*Capítulo 23*
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El juicio a la familia Malfoy lo había dejado absorto. Todo lo que había oído aun no podía asimilarlo, ¿de verdad había sucedido? Desde siempre había pensado que esa familia actuaba solo por maldad, pero luego de haber oído las palabras de Narcisa Malfoy, sus pensamientos para con ellos, había cambiado; aunque no del todo.
Comprendía a la señora Malfoy en parte, llegaba incluso a comprender un poco a Draco, pero con Lucius Malfoy era totalmente distinto. La ideología de aquel hombre eran las mismas que las de su esposa, con la diferencia que él actuaba por el poder, por querer seguir perteneciendo a un mundo donde la pureza era importante, llevando consigo el reconocimiento del mundo mágico. Era algo que el señor Malfoy nunca quiso perder.
Siguió caminando por Londres bajo aquellos pensamientos, observando como el cielo había impedido que los pocos rayos de sol llegasen hasta la ciudad. Las grises nubes se habían acumulado, dando una sensación de nostalgia. De alguna u otra forma, George se sentía así. Desde que salió del Ministerio y le había dicho a su padre que no iría a la madriguera; aun sabiendo que su madre había esperado aquello. No le gustaba decepcionarla, pero la pena seguía en él. Su vida se había vuelto gris, como si los dementores lo siguieran durante todo el tiempo, lo cual era imposible porque los hubiera visto.
Soltó un suspiro y sin percatarse del largo camino recorrido, se detuvo en una esquina y visualizó el Puente del Mileno que cruzaba el rio Támesis. Recordó lo acontecido hace dos años atrás. La noticia de que los Mortífagos habían destruido aquel puente y en donde cincuentas muggles habían muerto, había sido una de las primeras noticias catastróficas y que daba cuenta del auge de Voldemort. Se dirigió a la estructura que ya estaba reparada y camino por ella. Varias personas pasaban por su lado, sin detenerse; temiendo que, en cualquier momento, la estructura cediera nuevamente. Y es que esa había sido la respuesta que debió dar el primer ministro muggle, ante un hecho que nada tenía que ver con su "mundo".
Se detuvo casi a la mitad del puente y observó el rio, largo y extenso que seguía su cause bajo sus pies. Mantuvo su mirada en el agua y de un momento a otro, una flor naranja se deslizó de forma delicada. Arrugó el ceño buscó con su mirada el origen de aquella flor, hasta que la visualizó. Algunos metros de donde él se encontraba, estaba Mia con semblante sombrío y mirada perdida en el rio a la vez que dejaba caer una última flor y con ello, las lágrimas. George la observó por un momento y odió que la mirada chispeante y alegre que había conocido de Anderson, ya no se encontrara. Caminó hacia ella y se detuvo a pocos centímetros de distancia. La castaña que estaba sumida en sus recuerdos, no notaba su presencia. Él permaneció en silencio, sin querer interrumpir y solo esperando que ella quisiera volver a la realidad que la rodeaba.
—Weasley —musitó al verlo mientras reaccionaba —¿Qué haces aquí? —preguntó con mirada brillosa y aun rastros de algunas lágrimas.
—Conociendo la ciudad —respondió observándola con preocupación —¿Te encuentras bien?
—No, pero lo estaré —respondió mientras comenzaba a caminar seguida de George.
—No mientas, Anderson. —dijo tomándola del brazo para que se detenga. Sintió como ella se tensaba y bajaba la mirada. —Podría ayudarte —agregó.
—No mientas...Nadie puede ayudarme. —respondió girándose a él. —. Pero gracias por querer intentarlo.
George la observó de forma detenida. Sus pálidas mejillas contrastaban con la hinchazón y rojez de sus ojos producto de las lágrimas, y aun así, le seguía pareciendo una mujer linda. Mia, no pudo sostener por más tiempo la mirada en él sin que las lágrimas volvieran aparecer momento en el cual, él quitó una lagrima que comenzaba su recorrido, para luego acariciar su rostro. En ese instante, George la abrazó y la atrajo, sintiendo como ella comenzaba a llorar con más intensidad sobre su pecho. Siguió abrazándola y acariciando su cabello; no le importó sentir frio sino solo que aquella joven de cabello castaño, se sintiera mejor.
—Tranquila, estarás bien —murmuró tratando de reconfortarla, aunque no pudiera reconfortarse él mismo.
Mia se alejó poco a poco de George, mientras pasaba ambas manos por su rostro y limpiaba cada rastro de lágrimas.
—Gracias —respondió tratando de sonreír.
—No hay de que —le apartó un mechón de pelo que se encontraba cerca de sus ojos, los cuales aún transmitían angustia. —. Te invito a beber algo.
—No es necesario Weasley.
—¿No? —inquirió apartando su mano del rostro femenino —. Yo digo que sí.
Mia soltó una pequeña risa que demostraba resignación. Apartó su mirada de George para luego asentir y decir:
—Está bien. Conozco un café que está cerca de aquí.
—Genial.
George siguió a Mia sin apartarle la mirada por varios segundos. A pesar de que tratase de sonreír, su mirada seguía igual de triste. ¿Qué le estaría pasando? Deseaba saberlo, no le agradaba verla en ese estado anímico; alguien como ella no debería de sentirse así.
Apartó su mirada de la joven y se abrazó así mismo. El viento otoñal en esa parte de la ciudad, se sentía con mayor intensidad y mucho más frio. Poco a poco sintió su nariz entumecida al igual que sus mejillas. Mia volvió su mirada a él y al percatarse del frio que sentía el pelirrojo, se detuvo quitándose su bufanda amarilla y ponerla alrededor del cuello masculino, lo que provocó algo de sorpresa en él.
—No falta mucho —dijo reanudando camino.
Y así fue, al llegar a una de las avenidas principales, doblaron en una esquina caminaron observaron algunos locales y casi a mitad de camino, Mia se detuvo frente a una puerta de vidrio y a su lado, un gran ventanal que contenía en la parte superior, grandes letras doradas con la siguiente frase:
Panadería y pastelería Kowalski.
Desde 1927.
George arrugó el ceño al leerlo. El apellido Kowalski lo había escuchado alguna vez en el mundo de la magia, estaba casi seguro que algo tenía que ver con Newt Scamander. Se encogió de hombros, y no le prestó mayor importancia en el momento. Entró junto a Mia y la calidez del lugar lo embargó -literalmente- por completo.
Llevó ambas manos a sus labios para calentarlas un poco con su respiración, pero sin dejar de observar aquel café. Era un lugar amplio que contaba con varias mesas distribuidas por el lugar. Al fondo, se encontraba un mostrador con distintas clases de pasteles, galletas y chocolates, a la vista de los clientes para que pudieran elegir, ya sea para servir o llevar. Y detrás de este, un mostrador con distintas clases de panes.
Mia le indicó a George que la siguiera hasta una mesa que se encontraba junto a la ventana. Ella se quitó su abrigo y gorra, para luego tomar lugar frente a George, en el preciso momento en que un joven camarero se acercaba a la mesa para tomar la orden de los dos. Al cabo de un momento, volvieron a quedar a solas.
—¿Estas mejor? —Mia lo observó y asintió.
—Si, gracias Weasley. —respondió observándolo —¿Tienes mucho frio?
—Un poco —asintió.
—Entonces, recomiendo pedir chocolate caliente y un muffin —dijo observándolo —Te hará bien.
George la observó con curiosidad, Mia era increíble. Se preocupaba por él antes que, por ella misma, era realmente increíble.
Mia apartó su mirada del pelirrojo y llamó a la mesera quien se acercó con una sonrisa. Realizaron sus respectivos pedidos, para volver a quedar solos. La castaña volvió a observarlo, pero esta vez con curiosidad, lo que llevó a George arrugará su frente, sin comprender aquella actitud.
—¿Sucede algo? —preguntó.
—Es solo que...Es curioso que salieras sin abrigarte.
—Es una larga historia —respondió observando por un momento a las personas que transitaban por fuera del café.
—Me encantaría oírla. —Posicionó su mejilla izquierda sobre su puño, transmitiendo que estaba preparada para escucharla.
George la observó para luego reír de forma débil, pero al instante su semblante cambió a uno de seriedad. No podía contarle que estuvo en un juicio, ni mucho menos en el lugar en donde se llevó a cabo, más bien, no podía contarle nada de lo ocurrido ese día.
—Es algo...complicado —mencionó arrugando la frente, mientras escondía la mirada por un momento y volverla a Mia —¿Qué hay de ti? Desde hace una semana que no te veía, Anderson. Hasta llegue a pensar...
—¿Qué llegaste a pensar?
Pero la respuesta quedó en el aire, ya que, en ese momento, la mesera se acercaba a ellos con dos chocolates calientes y dos muffins. Al quedar nuevamente solos, George se tomó algunos segundos más para responder.
—Creí que...Estabas enferma —Bebió de su chocolate caliente y volvió su mirada a ella —. Llegue a preguntarle a Artemisa sobre ti.
—¿En serio? —El semblante de ella se iluminó de forma repentina, provocando que George se sonrojara levemente. —¿Estabas preocupado?
—Si... —musitó observándola —. Creo que cualquier persona se preocuparía de alguien si no lo ve por una semana, ¿no lo crees? —agregó de forma rápida.
Mia ladeó la cabeza como si estuviera analizando su respuesta, para luego beber en completo silencio de su chocolate.
—Es bueno saber que hay personas que se preocupan por ti. —respondió observándolo.
—¿Por qué no hacerlo? Eres...linda, en toda extensión de la palabra.
—¿Eso crees?
—No lo creo, lo eres Anderson —respondió con seguridad en sus palabras.
George observó como Mia comenzaba a ruborizarse mientras una sonrisa vergonzosa aparecía en su rostro. Por su parte él, sintió como si una corriente cálida recorriera su pecho, pero que de un momento a otro se esfumo, haciéndolo volver a la realidad. Era algo parecido al efecto de los Patronus contra los dementores; cuando se deja de conjurar aun con aquellas criaturas rondando, el frio y toda felicidad se esfuma de improviso.
La cosa era que George, por más esfuerzo que hiciera para volver a ser el mismo de antes, por más que quisiera olvidar el dolor que llevaba dentro, no lo conseguía del todo. Eran pocos los momentos en que sentía felicidad, y esos eran con Mia.
La tarde siguió su curso, Mia comentaba sobre sus clases y exámenes que había tenido en esos días; sin contar con el estrés que había acumulado en un corto periodo. George la escuchaba con atención y solo asentía en algunos momentos, mientras recordaba a Hermione cuando estudiaba para sus timos en quinto año.
Siguieron hablando y bebiendo chocolate caliente, a la vez que George poco a poco comenzaba a sentir un agradable calor en su cuerpo, el frio de hasta hace un momento atrás, comenzaba a irse.
—¿Puedo hacerte una pregunta Anderson? —inquirió en el momento en que Mia había dejado de hablar para comer de su muffin. Ella solo asintió —¿Qué te sucedió?
Mia lo observó con atención mientras terminaba de comer el trozo de muffin que aun mantenía en su boca. Se limpio los labios y respondió:
—No creo que sea buen momento para hablarlo, Weasley. Sigue siendo doloroso.
—Comprendo, creo que no debí de preguntar. Lo siento —dijo observándola un tanto avergonzado.
—No te preocupes. —sonrió para luego observar la hora —Deberíamos irnos, ¿no crees? Además, las temperaturas comenzaran a bajar aún más —agregó observándolo.
—¿Te preocupas por mí?
—Claro, ¿por qué no? —sonrió.
Con aquellas palabras, George sintió un repentino calor en las mejillas y orejas. No necesitaba ver su reflejo para darse cuenta que se había puesto rojo de vergüenza. Se aclaró la garganta y se levantó de la mesa, dirigiéndose al mostrador para pagar la cuenta. Al llegar, le entregó el dinero al chico que se encontraba recibiendo los pagos. Mientras esperaba que le entregaran el cambio, fijo su mirada en una fotografía que se encontraba en lo alto de la pared. Observó a dos hombres: uno de ellos lo conocía muy bien, y el otro debiese ser...
—El señor Kowalski. —dijo el chico observando el retrato que se encontraba detrás suyo para luego volver su mirada a George —. Dueño y fundador de esta pastelería, junto a su mejor amigo...
—Newt Scamander —respondió con un dejo de asombro.
—Veo que sabe la historia del lugar —mencionó con una pequeña sonrisa.
—Algo así.
El joven le entregó el cambio a la vez que George agradeció y giró buscando a Mia, quien se encontraba aun en la mesa, esperándolo.
—¿Nos vamos? —preguntó acercándose hasta donde se encontraba Mia.
—Si, pero antes... —Se quitó su abrigó para luego seguir con su sweater amarillo —. Te quedará algo ajustado y pequeño, pero te ayudará —agregó entregándoselo.
—No, morirás de frio —Mia rodó los ojos —. Es cierto. Te lo agradezco, pero...
—Te lo pondrás Weasley —respondió entregándoselo para luego ponerse su abrigo.
George asintió resignado y vistió con la prenda que le entregaba Mia, tomar de su bolso y salir del lugar; siendo recibidos por el frio aire otoñal. En ese momento, George agradeció el gesto de la joven.
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Al llegar al edifico en donde vivían, George abrió la puerta principal dándose el paso a Mia quien agradeció con una sonrisa. Saludaron al señor Philippe, el conserje y siguieron camino hacia los elevadores.
En cuanto llegó subieron y Mia fue quien presionó el número cinco, para luego ver como las puertas se cerraban y este comenzaba a subir. Esos minutos que transcurrieron mientras subían, ninguno de los dos hablo. George mantenía sus manos cerca de sus labios tratando de calentarlas, mientras Mia buscaba sus llaves en su bolso y luego en su abrigo y así encontrarlas.
Al llegar al quinto piso, George al igual que cuando llegaron, le dio el paso a Mia, quien solo sonrió algo avergonzada. Caminaron a paso lento hacia sus respectivos departamentos, hasta detenerse y volver sus miradas a ellos.
—Bueno... Yo... —hablaron al unísono, para luego reír.
—Gracias por levantarme el ánimo Weasley. Fue una linda tarde —dijo mientras apartaba un mechón de su rostro.
—No tienes que agradecer, Anderson. El que debería hacerlo soy yo —agregó mientras indicaba la bufanda y sweater que traía puesto.
—No hay de que. Me los puedes entregar mañana. De igual forma ahora me pondré ropa cómoda y....Creo que me meteré a la cama. —rió
George la observó con una pequeña sonrisa, para luego despedirse y cada uno abrir las puertas de sus departamentos, se observaron por unos segundos para decir al unísono:
—Nos vemos —rieron y cerraron la puerta.
George colgó las llaves y se dirigió a su cuarto. Dejó su bolso en la silla de su escritorio, para luego dirigirse al ropero y al igual que Mia, buscar ropa cómoda. Al encontrarla, la dejó sobre su cama y comenzó a quitarse la bufanda para luego continuar con el sweater. En ese momento, sintió como el perfume de Mia inundaba sus sentidos. Era agradable y suave, lo que lo hacía sentirse relajado. Permaneció con los ojos cerrados, buscando que ese aroma, permaneciera en su mente por un largo tiempo; al final de cuentas, Mia Anderson se estaba convirtiendo en su mejor arma para repeler a sus dementores internos.
Nota de autora:
Hola people!
Espero que se encuentren bien. Ha transcurrido un mes desde la ultima publicación, uff...No creía que había pasado tanto tiempo. Bueno, mas vale tarde que nunca :).
¿Qué tal este capítulo? Mia y George poco a poco comienzan acercarse aun más... Mientras escribía, fangrileaba de lo lindo con ellos jajajaja. Es que son tan adorables, los amo.
Agradecer a los lectores que siguen esta historia, aunque demore en actualizar. De verdad, no los merezco!. Y gracias también a los nuevos que llegan y se quedan. :)
Se me cuidan mucho, los quiero.
Caro
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