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Capítulo 32. El plan de las Reinas
















Marcos, Caius, Aro, Demetri, Félix, Rebecca y Alec se encontraban sentados  rodeando la mesa, en silencio observando con atención a las dos mujeres en frente suyo.

Que terriblemente les daba miedo su cara de concentración y el silencio que los rodeaba.

Al notar que sus dos reinas/esposas no iban a abrir la boca, Aro carraspeó en un intento de saber el porqué estaban reunidos en el salón de su mujer y para que los llamaron.

—Reina mía.— habló Aro.— ¿Qué es lo que te preocupa?

—¿No es obvio? Aro Vulturi.— masculló molesta Sulpicia.

—Mierda.— pensaron todos al escuchar el tono de voz de la pelinegra y no ayudaba para nada la mirada irritada de  Athenedora.

Mientras tanto Aro estaba pensando que había pasado o hecho para que su mujer estuviera de aquella manera.

¿Se había olvidado de algún compromiso?

Caius no dijo ni una palabra.

Prefería quedarse callado.

Marcus al ver que el comportamiento de las mujeres de su ex cuñado y del rubio  los dejó mudos, decidió hablar.

—Athenedora, Sulpicia.— las llamó suavemente, teniendo dos pares de cuchillas sobre el.— ¿Por qué todos estamos reunidos aquí?

—Hombres...— mascullaron las dos, irritadas.— ¡¿En serio no se dan cuenta?!

》¿Quién falta en este lugar?《

—Paola.— respondió rápidamente Rebecca.

—Y mi hermana.

—Exacto.— habló esta vez Athenedora.— ¿Y saben por qué no están aquí?

—Eh... ¿Porque se olvidaron?— cuestionó Félix, recibiendo una mirada asesina de parte de sus reyes.

En ese mismo momento, Félix decidió no abrir más su boca.

—Por supuesto que no.— respondió la peliblanca.— No están aquí, porque así lo quisimos.

—Y eso, ¿Por qué?— preguntó confundido Demetri.

—¡Es obvio!— estalló Rebecca, irritada (al igual que sus reinas) al ver que no se daban cuenta.— Es porque Jane y Paola no están bien.

—Exacto.— sonrió aliviada Sulpicia.— Gracias Rebecca por ser la única que piensa en este lugar.

—Han pasado semanas... ¿Y siguen sin hablarse?

—Bueno... no es que hablaran todo el día, ni mucho menos se consideraban amigas para hablarse...

—¡Dios no! ¡Saca esa palabra de tu boca!— estalló furiosa Athenedora, asustando a los presentes.— ¡Ni siquiera se te ocurra repetir esa palabra!

—¿Cuál?— preguntó en un susurro Félix a Demetri.

—Creo que la palabra que comienza con A... y termina con miga.— le respondió de la misma manera, ignorando las miradas llenas de indignación e irritación de los presentes.

—No pueden ser...— y Sulpicia no pudo decir aquella palabra.— Tienen que ser pareja.

—¿Pa-Pareja?— cuestionó aturdido Demetri, mientra que Félix estalló en carcajadas al oír aquella palabra.— Mis reinas... ¿Quieren que Paola y Jane sean pareja?... ¿Están bien?

—Demetri.— masculló con la mandíbula tensa Aro.— Cuida tu tono de voz, estas hablando con tu reina.

—Lo... lo siento.

—Félix.— advirtió Caius, donde el mencionado recibió un codazo en las costillas por parte de Rebecca.

—Per-Perdón amo.— respondió con la cabeza baja.— Es que... es difícil de imaginar a Jane y Paola en... una relación.

—¿Es así?— cuestionó Aro con curiosidad al igual que Caius y Marcus.— ¿Por qué?

—Porque...— Félix dudó.— Jane es... Jane.

—Eso no lo explica.

—A Jane todo el mundo le tiene miedo...

—Menos Paola.— interrumpió Marcus.

Alec sonrió por primera vez.

Asustando a Félix, Demetri y Rebecca que lo miraban como si le hubiera un tercer ojo.

—Alec.— habló Marcus.— ¿Qué nos puedes decir de tu melliza?

—Mi hermana ha cambiado Amo.

—¿Dónde?— cuestionó indignado Demetri.— Yo la veo igual de diabólica, sin ofender.

—Exacto.— apoyó Félix.

—Si Alec dice que Jane cambió es porque es así.— respondió Aro.

—Bueno... supongamos que es así.— tomó la palabra Rebecca, estando del lado de Demetri y Félix.— Eso no nos garantiza de que Jane pueda tener sentimientos hacia Pao.

—Y tampoco sabemos si Paola también tiene sentimientos hacia Jane, que lo dudo y si llega a ser así... pobrecita.— susurró lo último Demetri.

—Paola tiene algunos sentimientos hacia Jane.— habló con seguridad Athenedora.

—¿Y eso cómo lo sabes?— le cuestionó Caius hacia su mujer.

—Instinto femenino.

—¿Nos vamos a guiar por eso?

—Es que ustedes son hombres.— respondió con obviedad Sulpicia siendo apoyada por Athenedora y Rebecca.— No saben nada de romance.

Ninguno dijo ni un "pero" ya que era verdad.

—Hagamos un hipotético caso de que esto fuese real, que las dos pueden llegar a tener sentimientos entre sí...

Silencio, mirándose a las caras.

—Es muy difícil de imaginar.— habló Caius con sinceridad.

—Así es... y más en estos momentos que no se hablan, están peleadas.

—Bueno... por eso estan aquí.— habló con seguridad Sulpicia, cruzando sus dedos como el Señor Berns.— Tenemos un plan.

Los presentes se miraron confundidos para luego mirar a las reinas que sonreían de oreja a oreja, provocando escalofríos a todos.

Esto no va a terminar bien.— pensaron todos con pesar.
























Paola no daba crédito a lo que estaba escuchando.

De hecho, sintió un gran peso sobre su estómago al oír esas dos palabras en una misma oración.

¿Por qué Marcus le hacia esto?

¿Por qué?

¿Por qué tenía que ser justo ella?

—Paola... ¿Estás escuchando?

—Creo que la perdimos.— se escuchó en lo bajo.

La pelinegra parpadeó y miró a su alrededor teniendo todas las miradas sobre ella, incluida de cierta rubia que se encontraba a su lado a unos metros de distancia.

—¿Pao?— la llamó preocupado Marcus sentado en su trono, al igual que Aro y Caius que al lado de cada uno se encontraban sus esposas.

La pelinegra esta vez se obligó a reaccionar y preguntó.

—¿Ir... a una misión... con ella?— la señaló a la rubia, sintiendo cuchillas sobre su piel.

—Si.— respondió el rubio con obviedad.

—¿Estás bien Caius?— le preguntó con falsa preocupación la pelinegra.— Te veo más pálido.

— Estoy... perfecto.— masculló con la mandíbula tensa.

—¿Hay alguna queja? Paola.— preguntó Sulpicia dónde la neófita tuvo que responder educadamente al tenerla en frente como su Reina y no como su amiga.

—Lamento informarle que si, mi reina.— respondió sinceramente.— ¿Por qué Félix, Demetri o Alec no nos pueden acompañar?

—Porque ellos ya tienen asignados sus propias misiones.

—¿Y no puedo ir con Rebecca?

Rebecca tembló en su lugar al tener la mirada de sus reyes sobre ella y de todos los demás.

Más la súplica silenciosa de Paola sobre ella.

—Lo lamento Pao.— sonrió apenada.— Pero no estoy asignada a esta misiones.

La pelinegra hizo un puchero.

—¿Por qué tanta queja? Paola.

—¿Me lo estas preguntando en serio o es joda?

Aro alzó una ceja, donde la pelinegra supo que estaba hablando en serio.

—No se si se han dado cuenta pero... no nos llevamos bien.— explicó como si fuese lo obvio.— Además estoy segura que Jane tampoco quiere hacer esto.

Jane al sentir todos los pares de ojos sobre ella, bufó y respondió.

—Por supuesto que no quiero, pero no me ando quejando como una niña berrinchuda.— respondió con obviedad Jane.— En una hora salimos, amo.

—Perfecto.— sonrió con todos los dientes Aro.— Vayan a prepararse.

Paola bufó por lo bajo y asintió con la cabeza. No miró a ninguno de los reyes, ni a los que podría considerar sus amigos, molesta por su traición.

Los reyes y las reinas vieron la espalda de la rubia y la pelinegra irse del salón hasta separarse y cada una tomar su rumbo antes de encaminarse hacia su destino.

—¿Creen que funcione?

—Lo hará.

—Del odio al amor hay un paso.

—Y del amor al odio también.

—Félix...

—Me quedaré callado.

























Y ahí estaban.

En una mini ciudad lejana a Volterra en búsqueda de un vampiro problemático que debían encontrar.

Y aunque la situación era incómoda y tensa entre las dos, acordaron que para cumplir con la misión se hablarían solamente si conseguían información del caso.

Sin embargo, desde que habian llegado, Paola no se encontraba en todos sus sentidos.

De hecho, en estos momentos sus ojos solemente se encontraban en un papel pegado en una vidriera, mostrando la imagen de una joven de 15 años de cabellos rubios y orbes marrones que lo que más la inquietaba era la siguiente palabra...

》DESAPARECIDA《

Sus orbes rojizos escondidos detrás de unos lentes de contacto de color negro no se apartaban de la imagen de la adolescente que sonreía de oreja a oreja.

Una sonrisa inocente.

Llena de felicidad.

Su mano se alzó para alcanzar a dicha ficha de aquella joven cuando su muñeca es sujetada con firmeza, logrando despertarla del trance en el que estaba.

Primero miró la mano pálida que sujetaba su muñeca para luego dirigir su mirada a la responsable del agarre. Giró su rostro a la izquierda encontrándose con unos orbes celestes falsos y una mirada de molestia.

Eso provocó que Paola se soltara rápidamente del agarre de la rubia.

—Andando.— ordenó Jane dándole la espalda a la pelinegra y comenzando a caminar.

Paola rodó los ojos terriblemente cansada y molesta por tener que hacer esto con ella.

Además... ¿Cómo iban a encontrar a dicho vampiro cuando ninguna de las dos tenían habilidades para rastrear?

Esto solo sería un infierno y más al tener el sol apuntando con firmeza  sobre sus cabezas, que a pesar de que tenía una gorra cada una, los rayos quemaban sobre ellas.

Como si el sol supiera de su secreto.

—Debemos encontrar un lugar para descansar.— opinó, colocándose al lado de la rubia, las dos paradas esperando a que el semáforo cambie de color para poder cruzar.— Al anochecer podemos ir y buscarlo... no podemos arriesgarnos a que nos vean.

Jane solamente asintió con la cabeza y avanzó siendo seguida por Paola, odiando que la dejara hablando sola.

—Que esto se termine rápido por favor.— suplicó la pelinegra.










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¡Hola!

¿Qué tul?

Maratón 1/3

Saludos.

~M.




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