Débil y aún muy mareada, abrí con pesar los ojos y pensé de inmediato en Layne y la agonía volvió a apoderarse de mí y de mi corazón; me vi que estaba en mi antiguo dormitorio de mi casa y corrí a la puerta. Quise abrirla, pero estaba cerrada con llave, lo que más me desesperó y empecé a golpearla.

—¡Layne! ¡Quiero estar con mi esposo! ¡Déjenme salir de aquí!

Llorando, solo pensé en él y lo recordé tirado, herido en el parque y pensé con temor si es que estaba o no vivo, y llorando, rogaba porque si lo estuviese. Tenía que estar vivo y más me exasperé por salir de mi dormitorio y golpeé más fuerte la puerta. No entendí porque me habían encerrado.

—¡Déjenme salir! ¡Mamá! ¡Quiero irme con Layne! ¡Por favor!

Lloré fuera de control. No podía sacarme aquellos disparos, los que hirieron sin contemplación a mi amado y tierno Layne, y desquiciada, vi la ventana y corrí a escaparme por ella, cuando de pronto, la perilla de la puerta se giró.

Pedro y mi madre entraron y me miraron desconsolados, lo que me alarmó y él aliento se me congeló.

—... ¿Qué pasa? ¿Y Layne?

—...

—¡¿Dónde está Layne?! ¡Mi esposo!

—... — mi madre no pudo hablar y rompió en llanto.

—¡Quiero que me lo digan! ¡Exijo saber la puta verdad! — Pedro se me acercó.

—Me llamaron hace un momento del hospital donde internamos a Layne... Desgraciadamente tú perdiste el conocimiento y no pudiste verlo antes de...

—... ¿No pude verlo?... ¿A qué te refieres?

—... Layne, tu esposo, acaba de fallecer debido a los dos disparos, que le dio ese delincuente...

Los oídos, corazón y cuerpo se me paralizaron por completo y no pudiendo creerlo, su dulce sonrisa, sus constantes te amo, sus besos y caricias, su rostro y ojitos angelicales, todo de él se me fue arrebatado en un instante y el dolor me abordó.

—¡NO! ¡NO! ¡ESO NO PUEDE SER! ¡ESTÁS MINTIENDO COMO SIEMPRE!

—No. Lamentablemente es verdad... Si no me crees, aquí está el número del hospital para lo confirmes por ti — más pensé en Layne, y llorando, no podía, no podía ser verdad.

—¡NO! ¡MI ESPOSO NO PUEDE ESTAR MUERTO! ¡NO!

—Desgraciadamente, cuando lo ingresamos, ya no llevaba signos vitales.

—¡NO! ¡MI LAYNE! ¡NO! ¡NO!

Grité fuera de control y mi madre destruida al verme así, corrió a abrazarme y yo lloré desquiciada en sus brazos.

—¡LAYNE! ¡NO LAYNE! ¡NO PUEDES HABERME ABANDONADO!

—...

Mi mamá más me abrazó al verme tan mal y miró a Pedro.

—¡No! ¡Tengo que ir a verlo! ¡Quiero verlo!

—Su familia había llegado allá cuando me avisaron del hospital. El cuerpo de Layne se lo llevaran a otra ciudad.

—¡No!

—Como ustedes se casaron en secreto, al parecer la familia de Layne no sabía nada de ti, hija.

—...

El corazón más me pesó de tristeza, y solo pensando en él, en que ya no volvería a verlo nunca más, deseé irme con él, y llorando, recordé su rostro, su suave voz, su ternura, todo lo que hizo por mí, cuanto me amó y volví a estallar. No lo podía creer, aún no podía asimilarlo.

No, mi amado Layne Staley no podía estar muerto.

Miré con odio a ambos, y solo con Layne en mi mente, fui a la puerta.

—¿A dónde piensas ir? — preguntó Pedro nervioso.

—A nuestro departamento. Allá es donde tengo que estar.

—No. Tú no puedes hacer eso. Corres peligro con ese delincuente rondándonos.

—No me importa. Prefiero que me mate, como lo hizo con mi esposo.

—¡NO! ¡Tu no te vas a ir de aquí! ¡¿Me oíste?! — me gritó Pedro y me tomó desenfrenado de los brazos, lo que me desconcertó.

—¡¿Qué te pasa?! ¡Suéltame! ¡Suéltame!

Mi madre histérica, solo nos vio forcejear y yo solo pensando en Layne, en que estaba muerto, Pedro me dio un fuerte puñetazo en el rostro, el que me dejó inconsciente en el suelo.