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Capitulo 6: La paciencia es una virtud.

"Mi corazón se rompe con cada paso que doy.

Pero estoy esperando en las puertas

a qué me digan que eres mío".

Born to die - Lana del Rey.

NFSW

Deslizó el pulgar desde el pómulo hasta la comisura del labio, repitiendo el gesto mientras su manzana de Adán se movía angustiosamente.

—Misael... —dijo con suavidad. Se detuvo un momento, observando los hermosos ojos desconcertados—. El rosa te queda bien.

Incapaz de expresar sus verdaderos sentimientos, deseos y pensamientos, Eugine se apartó y dibujó una falsa sonrisa.

—Deberías quitarte la pintura para que podamos comer algo.

Con las yemas de sus dedos, Misael acarició esa zona y sintió el borde sintético que había manchado su rostro. «Qué vergüenza», pensó en silencio. Asintió con la cabeza y se apresuró hacia el baño.

Cuando el joven cerró la puerta, el hombre sintió que iba a morir. Apretó la mano contra la mesada y bajó la mirada entre sus piernas.

—Mierda —gruñó por lo bajo.

Una vena prominente se delineó en su frente, latiendo con furia descontrolada. Rechinó los dientes y maldijo su extensión de carne. Si Misael lo viera en ese momento, estaría perdido.

¿Cómo podría explicar semejante cosa?

Suspiró e intentó calmarse.

Desaceleró las pulsaciones y recordó a un anciano que conoció en un viaje. En ese momento no necesitaba manejar el autocontrol, pero ahora era diferente. Enfocado, rebuscó en su cerebro lo que le había enseñado.

Repitió esas oraciones incansablemente para apartar el deseo carnal de lanzarse sobre ese humano.

Mientras tanto, Misael se enfrentaba a sí mismo en el espejo del tocador. Después de lavarse la cara con agua fría para apaciguar su rostro acalorado, sintió que necesitaba más que eso.

Avergonzado, anunció desde el baño que se tomaría una ducha.

Al escuchar esto, Eugine suspiró aliviado y agradeció a los cielos por el tiempo extra que tenía para resolver este complicado problema.

Continuó rezando arduamente, buscando que la bestia erguida y lista para atacar se retractara y se calmara.

No podía permitirse cometer errores.

•❥❥❥•

Misael dejó que el agua helada cayera sobre su piel.

Estaba molesto.

Ya venía de enfrentarse a esta situación todas las mañanas; ahora, también tenía que lidiar con ella mientras el hombre estaba en su casa.

Maldijo la imagen que no dejaba de rondar en su cabeza, lamentando haberlo pintado.

En ese momento había confundido al sujeto de sus sueños con Eugine.

¿Cómo se desvirtuó todo?

Se estaba convirtiendo en un loco, un loco depravado.

Miró hacia abajo; el miembro se alzó en lo alto, rígido e imperturbable. El agua fría cayó desde la cabeza hasta su pene y este se negó a bajarse. Tensó la mandíbula y presionó los nudillos contra la cerámica de la pared.

Todo estaba mal.

Si no arreglaba este asunto , no saldría nunca de este lugar. Con resignación, extendió la mano y tomó la extensión.

«Esto es una mierda, soy un hijo de puta», la palma hizo presión y la suave piel subió y bajó.

Entrecerró los párpados; vio esos labios, esa piel suave, experimentando una mezcla confusa de deseo y angustia al darse cuenta de que no había muchas variables entre ambos sujetos.

Como tantas veces en sus sueños, él estaba arrodillado. Vislumbró cómo esa mirada recorría cada milímetro de su cuerpo, deslizando la yema de los dedos desde la rodilla hacia arriba.

El miembro se alzó rígido y ansioso, pero el hombre mantuvo una distancia mientras acariciaba cada centímetro de su muslo interno. Elevó el rostro hacia Misael e hizo una sonrisa juguetona. Al acercarse, sintió cómo los labios ligeramente carnosos estaban calientes.

Lo besó con calma desde el perineo, el escroto, hasta la raíz del miembro; ocasionalmente lamiéndolos con la punta de la lengua.

El hombre, entre sus piernas, presionó la piel blanca y reveló los caninos que se habían extendido un centímetro y lo mordió.

El aliento y la saliva ardientes hicieron que su piel se erizara.

—Uf... Ah, ah~

Los pensamientos se conectaron con la realidad y una corriente eléctrica se expandió por sus extremidades. Sintiendo en su propia carne la presión de la succión. Misael sacudió su miembro con fuerza y se mordió para contener los gemidos.

El hombro chupó y lamió la marca que dejó.

Elevó los labios y un ligero matiz rojizo se había quedado en el borde. Con un velo húmedo en las pupilas y un creciente rubor en su pálido rostro jadeo.

—Extremadamente dulce.

Se relamió la boca, tomó su pene y lo acercó hacia su mejilla.

Cerró los ojos y luego los abrió, dejando entrever un creciente anhelo. La punta de la nariz recorrió una vena abultada que resaltaba en la carne latente.

—Huele delicioso.

Con la suave lengua humedeció el glande e introdujo la punta en la uretra, sin desprender la vista de su amante. Una expresión pícara se extendía en su semblante mientras chupaba y le acariciaba los testículos con una mano.

El joven, bajo el agua fría, contrajo los músculos de la espalda y esta se mezcló con el sudor caliente que brotaba de su piel.

La palma de Misael estaba áspera, marcada por cayos y cicatrices debido a su trabajo. Recordó la piel tersa que minutos antes había acariciado su mejilla y su pecho se agitó violentamente.

Mientras intentaba mantenerse anclado a la realidad, aquellos dedos largos y delgados envolvieron la mitad de su miembro. Sin apartar esa mirada penetrante, el hombre esbozó una sonrisa traviesa y abrió la boca.

Los músculos del abdomen se marcaron y la cadera se balanceó hacia adelante. La cavidad que lo recibía era húmeda y ardiente. La lengua tierna y vivida. El sonido de gorgoteo era un elixir en sus oídos y el miembro hinchado sintió un hormigueo por la fuerte succión.

Apoyó los dedos de la mano libre contra la cerámica de la pared y las yemas se enrojecieron debido a la presión. Las venas de los brazos se tensaron mientras exhalaba de manera entrecortada.

Una bruma caliente salió de la garganta del joven mientras arremetía contra esa imagen que había envenenado su sangre, haciéndola arder.

El aroma masculino que ambos desprendían se fusionó y envició sus fosas nasales.

El sudor cubrió la frente del hombre y por la comisura fluyó saliva que se deslizaba por su barbilla. Misael avistó unas hermosas clavículas bajo esa camisa apenas abierta; pequeñas gotas de fluidos combinados caían y se alojaban allí.

Acarició el cabello y corrió los que se adherían en el rostro. Contempló esa mirada abrumada por la lujuria y la garganta de Misael de golpe se secó.

El hombre retiró el grueso pedazo de carne que contenía en la boca y respiró. Los labios brillosos y húmedos solo expulsaban aliento caliente.

El joven limpió con el pulgar las lágrimas fisiológicas que caían del rostro sonrojado, mientras un líquido lascivo arribó por la punta; claro y viscoso.

Al verlo, el otro lo lamió despacio y lo saboreó. Acarició las piernas de Misael e introdujo la extensión nuevamente.

El joven abrió los ojos al sentir un intenso calambre que se extendió por su abdomen. Observó las venas tensas en su pelvis y volvió a sumergirse junto al hombre de su mente.

Enderezó la cintura y enredando los dedos en el cabello rosáceo, lo presionó hasta el fondo. Empujando su pene hasta la garganta, el otro continuó chupando sin parar.

Las pestañas de Misael se abanicaban ante el placer.

Enterrado en su pelvis, el rostro del hombre sudaba; lágrimas y saliva habían hecho un lío en ese semblante suave pero masculino.

Las manos del hombre apretaban la carne fibrosa de sus glúteos. La piel ya estaba roja y en un momento de satisfacción le clavó las uñas.

El pene saboreado se estremeció y penetró con mayor rudeza.

Toda esa carne gruesa y larga arremetió ese pequeño agujero que se contraía para recibirlo. La cadera fue y volvió, en un movimiento se introdujo hasta el límite de la base y gimió.

Un sentimiento de mierda afloró en su corazón.

Uno que no debía tener.

El hombre de rodillas se intercalaba con el que estaba en su casa. Al volver a pensar en ello, el deseo se acrecentó ferozmente. Ya no distinguía quién era el que se engullía su verga con tanta devoción.

Era confuso, pero a la vez terriblemente exitante.

El placer psicológico lo envolvió y su cuerpo fue atravesado por sensaciones tan vívidas como si fueran reales, como si realmente hubieran sucedido, como si el propio Eugine estuviera allí de rodillas, tomando con su cálida boca su miembro.

—Ah, ah... Aaah, mierda —gimió con frustración.

Había perdido la cabeza por completo.

Sí...

Se estaba volviendo loco.

El joven se perdió ante ese estímulo en su cerebro. Sacó su miembro hasta el glande y embistió de nuevo profundamente. Cuando la punta rozó la úvula, alcanzó el orgasmo y vertió el líquido caliente en el interior.

Esos ojos vivaces se aturdieron y la boca emitió sonidos lascivos intermitentes. El semen espeso se introdujo hasta el fondo y la garganta del hombre se movió en respuesta; recibiéndolo con satisfacción.

Misael observó su propia mano y permitió que el agua se llevara lo que acababa de hacer. Dejó que el líquido helado siguiera golpeando su espalda mientras regulaba la respiración.

Ahora debía buscar la forma de controlar su vergüenza al mirarlo.

•❥❥❥•

Eugine estaba sentado en la mesa. Habiendo logrado apaciguar sus instintos, se sentía tan orgulloso de sí mismo que deseaba gritarlo a los cuatro vientos.

Afortunadamente, Misael tardó bastante tiempo en salir de la ducha, dándole a este demonio el tiempo necesario para concentrarse y recurrir a tantos dioses como flores hay en la tierra.

Invocó desde Jesús hasta Buda, pasando por Anubis y Zeus; al final, ni él mismo estaba seguro si también había rogado a Gandhi.

Por suerte, aquel asunto ya estaba resuelto.

Cuando Misael emergió del baño, Eugine se apresuró a preparar la mesa.

No obstante, el joven comenzó a esquivar su mirada y volvió a responderle tímidamente.

Eugine estaba visiblemente inquieto y nervioso. Avanzaba un paso y retrocedía cien.

Hoy, en serio, no parecía ser su día.

Suspiró y recordó que había comprado unas cervezas. Quizás, al beber un poco, Misael se relajara y finalmente le dijera qué estaba pasando.

Y así sucedió. Luego de brindar por esta nueva amistad, el joven no se detuvo y bebió sin cesar. Misael es calmo hasta cuando se excede con la bebida. El lado positivo fue que, al menos, conversaron como siempre, aunque fueran cosas triviales.

Ahora estaba llevando el cuerpo somnoliento hacia la cama. Lo desplomó sobre el colchón y lo rodó un par de veces hasta que logró cubrirlo con una frazada.

Se sentó en el borde en silencio.

Acarició el cabello que caía por la frente, recorrió la mandíbula y rozó los labios.

Desde esa posición admiró lo que una vez fue parte de sus noches, de sus días y de su vida. Ahora ya no sonríe como antes, ya no le dedica palabras de amor y no busca su mano en la cama.

Ya no se abrazan para descansar, ya no se apoya en su pecho después de besar cada parte de su cuerpo.

No corren, no bailan.

No lo ama.

Aún no.

Pero lo hará, sabe que lo hará.

Las tupidas y claras pestañas se humedecen y una triste sonrisa adorna el semblante lleno de nostalgia.

Porque a él no le importaba cómo iba a reencarnar Miseo.

Si fuera hombre, mujer, incluso un animal, lo amaría igual.

No era relevante la apariencia; a sus ojos, sería la persona más hermosa del mundo.

Porque su alma es lo que más importa.

Recordó los días calurosos compartidos mientras pintaba amaneceres y ocasos, jugando como niños salvajes e inocentes en un mundo que solo les pertenecía a ambos.

Quizás ese fue el error de Eugine.

El mundo no existía solo para ellos dos.

Pero ahora, esa crueldad ya no lo habita y nadie podrá hacerle daño a Misael de nuevo.

Se acercó y lo besó suavemente en la mejilla, como un alma adolorida que hizo un roce sutil para no transmitir su angustia.

Al levantarse para ir a limpiar el desastre que habían dejado en la mesa, sintió que fue tomado del borde de su camiseta. Cuando volteo, se encontró con la mano de Misael extendida y su ceño fruncido.

Se inclinó y presionó con el índice la frente. El joven hizo unos sonidos pero no lograba comprender lo que quería decir.

—¿Qué sucede? —dijo con una sonrisa—. ¿Te sentís mal? ¿Necesitas algo?

—No...no te vayas.

Fue muy bajo, pero las orejas de Eugine se movieron y lo escucho claro y preciso.

Se acomodó de nuevo en el borde de la cama mientras su manga era retenida con fuerza.

Misael estaba dormido, al menos eso parecía.

El hombre cerró los ojos y apoyó la barbilla en su mano.

No habló más y solo se quedó en silencio a su lado.

Es solo cuestión de tiempo, es lo único que se repitió en la mente a lo largo de toda la noche.

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