Sei
Call Me Irresponsible - Bobby Darin.
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▕ Capítulo Seis: ❝ Tyunie, déjame dormir ❞
Call me unreliable
Throw in undependable too
Qué suave trompeta... ra, ra, da-dada... tu, tu tu-tu, tu...
Do my foolish alibis bore you?
Well, i'm not too clever
I just adore you
(Llámame mentiroso. Agrega que no soy confiable también. ¿Te aburren mis tontas excusas? Bueno, no es que sea demasiado inteligente. Yo sólo te adoro)
Sonrío, adormilado. La melodía se siente lejana, adoro el instrumental. ¿Qué es? ¿Jazz?
Mi mejilla derecha hundida en una maravillosa almohada que huele delicioso. No sé qué aroma será, pero es... varonil, dulce, fuerte y, ciertamente, dominante.
Muevo las piernas debajo de las sábanas que se sienten ligeras y suaves, demasiado cómodo como para forzarme a abrir los ojos. Me estiro, perezoso, y siento la calidez propia y única del sol golpearme en parte de la espalda desnuda y en el perfil del rostro. Debajo de mí se siente un lindo vaivén, casi imperceptible, que parece arrullarme.
Qué bien me siento. Vaya, realmente descansé. No quiero despertar...
Con eso en mente, casi ronroneo al frotar mi rostro contra la almohada y acurrucarme más entre las sábanas, olisqueando el borde y suspirando de puro gusto.
En mi burbuja de placer, algo cosquillea mi nariz. Frío y ligeramente áspero. Me quejo, y lanzo un manotazo sin mucha fuerza, quitándolo de encima. No quiero lastimarlo, después de todo. Júpiter es el único que merece mi misericordia al atreverse a despertarme.
─Bola de pelos... vete, ¿sí? No morirás de hambre en una o dos horas más... ─Mi voz suena rasposa, claro. Me doy la vuelta para mostrarle la espalda a mi gatito, quien maúlla con un tono berrinchudo. Al moverme, la prenda que traigo arriba se arruga y revela más mi espalda. Jadeo de placer al sentir la calentita luz solar dar directamente en mi piel, sonriendo como idiota.
Júpiter no se rinde, sus patitas se aplastan contra mi cuello y acerca los bigotes a mi mejilla, insistiendo como siempre hace.
─Meow~... ─Gruño, tapándome hasta la cabeza con las sábanas. Luego él gruñe, y el característico sonido de sus patitas bajándose de la cama me da unos segundos más de paz.
Hasta que...
─Es muy pronto para que esté de acuerdo con la bola de pelos; pero tiene razón en que ya debes levantarte, Beomgyu ─¿De quién es esa voz condenada y exquisitamente ronca, y por qué parece saborear mi nombre entre los labios? ─. Arriba, ragazzo*. Debes desayunar y tomar una o dos aspirinas para esa resaca.
¿Ragazzo?
Abro los ojos de golpe. Y al hacerlo, una feroz punzada atraviesa mi sien. Sí... la resaca.
Con eso, todo vuelve a mí como un horrible cortometraje. La fiesta, toda esa multitud, el alcohol que bebí, los tragones de ombligo y los chupitos, Taehyun...
Estúpidamente, y probablemente siendo irresponsable, al recordar a Taehyun y borrosas imágenes de nosotros besuqueándonos en el baño de invitados, entonces infiero que me acosté con él y que esto es otro de sus arrebatos idiotas por meterse a controlar mi vida.
Mucho más tranquilo, y olvidando el detallito de que la voz de Tae no es tan... seductora. Me acomodo otra vez en la cama y cierro los ojos.
─Que tu polla haya estado en mi trasero no te convierte en mi dueño. Así que déjame dormir ─Gruño, amortiguado por las sábanas todavía cubriendo mi cabeza.
Hay un silencio, luego una risita que escucho distorsionada.
─Si continúas comportándote de esta forma, entonces jamás tendrás la recompensa de mi polla en tu trasero, ragazzo sfacciato*.
Frunzo el ceño. ¿Con qué estupideces está saliendo ahora?
─Tyunie, déjame dormir. Maldición.
Digo eso, y hay un largo silencio. De pronto el ambiente está tenso. Inquieto, entreabro los ojos y frunzo los labios en un mohín, mirando las siluetas a través de la delgada tela de la sábana tapándome.
Lo que me hace salir de mi escondite y cueva improvisada, es una risa que he escuchado antes. Pero... es más una carcajada, como de incredibilidad y cierta indignación. Luego, el tintineo conocido del hielo golpeando el cristal de un vaso. Y el graznido de una gaviota a lo lejos.
Qué. Está. Pasando.
Al destaparme, me siento en el colchón y la tela de la prenda en el norte de mi cuerpo se desliza hacia delante, ahora dejando a la vista mi hombro y clavícula. Soy consciente fugazmente de que estoy vestido con una elegante y terriblemente costosa camisa Brioni -por la inconfundible tela suave y sedosa-, de color negro y apestando aquel perfume en el que me froté el rostro hace rato. Claramente no es mía y me queda gigante.
Antes de que pueda entrar en pánico por eso, sigo el tintineo del hielo y... ¡Mierda, mierda, mierda!
¿¡Este de dónde salió!?
Un hombre. Un atractivo hombre. Vestido con pantalones sastre azul marino y una camisa blanca remangada hasta los codos. Está sentado en un sofá pequeño de cuero en la esquina de la habitación, recostado en el respaldo con los brazos extendidos en los reposa-brazos y su talón descansando elegantemente sobre la rodilla. Sostiene un vaso con hielo y un líquido color cobre semitransparente -whisky- en la diestra que presume un bonito y encandilante reloj dorado.
Lo primero que analizo son sus ojos, que me observan con precisión. Acechándome. La iris es oscura, como inyectada en tinta, y goza de destellos dorados. Pestañas atractivas y madurez en cada una de sus facciones. Oh Dios, qué seriedad intensa. Tiene el pelo azabache, grueso y sedoso que es perfecto y desprolijo al mismo tiempo. Bebe del vaso y eso desvía mi atención a su boca... me falta el aire. ¡Y esa mandíbula afilada, wow!
¿Lo peor? Él sabe. Él tiene muy claro que lo estoy saboreando con los ojos, y malditamente tiene todavía más claro lo caliente y guapo que es.
Viéndome todavía más idiota, vuelvo a admirar el reloj y entonces me fijo en sus manos.
Vale. Acabo de retener un gemido.
Salgo de mi ensoñación cuando Júpiter salta a mi regazo y se hace bolita allí. Parpadeo, aturdido. Ahora veo la sonrisa socarrona que me dedica, y siento mi rostro enrojecer.
También otra cosa se me sonroja...
─Buenos días, Beomgyu. ─Agradezco que no se haya burlado de mí, o explotaría de vergüenza.
Hago un mohín y asiento como saludo, sin encontrar mi voz.
─¿Cómo se encuentra tu cabeza? ─Pregunta, sereno, y entiendo que se refiere a la resaca.
─Está bien... he tenido resaca muchas veces, así que- Espera, ¿dónde estoy? ─Finalmente caigo en cuenta de la gravedad de la situación al deslizar la mirada por el cuarto.
Esta no es mi casa.
Menuda mierda. Qué lindo cuarto. De estilo ecléctico* oscuro, con escalas de blancos y cafés, y algo de negro, pero sólo en el cuero. Hay mucha decoración de mármol, plantas en macetas muy bien cuidadas y de verde brillante, otros cuadros de estilo impresionista y muchos libros acomodados por allí.
Qué... sofisticadamente acogedor. Y el aroma, por Dios. ¡Huele muy bien!
No sé si sea por la resaca o por la impresión del momento, pero no puedo pensar bien. Sólo acaricio el lomo de mi gatito, boquiabierto, y exploro el cuarto.
─Un yate ─Eso explica la gaviota. Vuelvo a mirarlo. Él nota mi confusión y repite─: Estamos en un yate. Mi yate, con más precisión.
Asiento, más perdido que antes. A punto de decir otra cosa, Júpiter salta de mi regazo y se acerca al guapo hombre, moviendo la cola de lado a lado. Ahora sí que mis ojos casi saltan de mis cuencas, simplemente no puedo creer lo que estoy viendo.
Mi mascota asocial y antisocial, que odia a todo el mundo, incluida a mi tía con la que vivió por años. Se acerca a este tipo extraño y... ¿¡Y se frota en sus piernas!?
Miro la escena todavía más boquiabierto.
Júpiter ronronea y se frota en las piernas del hombre, quien -por su mueca de desagrado- deduzco que no le gustan los gatos. Lo aparta con suavidad, usando su zapato perfectamente lustrado. Y el minino ni se inmuta, sólo emite pequeños maullidos y se sienta a un lado de sus pies, lamiendo sus propias patitas con indiferencia.
─Ah... ¿Q-Quién eres tú y por qué mi gato parece adorarte? ─Mi voz falla en un penoso titubeo, cualquier rastro de valentía desvaneciéndose de mí cuando él sonríe, ladeado y malditamente caliente. Deja el vaso en la mesita a su lado y se levanta, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón. Por cada paso que da, me encojo en la cama. Le observo con ojos grandes y él me da esa mirada de cazador.
El jazz todavía sonando de fondo...
─¿Para qué saber mi nombre? Ya me has llamado como has querido. ─Musita, con una tranquilidad que me resulta maliciosa. Cuando llega al pie de la cama, me arrastro desastrosamente hasta el cabecero.
─No juegues conmigo. ─Amenazo, terriblemente nervioso y aparentando un valor que no tengo. Este hombre irradia... dominancia. Como si con sus iris negras controlara mi cuerpo. Pero no deseo doblegarme, todavía tengo que quitarme la estupidez, olvidar mi resaca y controlar esta extraña situación.
Sin embargo, ya no penetra mis ojos con sus orbes destellando en dorado. Sino que parece concentrado en otra cosa más abajo de mi cara. Dudo un poco, siguiendo la dirección de su mirada. Y... Oh.
Mis piernas desnudas. Sólo tengo el bóxer negro que me puse ayer y esta camisa enorme, que deduzco le pertenece a él.
No me molesto en cubrirme, puesto que ya sospecho la estupidez en la que me metí.
─Hey, amigo. Mis ojos están acá arriba. ─Chasqueo los dedos a la altura de su rostro, y él, sin prisa alguna, vuelve la mirada a mí con cierta picardía.
─Así es. Tus preciosos ojos.
Eso me quita las palabras. Me halagan mucho, sí. Pero su voz es peculiar, especial.
Sacudo la cabeza para concentrarme, y eso me lleva a un terrible dolor, así que entierro los dedos en mi pelo y siseo entre dientes.
─Ya, a ver. ¿Cómo mierda te llamas? ─Exasperado, reclamo por esa información. Sin embargo, su mirada se endurece, y me estremezco. La sensación de que he hecho algo malo abundando en mi estómago.
¿Qué demonios...?
─Cuida tu boca, ragazzo.
Estoy molesto. Todo lo raro en esto comienza a colmar mi paciencia, y que esté en modo imbécil por la resaca sólo me estresa más.
─¿Ragazzo? ¿Eso qué es?
Él sonríe, tan sereno como antes.
─Significa niño. Y es italiano.
Mis ojos se ensanchan.
─¿¡Italian..!?
Me interrumpe, sin hacer mayor gesto que abrir los labios para hablar.
─Yeonjun.
Parpadeo, aturdido.
─¿Qué?
Entonces se inclina, apoyando las palmas abiertas en el colchón y acercando el rostro hacia mí. Atraigo las rodillas a mi pecho y las abrazo, acurrucándome. Pero sin lograr dejar de mirarle, como si estuviera hipnotizado. Él lo nota y sonríe, aparentemente satisfecho.
─Querías saber cómo mierda me llamo. Así que, para complacer a tu boca sucia, te comparto que me llamo Yeonjun.
Yeonjun, Yeonjun, Yeonjun...
Carajo. Vale, vale. Está bien. A ver, Beomgyu. Una cosa a la vez. ¿Qué fue lo primero que pensé al abrir los ojos hoy...? Espero no haber olvidado nada, pero de lo que estoy seguro es que primero creí que estaba con Taehyun.
Si mi teoría es correcta, entonces... uy, pobre Tae. No es primera vez que termino haciendo locuras estando borracho, hace un par de años me casé en Las Vegas y mi tía tuvo que darse el dolor de culo del papeleo legal de divorcio.
Paso saliva, viéndole y sintiéndole igual de cerca por segundos que se me hacen eternos. Ni siquiera sé por qué estoy tan nervioso y cohibido.
─¿Me... ─Comienzo, y al tener su completa atención mi corazón da un vuelco en mi pecho─ m-me acosté contigo, Yeon... Yeonjun? ─Carraspeo, tratando de recuperar mi voz─. ¿Tuvimos sexo anoche... y por eso terminé aquí?
Lo que hace me obliga a retener otro gemidito. En cuanto digo su nombre, él atrapa su labio inferior entre los dientes. Sus ojos brillan en gusto.
Luego, simplemente se endereza y me deja respirar. Como si mi intento de valentía significara alguna razón para respetar mi espacio personal.
─No te he tocado, Beomgyu. ─No sé por qué, pero eso me desilusiona un poco. ─. Al menos no con esa intención. Sólo cambié tu... ─Con la mano que tiene el bonito reloj, señala mi cuerpo─, tu camiseta, por algo más mío.
Bajo la mirada a mi torso y acaricio el borde de la prenda entre los dedos, acomodándola para que cubra los lugares correctos.
─¿Y nos besamos?
Él vuelve al sofá y se inclina a agarrar el vaso del que antes bebía.
─No.
─¿Traté de besarte?
Le da un sorbo, apoyándose en la pared y cruzando sus pies con una elegancia que me quita el aire.
─No.
Me obligo a respirar con fuerza.
─Entonces, ¿me lancé sobre ti?
─Yo no lo diría así.
─¿Hurté tu yate?
─No.
Ok. Me estoy desesperando.
─¿¡Nos casamos!?
─No.
Respiro aliviado. De igual forma miro mi dedo por si acaso, pero no hay rastro de algún anillo.
─¿Te di problemas?
Justo cuando llevaba el vaso a sus labios, detuvo el movimiento en medio camino al escucharme. Nuevamente su mirada serena se endurece, pero esta vez no luce molesto, sino... serio.
─No te preocupes por eso. Ya que ahora eres mi problema, ragazzo. Lo que hagas será responsabilidad mía.
Parpadeo, una y dos veces.
─¿Tu problema? ¿Qué... ? ─Entonces Júpiter se sube otra vez a la cama, y mi cabeza hace click─. ¿Qué hace mi gato acá?
─Pensé que lo necesitarías. Todavía puedo arrojarlo por la borda si quieres.
No puede ser. Mi mente se desvía con rapidez hacia allá.
─¿Borda?
Yeonjun vuelve a mostrarse relajado, y bebe el último sorbo del vaso.
─Mira por tu cuenta. ─Señala con la barbilla una ventana cercana a la cama, que antes no había notado.
Desconfiado, tomo a Júpiter en brazos y me arrastro fuera de la cama con lentitud, sin perderme de la manera tensa en que sus ojos siguen todos mis movimientos. Una vez llego a la ventana, me volteo, y vuelvo a sufrir de una explosión mental.
Océano. Azul, fresco y enorme océano.
Mi boca se abre.
─¿Estamos en Jeju?
Yeonjun emite una carcajada, y siento sus pasos firmes acercarse, pero estoy más ocupado jadeando contra el cristal. Júpiter presiona sus patitas allí y observa con curiosidad, moviendo sus orejas en todas direcciones.
─Un poco más lejos que eso.
─¿Qué? ¿El Caribe? ─Fue sarcasmo, por supuesto.
Lo que dijo él no lo fue.
─No. Indonesia.
Me petrifico. Es demasiado para procesar. Y me hubiera reído, pero lo dijo con una seriedad impresionante que descarta cualquier tipo de posible engaño o broma.
─¿Indonesia...?
Júpiter se remueve en mis brazos y se suelta, justo cuando el tal Yeonjun me acorrala por detrás. Sin tocarme en lo más mínimo, sólo acercando su cuerpo a mi espalda.
─Nuestro destino por océano es la India. Luego, tomaremos un jet a Italia. Más específico, al mar mediterráneo ─Todavía boquiabierto, giro la cabeza y lo miro por sobre el hombro como si me hubiera dicho que vamos sobre un dragón. Ante mi expresión, me ofrece su mano, la otra todavía descansando en el bolsillo de su pantalón en esa pose tan... wow. Aunque su increíble atractivo no logra desviarme del feroz latido de mi corazón. Observo sus dedos extendidos hacia mí, y luego su suave sonrisa─. Allá comenzarás una nueva vida, ragazzo. Tomando tu lugar junto a mí.
Entonces lo siento. Igual que el asunto con Horae.
Peligro.
Este tipo no es un error de mi borrachera, y no llegué aquí por mi cuenta. Las resacas que he tenido son diferentes, esto es más... jaqueca. Como si hubiera estado inconsciente.
Oh no.
Cauteloso, me pego más a la ventana. Rechazando su mano extendida.
─¿Y qué lugar es ese? ─Murmuro, mis rodillas temblando aunque trato de disimularlo.
Yeonjun ensancha su sonrisa, mirándome con... con alguna especie de afecto.
─Tu lugar como mi compagno*, il mio dolce ragazzo*.
Al notar mi rechazo, hace el intento de tocar mi rostro. Ahí es cuando ahogo un chillido y me escabullo por su costado, caminando descalzo hasta el medio del cuarto.
─¿Sabes? Necesito aire ─Sonrío forzado, usando mi mano de abanico─. Saldré un momento.
Yeonjun empuja su lengua contra la cara interna de su mejilla, sus ojos oscureciéndose aún más.
─No saldrás todavía, Beomgyu. Debes desayunar y tomar alguna aspirina.
─No, en serio estoy bien. Quiero... disfrutar de la vista. Se ve muy lindo por la ventana, se nota que hace un buen día.
Su expresión me da escalofríos.
─Vuelve a la cama. ─Ordena, y por poco me derrito.
Frunzo el ceño, decidido a salir de este cuarto y ver con mis propios ojos qué demonios ocurre allá afuera y dónde estoy.
─Dije que quiero salir.
Se acerca a mí, tres pasos firmes y nuevamente me tiene acorralado contra la pared firme de su pecho.
─Y yo dije que volvieras a la cama.
Ay no, ay no, ay no...
─Nadie me da órdenes.
─Te informo que esos días acabaron.
Vale, me enojé.
─¿Y quién lo dice? ─Acerco el rostro al suyo, molestándome más cuando parece no afectarle en nada.
─Yo lo digo.
─Lo que tú digas me trae bien descuidado.
Inhala, tenso.
─Escúchame bien, Beomgyu-...
─No, escúchame tú a mí. No te creo una mierda, quiero salir de aquí y ver dónde carajo me tienes encerrado.
Mi sangre hierve cuando lo único que dice es:
─Cuida esa boca sucia, ragazzo.
─Ragazzo, ragazzo... Estás loco. Déjame salir, me quiero ir.
─No te irás.
─Me quiero ir.
─Ya dije que no te irás.
─Noticias para ti ─No le doy tiempo a reaccionar antes de estampar mi cabeza contra la suya, específicamente en la nariz. Se aleja de golpe y cae arrodillado a mis pies─, yo siempre hago lo que quiero.
Con rapidez me volteo, agarro a Júpiter en brazos -que se estaba lamiendo las patitas sobre un mueble- y salgo por la única puerta en la habitación. Hay un pasillo angosto, demasiado. En una habitación cercana suenan utensilios de metal y platos chocando, así que deduzco es la cocina. Sigo el bullicio de las voces por el pasillo hasta dar con una escalera.
Agarro aire, aprieto los párpados y afirmo a Júpiter contra mi pecho.
Subo de a dos escalones y al llegar arriba, me encuentro con una especie de cabina.
No puede ser... Es peor de lo que esperaba, mucho peor. Estoy rodeado de océano, ¡rodeado! En medio del mar, sólo hay agua en cualquier dirección que voltee.
─Indonesia... ─Recuerdo sus palabras, y comienzo a sudar frío. Júpiter se queja entre mis brazos, pero estoy ocupado hiperventilando como para preocuparme por su comodidad.
Escucho un grito a lo lejos en un idioma que no puedo reconocer, luego más voces que producen un murmullo y más gaviotas. Alzo a Júpiter con cuidado, y me aventuro a explorar la cabina, volteando hacia el pasillo de las escaleras para cerciorarme de que el loco ese no me ha seguido. De seguro le reventé el tabique con menudo cabezazo, debe estar retorciéndose del dolor.
Eso, Beomgyu.
Doy pasos cortos por la cabina, encontrándome con un bello timón de madera oscura y una especie de escritorio que hace una media luna en el extremo del cuarto. Tiene muchos botones y palancas que no conozco, sólo diferencio la radio en medio con el reloj digital.
10:34 am.
Paso saliva, todavía sin poder cerrar la boca y sintiendo los latidos de mi corazón cavar un agujero en mi estómago. Júpiter maúlla hacia una puerta corrediza que antes no había visto, arrugando la nariz al olfatear el aire.
Me acerco a la puerta- no, es una ventana de corredera. La deslizo con cuidado, notando que el bullicio que sentí antes viene de la cubierta del yate. Hay más escaleras, así que bajo peldaño por peldaño de puntitas.
Ya en la cubierta, logro ver a muchas personas transitando de acá para allá con cables y otros artefactos, algunos limpian y otros sólo charlan recargados en la barandilla. Sus rostros varían, de seguro hay muchas nacionalidades aquí. Pieles blancas, morenas y negras. Cabellos azabaches, pelirrojos, rubios, castaños... Dios, es demasiada gente. De pronto estoy abrumado.
Me inquieta más el hecho de que me observan de reojo, pero luego apartan la mirada como si no pudieran verme por demasiado tiempo. Como si estuviera mal hacerlo. Quizá es porque voy medio desnudo, no sé.
Abrazo a Júpiter contra mi pecho, sus bigotes haciéndome cosquillas en el cuello. Aunque estoy demasiado cohibido, mantengo la cabeza en alto y una mirada asesina a todo aquel que me observa con sorpresa, curiosidad o monotonía. Ellos me ignoran, pero como me siento desprotegido no pienso bajar la guardia. En puntitas y pasos rápidos logro llegar a la barandilla en la proa, y mi boca vuelve a abrirse.
Qué bella vista. Nunca he estado en Indonesia, pero definitivamente luce como si fuera Indonesia. Maldición, maldición, maldición.
El viento me golpea la cara y entumece mis mejillas, la espuma formándose en los bordes del inmenso yate y dejando un rastro blanco. La camisa en mi cuerpo se pega a mi piel y no puede importarme menos, no cuando con los ojos acuosos observo mi histérico presente.
Indonesia. Já.
Entonces mi pequeño momento de invisibilidad se acaba.
Alguien murmura a lo lejos dos palabras en italiano, y el bullicio aumenta, murmullos y algunas reverencias. Volteo por sobre el hombro y las rodillas me tiemblan.
─Signore Choi. ─Un hombre pelirrojo y con pecas salpicadas en la cara musita, antes de enderezarse bajar la cabeza en una reverencia. Algunas personas cercanas le imitan, y yo sólo puedo confundirme más.
No sé qué pasa. Sólo sé que estoy en problemas por la penetrante mirada de Yeonjun parado en las escaleras de la cabina. Sangre chorrea de su nariz, y de pronto hay un silencio sepulcral en la cubierta.
Miro con ojos grandes al loco ese, y aún estando distanciados por metros considerables, él me mira fijamente. La mandíbula apretada, los ojos filosos y la respiración pesada. Además de la sangre chorreando por su mentón.
Yeonjun separa los labios para hablar, y de pronto todos se están acercando a mí con cautela, como si temieran que me fuera volando o alguna mierda así.
─Portate il ragazzo da me, senza violenza, senza spari. Lo voglio sano e salvo, non gli è permesso uscire o parlare con nessuno!* ─No sé qué dice, ¡no hablo italiano, maldición! Pero ahora estoy siendo acechado de verdad.
Los hombres que vi antes conversando son los que más rápido se acercan, sosteniendo algo en sus pantalones. Ensancho los ojos, ¡son pistolas!
Aprieto a Júpiter contra mi pecho, él gruñe amenazante y saca las garras, haciéndome un poco de daño. No importa, claro que no. Retrocedo hasta que la barandilla se hunde en mi espalda baja, y siseo entre dientes.
Esto está mal. Muy, muy mal. Yeonjun no es bueno, algo horrible está a punto de pasarme. ¡Estoy en Indonesia! Maldición, maldición, maldición.
Yeonjun comienza a bajar las escaleras, lento y con firmeza. Limpia su nariz con el dorso de la mano, su camisa blanca manchada con gotitas de sangre. Entre más se acerca, el pánico me gana.
Y como dicen, situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas.
Abrazo mejor a mi gatito, y le susurro en la oreja echada hacia atrás.
─Inhala hondo.
Es entonces que, con agilidad que sólo he tenido al escapar de los guardias molestos por el centro comercial, o de mi tía Ade estresada por mis malas calificaciones en la escuela, me volteo, paso la pierna al otro lado de la barandilla y me suelto.
Casi, casi logro pasar la otra pierna y lograr mi cometido de lanzarme al mar, sin embargo un agarre bruto y tosco me tira con fuerza hacia atrás, obligándome a arquearme contra la barandilla.
Yeonjun está junto a mí, sus fosas nasales se agrandan en cada furiosa respiración, sus ojos flamean ira y los destellos dorados son como una feroz marea en lo azabache de sus iris. Tiene la mandíbula tan apretada que veo una vena hinchada en su frente, y por su voz ronca -mucho más que antes- confirmo que está más allá del enojo.
─¿Qué crees que estás haciendo? ─Gruñe, usando su mano libre para quitarme a Júpiter de los brazos y enterrando los dedos en mi piel. Me quejo, pero a él no parece importarle─. ¡Te pudiste haber lastimado! ¿Pretendías nadar con esa cosa en brazos? ¡Estás loco!
Desesperado, trato de golpearlo. Fue sencillo la primera vez, sin embargo. Me sorprende agarrando mi muñeca en el aire. Sí, en el estúpido aire. ¿Cómo...?
¿¡Qué acaso es un maldito ninja!?
Estoy indignado. Forcejeo para que me suelte, y hasta trato de patearlo. Pero sólo empeoro todo.
─No quería llegar a esto, de verdad que no. ─Dice, suspirando con lo que traduzco como decepción.
Y cuando menos lo espero, esta vez es su cabeza la que se estampa contra la mía. El golpe es certero y con la fuerza justa para hacerme ver completamente negro en segundos. Mi cuerpo cae inconsciente en sus brazos y lo último que escucho es otro graznido de una gaviota a lo lejos.
Oh, Beomgyu. ¿Ahora cómo vas a salir de esta?
••
1. Ragazzo: Niño.
2. Ragazzo sfacciato: Niño descarado.
3. Estilo ecléctico: El eclecticismo, en arquitectura, nacido en Francia, es una tendencia que mezcla elementos de diferentes estilos y épocas de la historia del arte y la arquitectura. Se mantienen las formas clásicas, como las molduras en las muebles y paredes, pero se combina con una decoración de elementos lisos, como los que aporta la piedra y el mármol y detalles con cristal. El resultado es un aspecto elegante, lujoso y sofisticado.
4. Compagno: Compañero.
5. il mio dolce ragazzo: Mi dulce niño.
6. Portate il ragazzo da me, senza violenza, senza spari. Lo voglio sano e salvo, non gli è permesso uscire o parlare con nessuno!: Tráiganme al chico, sin violencia, sin disparar. Lo quiero sano y salvo, ¡no tiene permiso de salir ni hablar con nadie!
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