MORDIDA I
Jeongguk
La noche fresca del último día de Diciembre, junto a sus maletas y su repentino buen humor, Jeongguk regresó al pueblo después de haber vivido en la ciudad. Como se convertiría en el próximo alfa de la manada, tenía que conocer el mundo exterior, justo como lo había hecho su padre, su abuela y todos sus antepasados. Regresó más vivo y guapo que nunca; el sol de la calurosa ciudad lo había bronceado bastante bien y estaba seguro que más de un o una omega se fijaría en él. Extrañaba con todo su corazón la frescura y lo hogareño que tenía su pueblo y suspiró con ansiedad mientras manejaba hasta su hogar.
No podía controlarse; los nervios rápidamente se apoderaron de su cuerpo, pero, casi como un contraataque, su ego lo tranquilizó y siguió conduciendo hacia el pueblo con emoción y confianza.
Extrañaba a su gente, a su hermano, a sus padres, a sus amigos y sobre todo transformarse. Sentir la libertad en el pelaje y sus patas mientras corría por el bosque. Habían pasado poco más de cinco años sin sentirse así. Sin conectarse con su lobo interno.
Pero lo que más ansiaba por conocer, era el regalo que sus padres tenían para él. Su propia casa.
La "tradición de los alfa Jeon" consistía en que el futuro alfa del pueblo debía ir a la ciudad por cinco años para conocer todo sobre el "otro" mundo; cuando este alfa regresaba, sus padres le daban una casa propia, para que así, uno o dos meses después, se convierta en el alfa supremo; por supuesto, esto era un plan con maña, muchas personas que escapaban a la ciudad no regresaban porque se maravillaban por las cosas nuevas e increíbles que se encontraban ahí, al grado que jamás volvían al pueblo donde pertenecían.
Así que, cuando los padres del pelinegro supieron que su hijo contaba los días para volver a su hogar, se sintieron más orgullosos que nunca y supieron que su papel como alfa del pueblo sería digno de un Jeon.
El pueblo Canus, no era más que un lugar escondido entre los árboles del bosque Magno. No tenía nada de especial o increíble. En el día el sol no era muy intenso y por las noches el aire era fresco, casi frío. La manada era grande, y habían personas de todas las edades. Los Jeon trataban que todos en el pueblo estuvieran bien y felices. Los alfas lideraban grupos de caza, de construcción. Los omegas, casi siempre preferían dedicarse a las tareas del hogar, pero siempre había excepciones, junto con los betas, acostumbraban a enseñar o hacer trabajos no tan pesados.
La mayoría se conocían, pues la mayoría de los clanes se especializaban en algo en específico.
Por lo que, el rumor de que después de años el apuesto alfa regresaría al pueblo se extendió como pólvora y todas las jovencitas iban a recibirlo con uno que otro obsequio de bienvenida y postres caseros hechos con mucho cariño. En la entrada del pueblo, el futuro alfa de la gran manada rechazaba todo con extrema amabilidad, siempre con una sonrisa que derretía hasta al alfa más gruñón del pueblo.
Porque Jeongguk era así, causaba gran admiración a cualquier alfa, omega o beta, sus miles de talentos cautivaban la atención de cualquiera que lo mirara, era el mejor cazando, el lobo más hermoso y grande del pueblo, el más amable pero protector, sin duda el más guapo y sobre todo el más leal y confiable.
Pero egoísta
Daba la impresión de ser un alfa amable, pero de vez en cuando su personalidad típica de alfa salía a flote, extremadamente posesivo y algunas veces envidioso, soberbio, vanidoso, creído, pero sobre todo egoísta.
Jeongguk, con el corazón en la mano, divisó a sus padres a lo lejos de la entrada, donde estaba su ahora antigua casa.
Sabiendo que sus amigos lo ayudarían con sus maletas, soltó todo lo que llevaba en sus manos y corrió en dirección a ellos. Seongji, su madre, una dulce y cariñosa omega, sonrió de oreja a oreja y abrió los brazos, recibiendo el abrazo de su único hijo. Jeongguk rodeó el pequeño cuerpo de su madre y soltó un suspiro al oler las feromonas maternales que soltaba, tranquilizándolo como cuando era un bebé.
—Mi bebé —Seongji habló, aspirando el olor a menta que desprendía su hijo junto con las feromonas de felicidad.
—Bebé —repitió Daehyun, su padre, en un tono burlón —Nuestro hijo casi mide dos metros, amor.
—No importa, es mi bebé —lo soltó y lo jaló de la camisa, para quedar a su altura. Jeongguk sonrió con los ojos brillantes que lo caracterizaban cuando su madre acunó su rostro entre sus manos —Ya eres todo un hombre, bebé. ¡Mira cuanto has crecido!
—Cinco años es mucho, madre. Pero tú sigues igual de hermosa que siempre.
Besó su frente, rodeándola con sus brazos de nuevo, pero más breve que la primera vez. Cuando la soltó, volvió a sonreír, ahora en dirección a su padre, que le extendió su brazo, y después de darse un fuerte apretón, se jalaron y se dieron un abrazo, ambos dándose palmadas algo fuertes en la espalda.
—¡Mi muchacho!
Jeongguk lo apretó más fuerte, reconociendo de inmediato cuando el mayor soltó el olor que reconocía como su hogar, ese olor difícil de explicar, parecido al tabaco o al encino. El olor que su padre solía soltar cuando él no era más que un cachorro indefenso que buscaba a su padre en las noches que no podía dormir.
Lo abrazó con más fuerza, sintiéndose protegido, como no se había sentido en los pasados cinco años.
—Es bueno tenerte de vuelta, hijo. No sabes lo mucho que te extrañamos.
Ambos se soltaron y se tomaron por los hombros, con una sonrisa.
—Es bueno regresar. Creo que tú sabes mejor que nadie como se siente eso —suspiró —No saben lo mucho que ansiaba regresar.
Daehyun sonrió y Seongji volvió a abrazarlo de lado.
—Entremos a la casa.
Los alfas asintieron ante la voz de la omega y cuando Jeongguk entró no pudo evitar sentir nostalgia. El olor a encino estaba igual a como lo recordaba. Los muebles eran los mismos, pero estaban acomodados diferente.
—¿Ya estás listo para convertirte en el líder?
Jeongguk aún lo sentía irreal. En dos meses el pueblo pasaría a ser su responsabilidad y no podía estar más ansioso por eso.
—Nací listo, padre —contestó con su sonrisa, con aires superiores.
Daehyun levantó su mentón con orgullo en lo que él y su esposa se sentaban en uno de los sillones, observando como Jeongguk caminaba entre los estantes que decoraban la habitación, deteniéndose en las fotografías de su niñez.
—Jeongguk, ¿prefieres esperar para mañana para actualizarte sobre lo que ha pasado o empezamos de una vez?
Seongji bufó —¿No crees que es muy pronto, amor? Acaba de llegar.
Jeongguk negó, con el rostro relajado —Está bien, madre. ¿Por qué hoy no empezamos con lo más importante y mañana con lo demás? Me imagino que en cinco años pasaron muchas cosas y no nos alcanzará la tarde para abarcar todo, ¿cierto?
Daehyun asintió.
—Siéntate —el pelinegro obedeció y tomó asiento frente a sus padres —La situación ha estado bastante tranquila, a decir verdad. Nada urgente o que necesite mucha atención, pero solo hay una cosa que si considero importante.
—Te escucho.
—¿Recuerdas a los Khal?
Jeongguk frunció el ceño —¿El clan raro de la otra manada?
—Ese mismo.
Jeongguk volvió a fruncir el entrecejo —Pues sí, los recuerdo. ¿Qué ocurre con eso?
—¿Qué recuerdas de ellos?
El pelinegro mordió su labio inferior y trató de recordar. Tenía unos dieciséis años cuando había escuchado hablar de ellos.
—Solo recuerdo que les decían ¿gigantes? y que la mayoría eran blancos.
—¿Algo más? —Jeongguk negó —Eso pensé, eras un cachorro.
—¿Pero a qué viene todo esto?
Daehyun se aclaró la garganta —El clan de los Khal fue masacrado porque el alfa de su manada los apuñalo por la espalda. Eran más fuertes que todos en la manada y el líder los considero una amenaza, o al menos eso es lo que cuentan.
—¿Tú crees en eso?
Tanto Daehyun, como Seongji, negaron.
—Sabemos que no fue por eso.
—Aun no entiendo nada.
—Hijo. El alfa no mató a todos, dejó viva a la segunda hija, pero hasta hace cinco años que se supo todo eso.
Jeongguk comenzó a juntar los hilos, y bufó, cuando su padre dijo lo que ya sabía que iba a decir.
—Y ahora esa omega es parte de nuestra manada. La encontramos moribunda a las afueras del territorio un día después de que te fuiste.
Jeongguk cerró los ojos y suspiró, llevando dos de sus dedos al puente de su nariz, para después pasarlos a sus parpados, que amasó con tranquilidad.
—¿Y se puede saber por qué hiciste eso? —Jeongguk habló con un tono de reclamo y miró a su padre con frialdad.
—Sé lo que dirás, pero no es ninguna amenaza, todos aceptaron sin rechistar que ahora estuviera aquí y los vecinos no saben que está con nosotros —Jeongguk soltó una risa irónica y negó levemente desviando la mirada —Hijo, ella estaba en peligro, debiste ver como estaba.
—¿No has pensado que eso nos pone en riesgo a nosotros y a nuestra gente?
—Esa omega no es ninguna amenaza.
—¿Y qué va a pasar cuando sepan que está aquí, con nosotros?
Daehyun cambió su postura a una más correcta —Mira Jeongguk, cuando seas el alfa del pueblo será tu decisión si la mantendrás en la manada o si la negarás, pero te repito, ella no es una amenaza, por el contrario, es muy buena y amable. Sobre todo hermosa.
Jeongguk soltó una risa nasal —¿Eso qué?
Daehyung levantó ambos brazos en forma de rendición —Bueno, bueno. Lo único que te pido es que la trates.
—Lo haré, pero pase lo que pase, respeta de mi decisión.
Al pelinegro le extrañó el comportamiento de su padre. Tuvo que haber tenido muy buenos motivos como para aceptar a una extraña en la manada, más aun tratándose de una sobreviviente de clan raro a la cual probablemente estén buscando en otra parte. Los Jeon no eran conocidos por ser almas caritativas, mucho menos con vecinos. Muchas veces el alfa hacía a un lado su humanidad y si se daba el caso, su padre podía ignorar sin ningún problema a una joven medio muerta y sin un lugar a donde ir o volver. Al fin y al cabo no sería la primera vez que eso ocurría.
—¿Por qué la aceptaste aquí, padre?
—Se encontraba mal.
Jeongguk levantó una de sus cejas —Si hubieras ayudado a todos los lobos que han venido luciendo mal, nuestra manada sería el doble de lo somos ahorita. Dime la verdad.
—Ya te enterarás en su momento. Tengo mis motivos Jeongguk. Pero ya te dije, cuando tú seas el supremo sabrás que hacer con ella.
El alfa, con más dudas, asintió.
—¿No quieres ir a tu nueva casa? —Seongji trató de animar el ambiente, que se había puesto algo pesado de repente.
Jeongguk sonrió.
—Primero necesito ver a mi hermano. ¿Vive donde mismo?
Seongji y Daehyun asintieron.
—Pero ya comenzó la construcción de su casa, también se quiere ir a vivir solo.
—¿Y sigue sin enlazarse?
Seongji torció sus labios —Sigue soltero, pero no por mucho.
Jeongguk abrió mucho sus ojos, y antes de que pudiera preguntar, Daehyun habló.
—Bueno, tengo que ver a algunos miembros del consejo, y ya se está haciendo tarde. Por el momento tus cosas ya deberían estar en tu nueva casa. Nos vemos mañana, hijo. Aunque ya tengas un lugar para ti solo ésta siempre será tu casa.
Jeongguk sonrió y después de abrazarlos de nuevo, caminó hacia la puerta, sonriendo al aspirar el olor que soltaba el bosque.
No caminó ni diez metros, cuando observó cómo un hombre, casi tan grande como él, se bajó de golpe de una de las ramas de los árboles del bosque con una mochila en su espalda.
Juntó sus cejas con confusión, tratando de reconocerlo. Y parecía que el castaño hacía lo mismo, pues casi sin darse cuenta ambos caminaban hacia la dirección del otro.
No, no puede ser
Jeongguk volvió a inhalar con brusquedad, reconociendo el olor de madera que desprendía ese chico.
—¿Kookie?
El castaño fue primero en hablar, dejando caer la mochila que llevaba en el piso.
Demonios, si es.
Jeongguk sonrió de oreja a oreja, y el chico, casi a la par, hizo lo mismo.
Todo se hizo más real cuando observó los hoyuelos del mayor formarse en sus mejillas.
—¿Nam?
—¡Hermano!
Ambos corrieron hacia el otro y chocaron tan fuerte que en cuestión de segundos ya rodaban en el piso, llenos de carcajadas. Jeongguk sonrió ampliamente cuando el olor a madera que desprendía su mejor amigo llegó a sus fosas nasales, más fuerte que antes. Ningún aroma como el de él.
—¡Te extrañé tanto! —dejaron de rodar para tirarse boca arriba en el suave pasto mirando el perfecto cielo estrellado —¡No te reconocí!
—¡Yo tampoco! ¡Ya estás más alto que yo! ¡Y mira tu cabello!
—Sí, lo deje crecer hace un tiempo. Se ve bien ¿no, Nam?
—Se ve muy bien.
Namjoon sonrió, sintiéndose repentinamente nostálgico por los recuerdos que tenía con Jeongguk. Lo había extrañado desde el primer día que se fue. Por todo el tiempo que no estuvo con su mejor amigo se enfocó en hacerse más fuerte, entrenando todos los días para ser un miembro digno del consejo de alfas, que ahora Jeongguk lideraría.
—Tú casi no has cambiado nada. ¡Pero te ves más fuerte! Pero no creo que más que yo.
—¿Así respetas a tus mayores? Niñato este ¡Te apuesto a que puedo patear tu trasero! —Namjoon se puso de pie y extendió una mano hacía Jeongguk, que tomó enseguida, parándose casi de un brinco.
—Demonios Nam, cinco años es un largo tiempo.
—Uno muy largo.
Se miraron una vez más y como si pudieran leerse la mente, se volvieron a abrazar ahora con más calma y tranquilidad.
Namjoon siempre ha sido su mejor amigo, y en todos y cada uno de los recuerdos que tenía siempre el mayor sonreía a su lado.
Cómo futuro jefe de la manada, lo primero que haría es convertir a su mejor amigo en su mano derecha. Además de ser su compañero inseparable, era la persona más inteligente que había conocido jamás y sobre todo confiaba en él más que en cualquier otra persona.
Incluso más que en él mismo.
—¿Vamos al bosque? —el pelinegro sonrió en respuesta y juntos caminaron hacia el norte.
El recorrido fue una recopilación de los mejores momentos de los pasados cinco años, peleas que ocurrieron, los nuevos romances del pueblo, historias divertidas, experiencias, y muchos recuerdos. Namjoon no quería agobiarlo con tantos sucesos, por lo que prefirió llevarlo al centro del bosque para pasar el rato.
—Hora del show —dijo Namjoon, quien tiraba su mochila en algún árbol para después quitar su playera son lentitud y un toque de sensualidad mientras miraba a su amigo a los ojos.
Jeongguk soltaba carcajadas y empujaba al mayor quien ahora se acercaba haciendo torpes pasos de baile.
Ambos retiraron por completo su ropa y se transformaron. Jeongguk se tomó unos momentos para sentir cada uno de los cambios, observó cómo sus manos se transformaban en patas. Como su piel se llenaba de gruesos pelos negros. La transformación de su visión y todos los cambios en sus sentidos que tanto extrañaba. Convertirse en un lobo y permitir que sus instintos dominaran era algo que no hacía desde los dieciocho años, pues tenía estrictamente prohibido transformarse en la ciudad. No importaba que tanto necesitara conectarse con su lobo interior, Jeongguk debía esperar a transformarse cuando regresara al pueblo.
Por eso, ahora que ya por fin podía ser él mismo, en cada paso que daba sentía una emoción indescriptible, sonrió al sentir como las ramas se rompían en sus patas, como cada pelo se movía cuando la suave brisa del bosque le llegaba y como el olor de todo se intensificaba. Y para el pelinegro, eso se sentía como una droga. Corrió tan rápido como pudo con un lobo de pelaje café tras de él, Jeongguk se movía ágil rodeando cualquier árbol o arbusto que se cruzaba en su camino mientras Namjoon lo seguía con la misma destreza.
El mayor saltó sobre Jeongguk tan pronto lo alcanzó y se pusieron a jugar como los cachorros que eran hace unos años.
En lo intelectual ganaba Namjoon, pero en velocidad, agilidad, fuerza y todo lo relacionado con lo físico, pese a la edad, Jeongguk sobresalía. Y no solo frente a Namjoon, sino frente a prácticamente todos. Namjoon no pudo evitar sorprenderse cuando cayó en cuenta que Jeongguk, pese a llevar cinco años sin transformarse, seguía siendo el mismo muchacho talentoso y habilidoso de siempre.
Las horas pasaron y después de recorrer la mayoría del bosque -que ya sabían de memoria- regresaron a su forma humana y yacían tirados en el bosque con solo sus jeans rasgados cubriéndolos.
—Extrañaba esto como no tienes una idea.
Namjoon rió entre dientes —Lo noté Kookie, por un segundo volviste a tener diez años en lugar de veinticuatro.
—¿Qué te puedo decir? —respondió con una sonrisa —Me dejé llevar.
Namjoon también sonrió, llevando ambas manos detrás de su cabeza.
—¿Cómo es la ciudad, Kookie?
—Ruidosa y enorme. Tienen muchas cosas increíbles, pero la verdad moría por regresar.
—¿Por qué?
Jeongguk miró a Namjoon, quien miraba el cielo con tranquilidad.
—Por ti, por mis padres, por el pueblo —sonrió —La ciudad puede ser lo más increíble del mundo, pero sin ustedes a mi lado y sin mi lobo, no podía ser feliz.
Namjoon sonrió —Yo también te extrañé.
—Mira esto —el castaño miró a su mejor amigo, quien señalaba sus orejas —Se llaman perforaciones. Tengo diez, cinco en cada oreja.
—Se ve raro —Namjoon masculló y el pelinegro soltó una risa.
—Me gustaron mucho.
—¿Te hiciste otras cosas?
Jeongguk iba a contestar pero un olor a durazno increíblemente fuerte nubló su mente por segundos, haciendo que se pusiera de pie.
—¿Hueles eso?
—Te refieres a... —musitó Namjoon, esperando a que Jeongguk terminara la frase.
—Eso. El olor intenso a durazno—exclamó, inhalando más fuerte —¡Huele tan bien!
Namjoon se paró y elevó una de sus cejas. Sí, efectivamente, su olfato capturaba el olor de MinRi y sonrió al caer en cuenta que el pelinegro aún no la conocía.
El castaño volvió a sonreír al encontrar la silueta del lobo blanco recostarse en unos árboles muy cerca de ahí.
—¿Será que por fin la conocerás? Sirve y le das el visto bueno.
Jeongguk levantó la ceja mientras se ponía su playera, tomándola donde descansaba la mochila del mayor.
—¿Visto bueno?
Namjoon señaló con la cabeza la profundidad del bosque y observó a un lobo blanco que ya había percibido su olor.
—¿Cuánto tiempo lleva ahí?
—No estoy seguro, ella puede ocultar su olor, tal vez está aquí desde antes que nosotros.
—¿Qué? ¿Quién es? ¿Y por qué tiene un olor de omega?
Namjoon se colocó su camisa observando como la loba percataba la presencia de los alfas y se disponía a caminar en su dirección.
—Es una omega y es u...–
—¡Pero está enorme! —Jeongguk lo interrumpió, mientras trataba de ignorar la presencia del lobo— Creo que transformado solo le ganaría unos cuantos centímetros. Ni de chiste es una omega.
—Es una Khal, ¿Qué esperabas?
Jeongguk sonrió.
—Oh, así que a ella se refería mi padre.
—Supongo, ella es Khal MinRi, a.k.a. tu reemplazo estos cinco años y la chic-
—Wow —Jeongguk interrumpió cuando la observó.
MinRi regresó a su forma humana a unos cuantos metros de los jóvenes y ocultándose tras un árbol, tomó un vestido negro que descansaba sobre una rama y sin mucha dificultad se lo puso.
Cuando volvió a caminar hacia los alfas miró con el ceño fruncido al pelinegro a los ojos.
La extremadamente pálida de cabello blanco caminó descalza hacia los alfas e hizo una reverencia para ellos.
A Jeongguk se lo cortó la respiración. Nunca, en toda su vida, había visto unos ojos tan claros. Su cabello le llegaba por debajo de la cintura y su frente estaba adornada por un sutil flequillo. Tenía labios gruesos, tan pálidos como ella y una nariz pequeña. Era delgada y demasiado alta para ser una omega. El alfa no pudo evitar cerrar los ojos e inhalar con fuerza el olor a durazno que soltaba.
¿Realmente era una omega?
Cuando estaba más pequeño, había escuchado lo raro que era el clan Khal. Principalmente su apariencia física, tamaños descomunales y gran fuerza. Toda su vida creyó que eran puros mitos o exageraciones de la gente, pero viendo a la omega que caminaba hacia ellos, supo que nadie exageraba nada.
—¿Es él, ángel? —la albina habló seria y Namjoon asintió con una sonrisa —¿Entonces tú eres el futuro alfa? —Jeongguk frunció el ceño cuando la peliblanca preguntó sin ninguna clase de tacto. —Una disculpa, no quise sonar así—sonrió sin muchas ganas, sintiendo a su lobo dar vueltas en su interior solo por la mirada del alfa en ella —Es solo que Namjoon ya me ha hablado mucho de ti.
—¿Así que ya has escuchado sobre mí? —Jeongguk sonrió y MinRi asintió.
—Probablemente Namjoon ya te dijo mi nombre, pero aun así —Extendió su mano —Khal MinRi.
Jeongguk mordió su labio inferior mientras tomaba con delicadeza la mano extendida, respondiendo el saludo.
Cuando su mano tocó la de la albina, sus lobos se volvieron locos. Gguk lo sintió aullando y dando vueltas en su interior. Su corazón latió con fuerza, sus vellos se erizaron y su boca se secó. De repente su mente se nubló y sin pensarlo dos veces jaló su brazo y la pegó a él.
Mía
—¿Gguk?
MinRi frunció el ceño ante el jalón de Jeongguk y enseguida chilló cuando le dio media vuelta y sintió los colmillos del alfa en su cuello. El pelinegro la sostuvo firmemente de los hombros por la parte de atrás y la pálida gimió del dolor.
Namjoon miró a los dos sin poder creerlo.
—¡Jeongguk!
♥♥♥
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