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Capítulo 6

A la mañana siguiente...

Dormida profundamente en su regazo, Layne despertó y me vio tendida en él; me miró perdidamente enamorado y acarició con cautela y afecto mi rostro. Pretendía detener el tiempo ahí teniéndome en su pecho y viéndome dormir.

Sentí de repente sus suaves caricias en mi rostro y abrí los ojos y me encontré con sus profundos y mágicos ojos celestes viéndome. Layne me sonrió con dulzura; mi corazón se me aceleró de dicha e ilusiones.

-Hola, mi niña hermosa - le sonreí con destellos.

-Hola, mi Layne - recordé de pronto que tenía que trabajar y me enderecé abruptamente de su lado.

-¿Qué ocurre, cariño?

-Es que tengo que ir a trabajar y ya se me hizo un poco tarde.

-No te preocupes, yo puedo ir a dejarte en mi auto - le sonreí y él me devolvió la sonrisa.

Afortunadamente se había secado mi ropa. Layne la colocó junto a la estufa toda la noche.

A punto de salir, él me detuvo.

-Margarita, espera - me volteé a verle.

-¿Qué pasa, cariño? - me sonrió y me pasó su chaqueta café con flequillos.

-Ten, úsala para el frío - el corazón me brincó de felicidad y con cariño se la recibí y me la puse.

Más que rápido, salimos del departamento y nos subimos a su auto.

De regreso a su departamento, Layne se encontró con Maciel, quien lo estaba esperando y él frunció el ceño.

Al frente de ellos, se encontraba en su auto, mi padrastro observando a Layne y a su "supuesto amigo".

-Yo lo sabía. Este tipo sigue drogándose. Ya quiero ver la cara de mi estúpida hijastra cuando se entere...

-¿Qué mierda estás haciendo tú aquí otra vez?

-¡Ay vamos, amigo! ¿Por qué te empecinas en tratarme de ese modo?

-No eres mi amigo, imbécil.

-Pues yo si te considero y para que veas que no hay rencor, mira lo que te traje - sacó un paquete de cocaína de su bolsillo y se lo pasó a Layne.

Mi padrastro sonrió.

Layne miró el paquete de cocaína y se enfureció y se lo lanzó a Maciel en su cara.

-¡¿Qué te crees, idiota?! ¡Ya te dije que yo no volveré a caer en esa puta mierda!

Maciel se desconcertó y rápido se agachó a recoger el paquete.

-¡Eres un estúpido!

-¡Será mejor que te largues con tu mierda y no te me acerques más! Porque si lo vuelves a hacer, te denunciaré por acoso y por vender esa porquería - Maciel se tensó.

-Te vas a arrepentir de esto, imbécil ¡Te vas a arrepentir!

Le gritó y se alejó furioso de Layne y mi padrastro volvió a sonreír, esta vez con sorna.

-Aunque te hayas rehusado a aceptar esa mierda, yo le haré ver a mi inocente hijastra que has vuelto a consumir.

Ofuscado y preocupado, se tomó la cabeza a dos manos y ya cansado de esa jodida situación con Maciel, llamó al conserje del departamento y le pidió que no volvieran a dejar pasar a aquel delincuente.

Tensó, pensó en mí y me llamó al celular...

Yo conduciendo, me dirigía al centro para entregar correspondencia, cuando sonó mi celular, y contesté de inmediato al ver que se trataba de mi Layne. Usé los auriculares.

-Hola, mi amor.

-Hola, mi vida. Sé que estás trabajando y siento interrumpirte.

-Tú no eres ninguna molestia para mí, mi amor ¿Qué ocurre? - Layne suspiró.

-Cuando venía de regreso de dejarte a tu trabajo, me encontré con Maciel esperándome aquí afuera del departamento - me preocupé.

-¿Qué?

-Así es. Ese imbécil pretendía venderme droga de nuevo, pero yo se la tiré en la cara.

-Imbécil. Amor, ese sujeto lo único que quieres es que tu aceptes lo que te está ofreciendo.

-Lo sé. Es por eso que lo amenacé con que, si volví a regresar, lo denunciaría con la ley.

-Es lo mejor que pudiste hacer, cariño - volvió a suspirar abatido.

-¡Ay, mi vida! Ya no quiero volver a lidiar con ese sujeto. Te juro que toda esta situación me pone muy mal.

-Lo sé, mi Layne, pero has sido muy valiente y fuerte y me siento muy orgullosa de ti, en serio. Estás venciendo todos tus miedos y me alegro mucho por ti - él sonrió.

-Nada de esto podría hacerlo si no te tuviera a ti en mi vida, Margarita. Te amo tanto.

El corazón se me regocijó de dicha y de amor.

-Todo lo que has hecho, lo has hecho tu solo, amor mío, solo tú y siéntete orgulloso de ello. Yo también te amo. Te adoro.

Su alma y cuerpo vibraron y se sintió otra vez recargado y esbozó su tierna sonrisa.

Hinchado por querer contarlo todo, llegó más que rápido a la casa y llamó a mi madre, quien estaba orando.

-¡Lucía! ¡Lucía! ¡¿Dónde estás, por Dios!?

-¿Qué te ocurre, Pedro? ¿Por qué vienes tan nervioso?

-Acabo de descubrir que el noviecito de tu hija sigue en el vicio - mi madre se horrorizó.

-¿Te refieres a que sigue drogándose?

-Así es, lo vi afuera de su departamento comprándole droga a otro sujeto.

-¡NO! ¡Mi hija! ¡Margarita corre peligro con ese drogadicto!

-Así es. Por eso hay que alejarla cuanto antes de ese hombre.

-Pero ¿Cómo lo haremos? Margarita, jamás nos escuchará y menos se alejará de Layne.

-Puede que si lo haga.

-¿A qué te refieres?

-Llámala y queden las dos en verse en algún lugar. Ahí tú le contarás que su noviecito sigue consumiendo drogas y Margarita al verse engañada por ese infeliz, de seguro que romperá con él.

-No es mala idea. Todo sea, para que nuestra hija recapacite y vuelva con nosotros y nuestros hermanos a la casa de Dios...

Solo con anhelos de verme, compró un ramo de margaritas y fue a buscarme a mi lugar de trabajo.

Yo guardando mis cosas en el bolso para irme, caminé hasta la salida y me encontré a mi Layne, quien me miró intenso, perdidamente enamorado y me sorprendió con un precioso ramo de margaritas. Yo lo vi con mi perdura sonrisa.

-Ten, las compré para ti, mi hermosa - más que feliz, se las recibí con emoción.

-Oh, mi Layne. Son preciosas - me contempló con amor

- Son margaritas como tú - lo vi embobada y lo abrasé fuerte, sin resistirme y él feliz me recibió en sus brazos y luego me besó.

-Te amo, mi vida. Te amo como un loco - acarició mi rostro y yo lo vi con mis ojos llenos de lágrimas.

-Yo también te amo mucho, mi Layne.

Él me sonrió todo tierno y acarició mis labios con su dedo pulgar.

Con cariño e ilusiones coloqué las dulces margaritas, que Layne me había regalado, en una jarra llena de agua, y mientras las acomodaba, él me miraba con destellos y su tierna sonrisa. Yo le sonreí.

-Gracias. De verdad me encantan las flores y en especial las margaritas ¿Cómo lo adivinaste?

-Eres muy dulce y tierna, por eso lo intuí - me sentí avergonzar y los dos reímos.

-Mi Layne - se me acercó.

-Eres mi hermosa y perfecta margarita, de quien me enamoré y amaré siempre.

El cuerpo me tembló por completo, y vibrante, Layne me tomó con cariño de la cintura, yo me encontré con sus profundos ojos de cielo y él comenzó a besarme.

Amé que me besará.

Al cabo de besarme, yo le sonreí toda perdida por él y tiré con afecto de su barba de chivato.

Layne me vio embelesado, todo tierno y deseó pedirme algo, de lo que ya venía pensando hacía días, pero no tuvo el valor y prefirió seguirse callando.

<< Esperaré un poco más... >>

Sonó mi celular. Era mi madre quien me llamaba.

-Halo, madre.

-Halo, Margarita ¿Cómo has estado?

- Bien. Sabes, ahora voy saliendo y...

-Espera, no me cuelgues. Solo quería decirte que me encantaría que pudiésemos vernos ahora. Juntarnos, quizás, en un café para solo conversar - dudé por un instante.

-No lo sé, mamá. Ahora tengo cosas que hacer.

-Solo será por un rato. Vamos, soy tu mamá. No me niegues un rato de tu tiempo, por favor - pensé en Layne.

-... Ok. Veámonos en media hora en el café del centro.

-De acuerdo. Ahí nos vemos.

-Adiós...

Colgué y Layne me miró.

-¿Era tú mamá?

-Si. Quedé de verme con ella en la cafetería.

-Ve. Quizás, les haga bien hablar a las dos.

-Eso espero - me sonrió.

-No pienses en nada y sal con tu mamá. Ella igual debe de extrañarte.

-Lo dudo mucho, pero, en fin. Nos vemos mañana.

-Si. Pasaré a recogerte a tu trabajo - le sonreí.

-Te amo - le di un dulce beso en sus labios y él me abrazó.

-Y yo te amo a ti.

-Adiós.

-Cuídate, mi hermosa.

-Lo haré. Nos vemos...

Layne volvió a sonreír y tomó a Sade en sus brazos...

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