Capítulo 7
Al llegar a la cafetería, vi a mi madre esperando por mí en una mesa, junto a la ventana y me acerqué a ella.
Mi madre me miró.
-Qué bueno que viniste, hija.
-Hola, mamá.
-Tú padre y yo te extrañamos tanto - la miré seria.
-¿De qué quieres hablar conmigo, mamá? - ella me miró en seco.
-Bien, si lo pones así, te lo diré. Tu novio ha estado engañándote, porque sigue drogándose - la vi con rabia y rencor.
-¿Solo para eso me citaste? ¿Para seguir denigrando y hablando mal de Layne?
-Hija, es la verdad. Alguien cercano a nosotros lo vio comprarle droga a un sujeto, cerca de su departamento - solo pensé en Layne, en como en verdad habían pasado las cosas con Maciel.
-¿Alguien cercano? ¿Te refieres a Pedro? - ella desvió la mirada incomoda yo estallé.
-¡Basta, mamá! ¡Esta es la última vez que te tolero que hables mal de mi novio!
-Pero, Margarita ¿A caso no me estás oyendo? Ese hombre sigue consumiendo drogas.
-Si Pedro y tú piensan que voy a terminar mi noviazgo con Layne, por sus sucias mentiras, están muy equivocados.
-Es increíble como ese hombre te ha puesto en nuestra contra. Hija, ese tipo no es para ti - la miré con desilusión.
-Jamás vas a aceptar a Layne... Es mejor que no nos veamos por un tiempo - me levanté de la mesa.
-Si sales de aquí, olvídate de mí y de que tienes familia - se me llenaron los ojos de lágrimas.
-Creo que es lo mejor. Adiós, madre...
Sin voltearme, me alejé de ella y salí del restaurante.
Triste, llegué al departamento de Layne, él me abrió la puerta y en cuanto yo lo vi y él me miró, yo me tiré a sus brazos a llorar.
Él advirtió que la conversación con mi madre no había resultado y me abrasó fuerte y me consoló.
-Mi mamá nunca va a aceptar que estemos juntos, mi Layne - él se lamentó y acarició mi cabello. Solo quería consolarme y protegerme, y yo seguí llorando.
-Nunca estará de acuerdo a lo nuestro, nunca.
-Lo sé, pero no te angusties, angelito. Encontraremos una solución.
-...
-Tu madre tarde o temprano tendrá que aceptar lo nuestro - acarició mi rostro - Nosotros nos queremos y siempre será así - lo miré amándolo con todo mi corazón.
-Mi Layne, mi amado Layne - le dije aun llorando y él me miró con ternura y acarició mis labios con su dedo pulgar y después me besó.
Días después...
Mi padrastro obsesionado con alejarme de mi novio, llamó a la empresa donde yo trabajaba y sonrió victorioso. Mi madre nerviosa, lo miró preocupada.
-¿Estás seguro de esto, Pedro?
-Si, Lucía. Esta es la única manera en que Margarita regresará con nosotros y se alejará de ese drogadicto.
-¿Y si descubre que fuimos nosotros quienes hicimos la llamada?
-Nunca lo sabrá. De eso, estoy seguro.
-...
Al llegar a mi lugar de trabajo, fui a mi casillero para guardar mis cosas y empezar a trabajar, cuando de pronto, mi jefe se me acercó.
-Hola, Margarita - le sonreí.
-Buenos días, don Antonio.
-Quiero que vengas a mi oficina en diez minutos.
-... De acuerdo...
Sin saber el motivo de por qué mi jefe me había citado a su oficina, me puse un poco nerviosa y solo pensé en mi amado Layne, para calmarme y darme valor.
Sentada frente a mi jefe, él me miró en seco.
-Siento decirte esto, Margarita, pero estás despedida - aquella noticia me cayó como un balde frio de agua.
-¿Qué? Pero... ¿Por qué?
-Nuestra empresa ya no necesita de tus servicios. Ahora ve a Recursos Humanos para que firmes tu finiquito.
-...
Perpleja, no lo entendí, y con los ojos cubiertos de lágrimas, fui por mi finiquito al departamento de Recursos Humanos.
Mi ex jefe en cuanto yo salí de su oficina, hizo una rápida llamada.
-¡Hola, Antonio!
-Está hecho, Pedro. Acabo de despedirla.
-Perfecto. Te debo una, Antonio...
Mi madre junto a él, mi padrastro sonrió.
-¿Y qué pasó?
-Funcionó, Lucía. Tu hija ha sido despedida al fin de ese lugar vulgar.
-¿Eso quiere decir?
-Así es. Ahora que se ha quedado sin empleo, no podrá valérselas por si sola y tendrá que volver con nosotros sí o sí y alejarse, de una buena vez por todas, de ese hombre drogadicto...
Desecha, no comprendía el porque me habían despedido del correo, así como así, si yo siempre había sido una buena empleada, y sin ánimos de regresar a mi casa, solo quería, añoraba ver a Layne y con un nudo en la garganta, fui hasta su departamento.
Layne en cuanto me vio, supo que algo me había pasado y yo no pude más y me puse a llorar.
-Me despidieron, mi Layne.
-¿Qué?
-... Acaban de despedirme del correo.
-Oh, mi amor - me aferró a sus brazos y yo lo abrasé llorando.
Escuchó mis gemidos y más fuerte me abrazó.
-No sé qué fue lo que hice mal.
-No, no pienses en eso, mi niña. Pero, lo que haya pasado, no fue tu culpa. Yo lo sé.
-... ¿Y ahora qué voy a hacer? Tengo mi casa y cosas que comprar y pagar - tomó mi mejilla con cariño.
-Tranquila, que no estás sola en esto, yo estoy contigo.
-... - le sonreí aun llorando.
-Y sé la manera de cómo puedo ayudarte. Vente a vivir conmigo - lo miré sorprendida y Layne me sonrió con ternura.
-Sé que no es la mejor ocasión, pero desde hacía un tiempo, que quería proponértelo, pero no me atrevía.
-Mi Layne - volvió a sonreírme.
-¿Qué dices, mi angelito? - le sonreí. Solo añoraba estar junto a él. Dormirme y despertarme a su lado, todos los días y noches, siempre.
-Si, amor mío. Si quiero venirme a vivir aquí contigo - sus ojos brillaron de alegría y me tomó de la cintura y me elevó en sus brazos.
-Oh, mi angelito. No sabes lo feliz que me haces.
-Solo quiero estar contigo siempre, mi Layne.
-Te amo.
-Y yo a ti.
Ambos nos sonreímos perdidamente y nos dimos un largo y apasionado beso.
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