una familia normal. - Sus palabras hirieron tanto a Meliodas que se quedó callado ante su profundo sentir. Estarossa solo observó lamentándose y los ancianos se incomodaron ante la situación, excepto el rey demonio, a él le daba igual.
Zeldris salió de la habitación, dejando abatidos a sus hermanos. Meliodas observó a su padre sin muchas ganas. - Supongo que el trato terminó.
- Se nota que ya no me conoces, si se inicia un trato, se termina cuando éste se haya cumplido por completo. - El rey demonio les dedicó una mirada imponente, sorprendiendo a sus hijos. - Je... Solo esperen unos minutos y ya verán.
- Padre, nosotros le dijimos qué haríamos lo que sea por qué nos diera dinero. No hay necesidad de incluir a Zeldris, él no es parte de cada uno de nuestros problemas. - Intentó razonar Estarrosa pero sólo se ganó una mirada de burla de su padre.
Meliodas iba a continuar con el discurso de su hermano pero se detuvo al sentir un pequeño calambre en el brazo, donde estaba el brazalete, y éste comenzó a sonar repentinamente con un timbre continuo. Y no solo él, sino que también le pasó a Estarossa, que veía conmocionado al rubio. Chandler y Cusack observaron preocupados a los jóvenes por la repentina acción que produjo el artefacto que poseían cada uno de ellos pero sobre todo por la sonrisa cruel del anciano jefe.
- Ya alcanzó su límite. - Fue lo único que murmuró el anciano antes de levantarse y observar la ventana con tranquilidad.
Una repentina corriente eléctrica recorrió a los cuerpos de Meliodas y Estarossa llenándolos de dolor y miedo a desconocer su origen. Pero rápido comprendieron el por qué. Era la pulsera.
Mientras sus hijos sufrían por aquella descarga eléctrica, el dueño y jefe de la corporación Demon observaba como el sol comenzaba a ocultarse. - Si no quieren que la corriente aumente, busquen a Zeldris y manténganse cerca de él si no quieren morir de esa manera. - Sin dudarlo, los dos chicos caminaron como podían hacia la salida, dejando a los adultos mayores estupefactos, menos su padre. - Espero que esto les sirva de lección.
- ¿Por qué hacer esto, señor? - Dijo Cusack algo preocupado por el bienestar de Zeldris.
- Por el bien de la empresa. - Dijo serio y determinado.
(n.n)
- Después de salir de la habitación, la corriente se desvaneció así que corrimos a buscar a Zeldris. - Comentó Meliodas, dejando asustadas a las chicas.
- Hubieran visto su cara de asustado cuando lo vimos y luego comenzó a gritarnos. - Dijo Estarossa con una sonrisa burlesca, ganándose una mirada de molestia de Zeldris. - Confundidos todavía por la situación, decidimos regresar a ver a nuestro padre que nos explicó por fin el propósito de las pulseras.
- Y creo que eso es todo... - Finalizó Meliodas, pensando si dejó pasar algún detalle.
- ¡Oh, Meliodas! Lo lamento tanto... - Dijo Elizabeth triste, rompiéndole el corazón a su novio pues sus ojos de cristalizaron. Era culpa de ella de que él estuviera en esta situación tan delicada.
- Elizabeth, tranquila. Tarde o temprano iba a pasar. - Le susurró Meliodas con cariño, tranquilizando a la chica de cabellos plateados. - Y pues solo debemos pasar todo el día juntos, no es la gran cosa.
- Aunque es molesto, Meliodas tiene razón. Padre puedo haber escogido una peor opción. - Habló por fin Zeldris mientras mantenía las manos tomadas con Gelda, quien lo observaba preocupada.
- De hecho, creo que hasta nos pudo haber encerrado en una habitación por una semana sólo para que nos llevemos bien como de niños. - Comentó Estarossa con simpleza, recordando los viejos tiempos.
El ambiente se volvió a tensar debido a que los chicos quedaron pensativos en su pasado. Elizabeth observó con detalle a cada chico y pensó en lo duro que fue sus infancias. Gelda se levantó el asiento, soltando en el proceso las manos de Zeldris, y le sonrió a todos. - Creo que ya es muy tarde, hay que descansar un poco y mañana continuamos con este tema.
- Me parece bien, mañana con más calma platicaremos sobre esta situación y como la podemos sobrellevar. - Concordó Elizabeth de manera animada.
Las palabras de las chicas animaron un poco a los Demon. Gelda comenzó a tomar los platos de cada uno para llevarlos a la cocina, pero fue interceptada por Meliodas. - Déjame ayudarte es lo mínimo que puedo hacer por dejarnos quedar en su hogar.
- Claro que no, son invitados... - Gelda fue interrumpida por Estarossa que, al igual que Meliodas, comenzó a juntar los platos y vasos. Resignada, suspiro con alegría. - Está bien. Mientras iré a preparar la sala para que ustedes duerman tranquilamente.
- ¿Qué? - Soltó algo confundido Estarossa. Meliodas y Elizabeth también se quedaron igual que el más alto ante las palabras de Gelda.
Zeldris sonrío comprendiendo el significado de las palabras de su amada, era muy lista cómo la amaba. - A lo que se refiere, es que como no podemos estar separados por 15 metros y la casa es muy grande que si no nos orientamos bien en cuestión de espacio, podríamos electrocutarnos y yo no quiero lastimar a Gelda por sus tonterías.
- Ya veo... ¿Eso quiere decir que dormiremos juntos en la sala? - Comentó Meliodas algo inquieto, pero emocionado hace mucho que no dormía con sus hermanos... ¿Unos 18 años?
- Entonces, déjame ayudarte a acomodar. Mientras los chicos se ponen a limpiar el comedor. - Dijo Elizabeth con alegría. Gelda miró a Zeldris unos instantes, antes de asentir animada. Ambas chicas se fueron del comedor para que los chicos comenzaran a limpiar el comedor.
- Me alegro que Elizabeth se lleve bien con Gelda. - Comentó Zeldris, sonriendo muy levemente. Meliodas observó con curiosidad a su querido hermano. - Ella no tiene muchos amigas, así que... Me alegro que estén aquí... En cierta forma.
Estarossa y Meliodas se miraron boquiabiertos al ver el ligero sonrojo de Zeldris, así como sus palabras. La habitación quedo en silencio, pero no era incómodo ni reconfortante. Cuando terminaron de limpiar el comedor y haber fregado los platos, se fueron a la sala donde se dispusieron a descansar.
- Oye, Zeldris, Meliodas... ¿No creen que es un poco injusto? - Dijo Estarossa algo vacilante ante su actual posición.
- No, no lo creo. - Dijo Meliodas muy animado, acurrucándose en el sillón mediano, justo su tamaño. - ¿Tú qué crees, Zeldris?
- Mi casa, mis reglas. - Dijo Zeldris firmemente, quien se encontraba acostado en el sillón más grande y amplio de los tres. Por lo que, Estarossa estaba "descansando" en el pequeño, se acomodó de lado para que por lo menos su trasero tocara la base y sus piernas y brazos colgaran fuera del mueble.
- Mañana voy a amanecer adolorido y ustedes serán los culpables. - Murmuró Estarossa indignado por su situación.
- Puedo vivir con la culpa. - Le importó poco a Zeldris, Meliodas asintió con animado al concordar con él. Estarossa gruñó ligeramente.
- ¡Meliodas! - Exclamó Elizabeth, quien llegó en una pijama rosada. El mencionado se sentó en el sillón para recibir un beso. - Buenas noches, descansa.
- Buenas, Elizabeth... - Dijo Meliodas con una gran sonrisa que provocándole un sonrojo a la chica. Vio cómo su novia se alejaba de la sala.
- Buenas noches a todos. - Dijo Elizabeth, recibiendo un "igualmente" de todos los chicos, antes de desaparecer de la habitación.
Meliodas se volvió a acostar con una gran sonrisa, que no paso por desapercibida por sus hermanos. Como adoraba a Elizabeth, ella lo hacía sentir vivo. Zeldris no dijo nada al ver que Estarossa se había levantado del sillón. Hasta que escuchó. - No deberías cargar cosas pesadas, harás que Zeldris se preocupe.
- Es para que te puedas acostar en el piso sin ningún problema. - La dulce voz de la una chica, alertó al pelinegro.
Zeldris levantó la mirada para ver que Estarossa cargaba unas colchas gruesas, siendo seguido por Gelda, que se veía algo cansada. Preocupado, se levantó y caminó hacia ella. - Gelda, no debiste.
Ella sonrió con dulzura mientras lo estrechaba entre sus brazos, provocándole un enorme sonrojo. Sus hermanos miraban atentamente la escena. Estarossa había tendido su lugar para dormir, acostándose y cerrando los ojos. Zeldris dejó de abrazar a Gelda, para irse a acostar pero antes le dio un beso en los labios.
- Buenas noches y no seas tan duro con tus hermanos... -El menor de los Demon asintió serio, pero fue suficiente para Gelda, quien sonrió satisfecha. Observó a sus cuñados y dijo. - Que tengan una buena noche.
Gelda se reiterado después de escuchar unas palabras de "buenas noches" de parte de los hermanos de su amado. Zeldris se acostó en el sillón y observó que Gelda había apagado las luces, sintiendo como sus párpados comenzaban a cerrarse debido a todo lo que había pasado ahora.
- Oiga... - Habló suavemente Zeldris, recibiendo pequeños pujidos de sus hermanos. - Buenas noches...
- ¡Buenas noches! - Exclamaron Meliodas y Estarossa con cansados, pero con ánimo pues estaban felices de que su hermano se había despedido para irse a dormir. Zeldris estaba empezando a sentir una sensación familiar y eso lo asustó un poco, pero no le dio mucha importancia.
- Una cosa más... Si comienzan a roncar les voy a arrojar un balde de agua en su cara. - Dijo Zeldris serio y decidido a cumplir su palabra, provocándole una risa a Meliodas y Estarossa.
En aquellos tiempos, Zeldris no hubiera dicho eso, sería Meliodas quien lo mencionara. Estarrosa se abría asustado y comportado, ahora le dio igual. Aunque las acciones y reacciones de cada uno habían cambiado, la sensación fraternal era mucho mejor que hace mucho tiempo.
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N/A: Hola a todos, gracias por leer. He tardado en subir el capítulo, ya tenía la idea pero he estado ocupada con la escuela. A ver qué pasa con la relación de Zeldris con sus hermanos, parece que ya está mejorando pero no todo es miel sobre hojuelas. Lamento los errores ortográficos y gramaticales.
¡Muchas gracias por leer y que tengan un buen día!
PD: Pasen a leer la historia de @angelyZPV , es su primer historia.
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