Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

11. Riña

Lo siguiente que le doy en respuesta a su provocación es un rodillazo en su entrepierna.

―¿Andrés? ―Adrián se gira tapando el teléfono―, no me digas que te dieron ganas de ir al baño.

Le mira extrañado y yo solo quiero reír.

―Que te den Adrián ―le responde recomponiéndose. Y él vuelve a continuar con su animada llamada―. ¡Vete al diablo! ―me rechista a mí.

¡Te lo ganaste! Festejo en su cara.

―No tienes nada más original que decir ―lo increpo.

―Que estás de infarto ―me la devuelve―, matarías a un anciano del corazón, si te viera con esa pinta.

―Pero miren que graciosito te volviste ―me sacudo de su agarre a punta de hombros contra él.

Se aparta a la mala y yo sigo caminando, no veo la hora de salir de aquí. A pesar de que me vestí así para cabrearlo, me siento incomoda y abochornada. Este no es mi estilo.

―¿Vas a tu trabajo? ―pregunta espantándome por el tona que usa, y a propósito, que le importa.

―¿Te importa? ―replico mi pensamiento.

―Yo voy a almorzar.

―Bien, ojalá te atragante y te indigestes ―lo reto, su mirada me fulmina.

No sé qué me pasa; pero... en el fondo disfruto azuzarle el genio de mierda que siempre carga.

―Oigan, ¿todavía siguen en lo mismo?

Adrián nos mira a ambos.

―¡No!, para nada ―respondo adelantándome y dejándolo atrás.

―Andrés, me tengo que ir ―Adrián se disculpa con él y me mira a mí―. Me alegra que hayas aceptado el puesto, bienvenida ―añade, me besa en la mejilla y se marcha dejándome lela. Seguido siento un dedo en la comisura de mi boca, me giro y es él estúpido.

―Tienes baba, ahí ―dice y ahora soy yo quien lo fulmino.

Me alejo de él y me apresuro en salir de ese lugar; pero ahora en serio tengo vergüenza, la chaqueta que traigo me llega hasta la cintura, lo que provoca que, al salir a la calle, y enfrentarme con el bullicio y la gente, reciba sin remedio toda clase de miradas bien pasadas. Me maldigo, es mi culpa, es lo que obtengo por intentar amargarle el rato a... él.

El ruido de un estrepitoso pito de carro me espanta haciendo que me sobresalte y salte en la acera, me volteo furiosa, para ir a darle en la jeta a quien quiera que sea. Entonces me encuentro con un BMW todo terreno. Andrés va dentro y me abre la puerta.

―Sube ―dice, y su mirada es toda indulgencia.

Preferiría otra cosa que ir con él, pero nada que hacer. Me resigno, no quiero caminar más por la calle vestida así. Lo hago a regañadientes.

―¡Vaya! ¿Y eso que fue?

―¿Qué cosa?

―No dijiste nada. Ni te quejaste ―me incordia.

―¡Ya párala, Andrés! Tú ganas ―resoplo mientras me pongo el cinturón.

El tonto trata de disimularlo, y no puede. El muy maldito está que se parte de risa, y algo que he notado cuando lo hace de ese modo, es que, luce... tan normal.

―¿Tienes que ir a trabajar ya? ―pregunta despreocupado mientras empieza a conducir.

―Te dije que ese no es tu problema.

―Definitivamente eres una pólvora. Estoy siendo amigable, por si no lo notas.

―No se nota; pero podrías dejarme en mi casa, si se puede abusar de tanta amabilidad, claro. Quiero cambiarme. Mi turno empieza a las cinco.

―Claro que se puede, y de paso, te invito a almorzar ―le doy una mirada escandalizada, eso me sobrepasa.

¿Invitarme a almorzar? ¿Él?

―¿Te picó algún bicho raro o qué?

―No, eso no es necesario. Soy bastante civilizado.

―Y yo bastante arcaica. ¿A qué viene tu extraño buen gesto?

―Solo es agradecimiento. En serio necesitamos a alguien bueno e inteligente como tú.

―¡Ahora te burlas de mí! ―resoplo, no me parece un comentario agradable.

―Demonios, mujer, quien te entiende.

―No lo hagas, no lo necesito ―resoplo otra vez.

Él calla, y así continuamos hasta que llega a mi casa, estaciona frente al andén y baja conmigo. Acaso intenta entrar. Me giro y lo freno.

―¿A dónde vas?

―Contigo, ¿por qué?

―Puedes esperarme acá, no me demoro y salgo en un dos por tres.

―Necesito que me prestes tu baño, me estoy meando ―rezonga, y yo exhalo fuerte para no reír.

―Has como los perros, busca un poste, ustedes no tienen tanto problema como nosotras.

―No soy un perro, soy humano, y como humano, necesito un baño, no un poste. O es que tienes algo que esconder y no quieres que me entere.

―¡Ni al caso! Entra si te da la gana ―ladro y empiezo a caminar al interior del edificio.

Saludo al portero, e increíblemente Andrés hace lo mismo, y de manera educada. Me hace mirarlo espantada. Él se dirige al ascensor y le detengo. Le hago señas de que vivo en el primer piso, me sigue, y cuando abro la puerta de par en par para que entre, da un pequeño resoplido.

―Ya veo por qué no querías que entrara. Vives en una pocilga.

―Que te den por donde más te duela. Imbécil ―escupo enojada y por casi le tiro la puerta en la cara.

La detiene y entra muy ufano reparando todo alrededor.

―El baño, ¿Dónde? ―exige, le señalo la puerta rápido, no quiero que me mee el piso.

Entra en él y yo me meto a mi cuarto, el único. Mi apartaestudio es bien pequeño. Y de una sola habitación, al igual que un solo baño. Y es la primera vez que un hombre mea en él, y tendré que limpiar el bizcocho cuando acabe. Odio cuando veo esos goteos en el baño del restaurante; pero vaya con la mala puntería. Me sacudo a rabia y hago lo que vine a hacer, me pongo un jean ajustado, una camisa a cuadros y mis infaltables Converse negras. Me recojo bien el pelo en un moño y salgo a la sala. Él ya está sentado en el único sofá que hay. Nada que ver con su elegante sala, donde...

¡Demonios! Por qué recordé eso.

―Ya estoy lista, ¿dónde iremos a almorzar? ―inquiero para sacudirme los malos pensamientos, de una calurosa noche. Solo ha pasado un día; pero, en serio no quiero recordarlo. Él parece vigilar cada uno de mis gestos. Seguramente, ya se olvidó de todo eso, y yo me pregunto por qué yo no lo hago de una buena vez. Acaso le importa; trato de obviarlo, pero, a veces me desconcierta su frialdad

―No te preocupes por eso, ya tengo el lugar.

―¿Qué lugar es?

El Corral, comeremos ligero, ¿o tienes alguna choricería en mente?

Este hombre en serio me alborota.

―Que te den, infeliz ―murmuro haciéndole reír.

―Tienes una boca bastante sucia ―dice acercándose a donde estoy, y siento que se roba el aire; ¿por qué tuve que pensar en eso?―. Debería lavártela con jabón desinfectante, o...

―No. Me. Digas ―freno cualquier cosa que intente decir para amargarme.

―Sí. Te. Digo ―me remeda encarándome, acortando el espacio entre nuestros rostros, demasiado cerca.

―Ja y ja ―rechisto en su cara.

―Un poco de lenguaje culto y moderado, no te vendría nada mal ―comenta inexpresivo.

―Vámonos ya, animales como tú, sí que necesitan un corral ―intento seguir con la misma agria actitud.

―Animal. Así que te parezco uno. Eso es lo que pensaste de mí esa noche.

¡Y ahora que! A qué viene sacando eso. Lo cierto es que desde ese sábado que salí corriendo, de su chalet después de acabarme el desayuno, he hecho mil maromas mentales para no pensar en ello otra vez, y no ha sido fácil, no lo es ahora. Debe ser esa la razón por la que soy tan hostil con él.

―No dices nada ―prosigue acorralándome con su cuerpo. Ahora huelo su aroma.

¡Que me den a mí, por idiota!

―No hay nada que decir ―escupo dispuesta a no seguirle la cuerda, seguramente solo quiere mortificarme.

Lo aparto a empujones y me dirijo a la puerta, lo instigo con la mirada para que salga, necesitamos irnos, ya. Él me da su sonrisa de diablo, y al pasar por la puerta me atrapa contra ella con todo su cuerpo.

―A mí también me gustó, y no lo podemos negar ―me restriega en la cara como si yo hubiera respondido algo; tal vez no usé las palabras, debió notarlo en mis ojos y en mis cachetes rojos.

―Fue un error. No volverá a ocurrir ―replico y él en respuesta tuerce su boca, no dice nada. Mejor así, que le quede claro.

Sale y yo le sigo después de cerrar la puerta, y como lo advirtiera, almorzamos en El Corral de la noventa y tres. Por su bien y por el mío, no volvió sobre el tema. Después me deja en el café. Tomo mi turno y empiezo mi trabajo, veo a Pipe cuando llega, e intento ir a él; pero, me embolato con toda la gente que llega, y en ningún momento se me acerca, incluso se marcha antes que yo.

¿Qué le pasará?

°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro