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Sobrevive Strash

Ekaterina 


Definitivamente, ver bailar a Strashnyy seguirá siendo la peor cosa que mis ojos verán en la historia del arte. Entre nosotros, ella baila superbién y ese es el problema, al bailar seduce a la mayoría de los heterosexuales del ejército. Ni los casados bajan los ojos al ver a Strashnyy putear así. 

—¿Sabes si mueve la cadera tan bien cuando está en la cama? —me pregunta Adolf, uno de los cinco capitanes de mi ejército. 

—¡Oh sí! —contesto lo más naturalmente que posible— Ella se mueve tal una serpiente, es difícil tener aguante con ella moviéndose así debajo de él.

Adolf me mira extraño como si no esperaba escuchar una respuesta así salir de mis labios. 

—A preguntas tontas, respuestas tontas —dice Strashnyy sentándose a mi lado antes de ponerse los ojos en blanco al ver la mirada que le da Adolf—. Se te escucha a kilómetros Adolf… Si quieres saber cómo me muevo en la cama, ven y probamos tener una noche juntas.

—No olvides poner doble condón —le digo a Strashnyy sin bajar la voz ni un decibel—. ¡Quién sabe qué enfermedad Adolf lleva en su pepino!

—Ya ni ganas tengo —declara Strashnyy mirando a Adolf con disgusto. 

Blanco de un metro setenta y ocho, ojos grises y pelinegro, Adolf es uno de los capitanes que tienen más suerte con las chicas, ya sea por su belleza o por su puesto. Eso le convierte también en uno de los vendedores ambulantes de enfermedades sexualmente transmisibles. 

—General eres una aguafiestas, el día que conocerás el amor y los deseos estaré para disgustarte de tu querido —dice en modo de quejas.

Sin dejarme tiempo para contestarle y decirle que ya tengo a mi presa dentro de una prisión, él se levanta de mi lado y se junta con los otros chicos. 

Se escucha el silbido que nos ordena a todos que es hora de irse a dormir. Mañana será otro día, espero que sea un día de descanso porque me siento agotada después de haber pasado el día anterior salvando al general y la madrugada a buscarles comida a él y a su soldada Alexei.

—Al menos hoy dormiremos con ropa —me susurra Strashnyy en el oído para que nadie más pueda escucharla. Hemos omitido totalmente nuestro encuentro con el general Ucraniano por evitar preguntas a las cuáles no nos gustaría responder con una mentira—. Y más, yo podré dormir sin problema, porque teniéndolos tan cerca de mí y sin ropa no me gustó en nada y no he podido cerrar el ojo.

—No sé si te diste cuenta Strash, pero la zorra roja casi te folla —digo burlándome de ella—. Aun dormida, ella te ha abrazado de una forma muy, pero muy caliente y estoy segura de que te pusiste re cachonda. 

—Tan cachonda como tú te pusiste al estar frente a frente del general —contesta con un bostezo. 

Los bostezos son tan imitadores que se me sale uno también unos segundos después del de Strashnyy. 

—Descansa Strash, mañana será un gran día —declaro como si supiera de algo.

—Dulces sueños Tete —susurra utilizando un apodo que hace mucho no utilizaba—. Mañana está en las manos de Dios.

Cerramos los ojos y dormimos en paz sabiendo que hay otras personas vigilando para nosotros. Dormimos esperando que cuando abramos los ojos seguiremos en el mismo lugar que ahora.

***

—La general tiene fiebre y la soldada Strashnyy también —escucho decir el enfermero de mi ejército al despertarme—. Parece que se hayan expuesto a una temperatura elevada durante días, cosa que no puede ser cierto, ya que llevan consigo el uniforme de invierno. 

—¿Estás suponiendo que ellas nos están escondiendo algo? —escucho al capitán Garald preguntar.

—Estoy diciendo que ellas estuvieron expuestas a un tremendo frío —contesta alejándose—. Acuerdan que ellas deben descansar hoy.

Estoy tan agotada que ni me esfuerzo para luchar contra la decisión del enfermero. Me duele el cuerpo y la fiebre me está haciendo quemarme del interior y congelarme del exterior, supongo que Strashnyy siente lo mismo porque la veo temblar sin descanso. 

—Strash… ¿Strashnyy? ¡Joder! —grito al darme cuenta de que ella en realidad está convulsionando— ¡Adolf! ¡Garald!

Grito los nombres de cada persona que pasa en mi mente. Subo sobre ella y la abrazo para darle un poco de mi calor, aunque su cuerpo está como quemado. De repente, ella deja de moverse, no siento las pulsaciones de su corazón en ninguna vena.

—Strash, no me hagas esto, por favor —sollozo.

—¿Qué está pasando, general? —pregunta el capitán Garald antes de darse cuenta de las manos de Strashnyy balanceándose en el vacío— ¡Mierda! 

—Vete a tu cama general, me voy a ocupar de ella —me dice el enfermero. 

Obedezco sin rechinar, no quiero ser un estorbo en la reanimación de Strashnyy. 

Primera electrocución. Los pechos de Strashnyy se suben, su espalda deja de tocar la cama, pero recae como si nada.

Segunda electrocución. Sus pechos suben más alto, su espalda se eleva más de la cama, pero recae como si nada.

Tercera electrocución. Sus pechos suben aún más alto, su cuello se une con su espalda para alejarse de la cama, pero recae como si nada.

—No hay esperanza, la soldada nos ha…

—¡No! —grito sosteniéndolo por el cuello de su uniforme de enfermero— No te atreves a abandonar. Ella sigue viva, no te atreves a abandonar. 

—General… —empieza a decir Garald, pero se calla al darse cuenta de que estoy en todos mis sentidos. 

—Intentaré una última vez, pero te digo que ya pasaron sus cinco minutos, a lo que ya no podremos reanimarla —explica el enfermero. 

Cuarta electrocución. La parte superior del cuerpo se levanta totalmente de la cama, pero su cuerpo recae igual que las veces anteriores. 

—Intenta una última vez, por favor —le ruego al enfermero. 

Si Strash estuvo expuesta al frío fue mi culpa, estuve tan cegada por mis ganas de follar al enemigo que no he pensado en la salud de mi amiga.

—Vale, pero sepa que será la última vez —me aclara el doctor. 

—Escúchame maldiputa de tu padre —le digo a Strashnyy acercándome a él—, no puedes dejarme luchar sola. No te he permitido dejar el campo de batalla. Quédate conmigo señorita, no me abandones. 

El capitán Garald me jala hacia atrás para que el enfermero pueda intentar reanimar a Strashnyy una vez más. 

Cierro los ojos, escucho el ruido que emite el aparato al dejar salir su electrocución y el ruido que emite el cuerpo de Strashnyy al caer sobre la cama. Las lágrimas brotan de mis ojos sin parar y tengo que aferrarme al capitán Garald para no caerme. 

—Ya ni ganas de morir tengo general —escucho susurrar la voz de mi amiga entre el silencio que se había extendido en la pieza unos minutos antes. 

—¡Strashnyy! —exclamo muy alegre.

—Ahora creo que eres tú quién me va a terminar matando por asfixia —susurra a lo que dejo de abrazarla. 

—Me diste tanto miedo, pequeña loca, estoy feliz de que estés bien. 

—Les voy a dar sedantes a los dos para que puedan pasar dos horas durmiendo sin que nadie les interrumpa, así podrán recuperar fuerza —nos dice el doctor. 

Strashnyy hace una mueca de dolor al sentir la inyección en su brazo. Luego de unos minutos en los que el doctor prepara la mía, ella se duerme sin problema. Unos minutos después, soy yo quien siento como mis ojos se están cerrándose hasta quedarme dormida. 

Me despierto con las voces de los capitanes gritando órdenes a los soldados, Strashnyy ya no está en su cama y tampoco están sus ropas. Me levanto rápidamente y me visto con unas ropas nuevas que veo sobre una silla que antes no estaba delante de mi cama.

Estoy poniendo mis botas, Strashnyy entra hecha furia con unos soldados siguiéndole. 

—¿Qué está pasando? —pregunto sabiendo que ellos están esperando que les dé órdenes para hablar— ¡Hablan de una vez!

—Los soldados Ucranianos han hecho explotar la gruta en la que les hemos encontrado a la soldada Strashnyy y a usted general —explica el soldado que está a la derecha de Strashnyy. 

—Toca aclarar que había una excursión de niños en la montaña, tuvo una avalancha y todos están bajo la nieve —termina diciendo el que está a su izquierda. 

Ahora entiendo el porqué de la furia de Strashnyy. Les hemos dejado con la vida y es así que nos agradecieron, matando a un grupo de niños.

—Que se ponen a cavar para liberar a los niños —ordeno.

—General, solo tres de quince sobrevivieron —me dice el de la izquierda. 

—Muy bien, lleva a estos niños al campo más lejos de aquí —ordeno.

—Están vivos por unas horas porque están debajo de la nieve, en lo que debe ser otra gruta —contesta el de la derecha. 

—Llévame dónde están, les vamos a sacar de ahí —digo.

Silenciosos, llegamos donde unos grupos de soldados intentan sacar a los niños de lo que debe ser la entrada de otra gruta. Durante el camino, Strashnyy no dijo nada, pero sé que está pensando que esto es culpa nuestra y tiene razón. 

—Escúchame niños, deben alejarse un poco para que los soldados y yo podamos cavar un poco más y hacer un agujero en el que podréis pasar. Sé que tenéis miedo, yo también lo tengo, pero quiero que sean fuertes para sus familias —les digo a los dos chicos y la chica que están debajo de la nieve. 

Cavamos hasta hacer un agujero suficientemente grande para que pueda pasar un niño. La chica se arma de valentía y me pide que sea el más pequeño de los tres que pasa primero en vez de que sea ella como mujer. 

El chico empieza a subir por la cuerda que le dimos, escucho un ruido semejante a un…

—¡Nooo! —grita Strashnyy tirándose al suelo y empezando a ayudar a subir el niño.

Al mismo tiempo que los pequeños dedos del niño rozaban la mano de Strashnyy, el fuego llega a su altura y le lleva junto con sus dos amigos ya carbonizados. 

—Se van a arrepentir —escucho que murmura Strashnyy cerrando el puño sobre un collar de medialuna que el niño sostenía en la mano y que dejó en la mano de Strashnyy al sentirse caer al vacío. 



¡Hola amilectores! Espero que están bien y que les gustó  los capítulos anteriores.

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