VERDAD Y VENGANZA II
Recordatorio:
LOS KHAL
Oh Haejin - alfa, padre, rubio con ojos negros, asesinado a los 45 años.
Khal Sookha - omega, madre, albina, asesinada a los 42 años.
Khal BoGum - alfa, primer hijo, albino, asesinado a los 19 años.
Khal MinRi - omega, segunda hija, albina, viva.
Oh Youngmin - beta, tercer hijo, rubio con ojos negros, asesinado a los 13 años.
Oh Taehee - alfa, cuarta hija, rubia con ojos negros, asesinada a los 10 años.
Los cuatro son hermanos, solo que por respeto, solamente los "blancos/gigantes" se quedaron con el apellido Khal. Así lo decidieron ambas partes. A los hermanos nunca les importó.
Egoísta
La última vez que Jeongguk había dormido en el piso fue cuando vivía en la ciudad, la única vez que durmió fuera de su casa. En el departamento de Adán, un amigo de allá. La diferencia es que esa vez, hacía unos dos o tres años, el mayor había hecho un tendido en el piso para él con colchas gruesas y una almohada suave.
Ahora, cuando se reincorporó, soltó un quejido al sentir a MinRi recargada en su pecho completamente dormida. Estaba sentado en el suelo con la espalda recargada en la base de la cama. Las cortinas cerradas y el reloj roto entre los pedazos de madera —de lo que solía ser el buró— le impidieron saber qué hora era.
La boca pastosa, el antebrazo punzante, la espalda adolorida y el corazón destrozado no fueron impedimentos para quitar a MinRi de encima, y con cuidado, llevarla a la cama. Se apresuró en ir al baño, y con el cepillo de dientes en su boca, bajó a la cocina para poner a hervir agua. Puso el fuego a tope y se desesperó por la tardanza. No quería que la albina despertara sola y se apresuró en prepararle un té de eucalipto y subió escaleras arriba para encontrarse con MinRi en la misma posición en la que la dejó.
Descansó las tazas de té en el buró intacto del otro lado de la cama y se cepilló los dientes en la puerta del baño, sin quitarle el ojo de encima.
Sin más preámbulo y cuando terminó, se acostó a su lado. Se le hizo extraña la forma en la que sus manos estaban cerradas y al revisarlas hizo un mohín mezclado con un suspiro. Fue hasta el tocador de MinRi y regresó a sus manos. Con las pinzas, sacó las astillas enterradas en sus dedos, y una que otra que había acabado en sus uñas. Después revisó sus pies descalzos, pero esas astillas estaban enterradas tan profundo que para cuando Jeongguk acabó de quitarlas y se reincorporó a su lado, la omega ya estaba despierta.
—Buenos días —dijo el alfa con una leve sonrisa, llevando un mechón de cabello detrás de su oreja —Ten —tomó el té —Toma un poco antes de que hables.
MinRi, con los ojos cansados, le dio un sorbo corto, seguido de uno más largo. Se aclaró la garganta y dejó la taza en el buró para tirarse en la cama de nuevo. No tocó a su novio ni hizo el esfuerzo para pegarse a él, pero si lo miró. Sus ojos claros se posaron en los negros del alfa y Jeongguk besó su frente en respuesta.
Se acomodó a su altura y se colocó de lado para mirarla de frente.
—¿Cómo te sientes? —preguntó, sonando tranquilo cuando en realidad se sentía todo lo contrario.
La peliblanca se encogió de hombros sin cambiar la expresión sombría de su cara. Jeongguk no supo cómo tomar eso.
Por más conexión, noviazgo, amor y el mismísimo enlace que compartían, el alfa no sabía cómo MinRi se sentía. Las emociones eran claras en la parte animal y espiritual que compartían, pero lo sentimientos, los miedos, las experiencias así como su pasado era cosa individual.
No podía ni imaginarse lo que era perder a una familia frente a sus ojos. Menos la parte de sus hermanos, por ser hijo único. Siempre consideró a Namjoon como un hermano, pero sabía que no era lo mismo. Tampoco el trauma de ver como matan a tu hijo en tus narices.
Por largos segundos el alfa odió lo injusta que podía ser la vida. Lo mal que la había pasado MinRi a lo largo de su corta vida lo hizo reflexionar lo afortunado que era en todos los sentidos.
—¿Puedo abrazarte? —el pelinegro soltó la pregunta con las cejas arqueadas.
No quería lanzarse a su novia como si nada. No sabía cómo es que iba a reaccionar, entonces mejor preguntó. La omega volvió a encogerse de hombros, pero para cuando el alfa ya arrastraba su cuerpo junto a de ella, se apoyó en su pecho con urgencia.
Empuñó las manos alrededor de la tela de su camisa y soltó el suspiro que contenía en lo más profundo su alma. El alfa, como siempre, dejó un beso en su coronilla y le brindó el calor que tanto buscaba.
—¿Qué es lo peor que puede pasar si entro a Haro? —MinRi preguntó bajito, con la garganta adolorida —...en el pueblo —especificó.
Jeongguk miró la parte superior de su cabeza con una ceja elevada. No sabía a dónde quería llegar, pero contestó con la verdad.
—Por entrar sin permiso y sin ser notada: un llamado de atención, feo. Si haces algo, lo que sea, una guerra.
El cuerpo de MinRi, por pocos segundos, se endureció.
—¿Guerra?
Jeongguk asintió, a pesar de que sabía que MinRi no lo podía ver —Entrar sin permiso es una violación al contrato. También aplica para Sorní y Mitre.
MinRi si entendía esa parte, era una regla clara, sencilla y prácticamente a prueba de tontos, pero eso no respondía su pregunta.
—Ajá, pero ¿por qué una guerra?
—Si entras sin permiso a Haro, ellos pueden matarte como represalia. Está en el acuerdo, al igual que nosotros podemos matar a quien sea que entre a Canus. Ahora, si te matan, por ende, muero. El consejo vería que mi causa de muerte es por depresión o algo así, y te buscarán. Moverán cielo y tierra y pedirán permisos para revisar en los pueblos, y cuando te encuentren en Haro, van a atacar. Ellos se defenderán y así empieza una guerra.
Mierda.
—¿...Y si no me encuentran?
—Guerra en los cuatro pueblos —respondió simple.
—¿Y si no me matan?
Si MinRi quería ir a la manada de los Sung, y al entrar no la mataban, entonces la iban a secuestrar. Como lo estuvo por casi dos años. Era obvio, casi lógico.
—De una forma u otra iré por ti —prefirió responder, diciendo la verdad —¿Por qué me preguntas eso?
MinRi se enderezó. Cruzó sus piernas y miró al alfa tendido boca arriba a su lado derecho.
—Porque ya tardé mucho.
Jeongguk frunció el entrecejo —No estoy entendiendo.
—Lo quiero ir a matar.
El alfa ya se esperaba esa respuesta. No quería tener razón, mucho menos escuchar la frase directo de su boca, pero aunque lo negase, su novia quería venganza. Y la quería ya.
—Yo también —respondió —Créeme Rin, quiero arrancarle todas sus extremidades, pero no puedes o podemos ir así como así.
MinRi inhaló profundo sintiendo un peculiar cosquilleo en el estómago —¿Irías conmigo? —preguntó ensimismada.
El alfa no se lo pensó.
—Sí —respondió firme, sentándose también —Lo tenemos que planear y no podemos cometer ni un error —paso saliva con dificultad —Pero me preocupas.
—Estaré bien —cortó en seco. Más para sí misma que para su novio.
—Rin. Tuviste un ataque cuando lo viste.
—Porque no me lo esperaba —lejos de sonar indiferente, su voz salió en tono golpeado, sonando grosera —Ahora soy yo quien va tras él. Es diferente.
—No estoy seguro. Mejor deja que yo lo haga.
Él era el alfa. Él debía protegerla.
—Ni se te ocurra —la albina no ocultó su enojo. Endureció la cara y lo señaló con su dedo índice —Te juro que si lo haces me encargo de que no me vuelvas a ver en tu vida —amenazó —Voy a ir contigo o sin ti.
—MinRi —su nombre salió triste, pero si él estaba dolido, ella mucho más.
—No me estorbes.
—No quiero que lo veas de nuevo, yo lo puedo hacer por ti. Confía en mí. Soy el supre-
—¡¿Y A TI QUE TE HIZO, EH?! —furiosa, con la quijada pronunciada y con las manos hecha puños, se puso de pie, para luego señalarse — ¡A MI ME QUITÓ TODO! ¡TÚ NO SABES LO QUE ES PERDER TODO!
Las palabras le cayeron como balde de agua helada y el ver los ojos helados y llorosos frente a él, supo, por fin, que esa lucha no era de él.
—¡Perdón! Está bien, está bien. Tienes toda la razón —dijo, guardando la calma para así transmitirle paz a su omega —Pero no va a ser fácil.
—No me importa —con la misma violencia que antes, respondió.
—Vas a tener que recordarlo, mucho. Entrenar hasta que ya no puedas porque no nos voy a llevar hasta allá para matarnos. Taesung es el jefe. Él está a mí mismo nivel y no sé qué tradiciones tenga su pueblo pero si son parecidas a las nuestras eso quiere decir que también es inmune al matalobos y que es alfa más fuerte y ágil de Haro. Sé que Nam, Yoongi y Jimin le hicieron bastante daño pero ni tres alfas pudieron con él. Taesung es cosa seria, MinRi. No podemos cometer ni un error o estamos muertos. Y no solo nosotros, nos llevaríamos de encuentro a todo el pueblo. Inocentes. ¿Aun así quieres seguir?
—Sí.
Mierda.
—Está bien —exhaló —No sé si el rojo sigue lastimado, entonces no sé si tenemos algo a nuestro favor. Si vamos, debemos ir de noche. Tú tienes una ventaja enorme al ocultar tu olor, pero resaltas, demasiado. Nuestra mejor opción es entrar trepando árboles pero creo que tendremos que irnos transformados y te cubriremos en lodo.
MinRi, mucho más tranquila, se sentó en el borde de la cama con el ceño fruncido.
—Hay... algo...
—¿Qué pasa?
—BoGum y yo entrenábamos, ya te lo había dicho ¿no? —el alfa asintió —Hay algo que hacía pero no me enseñó a hacerlo, ¡El punto es! —lo miró con los ojos bien abiertos —Puedo cubrir tu olor también. Él lo hacía con nuestros hermanos y decía que era por la sangre pero tú y yo estamos enlazados, puede funcionar.
—MinRi si puedes hacer eso tendíamos una ventaja enorme.
—Entrenaré —asintió para sí misma.
Miró sus manos empuñadas en su regazo y cruzó las piernas. Nerviosamente dibujo con su dedo cada una de sus uñas y después giró hacia el pelinegro pero sin atreverse a mirarlo. Se sorbió la nariz y Jeongguk notó las ojeras notorias de su cara al igual que sus labios resecos y más pálidos de lo normal. La albina se jaloneó la marca en su nuca y sonrió por lo bajo, pensando en que, por más que lo quisiera, Jeongguk jamás debió haberla marcado.
Abrió la boca para decirlo en voz alta, pero a última hora se lo replanteó.
Cerró los ojos tratando de buscar las palabras indicadas e ignoró el dolor punzante en su espalda, empeorando poco a poco por su mala postura.
—Yo... —comenzó a decir, con la voz seca —No soy buena.
Empezó con la mirada enfocada en el piso, pero cuando pronunció la última sílaba sus ojos ya estaban clavados en los de su alfa. El pelinegro no dijo nada, sabiendo que MinRi tenía más que decir. Recargado en la cabecera de la cama y con los brazos a sus costados, la miró.
—Sé que estoy siendo muy desconsiderada... y egoísta —soltó una risa nasal —Pero esa venganza es mi prioridad. Ésta por encima de todo. Incluso encima de ti.
Esa última frase le dolió a los dos. A la omega porque nunca lo había admitido en voz alta y al alfa al percatarse que seguramente él era el único que se había enamorado perdidamente. Porque, a pesar del poco tiempo, MinRi estaba por encima de absolutamente todo.
Dolía saber que no era mutuo.
—Este odio, deseo, anhelo o como le quieras llamar no comenzó anoche. No surgió de la noche a la mañana. Quiero matar a Taesung desde hace siete años y obviamente no te quiero involucrar.
—MinRi...
—Por favor déjame terminar —se tragó las lágrimas y cuando se tomó su tiempo para respirar, continuó —Yo estuve sola por siete años y desde hace cinco vivo a costa de eso —suspiró —Si tu papá me dio un hogar, una casa y una cama fue por lástima. Si los Kim me han dado alimento es por lástima, si los Min me visten es por lástima —dijo cada vez más fuerte —Nunca he trabajado. No me dejan porque soy a la que no mataron, Jeongguk. Todos me ven como una débil inútil llena de traumas.
No. Jeongguk pensó. Nadie te ve así. Pero siguió escuchando a la albina, que soltaba frase tras frase llena de rabia.
—Cuando voy a la sedería a ayudar me ponen a separar cuadros de tela por colores mientras que todos o están en la guillotina o cargando los rollos. Amor, tengo fuerza de alfa ¿Recuerdas? Puedo ser útil ¡Pero no me dejan! —exclamó con los cejas arqueadas y luciendo desesperada —Cuando quiero ayudar en las construcciones no hacen más que quitarme los costales de arena, que por cierto, levanto con una puta mano, ¿y sabes para qué lo hacen? Para darme palmadas en la cabeza ¿Puedes creerlo? Me dicen que después les podré ayudar, como si fuera una niña. ¡Y nada cambia! ¡Llevo así cinco años! ¿Tú crees que quiero vivir así? ¿Qué me gusta sobrevivir a costa de mi familia muerta?
Para Jeongguk, la frustración en sus palabras y la desesperación en sus ojos eran completamente aceptables, más después de haber escuchado eso último. Pero, como siempre, no supo que decir. Y eso, lo enojaba un montón.
Sus vidas eran casi opuestas y era obvio que no compartían ninguna experiencia.
¿Cómo dar palabras de confort en esas situaciones? ¿Qué palabras podía decir si jamás había vivido o escuchado algo parecido a su caso?
Quería hacerla sentir mejor, decirle frases que la ayudaran y recordara por siempre. Luego abrazarla y soltar feromonas de protección para que no solo supiera, también sintiera que no estaba sola. Pero no. Estaba ahí, como un imbécil, sentado y escuchando a MinRi agotada, frustrada y furiosa, sin poder decir o hacer nada.
Se sentía como un novio de mierda y un alfa que en definitiva, no valía la pena.
—Por eso —la omega cerró los ojos con fuerza y continuó —Cada plan de ideé en mi cabeza para matar a Taesung, terminaba igual. Conmigo muerta. —se encogió de hombros —Suicidándome, dejándome matar, pelear sin defenderme. Morir después de haberme asegurado que Taesung murió en mis manos y por mi culpa —expulsó el aire por la nariz de forma brusca y se giró al alfa para mirarlo de frente —Y ahora por tu culpa ya no lo puedo hacer.
—Qué bueno —Jeongguk soltó sincero, casi ofendido por la última frase —Que de algo sirva mi estupidez.
—¡Jeongguk! ¡Esto es serio! El punto es que vivo a costa de mi familia muerta y que no me importaba morir. El plan era que lo iba a arrastrar conmigo, pero luego tu apareciste. ¡Y ahora tengo que vivir por ti y por mi culpa estás involucrado en algo que no te incumbe y te quiero tanto que me aterra que también te mueras!
Las palabras salieron por sí solas. Su pecho subió y bajó una y otra vez mientras parpadeaba varias veces, alejando el llanto lo más que pudo.
—¿En serio? —dijo Jeongguk con una pequeña sonrisa, casi sonrojado —No sabía que me querías tanto.
MinRi lo miró incrédula. La mirada avergonzada y hasta feliz del alfa le provocó una rara combinación de emociones y sentimientos.
Casi en automático se sintió ofendida por dos razones: la primera, que Jeongguk ignoró todo su pesar y dolor y se concentró solamente en las diez palabras que dijo sobre él; y la segunda, porque había trabajado mucho en ella y sentía que era lo suficiente cariñosa como para que su alfa se terminara emocionando por una frase para nada romántica y hasta cliché.
Obviamente también se sintió mal, porque si el pelinegro reaccionó así significaba que todo su esfuerzo por ser más expresiva y abierta con sus sentimientos no estaba sirviendo de mucho.
—¿Todavía no me crees que te quiero o qué? —soltó —No te quiero perder a ti también. Apenas llevamos un mes, Gguk. No te he disfrutado lo suficiente.
—No es que no te crea, es que... —rio por la nariz —Es demasiado bueno para ser verdad.
—¿No te lo demuestro?
—No es eso, claro que lo haces, pero pues... me emociono por todo.
Con un sonrojo casi imperceptible, el alfa sonrió tiernamente, pero la omega no se inmutó.
—Es la primera vez que tengo el coraje de hablar de cómo me siento ¿y tú... te emocionaste?
—No —cortó de inmediato, agitando las dos manos —Mierda, no. Solo me dej-
—Esto no es sobre ti —MinRi lo interrumpió. Su voz sonó cortante mientras su rostro estaba duro y sin una pizca de alguna emoción —No me dices nada y cuando por fin se te ocurre decirme algo es para hablar de lo emocionado que te sientes porque me da miedo que te mueras.
Mierda, que mal se oye eso pensó el alfa, negando una y otra vez. ¿Cómo le decía que pensó en voz alta? ¿Qué no sabía qué decirle para hacerla sentir un poco mejor?
—Si no me quieres escuchar, ordénamelo y créeme que cerraré el hocico enseguida.
No, no y no. En definitiva no quería volver a la época de peleas y malos ratos cuando MinRi lo detestaba y lo quería a kilómetros de ella. Todo estaba fluyendo demasiado bien y como siempre, la había cagado.
—MinRi sabes que no lo dije con esta intención —se explicó, alargando las palabras en un tono de arrepentimiento —Obviamente te quiero escuchar mi amor, soy un imbécil, lo sabes desde el primer día, la cagué. Perdóname.
Cuando MinRi mostró indicios de querer ponerse de pie, el alfa abrió los dos brazos.
—Por favor ven, bebé —el alfa jaló una de las piernas de la albina en su dirección, pero MinRi se movió para quitarse.
—No me abraces —pidió, entrelazando su mano con la suya, sin querer estar enojada con él —Estoy sensible y voy a terminar llorando.
—¿Qué tiene? Llora.
—No —cortó —No me gusta.
—Si tengo cosas que decirte, te lo juro. Pero todo eso te lo quiero decir cerquita.
MinRi lo miró indecisa, pero no le tomaron muchos segundos decidirse por ir hacia él, menos cuando la miraba con los brazos abiertos y ojos de cachorrito brillantes.
Se arrastró hasta llegar frente a él y abrió las piernas para rodearlas en su cintura y sentarse en su regazo. Se acurrucó en el hueco de su cuello y se acercó a su glándula de feromonas, amando el tacto cálido de los brazos de Jeongguk acariciando su espalda.
—Me da mucho coraje no saber que decirte cuando necesitas más que nunca ser consolada —besó el primer tramo de piel que tuvo en frente para después apretarla más contra él—Si pudiera regresar el tiempo traería a tu papá a Canus para que tú y tus hermanos nacieran aquí. Luego te cortejaría cuando tu hermano no esté cerca y cuando nos enamoráramos profundamente uno del otro, te haría tomar la pastilla de tu familia para el lazo y finalmente lo haría en nuestra ceremonia, con tu permiso —sonrió por lo bajo y MinRi soltó una risilla que terminó en suspiro, sintiendo el tibio recorrido de su lágrima bajar hasta su mentón —Créeme que si pudiera te elegiría la vida más feliz, larga y plena que existiera.
Y cómo lo hizo la noche anterior, se meció. Entrelazó sus dos manos en la espalda baja de su novia y se movió con ayuda del colchón hacia adelante y atrás, de forma suave.
—Hubiese sido muy bonito.
MinRi quería decirle que no necesitaba esas palabras de consuelo que tanto buscaba. Que con eso que estaba haciendo era suficiente consuelo para ella. No se atrevía a decir en voz alta que lo único que quería era ser escuchada y estar junto a él; acurrucarse, pelear, cocinar, entrenar. Lo que sea, pero con él.
Te necesito...
"...Solo a ti"
Completó la frase que pensaba mediante el lazo, avergonzada. Soltó las palabras claves para sentirse más ligera y pegó su fría nariz contra su cuello, buscando la protección que odiaba necesitar, pero amaba recibir.
Jeongguk, por supuesto, no entendió. Atesoró la frase, sin saber realmente el significado, pero no estuvo su mente por mucho tiempo, pues el alfa realmente estaba en un dilema consigo mismo.
El asunto de la venganza lo tenía anonadado. Y como el impulsivo que era, ya había prometido algo que tal vez no podía cumplir.
Cómo líder, sabía que tenía que detener a MinRi y evitar todo conflicto que se pudiese crear, específicamente con los otros pueblos; cómo alfa, quería ir a matar a Taesung con sus propias manos y como novio quería que MinRi dejara de sufrir, y si lo que quería era matar a quien le arruinó la vida, pues lo haría a su lado.
¿Qué debía hacer? ¿Qué era lo correcto?
Si ganaba su lado líder entonces tenía que acusar a MinRi con el consejo y cumplir el juramento que había hecho el día de su nombramiento como supremo. Prácticamente la sometería a un arresto domiciliario y y así tenerla vigilada en todo momento para que así no se alterara el orden, ganándose así su ruptura, y de paso, su odio. Era obvio que MinRi no escucharía razones y toda la ira y el coraje que acumulara sería dirigido hacia él. Pero al menos tenía la certeza que el pueblo estaría a salvo.
Ahora, si le hacía caso a su lado alfa, esa misma noche iría directamente al territorio de Haro y mataría a Taesung con sus propias manos por haber tocado a su omega, pero si algo salía mal terminaría condenando al pueblo y su relación con MinRi también acabaría, aunque esto pasaría aún si todo saliera a la perfección. Además corría el riesgo de provocarle dolor o hasta matarla, si Taesung le daba pelea.
Si se decidía por actuar como el novio que era, iría con ella al pueblo vecino y la ayudaría. Era en la única de las opciones donde su relación con la albina no terminaría, pero en la que más riesgo corría; tanto MinRi, el pueblo y él. Un solo error podía costar la vida de muchas personas inocentes. Su lado líder negaba rotundamente ante la simple idea de considerar eso como una opción, pero Jeongguk supo que aunque sonaba alocado y casi suicida, era lo correcto. MinRi llorando, gritando y maldiciendo al alfa la noche anterior era argumento suficiente.
Taesung le había arrebatado la inocencia.
A sus padres, a sus hermanos, a su bebé.
Su libertad, su felicidad, su estabilidad y prácticamente su cordura.
Nadie más que ella tenía el derecho de acabar con su vida. MinRi tenía que cobrar venganza y justicia con sus propias manos. Y claramente él no quería ser un estorbo.
Por eso necesitaba planear todo bien. Tener claro que hacer en cada escenario posible. Pensar en absolutamente todo y luego, asegurándose que con lo que planeaba el pueblo no se vería afectado, actuaría.
—¿Por qué sientes miedo?
Porque quiero todo y eso es imposible.
Quiso responder. Porque necesitaba el pueblo a salvo y estaba tan enamorado de MinRi que le aterraba la idea de perderla.
—Pensemos en un plan, al menos lo básico —bufó —Dónde está Namjoon cuando lo necesito.
La omega dejó pasar el cambio de tema y dejó de abrazar al alfa. Se quitó de encima y se sentó con las piernas cruzadas frente a él.
—No es como si le pudiéramos decir —respondió.
—Es un decir, Rin —sonrió —Soy el supremo, también un genio —hizo un mohín y ambos sonrieron —A ver... podemos entrar de las dos formas, humana, por Canus y nos transformamos cuando lleguemos al bosque del territorio de Haro. Con varios kilómetros de distancia.
—Muchos, de hecho.
—Tal vez si te pintas la cara y te vistes de negro o de camuflaje podemos entrar así. Cuando vayamos no podremos hablar. Nada. Todo será por el lazo. No se puede escuchar nuestra voz para que nadie más la oiga y nos reconozcan como enemigos. Tenemos que ponerle una trampa. Tener una coartada. Dejar la escena intacta y que todo indique que alguien de Haro lo hizo. Involucrar a alguien y al final matarlo también, que parezca suicidio por la culpa o que se mataron entre ellos.
—JinYoung —la albina dijo rápido —Es su mano derecha y el que me faltó. Viven de pleito pero Taesung lo tiene bien sometido. No sé si sigue vivo, lo más probable es que sí.
—¿Lo envenenamos? —el alfa cuestionó, sin saber de dónde mierda sacarían un veneno.
—No. Me gusta la idea del suicidio por culpa. Si lo envenenamos corremos el riesgo de que se sepa después. Pensé en atarlo pero si se transforma y hace el grito es nuestro fin.
—Lo dormimos entonces, luego lo colgamos —los dos asintieron —Primero tenemos que pensar en lo principal ¿dónde haremos todo esto?
—Sus amigos siempre iban a un taller en la noche a tomar. Lo sé porque BoGum iba —explicó —Los cinco bebían a escondidas. Ya solamente quedan ellos dos, entonces no sé si lo sigan haciendo.
Jeongguk hizo un mohín —¿Has ido a ese taller?
—Hace como ¿diez años? —ladeó la cabeza —Creo que tenía trece o catorce años.
—¿Y lo recuerdas?
—Es como una casita de madera. ¿De seis metros cuadrados? Es pequeño, o así lo recuerdo. Muchas herramientas con una mesa junto a la puerta.
Por alguna razón recordaba bien ese lugar. Ver el lugar donde su hermano bebía con sus amigos. Tener esa urgencia por crecer y beber también.
Era muy ingenua en ese entonces.
—Si siguen yendo entonces ¿Les pegamos en la nuca y cuando Taesung despierte lo matas?
—¿Y si se transforma? —cuestionó, ahuecando la mejilla —¿Cómo vamos a pelear en un cuartito?
—Pues entonces a él si lo drogamos.
—Amor... —la albina le dedicó una mirada curiosa, con sus ojos color hielo y más sombríos que nunca —¿Has matado a alguien?
Jeongguk se paralizó por un instante. Miró sus manos y después de unos segundos, le regresó la mirada.
—No —respondió con los hombros caídos, pero tratando de sonar seguro, continuó —Pero lo haría por ti.
Eso MinRi no lo ponía en duda, pero eso no significaba que quería que lo hiciera. Sus ojos de ciervo estaban bien abiertos en su dirección, esperando una reacción o cualquier cosa.
—No es necesario —sonrió, acariciando su mejilla —No voy a dejar que ensucies tus manos por mí.
—En algún punto se van a ensuciar, es cuestión de tiempo.
Como alfa... como supremo...
En algún punto de su vida pasaría, como pasó con su padre, su abuela, y las otras generaciones.
—Pero no por mí —dijo la omega, llevando un mechón de su cabello color carbón por detrás de su oreja —No ahora —carraspeó, alejándose de él, mientras alisaba el vestido que llevaba —Mejor, por ahora vayamos al bosque ¿sí? — pidió indirectamente, moviéndose en su lugar —En plan lo hacemos con calma en tu despacho con apuntes y todo, ahora concentrémonos en que pueda aprender a ocultar nuestros olores y entrenar.
Jeongguk frunció el entrecejo, pero asintió. MinRi no necesitó más. Se puso de pie y corrió a las cajoneras para cambiarse de ropa. El alfa bajó y tomó unas botellas de agua y la bolsa deportiva que solía usar cuando entrenaba.
Después de varios minutos, ambos ya estaban dejando sus cosas en un tronco cualquiera. Se instalaron en un tramo del bosque y Jeongguk comenzó con las preguntas.
—¿Cómo es que ocultas tu olor? ¿Cómo lo haces?
—Lo absorbo —dijo tranquila —Es como si cerrara un cofre... —frunció el entrecejo y luego se tocó los brazos —El olor que me rodea lo siento como una capa de humo gris sobre mi piel —Jeongguk asintió —Entonces el interior del cofre absorbe esa capa cada vez más rápido, conforme la tapa baja. Y para cuando se cierra, ya no... huelo.
—¿Puedes ver tu olor?
—Si —murmuró —No —negó para sí misma, con los ojos cerrados —No lo puedo ver... pero sí sentir... y lo siento...gris —trató de explicar, pero cuando abrió los ojos y vio la cara de confusión del alfa, se decayó de hombros —O sea mi lobo si lo puede ver, pero yo no lo veo con los ¿ojos? —bufó —Ay, no sé.
—¿Puedes ocultarlo ahora?
MinRi no respondió. Cerró el cofre que visualizaba para hacer todo más fácil y de golpe, su esencia se fue.
—¿Cómo te sientes? —el alfa preguntó recargado en un tronco más ancho que él.
—Pesada y algo tensa —se encogió de hombros —No mucho, pero no igual que siempre.
—¿Cuánto tiempo lo puedes ocultar?
—Días. Como cuatro, como máximo.
—¿Sin descanso? —preguntó con los ojos bien abiertos.
—Sin descanso. Incluso dormida.
Sonrió —¿Puedes por favor, regresar tu olor?
Y lo hizo. Abrió el cofre, sintiéndose más ligera. En sus hombros, su espalda, sus brazos, en todo su cuerpo dejó de sentir ese peculiar peso y observó a su novio caminar hacia ella.
—Visualízame en tu lazo y trata de meterme en el cofre ¿sí?
Asintió. Cerró los ojos, se enfocó en todos los sentidos del lazo que sentía en su interior, pero cerró el cofre, todo se sintió igual.
—No pude —dijo, negando con leve enojo y peinando su cabello hacía atrás.
—Empecemos con otra cosa —Jeongguk trató de transmitirle calma con la suavidad de sus palabras —Algo como... saber de qué color es mi olor.
—Es rojo —la omega respondió rápido —Color vino tinto.
—Oh. Me gusta ese color —sonrió —El lazo se siente más si estamos más juntos, intentémoslo de cerca.
La albina asintió. Dio unos cuantos pasos hacia él y abrazó su cintura. Bajó un poco la cabeza para estar a la altura de su pecho y cerró los ojos. Volvió a hacer lo mismo. Se concentró en el lazo, cerró el cofre, pero solamente su olor desapareció.
—Nada.
—Inténtalo de nuevo.
Siete veces lo intentó, sin tener éxito. Se sintió mareada y pesada por hacerlo tantas veces, pero siguió. BoGum lo hacía seguido y lo hacía ver muy fácil, como todo lo que hacía. Se enojó consigo misma por no hacerle caso a su hermano. Él insistía en enseñarle todo lo que había descubierto, pero ella, por flojera, siempre lo dejaba para después. Solo un día la obligó a algo y fue así como aprendió a ocultar su olor y todo rastro. Le explicó prácticamente con peras y manzanas —mejor dicho, con cofres y colores— y hasta ahora era lo que más le había servido. Si le hubiese hecho caso en ese entonces, ahora sabría ocultar el olor de otras personas, curarse en pocos segundos, aullar con vibraciones pero sin sonido y muchas más cosas que le dijo, pero no escuchó por no ponerle atención.
Jeongguk sintió que MinRi se estaba dejando llevar por sus pensamientos y levantó una ceja.
—Concéntrate en el lazo —Golpeó su cabeza de forma leve como reprimenda y le sonrió —Te voy a cargar —avisó.
Tomándola de la cintura y sin mucho esfuerzo, la cargó y pegó a él para que sus rostros estuviesen a la misma altura. El alfa dejó un beso corto en sus labios y MinRi lo imitó.
—Cerremos los ojos —dijo la omega, rodeando los brazos en su cuello —Búscame en el lazo, haré lo mismo.
"Hola"
"No tan literal"
MinRi cerró sus ojos con una sonrisa y lo buscó dentro, muy dentro de ella. Su lado salvaje o la mitad lobo que tenía en su interior era muy difícil de ver. La experiencia, la práctica, el tiempo y la constancia era lo único que necesitaba para verla claramente, como en el caso de la anciana HaeJoo y uno que otro anciano.
Por supuesto, ni MinRi ni Jeongguk tenían experiencia, mucho menos constancia, por lo tanto, cada uno de imaginaba y visualizaba su lazo de forma de diferente y se aferraban a eso.
La omega visualizaba a su lobo como si estuviese en una habitación blanca y vacía en algún rincón de su alma. Su forma lobo estaba ahí, a veces saltando, a veces tranquilo. El pelinegro también estaba ahí, en su forma de lobo negro, más grande y tosco a su comparación.
Él estaba más tenue, como si se tratase de aparición, un holograma o algo parecido.
En ese espacio no se podían tocar. Cada que sus cuerpos se acercaban físicamente, la figura del lobo negro se volvía más nítida, pero aun así, nunca se tocaban.
Jeongguk, por su lado, veía su lazo como un listón, recto, horizontal. Cada extremo era cada uno. Él el negro y MinRi el blanco. Conforme de acercaban físicamente, en su interior podía visualizar que justo la mitad del listón se pandeaba, y por ende, hacía que los extremos se encontrasen más cerca.
Cuando ambos pegaron sus cuerpos y juntaron sus frentes. En la visión de MinRi, Jeongguk se veía nítido a pocos centímetros de ella y el listón del alfa se pandeó lo suficiente como para que los extremos del listón estuviesen cerca.
Entonces MinRi ocultó su olor. Cerró el cofre en su interior y aunque intentó meter a Jeongguk en él, no funcionó.
—Mierda —soltó Jeongguk en un jadeo.
MinRi se tragó el vómito y exhaló fuerte por la nariz, ignorando el mareo de su cabeza y enojada, negó — Otra vez.
Ambos cerraron los ojos y el lobo blanco se acercó al negro y el extremo del listón blanco que representaba a la omega, se acercó más a la del alfa.
Inhaló, apretó la garganta, cerró el cofre... y nada.
No pudo ni hablar, porque le dio unas palmadas a la espalda del alfa y cuando bajó de su torso corrió hacía un árbol y vomitó un líquido amarillento que le quemó toda la garganta. Sintió las manos de Jeongguk en su cabello, ayudándola a que no se ensuciase. No pudo agradecer porque soltó otra arcada, esta vez más dolorosa. Sabía que estaba vomitando puro jugo gástrico porque faltaba poco para cumplir las veinticuatro horas sin haber probado bocado, Jeongguk igual.
Pero bueno, ella era la que estaba pasando la peor parte.
Cuando terminó, escupió un par de veces. Su novio le pasó una botella de agua y bebió un gran sorbo, luego hizo varias gárgaras y al terminar se puso de pie.
—Otra vez.
—Respira un poco. Sirve que pensamos en otra opción.
No. No había más opciones. Sí o sí tenían que lograr ocultar el olor de ambos. Si no lo hacían MinRi lo iba a tomar de excusa para irse a Haro ella sola, y no. No lo podía permitir.
Así que, concentrándose, cerró los ojos, con el sonido de MinRi escupiendo de fondo.
Habían descubierto que, entre más contacto físico sus lobos más se podían acercar. Pero ¿qué cosa los hacía volverse uno? Que los lobos en el interior de MinRi se pudiesen tocar y que los extremos del listón se tocaran.
El alfa pensó en la más obvia: el sexo.
Ya sea anudando en su interior o con la simple penetración. Eso era en definitiva lo más cercano a volverse uno en el ámbito físico. Y también era obvio que esa opción estaba descartada en su totalidad. Pensó hasta en darse por vencido pero al ver de reojo a MinRi mirándolo fijamente, lo terminó distrayendo.
—¿Qué se te ocurrió? —preguntó curioso. MinRi lo señaló.
—Muérdeme —pidió.
—¿Ah?
—Vamos a recrear el lazo.
Al parecer MinRi también había pensado en eso de "volverse uno" porque la idea de recrear el lazo sonaba lógica, inclusive mucho más que la del sexo.
Pero eso no le quitaba el sabor amargo que le dejaba ese pedimento. Recrear algo que se creó... sin autorización.
—¿Estás segura? —preguntó. Indeciso, preocupado y muy culpable.
—Sí, no perdemos nada —MinRi se escuchó como siempre, lo cual era tal vez una buena señal.
Con la garganta seca y sintiéndose repentinamente nervioso, el alfa caminó hacia la albina, que ya se estaba poniendo de espaldas y juntaba su cabello hacia un lado.
Realmente sin querer, en su mente revivió el último día de diciembre cuando la marcó también en el bosque. Recordó su cuerpo inconsciente, sus propias palabras déspotas.
Miró a la omega con la cabeza gacha y completamente tranquila frente a él, pero también la observó ardiendo en fiebre y cayendo de cara contra las ramas y las hojas secas.
Obviamente no tuvo el coraje de morderla, menos cuando vio de nuevo la horrible mordida forzada y cicatrizada en su nuca, más blanca que su piel y más enorme de lo que la recordaba. Culpable, la abrazó por la espalda. Apoyó su mentón en su coronilla y suspiró.
MinRi se esperaba esa reacción. Sonrió levemente de lado y abrazó sus brazos mientras se recargaba en su pecho.
—Ya te perdoné ¿Recuerdas? —el alfa asintió —Y sabes que ahora es diferente ¿verdad? Que soy yo quien quiero que lo hagas y quien te lo está pidiendo.
—No creo que realmente lo quieras —respondió bajito —Es porque no tenemos más opciones que probar.
—Lo quiero —refutó —Aquí, en la cama o en el sillón. De noche o de día. En serio.
Jeongguk elevó la comisura de su boca —¿Segura?
—Sí. Hazlo, amor —se encorvó más —Por favor.
—¿Y si te pasa al-
—No me pasará nada —interrumpió —Hazlo, alfa.
El pelinegro dejó de abrazarla. Con una mano en su cintura y la otra en su hombro, se agachó para estar a la altura de su nuca. Inhaló y dejó que sus instintos hicieran todo por él. Lamió sobre la marca cicatrizada y mordió sobre ella, encajando los colmillos y los demás dientes en la blanca piel. MinRi sintió su piel erizarse y por primera vez disfrutó la sensación.
La mordida no era en sí volver a crear el lazo. Era más como "activarlo" o reafirmar la conexión. Ese gesto era común hacerla en medio de las relaciones sexuales y hasta en aniversarios. Uno de los actos favoritos en los lazos.
Cuando la mordida fue hecha, sus lobos, en ese mero instante, enloquecieron. Jeongguk dejó de ser tenue y se pegó por completo a su lobo y ambos extremos del listón se pegaron casi de forma violenta. MinRi jadeó y el alfa se pegó más al cuerpo de la albina, mirando la mordida marcada sobre la cicatrizada. La omega cerró los ojos y cerró el cofre arrastrando al pelinegro con ella.
El acto de arrebatarse la esencia se sintió mucho más pesado y difícil que antes. Entonces se giró rápido y se miraron con los ojos bien abiertos.
—Funcionó.
—¿Cuánto crees que lo pueda aguantar?
///
—Siete... —Jeongguk miró el reloj de la cocina y sonrió —Pudiste retenerlo por poco más de siete horas.
Ambos ya estaban terminando de cenar en la isla de la cocina. Ninguno de los dos tenían muchas ganas de guisar algo, pero no podían darse el lujo de saltarse la cena o de comer algo ligero por el tiempo exagerado que llevaban sin probar bocado. Entonces, cansados y recién duchados, optaron por calentar algo del refrigerador, pero al ver que no era suficiente para ambos, terminaron guisando algo prácticamente a regañadientes, y entre los dos, como ya era costumbre.
MinRi recargó los codos en la mesa y por fin se deshizo del peso enorme de sus hombros. Disfrutó la sensación de ligereza, pero no duró demasiado.
—Es muy poco tiempo —replicó decepcionada, negando con la cabeza. Se puso de pie con tosquedad y dejó caer el plato en el fregadero, que de puro milagro no se quebró.
El alfa se paró junto a ella mientras que con una toalla secaba los trastes húmedos.
—Es suficiente para lo que lo queremos —respondió suave. MinRi talló el plato con fuerza y el pelinegro tragó saliva —Tal vez con tiempo y práctica podemos alargar ese tiempo pero ni siquiera creo que lo necesitemos.
—Es un tiempo mediocre.
—Siete horas no es mediocre.
Si lo era. Bogum podía durar semanas ocultando el suyo y largos días el de sus hermanos; el de dos personas. Hasta tres, si incluía a su padre. MinRi era mediocre a su comparación.
Toda la práctica en el bosque y los recuerdos que revivió por las preguntas de Jeongguk para el plan esa mañana la habían hecho volver a extrañar a su héroe. A su ángel.
Khal Bogum era el alfa más noble que alguien hubiese conocido. Un poco flojo y a veces forzado, pero bueno, leal y responsable. Los hermanos albinos eran inseparables. En especial MinRi, que lo seguía a todas partes y lo imitaba cada que podía.
La menor solía decir que no necesitaba aprenderle nada a su hermano mayor porque él siempre la protegería. BoGum siempre le dijo que sí, que tenía razón, pero necesitaba aprender ella también para cuidar a su familia cuando él estuviese ocupado. Solo por eso entrenó físicamente. Postergaba los entrenamientos que involucraban a sus lobos por lo agotada que terminaba y la dificultad que tenían, especialmente para ella, que no le daba importancia a su mitad "salvaje".
Bogum nunca se dio por vencido con ella. Le enseñaba con paciencia, la corregía como lo haría un buen docente y le festejaba los logros como el hermano mayor que era. Siempre de buen humor, bromeando forzadamente sobre algo para hacer reír a quienes tuviera en frente.
Quería realmente recordarlo así. Como el perfecto hermano mayor que fue. Todo lo que la protegió, todo lo que la adoró. Los días enteros que se la pasó escuchando sobre lo mucho que quería crecer.
Quería recordarlo sonriendo, pero no podía. El único recuerdo que flotaba en su cabeza era la expresión en la cabeza degollada del albino a sus pies. Su cuerpo aún atado a la silla, la sangre en todas partes. Los gritos de fondo. Los ojos abiertos, secos y sin vida, que de forma aleatoria, apuntaban hacia ella.
—Como sea —negó toscamente y le pasó el plato al alfa de igual forma. Jeongguk lo tomó para secarlo, completamente ignorante a las imágenes que MinRi tenía en la cabeza —Mañana iré al hospital.
El alfa se alarmó —¿Por qué? —preguntó dejando el plato a un lado — ¿Los mareos son muy malos?
—No iré a eso —palmeó la mano del alfa que ya estaba en su frente y se giró para recargarse en la pared cerca de la escalera —Necesitamos drogas ¿sabes? Ahí las puedo conseguir.
Robar. MinRi iba a ir al hospital a robar drogas. Quería negarle la pura idea de intentarlo, pero su novia tenía razón. Las iban a necesitar. Entonces, enojado consigo mismo por ser un egoísta, decidió hacerse de la vista gorda y suspiró.
—¿Mínimo sabes dónde están? —preguntó de mala gana.
—Sí. Pasé mucho tiempo ahí —ladeó la comisura de su boca —Vamos a la cama, anda.
MinRi pasó primero. Fue a su habitación solo para tomar su cepillo de dientes y peinó su cabello todavía húmedo por la ducha de hace tal vez una hora. Se cepilló los dientes junto a Jeongguk y cuando terminaron se fueron a la habitación del alfa.
El pelinegro fue el primero en subirse a la cama. Se recargó en la cabecera y MinRi, cómoda, gateó hasta él y se sentó en el hueco entre las piernas del alfa. En otra ocasión se hubiera recargado en su pecho y se hubiese dejado mimar por su novio, aspirando las feromonas que soltaba y disfrutando los besos constantes en sus mejillas mientras se tomaban de las manos. Pero ahora se ató el cabello largo en una maraña en lo alto de su cabeza y no se recargó.
El alfa, casi como hacía a diario desde que se habían vuelto novios, se acercó a la cara de la albina y dejó sonoros besos en sus mejillas. Sonriendo también al ver los pómulos de su novia tomar color.
—Amor... —la omega habló bajito —¿puedes curarme la herida?
—Claro —respondió de inmediato, cambiando se lado para besar su otra mejilla.
No tardó en rodear su cintura con uno de sus brazos y en pegarse más a ella. Su abdomen chocó con su espalda y ansioso se acercó a su nuca. Prácticamente disfrutando cada segundo, el alfa entreabrió la boca y con su labio inferior acarició uno de los bordes de la mordida, rojo y solo un poco abierto. MinRi sintió un escalofrío agradable en su columna y mordió su labio inferior cuando sintió la lengua caliente en una de sus zonas más sensibles del cuerpo. Por sí solo, Jeongguk se pegó más a su espalda y volvió a lamer la mordida lentamente.
Pensó en subir las manos y acunar sus pechos pero se arrepintió antes de que su cuerpo se pudiese mover. Mejor siguió enfocándose únicamente en la mordida y a ratos sonreía cuando su novia fallaba en respirar normalmente.
Después de varios minutos, Jeongguk dejó de lamer para observar lo que había hecho. Ignoró el chupetón y se enfocó en la mordida que ya no se veía roja.
—Amor...
—¿Sí? —MinRi contestó en un suspiro.
—¿Puedes ocultar tu olor?
La albina cerró el cofre, y tal como el alfa lo predijo, sus olores se esfumaron.
—Funcionó de nuevo —dijo sonriendo.
—Estoy cansada —la albina gimoteó en respuesta, sintiéndose como si se le estuviera bajando la presión.
—Está bien, mi amor —besó la parte posterior de su oreja y acarició las costillas de su novia de forma tranquila —Libéralo, solo era para verificar.
MinRi volvió a su respiración regular y el color regresó a sus labios de inmediato. El alfa masajeó sus hombros y ella, encorvada, adolorida y con agruras, habló.
—Entonces antes de irnos allá me vuelves a morder. No quiero sorpresas.
—Sí —dejó un beso sonoro en su hombro y la abrazó más fuerte —Estoy de acuerdo.
—Ya vamos a dormir ¿sí?
—Ajá.
Sin separarla de sus brazos, se deslizó por completo hasta el colchón y la giró para acunarla en su pecho mientras tapaba a ambos.
Ahí, con MinRi entre sus brazos, entendió lo mucho que la había extrañado en esos seis últimos días. Besó su coronilla como el alfa posesivo que le avergonzaba ser y la apretó más a su cuerpo. Soltó feromonas, acarició su cabello que ya estaba suelto y cuando MinRi se giró para dormir abrazados en forma de cucharita, la mimó aún más, acariciando su brazo, su vientre y dejando besos inocentes en su cuello, casi ronroneando por la mezcla de su olor a nectarina con el de su champú.
MinRi quería darse vuelta y devorarlo a besos. Murmurarle en los labios mil veces "gracias" por toda la paciencia que le tuvo durante unos de sus días más difíciles, a pesar de que no quería recordar nada de la noche anterior porque se sentía muy triste y vulnerable. El alfa se contuvo como pensó que nunca lo haría. La cuidó, la trató con un amor y una delicadeza que jamás se le olvidaría y sobre todo, y lo más importante, no se fue.
Supo que estaba sucia, sola y llena de traumas, y sus ojos, negros, enormes y brillosos, nunca la dejaron de ver diferente.
Quería girarse, tomarlo de las mejillas y decirle cuanto lo quería, pero no lo hizo porque estaba aterrada. Aterrada de lo que iba a suceder.
Una cosa era hablar, prometer y otra muy diferente era la forma de actuar.
Jeongguk le pudo haber dicho que la acompañaría, que le daría el cuerpo de Taesung para que lo matara, que regresarían al pueblo y todo seguiría igual, pero ¿era verdad?
¿Jeongguk seguiría a su lado después de verla como es realmente? Sabía que Jeongguk la amaba, pero sinceramente dudaba que después de verla se quedase a su lado.
—¿Crees... —preguntó bajito —que tu manera de verme cambie después de esa noche?
Jeongguk, medio dormido, frunció el ceño —¿Por qué preguntas eso?
—¿Recuerdas una vez que gritaste en el consejo y dijiste que no querías que te viera así?
—Ajá.
—Pues yo no quiero que me veas así —respondió simple, sabiendo que Jeongguk entendería muy bien su punto.
—No importa qué hagas y digas —respondió, cerrando los ojos y acurrucándose de nuevo —Nada de eso va a desenamorarme de ti.
—Planeaba violarlo.
Jeongguk abrió los ojos de golpe y contuvo su respiración, pero no se movió. No había pensado en la parte del plan donde MinRi finalmente se encargaba del rojo, pero ¿eso? No. Nunca se lo hubiese imaginado. Ni siquiera le pasaba por la mente. Y la verdad, tampoco se lo podía imaginar. Tragó en seco, exhalando.
—Con un palo —MinRi continuó, bajito —Y no mato a su familia porque sé que no tiene. Ya sabes, ojo por ojo, diente por diente.
El alfa no respondió. Pensó en hacerse el dormido, pero su respiración pesada denotaba todo menos calma, y era obvio que MinRi lo notaba.
—Te lo dije. No soy buena. No quiero darle una muerte bonita o rápida.
El pelinegro cerró los ojos con fuerza —Vamos a dormir —Se estiró un poco para darle un beso tronado en la mejilla, y con mal sabor de boca, regresó a como estaba.
MinRi no supo cómo tomar eso. Entonces miró sus manos y levantando los dedos, comenzó a contar.
—Gguk...—dijo en un susurro —Iremos en quince días.
—¿Por qué?
—Tú hazme caso —suspiró —Por favor.
Jeongguk no insistió. La tomó más fuerte, tratando de quitarse de la mente los horribles escenarios que se había creado e ignoró el dolor que comenzó a crecer en su estómago.
Porque la verdad, ya estaba arrepintiéndose de su decisión.
♥♥♥
Seis...
Perdón si estuvo muy aburrido, trataré de terminar el otro capítulo lo más rápido posible.
Dato interesante:
Yowon es muy perspicaz, y a MinRi se le pegó por pasar tanto tiempo con ella. Las dos tienen el don de hacer que, con sus preguntas, tú solo te apendejes. Yowon lo hizo con Gguk en el cumple de MinRi, y MinRi con Nam cuando se reconciliaron. De hecho, MinRi, sin darse cuenta, fue quien hizo que Nam se fuera.
Nos leemos pronto, y como siempre, muchas gracias por leer.
-h
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