Capítulo 17
A la mañana siguiente...
Mi padrastro desesperado, mi madre quien tampoco sabía que hacer, lo miró y Pedro llamó a Maciel.
—¡¿Qué es lo que quiere?! ¡Le dije que no volviera a llamarme! La policía anda tras mis pasos.
—Lo sé, pero todo esto se puede acabar si terminas con lo que no pudiste desde un principio.
—¿A qué se refiere?
—Sabes muy bien a lo que me refiero. Mata a ese hijo de puta, así muerto, la policía dejará de seguirnos y dará por cerrado otra vez el caso.
—¿Y que gano yo si ahora consigo matarlo? — los ojos de Pedro brillaron de venganza y deseos.
—Te pagaré el triple de lo que habíamos acordado la vez anterior.
Maciel sonrió.
—De acuerdo. Me desharé de ese hijo de puta. Es un gusto que aún no puedo darme, pero lo haré, si me pagas la cantidad que yo te pida.
—No me importa, lo único que quiero es ver muerto a ese infeliz por haberme quitado a Margarita.
Mi madre se quebrantó al oír aquello de Pedro y se le hizo un nudo en la garganta.
Al cabo de cortar la llamada, ella se le enfrentó.
—No puedo creer lo que acabas de decir.
—¿Y qué esperabas? Ese hijo de puta sigue vivo ¿Qué no lo comprendes? En cualquier momento la policía puede llegar aquí y apresarnos por lo que intentamos hacerle — a mi madre se le llenaron los ojos de lágrimas.
—No me importa. Nunca pensé que llegarías tan lejos, Pedro — él la miró en seco.
—Siempre me ha interesado tu hija, Lucía y tú lo sabes — lo vio con desilusión.
—Desgraciado.
—Me da lo mismo lo que pienses de mí, porque Maciel asesinará en cualquier momento a ese infeliz y cuando eso suceda, me traeré a tu hija, como sea, a esta casa y la haré mía. Después, me desharé de ese bastardo que espera de ese hijo de puta.
—...
Mi madre sin poder hablar, lo miró con rencor y odio.
—¡¿Cómo pude equivocarme tanto contigo?! — Pedro la miró en tono amenazante.
—Ni pienses en traicionarme, porque si lo haces, te haré desaparecer al igual como a ese desgraciado.
Mi madre abrió los ojos de pánico y en eso tocaron a la puerta.
Pedro fue a ver quien se trataba y mi madre perpleja y llorando por la amenazada que él acababa de hacerle, la policía rodeó a Pedro y este no pudo escapar.
—¡NO! ¡¿Qué está pasando?! ¡Yo no he hecho nada!
—Tiene cargos federales de los que se le acusa, a ambos, por el señor Layne Staley, quien los demanda por el intento de asesinato, y a usted, señor Pedro Opazo, por la agresión física e intento de abuso sexual en contra de su hijastra, la señora Margarita Staley, esposa del señor Staley.
—¡No!
—¡Llévenselos a ambos!
Mi madre sin reaccionar, mi padrastro intentó defenderse y forcejar con los policías.
—¡Suéltenme! ¡Exijo a mi abogado! ¡Ese hijo de puta es el único culpable de haberme quitado a mi hijastra!
—¡Guarde silencio! Todo lo que diga será acusado en su contra.
Mi madre llorando, los policías le pusieron las esposas y los sacaron a ambos esposados de la casa.
Obsesionado con asesinarlo, era lo único que quería y frente al departamento de Layne, cargó la pistola y entró.
El guardia de la recepción en cuanto lo vio entrar, llamó de inmediato a la policía y a Layne.
Desesperada, él me abrazó fuerte para calmarme y protegerme, y los dos escondidos en el departamento del vecino, yo suspiré de miedo y Layne más me abrazó y acarició mi cabello.
—Tranquila, amor mío. No te asustes por favor y piensa en nuestra bebe.
—... No quiero que ese desgraciado te haga daño.
—No me va a hacer nada, te lo prometo — lo abrasé fuerte y él besó mi cabeza y frente, y los dos escondidos en la habitación de aquel buen vecino, Layne me miró y yo respiré hondo.
—Te prometo que todo esto se terminara, ternura.
—... Lo único que quiero es que ese mal hombre lo encierren de por vida en la cárcel.
Layne tan nervioso y desesperado como yo, no quería que yo me diera cuenta y con protección y amor me cargó en sus brazos. Temía de Maciel, de que aquel sujeto si lograra su cometido.
Maciel cegado, no le importó nada y apuntó con la pistola a la puerta del departamento de Layne y empezó a disparar.
—¡NO!
Grité con pánico y Layne me cubrió en sus brazos.
—Shhh, no temas, amor mío. Yo no dejaré que nos pase nada.
Dijo con exaspero y los dos nos abrazamos más que fuerte y él temió que me pasara algo a mí y a nuestra bebe.
Maciel volvió a dispararle a la puerta y la abrió de una sola patada y entró al departamento.
—¡Sé que estás aquí, cobarde! ¡Sal y dame la puta cara! ¡Hijo de puta! ¡Te dije que me las ibas a pagar caro y ahora sí que lo voy a cumplir!
De pronto, la policía tomó por sorpresa a Maciel y este se vio acorralado.
—¡Jamás me dejaré encerrar por todos ustedes, hijos de puta!
Apuntó con la pistola y trató de disparar, pero se dio cuenta que ya no le quedaban balas y el pánico lo asechó.
—¡NO! ¡JODER!
Los policías se le fueron encima y Maciel tratando de defenderse, fue en vano y por fin pudo ser arrestado, así él, como mi madre y Pedro fueron arrestados y encarcelados a cadena perpetua tras comprobar los delitos de los que se les acusaban.
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