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Capítulo 3

Al otro día.

Por fin era viernes, y él feliz, me esperaba en la plaza de la ciudad. Habíamos acordado de juntarnos para pasear y salir a comer.

En cuanto me vio llegar, me sonrió embelesado. Yo lo vi y me derretí por completo al ver que usaba la misma chaqueta roja, a cuadros de cuando nos conocimos.

Creo que los dos nos alegramos al vernos.

Las hojas otoñales caían con suavidad sobre nosotros, mientras caminábamos por las grandes calles de la ciudad.

Layne volteó a mirarme y sus ojos y sonrisas irradiaron hasta el cielo. Yo le devolví la sonrisa.

—Así que por eso terminaste trabajando en el correo.

—Sí. Tenía que trabajar en alguna parte como fuera, o si no, no podría seguir pagando el departamento donde me estaba quedando por ese tiempo. 

— ¿Vives sola?

—Sí. Al fin pude comprar mi casa — Layne me sonrió.

—Esplendido. Felicidades — le sonreí con pudor.

—Gracias.

— ¿Y tus padres?

—Hace casi tres años que decidí irme y vivir sola.

—Oh, entiendo... Me pasó algo parecido con mi madre. Me di cuenta de que no podíamos seguir viviendo juntos y decidí irme de la casa y vivir solo— le sonreí, ya que había entendido a lo que yo en el fondo me refería.

De pronto, Layne me detuvo.

—Me encantaría que más adelante conocieras a mi gatita "Sadie" — volví a sonreírle.

— ¿Tienes una gatita?

—Sí y es la gatita más tierna y adorable que jamás has visto.

—Oh, jejeje.

—Me encantan los animales.

—A mi igual — me vio con ternura.

Llegamos al parque de la ciudad.

Ahí nos compramos unos algodones de azúcar y nos sentamos a comerlos en el pasto fresco. Teníamos eso en común, nos encantaba la naturaleza y escuchar el sonido de los árboles crujir.

Layne me miró a los ojos.

—Margarita, quiero contarte como fue todo. Me imagino que debes saber que estuve internado más de un año en rehabilitación por mi adicción a las drogas.

—Sí, pero Layne, no es necesario que me digas nada.

—Si es necesario, porque quiero ser sincero contigo. No quiero guardarte ningún secreto ¿Comprendes?— le sonreí. Valoré que quisiera hablarme de él y de lo que había vivido en esos difíciles momentos.

—Sí. Sea lo que sea, yo no te juzgaré— me miró perdidamente.

Soltó un suspiro, vio deslizarse las hojas de los árboles y comenzó a contármelo todo, de sus problemas con la adicción, como había empezado y como fue cayendo en aquel oscuro hoyo.

Me habló también de sus miedos y tristezas. Era un buen muchacho, sencillo, dulce y de buenos sentimientos; sentimientos que deseé cuidar.

Quizás, muchos lo creían ser un chico malo, pero no era así. Layne, jamás demostró serlo y me lo dejó aún más claro al abrirse conmigo.

De pronto, corrió un agradable viento, el que rozó en su rostro, despeinó un poco sus risos dorados y yo me le quedé mirando fijo, con el corazón inquieto y feliz.

<< Es demasiado guapo y tierno. >>

<< No es una mala persona, como muchos creen y opinan. >>

Al cabo de contármelo todo, sentí un cariño y admiración por él. Layne quería cambiar, iniciar de nuevo, lo que me hizo apreciarlo y amarlo, como jamás amé a otro hombre.

Ya sé que era precipitado, pero no podía evitarlo, Layne cambió algo en mí desde el día en que nos conocimos, pero no podía hacérselo saber, no todavía.

Él me miró, y yo me puse nerviosa; mis mejillas se enrojecieron y él sonrió.

—Gracias por escucharme. Necesitaba sacar esto, hablar y quería hacerlo contigo — le sonreí.

—Eres valiente, Layne, muy valiente.

—Créeme, no ha sido fácil, pero no quiero volver a esa jodida vida. Quiero estar bien, encontrar esa paz que hace mucho perdí.

—La encontrarás. Yo lo sé y tranquilo, porque ahora no volverás a estar solo — me miró agradecido y perdidamente. Valoró aquello de todo corazón.

—Gracias. Muchas gracias. Es difícil encontrar gente así en estos tiempos, pero tú eres diferente. Alguien especial, un ángel — me reí con pudor.

—Oh, vamos, si no es para tanto.

—Claro que lo eres y más me convenzo de que no quiero alejarte de mí — lo miré abruptamente y él me miró todo enamorado.

Recordó con anhelos el dulce beso, que me había dado y me vio a los ojos. Mi respiración se agitó al sentirme cautiva por sus tiernos ojos.

—Me siento tan feliz y agradecido de haberte conocido — mi alma vibró y le sonreí con mis mejillas otra vez enrojecidas.

—Me pasa lo mismo contigo. Jamás pensé, ni creí, conocerte. Conocer al verdadero Layne, el tierno y sencillo— me sonrió con pudor y ternura.

Me encantaba cuando se apenaba y sonreía así.

Los dos nos miramos y sonreímos.

— ¿Cómo está tu algodón de azúcar?

—Rico, tal como me gusta ¿Y el tuyo?

Layne chistoso sacó la lengua, yo me reí y él también río.

—El mío está celeste y azucarado. Creo que así está sabroso.

— ¡Jajaja!

Volvimos los dos a reírnos, y Layne risueño, acarició mi mentón. Amé que lo hiciera.

Mi madre y padrastro salieron de la iglesia, a la que asistían, se subieron a su auto y se fueron a su casa.

Pasaron frente al parque de la ciudad y me vieron de pronto hablando con Layne, lo que les desagradó al instante, en especial a mi padrastro.

Layne, me miró con su tierna sonrisa.

— ¿Podemos escuchar juntos un par de canciones de tu reproductor de música? — le sonreí con destellos.

—Sí, me encantaría.

— ¡Súper!

Saqué mi reproductor MP3 del bolso y lo encendí.

Layne junto a mí, solo me miró buscar alguna canción de la lista y me amó con todo su corazón.

— ¿Qué tal esta de Pink Floyd, "Confortably numb"?

—Perfecto. Buena canción — lo miré risueña.

—Ten, toma el auricular.

Layne con gusto me recibió el auricular, se lo puso en su oreja, yo me coloqué el otro en la mía y los dos comenzamos a escuchar aquella genial canción, la que nos hizo despegar y volar por la atmosfera.

Layne sonrió feliz y con ternura todo ese mágico momento.

Apoyados del uno con el otro en el tronco del árbol, cerramos los ojos y escuchamos otra canción. Él me miró de reojo y tomó con ternura mi mano. Mi corazón vibró de alegría y de amor; lo miré, Layne me vio y los dos nos sonreímos perdidamente enamorados.

Las hojas otra vez cayeron junto a nosotros y los dos las miramos risueños.

Salió otra canción en la lista y Layne otra vez se entusiasmó.

—Esta canción me encanta. La amo.

—A mi también me gusta. Sobre todo, el estribillo.

—Es que las canciones de Ozzy son todas clásicos de clásicos.

Le sonreí y Layne me miró con dulzura y apretó con cariño mi mano.

De regreso a mi casa, él me acompañó y los dos sin dejar de sonreír y reír, conversamos de vivencias, anécdotas y nuestros pasatiempos, entre otras cosas.

Al llegar a mi casa, Layne me miró enternecido y nos encontramos con mi madre y padrastro. Yo los miré sorprendida y Layne a mi lado, no entendió nada.

Mi padrastro frunció el ceño.

—Hola, Margarita — más me descoloqué.

— ¿Qué hacen ustedes aquí?

— ¿Por qué esa pregunta, hija? Queríamos venir a verte ¿Hay algo de malo con eso?

—No, claro que no, pero es extraño. Hacía mucho que no nos veíamos, en serio — mi madre se incomodó y miró en seco a Layne.

Yo vi su mirada desaprobadora.

—Mamá. Quiero presentarte a Layne — él le sonrió, y cortes, le estiró la mano para saludarla, pero ella lo ignoró.

—Tu padre y yo sabemos quién es él.

—...

Layne se tensó y yo miré a ambos en seco y molesta.

— ¿Saben qué? Este no es el mejor momento, así que les voy a pedir que se retiren.

Mi padrastro apretó los puños, y mi madre descolocada, me tomó de la mano y me llevó, frente a Layne, con ella a un rincón para hablar. Aquello a él le molestó y miró a mi madre, serio y con enfado.

Yo furiosa, me solté bruscamente de su mano.

— ¡¿Qué es lo que pretendes, mamá?! ¿Por qué has venido hasta mi casa y con ese sujeto?

—Ese sujeto como le dices es tu padre, a quien deberías estarle agradecida por todo lo que te ha dado.

— ¡Él no es mi padre! ¡Y no me ha dado nunca nada! ¡¿Te queda claro?!

—Que mala agradecida eres. Solo queremos que vuelvas con nosotros y que recapacites en los errores que has cometido.

— ¿Errores?

—Sabes muy bien a lo que me refiero...

Layne observándome, estaba pendiente de mí. solo quería cuidarme y estaba atento por si mi madre se ponía más agresiva conmigo.

Mi padrastro se le acercó y Layne lo miró en seco.

—Es mejor que te alejes de ella. No queremos a un drogadicto en nuestra familia.

—La mejor decisión que pudo haber tomado Margarita fue alejarse de ustedes, ya que jamás la han valorado y apreciado — mi padre se exaltó.

— ¡¿Quién te crees tú para involucrarte en nuestros asuntos?!

—Alguien que la quiere y que la defenderá de quien sea, en especial de ustedes.

—Te irá peor si no te alejas de ella.

— No le temo a sus amenazas, señor. Tengo más poder del que se imagina, así que no me haga usarlo en su contra — mi padrastro abrió los ojos y se alejó.

—Jamás me harás pertenecer a su grupo de iglesia. Mamá, de verdad, yo tengo mi fe. Creo al igual que ustedes, pero no tengo la necesidad de ira su iglesia y compartir mi fe con todas esas personas ¿Por qué no lo puedes entender?

—Eres una hereje. Más te vale que te alejes de ese hombre, porque o si no solo nos traerás desgracia.

—No lo haré. Layne es un buen hombre y no se merece el rechazo tuyo y de nadie.

—No sé qué fue lo que hicimos tu padre y yo para que te comportes así. Eres una vergüenza para nuestra familia.

— ¡Ese sujeto no es mi padre y jamás lo será!

— ¡Basta!

Me gritó y me dio una fuerte cachetada y Layne se enfureció y corrió por mí.

Yo perpleja frente a su cachetada, se me llenaron los ojos de lágrimas.

— ¡¿Cómo se atreve a golpear a su hija?!

Le gritó alterado Layne, y yo vulnerable, me escondí en sus brazos...

Mi madre me vio en sus brazos y miró a Layne en seco.

—Te vas a arrepentir de esto, Margarita. Te reniego una vez más como nuestra hija...

—...

Ambos indignados, se subieron a su auto y se marcharon.

Yo desecha, Layne me abrazó y yo rompí en lágrimas. Me sentí tan protegida en sus brazos, que lo abrasé fuerte y él preocupado por mí, acarició mi cabello y me consoló.

—...Gracias por estar conmigo.

—Tranquila, que estaré siempre...

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