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*Capítulo 11*

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Esa noche George no durmió, estuvo a oscuras en la sala principal observando las luces de los edificios contiguos y de la calle. Aquello había maravillado al pelirrojo, hasta llegar a ese punto del solo quedarse observando la noche muggle. A medida que esta avanzaba, observaba que pocos automóviles transitaban y una que otra persona caminaba mucho más alegre de lo habitual por las calles. En ese momento se preguntó ¿Cómo serían las fiestas de los muggles? De seguro muy parecida a la de los magos, pensó. Siguió observando y maravillándose con los edificios muggles, y las luces de variadas tonalidades que iban entre el blanco, naranjo, amarillo, rojo...Todas muy brillantes y llamativas para él. Desde su piso pudo observar el big ben, el cual estaba completamente iluminado lo que hacia que el paisaje urbano fuera aun mas llamativo para el pelirrojo, llegando a pensar que merecía ser pintado en algún cuadro.

—Te encantaría ver esto Fred. —dijo a la nada.

Suspiró y se dirigió a la cocina que estaba conectada con la sala principal y comedor. Puso a calentar el agua como le había enseñado Hermione y preparó un poco de té. Abrió los cajones del mueble de la cocina, buscando el azúcar, pero no las encontró. Se dirigió a su cuarto en busca de su varita, tomándolo de la mesita de noche en donde la había dejado, la agitó junto a un Accio, pero nada sucedió. Había olvidado por completo que su magia ya no era la misma, observó su varita por un momento, mientras se mordía el labio inferior, si todo seguía así lo mejor sería olvidarse por un tiempo de la magia y vivir como un verdadero muggle. Es por ello que desde su guardarropa, sacó una pequeña caja y deposito su varita en ella. Era la misma caja de la cual el señor Ollivanders había sacado su varita cuando apenas tenía once años junto a Fred. La depositó y cerró la caja para volver a guardarla en lo mas profundo de aquel mueble.

Volvió a la cocina y siguió buscando el azúcar, encontrándolo sobre el mueble junto a uno de los artefactos muggles que conservaban la temperatura de los alimentos, o eso le había explicado Harry. Sea como sea, George terminó de preparar su té y volvió a la sala recostándose en el sofá y depositando su taza de té sobre la pequeña mesa que había junto a este y en donde descansaba un portarretrato con una fotografía de Fred y el mismo cuando inauguraron Sortilegios Weasley. En ese momento, una pequeña lagrima se deslizo por su mejilla al ver la fotografía y podría haber sido un momento mucho mas emotivo, de no ser por que una lechuza picoteaba su ventana de forma desesperada. George se sobresalto al oírla y se dirigió rápidamente a abrir la ventana en el preciso momento en que una chica decía Mira Anderson, una paloma de gran tamaño. George observó a las dos mujeres asustado, eran las mismas chicas que había visto durante la tarde, claro que la rubia en ese momento caminaba con ayuda de su amiga, y reía de cosas que no tenían nada de gracia. La lechuza entró rápidamente mientras que George cerraba su ventana, corría las cortinas y desataba la carta.

—Deberás esperar a que esas chicas muggles suban. —le dijo al animal quien solo lo observaba de forma seria. —Si quieres puedo darte una galleta mientras esperas...

¿Desde cuando hablas con las lechuzas, George?

La lechuza ululó de forma seria, el pelirrojo dejó la carta en el sofá y se dirigió a la cocina buscando las galletas que le había preparado su madre, al encontrarlas, le tendió una al animal.

—Disfruta la espera —agregó mientras desplegaba el pergamino, se sentaba en el sofá y comenzaba a leerla.

George:

Cuando llegue mi carta, creo que ya te debes haber mudado a tu nuevo hogar, asi es que cuéntame. ¿Cómo es Londres muggle?, ¿conociste a tus vecinos? ¿Cómo es tu apartamento? Supongo que te fuiste a vivir al que escogieron Ginny y Hermione. Bueno ya me contaras.
Solo deseo que te encuentres bien, y que todo esto sea para mejor. Sabes que puedes contar conmigo siempre.
Aquí las cosas en Rumania han cambiado un poco. ¿recuerdas a Norberta?, el dragón que me envió Ron y Harry en su primer año y que Hagrid la había adquirido de manera sospechosa. En fin. El punto es que, ¡volvió a tener crías! Después de mucho tiempo desde la primera vez que fue madre...No creo que comprendas del todo mi felicidad, pero si comprendieras cuan importante es que los Dragones sigan reproduciéndose para conservar la especie y mantener nuestro ecosistema, me entenderías del todo.

Georgie, en cuanto puedas me encantaría que respondieras esta carta y si puedes contarme con detalles como es que te estas adaptando a ese nuevo mundo.

Charlie W.

George sonrió débilmente y observó a la lechuza que ya había terminado la galleta y lo observaba de forma seria. El pelirrojo se apresuró a abrir la ventana, no sin antes cerciorarse de que no hubiera algún muggle cerca, ni menos observando los cielos, aunque lo ultimo era algo poco probable que volviese a suceder.

Después de que la lechuza se fue, George se dirigió a su cuarto llevando consigo la carta que le había escrito su hermano y procurando no tropezar con algún mueble. Se maldijo el no poder hacer magia. Deposito la carta junto a la mesita de luz, para luego encender la lámpara y acomodarse en su cama. De un momento a otro, sintió que no podría seguir despierto por mucho, se metió a la cama y acobijo. En cuanto dejó caer su cabeza en la almohada, sus ojos se cerraron y los sueños comenzaron a visitarlo como siempre lo hacían.

Se encontraba en la colina cercano a la madriguera, podía divisar su hogar desde lejos pero lo que le llamaba la atención era que, si observaba al horizonte, podía divisar plantaciones de lavanda. ¿Acaso Xenophilus Lovegood las había plantado? ¿O tal vez Luna?. Pero si así fuera, ¿Por qué lo hicieron en un lugar tan alejado de su hogar?

—No fueron los Lovegood.

Al oír la voz de su hermano, giró de forma brusca. Ahí sentado bajo un árbol  se encontraba Fred Weasley, sonriendo como siempre y observando el lugar. George se acercó a él y se sentó a su lado.

—Entonces, ¿Quiénes fueron Fred?

El mayor de los gemelos sonrió y lo observó como si aquella pregunta fuera la mas obvia y graciosa del mundo. Fred desvió su mirada de su gemelo y volvió a observar los campos de lavanda.

—Fue ella, Georgie. Es una chica muy dulce, deberías ir y hablarle. Creo que tienen muchas cosas en común.

—No comprendo, ¿Podrías ser mas claro?

—George—lo observó con ambas cejas alzadas— ¡Hablo de la chica de la papelería! Por Merlín, sigues siendo muy lento para estas cosas.

—Si fueras más claro, sería mucho mas fácil de comprender.

Fred suspiró resignado observando a su hermano para luego volver su mirada al horizonte y permanecer en silencio.

—Por lo menos, podrías decirme su nombre. No creo que se llame «la chica de la papeleria».

—Ve y pregúntaselo tú. —George arrugo el ceño y Fred volvió su mirada a él—ve hablarle, George—agregó a la vez que con dos de sus dedos empujaba bruscamente el hombro de su gemelo—anda Georgie—dijo volviendo a empujarlo del hombro con dos de sus dedos—No pierdas la oportunidad con a chica de la papelería.

George despertó de forma brusca, pero volvió a cerrar los ojos al percatarse que había dejado encendida la lámpara de su mesita de noche. La apagó y volvió abrir sus ojos, dándose cuenta que ya había amanecido. Se levantó de la cama y abrió las cortinas, viendo un día soleado y muy lindo, el pelirrojo hizo una pequeña mueca y se dirigió a la cocina en el preciso momento en que oía unos gritos.

—¡Vete Máx!, no estoy de ánimo para hablar.

—¡Solo dame un minuto, por favor! Solo uno y me voy, en serio.

—¡Ya te dijo que no quiere hablar, idiota!, vete si no quieres que te rompa la cara. Y mira que ganas no me faltan.

—¡No te metas en esto, Thompson si no quieres que me olvide que eres mujer…

A él nunca le gustaron los abusadores, mucho menos los hombres que trataban mal a las mujeres, aun siendo en una discusión. En ese momento, su temperamento Weasley afloro de forma brusca, abrió la puerta y se dirigió a grandes zancadas al departamento frente al suyo.

—Ya te dijeron que te vayas.—Dijo George observándolo de forma amenazante.

El chico, giró hacia George y el pelirrojo pudo observar que el muggle era algo mas bajo que él, pelo oscuro y ojos castaños.

—¿Quién te crees que eres para darme ordenes?—espetó con su mandíbula tensa y sus puños listos para propiciar un golpe.

George lo siguió observando con el ceño fruncido, fijó su mirada a las manos del chicos. A pesar de ser mago, tenía algo de experiencia en peleas al estilo muggle; con Fred mas de alguna vez, le habían dado un golpe de puño a algún Slytherin después de una final o partido importante de Quidditch.

—Alguien a quién despertaste con tus gritos, idiota.

Dicho eso, el muggle golpeó a George en el rostro provocando que se tambaleara levemente. El pelirrojo sintió que su sangre hervía por dentro, lo tomó del cuello de la camisa y le proporcionó un golpe quebrándole el tabique y provocando que callera de bruces entre las dos mujeres. Él se acercó para seguir golpeándolo, pero la chica rubia se interpuso.

—Suficiente.—George la observó incrédulo—disfrute mucho que lo golpearas, en serio. Pero creo que es suficiente.

—¡Artemisa!—chilló la castaña quién ayudaba al muggle a levantarse.

—Es la verdad Anderson.—dijo ella observándola—Gracias a él, mi día comenzó siendo maravilloso.—Sonrió para luego acercarse a la pareja—¡Vete de aquí si no quieres que yo te golpe!

El muggle la observó desafiante, se deshizo de forma brusca de las manos de la castaña que lo sujetaban del brazo y observó a George con el ceño fruncido. Observó a las tres personas, y se retiró tocando su nariz, murmurando improperios.

El ambiente poco a poco se volvía menos tenso. George se toco el rostro, sintiendo un dolor punzante en la mejilla y un poco de sangre entrar a su boca.

—Muchas gracias—dijo la rubia acercándose a George—Soy Artemisa Thompson—agregó estirando su mano.

—George Weasley—respondió estrechándosela.

—Disculpa por el mal rato…—la castaña que se había acercado hasta George, lo observó sorprendida—¡Yo a ti te conozco!—exclamó—tu eres el chico al cual casi arrollan a unas calles de aquí—George la observó avergonzado.

—Si, lo recuerdo—asintió George con pesar—George Weasley.

—Mia Anderson—respondió con una sonrisa estrechando su mano.—es un agrado volverte a ver.

—Lo mismo digo.—respondió el pelirrojo.

En ese momento George sintió que su vida como muggle, comenzaba a ser interesante y que de alguna u otra forma, las cosas comenzarían a cobrar sentido para él, sobre todo cuando se trataba de aquel aroma que por semanas, lo había estado siguiendo. La mayoría de las veces soñaba con aquella planta o como sucedió en aquel momento, su sentido del olfato volvió a ser inundado por ese aroma. Lavanda.












Nota de autora:
¿Que les pareció la pequeña pelea muggle de George?. Debo admitir que no estaba planeado esto, pero me pareció un buen inicio para la vida muggle de Georgie :)
Espero leer sus comentarios.✨💕👀

Caro

Pd. Casi 2000 palabras. Es el capítulo mas largó hasta ahora, que he escrito para «Lavanda para George»

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