Otra vez, no...

No me equivoqué, y supongo que soy yo ahora la que tiene razón. Por un momento creo que me volví tonta al creer que sería todo lo contrario. Andrés me mira y esta vez no hay prepotencia en sus ojos grises. Hay vergüenza. Mucha.

Y mirando como está la situación no sé si sea buena o mala idea que esté aquí. Esa chica odiosa muy seguramente le terminó a Adrián para quedarse con él, y eso equivale a que ni Adrián ni yo parece que encajamos en esa ecuación que se perfila como la relación perfecta.

―Lo siento mucho, amigo ―Andrés le dice como si no hallara más que decir, palmeando su espalda porque dudo que más pueda agregar―, ¿Cómo llegaste aquí? ―se dirige hacia mí.

―Creo que te llamaba a ti, pero se equivocó. Lo noté agitado y como apenas iba en camino vine de inmediato ―explico sintiéndome muy rara al respecto.

Es como si hiciera parte de todo y a la vez de nada. Independientemente de nuestra anterior discusión Adrián no merece que le echemos más problemas encima. Es cierto que se equivocó de número, y no tengo idea de si lo hizo a propósito, nunca me pidió que viniera. Simplemente lo hice porque de alguna manera puedo identificarme con su pena; sin embargo, ahora que ha llegado Andrés es mejor que me vaya; no obstante, me he llevado una sorpresa con lo que veo en su cara que resuma mucha culpa cuando pensé que no le daría importancia a lo que sucedió. Ahora menos puedo quedarme, ya no quiero seguir confundiendo más con todo esto. Lo mejor que puedo hacer es alejarme y lo dejar a su primo en sus manos. Adrián es su familia y según lo que alardea, no creo que vaya a dejarle solo.

―Camila... ―me llama cuando reconoce mi intención.

―Él te necesita. Será mejor que me vaya...

Trato de cumplir mi objetivo.

―No, no te vayas tú también ―exclama su primo y yo abro mis ojos con algo de conmoción.

―Andrés ya está aquí. ―Busco una excusa a su repentina idea de que me quede.

―Lo sé, y los valoro a ambos, quédense un poco más por favor.

Ay no, adoro la amabilidad de Adrián, pero es precisamente lo contrario lo que quiero. No puedo estar cerca de Andrés. No puedo....

―¿Te sientes bien? ―Andrés le pregunta rompiendo el hilo de mis pensamientos.

―Estoy bien ―confirma―, solo me duele el corazón. Yo pensé que me quería de verdad ―añade acongojado.

Yo solo puedo decir que Laura es una completa bruja. Si no lo quería jamás debió ilusionarlo. No sé qué clase de enfermedad padezca; pero nada justifica herir a alguien así.

―Yo también creía eso ―dice Andrés y en sus palabras se siente, un profundo deje de pesar.

Exhalo hondo pensando que quizás en eso si pueda darle chance y creerle; pero, no puedo creerle que vaya a enfrentarse a su madre por mí. Y aunque una parte de mí todavía cree que puede ser diferente, tengo que poner punto final a todo esto. Se acabó, no estamos en el mismo estrato, el suyo al parecer es mucho más alto que el mío, y lo último que quiero es que me restrieguen en mi cara que no soy la indicada y que jamás estaré a su altura.

Me quedo un rato más, solo porque Adrián lo pide, pero trato de no hablarle ni darle pie para que lo haga. Le aplico la tonta e infantil ley del hielo, y la verdad, después de esto es mejor que retome mi intención de alejarme. Adrián pide recostarse en su cama y él lo lleva a su habitación, así que aprovecho eso para irme y salir de allí antes de que me lo impida de nuevo.

Ya es casi de mañana así que no me es difícil encontrar una ruta de bus para llegar a mi casa. Y lo primero que hago cuando llego y cierro la puerta, es apagar mi celular y meterme en mi cama. Cierro mis ojos, aunque sé que después de lo que ha ocurrido esta noche, va a estar imposible que pueda dormir.

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