*Capítulo 9*
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La semana transcurrió de forma rápida, más aún cuando George después de que Charlie volviera a Rumania, comenzó con los preparativos de la mudanza. Ese mismo día había visitado el departamento que le había recomendado Ginny y Hermione; y como habían dicho las dos, era apropiado para él además de encontrarse a pocas cuadras del Caldero Chorreante. Solo le quedaba resolver como trasladaría sus cosas hasta su nuevo hogar.
—Hechizo de extensión indetectable —habló Hermione a la vez que le entregaba una maleta. —Aunque sigo pensando que la mejor opción es mudarse al estilo muggle.
—Hermione, sabes a cuantos kilómetros de distancia estamos de Londres? —inquirió Harry con tono asombrado a la vez que ayudaba a George a empacar con un movimiento de varita.
—Lo sé, pero...¿cómo les explicarías a los muggle la mudanza de alguien sin llevar, aunque sea una caja? —preguntó observándolo con ambas cejas alzadas.
—Hermione tiene razón. —dijo Ginny acercándose a ellos. —¿Y si le hacemos ese hechizo a algunas? —preguntó observando a la castaña —¿Qué dices?
Hermione lo meditó por un momento, para luego asentir. Al final de cuentas, era la única opción para no levantar sospechas. Dentro de las cajas podría guardar todo, literalmente todo. Así, la castaña realizó el hechizo a una de las cajas, en las demás guardarían las cosas más livianas y que no requerían tanto cuidado.
Estuvieron durante toda la tarde ayudando a George a guardar sus pertenencias, y objetos. Por su parte Harry y Ron, siguieron acudir al departamento que había compartido con Fred, pero el pelirrojo se rehusó.
—¿Dormirás en el suelo? —preguntó Ron
—¿Cómo crees?, el departamento es amoblado.
Ante las palabras de George, Ron solo asintió y siguió ayudando a su hermano a guardar las cosas. El silencio había llegado entre ellos, provocando un sentimiento familiar, sobre todo en él. Era extraño dejar su hogar por segunda vez, sobre todo en ese momento. Un dejavú volvió a reinar su mente al igual que los recuerdos con Fred. La primera vez que había dejado su hogar, había sido por cumplir sus sueños junto a su gemelo y a pesar que el dejar a sus padres y hermanos, había sido emotivo, el proceso fue divertido. Pero las circunstancias habían cambiado y el proceso que vivía en ese momento era totalmente diferente, solo quería dejar el dolor atrás y comenzar de nuevo.
No se había dado cuenta que sus amigos y hermanos habían terminado, ni menos que las lágrimas comenzaban a deslizarse por sus mejillas. George al sentir que lo observaban, levantó su mirada y observo a los demás con una sonrisa débil y murmuró:
—Iré por un vaso de agua. —dijo observándolos y salió de la habitación.
Bajó las escaleras rápidamente y salió de su hogar, corrió por la pradera hasta llegar a un árbol que le era muy familiar. Al llegar, apoyó una de sus manos sobre el tronco a la vez que trataba de acompasar su respiración agitada, mientras que la brisa del atardecer junto a las lágrimas, acariciaba su pálido rostro.
Se dejó caer en el césped aun llorando. Apoyó su cabeza en el tronco y cerró los ojos, provocando que las lágrimas salieran con mayor intensidad que antes. Nunca creyó que los recuerdos más felices se volvieran a la vez los más tristes. Por un momento pensó que ese día sería tranquilo, que su mente se olvidaría de los recuerdos y que el mudarse ocuparía gran parte de sus pensamientos, haciéndolo sentir un poco mejor, pero como siempre, Fred visitaba sus recuerdos cada vez. Ese árbol era su único refugio, el único lugar en donde se permitía traer a la memoria a Fred y llorar con toda la intensidad que su cuerpo le permitía. Había sido el único lugar de su hogar que solo él y su hermano visitaban para estar tranquilos y planear sus próximas bromas.
Permaneció llorando por varios minutos, hasta que sintió su cuerpo un poco más liviano. Limpio su rostro con la manga de su sweater y observó como el cielo se oscurecía y con ello poco a poco las estrellas aparecían.
(...)
El día había llegado y aunque George la noche anterior no había dormido prácticamente nada, aun así, se sentía ansioso ante la mudanza pensando en cómo sería vivir en el mundo muggle y realizar actividades cotidianas sin magia. Sería una experiencia totalmente nueva para él, pero de la que estaba seguro, sería algo que marcaría esa etapa de su vida o eso quería creer.
—Gracias mamá—dijo George al observar frente a él, tostadas, mermelada, avena y una taza de té.
—Debes comer bien—comenzó a decir la señora Weasley al ver que su hijo solo se limitaba a beber de su té—las mudanzas son agitadoras.
—Mamá somos magos, las mudanzas para nosotros son mucho más fáciles y rápidas—dijo Ron a la vez que se servía rollos de canela, avena y panecillos.
—Pero no podrán hacer magia en frente de ellos, Ron—respondió con voz autoritaria la señora Weasley, mientras movía su varita y algunas tazas se posaban frente a sus dueños.
—No se preocupe señora Weasley—habló Harry limpiando sus labios con la servilleta—ya solucionamos ese detalle.
—Me alegra oír eso, Harry—respondió con voz cariñosa a la vez que Ron fruncia los labios.
El desayuno se tornó ameno para George, las lágrimas del día anterior ya casi las había olvidado. Aunque los deja vu seguían afectándole, debía demostrar que su ánimo mejoraba y que podía con el proceso de la mudanza. Por otro lado, su madre no le quitaba los ojos de encima, esperando a que él hiciera o dijese algo para no permitir que se fuera, y es que la señora Weasley muy en fondo, sabía que su hijo seguía sufriendo en silencio.
Poco a poco el desayuno iba llegando a su fin y con ello se acercaban las despedidas y el dejar por segunda vez la madriguera. George limpió sus labios y permaneció en su puesto observando a su familia con una pequeña sonrisa. Su padre le devolvió la mirada junto a una sonrisa de profunda tranquilidad y apoyo ante su decisión que ya comenzaba a tomar forma. Harry, Ron, Hermione y Ginny se levantaron de sus puestos a la vez que anunciaban que irían por sus cosas. George los observó y asintió para luego observar a sus padres y hablar.
—Creo que ya es hora—dijo levantándose y yendo hacia su padre—prometo que tendrán noticias de mí.
—Escribe todos los días, por favor—dijo la señora Weasley para luego abrazarlo.
—Nunca lo hice en Hogwarts, ¿Qué te hace pensar que lo haré ahora, mujer? —inquirió para luego reír y ser acompañado por sus padres—escribiré cada semana—agrego abrazando a su madre.
—Cuídate mucho cariño—murmuró ella.
—Lo haré. —observó a su padre—Gracias por comprender papá—agregó con una sonrisa mientras el señor Weasley asentía.
—Solo cuídate George —el joven asintió
— Y ya sabes, puedes venir cuando quieras... —comenzó a decir la señora Weasley ansiosa.
—Mamá, solo me iré a unas cuadras del caldero chorreante. Tampoco es que me mude con Charlie a Rumania. —rió de forma forzada, su risa aun no podía ser a lo que era antes, de forma genuina y llena de alegría.
—Cualquier cosa que necesites, no dudes en pedirlo —agregó el señor Weasley a la vez que apretaba uno de los hombros de George.
—Lo haré.
Poco a poco los demás, se acercaban hasta donde se encontraba George junto a sus padres. El pelirrojo les dio un último abrazo a sus progenitores y se dirigió a la sala en donde se encontraban Harry y Ron con algunas cajas levitando detrás de ellos. El primero en entrar a la red flu, fue Ron, luego Harry, lo siguió Ginny, Hermione y por último George. El pelirrojo observo a sus padres por última vez, tomó su chaqueta y dijo:
—Callejon Diagon.
Unas llamas verdes esmeraldas lo envolvieron, hasta que dejo de ver la sala de la madriguera. Varias chimeneas pasaban por sus ojos, aquella sensación tan familiar para visitar de forma rápida a amigos o lugares, ya dejaría de ser parte de él, por lo menos por un tiempo. De un momento a otro sintió suelo firme bajo sus pies, salió de la chimenea y divisó a los demás. Se acercó a ellos y caminaron hasta la taberna, siendo recibido por un alegre Tom.
—Tal vez en otro momento Tom —dijo George con una pequeña sonrisa, a la vez que seguía a los demás.
Salieron del Caldero Chorreante no sin antes, cada uno tomar una caja y deshacer el hechizo de levitación. Caminaron por las calles de Londres, en donde Ron no dejaba de observar las calles y automóviles como si fueran de otro planeta. George observaba todo a su alrededor, a la vez que una extraña sensación lo embargaba, como si el irse de su "mundo" lo hiciera para siempre. George arrugó el ceño y movió su cabeza de lado a lado, tratando de disipar aquellos pensamientos. Siguió caminando en silencio y observando las calles y muggles con unos aparatos muy extraños para ellos, excepto para Hermione y Harry; y de un momento a otro, Hermione se detuvo, por lo cual George por poco choca con Ginny.
—Es aquí —anunció la castaña.
Todos observaron el edificio, era de arquitectura antigua para los muggles y algo clásico para los magos, era un edificio de ladrillos de color caoba. Contaba con una pequeña escalera en la entrada y a los costados unas rejas de color negro, del mismo tono que la puerta de entrada.
—Se parece a... —Harry arrugó levemente el ceño, sin dejar de observar el edificio.
—A Grimmuld Place, si —respondió George.
Nota de autora: OMG!! Casi cumplo 1 mes sin actualización! Perdón, perdón, perdón. Pero ahora que estoy de vacaciones trataré que no sean tan alejadas :).
Espero que hayan disfrutado de este capítulo, los quiero y gracias por la espera.
Caro
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