Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

17. Enloqueciendo de nuevo

Narra Andrés

Mi madre puede esperar.

Debo estar volviéndome completamente loco para decir eso por segunda vez.

¿Cuándo fue la última vez que evadí una llamada de mi madre?

La respuesta es: Ninguna.

No creo que me esté volviendo loco, más bien creo que alguien me está haciendo perder la chaveta sin proponérmelo, ¿será? Da igual. Es la primera vez que deseo estar con exagerado afán dentro de alguien; pero, no la primera vez que caigo en este tipo de juegos. No, no lo es. Tal vez ella crea que parezco un mojigato; y no lo soy.

«Seamos Follamigos».

Mi mente trae a colación una situación inusual que lo comprueba. La extraña propuesta que recibí de Ava Clayton. Una de mis compañeras en Yale, no cursábamos la misma carrera, pero si veíamos materias afines y fue por una de ellas que terminamos conociéndonos. No le mentí a Camila cuando le dije que no era muy popular con las chicas durante mi estadía allí, si bien, no niego que soy bonito ―eso me decía Ava de forma burlona― no era muy bueno para socializar y menos para entablar relaciones más allá de lo amistoso. De cierta forma, enamorarme de Laura marcó mi vida y mis intereses. No fue fácil desprenderme de ella y dejarla con mi primo; sin embargo, era algo que tenía que hacer porque él se lo merece.

¿Y tú que Andrés? La pregunta salta en mi defensa.

¿Yo? Me cuestiono y sonrío porque ahora ya puedo encontrar lo que merezco por mí mismo. Con Ava, fue ella quien me indujo a tener una pseudo relación para cubrir nuestras necesidades de sexo seguro y sin compromiso, y no puedo quejarme del tiempo que compartimos bajo las sábanas. He de aceptar que con ella aprendí más de lo que hubiera aprendido con el mujeriego de mi hermano y su costumbre de empujarme a seguirle los pasos. Con Ava convivimos los últimos dos años de nuestras carreras, sin compromiso, sin quejas, sin reclamos. Sin ataduras. Y así como comenzó, así terminó sin ni una cosa ni la otra. No niego que me sentí un poco vacío cuando me dijo que regresaba a Inglaterra. Un beso en la mejilla fue lo más cercano a algo romántico que tuvimos en esos dos años. Jamás nos besamos, solía decir que eso era demasiado íntimo y personal frente a lo que teníamos.

Un affaire

Pero a Camila la había besado muchas veces, y no me molesta hacerlo muchas veces más; pero, ¿acaso estaba convirtiendo lo que habíamos empezado en algo demasiado íntimo y personal? No lo sé, solo que ahora quiero que sea diferente a la forma en la que lo había llevado con Ava. Que, aunque no hubo mucho trauma, me quedó el sinsabor de saber si de verdad para ella fue así.

Por momentos me siento estúpido por pensar así; sin embargo, de una u otra forma quiero que esto sea especial. No en vano me leí todas esas novelas que me recomendó Ava en su afán de educarme sexualmente porque en principio era demasiado tímido.

―¿Decidiste irte? ―Camila habla y su pregunta capciosa, me trae al presente, al momento.

Entorno la mirada, reparo en ella y aún hay deseo en su cara sonrojada. Es evidente lo caliente que está. Esbozo una sonrisa que a ella quizás le parece antipática. Y no lo es. Es solo que no puedo evitarlo, me había retraído con los recuerdos de mi increíble pasado sexual. Camino hacia ella y me arrodillo frente al sofá. Sin preguntar, tomo las manos de sus rodillas y las aparto, seguido abro sus piernas y me acomodo entre ellas. Esta vez, no voy a arrancarle la ropa, quiero ir más despacio. Quiero escucharla.

―¿Quieres que me vaya? ―Empiezo tanteando el terreno.

He aprendido que, con ella, nunca se sabe.

―Es tu madre, ¿no? ―observa con seriedad.

Y supongo que es porque mi madre le recuerda a la madre de ese Eduardo. No le conozco, pero ya le odio.

―Sí, lo es. Y no dejará de serlo así le haya colgado.

Me encojo de hombros para marcar mi punto. Ella sonríe rodando los ojos.

―Espero no conocerla. Nunca ―puntualiza y ya sé por dónde va la cosa.

Debería molestarme la frase, pero no. Entiendo muy bien su reticencia a las Marinitas ―la madre de ese tal Eduardo―, y las Cecilitas ―mi madre― que pueden llegar en algún punto a ser insoportables. Ahora, lo sé. Amo a mi madre, pero a veces no puedo con sus exigencias. Aunque antes no eran tan notorias como ahora. Quizás... es que estoy cambiando...

―Quiero quedarme ―expreso con seguridad.

―No te he invitado ―me revira.

Y tenemos de vuelta a la buscapleitos, que lejos de alejarme logra todo lo contrario.

―Yo creo que sí ―afirmo arrogante.

Su mirada se agudiza al tiempo que su ceño se frunce.

―No te lo creas tanto, arrogante.

Arrogante, va mejorando o ya se superó con los adjetivos.

―Te propongo algo ―digo y eso logra por lo menos que ponga un gesto semi interesado.

―¿Qué cosa?

―Una tregua, por esta noche. Déjame quedarme, he bebido y preferiría no conducir.

―Muy sabio de tu parte.

―¿Qué dices?

―Que te puedes quedar en el sofá ―repone logrando levantarse, pero el tenerme en frente de ella solo hace que mi cara quede a la altura de su entrepierna como una provocación.

Beso el interior de su muslo por encima de la áspera tela de jean haciéndola estremecer. Intenta apartarme, no me detengo y sigo dándole besitos. Sus rodillas flaquean, coloca sus manos en mi cabeza para no caerse de espalda. Me abrazo a sus rodillas y la llevo despacio, nuevamente hacía el sofá. Apoyo mis manos a los lados y asciendo lentamente por su vientre acariciando hasta rozar sus pechos por encima de la tela. Tiembla cuando amago morder uno de sus pezones que se notan duros sobre la tela, me mira con sus ojos bien abiertos. Expectante. Prosigo hasta ponerme a la altura de su cara.

―No dije que aceptaría tu... tregua ―murmura apretando sus dientes.

―No hace falta ―respondo.

―Te la crees mucho, ¿verdad?

―No. Yo solo creo que tu quieres lo mismo que yo ―afirmo―. Dime que estoy equivocado ―le reto mirándola fijamente.

No responde, así que tanteo sus labios con los míos, rozándolos despacio, suavemente hasta que responde abriendo su boca y poco a poco se entrega a un beso que se vuelve hambriento y posesivo y que estoy gustoso de complacer. Sus manos van a mi cuello, las mías a sus hombros, la empujo despacio hasta hacerla recostar sobre el mullido y viejo sofá. Sus manos dejan mi cuello y van a mi camiseta, levanto los brazos y dejo que la saque por encima de mi cabeza. Hago lo propio con la suya sin dejar de besarla, de probar su lengua y hacerla gemir. Sus manos se enredan en mi cabello mientras suelto los broches de su sostén. Suelto su boca y bajo a una de sus tetas. Chupo y luego muerdo el pezón como lo deseaba hasta hacerla chillar y jadear buscando aire. Le doy la misma atención al otro, y a desgano lo dejo por mi siguiente objetivo, llevo mi mano al centro de su entrepierna y la agarro apretando duro. Se retuerce contra mi mano y está tan entregada que ni siquiera protesta cuando suelto el botón, bajo el cierre y le saco los pantalones arrastrando con ellos sus pantis. Se revuelve debajo de mi cuando flexiono sus piernas y las abro.

―¿Que ha...?

Voy a comerte, quiero responderle para que diga una de sus ocurrencias, pero contrario a eso se lo demuestro. Beso su pubis haciendo un camino de besitos hasta su sexo haciendo que vuelva a gemir, y como estoy empezando a disfrutar de ese dulce sonido. Sus manos vuelven a mi cabeza y noto su indecisión al intentar alejarme o mantenerme allí. Entonces prosigo lamiendo y saboreando su centro hasta que no puede resistirse, estimulo su punto débil y cuando menos lo espero y la hago chillar y correr con mi lengua.

Levanto mi cabeza y la veo como deja caer su cabeza sobre el sofá extasiada, no espero y busco el condón guardado en mi billetera. Quien iba a pensar que haría eso algún día. Con Ava era sexo seguro e hicimos un trato para cuidarnos. Me gustaría hacerlo con ella también, pero se lo preguntaré después, no ahora. Ahora quiero hacer más que lamerla.

Me deshago de los pantalones y para su sorpresa por la cara que pone no me había puesto boxes. Me lo pongo evitando verme torpe hasta que sin más demora me acomodo encima de ella. Me mira, increíblemente no hay hostilidad en su rostro.

―Me gusta esto Camila, y a ti también. ¿Aun quieres que me vaya?

―¿Lo estás preguntando...precisamente...ahora? ―balbucea.

―¿Te gusta también?

―Eres idiota.

―Creí que era un cretino.

―Eso también ―masculla irreverente a pesar del calor que hay entre nosotros.

Eso me hace reír, porque sé que se mordería la lengua antes de decir lo que siente. Y no me molesta. Tampoco sé a dónde quiero que lleguemos con todo esto, solo sé, que ahora y tal vez mañana y la otra mañana que llegue, quiero hacer esto con ella. Atrapo su boca y la beso sin darle tiempo a apartarse mientras penetro en su interior y sin demora me hundo más y más, y cada vez más profundo en su apretado interior. 

°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°    

Perder la chaveta: enloquecer.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro