Due
▕ Capítulo Dos: ❝ ¿Horae? ❞
Honey honey, how you thrill me, ¡A-ha! honey honey
Honey honey, nearly kill me, ¡A-ha! honey honey
─Gi-Gira aquí...
I'd heard about you before
─Beomgyu, gira aquí...
I wanted to know some more
─D-Dije que giraras aquí, Gyu. Te vas a p-pasar.
And now I know what they mean
─You're a love machi~ne ─La nota alta se desliza de mi garganta con alegría mientras muevo la cabeza al ritmo de la canción que retumba en el auto─. ¡Oh, you make me dizz- !
─¡Te pasaste! ¡Idiota!
El grito de Jeongin me perturba la paz del momento, doy un salto sobre el asiento y por unos segundos pierdo el control del auto al soltar el volante. Ambos gritamos cuando el vehículo serpentea en la carretera, hasta que logro volver a tener el control.
─Lapuwale* ─Lo insulto mediante un gruñido, acomodándome en el asiento forrado de cuero rosa, tenso.
¡Casi nos matamos! He conducido por al menos una hora, no quiero vivir mis últimos momentos así.
─Lapuaali tú. ─Me regresa el insulto con su intento de hawaiano. Ahogo una risa, él lo nota y alarga la mano desde el asiento de atrás donde está recostado para pellizcarme la costilla.
Me remuevo en mi lugar y de nuevo hago serpentear el auto. ¡Demonios! Le bajo el volumen a la radio justo cuando "Honey Honey" de ABBA finaliza, y otra canción del mismo grupo comienza.
No ahora, bebés. Son mi grupo favorito, pero estoy furioso.
─¡Jeongin, el conductor es intocable! ¿¡Quieres que nos matemos aquí, en medio de la nada!? ¿¡Cuánto crees que demora la policía y la estúpida ambulancia en encontrarnos aquí!?
─¡N-No me grites!
Y, como lo ha hecho al menos cuatro veces en este rato, se echa a llorar. Por el espejo retrovisor le veo recostarse en el desastre de mantas y abrigos que puse para él en los asientos de atrás, mi bolso de ropa como almohada.
Suspiro, conteniéndome. Dedos hundiéndose en el volante.
─¡Si no quieres que te grite, entonces usa el maldito dilatador bronquial, toma tus pastillas y concéntrate en respirar! ¡Pone de tu parte! Luego me lloriqueas, que estando muerto veo difícil que lo hagas.
Sé que está sensible, no ha logrado calmarse del todo desde su crisis en el estacionamiento. ¡Pero esta situación ya comienza a ser estresante para mí también!
Lloró hiperventilándose que lo llevara con un tal Horae. Aunque traté de calmarlo para que me explicara qué diablos era un Horae y dónde podía comprar uno, sólo conseguí más lágrimas y que su piel consiguiera un nuevo tono de blanco harinoso. Cuando me rendí nos subimos a mi auto, a mi querido Mustang GT500 color rosa chicle -que no llama para nada la atención- y sólo empecé a conducir por las calles de Seúl con su voz baja, rota y llorosa dándome indicaciones.
Al principio estaba decidido a llevarlo a donde sea, pero cuando salimos de Seúl y tomamos un camino de tierra demasiado sospechoso, temí por mi seguridad. Le pregunté unas seis a veces a dónde demonios íbamos y sólo respondió con balbuceos nerviosos y más llanto, así que no me quedó de otra que seguir conduciendo.
Ha pasado un poco más de una hora desde que dejé de ver edificios y alambrado eléctrico en la calle, ahora estoy rodeado de árboles altos y sigo un camino como cualquier otro, pavimentado y cómodo para viajar, pero que sólo gira y gira, como un laberinto. Está pegado al borde de un cerro rocoso, pareciera que sólo hay kilómetros de bosque vacío alrededor y que cada vez subimos más.
Vuelvo a suspirar, mentalizándome en que Innie no está bien de salud mental, que no es momento de ser lógico. Debo ser abierto y comprensivo. Si mi amigo me lo pide, es porque lo necesita.
No importa que me esté muriendo por ver Mamma Mia!* en mi sofá, tapado con una mullida mantita y bebiendo una exquisita botella de vino de mi reserva mientras mi gatito, Júpiter, ronronea y me entierra las garras en el muslo.
Con sus quejas de fondo, y aprovechando que no hay un alma presente en el camino, detengo el auto. La cabeza de Jeongin rebota como un resorte al sentarse de golpe, su expresión de agonía y desconsuelo, como un cachorrito siendo abandonado.
─¿P-Por qué te detienes?
Chasqueo la lengua.
─Calma, hombre. Sólo doy la vuelta porque me pasé, ¿no? ¿No era eso lo que chillaste hace un rato y casi nos mata? ─Mientras hago exactamente lo que dije, dándole vuelta al volante con ambas manos y fijándome bien en no salirme del camino ni arrollar a ningún árbol. Él asiente, no luce convencido, me mira con sospecha. Pero cede al acomodarse en el asiento y taparse hasta la cabeza con una de las mantas, mirándome en silencio por el espejo retrovisor.
─Estoy mareado.
Asiento, tratando de transmitirle seguridad. Una vez giré el auto conduzco un par de kilómetros, todos los que nos pasamos por discutir.
─Todavía no regulas tu respiración, es normal en tu condición. La psicóloga dijo que no debes permitir que tu ansiedad te controle. No estás en peligro, todo está bien. No estés triste ni alterado, Jeonie ─Decido usar el mote cariñoso, logrando justo lo que quiero; que sonría─. Vamos camino a donde sea que quieres ir, si no nos secuestra una tribu indígena antes.
Yo me rio, y giro el volante al ver la curva que antes me dijo que tomara, finalmente siguiendo la ruta adecuada. Cuando lo vuelvo a mirar por el espejo, él ya no luce feliz. Luce incluso preocupado, como si estuviera haciendo algo malo y arrepintiéndose por seguir con ello. ¿Será por su ansiedad? Tengo entendido que el pánico y esa sensación de ahogo le hace comportarse así, pero presiento que hay algo más.
Mi instinto me grita que algo pasa, pero no quiero presionarlo. Por supuesto que la situación es extraña, no sé dónde estamos y podría pasarnos algo, la calle está demasiado solitaria. Pero se trata de Jeongin, el niño de lentes y sonrisa nerviosa que fue el primero en hablarme cuando llegué a Corea, con el que he convivido casi todos los días desde hace tres años, el que conoce mi casa, mi persona y mis secretos.
Es mi mejor amigo, así que confío en que todo lo raro que tenga esto reemplaza a lo peligroso.
Él jamás haría algo malo a propósito, es el sensato de nosotros dos. Como la luna y el sol, somos un equilibrio. Yo hago cosas malas y él me detiene, o regaña, depende del momento.
Con eso en mente, sonrío ligeramente. Carraspeando para llamar su atención cuando su mirada parece perdida en algún punto muerto.
─Más te vale que sea cerca, ya casi anochece. Aunque es lindo andar por la carretera con el atardecer, mi paciencia tiene un límite. ─Me hago el enojado, y él suspira temblorosamente, secándose las últimas lágrimas que dejaron un rastro en sus mejillas.
─Sí, ya c-casi llegamos... sólo un poco más.
Asiento, y nos quedamos un rato en silencio. Por alguna razón olvidé subirle a la radio, así que a punto de volver a reproducir "Waterloo", que ya va por la mitad y deseo disfrutarla del inicio, Innie tira de mi jersey.
─¿P-Puedo abrir la ventana? Me... me ahogo.
Mi corazón duele. No me gusta imaginar lo terrible que debe ser tener una crisis de ansiedad, ha sufrido por un buen rato.
Le sonrío y hago un sonidito con la garganta como afirmación.
Vuelvo los ojos a la calle, viendo todos esos árboles rodearnos y con la punzada de mala espina hormigueando en mis dedos.
Ah, sólo espero que ir con el tal Horae valga la pena.
¿Será un familiar? Quizás... ¿Un amigo? Hum, hay mucha gente que vive lejos de la ciudad.
Aunque trato de convencerme de que no hay nada muy peligroso aquí, tal vez mis nervios se deban a que nunca escuché a Innie hablar de algún conocido o pariente que viviese en medio de la nada. Y, según sé, Jeongin me cuenta todo.
[...]
Vale, definitivamente algo grande pasa aquí.
No puedo evitarlo. Se me ha enseñado a cubrir mis emociones, a parecer siempre serio y calmado, etiqueta y modales básicos. ¡Pero esa casa es enorme! ¿Qué casa? ¡Mansión! ¡Enorme mansión! Mi boca se abre sola, la mandíbula abierta y un leve pinchazo de dolor en mi sien.
Termino de estacionar el auto frente a aquel inmenso portón resguardado por dos... ¿Militares? Dos jóvenes con la cabeza cubierta por cascos, esos con estampado de camuflaje verde. A simple vista jóvenes y musculosos. Y aunque debería perturbarme más la presencia de la milicia aquí, no puedo dejar de mirar la enorme mansión de mármol pulido que brilla por lo iluminada que está. Ya casi anochece, así que todo está preciosamente iluminado, incluso el jardín de enfrente tiene luces en el perfecto césped que forman un camino hacia el gigantesco pórtico con dos pilares altos, altos, altos.
Mi cuerpo está, prácticamente, tirado sobre el volante. Mi frente pegada al vidrio y mi boca abierta empañándolo en cada respiración. Me doy cuenta de mi penosa pose cuando un ruido en seco, como de piedras siendo pisadas, junto a la puerta de mi auto abriéndose suena a mis espaldas.
Por el espejo veo a Jeonie tirado de rodillas en el piso, en la tierra al borde del pavimento, llorando igual de desesperado que antes y mirando con añoranza la enorme mansión.
¡Qué grande es, en serio! ¡Tres veces el castillo de mi tía Adelaida! ¡Y yo pensaba que esa casa era gigante y ridículamente espaciosa!
Sacudo la cabeza mientras me bajo del auto. ¡Concéntrate, Beomgyu!
─Qué tonto eres, por Dios. ¿Cómo se te ocurre tirarte del auto así? ─Lo regaño con suavidad, alzándolo por debajo de las axilas y pasando uno de sus brazos por mis hombros como soporte.
─Horae... Horae, p-por favor... ─Él balbucea sin sentido para mí, llorando desconsolado. Miro con dolor su rodilla raspada junto al pantalón roto, y siseo entre dientes, caminando con cuidado hacia el intimidante portón.
─Sí, sí. Ya estamos aquí. ¿Acá está Horae, no? Por eso vinimos. ¿O es que estás alucinando...?
─Horae... ─Solloza. Aprieto los labios en una fina línea, estresado.
─Ya voy, carajo. Trata de calmarte, esto me está superando. ─Bajo el tono de voz en lo que llegamos frente a ambos militares, Jeongin cojeando por su rodilla lastimada y usando todo su peso en mi agarre, tanto que mi espalda se encorva hacia un lado.
Qué gracioso debemos vernos. ¡Qué vergüenza!
Ambos chicos nos miran con seriedad. Esa frialdad y odio que tienen los militares, como si fueras una porquería disfrazado de civil.
─Contraseña. ─Uno de ellos dice casi con voz robótica. Alzo mis cejas.
─Eh... no. No tengo contraseña ─Reprimo el blanquear los ojos. Cuánto detesto que me hablen en ese tono tan... altanero─. Venimos a ver a ¿Ho... rae? ¿Cómo era, Jeongin? ─Lo miro de reojo, pero claro. Está algo ocupado llorando a mares, sin fuerza en las piernas y con una expresión adormilada. Seguramente por todas los relajantes que tomó en el auto. Gimo, empezando a molestarme─. Estás drogado, maldito inútil. Te dije que cuidaras las pastillas.
─Si no tienen contraseña, retírense.
─¿Perdón? ─Giro la cabeza como uno de esos demonios de película hacia el chico. Mis ojos se oscurecen, molesto─. Déjame pasar. Conduje más de una hora hasta acá, ¡Hablaré con el dueño si es necesario! ¿Qué no ves cómo está mi amigo? Tengo que entrar, así que abre esta reja. Ahora.
Mi sangre hierve. El chico inclina un poco la cabeza hacia mí, como si yo no pudiera escuchar con claridad lo que dice.
Tan frío e intimidante, repite con tono de obviedad. ─Si no tienen contraseña, retírense.
Una risa de impotencia se desliza por mis labios.
¿Se atreve a tratarme así? ¿A mí? ¿Qué...?
─¿No me estás escuchando? Trae al dueño del castillo de mierda. ¡Ahora! ¿Qué no hay un timbre...? ─Miro alrededor, pero sólo logro poner nervioso al otro militar y consigo que su fornido pecho me empuje hacia atrás.
─Ya escuchó a mi compañero. Este lugar debe ser respetado, si no tiene contraseña no forma parte del evento. Fuera de aquí. Váyanse si no quieren problemas.
Por el empujón, casi caigo hacia atrás. No tengo tanta fuerza para mantener a Jeongin de pie, así que ambos nos tropezamos. Mi amigo cae de rodillas otra vez, abrazando mi cadera.
Mis manos se cierran en puños, mi boca se abre, indignadísimo, y mis ojos se ensanchan.
─¡Ah, ah! ¡No acabas de hacer eso! ¿Hubo contacto físico..? ¿¡Cuál es tu problema!? ¿Cómo te atreves? ─Lo señalo con mi dedo, él se ve sorprendido e incluso retrocede. Sé que doy cierto miedo cuando me enojo, pero es que mi taza de estrés diaria se ha disparado. Lamentablemente, se llevará la peor parte─. ¿Quieres morir? ¿Acaso eso quieres? ¿¡No sabes quién soy!? ¡Mi tía te haría pedazos por tocarme un solo cabello! ¡No, de hecho me basto yo solito para hacerte pedazos por atreverte a empujarme! ¿¡Quién demonios te crees!?
Ah... sí. Debo admitir que esa parte de mí no me enorgullece. Mi ego es muy grande, demasiado. Bajo presión soy terrible y sumando mi mal genio, nada bueno sale de mí cuando me molesto.
Mi boca es como una pistola. Yo sólo... disparo a matar sin importar a quién le llegue la bala. Por suerte, el dinero de mi tía a mi nombre me ha salvado de mi enorme boca.
Tengo mejores abogados, es díficil demandar a Park Beomgyu. Ja. Jajaja.
Mientras yo sigo y sigo gritando insultos sin que mi cerebro los procese muy bien antes de expulsarlos por mis labios, Jeongin, en su mundo, gatea hasta la reja y se arrodilla en frente, sosteniendo los barrotes entre sus manos y llorándole a lo que sea que está dentro de esa mansión.
Dios mío, dame paciencia, por favor.
Tengo a los dos jóvenes encogidos en sus hombros, simplemente absorbiendo toda mi mierda verbal. Y habría seguido gritándoles, de no ser porque un ruidito en seco me hace mirar de vuelta a Jeongin.
El antes arrodillado, ahora está tirado en la tierra. La frente presionando los barrotes de la reja.
¡Ah, que se le fue el aire! ¡Mierda, mierda, mierda!
Mi boca se cierra de golpe y en cuanto trato de avanzar para, literalmente, recoger a mi amigo, uno de los militares me agarra del brazo, deteniéndome.
─¡D-Dije que no podía pasar! ¡Obedezca!
No sé qué mirada le habré dado. Pero fue suficiente para que su expresión dura y fría decayera en una mueca de miedo, y se convirtiera en una de dolor cuando mi puño golpeó justo en su nariz, mandándolo al piso.
Mirándolo desde arriba, me limpio la zona que agarró, mi jersey intacto pero el calorcito en mi piel presente.
─Y yo te dije que quería pasar, tuvimos un problema desde el principio. Ahí lo tienes, culminó en tu cara.
─¡Estás loco! ─El otro chico me grita, pareciendo asustado. Se abalanza sobre mí, seguramente para contenerme por ser peligroso.
Aunque suene extraño no es primera vez que un guardia me inmoviliza. No sé por qué, pero en las tiendas y supermercados suelo pelearme con los que vigilan la puerta, es una tradición.
Sin embargo, antes de que pueda llegar a mí para golpearlo como a su compañero -incluso me puse en posición de boxeo-, una voz femenina grita algo en... ¿Italiano?, desde la distancia.
─Non avvicinarti a lui, lascialo stare!*
Los ojos del militar se abren, ensanchados, como analizando lo que es una orden de muy, muy arriba.
La misma expresión de cuando tu madre grita "¡No ensucies esas zapatillas nuevas, o tendrás problemas!" y tú te detienes con expresión de horror en la puerta de casa, a punto de salir a encontrarte con tus amigos en un mundo en el que sabes esas zapatillas se ensuciarán en cuanto pongas un pie fuera.
El tipo se tensa de hombros y se endereza, volteándose y dándome la espalda para hacer una reverencia hacia la mujer que nos observa desde dentro de la mansión, al otro lado de la reja.
Cuando se quita de en frente puedo verla mejor. ¿Desde cundo está ahí? No la escuché llegar, a juzgar por los bonitos y altos tacones que tiene y esa postura de poder y seguridad debe ser alguien que marca presencia.
Es muy linda, demonios. ¡Es guapísima! Obviamente no es coreana, tiene facciones europeas delicadas y llamativas y un adorable rostro redondo. Un cabello castaño ondulado y con volumen, labios delgados y pómulos prominentes. Es alta y delgada, una cintura pequeña y piernas de infarto. Viste un apretado vestido de Chanel, la colección de primavera de este año, a juego con sus tacones, joyas y maquillaje.
Ella me analiza con sus ojos de búho, de arriba a abajo, una sonrisa creciendo al fijarse en mi ropa y mi expresión.
Me quedo mirando el tiempo suficiente para revelar mi sorpresa por su apariencia, así que, avergonzado, aclaro la garganta y al desviar la mirada para tratar de disimular, veo y me acuerdo de... ¡Jeongin!
─¡Ay, por..! ¡Innie! ¡Sí, lo siento! Ven acá ─Corro hacia él y lo atraigo por los brazos, sentándolo en el piso.
No está del todo inconsciente, pero claramente no entiende lo que pasa. Uso mi rodilla para apoyar su espalda y mantenerlo derecho, así usar mis manos y acunar sus mejillas frías, mirando con mi corazón pequeño sus labios violáceos y las venas marcadas en su piel. Acaricio su rostro con mis nudillos antes de abrazarlo, acurrucando su cabeza en mi hombro y frotando su espalda.
A punto de alzar la cabeza para hablar con quien sea que es esa mujer, el portón cruje justo antes de comenzar a deslizarse hacia la izquierda, abriéndose.
La chica aparece, esta vez sin los barrotes en medio. Se acerca a nosotros, cautelosa. Se mueve con cuidado bajo mis ojos entrecerrados y la clara sospecha en mi cara.
¿Tendrá miedo de que la golpee? Hmm, no estoy en contra de golpear personas. Cuando alguien merece un golpe, da igual su género. Así que está muy bien que tenga cuidado.
─¿Él está bien? ¿Qué le pasó? ¿Puede levantarse? ─Ella pregunta en un coreano perfecto y junta sus manos en su estómago. Su rostro grita preocupación, y yo hago una mueca, mirando a mi amigo medio inconsciente.
¿La conoce? ¿Dónde, cuándo y cómo?
Chasqueo la lengua. De pronto tengo ganas de llorar, ¿en qué me estoy metiendo y por qué pienso en ello cuando ya estoy dentro?
─No sé, tú dime si está bien o si crees que puede levantarse. ─Borde. No pude evitarlo, por muy hermosa que sea me produce un rechazo instantáneo.
Ella no dice nada ante mi comentario, sólo se inclina para ayudarme a levantar a Jeongin. Yo sostengo su brazo izquierdo y ella el derecho.
─A las tres. Uno, dos... tres ─Pronuncio el tres y ambos tiramos de él hacia arriba, hasta que finalmente está sobre sus pies. Su cabeza parece seguir al cuello, ya que da un par de vueltas antes de caer hacia atrás. Sostengo sus bíceps con la diestra y uso la mano izquierda para agarrar su nuca.
─Lamento eso, debió doler ─Le susurro, atento a sus ojos entrecerrados. Pareciera que sus párpados le pesan. Así que ante esa imagen lastimera, recuerdo la razón principal por la que estamos aquí. Giro la cabeza a un lado para mirar a la mujer, quien se ha mantenido en silencio, al margen. Los tres continuamos parados frente al portón abierto─. ¿Podemos entrar ahora o tendré que golpear a alguien más?
Ella se ríe, una diminuta risa que no se molesta en disimular. Sacude la cabeza en negación, y yo suspiro, ciertamente aliviado.
¿Era muy difícil hacer esto desde el principio? Ella podría haber salido antes, nadie estaría lastimado.
─Qué bien.
─Por favor, entren. Pueden esperar en el sofá a...
La interrumpo, sólo porque sé a quién va a nombrar y esa palabra en especial ya comienza a darme indigestión.
─A Horae, sí. Ya sé, carajo. A eso venimos, a ver a Hor...
Ahora, ella es la que me interrumpe con un grito tan agudo y finito que mis oídos duelen. Me asusta, mucho. Tanto que suelto a Jeongin, y ella, al taparse la boca con las manos al pillarse gritando, también lo suelta.
Todo pasa demasiado rápido. Mis oídos pitando, ella mostrándose asustada y mirándome con ojos gigantes, y Jeongin... ¡Jeongin en el piso, mierda!
─¡Ay perdón! ¡Innie, Innie! ¿¡Cuál es tu problema!? ─Le grito a la chica, molesto, al agacharme para volver a levantar a mi amigo del piso.
No sé si es suerte o no, pero sigue medio desmayado. No está consciente de que he dejado que se tire al piso demasiadas veces, más de las que admitiría en voz alta.
Ella no parece conectarse a la realidad, titubea y balbucea, como si no pudiera creer las palabras que salieron de mi boca.
─¿Cómo sa-sabes...? ¿Dijiste Horae? ¿Cómo sabes eso? ¿Quién eres?
Pestañeo repetidas veces, muy rápido. ¿Qué le pasa?
─Seré tu asesino si no me ayudas a levantarlo del piso, ¡Vamos, apúrate! Me gané al premio del peor amigo en menos de veinte minutos, Dios... ─Vuelvo a tomar el brazo de Jeongin, y ella sacude la cabeza, mi grito regresándola al aquí y al ahora. Trata de agacharse, y yo afirmo mi agarre en mi amigo, y entonces...
De repente, como salido de una película de terror. Una mano aparece en mi campo de visión. Misma mano que quita la mía y un cuerpo que me empuja un poco hacia atrás, pero se nota que es accidentalmente. Pareciera que yo sólo estaba en su camino.
Aturdido, alzo la cabeza.
Un hombre. También guapísimo, ¿Qué demonios? Aparece de la nada. ¡De la nada! ¿Cómo es que son tan sigilosos aquí? Tengo escalofríos.
─Oh, Dio! Mio caro!* ─Su voz gruesa y las palabras en italiano es todo lo que alcanzo a procesar antes de que él me quite a Jeongin, arrodillándose a mi lado, y lo acerque a su pecho en un abrazo desesperado.
Boqueo. ¿Y este quién es?
Cabello castaño reluciente, facciones endurecidas, quijada afilada, ojos profundos y grises. Vestido con un traje elegante, la chaqueta y el pantalón negros, junto a la camisa blanca con bordados con joyas en el cuello. Sólo veo la cadena de oro que cuelga de sus clavículas cuando se levanta, con Jeongin en brazos, justo en frente de mi cara.
Qué presencia más intimidante. No sé si tengo miedo o estoy terriblemente caliente.
Miedo, por supuesto. Lo compruebo cuando me da una mirada espeluznantemente seria desde arriba, yo aún agachado en la tierra y en el adoquín del portón.
¿Eso es un Horae? ¿Así luce un Horae? ¿Premio o castigo? ¿¡Qué demonios está pasando!?
─¿Qué haces ahí parado? ¿Eres Beomgyu, no? ¡Explícame qué pasó con él! ¡Muévete y sígueme! ¡Chiara, tú también! ¿Por qué nadie me ha llamado desde el principio al ver que trataba de Jeongin?
Él simplemente comienza a gritar y a regañar a todo el mundo. Y aparentemente la bella chica se llama Chiara.
Ella se ve aturdida, pero asiente muchas veces y le sigue a paso rápido, ahora sí sus tacones resuenan contra el adoquín.
Yo me quedo parado como idiota, aun analizando todo lo que sucedió en medio minuto.
¿Sabe mi nombre? ¿Ese es Horae, o no? ¿Que le explique...? Woa, ¡Quién se cree para exigirme cosas! ¡Yo debería exigir información! ¿Y que trataba de Innie? Pues sí, pero, ¿por qué deberían llamarlo a él?
─¡Park Beomgyu, no te siento siguiéndome! ─Me grita. ¡Tal cual, él me grita! Pero funciona, ya que salgo de mi pequeño trance y me levanto del piso, odiando haber usado zapatillas con plataforma al pisar pequeñas piedrecitas en el camino.
Habrán regado el pasto, la tierra se ve húmeda y casi me doy el golpe de mi vida al resbalarme con un poco de barro en el adoquín tras tratar de echarme a correr. Del susto me agarro el pecho, en la zona del corazón, por sobre mi jersey. Jadeo.
Qué vergüenza. ¿Por qué me siento observado?
─A la mierda. ─Maldigo entre dientes mientras quito mis zapatos, lanzándolos hacia mi auto estacionado -el rosa chicle brillando por las luces reflejadas- y esperando que cayeran cerca.
Descalzo, como mis pies vinieron al mundo, me echo a correr hacia el imponente hombre que yace entrando a la enorme mansión con mi amigo en brazos y acurrucado en su pecho.
Me sorprendo al encontrar a más militares rondando el jardín y otros dos chicos sosteniendo ambas puertas principales, que son altas y enormes, como la entrada a un verdadero castillo.
Mientras cruzo el pórtico, el frío de las baldosas hormigueando en la planta de mis pies, escucho la voz del tal Horae y la adormilada y rota de Jeongin.
─Oh, caro*... ─Le dice en tono bajo, pero lo escucho tan bien que mi piel se eriza. Transmite cariño, preocupación, tristeza. Como si lo quisiera tanto que verlo sufrir así le doliera en el alma.
Y para mi mayor sorpresa, escucho a Jeongin decir, bajo y enamorado:
─Horae... A-Amo.
Mi cuerpo queda tieso como una roca en el umbral de la puerta izquierda, los ojos de búho de Chiara me ven con curiosidad y los guardias me miran atentos.
¿Amo? ¿Escuché bien? ¿Qué demonios? ¿Amo de... de maestro, de dueño, de superior?
Horae vuelve a hablar, mediante una risita asquerosamente melosa. ¿Cómo es que lucen tan enamorados?
─Sí, cariño. Amo está aquí, ya estás a salvo.
¡Ay, por Dios! ¡Sí dijo Amo!
Oh mierda...
Beomgyu, ¿ahora en qué te metiste?
••
1. Lapuwale: Tonto/Idiota.
2. Mamma Mia!: Versión cinematográfica del popular musical de ABBA.
3. Non avvincinarti a lui, lascialo starel!: ¡No te acerques a él, déjalo en paz!
4. Oh Dio! Mio caro!: ¡Oh, Dios mío! ¡Mi cariño!
5. Oh, caro.. : Oh, cariño/querido...
PD: no soy stay, por lo que desconozco si a Jeongin usualmente le dicen Jeonie o Innie, los apodos los encontré en google.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro