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*Capítulo 39*





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Tal vez nunca debió de mostrarle esas cosas, sino lo hubiera hecho no estaría en esa situación. Pero ¿como decirle que no? Es que con tal solo mirar aquellos ojos castaños que le suplicaban que lo hiciera no podía negarse a su petición. Nunca pensó que una pequeña muestra, lo llevaría a eso....Había sido un idiota al pensarlo. Suspiró y terminó de responder a la carta para luego doblarla y entregársela al encargado de la tienda de correos.

—Es urgente —murmuró George observando al hombre de mediana edad quien le recibía la carta y asintió en respuesta.

El pelirrojo pagó el envío y salió del lugar topándose con el frio viento de diciembre. El callejón Diagon seguía igual de concurrido que de costumbre, magos y brujas disfrutando de la tarde visitando algunas tiendas o simplemente conversando mientras disfrutaban de un helado en  Florean Fortescue. Y en ese momento, pensó en si ¿algún día podría estar con Mia disfrutando de ese lugar? Era lo que mas anhelaba y con ese pensamiento, deseó que todo saliera bien.

Se detuvo frente al número 93 del Callejón Diagon, manteniendo la mirada a la gran estructura mientras seguía con sus manos en los bolsillos de su pantalón, oyendo las risas y bullicio de alguna broma proveniente de Sortilegios Weasley. El local seguía igual de lleno que los primeros días de haber inaugurado y eso lo tranquilizaba y le daba una alegría genuina. Dió un pasó queriendo cruzar esos pocos metros para entrar, pero se detuvo mientras empuñaba sus manos reprimiendo el dolor que sentía al darse cuenta que su hermano no estaría allí esperándolo. Suspiró y giró para irse.

—¿De verdad no vas a entrar a  saludar por lo menos?

La voz de Angelina lo hizo girar y observarla con algo de vergüenza y nervosismo por querer irse sin ser visto. La morena lo observó con una ceja alzada y falsa molestia, podía ver en su mirada lo feliz que estaba de verlo por lo menos, a pocos metros de la tienda.

—No era mi intención... —murmuró con algo de verdad en sus palabras y una pequeña sonrisa nerviosa —¿Que tal todo...por allá? —indicó con su cabeza hacia la tienda.

—Excelente...Seamus de verdad ha sido un gran aporte a la tienda —respondió la morena mientras agitaba su varita y enviaba las compras que llevaba en las manos, hacia el local que estaba frente a ellos.

George asintió y desvió su mirada a las bolsas de papel que entraban levitando hacia el local, para luego observar a su amiga quien le devolvía una mirada un tanto suspicaz.

—Me alegro. Seamus tiene unas muy buenas ideas —Angelina asintió —Pero...¿Que hay de tí?

—Todo bien, con un poco más de trabajo de lo habitual y no, no es solo por sortilegios —mencionó antes de que George pudiera decir algo —He estado retomando mi trabajo en San mungo.

—¿De verdad? ¿Por qué no me lo dijiste antes? Si necesitas dejar Sortilegios, puedes hacerlo no hay problema —La morena negó.

—Te prometí que te ayudaría el tiempo que fuera necesario, y aun no pretendo dejar el negocio. Variety necesita ayuda, más ahora que Seamus y Lee trabajan juntos...¡Por Merlín George! Si los vieras, es como haber vuelto a Hogwarts.

George rió débilmente recordando como Angelina era quien siempre ponía en orden al grupo cuando Fred, Lee y él mismo, hacían algún tipo de desastre.

—Debe ser fascinante —Su amiga rodó los ojos —Oh vamos Angie, sabes que el corazón de Sortilegios Weasley es la entretención.

—Lo sé... —murmuró. En ese instante una lechuza se acercó a George dejando caer un sobre con una caligrafía pulcra y ordenada. El pelirrojo tomó la carta mientras su amiga lo observaba con curiosidad y se acercaba a él leyendo el remitente

—¿Del ministerio? ¡¿Que hiciste George Weasley?!

—Nada, lo juro —respondió reprimiendo una risa al ver el rostro enfadado de su amiga —Bien...Le escribí a Kingsley por algo —Angelina elevó ambas cejas esperando que siguiera con su explicación —Hice...Un poco de magia en frente de Mia, mi vecina muggle. Solo fue algo pequeño, aun no puedo realizar magia del todo, con suerte pude hacer levitar un pedazo de pergamino unos pocos centímetros.

—No debiste...¿Sabes lo que eso significa?

—Lo sé y por lo mismo, necesito hablar con Kingsley. No quiero tener problemas.

Angelina asintió y observó a George un poco mas tranquila, aunque el pelirrojo sabía que su amiga no lo estaba del todo. Se acercó a ella y la abrazó por un momento para luego apartarse y observarla.

—Vete...Cuanto antes hables con Kingsley, mejor.

—Tienes razón.

George le sonrió débilmente y se despidió de su amiga quien continuaba observándolo con preocupación mientras él se alejaba y comenzaba a caminar hacia el Caldero Chorreante. Escondió sus manos en los bolsillos de su chaqueta al sentir el frio viento invernal del exterior, mientras miraba algunos locales pero sin detenerse en el camino. Deseaba llegar cuanto antes al ministerio.


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Al salir de la chimenea observó como el ministerio seguía abarrotado de magos y brujas caminando de un lado a otro, como también los memos interdepartamentales volando sobre sus cabezas. Se dirigió al ascensor y presionó el botón para ir a la oficina de Kingsley, en la carta le mencionaba que lo estaría esperando allí. George suspiró y comenzó a frotarse las manos con algo de nerviosismo, nunca le había importado meterse en problemas es mas, si hubiera hecho algo así hace dos años atrás, tal vez se hubiera reído o tomarlo un poco mas a la ligera.

El elevador se detuvo y algunas brujas y magos entraron mientras hablaban entre si. George dió un pasó mas atrás alejándose de ellos. Suspiró al ver que aún faltaban algunos pisos para llegar a la oficina del ministro de magia, provocando que se volviera ansioso con la espera y comenzara a mover uno de sus pies de arriba abajo y apretara una de sus manos de forma impaciente.

Oficina del primer ministro de magia.

La voz del pequeño parlante lo hizo sobresaltarse y darse cuenta que solo quedaba él en el elevador. Las puertas se abrieron por si solas y él salió observando el vestíbulo. Era algo pequeño en comparación con otros departamentos, pero también algo un poco mas acogedor. Las paredes y suelo eran del mismo tono que la entrada del ministerio, pero el ambiente era mucho mas cálido.

—¿Te puedo ayudar en algo?

La voz de una bruja de mediana edad hizo que George se girará y la observara. Se encontraba detrás de un escritorio de madera, mientras que a su lado una pluma vuela pluma terminaba de escribir en un pergamino, mientras que ella movía su varita y varios memos interdepartamentales salían del lugar.

—Tengo visita con el primer ministro —respondió mientras se acercaba al escritorio de la mujer.

—¿Nombre? —preguntó la mujer para luego acercar un gran libro y depositarlo frente a ella.

—George Weasley.

La bruja movió su varita y las hojas de aquel gran libro de registros comenzaron a moverse por algunos segundos, hasta que se detuvieron y el libro se cerró.

—No hay ningún George Weasley registrado para una visita con el ministro —mencionó levantando su mirada al pelirrojo y observarlo de forma seria.

—Si...Tal vez no haya registro de eso ya que....

—Sin registro no puede ver al ministro, tiene una agenda muy ocupada —aclaró de forma tajante.

—Pero...

—Sin excepciones...

En el momento en que George suspiró e iba a volver a explicar el motivo de su reunión con el ministro de magia, el retrato que se encontraba vacío detrás del escritorio, habló.

—¿Es usted George Weasley no?—preguntó con voz solemne.

—Si, lo soy —respondió asintiendo y observando la pintura de un mago bajito, rechoncho y con mirada inquisidora.

—El ministro lo espera en su oficina, puede pasar —respondió en cuanto la bruja lo observaba sorprendida.

—Pero señor Gamp... —murmuró la mujer.

El retrato volvió a estar vació a la vez que George caminaba hacia la oficina con una pequeña sonrisa. Dió unos cuantos pasos, y toco a la puerta para segundo después oír la voz de Kingsley diciendo: Adelante.

Tomó el pomo de la puerta y abrió para luego cerrar detrás de si. La oficina era amplia,  con un gran ventanal detrás del escritorio en dónde se podía observar el vestíbulo principal de la entrada del ministerio.

Kingsley levantó su mirada de unos informes que leía y sonrió al verlo.

—George Weasley, que gusto verte—mencionó poniéndose de pie y acercarse a él para tenderle la mano.

—El gusto es mío, señor ministro—respondió con una sonrisa débil.

—Veo que recibiste mi carta—dijo mientras volvía a su escritorio y le indicaba que tomara asiento.

—Si. En cuanto llegó quise venir. Kingsley…digo, ministro. No quiero tener problemas.

—Entre nosotros Kingsley está bien, ya nos conocemos—George asintió — Bueno, iré al grano: hiciste magia frente a un muggle, sabes que rompiste el decreto: Estatus internacional del secreto mágico.

—Lo se...Me llegó la carta el mismo día —murmuró sacando el sobre con el sello del ministerio de magia y se la entrego como evidencia —. Dice que la audiencia será la próxima semana.

Kingsley tomó el sobre y lo dejó a un lado —La audiencia ya no ira George.

—¿Qué? ¿Por qué?—preguntó sorprendido por la noticia. Era extraño que una audiencia de ese tipo no se realizara.—Debería haber audiencia.... Y no es que quiera tener una, pero...

—En pocas palabras, hemos tenido mucho trabajo en el ministerio después de la caída de Voldemort—A George se le erizó levemente la piel—. Sin mencionar a algunos mortífagos que aún siguen prófugos, lo que nos ocupa la mayor parte del tiempo y dedicación, agregando a los que aún están en Azkaban esperando juicio. Así que…al saber lo que hiciste, anule ese juicio., porque sé que debe haber Sido algún accidente o arrebato. Arthur algo me comentó que no has podido hacer magia en este último tiempo.

—Más bien...No es que no pueda del todo, solo que cuando lo intento mi magia es débil. Con suerte pude hacer levitar un pedazo de pergamino unos pocos centímetros.

—Ah...Así es que por eso te llegó la carta —respondió con una sonrisa mientras lo observaba y George sentía sus mejillas arder —¿A quién querías impresionar

—¿Tanto se nota? —El ministro soltó una pequeña risa y asintió —Es una chica que vive en el mismo edificio.

—Es obvio que ella es muggle—George asintió —¿Entonces?...

—Nada...Le mostré algo de magia, me llegó la carta por incumplir el estatus del secreto y ahora estoy aquí frente al ministro de magia —respondió un tanto sonriente.

—Y supongo que también debiste de mencionarle acerca de nosotros —George asintió —¿Estás seguro que vale la pena arriesgarse así? No lo tomes a mal, pero como ministro de magia me preocupa que un muggle que no sea su ministro, sepa de nosotros.

—Confío en ella Kingsley, créeme que no sucederá nada. Mia es una mujer reservada, cuando se trata de un tema delicado, no lo divulga.

—Bien. Si confías en ella entonces creeré en ti; pero aun así tendré mis aprensiones con el tema, solo para estar seguro.

Entendía a Kingsley, sabía que era un tema delicado y por lo cual estaba preocupado. Pero George confiaba por completo en Mia, sabía que todo estaría bien con ella.

Desvió su mirada mientras reflexionaba un momento y observó la oficina. Nunca antes había estado en esa parte del ministerio, mucho menos en la oficina del primer ministro. Las paredes oscuras y el piso de mármol lo hacían ver con un gran contraste. Algunos cuadros de figuras celebres para el mundo mágico dormitaban, mientras que el que correspondía a quien fue el primer ministro de magia y quien había calmado a la sociedad mágica cuando se comenzaba a implementar el nuevo estatus internacional del secreto; Ulick Gamp permanecía vació.

—De acuerdo... —respondió soltando un suspiro volviendo su atención a Kingsley quien levantó la mirada del pergamino que había comenzado a leer —Tienes razón para estar preocupado. Supongo que no le tomé el peso necesario a la situación en ese momento...

—Solo asegúrate de que no sea divulgado, sino me veré en la obligación de aplicarle un obliviate y a ti, un juicio.

—Lo sé... —suspiró y frotó las manos en sus piernas —Será mejor que me vaya, debes tener muchas cosas que hacer.

—Ni lo menciones...Con todo lo sucedido en el mundo muggle durante la guerra, hemos estado con demasiado trabajo —mencionó observando el retrato vació de Ullick Gamp —Por lo menos tengo algo de ayuda.

—Ya lo creo... —Se puso de pie y le dio la mano a Kingsley —De nuevo, gracias. Nunca quise causarte un problema..

—No lo has hecho... —.Se puso de pie para darle la mano —Cuídate George.

—También usted ministro.

Se giró y salió de la oficina de Kingsley cerrando la puerta detrás de si. Caminó por el pequeño vestíbulo y se despidió con un gesto de la cabeza de la secretaria quien solo lo observó un tanto seria y volvió su atención a su pluma vuelapluma y a un pergamino que se encontraba leyendo.

Tomó el elevador y bajó hasta la primera planta del ministerio. Al abrirse las puertas, se dirigió hasta la entrada de visitantes en dónde entregó su credencial de visitante.
Al salir al mundo muggle, comenzó a caminar por las calles de Londres mientras pensaba en lo que podría haber sucedido si el ministro no fuera Kingsley. Había Sido un idiota un completo idiota al no medir del todo las consecuencias.

El aire frío de diciembre provocó que se estremeciera y ocultara sus manos en los bolsillos de su chaqueta mientras seguía caminando. Suspiró al sentir su varita en uno de sus bolsillos lo que le hizo pensar en como algo con simple como aquello, podría causar un gran problema, o más bien, casi haberlo causado.














Nota de autora
Hola holaa...I'm come Back :).
Primero lamento el no haber actualizado en este tiempo, pero no había podido hacerlo. A veces pienso que inconscientemente no quiero que está historia termine (sip, faltan tres capítulos) Pero se que ese momento debe llegar, y trataré de que los próximos que quedan no demore tanto en actualizar.

Pero díganme, que les pareció este capítulo? Vaya susto para George, aunque tuvo suerte 🍀 y mucha..

A quienes siguen la historia ¿Ya se imaginan como terminará? Los leo en comentarios :).

Caro


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