Capitulo XII
Me despierto desorientada, mi estómago ruge, me pongo siento en la cama y una sonrisa se estampa en mi cara; ahora sí que me las he liado, agarró mi teléfono y veo la hora, ya es mediodía, hora local; no hay rastro de Abel por ninguna parte, afuera llueve, el sol parece ausente.
Me pongo un pijama antes de ir al baño y cepillo mis dientes, luego arreglo un poco mi cabello y lo recojo en una coleta alta.
Bajo las escaleras, no veo a nadie en el salón, pero puedo escuchar las voces afuera, por los ventanales los veo a todos sentado en unos muebles, que por supuesto está techado, me dirijo hacia ellos.
—Ya despertó bella durmiente— dice en forma de broma Hiro.
—Hola— digo reseca.
Me acerco a mi hermana, me siento al lado de esta y pongo mi cabeza en sus piernas.
—¿Ya comieron L?— pregunto mientras está acaricia mi cabello.
—La verdad todos acabamos de desayunar— me sonríe —Abel guardo tu desayuno— me explica.
—Ah vale, pues que considerado de su parte, voy a comer muero de hambre— me pongo de pie para dirigirme a la cocina.
Busco mi desayuno era un plato con pan tostado, huevos, tocino, queso y aguacate, lo agarro y lo pongo en la mesa, busco en la nevera sumo de naranja; unas manos se posicionan en mi cintura.
—Hola, L— su nariz roza mi cuello.
—Hola— respondo algo tímida.
Esto sí que es nuevo para mí, me sonrojo, seguro he dormido con Abel, desnuda y abrazándolo. El calor sube a mis mejillas.
No sabia cómo actuar después del sexo, siempre me iba y no volvía a saber de Marcelo en semanas, nunca tuvimos una adición, solo eran encuentros esporádico y nos mensajeabamos exclusivamente para quedar.
—¿Has dormido bien?— me pregunta coqueto.
—Excelente— no lo miro —¿Y tú?
—De maravilla— coloca sus dedos sobre mi barbilla y sube mi rostro —¿Estás avergonzada? — me mira curioso.
Me siento más pequeña de lo normal bajo su feroz mirada.
—No— casi susurro.
—Me da la impresión— se encoge de hombros y yo bebo de mi sumo—por cierto, no quiero incomodarte, pero todo escucharon nuestro encuentro matutino— casi me atragantó cuando lo escucho pronunciar esas palabras.
—¡¿Qué?!— debo lucir muy sorprendida por la sonrisa malisiosa que tiene Abel en su cara.
—Lauren, eres muy gritona, fue inevitable para todos no escucharte, pero tranquila estamos en confianza — me sonríe.
No respondo nada, solo me quedo callada, sigo comiendo, para evitar su mirada, mis mejillas se encienden por la vergüenza, es la primera vez que mis amigos y mi hermana, me escucha, nunca antes había pasado esto.
¡QUE VERGUENZA!
—No te avergüences, L— me dice con voz tranquila— eso es algo normal.
Porque claro para él era una victoria, todos escucharon como me puso a gritar, a pedir mas y mi actitud de perra, cosa que nunca les enseño.
Abel prácticamente había puesto a morder la almohada y sin darme cuenta, inmersa en nuestra burbuja.
Termino mi desayuno con las mejillas mas rojas que nunca, lavo mi plato y lo coloco en la rendija para que se escurra.
El chico rubio me da mi espacio, él sabe que todo esto es abrumador para mí. Vuelto afuera donde se encuentra todos sentados, para mi sorpresa están callado, viendo el paisaje, todos metidos en sus mentes.
Durante un rato nos quedamos así, las gotas caen del cielo, limpiando las impurezas.
—Nos vamos a las nueve— dice Kevin interrumpiendo la paz.
Hannah se pone de pie y camina con el hacía adentro, los demás los siguen, no había notado el ambiente tenso hasta ahora, parecen molesto, como si fuesen tenido una fea discusión.
Abel es el último en entrar a la casa, pero antes voltea a mirarme y me tiende la manos, pero después de negarme me quedo observando el mar y el cielo, parece que no va a parar de llover sino dentro de un rato.
Por un lado me sentía adolorida, satisfecha, cansada y feliz, pero por otro lado me sentía avergonzada y con ganas de meterme debajo de una piedra.
Me pongo de pie y me voy a la habitación, no tengo nada que hacer, día de mierda. Al llegar me topo con Abel ordenando la cama, ha cambiado las sábanas por unas limpias.
—Hola— digo y se sobresalta.
—Me asustaste— sonríe
—Lo siento— río levemente.
—Te ves guapa con ese pijama— me sonríe.
—Es igual a las otras— me río.
—Lo sé, pero eso no le quita lo hermoso— sonríe de forma cálida —¿Qué te parece si vemos una película? —me propone.
—No lo sé— sonrió.
—Venga, L, vamos a ver unas películas, el clima se presta— gesticula.
Se prestas para muchas cosas, en realidad.
—Eres una chiquilla pervertida— me susurra, mis mejillas arden de la vergüenza, estoy enrojecida.
Nos hacemos espacio en la cama, Abel agarra las almohadas y las coloca en su espalda, para recostarse, me invita a acercarme a él, yo recelosas acepto, solo porqué tengo un poco de frío. Le da inicio a la película. Tiempo transcurre lento la película no se hace entretenida, no es de las que suelo ver, pero Abel, él parece estar tan enganchado con la película, me explica algunas partes y podrías juraría que sus ojos brillan, parece un crío, demasiado tierno para mí gusto.
Al terminar la película el clima a cambiado, el sol salió, pero el frío sigue presente, Abel me propone meternos en el jacuzzi con bañador y yo acepto la propuesta, no vinimos a maldivas a ver películas.
—Vale, pues vamos a meternos en el jacuzzi— sonrío de medio lado.
—Voy a encenderlo, si quieres puedes... quitarte la... ropa— su manzana de Adán se mueve, dándome a entender que trago seco.
Sin decir nada mas se va, dejándome sola en la habitación, no consigo ningún bañador que me guste, así que decido por un bikini de los más sugerente y aún que todavía el sol no está fuerte, me coloco bloqueador solar, voy hasta el jacuzzi y me encuentro con Abel, el está de pie un poco encorvado, colocando la espuma.
—Ya estoy aquí— pronunció.
El chico voltea a mirarme distraído, pero es necesario que mire dos veces, para ver lo que llevo puesto, su gesto cambia, del chico asombrado al depredador en un instante.
—¿Vamos a meternos en el jacuzzi o cómo?— digo consiente de lo que hago.
—Ay Lauren— dice ronco poniéndose derecho y me ve desde arriba— Lauren, Lauren ¿Qué vamos a hacer contigo?
Se acerca lentamente, sin despegar nuestra mirada y trago el exceso de saliva en mi boca.
—¿Vas a cambiarte o qué?— espeto.
—Si, solo dame un momento— dice llegando a mi.
Agarra mi cintura y me acerca a él, lame su labios inferior, ese gesto que tanto me encanta.
—¿Crees que no sé lo que estas haciendo?— susurra pegando si nariz a la mis de forma intimidante.
—¿Bañarnos en el jacuzzi?— contraataco irónica.
Su mirada se ensombrece mas, sube una mano a mi cuello, justo debajo de la nuca y hunde sus dedos en mi cabello, subiendo totalmente mi rostro, acerca su boca a la mía, me devora y mete su lengua en mi boca con total facilidad.
Me derrito.
Pega su cuerpo mas al mío y cuando ya estoy apunto jadeante se separa de un solo golpe y se aleja.
—Voy a cambiarme— dice en voz gutural y se va.
Me quedo viendo su espalda desnuda, mientras que sale mi rango de vision, me quedo caliente y con el corazón acelerado.
El sí que sabia llevar el juego a su favor.
Me quedo todavía aturdida mirando la nada, clamándome, respiro profundo y cuento hasta diez, Abel vuelve de inmediato, ahora lleva puesto unos shorts, me sonríe abiertamente.
—Vamos a meternos, muero de frio— dice el chico.
Y yo de calor, digo para mis adentro.
—De acuerdo— concuerdo con él.
El agua tibia choca con mi pie, al contacto se siente agradable, me siento en un lugar y Abel en el otro, frente a mí.
—Llame para pedir una botella de Champagne y algunos aperitivos— dice explicándome.
—¡Oh perfecto!
—¿Cómo te sientes? Lauren— pregunto pícaro.
—Pues la verdad, excelente, muy relajada —respondo sin vacilación —y tú ¿Cómo te sientes? —mis mejillas arden.
—Puedo decir que magnifico— sonríe de medio lado pícaro —complacido, pero aun tengo apetito— sonríe abiertamente— ¿Puedo preguntar algo?
—Depende de qué tan descarado seas— mantengo la mis energía que él.
—¿Cuáles son las reglas de este juego? — su pregunta toma desprevenida.
—Oh, bueno, esto... solo tengo una regla— pienso un momento, debería decirle, pero sería extraño.
—Dime, por favor— me alienta.
Lo pienso un momento y lo suelto sin mas:
—No me gusta compartir— hablo autoritaria.
—¿Solo eso? —me pregunta incrédulo, asiento en respuesta— en ese caso, a mí tampoco me gusta compartir lo que es mío.
—Yo— señalo mi pecho— no soy tuya—digo retadora y una carcajada brota de su garganta.
—Con permiso— entra un hombre vestido de blanco —aquí tienen lo que pidió, señor— el hombre coloca dos copas y el Champagne en una mesa cercana, sirve las copas y nos entrega una a cada uno y se retira.
—Entonces L, ¿Te divertiste ayer?— reanuda la conversación.
—Fue muy épico, sentir la piel de esas cosas, era escalofriante, pero maravilloso, por un momento creí que me comerían— Abel suelta una carcajada—te lo juro— me río con él.
—Tengo que admitirlo, al principio no me sentía seguro, pero fue genial o épico como dices tú.
—Puedo decir que me he enamorado de este lugar, cuatro días en el paraíso— doy un tragó de mi copa.
—Quería conocer más, pensé que cinco días serían suficientes, pero la verdad es que no— suspira— me quede muy corto.
El hombre de blanco vuelve a entrar a la estancia, con una bandeja de fresas con chocolate y otra con queso aceitunas, jamón y nueces, las deja en la mesa, para luego retirarse.
—¿Me tomas uns fotos? Por favor— digo con voz aguda.
—Por supuesto— responde él.
Salgo del jacuzzi y me coloco mis lentes de sol, me coloco la toalla en el cabello y agarró mi copa vuelvo, entregándole mi teléfono a Abel.
Me pongo en distintas posiciones, cómo que, si no me doy cuenta, Abel toma varias fotos, diría que más de 100; cuando el hombre vestido de blanco vuelve, le pido que nos tome unas fotos juntos, realmente nos veíamos muy bien juntos, su contraste blanco y el mío dorado, la combinación perfecta.
—¿En qué nos quedamos?— pregunta una vez sentados dentro.
Pienso un momento, la curiosidad comienza a matarme, necesito saber qué pasa con Amber, pero... ¿Realmente lo necesito?
—Hay algo que quiero saber, quizás no te guste, pero dadas las circunstancias, necesito que me aclares este punto— introduzco una aceituna en mi boca— ¿Qué pasa con Amber?— por sus expresión noto que lo tomo desprevenido, se aclara la garganta.
—Hace tiempo que todo se acabó entre nosotros— me dice.
—Eso lo sé, todo el mundo lo sabe, pero yo te he visto con ella, entonces tú me dirás— digo y una sonrisa se estampa en su cara.
—Solo nos enrollamos una que otra vez, pero de eso no tenemos mas nada, yo tuve una conversación con ella luego de que nos vieras en casa de Kevin— dice sin más.
—Pero —dudo un momento —¿Lo hiciste por que lo vi? O ¿Por que otras razones?
—Lo hice porque ya no quería seguir follando con ella —le resta importancia —no me gusta hablar de esto, solo tienes que saber que eso se acabo es día.
—Pues vale —ruedo los ojos.
—¿Qué hay de ti?— me pregunta.
—¿Cómo así?— digo sin comprender.
—¿Con quién te enrollabas antes de mi?
—Creo que eso es privado —digo sería, pero se que el va a seguir insistiendo — no te diré con quién, pero pues eso se acabó, solo eran esporádicos encuentros.
—Vale.
Nos observamos un momento, en silencio, él piensa igual que yo, esto es mas complicado que esas simples palabras.
Yo no había hablado con Marcelo, ni siquiera le había dado explicaciones cuando me pregunto por el rubio, había optado por ignorar su mensajes y aunque no es insistente, sé que le debo una explicación.
—¿Y esto se acaba cuando lleguemos a NY?— pregunta Abel.
—¿Esto?— me quedo pensando un momento— esto se acaba cuando se tenga que acabar— lo miro directo a los ojos.
—Entonces hay que disfrutar mientras dure.
Deja su copa a un lado, hago lo mismo con la mía, sus manos se posicionan en mis caderas y las mías en sus hombros.
—Me encanta cómo te queda ese bikini— acerca su boca a mi cuello —aun que te verías mejor sin el— ronronea.
—¿Entonces por qué aún lo llevo puesto?— suelto un suspiró.
Los escalofríos recorren mi columna, sus labios juegan con la parte baja de mi cuello y luego detrás de la oreja.
—Es mejor ir a la habitación— murmura.
—¿Alguna vez lo has hecho en un jacuzzi?— pregunto.
—No— prosigue en mi cuello.
—Yo tampoco— digo en un jadeo casi inaudible.
—No quiero que te vean— dice él, autoritario.
—Yo tampoco quiero que me vean.
Sus manos van a mis nalgas, y me lleva sobre el.
—Entonces se silenciosa— me dice.
Con dos movimientos desabrocha mi bikini y me quedo totalmente desnuda, cubierta por la densa espuma, su cuerpo se encaja con el mío, su miembro se acopla en mi inflamada vagina.
—Quiero ver como lo mueves— dice agitado apretando mi trasero con su dos manos.
Más tarde, en cuando comienza a caer el atardecer, Kevin nos informa del cambio de planes, ya que no pudimos disfrutar el día de playa había organizado de ultimo minuto festejar nuestro último día en las tranquilas aguas de Maldivas sobre un yate y de ahí por la tarde, nos iríamos al aeropuerto.
Me ducho rápidamente, para que me dé tiempo de arreglarme, me coloco una falda larga blanca, con un top de triangulo blanco a juego y unas sandalias bajas beige , una crema de fragancia a coco; por último, me maquillo de forma sutil, un poco de base, contornos, iluminador, un delineado. Agarró un bolso de perlas, para mano y me coloco mi Rolex plateado.
Al bajar me consigo con los chicos, Abel lleva puesta una camisa de botones blanca ceñida a su figura, unos pantalones grises, zapatos negros y un reloj color plomo, se lleva su cabello rubio peinado, se ve un hombre maduro, musculoso, trabajador, pero solo es un chico de veinticuatro años.
Cuanto todos estamos listo, nos vamos hasta el muelle donde se divisa el yate anclado a lo lejos, es un Sunseeker 131 Yacht, una embarcación moderna con tres cubiertas y cinco cabinas, la capacidad era para diez invitados; en la cubierta principal, un espacio abierto con la zona del comer y una cocina bien equipada, en la cubierta superior hay una amplia zona social, en la popa una bañera de hidromasaje, un amplio bar y con dos motos acuáticas.
Una nos subimos a una embarcación más pequeña y esta nos traslada hasta el yate.
—Podría vivir aquí perfectamente— dice Aneko.
—Tenemos que disfrutar esta última noche— dice Hannah.
Tomamos asiento en la sala de estar interior, todavía anclados esperando por nuestro equipaje, conversamos mientras que tomamos vino y esperamos la apetitosa cena.
Cuando la comida llega hacemos un brindis por la excelente experiencia en Thulusdhoo, definitiva la mejor de todas, degusto el primer plato, el chef dice que se llama Garudiya, es un caldo de pescado cocido a base de aleta amarilla que llevaba cebolla, hojas de curry, chiles y lima; luego degustamos langosta que es lo que ama comer Kevin y vino blanco.
—Pienso volver a Japón, aún no tengo la fecha— esas palabras llaman mi atención.
—¿Por qué aún no lo sabes?— pregunta Abel.
—Estoy esperando por Neko, ya sabes como son las chicas— se ríe despreocupado.
—¿Aneko?— susurra Connor.
—Aun no está decidió, lo estoy pensando— dice lanzando una mirada reprobatoria a su hermano.
—¿Cuándo planeaban decírmelo?— el ambiente de pone tensó.
—Cuando tomara una decisión— dice obvia— mi hermano quiere volver a Japón unos años, para expandir el negocio de nuestros padres, pero yo no tengo que ver con sus empresas, así que ya veremos— dice enojada.
—¿Tú lo sabías Laura?— pregunta Connor.
Mi hermana que había permanecido en segundo plano, mira alternadamente entre Connor, Hiro y yo.
La conozco, sí lo sabía.
—Si, por supuesto— dice sin apartar la mirada de mi.
—¿Pero?— prosigo yo.
—No es momento— dice ella.
—¿Pero qué? Laura— vuelvo.
—Es que ni hay ningún, Hiro solo va por su empresa, eso es todo —se pone nerviosa y no me mantiene la mirada— él quería que lo acompañará, pero no me apetece— le resta importa.
Pero yo la conozco, a mí no me engaña, durante su tiempo de relación, Laura se la pasaba detrás del chico japonés, los dos pegados, únicamente estaba separados cuando tenían alguna discusión o terminaban sin justificación.
—Entonces sí soy el ancla— respondo seca.
—Basta —dice Abel —es nuestra última noche aquí, ya hablarán de eso en casa —habla calmado —mientras solo disfrutemos nuestra compañía, si todos nos vamos al carajo, algún puto día nos vamos a reencontrar y seremos los mismos de siempre y listo.
Todos nos quedamos en silencio un momento, sin movernos, todo parece en cámara lenta, Connor decepcionado, Laura nerviosa, Hiro indiferente, Aneko molesta, Kevin y Hannah asombrados, Abel tranquilo.
Y luego estoy yo, decepciona, conmigo, con las cosas que he estado haciendo estos últimos meses, Laura cree que debe quedarse por mi, lo noto en su mirada, me ve como la hermana fragil, porque solo ella conoce esa parte de mi, pero no, todo lo contrario Laura solía derrumbarse por la mas pequeña cosa, encerrarse en su cuarto, sin comer, sin hablar, sin salir, en cambio yo era lo contrario a ella, seguía llevando mi vida adelante a pesar de sentirme emocionalmente agotada.
Antes éramos mas unidas, ahora siento que estamos más independiente, desde su relación con Hiro casi nunca compartíamos tiempo juntas, así que no le veo mucho sentido a querer quedar por mi.
—¡Qué buena estaba la comida!— dice Hannah llamando la atención.
—Esta muy rica, la verdad que si— dice Kevin para aligerar el entorno.
—La sopa, divina— Kevin le sigue la corriente.
—Todo está divino— digo yo.
—El es uno de los mejores chef de Maldivas— habla Aneko.
—Ya me imagino cuanto saldrá una sopa hecha por uno de los mejor chef de Maldivas— digo con sarcasmo.
Todos ríen inevitablemente, por mi chiste.
—Voy a quedar pobre cuando terminen estás vacaciones— vuelvo de nuevo y todos ríen.
—Pero si tú no has gastado nada, L— dice entre risa Kevin.
—En ese caso, hoy les invito yo— sentencio.
—¿Eso significa que nosotras también tenemos el deber de invitarle la cena a ustedes?— dice Aneko.
—Pues no, las chicas no pagan— dice Connor.
—Un momento, Connor, las chicas sí pagamos y hasta les invitamos mejores cosas que ustedes a nosotras— dice Hannah.
—Por lo menos mi chica no va a pagar— vuelve él.
—Claro que sí voy a pagar, somos todos amigos, a sí que en nuestra próxima parada yo invito— dice Aneko.
—Pero Neko...— lo interrumpe.
—Yo dije, Connor, no me contradigas— dice ella.
—Hermano, no te quejes, ellas también se quieren sentir que tienen el poder— dice Hiro.
—Corrección, nosotras tenemos el poder— dice Laura.
—La verdad yo no veo fallas en su lógica— dice Abel.
—Hermano, usted mejor cállese, que Lauren le da con un látigo, seguro son tus gemidos los que escuchamos por toda la casa— dice Hiro haciendo que todos boten la carcajada.
Casi escupo el vino de vuelta a la copa, volteo a ver a Abel y luego a todos en la mesa, me sonrojo al instante, qué vergüenza, todos me escucharon.
—Yo... ¿Qué?— me quedo bloqueada y todos estallan en una carcajada.
—Tan mala que eres y mira como te pones— dice Kevin.
—Cállate— lo fulminó con la mirada.
—Chicos dejen a Lauren en paz, no ven que acaba de perder su virginidad— dice Laura con voz burlona.
Me provoca reírme con ellos, pero me siento descubierta, todos saben algo íntimo de mí. Cuando comienzo a arder bajo sus miradas, Hannah lanza otro chiste con humor negro y todos se parten en risa.
Al rato subimos a la popa, pero esta vez solo chicas, mientras que los hombres se quedan abajo charlando.
—Tienes que contarnos ya— dice Aneko provocando que me sobresalte.
—¿Qué cosa?— me hago la ingenua.
—Todos te escuchamos, Lauren, creo que hasta los de las otras casas— me pongo roja de inmediato.
—No era mi intensión que todos en la casa de enterasen— lo pronunció de forma sensual, menos tímida y todas chillan.
—Ya, cuenta todo, con detalles— dice Hannah.
—Vale, vale, nunca hago esto, pero va— digo relajada.
Termino de contarles todo lo que paso, de forma resumida como fue que Abel y yo llegamos a eso.
Mas tarde nos metemos en el jacuzzi, en bikini mientras disfrutamos del paseo, todo a nuestro alredor es el inmenso mar y el cielo estrellado, interrumpidas por nuestras risas de ebriedad.
A la mañana siguiente, me despierta con el sonido retumbante de mi teléfono, mis piernas están enrolladas en las de Abel, mi cuerpo completamente desnudo, me desenredo y me quito las sabanas.
Luego de bañarme y ponerme un bikini, me acerco a Abel y le comienzo a regar besos.
—Buenos días— le doy un beso en el cuello —
—Buenos días, conejita— dice con su voz ronca.
¿Me dijo conejita?
Pasamos la mañana en alta mar, jugando con las motos de agua y disfrutando las ultimas horas que nos quedaban en Male, antes de irnos.
Siguiente parada, Indonesia.
Nota de Autora: ¡Hellos, pequeños!
Tuve un pequeño atraso con la actualización de esta semana pero sin duda aquí está el nuevo capítulo, espero que lo disfruten.
Recuerden ir a seguirme en Instagram como @crystalslipper.k
Les mando besos y abrazos.
K.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro