1 mes después.

Ya no quisimos esperar más y nos casamos por el civil, como tanto lo veníamos anhelando.

Jerry y los demás de su banda fueron nuestros testigos. Solo con ellos era más que suficiente para que nos acompañaran en nuestro matrimonio, y los dos más que felices e ilusionados, Layne me sonrió tierno y el juez nos hizo proceder a que firmáramos nuestra libreta de matrimonio; los dos firmamos y el juez nos declaró marido y mujer.

Los dos inmensamente felices, Layne me miró con destellos, tomó mi rostro con cariño y me besó.

Los chicos nos aplaudieron contentos y ambos nos abrazamos. Al fin lo que tanto queríamos se nos había hecho realidad, el de casarnos y convertirnos en marido y mujer.

Tomados de la mano, caminábamos plenos por una solitaria y bonita playa. Nos detuvimos y Layne me contempló amándome con toda la fuerza del mundo.

Yo lo vi perdidamente enamorada; me fijé en su largo cabello con dreadlocks y ese cintillo café, que le quedaba tan bien. Su rostro angelical, su barba y chivato, tomado en una trenza, sus labios y ojos que tanto adoro y acaricié su cara.

Layne me miró derretido.

—Layne mío.

—Mi preciosa Margarita. Siempre seremos muy felices.

—Si, siempre. Ya lo estamos siendo.

—Desde que te conocí lo he sido.

—Jejeje — me reí con emoción y Layne me vio con ternura.

—Y ahora quiero gritarte a los cuatro vientos que te amo — me dijo y se alejó corriendo de mí. Yo le sonreí más que emocionada y feliz.

—¡Margarita, te amo!

—¡No te escucho! — Layne me sonrió y se subió a las escaleras.

—¡Te amo, Margarita! — volví a gritarle.

—¡No te escucho!

—¡Margarita, te amo! ¡Te amo mucho!

—¡Mi Layne! ¡Yo también te amo mucho!

Le grité y él bajó las escaleras; yo corrí a él, Layne corrió a mí y me tomó en sus brazos y los dos nos sonreímos y después nos besamos en aquella mágica plaza, donde los árboles y rosas florecían con fervor y alegría.

La noche se hacía más presente en nuestra habitación y los dos besándonos con todo nuestro amor, Layne sostenía mi rostro y yo lo abrasaba fuerte.

Él llenaba de besos y de caricias todo mi cuerpo desnudo, y yo acurrucada a su lado, Layne me hacía el amor en esa romántica e íntima posición y besándonos él me susurró después en el oído que me amaba y tomó mi mano, mientras me embestía con ardor y cariño.

—Oh, Layne.

—Te amo, mi vida. Te amo.

Me estremecí y derretí por completo al él susurrarme en el oído que me amaba y acarició mis pechos, gimió excitado y a mí se me escapó un dulce gemido para él.

Layne estaba acostado de lado y yo lo vi perdidamente enamorada y me acurruqué a su hombro y lo besé profundamente. Él fascinado, volvió a tomar mi rostro, mientras yo lo besaba y los dos nos besamos largamente, amándonos y entregándonos, como tanto nos deseábamos y nos necesitábamos.

Al cabo de hacer el amor, nos abrazamos y después nos metimos a la ducha a bañarnos juntos, para salir a mirar las estrellas.

Al otro día...

Mi padrastro más que furioso al enterarse por unos vecinos del vecindario que Layne y yo nos habíamos casado de forma secreta, apretó los puños con ira y deseó deshacerse de él a toda costa.

Mi madre nerviosa de verlo así tan ofuscado, quiso tomarle la mano, pero Pedro se la corrió en seco.

—Tu hija nos ha traicionado como familia al haberse casado con ese drogadicto. Nuestros hermanos y hermanas de la iglesia nunca nos perdonaran esto — mi mamá suspiró.

—Lo sé, pero ya no podemos hacer nada. Quizás, tengamos que resignarnos y ya.

—¡¿Qué?! ¡¿Qué nos resignemos?! ¡Yo jamás aceptaré que tu hija, mi hijastra, se haya casado con ese infeliz!

—Pero Pedro, Margarita ya está casada con ese hombre. Ya no se puede hacer nada — él se le acercó intimidante y en seco. Mi madre lo miró con pavor.

—Escucha esto. Yo jamás, jamás dejaré que Margarita esté con ese imbécil, ni con ninguno otro ¿Me entendiste? Ella tiene que ser mía ¡Solo mía!

Mi madre sin aliento, lo miró perpleja y atemorizada y Pedro se alejó de ella y salió de la casa para buscar a alguien...