Capítulo I
Me miro en el espejo, suelto un suspiro de cansancio, me veo demacrada, cansada y destruida, se nota que he dormido poco, mis ojos cafés se ven opacos y las ojeras no me favorecen en lo absoluto, mis labios resecos, mi aspecto es fatal, hace que odie con más intensidad al señor Hoyt, mi profesor de matemáticas.
Llevo estudiando para su examen hace días, sin descanso, todo el fin de semana y ayer; me la pase encerrada en mi cueva personal, absorta en los ejercicios, analizando cada fragmento de ello, intentado que mi cerebro procesara toda la información, pero no, apenas y lograba entender, las matemáticas y yo somos como el agua y el aceite, jamás se mezclan.
Vuelvo a suspirar resignada.
Me aplico labial hidratante de cacao y me unto mi crema para el día en la cara, para así no verme tan mal, además de mi protector solar, coloco un poco de rubor en crema sobre mis mejillas, mascara de pestañas, corrector para mis ojeras y sello todo con polvo suelto y ya está.
Me cercioro de estar presentable y le doy un vistazo a mi atuendo, camiseta blanca, Skinny jeans negro y mis cómodos tenis. Salgo del baño, después de peinar mi larga cabellera castaña casi rubia/rojiza y luego hacerme una coleta alta; procedo a recoger mis cosas, para luego meterlas en mi bolso, cerciorándome que no se me quede absolutamente nada.
—Lauren, baja— dice mi madre con voz autoritarias, detrás de la puerta— Te espero abajo— escucho como resuenan su tacones alejándose por el pasillo.
Respiro profundamente, su voz me generaba una especie de rechazo, siempre trataba de ser la perfecta madre y esposa, se portaba distante y fría, una actitud que se había vuelto habitual exclusivamente conmigo.
Camino por el reluciente piso perfectamente pulido, las paredes blancas impolutas y los techo altos, voy escaleras abajo, intentado disimular la pequeña espinita de molestia, una de las cosas que mas me irritaban era ella y su voz. Respiro profundamente, lleno mis pulmones de aire y lo suelto después de un momento.
Entro a la cocina, el olor a panqueques inunda mis fosas nasales, huele divino, miro a Francis, nuestra ama de llaves, lleva su uniforme blanco y azul marino, el cabello negro como afro enrollado en la parte alta de su cabeza, una mujer agradable, totalmente maternal, quien me dedica una sonrisa reconfortante, dejo mis cosas en la encimera de mármol y voy directo a sentarme en la isla para el desayuno.
Observó a mi madre, una mujer hermosa, cabello rojizo, ojos verdes, nariz respingada, unas facciones perfectas, pocas líneas de expresión, parece una modelo; lleva puesto un vestido estilo cóctel blanco que inspira elegancia absoluta, sus piernas largas están cruzadas una debajo de la otra, una mujer interesante, en definitiva soy bastante diferente a ella.
—Aquí estoy, madre— digo frustrada.
—Tu hermano te llevara hoy— dice sin elevar su mirada.
Ella era incapaz de mirarme a los ojos, al menos de ser necesario, para retarme, para imponerse, para recordarme todas las desgracias que he traído a la familia, pero nunca, jamas, lo hacia para dedicarme una sola palabra de afecto o algo con un solo destello de amor.
Mi hermano, es igual o peor que ella, seres fríos, al parecer sin sentimientos; mi automóvil se encontraba en el concesionario desde ayer, solo estaban cambiando los neumáticos.
—¿Y Laura?— digo después de un incomodo silencio.
—Sigue con malestar, no irá hoy.
—Deberías llevarla al doctor, claro, si es que te importa— digo sarcástica, provocando la reacción esperada, mi madre levanta la mirada del periódico— ¿Qué pasa?— vuelvo en el mismo tono.
—No comiences Lauren, tu hermana me importa, lo sabes perfectamente— suelto una risa sin humor— todos mis hijos me im...-alzo mi mano con la intención de interrumpirla.
—¿Qué también te importo? Qué chiste— suelto otra risa sin humor— al único que engañas con ese discurso es a papá, no me vengas con mentiras, ¡Por amor a Dios!— me pasó las manos por la cara frustrada— Esto es una completa farsa, no intentes remediarlo— digo exasperada.
—Lauren, ya supéralo; lo qué pasó...
—No mamá, tu no decides sobre mi o mi vida— le corto.
¡Dios! ¡Qué mujer tan exasperante!
—Lauren...
Nos quedamos mirándonos fijamente, sus ojos verdes, resaltan, sobre los míos; me percato de que siempre está muy bien maquillada, nos retamos con la mirada, la desesperación y angustia en sus ojos se nota, pero no, no me creo ese cuento de pobrecita, de arrepentimiento.
Leopoldo, mi hermano mayor, interrumpe en la cocina de repente, sentándose en un taburete al lado de nuestra madre y sin siquiera saludarme, Elizabeth o mejor dicho mi madre lo saluda con entusiasmo, el amor que le tiene es palpable y su sonrisa tan radiante como el sol y así es como me doy cuenta de su show y su falso teatro; aprovecho el momento para repasar a mi hermano, que ahora se a vuelto un hombre, cabello castaño como el mío, ojos café claro, mandíbula cuadrada, se nota que lleva días sin afeitarse la barba, alto, su traje hace que parezca todo un hombre de negocios, transmite serenidad, paz, a su misma vez miedo, sus ojos se ven neutros, él es muy escalofriante.
Reviso cada uno de sus detalles sin percatarme de que me mira fijamente y yo instintivamente veo en dirección contraria.
Francis, tan amable como siempre sirve el desayuno, panqueques con miel de abejas, crema batida, fresas frescas, un rico latte vainilla y zumo de naranja, degusto mi desayuno con calma, disfrutando cada bocado, mi paladar agradece esta delicia y cuando ya me lo he terminado me percato de que Leopoldo parece impaciente por irnos.
Me subo a su deportivo negro, sin siquiera dirigirnos una palabra; como siempre, el transcurso se hace pesado, silencioso, tenso e incomodo, me abruman los sentimientos que me genera estar tan cerca de él, reprimo las ganas de hablarle e intento ignorar vagamente su presencia.
El tráfico en New York, tan pesado como siempre, agotador, el paisaje de altas edificaciones, enormes rascacielos, y mares de personas nos rodean por donde se mire.
Cuando aparca al frente de la universidad, me bajo sin decir nada, solo lo miro y él a mí, me guardo el poco cariño que siento por él, porque no merece, aun que quiera dárselo.
Cuando éramos niños, corríamos por la casa, haciendo travesuras, todo era risas y diversión, lamentablemente ya no era así, todo cambio entre nosotros; así que de eso se trata todo con él, cohibirme, abstenerme, callarme y no mirarlo, me lo había dejado claro en distintas ocasiones, extrañamente nos dirigíamos las palabra, hasta que ya dejo de ser una necesidad, ya me había acostumbrado a su presencia inexistente.
Me pongo mis lentes de sol y camino por el jardín principal de Columbia University, el césped bien cortado, el suelo impecable, estudiantes caminando por doquier, dirijo la mirada atrás y veo que ya se ha marchado. Los vellos se me ponen de punta, las personas que pasan a mi alrededor me observa, algunos con discreción y otros con total descaro, ellos saben mi historia, no había una sola persona en este lugar ajena a esa realidad.
Mi teléfono vibra en el bolsillo trasero de mis ajustados jeans, lo ignoro, pero después de un segundo sigue sonando. Saco el móvil y el nombre de mi padre brilla en la pantalla.
—¿Hola?— digo al descolgar la llamada.
—Buenos días cariño, ¿Cómo dormiste anoche?— dice la voz gruesa mi padre del otro lado.
Mi corazón da un brinco, aunque todas las mañanas recibo una llamada de él, sin duda alguna, es una de las pocas personas que llenan de felicidad mi vida.
—Buenos días papi, dormí bien aunque fue muy poco, ya sabes estudiando, ¿Y tú qué tal va tu día? ¿Cuándo regresas de tu viaje? Te extraño— digo rápido, porque siempre las conversaciones con él son cortas.
—Creo que vuelvo dentro de dos semanas, las reuniones se han alargado y hasta que no resuelva todo no puedo irme, pero te aseguro que estaré allá pronto— su tono de voz es tan cariñoso.
—Espero verte pronto, recuerda que tienes familia— apachurro los labios.
—Estaré allí antes de que te des cuenta— sonrió al oír su palabras mientras que continuo caminando— Espero que tengas éxito en el parcial de... matemática me imagino, te quiero mucho cariño, adiós— y sin dejar que respondiera cuelga.
—También te quiero, papá— susurro con el teléfono aun en mi oído.
Suelto un suspiro, en definitiva, quisiera que él estuviera más en casa, por lo menos más que mamá, me quedo viendo la pantalla del teléfono, esperando que vuelva a llamar, pero sé que eso no pasara, suelto otro suspiro de resignación antes de guárdalo en el bolsillo trasero de mis jeans nuevamente.
Cuando levanto la vista, me consigo con Hannah a unos cuantos metros de mi observándome, con una sonrisa estampada en su cara, la chica rubia alza su mano para saludarme, lleva puesto unos jeans de mezclilla y con una blusa negra, parece estar fresca, como una lechuga, tiene suerte de verse así aunque el mundo a su alrededor se este cayendo.
Me acerco acelerando el paso, su sonrisa se me contagia, subo los escalones restantes hasta llegar a su encuentro.
—Hola— le digo con cariño, antes de darle dos besos en las mejillas.
—Buenos días ¿Hablabas con Oliver?— me dedica una sonrisa encantadora y en respuesta afirmo con la cabeza.
—¿Estudiaste?— pregunto dudosa.
—Sabes que no necesito de eso para presentar, repase todo el contenido ayer— dice irónica— ¿Tú estudiaste?
—¿No se me nota?— pregunto sarcástica.
—Por supuesto, te ves fatal, estas muy pálida— me dice tocando mi rostro— deberíamos ir a la playa— propone.
—Deberíamos ir— sonrió por aquella maravillosa idea.
Nos quedamos en silencio un segundo, Hannah mira a un punto fijo en mi espalda y el rugir de una moto hace que la mayoría de los estudiantes universitarios volteen, mis vellos se ponen de punta, mi corazón desbocado comienza a palpitar, cierro los ojos con exasperada, todos sabemos que es el rey de llamar la atención.
Mis nervios se ponen a flor de piel, vuelve a rugir la moto, llamando la atención de todos los estudiantes universitarios, pero yo no, no volteo y no le doy la satisfacción de sentirse superior de todos aquí.
Y sin siquiera ver sé que ese sonido solo puede ser una persona, solo existe alguien en esta universidad tan arrogante, idiota, atractivo, rubio, sensual y mojador de tangas.
Abel Wolff.
Comienzo a caminar en dirección a mi destino, Hannah camina a mi lado en silencio y no es hasta que estamos suficientemente adentradas en el campus cuando decide hablar.
—¿Aun lo sigues evitando?— me pregunta sin darme oportunidad de responder— Mira, Lauren, yo se que odias que te toque ese tema, pero deja de una vez por todas tu actitud hacia Abel...— la intento interrumpir— No, escúchame, todos sabemos que se gustan y que la energía sexual que se siente cuando están juntos es enorme, eso no es un secreto para nadie. Además de que pertenece a nuestro círculo de amigos y es muy incomodo cuando se ponen pico y pala, parecen dos chiquillos— concluye molesta.
—Eso no cambiará, Hannah— digo después de un momento— sabes lo que paso, lo que me pasa, no quiero acercarme a él, no es fácil para mí, lo sabes, ¡toda la universidad lo sabe!— casi susurro— eso tampoco es un secreto para nadie.
—¿Crees que no lo sé, cariño? Te conozco perfectamente Lauren, somos amigas desde el jardín de niños, pero deberías dejar eso atrás— me dice cariñosa.
—Vale, ya te dije que lo intentare.
—Eso fue hace dos meses...— me encojo de hombros en respuesta.
Seguimos nuestro camino hacia la facultad de arquitectura en silencio, le doy vueltas en mi cabeza a cada palabra que a dicho Hannah, quizás tenga razón, Abel me gusta, me encanta desde hace años, nunca se lo he dicho, no me creo capaz de hacerlo, pero se que aunque de mi boca no haya salido tal palabra, el lo sabe, es consiente de ello, ese campo eléctrico que no rodea siempre esta ahí cuando estamos uno cerca del otro.
Recuerdo ese día, uno de nuestros últimos días juntos, como me abrazaba, como intentaba calmarme, lo hacía con amor, el también lloraba, también sufría conmigo, como todos, pero estaba tan aturdida que no sé a ciencia cierta si fue algo real.
La mañana transcurre tranquila, a la hora del examen, mis nervios se ponen de punta, algo que me dice que reprobare, la hora parece estar a mi favor y va lenta, logro terminar los ejercicios, pero he pasado en la raya, Hannah en cambio se ve relajada, como si nada pasase, a veces quisiera ser como ella, no esforzarme tanto en matemáticas, pero no, soy Lauren Collins, así que no me queda de otra.
A la hora de comer, vamos a un restaurant que queda cerca del campus, es un sitio bonito, la comida es excelente, el lugar es pequeño, toda la estructura moderna y un poco bohemia, cada detalle estratégicamente colocado.
—¡Hola, chicas!— nos saluda Aneko entusiasmada cuando llegamos a la mesa.
La chica japonesa, parece emocionada, esta lleva su lacio cabello negro recogido en un moño, va vestida despreocupada, pantalones sueltos y estampados, un blusa dorada y una tenis blancos; es una de mis amigas de hace unos años, justo cuando se mudó de Japón cerca a nuestra casa, ella ahora estudia idiomas modernos, en la facultad de humanidades, Hannah y yo estudiamos en ciencias.
—Hola, Neko— decimos Hannah y yo al unísono, y las tres reímos, mientras tomamos asiento.
—¿Y Laura? ¿Sigue enferma?— asiento en respuesta —debo ir a visitarla.
—Deberías, ha estado algo afligida— suelto un suspiro.
Mi pobre hermana, lleva ya cinco días así, se percibía como algo mas emocional que una enfermedad, cuando ella estaba así, era mejor darle su espacio.
—Hola, preciosas— escucho la voz masculina de Kevin— ¿Ya han ordenado?— pregunta el moreno tomando asiento al lado de Hannah.
Kevin es el novio de Hannah, como todo buen partido es simpático, piel morena, ojos avellanas, cabello castaño oscuro, jugador de futbol americano, estudiante de economía en su ultimo año, llevan años saliendo, se podría decir es que imposible no imaginarlos juntos.
—No, aun no hemos hecho el pedido, acabamos de llegar— responde Hannah con dulzura.
—Que lindo es el amor— fantasea Aneko.
—Aun falta Abel y Hiro, ya deben venir— habla el moreno de vuelta —chicas, hoy tenemos fiesta en la piscina —dice entusiasmado.
—Kevin, mañana tenemos clases, ¿Recuerdas que hoy es martes?— pregunto incrédula, alzando la ceja.
—Por eso mismo será desde las siete p.m., hasta la media noche, se pueden quedar en mi casa si gustan— dice mirando a Hannah.
—Entonces... ¡Hoy tenemos fiesta!— dice Aneko aplaudiendo— ¡Oh, muero por alcoholizarme!— hace una mueca mirando al cielo.
—La verdad, es que nos hace falta, las últimas semanas han sido agotadoras, ¡Necesitamos divertirnos!— dice Hannah encantada.
—¿Cuento con su presencia hoy?— las miradas caen sobre mí.
—Está bien— rudo los ojos— iré, pero...— me quedo congelada al ver que Abel viene caminando hacia la mesa, nota mi mirada sobre él, cosa que parece encantarle.
El tipo es un adonis, hay que admitirlo, ese el típico de hombre alegre y llamativo, aunque a su vez sus ojos azules se ven intensos y tiene un porte tan varonil y una energía masculina que solía se intimídate en cierto punto.
Lleva puesta una chaqueta de cuero negra, con unos jeans y una camiseta blanca, muy alto, capitán del equipo de Basketball, tiene todo lo que una mujer podría desear, inteligencia, encanto, soltura, físico de un dios, respetuoso, buena familia, para nada un bad boy.
Y lo que mas me irritaba de él, era eso, la facilidad con la que solía aturdirme o atraerme hacia él.
Todo sucede en cámara lenta, llega a nuestra mesa saludando a todos con su típica sonrisa de satisfacción y hasta sentarse a mi lado.
-Hola, Lauren- sonríe abiertamente con picardía, mostrando sus impecables dientes.
Definitivamente, me derrito por dentro, su voz me atrae como si se tratase de un iman, suena tan sensual y varonil, firme y segura, que podría hacerme llegar al climax solo con su presencia, pero me haga la total desinteresada ante él.
Porque el alemán podrá tener todo eso y más, pero la mujer que él busca y necesita en su vida no soy yo.
Me mira a la espera de una respuesta, alza una ceja, y solo por educación, digo lo siguiente:
—Hola, Abel— digo con total confianza.
Un destello de satisfacción cruza su mira y vuelve a sonreírme, todo los ojos están puestos en nosotros y el silencio tenso e intenso que solía ser habitual.
—Pensé que ya no me saludabas— dice irónico.
—Aun tengo educación, Abel— respondo de la misma manera.
Nos quedamos mirándonos en silencio, como si ninguno de los dos fuera a dar su brazo a torcer, el con su cara de satisfacción y yo con mi cara de me importas un carajo.
—¿Entonces..?— habla Kevin rompiendo el silencio.
—Como te decía, iré, pero no me quedare en tu casa, por razones obvias— digo volteando mi rostro hacia Kevin, ignorándole por completo.
—Perfecto, lleven bikini— dice con una sonrisa en la cara— uno sexy— dice viendo a Hannah.
Hiro hace acto de presencia, todos hablamos entretenidos, haciendo bromas, contando anécdotas del fin de semana y de cualquier cantidad de cosas irrelevantes.
Pedimos nuestro almuerzo, el cual me decido por churrasco de pollo con ensalada cesar, papas salteadas con mantequilla y cilantro con un batido de fresa.
El almuerzo pasa relajado en general, pero Abel no me quitaba los ojos de encima, cada movimiento que hacia debe estar grabado en su mente, antes solía apenarme o incomodarme, pero ya estaba totalmente acostumbrada a ello, admito que me gusta como le presta atención y detalle a cada acción ejecutada por mi parte, pero no podemos estar juntos y me pone de muy mal humor.
Después de una hora, nos despedimos y cada uno toma su rumbo, Hannah camina conmigo en dirección a los vestuarios de chicas, para así cambiarnos por el uniforme del equipo femenil de voleibol, consiste de unos shorts cortos blancos con una camiseta azul, me coloco una liga para retener el cabello en mi frente, aplico un poco de protector solar, para proteger mi delicada piel.
Abel era una de las personas que no salían de mi cabeza, siempre estaba el ahí, ocupando un valioso puesto, el había tenido una novia, después de todo lo que sucedía entre nosotros dos.
Amber, ella estudio con nosotros en la escuela secundaria, ahora estudia derechos en otra universidad; ellos dos habían durado solo un año de novios y aunque eso no debía afectarme, secretamente yo estaba enamorada de él, en ese entonces era mi mejor amigo.
Pero no tuvimos tiempo, jamas llegamos a nada, porque ya no se podía, él no se merece esta carga tan pesada que llevo conmigo, así que simplemente lo aleje de mi vida y el como buen hombre se fue corriendo a los brazos de otra.
—¿Qué diablos te sucede?— pregunta Hannah trayéndome a la realidad, hago un gesto indicando que no entiendo— ¿Qué diablos te sucede con Abel?— pregunta seria, casi molesta.
—No me sucede nada— digo cortante mientras trenzo los cordones de mi zapatos.
—Claro, solo te engañas a ti, deja tu maldita auto-compasión— dice ahora molesta— me tienes cansada con todos tus rollos mentales, puede ser que no sea fácil, pero tú, L y Neko se están pasando la raya, son hermosas, inteligentes, tienen hermosos sentimientos, pero todas están con unas malditas dudas, una por miedo al compromiso, la otra por inseguridad y tu— me señala— tu por algo qué pasó hace muchísimos años atrás— intento protestar pero me interrumpe— Y no, no sigas engañándote, date la bendita oportunidad con Abel y si fracasa bueno no era el indicado, y si funciona deja que todo fluya, no te sigas con toda esta mierda, Lauren, tu corazón no es de cristal y no sabes si realmente sea el quien lo arregle— sin decir más se va, dejándome con la palabra en la boca.
Me quedo sorprendida, nunca había visto a Hannah tan molesta conmigo, duro un momento en reaccionar y comenzar a seguirla, camino unos pasos detrás de ella, esperando que se le pase la molestia, su respiración agitada se escucha en el silencio aturdidor.
Ya en la cancha, el entrenamiento es fuerte, el sudor corre por mi cuerpo, me siento sucia, acalorada, cansada y quiero bañarme inmediatamente, el entrenador McQueen está más pesado que nunca, grita, regaña y da órdenes especialmente a mí, gracias a que soy la capitana, por otra parte, Hannah es un desastre, por desgracia cuando se molesta su concentración es nula, no entiende, no procesa y no le da la real gana de hacer la cosas bien, dos horas después salgo bañada en sudor y con la cara más roja de lo normal, por el esfuerzo físico.
Camino lento por el pasillo, sola, ya que Hannah está molesta con mi actitud, veo mis pies, las palabras de ella dan vueltas y vueltas en mi mente.
Se que tiene razón, veo mis pies afligida, por mas que lo intente mi escudo de defensa siempre estaba ahí, no podía desprenderme de ello tan fácil, no me siento segura con la idea de tener una relación sentimental con un hombre.
De repente cocho con algo duro e igual que yo sudado, un rico perfume con olor a hombre mezclado con el olor a sudor, se filtra en mis fosas nasales, me deleito, el olor tan maravilloso, ese olor que yo podía reconocer, que me encantaba.
—Lo siento, no te vi venir— escucho su voz varonil y mi cuerpo se tensa.
—Tranquilo no pasa nada, tampoco te vi venir— digo sin tener el valor de verlo a la cara, doy un paso atrás y me sobo la frente.
—¿Podemos hablar?— pregunta cauteloso— Digo ¿Podemos hablar en la noche?
Me sorprende el tono de voz que ahora usa, inevitablemente subo mi rostro, me encuentro con unos ojos azules impactante, se tornan levemente oscuros, sus intensidad me absorbe y mi cerebro no parece coordinar con mis cuerdas vocales para hablar, nos miramos por unos segundo sin decir nada, el entorno es tenso, ninguno se mueve, como si estuviésemos en un campo minado, si alguien da un paso todo puede explotar; me mira, ojos azules contra los cafés, cargados de anhelo, misterios y dolor.
—Necesitamos hablar respecto a ese tema— dice aun con cautela —quiero...
—No Abel, ya sabes mi opinión, es mejor enterrar el pasado...
—Entonces comienza tú por enterrar el tuyo de una buena vez- dice un poco alterado, pero sin elevar el tono de voz- quiero verte feliz, abrazarte, besarte, te extraño Lauren...
—No—le corto— No lo hagas mas difícil para mí- suspiro pesado —Abel, lo que paso entre nosotros solo duro unos meses, no fue mucho que digamos— digo intentando quitarle relevancia.
Realmente sí fue demasiado intenso, fue la mejor época de mi vida.
Su expresión cambia, parece que lo fuera abofeteado, su mirada se vuelve neutral con un destello de decepción, ve hacia otro lado, respira hondo, pasa sus manos por la cara y vuelve su mirada hacia mí.
—¿Eso es lo que te pareció lo que tuvimos?— vuelve a pasarse las mano por la cara y cuando fija sus ojos en mi puedo ver el dolor en ellos —en serio no puedo creer lo que acabas a decir— está sorprendido y a la vez dolido, lo puedo notar.
—Abel, solo... intenta convencerte qué es lo mejor—digo seria.
—¿Y tú te crees esa mierda?— ríe sin humor—¡NO, LAUREN!—dice exasperado casi gritando.
—¡Tu mismo me hiciste creer eso!— se me humedecen los ojos— te fuiste con otra.
—¡Tu me alejaste de tu vida! — se vuelve a pasar las manos por la cara— Lauren, por favor, tenemos que hablar— casi suplica.
—No, Abel, no hay nada que hablar— actuó indiferente.
—¿Ya no me quieres, Lauren?— dice con voz quebrada.
Los sentimientos comienzan a vibrar en mi interior, con la intención de salir a luz, los intento controlar con todas mis fuerzas, su mirada fija en mi hace que un nudo se instale en mi garganta, el sentimiento de culpa se apodera de mi y no puedo decir ni una sola palabra, no es tan fácil, me embriagan una cantidad de sensaciones que no puedo evitar.
Me mira a la espera de una respuesta, mi corazón desbocado parece que podría salir del pecho, sigo muda durante unos infernales segundos.
—Por favor no, no... lo... hagas más difícil... para mí... yo-susurro entrecortada al borde del llanto—me tengo que ir—digo cuando lo miro con la intensión de seguir hablando— adiós, Abel.
Doy un paso atrás, para caer en cuenta en la dirección que iba, camino decida y paso por su lado sin voltear a verlo por última vez, el vació en mi estómago me indica lo mal que va a terminar todo eso.
Cuando entro a las duchas para chicas, Hannah se encuentra en este, parece sorprendida de verme, se acerca a mí y solo en este preciso instante me permito llorar, lo que provoca que me abrace en consuelo por un rato, diciéndome que todo va a pasar.
Ella ni siquiera se puede imaginar que en realidad, por quien estoy llorando es por Abel.
Nota de autora: ¡Hola, mis amores!
Espero que puedan disfrutar la historia tanto como yo, están adentrándose en los más profundo de mi ser, en mi mayor inspiración.
Recuerden dejar sus votos y comentarios por acaba abajo, será muchísimo para mí.
Nos vemos el próximo sábado con nueva actualización.
Besos y abrazos.
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K.
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