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Capítulo 27. Vinagre





























































Paola suspiró resignada sentada en su sillón viendo el paisaje a su alrededor, disfrutando de su balcón.

Sí, su balcón.

Suyo.

Luego de haber rechazado el collar los reyes insistieron en que aceptara la nueva habitación y en esta, aunque no quisiera, tuvo que aceptar porque cierta persona le había destrozado la puerta.

Y Paola no quería una habitación sin puerta.

Por lo tanto, por ahora, estaba disfrutando de su balcón viendo el paisaje del exterior, pudiendo ver el jardin interno del edificio. Era una vista muy bella y el sol, apesar que le molestaba que los pequeños rayos tocaran su piel, iluminaba y calentaba las hermosas flores del patio.

Miró su mano derecha que todavía tenía temblores ante el arranque de su brazo, que el Doctor Cullen le había dicho que era normal, su cuerpo todavía no se adaptaba el tener de vuelta su brazo en el lugar indicado, por lo tanto solo debía esperar un tiempo más y los temblores pasarían. Notó fascinada y divertida como la piel de su mano brillaba ante los rayos del sol tocar su extremidad.

Se rió consigo misma al recordar su primer encuentro con el sol hace 5 meses atrás. Uno de sus intentos de morir. Volvía de robar unas bolsas de sangre cuando el maldito pronosticador del tiempo se había equivocado.

Cuando no.

Había dicho que iba a estar nublado y que iba haber fuertes tormentas, lluvia, granizo, etc... ¡Y Boom! Nada que ver, el cielo bien celeste, nubes blancas y esponjosas y el sol brillando en todo su esplendor hasta se imaginó que se burlaba de ella.

¡Iba a matar a ese imbécil!

Era su fin.

En ese momento pensó que era su final, estaba escondida debajo de una sombra de un callejón maloliente pero que a simple vista se podía encontrar con ella.

¡Estaba expuesta!

¡Y la sangre de tantos humanos la habían abrumado!

Paola tuvo miedo en ese momento.

Pero, aún así, decidió arrojarse a los rayos del sol y morir calcinada antes de matar a alguien inocente.

Y por ahí, podría reunirse de vuelta con su familia.

Entonces, lo hizo.

Cuando notó que no había ningún humano cerca, se arrojó a los rayos del sol esperando su muerte pero nada pasó. Hasta gritó exageradamente 》¡Muerte, sangre, dolor!《 y también 》¡Me quemo! ¡Me quemo!《 pero aún con esas palabras dramáticas no murió. Para nada. Es más, se dio cuenta que se había vuelto una especie de campanita brillante y en ese momento se gritó así misma.

》¡Yo si creo en las hadas! ¡Creo, creo!《

Y siguió su camino antes de que algún humano la viera brillar como campanita volviendo a su bati-cueva.

Rió negando con la cabeza al recordar aquello.

Estaba sola en ese tiempo, Lucas no había parecido todavía, de hecho creía recordar que apareció dos semanas después de ese momento.

Suspiró amargamente.

—¡Hola Paola!

La pelinegra frunce el ceño y se levanta de su sillón del balcón y se acerca al borde para mirar hacia abajo, encontrándose a las reinas, ambas con dos paraguas para evitar los rayos y junto a ellas se encontraban Félix y Jane con sus capuchas negras.

—Hola mis reinas.— saludó tímidamente moviendo su mano del lado a otro, no sintiéndose muy cómoda que la vieran en el balcón con sus aires de tristeza.

—¿Te gusta tu nueva habitación?— preguntó Athenedora con una sonrisa orgullosa en sus labios.— ¡La hemos elegido y decorado nosotras!

—Si, muchas gracias.— respondió nerviosa al tener dos pares de cuchillas rojizas sobre ella. Uno siendo de Félix por haber estado faltando al entrenamiento y la otra era de la rubia que no sabía porque la miraba como la peste, otra vez.— es muy bonita.

—Está al lado de la de Jane.— agregó Sulpicia como si le interesara saber a la pelinegra.— ¿No es así Jane?

La rubia dejó de mirar a la neófita como dagas y suavizó su mirada hacia la reina e inclinó su cabeza diciendo.

—Si, ama.

—Espero que nos invites para hacer otra noche de chicas.— habló Athenedora mirándola con una sonrisa gigante.— fue muy divertido la anterior.

—De paso, estrenamos tu habitación.— siguió Sulpicia con una sonrisa gigante en sus labios, emocionada hasta que frunció el ceño confundida.— Así se dice, ¿No?

—Creo que si.— susurró Athenedora de la misma manera que Sulpicia.

Paola rió al ver aquello, se le hacía demasiado tiernas y sexys el verlas adaptarse al nuevo mundo.

—Oh, que bueno que te hicimos reír.— comentó Sulpicia aliviada.— extrañamos verte contenta Paola.

—Estoy bien.— respondió con un intento de sonrisa, incómoda hacia el rumbo de la conversación.— no es necesario que se preocupen...

》Estoy bien.《

Silencio.

Paola dio su mejor sonrisa en un intento de convencer a las dos mujeres de que estaba bien pero el silencio y las miradas que le daban los cuatro la hacían sentir terriblemente mal, culpable e inútil, provocando que el cielo comenzara a aparecer nubes profundas y oscuras.

—Será mejor que entremos.— interrumpió Félix que Paola se lo agradeció mentalmente.— parece que se largará una tormenta.

—Si, será lo mejor.— respondió Sulpicia mirando de vuelta hacia el balcón viendo como la pelinegra miraba hacia el cielo con un ceño fruncido.— Paola tú también entra ¿Si?

—Si, mi reina.

—Iremos a entrenar.— interrumpió Athenedora.— ¿No nos quieres acompañar?

—Mis reinas... ustedes entrenan...

Félix se calló ante las dos miradas profundas y serias de las dos reinas y asintió con la cabeza respetando la decisión de ambas.

—Entrenaremos en el gimnasio como todos los demás.

—Mis reinas.

—Jane.— la llamó Sulpicia.— ¿Quieres entrenar con nosotras?

Jane aplanó los labios y asintió con la cabeza.

—Será un placer.

—¿Ves Paola? Hasta Jane vendrá con nosotras.— habló Athenedora volviendo su atención al balcón que esta las miraba con dudas.— si cambias de opinión, sabes donde encontrarnos.

Paola aplanó los labios y asintió con la cabeza viéndolos a los cuatro desaparecer en un parpadeo. Vio como el cielo volvía a esclarecerse, alejándose esas nubes negras para dejar que el sol caliente una vez más, sabiendo que venía de ella.

¿Y si hacia algún movimiento falso y lastimaba a alguien?

¿Si perdía el control y lastimaba a las reinas? ¿O a Félix o a Demetri?

Gruñó molesta consigo misma y se encerró en su cuarto cerrando las cortinas sin querer ver el cielo otra vez.

Por alguna rara razón su don se encontraba ligado a sus emociones y por como es ella, no es nada bueno.

Suspiró.

Pero tampoco podía desobedecer una propuesta por parte de las reinas, no podía negarlas.

Bufó abriendo su ropero para sacar su vestimenta deportiva.

—Agh, mi lesbianismo me puede.




























































Había un tenso y horrible silencio en el gimnasio. Varios de los vampiros tensos y nerviosos ante la presencia de las reinas que estaban emocionadas dando puños en el aire mientras que otros estaban tensos ante la presencia de Paola y de Seira, que la mayoría miraban a la última como la traidora y a la primera como si le hubiera salido dos cuernos luego de haber estado encerrada en su habitación por dos semanas y más ante los hechos que ocurrieron allí y luego en el salón.

¿Cómo era posible que la neófita que había sido atacada por la infiltración de un topo defendiera al topo?

O mejor dicho... ¿Cómo era posible que la neófita haya ido en contra de las pruebas de Jane?

—¿Lo estoy haciendo bien Paola?

La pelinegra parpadeó varias veces al quedarse mirando un punto inexistente, intentando ignorar ese horrible ambiente y prestó atención a Sulpicia que hacía varios golpes de puños en el aire.

—Yo... creo que sí.— respondió dudosa.— Debería preguntarle a Félix.

—Oh... bien.

Paola sonrió incómoda y se dirigió hacia el otro extremo del gimnasio en un intento de desaparecer de las miradas y de los cuchicheos sobre ella.

—Hola Paola.

La pelinegra miró a su costado notando a Rebecca que le sonreía amablemente hacia ella que le correspondió.

—Hola Becca.— saludó viendo que detras de ella estaba Seira incómoda.— ¿Te molesta que te llame así?

—No, para nada.

—Bien y... hola Seira.

—Hola.

Silencio incómodo.

—Yo...— carraspeó volviendo a hablar Rebecca.— quería agradecerte por defender a mi amiga.

—No somos amigas.— refufuñó la pelinegra.— las amigas se queman las manos por la otra.

—Ya me disculpé contigo.

—Dudaste de mi.

—Y me siento avergonzada por eso, fui una cobarde realmente lo siento.

Seira no respondió en cambio se fue de allí.

—No me lo perdonará nunca y tiene razón, fui una mala amiga.

—Yo... no se que decir.— rió completamente incómoda ante esa conversación.

—No tienes que decir nada.— rió también incómoda.— ¿Quieres... entrenar conmigo?

—Amm... no tengo muchas ganas...

—Bueno... ¿Quieres ver mis nuevas pelucas?— le preguntó.— ¿Y ropa que traje para el camuflaje?

—Amm... si, eso me gustaría más.

—Entonces vamos.— la agarró de la mano y se dirigieron hacia otro lado del gimnasio, un espacio más vacío para luego salir del lado de otra puerta, para pasar desapercibido por las miradas de Félix sin saber que cierta rubia vio como se alejaban.






































































—Me encanta este color.

—Y te queda espectacular.

—¿Tú crees?— preguntó mirándola a través del espejo de cuerpo completo que se probaba una peluca de color rojo.— creo que es muy fuerte.

—Te queda muy bien.

Paola sonrió y giró sobre sus talones para buscar otras pelucas mientras que Rebecca colocaba varias prendas de ropa sobre la cama, mostrándole los conjuntos.

—Me encanta ese pantalón.— susurró acercándose a Rebecca, apreciando el jean negro oxford con flores rojas pintadas en los bolsillos y hojas en los costados de la rodilla.— que buena ropa tenés che.

》¿Donde lo compras? ¿En la salada? 《

—¿Eh?— preguntó confundida mirándola que al ver el gesto de la neófita que no le diera interés, le dijo.— Te la regalo.

—¿En serio?— preguntó incrédula mirando entre el pantalón y a la linda rubia, que al ver el asentimiento de cabeza chilló emocionada.— ¡Gracias!

Un poco más se abalanza sobre la cama para agarrar el pantalón que al agarrarlo casi se pone a llorar al ver el talle.

—¡Es un 40 la recalcada concha de tu hermana!— gritó furiosa con el pantalón apretandolo entre sus manos, queriendo arrancar el talle.— ¡¿Por qué sos un 40?! ¡¿Por qué?!

—¿Y cuanto tenés?— preguntó Rebecca en un intento de calmarla al verla zamarrear la prenda de un lado, furiosa.

—Un 44...— hizo un puchero dejando el pantalón sobre la cama.— ¡Un maldito 44!

—Es un jean elastizado.— explicó Rebecca.— se estira, si intentas probártelo.

—Bien...— se ajustó las mangas invisibles viendo fulminante al jean.— me lo voy a probar.

Mientras que en la habitación de Rebecca había una guerra, nos dirigimos hacia otra parte del castillo, siendo el gimnasio, en donde  una pequeña pero elegante vampira de cabellos rubios atados en un delicado moño aplastaba a todos sus contrincantes que se enfrentaban a ella.

Literalmente los aplastaba.

Usando su don o sin ella, los derrotaba.

Y como no, si la mirada de la rubia lograba que todos allí temblaran del miedo hasta parecía que un aura oscura rodeaba el cuerpo de la joya de la guardia real.

Sulpicia intentó chiflar solamente saliéndole un ruido chistoso al ver volar a uno de los vampiros hasta chocar contra la pared dejando un cráter detrás de él.

—Ouch...— susurró Athenedora con una mueca dolorosa.— eso debió doler.

—Nunca había visto a Jane así.— murmuró Sulpicia mirando a la nombrada que tenia una mirada fría y oscura. Miró de reojo a Alec y alzó una ceja al ver la seriedad del castaño pero que sus orbes brillaban de burla.— Mi querido Alec... ven por favor.

El castaño al escuchar aquel llamado se acercó hasta sus reinas e inclinó su cabeza con respeto y preguntó.

—Si, mi reina.

—¿Tú y tu hermana apostaron algo y Jane perdió y esa es la razón de ese comportamiento?

Alec se contuvo en sonreír y negó con la cabeza.

—No, mi reina.— le respondió mirando de reojo a su hermana.— Lamento decirle que no se cual es el motivo de su actuar en este momento.

—Mmm...— aplanó los labios disconforme Sulpicia.— ¿Entonces? ¿Por qué está así?

—Oigan...— llamó Athenedora teniendo la atención de Sulpicia, Alec y Demetri que se acercaba hacia ellos.— ¿Donde está Paola?

Sulpicia y Demetri, excepto Alec, se dieron cuenta que faltaba cierta persona en el entrenamiento. Félix gruñó furioso al notar que una vez más la neófita faltó al entrenamiento. Ahora que era miembro de la guardia real, debía si o si, entrenar más duro sin embargo la señorita no estaba allí.

—Es cierto...— se sorprendió Sulpicia.— ¿Alguien la vio?— le preguntó a Demetri y a Alec que estos estaban a punto de responderle cuando una suave voz fue el que respondió.

—La neófita está con su amiguita.

Athenedora y Sulpicia miraron a Jane que se encontraba más calmada, acercándose hacia ellos. Sin embargo, el tono de voz y su mirada mostraba un sentimiento amargo, furioso, desagradable como si hubiera bebido algo de mal sabor o como si le hubiera quedado un gusto feo en su boca ante la mueca en sus labios.

Era como si hubiera tomado vinagre.

Las reinas se miraron a la vez y alzaron una ceja en sincronización ante aquel rostro frío y voz suave pero cortante.

—¿Con su amiguita?— preguntó confundido Demetri y se señaló.— yo creí que era su único amiguito.

》¡¿Donde está la desgraciada?!《

—Demetri cálmate.— ordenó Sulpicia.

—Oh... si, lo siento.— murmuró avergonzado mirando ahora a la rubia y le preguntó.— ¿Quién es su "amiguita"?

—Rebecca.— respondió Alec ante el silencio de su hermana que no estaba dispuesta a contestarle o mejor dicho, no estaba dispuesta a decir su nombre.

—Oh... Iré a buscarla para reclamarle que yo soy su amigo.— reclamó Demetri listo para irse hasta que la voz de una de las reinas la interrumpió.

—Demetri y Félix la buscarán en la zona norte del castillo.— ordenó Sulpicia.— Alec y Jane irán al este, Sulpicia y yo iremos a buscarla en la zona sur. ¿Entendido?

—Disculpe por nuestra intromisión mis reinas.— interrumpió Demetri inclinando su cabeza.— pero... nosotros podemos buscarla, no es necesario que ustedes...

—O si, que la buscaremos.— interrumpió Athenedora molesta e indignada.— Nos dejó sola, desapareció sin decirnos nada.

》¿Así trata nuestra amistad? ¿Intercambiandonos por otra vampira? No lo creo.《

Demetri y Félix se miraron a la vez sorprendidos y divertidos al ver el enojo de las reinas por el "abandono" de Paola hacia ellas. Sin ninguna objeción por parte de ninguno de la guardia, respondieron.

—Bien, vamos a buscarla.

Las reinas junto la guardia real salieron del gimnasio para irse a cada uno a cada respectivo lado que fue ordenado. Pasaron varios minutos pero sin ningún rastro de la pelinegra, casualmente se encontraron en un punto intermedio del castillo.

—¿Nada?— preguntó Athenedora a su guardia con un ceño fruncido.

—No, ama.

—Debemos ir al Oeste.

—¿A la zona de habitaciones?

—Si.— respondió decidida Sulpicia.— Demetri y Félix irán a la habitación de Paola.

》Nosotras iremos a su antigua habitación, sabemos que todavía no se siente muy cómoda en la nueva y ustedes, Alec y Jane, irán al de Rebecca, ¿Entendido?《

Jane se contuvo en gruñir de desagrado pero asintió con la cabeza siendo empujada por su hermano que le agarró la mano y comenzó a tironearla hacia la habitación de la rubia.

—Saca esa sonrisa de tu boca o te la arrancaré yo.— masculló con la mandíbula tensa Jane, apartando su brazo del agarre de su hermano.— y puedo caminar sola.

Alec ignorando la amenaza de su hermana se burló de ella.

—Esos celos se huele a distancia hermanita.

Jane frunció el ceño y miró a su mellizo como si le hubiera salido dos cuernos de su frente y le preguntó.

—¿De que demonios me estas hablando?

—O te haces la tonta.— concluyó Alec ignorando las palabras de su hermana, doblando por uno de los pasillos casi llegando a la habitación de la rubia.— o realmente no te das cuenta de lo que te sucede.

Jane estaba a punto de responderle cuando ciertos gritos llaman su atención. Gritos que provenían de la habitación de Rebecca.

—¡LA PUTA MADRE NO SUBE!

—Esa es Paola.— comentó Alec quedando en frente de la puerta.

—Relaja las piernas, te ayudaré.

—Y esa es...

Alec no pudo terminar de hablar al ver cómo su hermana pateó la puerta de la habitación como si nada. Por un momento quedó en shock ante la furia de su hermana que entró a la habitación que vio, desde afuera como había quedado parada como estatua.

El castaño la siguió, adentrándose y colocándose al lado de Jane, sorprendido al ver la escena en frente suyo.

Paola se encontraba en la cama acostada mientras que Rebecca estaba encima suyo con sus manos en el jean a medio sacar.

¿Estaban a punto de hacer lo que creía que iban a hacer?

Paola se congeló en el lugar al ver a los mellizos en frente suyo y una gran vergüenza inundó su cuerpo.

—N-No, n-no es lo que creen.— tartamudeó nerviosa, aún estando en la misma posición.— Hay una explicación no lesbiana para esto... aunque sea lesbiana.

—Si, también lo soy.— se burló Rebecca mirando a la pelinegra desde arriba, sorprendiendo a la neófita.

—¿Lo sos?

—Si.

Paola parpadeó varias veces intentando procesar lo que acababa de escuchar y pensó para si misma.

Vaya... mi radar falló.

Paola volvió en sí y le sonrió coqueta a la rubia, aún encima de ella, pasando descaradamente sus brazos alrededor del cuello de la rubia de rizos.

—Hola...— le guiñó el ojo, causando que Rebecca se riera divertida ante lo descarada que podía ser la neófita.

Jane sin aguantar más la situación en frente suyo, dio un paso al frente y miró a las dos como si le lanzara dagas y dijo.

—Dolor.















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¡Aquí tienen un nuevo capítulo!

¿Que les pareció?

¿Les gustó?

¿Que piensan de la futura posible amistad entre Rebecca y Paola?

¿Que piensan del comportamiento de Jane?

Amo la definición de 》Vinagre《 que usan las novelas chinas para describir los celos, así que no pude evitar no ponerlo.

¿Que creen que pasará el próximo capítulo?

¡Voten y comenten!

Espero que les haya gustado.

Falta poquito para que LATINA cumpla un añito <3

Cuídense.

Las amo con todo mi corazón.

Besitos.

~M.











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