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Capítulo 1. Primer paso: Que noté que existo.

Misael se revolvió en la cama, atrapado en un ambiguo desenlace de sueños confusos. Las imágenes eran difusas como humo, pero dejando solo la sensación de miedo, deseo y opresión. El sudor frío empapó su piel, y su corazón latió con una urgencia que no pudo comprender.

A las seis de la mañana, el joven se despertó jadeando. La habitación estaba sumida en la penumbra, y el aire era denso. Se sentó, sintiendo la humedad de las sábanas pegada a su piel. Su mente luchaba por recordar lo que había soñado. El joven se aferró a la frazada, deseando que la tela pudiera esconderlo de su vergüenza.

¿Qué mierda fue eso? ¿Por qué su cuerpo reaccionaba de esa manera?

La pubertad ya lo había abandonado hace tiempo, nunca imaginó que atravesaría de nuevo situaciones como esta. Su piel ardía, y su mente estaba llena de imágenes fragmentadas, estimulantes y eróticas. En la oscuridad de la habitación, cerró los ojos y decidió finalizar con el asunto duro entre sus largas piernas.

•❥❥❥•

Misael, con su reflejo en el espejo, observó las gotas de agua deslizarse por su rostro. El sonido del agua en ebullición en la cocina era su única compañía. Con calma, se cepilló los dientes y se vistió con los viejos jeans y el suéter del supermercado donde trabajaba medio día.

El anafe de dos hornallas emitía un suave chisporroteo mientras calentaba un pedazo de pan de dudosa vitalidad. Cinco mates y dos tostadas doradas fueron los que tomó el joven antes de partir hacia el trabajo.

Al cerrar la puerta de su pequeña habitación, echó un vistazo al interior. La cama, la heladera vieja y el pequeño mueble con su modesta ropa eran lo único que tenía.

Una vida sin gracia.

Una vida sin nada.

Así había sido siempre.

Sin madre, sin padre, sin familia que lo reclamara. Creció entre otros niños, pero siempre fue el que cedía, el que soportaba. El mundo podía ser cruel con aquellos que eran buenos e inocentes. Misael solo anhelaba amor, y si eso significaba hacer tareas extras, renunciar a un postre o recibir golpes para evitar que otros se aburrieran, él lo haría sin dudarlo.

Porque en el fondo, solo buscaba un poco de cariño.

Caminar tres cuadras hasta la parada de colectivo con los auriculares a todo volumen escuchando algo de rock alternativo, calmaba sus pensamientos innecesarios. Una hora después llegó al trabajo, como siempre, la misma rutina.

El dueño del lugar gritándole por cualquier cosa, bajar y subir la mercadería, etiquetar, limpiar, reponer, mover, deslizar. Cinco minutos para ir al baño, otros cinco minutos para fumar. Así hasta que terminara de limpiar el local luego del cierre del mediodía.

Acarició su cintura y bostezó, por fin terminó.

Luego de llegar al pequeño cuarto que habitaba, tomó un baño rápido, agarró la mochila, la carpeta de dibujo y voló hacia la universidad.

•❥❥❥•

Con sus ojos marcados con un tenue azulado y el pecho agitado, Eugine ascendía por las escaleras emocionado. La noche anterior y ese día habían sido más largos que los siglos que había vivido; solo sentía la urgencia de ver a aquel joven de nuevo.

El jean se ajustaba perfectamente a sus piernas esbeltas, destacando cada curva sutil, mientras que el suéter caía con gracia sobre sus hombros rectos, llevándose las miradas de las personas que pasaban a su lado.

Al llegar al aula, sus ojos buscaron a Misael y allí estaba él, con su cabello oscuro y una sonrisa radiante.

Todo el entorno se desvaneció en un instante.

Él era su pasado, el único presente que deseaba y el futuro que anhelaba, la única razón para seguir.

En el amplio salón, con mesas espaciosas dispuestas en filas ordenadas, se hallaban varios estudiantes.Con una expresión casi indiferente, avanzaba con pasos aparentemente desinteresados. Con un gesto casual, decidió ocupar un asiento en la esquina de una de las mesas. Fue entonces, al mover ligeramente su mochila, que Misael percibió su presencia. El joven se encontraba inmerso en una animada conversación con dos compañeros, pero el sonido repentino de un libro al golpear la mesa lo sacó de su distracción. Al levantar la vista, se topó con el mismo hombre que, apenas el día anterior, lo había confundido con alguien más.

—Hey, ¿sos Eugine, verdad?

Aunque se mostraba sereno, su mirada era intensa, observo de arriba abajo a las dos personas que rodeaban al joven y elevo la comisura del labio molesto.

—Sí.

En la mesa, un incómodo silencio se instaló, mientras el hombre efusivo del día anterior mostraba reticencia. Misael, sorprendido, solo suspiró; al fin y al cabo, el hombre le parecía un poco extraño.

Eugine apoyó la mano en su barbilla, observando discretamente al joven por el rabillo del ojo, con una mueca burlona, recordaba cómo había utilizado sus habilidades para infiltrarse en esa aburrida clase. Al menos, Lucia no estaba presente; lejos de llamarle la atención, se sentía con suerte.

Echó un vistazo a su bolsillo y se quedó algo inquieto. El relicario, desde que se encontró con el joven, dejó de titilar. En cierta forma, era bueno, pero a la vez no.

Hace seis siglos, cuando falleció entre sus brazos, tomó unas gotas de la sangre aún tibia de su amante y estas se deslizaron por el intrincado diseño. Al absorberse, el cristal en el interior se cubrió de ella. Cuando el alma del dueño de esa sangre volviera a surgir, brillaría por primera vez, dando aviso del nacimiento del nuevo cuerpo, y cuando estuviera a metros, titilaría. Una brújula de sangre conectada con el alma de la persona que amaba.

Pero si algo le sucediese a Misael, ¿este artefacto funcionaría de nuevo? Eugine frunció el ceño; debía averiguar un poco más.

La clase finalizó, y el joven se recostó sobre el asiento bostezando tres veces. Estiró la espalda y luego procedió a guardar todo en su mochila. Sus dos compañeros salieron volando, y Misael quedó revisando por un momento su celular. Había llegado un mensaje corto y distante de su novia: "Estoy bien". El joven no lo pensó mucho; si decía que estaba bien, era porque lo estaba, demasiado cansado para pensar mucho más.

Viendo que ya no estaba con los otros dos sujetos, Eugine corrió a su lado con una sonrisa radiante, invitándolo a cenar. La expresión del rostro de Misael dejó claro que no estaba muy convencido de salir con un desconocido, o, en su defecto, que no le interesaba. El hombre puso una mirada lamentable, y al verlo, las grandes ojeras de Misael se ocultaron. Se frotó la cabeza con cansancio y sonrió con fatiga.

—Claro, ¿por qué no? Aun es temprano; vamos, no hay problema.

Eugine estaba muy consciente de la situación en su corazón; el joven estaba visiblemente cansado. Sin embargo, que una situación favorable como esta se volviera a dar, la realidad, es que no tenía tanta fe en ello.

Misael, por su parte, iba haciendo cálculos matemáticos en su mente. Una salida que no estaba programada. Dependiendo del lugar al que fueran a cenar, esto afectaría sus gastos del mes. Moviendo los dedos de la mano, acomodó un poco los números, sacando la luz, gas, alquiler, las dos salidas del mes con su novia, los viáticos y la comida. Le sobraba para... para nada.

Absorto en sus cálculos, no notó cuando pasaron la parada de colectivos. Miró la parada, miró al hombre caminando adelante, y le pegó un grito.

—¡Hey! ¡Es acá!

Eugine se giró, agitó el celular en su mano y sonrió.

—Tranquilo, ya pedí un Uber.

En la economía de Misael, la opción de tomar un auto a esa hora y en esa zona era demasiado costosa. Quería sonar orgulloso y decir: "Genial, paguemos a medias", pero hacer eso haría que se redujera la comida de dos días. Asintió en silencio y se quedó de pie junto al hombre.

Luego de pensarlo un par de veces, encontró la forma de acercarse al joven. Curvando sus labios, dijo lo que se le ocurrió.

—Misael, tengo una oferta que hacerte.

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Nota de la autora:

Mini teatro.

Manual del demonio inmortal

(Edición limitada by Eugine)

¡Felicidades! Has sido transformado en un inmortal, pero no te preocupes, ¡aquí tienes tu manual para sacarle el máximo provecho a tus nuevas habilidades!

Habilidad 1: Hipnotizar a los Mortales.

¡Ah, la vieja técnica infaltable! Con esta habilidad, puedes hipnotizar a los mortales y hacer que hagan tu voluntad. Con tu poder de control mental infalible, puedes hacer que otros hagan lo que quieras.

¡Solo hipnotízalos y listo! Aunque a veces, pueden resistirse... ¡pero vale la pena intentarlo!

Anotación.

Un demonio puede hipnotizar a casi cualquier persona, ¡pero no a quien ama!

Hipnotizar a los Mortales. Esta habilidad es inútil.(Tachar)

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