Lazos
– Me siento como un anciano... – Murmuró Meliodas poco convencido de su actual aspecto, que consistía en un traje oscuro con corbata roja. Se observaba en el espejo mientras intentaba peinar su rebelde cabello, pero era inútil. – Pero en ti se te ve bien, Zeldris. – Dijo rápidamente algo nervioso al ver como su hermano menor lo miraba seriamente.
Zeldris, quien se estaba acomodando su corbata tinta, le gruñó ligeramente antes de volver a seguir con su corbata. Estarossa sonrió mientras se miraba al espejo de manera coqueta. Los tres hermanos Demon se encontraban arreglándose en la habitación de Zeldris, acompañados por el ave de Meliodas, Wandle.
– ¡Patético! – Exclamó el ave a Estarossa, quien lo miró con el sello fruncido. Meliodas rió y Zeldris simplemente sonrió, ese pájaro tenía algo en contra del chico de cabellos plateados.
– Me cae muy bien tu pájaro, Meliodas. – Comentó Zeldris algo burlesco, ganándose un carcajada de Meliodas y un pujido de Estarossa. – Como sea... Tenemos que tener todo a la mano, no quiero que se nos olvide algo y tener que volver por ello.
– Espero no perder mi dignidad en la presentación... – Murmuró Estarossa algo nervioso, hace mucho tiempo que no se presentaba a hablar frente a un grupo directivo y no había resultado muy bien la última vez.
– Tranquilo... Solo fue una vez. – Consoló Meliodas a su hermano mientras le daba unos pequeños golpes en la espalda. – No fue tan malo...
– Solo comenzó a sudar tanto que su ropa se mojó y en su nerviosismo vomitó en los zapatos de Chandler... Nada grave. – Dijo Zeldris sarcásticamente, ganándose una mirada de frustración de Meliodas y de nervios de Estarossa. – Mira, aquella vez tenías que... ¿Unos 14 años? No es para tanto, eras un inexperto. Ahora has madurado y sé que tienes la confianza para no cometer una estupidez como aquella vez.
Al principio, Estarossa se había puesto pálido al recordar "aquella vez" pero al oír a Zeldris hablar de él como una persona capaz lo hizo sonrojar un poco y animarse, siendo visto sólo por Meliodas, quien le dedicó una sonrisa burlesca. Zeldris se encontraba terminando de arreglar su corbata.
– Gracias... – Fue lo único que dijo Estarossa mientras dejaba ver una pequeña sonrisa. - Supongo que para ti esto es más sencillo.
– Sí... Todo lo que sé lo he aprendido viendo. – Comentó Zeldris algo tranquilo mientras recordaba pequeños momentos de su infancia. – Supongo que gracias...
Meliodas rió mientras hacia un gesto de complacencia a Estarossa, quien soltaba unas carcajadas por la cara avergonzada de Zeldris. La puerta de la habitación se abrió, dejando ver a Elizabeth un poco preocupada. – Lamento entrar así, pero Gelda se ha puesto a subir las cosas al auto y no creo que sea lo adecuado para su condición...
– Igual de desesperada que Zeldris, se nota que son... – Dijo Meliodas amigablemente antes de ser golpeado en el estómago por Zeldris, cayendo al suelo del dolor. Elizabeth soltó un gritó por su novio.
– Bien. Vamos a bajar para ayudarle. Estarossa.– Zeldris salió con la frente en alto, y como si supiera a que se refería, su hermano tomó a Meliodas entre sus brazos para cargarlo y salir del cuarto. Elizabeth miraba con preocupación el estado de su novio.
(+.+)
– ¡Listo...! – Murmuró Gelda toscamente, mientras cerraba el auto. Por lo que ahora se dirigió a la casa a desayunar algo ligero, siendo sorprendida por Zeldris, quien salía de la puerta con una cara de ligera molestia pero para la chica fue lo más tierno que había visto en el día.
– No deberías hacer esfuerzo, apenas estás saliendo de tu fiebre... Con trabajo me convenciste en dejarte ir a la empresa. – Murmuró Zeldris algo preocupado mientras acariciaba los brazos de Gelda, quien lo miraba con tranquilidad sin inmutarse mucho. Ella simplemente sonrió.
– Y eso que él es difícil de convencer. – Comentó Estarossa, arruinando el momento entre la pareja y ganándose una mirada sería de Zeldris. Éste simplemente dio dos pasos para atrás. – Mejor me retiro, no quiero empezar mi día como Meliodas.
Gelda parpadeó algo confundida no porque Estarossa se había retirado rápidamente, sino porque tenía a Meliodas en sus brazos. Pero relacionando lo que había comentado con lo que vio, supuso que fue su amado. Zeldris sintió la mirada de su prometida en él. – No fue tan fuerte.
– ¿En serio? – Cuestionó Gelda con burla mientras ambos se adentraban a la casa. – Su estado me dice lo contrario.
– Creo que exageras... – Sonrió Zeldris mientras cerraba la puerta de la casa.
(-.-)
Elizabeth colocaba con gran habilidad dos tazas con agua caliente y tres platos hondos en la mesa del comedor, donde Meliodas y compañía estaban sentados. Gelda acariciaba al cerdo con cariño y Wandle picoteaba juguetón sus cabellos claros.
– Vaya que tienes experiencia con la meserada. Incluso son bebidas calientes y las manejaste sin tirar de su contenido. – Alabó Estarossa con asombro, provocándole un sonrojo a Elizabeth, quien colocaba una caja de tés y dos botes, uno de azúcar y otro de azúcar.
– Sí... Aunque en realidad soy algo torpe, tiendo a tirar las comidas pero jamás las bebidas. – Dijo Elizabeth con orgullo pero poco a poco se comenzó avergonzar ante la mirada de fija de Meliodas. Y como si supiera que pensaba, continuó algo apenada. –... Aunque tiendo a confundir las ordenes de los clientes.
Meliodas y los demás rieron suavemente, mientras Elizabeth soltaba un pequeño puchero, dejando en la mesa un cartón de leche y un cereal colorido. Todos comenzaron a prepararse su desayuno, Zeldris y sus hermanos se servían cereal mientras las chicas se preparaban un café y té.
– ¡Espero que les vaya bien en su presentación! – Exclamó Elizabeth con ánimo, en contraste a las miradas nerviosas de los Demon al oír la palabra "presentación".
– Eso también espero... – Murmuró Estarossa con ligera tristeza. Sus hermanos lo miraron algo divertidos por sus palabras. Gelda sonrió con ligera melancolía, en cambio Elizabeth estaba preocupada por haberlo hecho sentir de esa manera.
– Elizabeth... – Le habló Meliodas algo más relajado, aunque se veía algo triste. – ¿Podrías llevar a Hawk y a Wandle a la casa? Hoy es nuestro último día...
– Oh, sí... – Comprendió el sentir de su amado, observando a los demás notó incomodidad entre los hermanos. – Mientras ustedes están en la empresa, yo me encargaré de dejar la casa arreglada y llevarme nuestras cosas, y no quiero que me digan que no. – Dijo Elizabeth decidida al ver que Zeldris se iba a oponer.
– Ustedes serán bienvenidos cuando quieran. Zeldris y yo los estaremos esperando nuevamente para pasar un agradable momento en familia. – Comentó Gelda con una sonrisa, a la vez que Zeldris asentía con el mismo sentir, amor fraternal. – ¡Incluso, podríamos hacer un viaje familiar!
– ¡¿En serio?! – Exclamaron todos con ánimo, Zeldris simplemente sonrió con aceptación a la oferta que ofreció su esposa.
– Claro... Mientras el lugar que escojamos sea adecuado para nosotros. – Dijo Zeldris serio mientras observaba a Estarossa y a Meliodas con obviedad.
– ¡Otra fiesta alocada! – Exclamó Meliodas con ánimo mientras levantaba las manos como un niño, todos volvieron a reír, a excepción de Zeldris. – Oh, ya es tarde. Debemos apresurarnos.
Y efectivamente, era algo tarde para llegar la empresa Demon. Eran las 9:15 a.m. Meliodas y Estarossa comenzaron a devorar su cereal con leche, mientras que Zeldris comía con tranquilidad. Todo era paz... Hasta que llegaron a la empresa.
(*.*)
Los tres Demon y la próxima esposa Demon entraron al establecimiento muy elegantes e imponentes, con sus miradas serias y determinadas, causando un par de suspiros de las secretarías de la recepción.
– Ingenuas... – Pensó Gelda, porque lo que realmente les pasaba a aquellos hombres eran que estaban nerviosos hasta la médula, incluso su prometido. Aunque su mirada aparentaba otra cosa.
Zeldris cargaba un maletín con papeles para la presentación, Meliodas la laptop en su estuche y Estarossa una bolsa que contenía el proyector y otras cosas que les sería útil para su presentación. Gelda simplemente cargaba con su bolso y a diferencia de los chicos, ella se encontraba tranquila. Entraron al ascensor y después de que este se cerrara dejándolos solos, los hermanos mayores de Zeldris soltaron un suspiro que no sabían que habían estado conteniendo.
– No puedo creer que vayamos a hacer una presentación frente a nuestro padre. – Comentó Estarossa algo nervioso y burlesco a la vez. – Esa fue una de las razones por la cual huimos de casa...
– Jeje... Sí, cierto. – Dijo Meliodas algo nostálgico, mientras observaba a los números de la pantalla del ascensor cambiar conforme subían. – ¿Y mi padre sabe que nosotros vamos a presentar el proyecto de Gelda?
Por primera vez, Zeldris mostró un rostro confundido y desprevenido, dejando a sus hermanos asustados. – ¡¿Padre no lo sabe?! – Exclamaron conmocionados.
– Claro que no sabe... Yo iré a hablar con él mientras ustedes se relajan en la oficina de Zeldris. – Habló Gelda como pudo, pues su voz ronca no se lo permitía hacerlo con fluidez. – No se preocupen, él es comprensible con respecto al trabajo.
Meliodas y sus hermanos la miraron con cara de duda. Estarossa no comprendía como ella podía hablar tan tranquilamente con su padre. Cuando el ascensor marcó el 9, éste se detuvo. Zeldris y compañía salieron del elevador, a excepción de Gelda, quien sonrió con tranquilidad. Los tres observaron como el ascensor se cerraba, dejándolos en el noveno piso y con el respecto elevado a Gelda, al menos Meliodas y Estarossa.
– Ella es más atrevida que tú, Meliodas. – Dijo Zeldris con burla, provocándole un dejé de vergüenza. – Por aquí es mi oficina. Tenemos unas dos horas para hacer lo que queramos, bueno, al menos ustedes. Yo tengo trabajo.
– ¡Nosotros te ayudamos! – Exclamó Meliodas, siguiendo a sus dos hermanos. Zeldris lideraba el camino, algunos de los empleados lo saludaban con respeto, otros con miedo, causándole algo de gracia a Estarossa. – ¿En qué consiste tu trabajo?
– Solo debo supervisar y verificar unas cosas. – Dijo Zeldris con tranquilidad, mientras llegaban a una sala. Pero luego suspiró al conocer como realmente eran sus hermanos, ayer habían batallado para hacer un escrito. ¡Un escrito! No quería imaginarse cómo se pondría si se enteraran de que se trataba de unas pilas de documentos.
Pero al ver una linda y joven en la entrada de su cubículo, su secretaria, se sorprendió al darse cuenta de lo pequeño que era el mundo.
La recepcionista sonrió y se acercó a ellos con ligera sorpresa. – Muy buenos días, señor Zeldris. – Habló la jovencita de cabellos claros. Ella observó con ligera sorpresa a Meliodas y Estarossa, como si intentara recordar algo.
– Buenos días, Nadja. ¿Algún asunto importante? – Comentó Zeldris sin tomarle mucha importancia a las caras pensativas de Meliodas y la chica.
– No, solo que su padre lo volvió a citar a las 3:30 en su cubículo. – Dijo Nadja algo confundida por la petición del jefe. – No quiero ser grosera o impertinente pero, ¿quién son ellos?
– Ellos son mis hermanos, Meliodas y Estarossa. – Señaló a su respectivo hermano, luego hizo un ademán de presentación a la chica. – Ella es Nadja... Ahora que lo pienso, tú te apellidas Lionés, ¿no?
– ¡Sí! – Exclamó algo sorprendida por su mención, pero al ver la cara de Meliodas, quedó algo más confundida. – ¿Hay algún problema?
– De causalidad, ¿no tienes una prima llamada Elizabeth? – Dijo Meliodas con curiosidad. – ¡¿O estás quedando con un chico que parece chica?!
– ¡¿Eh?! – Exclamó sorprendida por la última declaración. – Yo no tengo ninguna prima, pero si una sobrina llamada así... Pero lo último...
– No me digas que estás saliendo con la sobrina de ella. – Dijo Estarossa sorprendido por la revelación. – Y tampoco puedo creer que Gowther este saliendo con alguien así de linda y yo no.
Nadja comenzó a ponerse roja de la vergüenza y confusión, y Meliodas comenzó a reír al ver la cara de ella y su hermano Estarossa, quien seguía ofendido por ser el único soltero de sus conocidos. Zeldris satisfecho de haber dejado a sus hermanos entretenidos con su secretaria, se adentró a su cubículo para ponerse a trabajar y avanzar en lo que quedaba del día.
(0.0)
Cusack miraba con preocupación a la prometida de su ahijado, quien se encontraba sentada con tranquilidad ante la mirada seria del famoso "Rey demonio". En la habitación se podía sentir la tensión, al menos para el bigotudo. El cabeza de los Demon tomó asiento y ladeó la cabeza con diversión.
– Me estás diciendo que no podrás presentar la exposición de tu nuevo proyecto por tu enfermedad, ¿me equivoco? – Habló el señor Demon con ironía ante la "excusa" que presentó su futura nuera, pero él sabía que había más. Ella no era patética como los de su familia, en especial de su padre, Izraf.
– No es tan en parte a mi estado... Son mis compañeros, ellos se echaron para atrás. –Comentó algo molesta aunque sabía que estaba mal señalar a sus "compañeros", ellos la habían abandonado por completo, en vez de que todos ellos y ella se enfrentaran a su irresponsabilidad. De no haber sido por sus cuñados y prometido, estaba segura de que ella habría sido despedida y mal vista por su suegro.
– Compañeros... No me digas que te abandonaron. – Dijo el Demon con obviedad, como si lo esperara. – Patéticos... ¡Cusack!
– ¡Sí, señor! – Respondió el otro viejo ante su llamado, algo sorprendido por su mención.
– Quiero que busques a esos estorbos y les des el triple de carga de trabajo... Eso les enseñarán a no volverme a fallar. – Cusack se sorprendió pero se compuso rápidamente para asentir y salir del cuarto. – En cuanto a ti... La mesa directiva estará molesta por haberlos citado sin nada importante que presentar...
– En eso se equivoca, señor Demon. – Habló Gelda con una sonrisa llena de gracia, causándole curiosidad al viejo. – Mi proyecto será presentado.
– Acabas de decir que tu equipo de trabajo no hizo nada. – La miró con cuestionamiento y ligera molestia, odiaba que lo engañara. Pero luego sonrió al ver ella ni se inmutó. – ¿Qué está pasando, señorita Gelda?
– Zeldris junto a sus hermanos realizaron y presentarán la explicación del proyecto que íbamos a presentar el día de hoy. – Gelda terminó su diálogo sólo para sorprenderse por ver al señor Demon aplaudir y sonreír con gracia.
– Jamás pude hacer que estos mocosos hicieran una presentación juntos... ¡Y ahora cómo si nada lo hacen! – Él simplemente dejó de aplaudir pero de su rostro, la sonrisa no se iba. – Maldición, si habría sabido que esas pulseras funcionarían, las habría usado desde antes. ¡Y a ti! – Le señaló con ironía. – Los impulsaste a que trabajaran juntos... Felicidades. Te ofreceré todo lo que desees, dinero, una casa o lo que sea... Completamente gratis.
– ¿Qué? – Preguntó Gelda confundida ante la alegría de aquel viejo amargado, ella jamás esperó esa reacción, bueno, tal vez sí pero no tan eufórica. – Creo que me perdí... – Murmuró para sí misma.
– Hice todo este alborotó por una razón en concreto. – Habló serio pero con una sonrisa, había oído los murmullos de su nuera. – Quiero que el día que yo muera, ellos sepan trabajar en equipo y guiar la dirección de la empresa en buen camino... Y también para fastidiarlos, sé que con Zeldris es suficiente. – Gelda rió ligeramente ante el extraño humor de su suegro. – Ellos tienen diferentes temperamentos distintos.
(U.U)
– ¡Por un demonio! ¡Zeldris, bájate de ahí! – Exclamó Meliodas molesto, aunque era una faceta para ocultar su preocupación y nerviosismo, a diferencia de Estarossa, que si externaba eso.
Los hermanos Demon habían discutido por usar la consola, Zeldris no era un niño tan ingenuo por lo que entendió como sus hermanos se habían aprovechado de su inocencia al darle un control sin conectar. Por lo que con su orgullo, apagó la consola, dejando a Meliodas y a Estarossa perder todo lo que habían logrado en ese buen rato de juego.
Al ver la mirada de molestia de Meliodas, Zeldris corrió a la cocina y con gran habilidad se había subido al refrigerador. Estarossa le había rogado que bajara pero solo había recibido una manzana contra su cara. El rubio suspiró preocupado, si Zeldris caía esa altura se lastimaría.
– ¡Son unos malos conmigo! – Exclamó un Zeldris de 8 ofendido por el trato que recibió de parte de sus hermanos.
– Vamos, Zeldris. No era nuestra intención. – Comentó Estarossa con culpa, intentando hacerlo entrar en razón antes de Meliodas explotara.
– ¡Zeldris! ¡Si no bajas...! – Gritó Meliodas molesto, si su pequeño hermano no bajaba él lo haría bajar.
– ¿Si él no baja qué? – Una voz ronca e imponente resonó de manera calmada por la habitación, provocándole escalofríos a los tres niños. Los hermanos Demon voltearon con temor al señor que había entrado al cuarto, su padre. – Zeldris, bájate. – Dijo con tranquilidad, diferente al niño, quien hizo un escándalo para intentar a bajar.
Zeldris no lo dudó dos veces para saltar a los brazos de su hermano mayor Meliodas, quien lo atrapó y lo puso en el suelo con rapidez. Los tres niños se pusieron en fila, de mayor a menor. Estarossa se sintió cohibido ante la mirada seria de su padre.
– ¿Qué está pasando aquí? – Habló con tranquilidad, analizando cada gesto que hacían. El silencio prosperó hasta que volvió a presionar. – Si no me dicen, serán castigados por desobedecer.
– Yo... Yo y Estarossa estábamos jugando y no queríamos que Zeldris arruinara nuestra partida, por lo que le di un control para que creyera que estaba jugando. – Soltó al fin Meliodas algo incómodo ante la mirada curiosa de su padre. – Él se enojó y apagó la consola, perdiendo todo nuestro progreso... Enojado, lo comencé a perseguir hasta que Zeldris se subió al refrigerador.
– Mmm... Ya veo. Solo tenemos que deshacernos del problema. – Sin entender a que se refería, Meliodas y sus hermanos lo vieron darse la vuelta y salir de la cocina. El trío se miró entre sí confundidos hasta que escucharon un escándalo en la sala.
– ¡El juego! – Gritaron internamente los niños para salir corriendo a la sala, sólo para encontrarse con su padre cargando su consola.
– Padre, por favor. ¡No lo vaya aguardar, nos comportaremos bien! – Exclamó Meliodas como un niño triste por quitarle su caramelo.
– ¿Aguardar? – Dijo con burla, congelando a sus hijos del miedo. – ¿Quién dijo eso?
Sin poder decir nada, miraron con tristeza a su consola. El señor Demon avanzó hasta el segundo piso, justo en la ventana que tenía vista al jardín y la abrió. Sin dudarlo, lanzó el aparato por el acceso.
Actualmente, ellos vivían en una casa de dos pisos... Con una alberca en el jardín. Y justamente, el señor Demon había lanzado la consola en la instalación de agua, estropeando totalmente el aparato. Meliodas, Zeldris y Estarossa miraban desde la ventana como su consola burbujeaba en la alberca, y poco a poco perdiendo las esperanzas de tener otra consola hasta pusieron una cara de tristeza.
(@.@)
– A situaciones extremas, medidas extremas. – Dijo firmemente el señor Demon mientras miraba con nostalgia la ventana de su cubículo. Gelda se preguntaba, en qué estaría pensado su suegro que se veía muy alegre.
– Bueno, me retiro... Aunque no hablaré, estaré presente en la presentación. – Gelda se levantó de su asiento y se despidió de mano del señor para luego retirarse de la oficina.
(*.*)
– Todo estará bien... Piensa que están en ropa interior y no hables rápido... – Estarossa comenzó a susurrase un montón de cosas, ajenos a lo que decían, Zeldris y Meliodas acomodaban el proyector y el equipo. Los tres tenían 5 minutos para arreglar la sala de juntas para su exposición.
La puerta se abrió y los tres miraron con atención y seriedad, esperando que no fuera algún miembro de la mesa directiva o peor, su padre. Pero al ver que solo era Gelda y Elizabeth, se tranquilizaron.
– ¡Elizabeth! – Exclamó Meliodas para correr a abrazarla, ésta correspondió a su abrazo con cariño. – ¿Cómo es que estás aquí?
– Yo obtuve un poco de ayuda. – Comentó Gelda con una sonrisa burlesca. – No habrá problema con su estancia aquí, ella y yo estaremos en el fondo viéndolos.
– ¡Sí! Podré verte en acción. – Dijo Elizabeth con dulzura mientras le daba un beso en la frente a Meliodas, quien sonrió con entusiasmo. – Así que por favor, no se desconcentren.
Mientras Meliodas y Elizabeth se daban cariños, y Estarossa se encontraba automentalizando, Zeldris había terminado de acomodar todo. Gelda le sonrió mientras acariciaba sus cabellos negros.
– Gracias por hacerme este favor. – Zeldris simplemente movió la cabeza negativamente.
– Por ti, haría cualquier cosa... – Dijo con cariño para luego dejar de sonreír. – ¡Pueden dejarme de verme así! – Meliodas y Estarossa, quienes estaban mirando fijamente a su hermano, rieron con diversión ante el sonrojo de Zeldris. En ese instante, la puerta se abrió, dejando a la vista a algunos de los empleados de la mesa directiva. Ya era hora de comenzar con el espectáculo.
(ñ.ñ)
El sonido de los aplausos sorprendió a Estarossa, quien se encargó de finalizar la presentación. Las sonrisas de satisfacción de los directivos provocó una sensación de placer a los dos hermanos mayores Demon, Zeldris simplemente sonrió al conocer ese sentimiento. Elizabeth aplaudía con fervor, jamás pensó que Meliodas fuera un experto en este tipo de temas y ambiente.
Después de hablar sobre el proyecto, que fue aceptado, algunos miembros de la mesa directiva se acercaron a estrechar las manos en forma de respeto. Poco a poco todos los empleados salieron de la sala de junta, dejando solo a los miembros de la familia Demon, es decir, al rey demonio y a sus hijos. Las chicas habían salido a ir por un café, llevándose con ellas el equipo.
– Lo diré una vez para que estén atentos. – Dijo el señor Demon a sus hijos, quienes se encontraban enfrente de él, donde acababan de realizar su presentación. El anciano se encontraba sentado en una de las sillas cercanas a ellos. – Fue una excelente presentación... Un poco divertida por el tic nervioso que le dio a Estarossa, pero muy bien dentro de lo que cabe... Hace mucho que quiera que pasara esto, bueno, mejor tarde que nunca.
– Gracias, padre. – Dijeron al unísono, serios pero con una sonrisa llena de orgullo.
– Como sea. Mi objetivo ya está cumplido, es hora de liberarlos. ¡Chandler! – Las puertas se abrieron, dejando ver al viejo bigotudo con una tarjeta de color magenta.
Se acercó primero a Meliodas y acercó la tarjeta a la pulsera, haciendo que ésta se abriera y cayera en su mano. Hizo eso mismo con los otros dos hijos Demon. El trío se vio con alivio sus muñecas. Chandler colocó las pulseras en la mesa y en eso entra Cusack con un maletín.
– Cusack les entregará a Meliodas y Estarossa el dinero que quedamos. – El anciano señaló al maletín con tranquilidad, pero antes de que lo abriera Cusack, fue interrumpido.
– Padre... – Meliodas y Estarossa se acercaron a su padre y lo miraron con seriedad ante de suspirar con alegría. – Estarossa y yo hemos decidido no aceptar el dinero.
– ¿Qué? – Exclamaron Chandler y Cusack sorprendidos, mientras que Zeldris miraba con asombro a sus hermanos. El señor Demon los observó, esperando a que continuaran con su explicación.
– No debimos haber venido aquí a pedir dinero... Debimos haber pedido tiempo como familia... Zeldris, lamentamos haberte arrastrado en esta loca situación. – Comentó Meliodas con sinceridad, mientras observaba a Zeldris con cierta melancolía.
– Sí... Por eso, no podemos aceptar este dinero. Sería aprovecharnos y ofender a nuestro pequeño hermano. – Estarossa sonrió de oreja a oreja mientras revolvía los cabellos oscuros se Zeldris, quien simplemente gruñía ante aquel contacto físico brusco.
– Ya veo... Como ustedes deseen, ya sabrán cómo le harán para recuperarse de su estado actual. Zeldris, te puedes retirar temprano. – El mencionado hizo un gesto de agradecimiento. El señor Demon al ver que sus otros hijos se acercaban a él, se molestó. – ¡Ya váyanse! No quiero que empiecen con sus cursilerías.
Los tres Demon salieron de la sala de junta, soltando unas carcajadas ante la reacción de su padre, dejándolo solo con sus dos manos derechas. Cusack y Chandler sonrieron ante el pequeño recuerdo de aquellos jóvenes pero como un grupo de niños traviesos.
(*0*)
– Jamás pensé que iban a intentar abrazar a nuestro padre. – Comentó Zeldris con ligera gracia. Meliodas simplemente río y Estarossa se rascó la cabeza algo avergonzado. – Están locos.
– Lo sé... – Dijo Meliodas con orgullo. – Es una lástima, estábamos a punto de hacerlo hasta que supo de nuestras intenciones.
– Creo que si nos hubiéramos acercado más, habríamos recibido un golpe en la cabeza. – Mencionó Estarossa haciendo un gesto con las manos para representar un golpe.
Los tres se habían adentrado al ascensor, iban a la planta baja para ir a comer y encontrarse con las chicas. Zeldris miró con tranquilidad a sus hermanos y suspiró algo nervioso por lo que iba a decir.
– Oigan... Saben... – Les habló a Estarossa y Meliodas, obteniendo su atención total. – Yo les puedo prestar el dinero que necesitan.
– Zeldris... – Habló Estarossa para negarle, pero fue interrumpido.
– Si quieren, no les voy a estar rogando. – Dijo Zeldris algo orgulloso, provocándole risa a Meliodas y Estarossa.
– Muchas gracias... – Dijeron avergonzados por la amabilidad de su pequeño hermano. El viajar en el elevador iba a hacer un poco tardío, pues estaban en los últimos pisos del edificio.
– También están invitados a mi boda... – Rápidamente Zeldris sintió como sus hermanos lo tomaban de cada uno de sus brazos. – Ni lo piensen...
– Debemos hacer una fiesta de despedida de soltero... ¡Una en grande! – Rió Estarossa ante la mirada de molestia de Zeldris. – ¿Qué piensas de eso, Meliodas?
– ¡Está bien! Ban y Escanor nos ayudarán a planearlo, y ocupamos convencer a los demás para que participen. – Dijo Meliodas mientras sacaba su teléfono de su bolsillo y comenzaba a marcar. – ¿Para cuándo será la boda?
Y así el trío de hermanos salieron decididos a planear una gran fiesta, al menos dos de los tres, se mostraban muy felices ante el evento que se realizaría. Zeldris suspiró con cansancio y resignación ante la alegría de sus hermanos, uniéndose un poco a la planeación.
Al final sus lazos de familia se habían estrechado y reforzado. Ahora que todo estaba arreglado, podían pasar tiempo como una familia normal... Bueno, al menos eso intentarían.
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N/A: Hola a todos, muchas gracias por haber leído esta historia (o al menos una parte de ésta). He aquí el último capítulo de esta historia. Fue muy divertido escribir sobre ellos. Y muchas gracias por sus comentarios, fueron tan lindos y agradables de leer, así como sus votos. Lamento los errores ortográficos y gramaticales.
¡Muchas gracias por leer y que tengan un buen día!
PD: ¡Feliz año nuevo! Que les vaya muy bien en este nuevo año, que todo lo que se propongan se cumpla n.n
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