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25. Confesión

Narra Andrés

La miro y la miro y sigo haciendo memoria de en qué momento que no recuerdo yo traté de quitarle la novia a mi primo.

¿¡En qué jodido momento!?

―¿¡Qué, te volviste tarado!? ―farfulla la pregunta y sí, estoy tarado porque jamás le haría algo como así a él.

Fui yo quien se hizo a un lado...

―¿Por qué me acusas de eso?

De verdad que quiero saberlo.

―Dijiste que te iluminara, ¡ahí tienes! Duh.

¡Dios! Eso no me hace ninguna gracia.

―¡Respóndeme! ―exijo tratando de mantener la calma y todavía pensando en que fallé.

Jamás me metería con Laura, ni siquiera cuando de verdad me gustaba.

―Te vi, ¡bien! ―dice y yo quedo peor.

―¿Me viste dónde?

En serio quiero saber.

―Te vi cuando ella te recogió en su carro justo antes de cancelarle a Adrián. ¡Eso no se hace! ―me acusa y yo entonces pienso y pienso hasta que caigo en la cuenta de... ese... día.

Pero también en otra cosa.

―¿Me viste? ―increpo y ella se remueve en su puesto, incluso mira por la ventana para evadirme―, estoy esperando que me respondas.

Llego a un semáforo en rojo y me detengo.

―A ver ―insisto.

―¡Sí, si lo hice, contento!

―¿Me estabas siguiendo?

―¡A ver Andresito! ―resopla mostrándose ofendida.

Es obvio que me está evadiendo; pero si mal no recuerdo, ella me despachó cuando la invité. Será que luego se arrepintió.

―Nada de Andresito. Respóndeme Camila.

Ella se gira de mala gana justo cuando me toca poner el carro en marcha otra vez porque me empiezan a acosar los pitos de los otros que vienen detrás. ¡Que se jodan! Pito también y piso el acelerador. Conduzco hasta que nos alejamos de allí y bajo la velocidad.

―No te seguía, solo bajé para buscar un sitio donde almorzar. ―habla y aunque trata de explicarse, lo que yo creo es que se está excusando.

―Sí, como no ―le rechisto y ella resopla abriendo sus ojos y frunciendo sus labios―, bien, no lo aceptes, pero no es lo que piensas. Jamás le haría eso a mi primo y si salí con Laura es porque necesitaba su ayuda y ella me dijo que Adrián le había cancelado, cosa que comprobé cuando los encontré comiendo en tu oficina después que regresé.

―Eso...

Ella abre la boca, pero la detengo.

―Laura nunca me miente. Ella es muy honesta, y no creo que haya inventado eso para estar conmigo. No es así.

―Tal vez le gustas ―emite y soy yo quien abro los ojos ahora―; además, no tengo dudas de que es la chica de la que hablabas el otro día.

Sí, si lo es; pero nada de lo que inventas tiene sentido. Laura está con Adrián, se quieren, van a casarse. Es absurdamente ridículo.

―Eso es absurdo, y lamento que te confundieras...

―¡Confundirme, yo! ―me refuta―, tal vez el confundido eres tú.

―No estoy confundido, sé muy bien lo que pasa, y para que te quedes tranquila y dejes de imaginarte cosas. Hablaré con ambos de este malentendido.

―¡Eres idiota o te haces! Obvio lo negará.

―No puede, Laura siempre ha sido sincera ―reafirmo y ella resopla como si le desagradara mi afirmación―, mira la bolsa, eso era lo que ella me estaba ayudando a comprar. Intenté dártelo toda la semana y solo me evadiste una y otra vez. Deberías al menos pensar en cómo me siento ―agrego, miro la calle y no sé para donde agarrar.

Ni siquiera me ha dicho donde se verá con sus amigos. No me responde la muy canija y solo toma su celular para responder alguna cosa.

―Nos esperan en el BBC de Cedritos ―casi masculla y yo resoplo.

―¿Dirección? ―gruño la pregunta.

Me sereno y pido con amabilidad. Ella estira su mano y pone la pantalla casi en mi cara. Yo ruedo los ojos, pero logro verla, así que me detengo y espero que pasen los carros para hacer un retorno en el primero que encuentre.

―¿Vas a mirar o no?

―Eres un cansón, ¿sabes?

―Y tu una insoportable ―se la devuelvo y ella me arruga la cara y menea su cabeza con sarcasmo pintado.

Pero lo hace, toma la bolsa y saca la caja.

―¿Y?

―Son para reponerte los del... otro día.

―Te dije que...

Levanto mi mano y la hago callar. Por lo menos no nota que volví a mi modo mojigato.

―Se dice. Gracias Andrés por ser un caballero.

―No eres un caballero, eres un idiota.

―Sí, lo soy ―admito en su cara y vuelvo al frente―, pero a este idiota le gusta otra idiota más idiota todavía ―prosigo y es suficiente para que se quede callada y vuelva su mirada a la ventana porque sé que quiere reír―, así que no vuelvas a insinuar eso. Admito que Laura era la chica que me gustaba en mi adolescencia; pero... ya no más. Eso ya es cuento... viejo.

Me callo y sigo conduciendo, pero, me río bajo y como un tonto porque en el fondo siento que ella ni siquiera capta lo que estoy intentando decir. Es tan cabeza dura que seguro no nota que, en realidad, me estoy confesando...

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