Santas Cornudas
Nechystyy
Hace mucho que no me siento tan agotado después de una fiesta, hasta soñé con qué estaba en la cama con tres chicas. Es tan loco mi sueño, las chicas son tan diferentes… Una pelirroja, una peliblanca y una pelinegra. Supongo que es la manera que mi subconsciente utiliza para decirme que echa de menos a las salidas y las mujeres de los clubs. Sea lo que sea, tengo que despertarme.
— блядь! (Blyad'!) (¡Joder!) —pego un salto que me hace perder el equilibrio y caer al suelo. El ruido despierta a las dos chicas del ejército enemigo, quienes no tardan en apuntarme y apuntar a Alexei quien sigue dormida.
—Por favor, sea más prudente la próxima vez —me dice la ébana antes de soltar un bostezo—. Hubiera podido dispararte.
Ahora sí que me acuerdo de lo que había pasado, estas dos habían intentado matarnos a Alexei y a mí, pero, ¿por qué seguimos en vida? ¿Por qué nos ayudaron?
—Si yo fuera tú, vendría a seguir calentando mi cuerpo —dice la general con una sonrisa que dice demasiadas cosas sobre las cosas que pasan en su mente cochina—. Strash y yo nos iremos en poco y será una pena para vosotros quedaros más tiempo aquí.
Ella tiene razón, mi cuerpo está muy débil y estoy seguro de que el de Alexei lo está más. Aunque no me gusta la idea, tengo que acostarme a su lado otra vez con solamente un calcetín en mi miembro. Ellas tres están totalmente desnudas, eso no me hubiera afectado si seguía inconsciente.
—Ponte de espalda a Alexei —ordeno con voz ronca.
—Él que necesita calentarse eres tú, beloye nebo, pero sí que podemos irnos Strash y yo —contesta señalando a su amiga.
Pensándolo bien o al menos al ver a Alexei darse la vuelta, rodear a la Strash con sus brazos y poner su cabeza entre los pechos de esta última, será mejor que me cierre el pico y que me vuelvo a acostar entre ella y la general.
—Recuérdame hacerte pagar por hacerme vivir esto —le dice Strashnyy a la general.
—Silencio malhyska —ordena la general.
Al acostarme detrás de Alexei, ideas perversas rodean mi cabeza. Es como si estuviéramos en un trío, en el que Alexei y Strash son bisexuales y que yo soy sus mascotas. Si omito la general es porque parece indiferente a todo esto.
—No te emociones —digo pasando un brazo sobre el cuerpo de la general y jalándola tan cerca de mi cuerpo que mi miembro se encuentra entre sus nalgas—, lo que hago es para devolverte el calor que me estás dando.
—Si hubiera querido aprovechar de tu cuerpo, ya lo hubiera hecho —contesta moviendo su cuerpo contra el mío—. Tú serás él que me rogara follarte, beloye nebo, tú serás él que me rogara cogerte.
Tan creída es, que ni se da cuenta de que aunque está desnuda y pegada a mí, mi miembro no se endurece. Esta mujer puede seguir soñando, yo nunca seré su esclavo sexual y menos su novio. Somos enemigos, y seguiremos siendo enemigos hasta el día que los gobernantes de su país entenderán que somos un país libre y que no pueden gobernarnos.
Unos minutos después me quedo dormido, el peso de mi cuerpo disminuye y me siento en paz al sentir la respiración de la general regularizarse al quedarse dormida.
—Nechystyy… Nechystyy vamos despierta…
—Sigue durmiendo —digo girando mi cuerpo.
—Perezoso, despierta. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Se suponía que nos había enterrado la nieve…
—¿Alexei? —pregunto abriendo los ojos de repente.
—¿Esperabas ver a alguien más? —pregunta frunciendo las cejas— ¿Por qué llevas un calcetín en el miembro? Y, ¿por qué estamos desnudos en una gruta?
—Cálmate sí, que me estás dando dolor de cabeza con tantas preguntas —digo buscando nuestras ropas—. Ellas nos salvaron después de intentar matarnos.
—Pero, ¡vaya putas! —exclama mirando si las ve en un rincón de la gruta— Recuérdame matarlas la próxima vez que les vea.
—Recuerda que te salvaron la vida…
—Después de haber intentado matarnos —se queja.
—Intentar es poco decir, zorra… —escucho decir a la general.
—Les hemos llevado algo de comer. Que sea la última vez que les veo rodar por territorios rusos —dice severamente Strashnyy—. No seremos tan santas todos los días y puedo desobedecer a las órdenes de mi general si estas son ilegales.
—Suficiente Strash, lleva a la soldada afuera, necesito hablar con el general —dice la peliblanca con una voz dulce.
Su amiga pone los ojos en blanco antes de tomar a Alexei por los brazos y salir con ella.
—¿Qué es lo que quieres decirme que nuestras soldadas no podían escuchar? —pregunto, aunque pienso tener mi idea sobre el tema sobre el que quiere discutir— Como te he dicho, mi cuerpo no pertenecerá a la zorra roja.
—Bebecito, la zorra roja es tu soldada con pelo de fuego —contesta con una sonrisa al lado—. No te emociones, lo que quiero decirte es lo mismo que te ha dicho Strash, evita pasar en territorio Ruso porque no sabes quiénes somos cuando estamos con nuestro ejército.
Me levanto del suelo, me acerco a ella y sin darle tiempo de defenderse la tomo por el cuello y la empujo hasta ponerla espalda a la roca. Presiono su cuello asfixiandola poco a poco, pero ella no hace nada más que reír.
—Si querías darme duro contra el muro, hubieras podido pedirme mi aceptación. Pero me gusta… me encanta… —dice con voz melosa.
Lame su labio superior antes de morder un trocito de su labio inferior, gesto que me hace sentir un poco molesto.
—Puedo matarte aquí y ahora mismo, tu querida Strash no sabrá nada —digo haciendo chocar su espalda contra la pared, a lo que ella deja salir un gemido—, pero prefiero volver antes de que mis compañeros se pongan en peligro al venir a buscarme y a buscar a Alexei.
—Rasec, ¿cuáles son las noticias de hoy? —pregunta sin dejar de mirarme con esa sonrisa maquiavélica que es propia de ella.
—Grupo de veintidós soldados atacaron a los hombres del capitán Garald. Rusa ha hecho una pérdida de cinco hombres sobre diez, Ucrania ha hecho una pérdida de quince hombres sobre veintidós —escucho decir una voz en su cuello.
Le rasgo el uniforme que ella ya tenía puesto para poder ver de dónde sale la voz. Es un collar, un collar en forma de medialuna con una flor de lys. Un simple collar que da informaciones, ¡quién sabe qué más puede hacer!
—Admira, también puedes tocarlos, no muerden —dice pasando sobre mis labios un dedo que detengo antes de que se vaya más lejos.
—¡Ni se te ocurre tocarme!
—¿Acaso tienes miedo de enamorarte de mí? —pregunta con una sonrisa de lado.
—Ni aunque fueras la única mujer en vida en todos los universos —contesto entre dientes.
—Mejor así —suspira y se acerca a mí—, porque sino tendría que matarte sin probarte.
Pasa su mano detrás de mi cabeza, me jala y me besa apasionadamente.
—Tus labios son riquísimos bebecito —susurra en mi oído derecho—, sería una desgracia matarte antes de probarte.
Me quedo atónito, no entiendo lo que está pasando. Pensé que ella me quería, que ella me quiere y que, por lo tanto, está haciendo todo para tenerme, pero resulta que solo quiere utilizarme como objeto sexual y después matarme.
—Pensé que tú me querías —digo. Ella me mira sorprendida antes de estallar en carcajadas.
—¿De qué te estás quejando? ¿Pensaste que yo te quería? Eres mi enemigo y te estaré cazando de todas las maneras que pueda —me dice depositando un beso sobre mis labios.
Una de las chicas se rasca la garganta, seguramente es Strash porque Alexei se queda mirándome con los ojos casi saliendo de las órbitas.
—¡Nechystyy! —grita como si fuese a sermonearme.
—Nechystyy… Nene… Chychys… Tyytyy… —tararea la general haciéndome un guiño.
—No tienes derecho a pronunciar el nombre del ge… —empieza a decir Alexei cuando su palabra es cortada por la general.
—No he dicho zorra roja, ¿por qué contestas? —pregunta con sarcasmo.
—Ella se llama Alexei —vocifero—. Tú eres la única sin nombre aquí.
—No necesitas conocer el nombre de tu verdugo —espeta ella.
—Ekaterina —dice Strash haciendo ojo ciego a la mirada de su general—, así se llama. Si el nombre de la general sale de esa gruta y llega a los oídos de sus superiores o ni siquiera de sus compañeros, yo les haría pedazos.
—Gracias Strash por exponer nuestra santidad delante de estos dos demionitos —dice la general, digo Ekaterina, sarcásticamente.
Strash come en la carne que llevaron antes de darnos para demostrar que no está envenenada, dudo en comer porque la única que está comiendo es Strash.
—¿Y por qué no comes, Ekaterina? —pregunto.
—El odio que se escucha en tu voz al decir mi nombre es excitante —contesta antes de tomar una manzana y empezar a comer.
—¿Manzanas? ¿De dónde sacaron la comida? —pregunto sin hacer caso a su respuesta absurda.
—Fuimos serpientes en el jardín de Edén, conocemos el fruto prohibido —contesta lo que hace reír a Strash.
Me quedo admirando a Strash sin darme cuenta, esta mujer es definitivamente diamante al estado bruto. Si no fuese mi enemiga, estoy casi seguro que hubiéramos podido tener más que una aventura juntos.
—Strash, creo que le gustas al bebecito —susurra Ekaterina un poco demasiado fuerte.
—Territorio inaccesible hombre —me dice Strash con un guiño antes de cortar una manzana en trocitos y dárselo a Alexei que parece repentinamente más cercana a ella que a mí.
Es un poco raro todo esto, dos generales de ejércitos enemigos y dos soldadas de ejércitos enemigos sentados en una gruta comiendo carne y manzana robadas en Dios sabe dónde.
—¡Por la concha de Afrodita! —exclama Ekaterina de repente— Nos han ubicado. El capitán Garald y sus hombres ya están subiendo en la pendiente, llegarán en menos de diez minutos.
¡Hola amilectores! Espero que les gustó el capítulo. Les agradecería de apoyar mi obra.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro