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Veintiuno

En primera instancia, Aruma retrocedió varios pasos en dirección al pasillo sin importarle que sus amigos y Cian estuvieran más perplejos y boquiabiertos que ella ante aquella revelación tan espeluznante.

Cuando ella se vino a dar cuenta, ya se hallaba corriendo por las escaleras rumbo a la calle con la vista nublada a causa de las lágrimas.

¿Qué clase de demencia demoníaca era toda esa mierda? ¿Cómo que ella era la primogénita de Lilith? Ya estaba cansada de que su vida se complicaba cada vez más. ¿Por qué no terminaba todo de una buena vez?

Detrás de ella, Cian la seguía como loco, llamándola por su nombre una y otra vez, pero Aruma no se detuvo hasta estar fuera de esa residencia.

Paró en seco en el momento que él la cogió del brazo con fuerza y ella forcejeó sin éxito, y a continuación, Cian la abrazó, negando a soltarla cuando puso resistencia, pero finalmente fue cediendo y dejó que el ángel oscuro que tanto amaba la consolara en silencio.

-Es un error. Una equivocación—le oyó decir, pero su tono era suplicante, como si él se estuviera obligando a creer que era imposible también—me están desafiando, eso sucede. Nada de lo que dijo ese demonio es cierto.

Aruma lo empujó con suavidad y él la quedó mirando con perplejidad.

-Adelántate con Ashton y Tobias—agregó ella con frialdad—quiero quedarme un poco más aquí.

-No voy a dejarte sola—Cian frunció el ceño, dando un paso hacia ella, pero Aruma le puso las manos en el pecho— ¿Qué pasa?

-No, Cian. Vete. Yo estaré con Roth, no te preocupes.

Y justo en ese instante, los demás hicieron acto de presencia, vislumbrando aquel mal sabor de boca.

-Astaroth—lo llamó Aruma con voz queda. Él parpadeó y dio un paso adelante—te quedarás conmigo un momento más, necesito llevar algunas cosas de la farmacia o tienda más cercana de este pueblo.

La perplejidad de los tres jóvenes fue más que evidente. Tobias balbuceó en su inconsciencia mientras Ashton lo sostenía sobre su hombro, como si se tratara de un saco de papas.

Cian incrementó el ceño fruncido de su frente y gruñó. Se notaba que estaba molesto por la actitud de ella, pero no podía contradecirla, ya que sabía que era inútil tratar de arreglar las cosas en ese momento.

-Baker, vámonos. Sujeta bien a Tobias—siseó el ángel oscuro con brusquedad y le envió una mirada severa a Roth, quién se había puesto junto a Aruma—cuídala.

Astaroth asintió sin saber a qué se debía toda esa escena y con ella, observaron cómo los tres se marchaban a través de los increíbles rayos que Cian había llamado con solo levantar su brazo al cielo.

En eso, Aruma se dejó caer en el porche de esa casa y hundió su rostro entre las manos, aguantándose las ganas de golpear algo o alguien. El antiguo duque del infierno se sentó a hacerle compañía a escasos centímetros, pero ella cortó esa pequeña distancia, colocando su cabeza en el hombro de él.

Sintió como Roth se debatía en hablar o continuar en silencio, observando el pueblo arder en llamas y hundirse en su propia destrucción demoníaca.

-No digas nada, solo quédate conmigo—le suplicó al joven demonio.

Este asintió y le rodeó los hombros con el brazo, atrayéndola a su pecho como gesto protector. Ella sollozó, con la sensación de querer desaparecer para siempre del mundo y estar en paz.

Aquellos fueron los veinte minutos mejor utilizados en la vida de Aruma. El silencio, el sonido de sus respiraciones, el aire helado acariciándolos, el crepitar de las llamas consumiendo las casas y la nieve que caía poco a poco hasta derretirse por el calor del fuego.

-Al parecer, la farmacia sigue en pie—le oyó decir a Roth después de un rato.

-Será mejor que vayamos a saquearla antes de que termine por quemarse—dijo ella, poniéndose en pie.

Se sacudieron la nieve y polvo de la ropa antes de dirigirse a la farmacia, la cual estaba al lado de una tienda de abarrotes. Estaban de suerte.

Roth abrió la puerta de cristal de una patada y enseguida la luz tenue del local se fundió.

-Está todo oscuro ahora—le riñó Aruma.

-No del todo, espera aquí—dijo él, riéndose. Se abrió paso al interior y se escuchó como buscaba algo detrás del mostrador. Y tras dos minutos de exhaustiva búsqueda, salió a su encuentro—una linterna.

Aruma la encendió e iluminó el camino. Ambos entraron a la farmacia y se dispersaron para conseguir lo que necesitaban.

Ella rápidamente consiguió bolsas reciclables que había en el mostrador y enseguida comenzó a meter papel de baño, toallas femeninas, pastillas para cólicos y varios Electrolitos bebibles; shampoo, jabón y todo lo necesario para la higiene.

Roth había ido a la tienda de abarrotes que conectaba con la farmacia y Aruma aprovechó a buscar un medicamento en especial, que sabía que no estaba a la vista, sino en un sitio restringido.

Sin lugar a dudas, ese fármaco le ayudaría a dormir plenamente antes de enfrentarse a los problemas futuros y cómo no iba a poder conseguirlo en una farmacia en pie con los dependientes supervisando, optó por robarlas.

Llegó hasta una vitrina de cristal que estaba protegida por una reja de metal y un candado. Como no lograba distinguir bien los nombres de las etiquetas porque estaban en lo alto, tuvo que llamar a Roth.

-Roth, necesito tu ayuda.

- ¡Voy! –gritó él en respuesta.

Se acercó a ella con dos bolsas recicladas llenísimas. Sonrió tímidamente cuando Aruma apuntó directamente a sus manos con la linterna.

-Necesito que me ayudes a abrir esta reja y rompas el vidrio—le explicó, iluminando la vitrina. Él dejó las bolsas en el suelo junto con la de ella.

Roth se abrió paso entre ella y el mostrador.

-Necesitarás la linterna.

-No es necesario—dijo él y de su palma emergió una pequeña flama—ahora, apártate, puede que el cristal se esparza en el aire.

Aruma obedeció y lo esperó a varios pasos lejos del mostrador.

Sin ninguna dificultad, Roth dobló las rejas de metal y de un puñetazo quebró el vidrio.

- ¿Qué medicamento quieres? –le preguntó, mirándola por encima del hombro y de pronto, volvió el rostro hacia la estantería en donde había un letrero grande en el interior— "Estos medicamentos son solo con receta médica", ¿Qué significa eso?

-Busca uno que diga Diazepam—le ordenó ella—después te explico.

Encogiéndose de hombros, él comenzó a leer cada una de las etiquetas hasta que encontró la que ella quería.

-Aquí está—le enseñó el bote de pastillas.

-Toma todos los botes que hayan.

Roth cogió los cuatro botecitos de fármacos y se los entregó con el ceño fruncido. Apagó la llama de su mano y agarró las bolsas de chucherías otra vez sin despegarle la mirada de encima a Aruma.

- ¿Vas a decirme por qué ansiabas tanto esa medicina, que a juzgar por el sitio donde la tenían, no es apto para cualquier persona?

La fémina gruñó y se apresuró a guardar las pastillas en su bolsa reciclable.

-Tienes razón en que te parece sospechoso porque lo es. El Diazepam es, literalmente, una droga, como toda medicina, pero es muy peligrosa—le informó y antes de que él pudiera hablar, siguió explicándole con lujo de detalles—es utilizada en personas con depresión, ansiedad, y que sufren convulsiones o tienen problemas mentales severos; y por eso es administrado bajo supervisión médica. No las venden fácilmente.

- ¿Y para qué infiernos la necesitas tú? –masculló.

-Si se ingiere en dosis breves, puede ayudar a que tu ciclo de sueño se normalice—suspiró—y yo lo necesito. Sufro de insomnio y no puedo continuar más así. Solo me tomaré una pastilla en la mañana y otra en la noche. Puedes supervisarme si quieres.

-De acuerdo, yo te las estaré administrando, ¿está bien?

Ella asintió.

-Pero con una condición, Roth.

- ¿Cuál?

-No le digas nada a Cian. Esto es entre tú y yo, nada más.

-Ya sabes que sí. A ti jamás te traicionaría, lo sabes.

Aruma le regaló una sonrisa tierna, pero la sensación de agobio la abrumó rápidamente y se encargó de desviar su atención en la tienda de abarrotes.

-Quiero algo para comer—se excusó y él la siguió.

Finalmente, los dos terminaron con dos bolsas pesadísimas en las manos y muy satisfechos con su rapiña a hurtadillas en un pueblo desierto.

-Si vamos a irnos en un portal, me gustaría que apareciéramos a cierta distancia de la cabaña para que caminemos tranquilamente por el bosque—le sugirió ella, nerviosa. No quería ver todavía a Cian.

- ¿Y qué te parece si nos robamos esa camioneta de ahí? –señaló una Lincoln negra cubierta de ceniza, pero en buen estado.

- ¿Sabes conducir? –le preguntó ella, riéndose.

-No, pero aprenderé ahora mismo. Andando.

Posteriormente, Roth consiguió encenderlo de manera salvaje: uniendo unos cables por debajo del volante bajo el escrutinio de Aruma.

- ¿Cómo sabías este truco? –quiso saber él, encendiendo los faros de la camioneta y abrochándose el cinturón con incertidumbre.

-Lo he visto en las películas—contestó, soltando una risilla.

- ¿Te refieres a qué no estabas segura de que iba a funcionar? –Roth entornó los ojos. Aruma negó con la cabeza sin dejar de reírse—eres una pilla—él sonrió.

-Mira, tienes suerte que sea también automática.

-Sería un lío de ser lo contrario—dijo y lo puso en marcha.

Aunque hubo varias sacudidas incontrolables gracias a que Roth frenaba deliberadamente, logró maniobrar luego de varios intentos. Pero lo único que tenían como obstáculo eran los árboles de por medio.

-Bien, tendré que abrir camino manualmente—dijo.

- ¿Qué piensas hacer?

-Observa.

Roth sacó el brazo por la ventana sin detener la marcha de la camioneta y a continuación, los árboles se contorsionaron hacia un costado, facilitándoles el paso entre ellos. Fue un tramo enorme en el que Aruma no pudo salir de su asombro ante tal espectáculo, puesto que los arboles volvían a la normalidad en cuanto pasaban.

- ¿Cómo puedes hacer eso?

-No me creerás, pero simplemente estoy empleando el aire—respondió. Su frente estaba sudorosa y tenía el cuello enrojecido por el esfuerzo.

- ¿El aire? Es imposible.

-Lo estoy almacenando en un solo punto con mi fuerza vital, por eso cuando la camioneta pasa, los árboles vuelven a la normalidad.

-Y asumo que lo que estás haciendo requiere de mucho esfuerzo, ¿no?

-Algo así, pero ya casi terminamos este tramo.

Quince minutos después, lograron atravesar ese laberinto de árboles. Roth aparcó el vehículo para secarse el sudor con una toalla que había en la guantera y destapó una botella de agua fría.

Aruma recargó la cabeza en el respaldo y suspiró. Continuaba con las ganas dementes de no ver a Cian pronto. No después de aquella acusación de ser la hija de Lilith. ¿Y si era cierto? ¿Qué pasaría si ella en verdad era su primogénita? Se le erizó la piel de solo imaginar ser una súcubo. Dios. Eso era aterrador.

Quería gritar, hablar, dejarse escuchar por alguien que la comprendería totalmente, pero no estaba segura si ese alguien podría ser Cian, pero Astaroth sí.

Esperó pacientemente a que él se hidratara lo suficiente y pudiera continuar conduciendo. La nieve había comenzado a empañarles el parabrisas.

- ¿Podrías hablarme de Alouqua? –aventuró a preguntarle con voz cautelosa.

Aruma esperaba que Astaroth reaccionara de manera extraña, que la miraría como una loca o se asustaría, tal y como ella reaccionó al escuchar salir semejante tontería de los labios de aquel demonio. En un principio, su amigo se quedó perplejo, pero al parecer, lo había asimilado bastante bien porque no parecía todavía afectado.

Ya habían comenzado a andar nuevamente, pero paró la camioneta y mantuvo la calefacción y los faros más bajos.

Se limitó a desabrocharse el cinturón y a mirarla en la oscuridad con sus ojos negros llenos de incertidumbre.

- ¿Qué es lo que quieres saber exactamente de ella? –formuló esa pregunta con cierta rigidez.

Ella se revolvió en el asiento, una costumbre que había adoptado al sentirse incómoda y a la defensiva.

-Todo—respondió con calma—quiero que me expliques por qué ese demonio afirmó que soy esa loca con tanta seguridad y quién fue ella en el pasado, puesto que, al ver su reacción horrorizada, me hace pensar que fue una mujer más peligrosa que la propia Lilith.

-Efectivamente, la primera hija de Lilith se llamó Alouqua—asintió, humedeciendo sus labios y desviando su mirada hacia el parabrisas, donde la nieve caía sin cesar—fue la súcubo más poderosa de la historia, pero fue asesinada por los arcángeles hace muchísimo tiempo.

-Un súcubo es un demonio femenino, ¿no? Que seduce a los hombres para robarles el alma—murmuró, temblando.

-Sí. También existen los íncubos, que son lo opuesto.

- ¿Y por qué Belial me señaló a mí? ¿Por qué piensa que soy su reencarnación? –masculló, más irritada que asustada— ¿acaso quiere jugarme una broma? Ya antes lo hizo Gabriel al hacerle creer a todos que yo era Lilith; y ahora me salen con que soy su hija, ¡Por favor! Si eso fuera cierto, el propio Azazel lo sabría, que su pareja es esa loca.

-Azazel y Lilith fueron pareja, sí, pero ella estuvo con otros demonios antes de él.

-Vaya, es una maldita zorra demoníaca.

- Aruma—Roth pronunció su nombre con severidad—¿Belial te hizo algo cuando te llevó a otra habitación mientras luchábamos contra Tobias?

- ¿Algo? ¿Cómo qué? –ladeó la cabeza sin comprender.

-No lo sé, ¿trató de poseer tu cuerpo y robarte el alma? –su voz se hizo más fría y ella percibió el endurecimiento de sus mandíbulas con la poca luz que reflejaba los faros de la camioneta en el bosque.

-Sí, eso hizo, pero lo expulsé fácilmente, no sé cómo—confesó, pensativa.

Tardó unos segundos en darse cuenta que Roth la miraba atónito y con la boca entre abierta, muy preocupado.

- ¿Qué pasa? –titubeó.

-Mira, yo tampoco sé que infiernos está pasando. A decir verdad, debería de recordar absolutamente todo ese asunto de Lilith y de su primogénita, pero créeme, estoy en blanco, es como si alguien me hubiese borrado esos recuerdos. Es muy extraño—añadió, aturdido y se llevó las manos a las sienes—intento recordar, pero me provoca unas punzadas en toda la cabeza.

- ¿Qué quieres decir? –ella se sobresaltó.

-Algo anda mal. Hay que llegar a la cabaña pronto—comenzó a juntar las bolsas de compra con la intención de deslizarse fuera de la camioneta, pero Aruma lo agarró de la mano. Él la miró.

- ¿Qué haces?

-Abriré un portal para llegar en un segundo a la cabaña.

-No, quiero disfrutar un poco más el bosque contigo, Roth. Todavía no quiero encarar a Cian.

Astaroth elevó una ceja en su dirección, colocándose el cinturón nuevamente.

-Sabes que siempre sucumbo a tus caprichos, ¿no? –la acusó con una sonrisa torcida. Ella rio levemente—solo porque haría cualquier cosa por ti, estoy dispuesto a tardar más en llegar con esa bola de tontos con tal de verte tranquila.

-Eres mi mejor amigo, Roth—ella se acercó lo suficiente y recargó su cabeza en el hombro de él, abrazando su brazo derecho. El chico suspiró, complacido por aquella muestra de afecto entre ambos.

-Tu mejor amigo demonio—bromeó él.

-No podía desear otro que no fueras tú.

Pero a pesar de desear poder estar más tiempo adentrándose en el bosque, llegaron antes de lo esperado. El camino en la camioneta fue más rápido de lo que la fémina pensó y se entristeció sin saber por qué. Se aferró al brazo de su amigo y ocultó el rostro en el hueco de su hombro, evitando a toda costa ver la cabaña con luces a mitad de la nada que se aproximaba.

- ¿Por qué no quieres ver a Cian? –la cuestionó.

-No lo sé. Es como si después de esa acusación, algo dentro de mí lo rechazara sin razón. Tengo un presentimiento horrible de todo esto, Roth.

-Yo también. No eres la única.

-Por favor, detén la camioneta aquí.

-Todavía falta unos cincuenta metros para llegar...

- ¡Hazlo! –chilló.

Él obedeció y apagó las luces, dejando la calefacción para no morirse de frío ante el clima helado. Todo estaba cubierto de nieve.

- ¿Planeas que durmamos aquí? –preguntó él.

-Si no te molesta—susurró.

-No, pero hay que reclinar los asientos para mejor comodidad, ¿o quieres dormir en los asientos traseros?

-Estoy bien con el asiento reclinable— se quitó el cinturón y lo movió, haciendo que se extendiera horizontalmente. Él la imitó.

De antemano, Roth sabía que en cuanto Cian se diera cuenta de que ellos estaban a solo unos pasos de la cabaña durmiendo, apartados de los demás, intentaría asesinarlo, pero valía la pena, con tal de protegerla y cuidarla de quién sea, incluso de su propio novio.

Le resultaba tierno darse cuenta de cuanto quería a esa chica humana, ¿Cómo era posible aquello? Él no era un mortal con sentimientos, pero en ese momento, podía jurar que la amaba más que cualquier cosa en el mundo, y no de manera romántica, sentía un amor sumamente fuerte por ella y no lograba explicarlo.

Astaroth, el antiguo y majestuoso duque del infierno había sido cautivado por una humana. ¡Qué ironía!

-Ese alguien que cuida que no te lastimes soy yo—susurró el joven demonio antes de cerrar los ojos pensando en ella.

A eso de las seis de la mañana, el repiqueo de varios golpes sobre el cristal de las ventanas los despertó desconcertados. Aruma gritó del susto al ver el rostro de Cian y Ashton a ambos lados de la camioneta. Los dos mirando con recelo a Roth.

Para la buena suerte de ella, Cian estaba del lado de su amigo y Ashton del suyo.

Aún somnolienta, abrió la puerta al mismo tiempo que Roth y de pronto sintió que se hundía en la nieve hasta la altura de sus rodillas. Ashton le colocó un abrigo enorme encima y la abrazó, ayudándola a caminar hacia la cabaña, mientras que su amigo era víctima de las rudas manos de Cian.

-Oye, no lo lastimes—le gritó a su novio con fiereza.

Cian volteó a verla y soltó las solapas de Roth con brusquedad.

- ¿Por qué no entraron a la cabaña? –le espetó a Aruma con amargura. Sus ojos mieles se notaban cansados por la falta de sueño—pensé que algo malo les había ocurrido.

-Jamás me pasará nada si Roth está conmigo—le recriminó ella—además, por lo mismo que el clima estaba horrible, decidimos dormir ahí dentro.

-Baker, llévala dentro. Me haré cargo de este idiota—le ordenó Cian, mirando a Roth.

El antiguo duque del infierno apenas podía abrir los ojos por el sueño.

Aruma se plantó en la nieve como roca y Ashton titubeó.

-Por favor, no hagas que Cian se vuelva loco. Nos costó muchísimo mantenerlo en la cabaña anoche—le susurró el rubio en tono suplicante. Ella se dio cuenta que tampoco él había dormido. Sus ojos azules lucían peor que los de su novio.

Pero a ella no le importaba desquiciar aún más a Cian. Él no tenía derecho de fastidiar a Roth por sus decisiones.

Le devolvió el abrigo a Ashton y cómo pudo, se acercó al pelinegro a través de la nieve, quién frunció el ceño al verla acercarse con expresión irascible.

-Vamos—lo tomó del brazo y tiró de él rumbo a la cabaña.

Lo cómico del momento fue que como un corderito que había encontrado a su pastor, se dejó llevar por ella sin protestar.

Ashton elevó los ojos al cielo y cobijó a Roth para llevarlo a la cabaña.

Estando en el porche, Aruma lo soltó y lo empujó a un tronco quebrado con bastante nieve, dejándolo perplejo.

-Déjenos a solas, por favor—Aruma se dirigió a Ashton y este asintió, metiendo a Roth.

- ¿Qué es lo que te pasa? –le riñó él, limpiándose la nieve de encima.

-Necesitamos respuestas concretas y certeras, Cian. Eso pasa—sentenció—ya estoy cansada de esta pelea. Te amo demasiado como para no darme cuenta en cómo puede terminar. No quiero que mueras, no lo soportaría y tampoco que esos seres que están dentro de esa cabaña desaparezcan por mi culpa.

Los ojos de él se abrieron como platos e intentó acercarse a ella, pero Aruma puso una distancia más grande. Cian vaciló.

-Lo que Belial dijo no tiene sentido—dijo—tú eres Aruma, solo Aruma.

- ¿Y si tiene razón? Tú no lo sabes—se cruzó de brazos. El frío la estaba congelando, pero se contuvo de tiritar frente a él para evitar que la abrazara.

- ¿Por qué habríamos de creerle? Todos son mentirosos cuando se trata de salvar su vida o perjudicar la de alguien más.

-Cian—dijo ella, y se le puso un nudo en la garganta.

- ¿Aruma? –se acercó de inmediato con preocupación, interrumpiéndola — ¿Q-Qué tienes?

Ella lo empujó y lo miró a la cara.

- ¡Ese demonio se metió a mi cuerpo! —le gritó, enfurecida— ¡Por eso afirmó que soy la hija de esa idiota! ¡Vio algo dentro de mí!

La mirada de Cian se ensombreció, dándole paso a la oscuridad palpante en el interior de sus ojos mieles. Era una expresión desdeñosa, iracunda y perturbadora.

- ¿Fue cuando te raptó en otra habitación mientras peleábamos contra Tobias? –le exigió saber con rudeza.

-Sí.

-Necesitamos respuestas antes de que esto se salga de control.

- ¿Qué pretendes hacer? –preguntó Aruma. El tono de voz de Cian la asustó, anteriormente lo había visto enfadado, pero aquello era diferente. Era como si su verdadera naturaleza amenazara con salir en cualquier momento.

-Traer a Alexander Lochhead para que nos brinde una explicación—contestó. La tomó de la mano y la llevó al interior de la cabaña.

En la puerta, se cruzaron con Cimeries.

- ¿A dónde vas? –le preguntó ella.

-Roth me dijo que en la camioneta que trajeron hay bolsas con cosas comestibles. Iré por ellas—se encogió de hombros y se pasó de largo hacia el vehículo.

Adentro, Cian la soltó y se dirigió al sótano donde habían metido a Tobias. Ahí se hallaba todo el mundo, excepto Roth, Cimeries y ella.

Roth estaba recostado en el sofá con la mirada perdida, debajo de una frazada. Su nariz estaba roja y parecía estar enfermo.

- ¿Te sientes bien? –le hizo compañía.

-Honestamente, no. Me enfermé con el frío clima de la mañana al ser expulsado de la calidez de la camioneta—habló en un susurro. Su voz se oía congestionada.

-No pensé que los demonios podrían enfermarse.

-Allá abajo no nos enfermamos jamás, pero esta atmósfera es una mierda.

-Por eso nadie sobrevive mucho tiempo aquí—suspiró—lo siento, fue mi culpa por haberte obligado a que nos quedáramos en esa camioneta, a mitad del frío invierno.

Cimeries volvió con las bolsas y Aruma lo llamó.

-La mía es la que tiene productos de higiene—le quitó la bolsa y él llevó las demás a la cocina.

Abajo, en el sótano, se alcanzaron a escuchar las voces de Cian y Andrew discutiendo. Aruma, Roth y Cimeries se enviaron miradas perplejas. De inmediato, ella se levantó con la decisión de bajar también para saber por qué estaban riñendo, pero Roth la volvió a sentar con suavidad en el sofá, a su lado.

-No quiero que vayan a discutir a golpes—musitó la fémina, tratando de apartar la mano de su amigo, pero le fue imposible. Roth la tenía sujetada del antebrazo como una tenaza.

-Echaré un vistazo—se ofreció Cimeries.

-Ten cuidado—le advirtió Roth. El ex marqués asintió y descendió al sótano con desdén.

Las voces de ellos cesaron y a continuación se escucharon los pasos apresurados subiendo los escalones a grandes zancadas.

Cian, Andrew, Duncan, Ashton y Cimeries salieron de ahí rápidamente. Los dos primeros tenían el ceño fruncido porque eran los que habían estado discutiendo a gritos.

- ¿Qué parte de "No estamos preparados para luchar" no has entendido? –siseó Andrew a Cian con ira. Aruma parpadeó. Todos estaban perdiendo la cabeza.

- ¿Y qué parte de "No vamos a luchar si no es necesario" no has entendido? –le recriminó Cian, dispuesto a enfrentarse a Andrew en cualquier instante.

-Invocar a Shalem no es una buena idea, ¡Joder! ¿Quieres empeorar más las cosas? No sabemos si de nuevo Azazel le lavó el cerebro—vociferó Andrew a la defensiva—Allen y Tobias no están en condiciones de nada. Están vulnerables y si vuelven a sucumbir al pecado, ya no habrá manera de recuperarlos.

-Necesito respuestas que solo Alexander puede darme—rugió Cian y miró por el rabillo del ojo a donde la chica se hallaba encogida sobre el sofá—no voy a tolerar que sigan haciéndole daño—y esta vez, señaló a Aruma con el dedo y ella se estremeció, escondiendo su rostro detrás del hombro de Roth.

Andrew se frotó el puente de la nariz con incomodidad.

-Aruma también me importa mucho, es parte de nuestra familia ahora—le oyó decir con rigidez—pero en estos momentos ella está a salvo con nosotros. Tenemos que esperar un poco más para buscar respuestas, Cian. Entiéndelo.

-Entonces tendré...

-Y si decides ir a buscarlas por tu cuenta, ten en mente que estarás solo. Nadie irá contigo y tampoco te buscará—lo interrumpió Andrew con brusquedad.

Cian apretó las mandíbulas y dejó escapar un bufido de redención. Estaba derrotado. Andrew tenía razón. Si quería respuestas, entonces tendría que esperar a que todos estuvieran en condiciones de pelear para conseguir esa paz que tanto habían estado persiguiendo.

-Independientemente si yo voy a buscar respuestas o no, este ya no es un lugar seguro. Estamos teniendo demasiada suerte, puesto que Gabriel sabe que seguimos aquí y no tardará en regresar con los demás arcángeles—espetó el ángel oscuro.

-No quiero echarle más leña al fuego, pero Aniel está por venir. Puedo sentirla—intervino Ashton con voz severa—y como ya consta de un nuevo cuerpo, le será fácil camuflar bien su esencia para llegar a nosotros.

-No tenemos a donde ir—repuso Duncan en un siseo. Todos voltearon a verlo. Él tenía razón.

No podían irse y tampoco quedarse.

-Lancen ideas. Hagan memorias de lugares a los que han estado para que podamos tener puntos de referencia—ordenó Andrew.

Roth tosió y Aruma lo arropó más con la frazada, pensando a toda velocidad. Enseguida se le vino a la mente la casa de su tía, pero la declinó inmediatamente. Esos lugares ya estaban con su rastro, necesitaban un sitio fresco y nuevo, en donde ninguno de ellos hubiera estado antes.

-Si vamos a mudarnos, tendremos que hacerlo humanamente—dijo Ashton—y para eso necesitamos usar vehículos, ya que, si utilizamos nuestros poderes, vamos a dejar rastro que solamente ellos pueden percibir.

-Tienes razón—Cian estuvo de acuerdo.

- ¿Eso quiere decir que irán a buscar sus vehículos? –cuestionó Aruma.

-Sí. Al menos yo iré por el mío a Montana—le respondió Ashton.

-Está claro que vamos a regresar a Montana, pero solo iremos Ashton y yo por ellos—dijo Cian—con nuestros coches podremos movilizarnos, así que cuando regresemos, espero que estén listos para marcharnos.

Luego de haber dicho la última palabra, Cian subió al piso superior y Ashton lo siguió.

Los demás se quedaron mirando sin expresión. Ya era un hecho. Se mudarían de ese lugar tan tranquilo por seguridad de todos, en especial de Aruma.

-Los que quieran pasar a desayunar a la isla de la cocina, pueden hacerlo—anunció Cimeries, cortando el silencio incómodo.

Dos horas más tarde, la mayoría se hallaba en el sótano con Tobias y Allen. Los que seguían arriba eran Cian y Ashton. Aruma de vez en cuando escuchaba el murmullo de sus voces y a juzgar por los breves arrebatos de su novio, era obvio que discutían en voz baja.

Probablemente todavía no encontraban la mejor manera de aparecerse allá y traer los coches sin llamar la atención; ya que cuando decidieron huir, lo hicieron sin nada más. Dejaron todas las pertenencias en casa. Pero lo que más le aterraba a ella, era invocar a Alexander Lochhead para recibir las respuestas que necesitaba para iluminar sus ideas y saber su verdadera naturaleza y origen. La información era como una navaja de doble filo.

Roth tiró de la manga de su abrigo, haciéndola volver al presente y salir de sus pensamientos deprimentes. Ella volteó a verlo con el ceño fruncido. Él tenía las mejillas sonrojadas además de su nariz a causa del refriado y sonrió levemente.

-Deja de darle muchas vueltas al asunto. Ya hemos solucionado lo más importante.

-Te equivocas. Todavía no hemos decidido a donde ir.

-Es lo de menos—volvió a tirar de su manga para que se recostara junto a él en el sofá. Ella obedeció, distraída en sus pensamientos.

Del sótano, salió Andrew con una expresión mortífera. Barrió la sala con los ojos estrechados y se dirigió al piso superior en donde Ashton y Cian continuaban hablando desde hacía más de dos horas.

-No creo que sea buena idea que subas—le aconsejó Roth antes de toser.

Pero Andrew le envió una mirada fulminante y subió de todas maneras.

Aruma se precipitó a alcanzarlo y lo detuvo al inicio de la escalera con el rostro lívido, intentando evitar otra discusión.

-Por favor, ya habíamos llegado a un acuerdo, Andrew.

-Solamente voy a encargarles algo—él suavizó su semblante y le regaló una sonrisa conciliadora—no pienso pelear nuevamente con Cian, puedes estar tranquila, cariño—le palmeó la mano con suavidad.

- ¿Puedo subir contigo?

-No es necesario, además, es un encargo privado—le soltó la mano y subió.

La chica miró ceñuda la escalera y tuvo el impulso de seguirlo.

-No lo hagas, empeorarás más las cosas—le dijo Roth.

Ella se quedó de pie, observando las escaleras vacías por un momento.

-Voy a ver cómo están los demás—le avisó un segundo después a Roth y este asintió, haciéndose un ovillo en el sofá con la frazada. El té que Aruma le había preparado ya estaba frío y optó por cerrar los ojos para descansar.

A regañadientes, caminó en dirección al sótano en donde Tobias y Allen se hallaban descansando.

Recorrió el pasillo con la poca luz que había, probablemente porque la luminosidad les incomodaba y llegó hasta donde ellos estaban.

Cimeries y Duncan estaban a su lado, monitoreando la temperatura de Tobias, quién seguía inconsciente y gruñendo, tal y como Allen había estado, pero en un estado más crítico, puesto que, en su frente, justo donde estuvieron sus cuernos, había quemaduras graves y en el dedo donde Ashton le colocó su anillo estaba brevemente enrojecido. El anillo continuaba adherido a su dedo como una segunda piel.

-Ven a sentarte conmigo—dijo Allen. Su voz emergió de repente, sobresaltándola.

Girando sobre sus talones, lo encontró sentado en la silla de madera y leyendo un libro sobre el pequeño comedor. Andaba unos lentes de aumento estilo retro.

Tímidamente, tomó asiento en la silla continua.

- ¿Cómo sigue Tobias? –quiso saber.

-Mucho mejor de cuando lo trajeron anoche—contestó, restándole importancia—estará bien, ya lo verás.

- ¿Ya sabes el plan? –le preguntó.

El mayor de los Mackenzie elevó una ceja en su dirección.

-Desde aquí abajo escuché absolutamente todo.

-Todo es por mi culpa—resopló, abrumada—las veces que Cian pierde los estribos es por mí.

-Es porque te ama demasiado y teme perderte a la menor brevedad.

Aruma curvó las comisuras de sus labios en una sonrisa fantasma. Allen le guiñó el ojo y cerró el libro.

-Creo que ya te has dado cuenta de lo que él es capaz de hacer por ti, ¿no?

Ella asintió, temerosa. De solo pensar que Cian era capaz de entregarse al mismísimo Azazel solo por salvarla, sintió escalofríos.

-Sin embargo—continuó hablando Allen—solo tú puedes frenarlo y hacerle confiar que no sucederá nada si acata el plan; ya que lo único que le importa es tu seguridad.

-Estamos peleados—dijo ella, encogiéndose de hombros—está molesto conmigo por no haber pasado la noche en la cabaña.

-Entiéndelo. Estaba preocupado por ti, como todos.

-Todavía no comprendo por qué se pone así. Es decir, me hallaba con Roth.

Allen se inclinó ella cautelosamente y Aruma se acercó lo suficiente para oírlo susurrar en su oreja.

-Eso mismo es lo que lo inquietó demasiado.

- ¿El qué?

-Cian sigue sin entender tu extraño vínculo con Astaroth. Y, de hecho, a todos nos intriga ese apego tan grande que existe entre ustedes.

Aruma frunció el ceño, mirándolo fijamente a sus ojos oscuros que denotaban curiosidad excesiva. Las ojeras del chico estaban borrándose y se miraba más animado que el día anterior.

-Mi alma está pactada a Roth—replicó, a la defensiva—y lo hice para encontrar a Cian, ¿lo recuerdas?

Allen asintió, aunque no muy convencido por su respuesta.

-Eso no explica su estrecha relación.

- ¿Por qué les resulta extraña? –inquirió, comenzando a molestarse, puesto que jamás le había pasado por su mente algún tipo de sentimiento romántico hacia Roth, por más que él tuviera la misma apariencia que Matthew Daddario, a excepción de su cabello y ojos. Él era su mejor amigo, y no le importaba si era demonio o humano. Lo quería tal como era y nadie la iba a separar de su lado.

-Fue tan repentino ese apego, cariño. No mal interpretes mis palabras.

-Roth ha sido el primer mejor amigo que he tenido—siseó—me cuida como un hermano y un padre; y eso me basta para no querer separarme de él.

-De acuerdo—sentenció Allen con seriedad—simplemente es una observación. Nadie está tratando de apartarte de Roth.

-Entonces no lo vuelvas a mencionar y eso también va para Cian.

- ¿Yo qué? –la voz de Cian apareció de pronto. Él se hallaba recargado en la pared, mirándola fijamente; a su lado estaba Ashton con el rostro ceniciento.

Aruma se humedeció los labios y le devolvió la mirada.

-Es una conversación privada e inofensiva—se apresuró a decir Allen con naturalidad.

-Andrew decidió que, antes de que vayamos por los vehículos, tenemos que encontrar un punto exacto para movernos—informó Ashton para aligerar la tensión—y llegamos a la conclusión de que es mejor irnos todos a través de un portal hasta Moose Pass y de ahí movernos por las carreteras.

-Y mientras preparamos todo en Moose Pass, Baker irá por su coche a Montana—continuó Cian—alguien irá con él.

-Yo iré—se apuntó Aruma. Cian torció los labios en una mueca—no me puedes prohibir mi libre tránsito.

-En ese caso, Astaroth te acompañará también—replicó el ángel oscuro.

-Él está resfriado—dijo Aruma.

-Bueno, creo que se están olvidando que yo fui un arcángel y puedo cuidarla bien si hay problemas—masculló Ashton con recelo al ver que lo estaban poniendo en un pedestal del más débil del grupo.

-No quiero separarme de ti, Aruma—confesó Cian con honestidad. Aruma miró a los demás con nerviosismo al darse cuenta que esa conversación tenía que ser privada.

-Entonces me quedaré contigo, no te preocupes—arribó ella para tranquilizarlo y él relajó su semblante—pero alguien tiene que acompañar a Ashton.

- ¡Puedo cuidarme solo! –protestó el antiguo arcángel con exasperación.

Asimismo, esa noche cenaron parte del botín que Astaroth había llevado de la farmacia de aquel pueblo demoníaco. El pequeño comedor y la isla de la cocina se ocupó por completo con todos, excepto por Tobias y Duncan; ellos continuaron en el sótano.

Tenían pensado ejecutar el plan al día siguiente, antes del amanecer, ya que a esas horas era menos riesgoso de ser vistos por sus enemigos.

-Que alguien me ayude a lavar los trastes—añadió Cimeries con toda la intención. Él se había hecho cargo de la cocina y estaba comenzando a hartarse.

-Yo lo haré—Roth se levantó del sofá sin dejar de aferrarse a la frazada y a su paquete de Kleenex. Pero al ponerse en pie, se tambaleó y de no ser por Cian, se hubiese caído al suelo.

-Estás muy enfermo, descansa, amigo—le ordenó el ángel oscuro y miró a Cimeries—deja los trastes en el fregadero, en un rato lo hago.

Como hormigas, cada quién se fue a cada rincón de la cabaña, aguardando la mañana.

Aruma se recostó a los pies del sofá donde su mejor amigo yacía reposando, pendiente de cualquier cosa que pudiera necesitar. Cimeries hizo lo mismo y compartió una segunda frazada con ella bajo el escrutinio de Cian.

Aparentemente la noche anunciaba tranquilidad. La chimenea arrullaba el ambiente con el crepitar de las llamas emanando una deliciosa calidez que los confortaba. Empero, de un momento a otro, apareció Ashton en la sala. Había subido al sanitario y bajó a grandes zancadas con el rostro lívido y los ojos desorbitados.

-Tenemos que irnos ahora mismo—profirió. Cian volteó a verlo con vacilación.

- ¿Qué? –logró articular en un siseo.

-No sé de quién se trata realmente, pero siento la presencia de...

Ashton ni si quiera pudo terminar la oración cuando un fuerte estrépito surcó el silencio y la tranquilidad de la noche, manifestando así el desasosiego de los presentes. Enseguida los pasos apresurados de los que estaban en el sótano se hicieron presente de inmediato.

- ¿Qué infiernos fue eso? –inquirió Cimeries, poniéndose en pie.

Aruma se puso a la defensiva, estando alerta a la puerta y cuidando a Astaroth que estaba durmiendo en el sofá con el cuerpo sudoroso.

Cian y Ashton se deslizaron hacia donde ella se hallaba, formando una posible barrera frente a la puerta.

Pero antes de si quiera darse cuenta de lo que sucedía, la puerta principal se partió en dos en un crujido y el aire helado se coló al interior con un poco de nieve, apagando deliberadamente la chimenea.

Dos enormes siluetas se abrieron paso a la humilde cabaña con pasos duros e imponentes.

Aruma jamás habría podido olvidarlos y mucho menos en ese momento.

Su cabello castaño, que había tenido rapado de un solo lado cuando lo conoció, lo tenía completamente ordenado y más largo desde aquel entonces, y sus ojos verdes brillaban de excitación, como si hubiese estado esperando por ese momento con ansiedad. Y su vestuario era completamente genuino y para nada terrenal. El arcángel Uriel portaba una armadura celestial de metal, con una pechera color plata muy espectacular, muy parecida a la que los gladiadores romanos solían usar en batalla.

A su lado, el arcángel Rafael portaba una armadura similar a la de Uriel, pero más descomunal y terrorífica. Su cabello rojizo estaba más largo y desordenado, pero sus ojos oscuros estaban sedientos de ira.

Y cuando ella se vino a dar cuenta, Roth también formaba parte de aquella barrera frente a la puerta para protegerla.

-Nadie tiene por qué salir herido si deciden irse en este momento—les advirtió Cian, apretando los puños.

Pero la risa burlona de ambos arcángeles provocó que el ángel oscuro perdiera por completo el control. Aruma ahogó un grito cuando Cian se abalanzó a Miguel y desplegó sus alas al momento justo que rodaban al exterior sobre la nieve.

Y sin previo aviso, Ashton hizo lo mismo con Uriel, pero este fue más ágil y logró esquivarlo con éxito, haciendo que el rubio gruñera y decidiera desplegar sus alas de caído para darse impulso y atacarlo otra vez.

El resto de los Mackenzie formaron la barrera en torno a Aruma y Roth se interpuso entre ellos y la puerta. Estaba cansado, resfriado y sintiendo que se quemaba vivo, pero si podía usar su cuerpo inútil como medio de distracción y salvar a Aruma, lo haría.

Afuera, unos truenos y relámpagos resonaron en el cielo con furia; señal de que Cian y Rafael estaban enfrentándose sin miramientos.

-No dejaremos que la toques—vociferó Ashton, levantándose del suelo de madera, pero Uriel le propició una patada en la cara y lo lanzó lejos, derribándolo con salvajismo.

- ¡No! –chilló Aruma— ¡Deténganse, por favor!

-Lo siento, nena. A pesar de todo, me agradas, pero son órdenes de arriba—dijo Uriel sonriendo, sin ninguna pizca de remordimiento y dio un paso adelante. Afuera, el grito de dolor y rabia de Cian paralizó a todos, en especial a ella—oh, y ahora que se han dado cuenta que Abbadon está perdido, tanto tú y él vendrán con nosotros para ser juzgados—dio un paso a Aruma, pero Roth le cerró el paso—apártate, demonio.

-Si la tocas, te mato, arcángel del infierno—siseó en respuesta.

-Roth, déjame hacerlo—suplicó Cimeries con irascibilidad.

Uriel frunció el ceño y de su espalda desvainó una espada luminosa, alerta a cualquier movimiento en falso.

Astaroth, con el rostro congestionado, volteó a ver a su amigo y con una sonrisa, asintió.

-Es todo tuyo, Cimeries—dijo, al tiempo que retrocedía con Aruma y lo demás.

- ¿Qué pasa? –balbuceó la chica sin comprender.

-Si en serio quieres que esto fluya como esos dos piensan, tendrás que obedecerles—le sugirió Andrew, echándola para atrás.

Aruma no comprendía bien a que se referían y se quedó petrificada un segundo después al ver una escena espeluznante, que de no estar al tanto de la naturaleza de sus amigos, habría salido corriendo y gritando despavorida.

Cimeries empujó a Uriel al exterior y este retrocedió alarmado. Aruma alcanzó a ver a través de la ventana los sucesos en primera fila, detrás de Roth.

Sorprendentemente, ella ahí comprendió por qué Cimeries se había ganado el título de Marqués del infierno, y por una buena y diabólica razón.

El demonio emitió un grito gutural que hizo temblar el suelo, al mismo tiempo, debajo de sus pies, se fue abriendo un agujero de probablemente unos veinte metros de diámetro de donde surgieron los peores lamentos y risas demoníacas que alguien podría imaginar.

- ¡Hey! –le espetó Uriel con la espada a la defensiva— ¡No te atrevas, maldito!

Cimeries posó sus ojos negros en el arcángel y ladeó la cabeza, esbozándole una sonrisa demencial, en donde unos afilados colmillos cubiertos de una sustancia oscura similar a la sangre saltaron a la vista.

-Yo, Cimeries, el único y auténtico Marqués del infierno, invoco a mis veinte legiones demoníacas a que peleen en mi nombre y destruyan a los arcángeles Uriel y Rafael y también a aquellos que se interpongan en mi camino—vociferó y extendió la palma abierta hacia el agujero abismal—y te convoco a ti, mi fiel caballo infernal para deleitarte con sangre fresca.

Enseguida, nubes negras cubrieron el cielo junto con la luna y las estrellas. El olor a azufre y alquitrán inundó el aire, provocando que del agujero negro se elevara fuego y lengüetazos del ardiente infierno tomaran posesión del frío suelo.

Risas demenciales, gritos, lamentos y un sinfín de espantosos sonidos que solo el averno podría albergar, atravesaron el portal.

Aruma entornó los ojos al presenciar cómo iban saliendo cientos de demonios en su forma original, dispuestos a eliminar a los arcángeles y a otros si Cimeries no lograba controlarlos. Por su parte, el Marqués yacía montado en un majestuoso caballo negro de quizá unos dos metros de altura, los ojos del animal eran del color de la lava y su aliento era de fuego.

Y cuando relinchó, Cimeries señaló a Uriel.

- ¡A los arcángeles!

Sin embargo, Rafael apareció en medio de Uriel y los demonios que se hallaban corriendo hacia él.

-Una vez me bastó con encadenarte al infierno, maldita escoria—profirió Rafael con la espada en ristre—y créeme que tengo ganas de volver a hacerlo junto con tus malditas legiones de demonios.

-Inténtalo—lo desafió Cimeries con los ojos en llamas—y el que terminará encadenado allá abajo, serás tú.

Del agujero, continuaban ascendiendo más y más demonios.

Y comienzo el enfrentamiento, haciendo que el suelo y cielo temblaran. Rafael y Uriel solo blandían sus espadas y los demonios volvían al infierno en un segundo; y parecía que ellos lo tenían controlado, pero lo que no sabían que aquello era solo una ilusión de Cimeries, puesto que en ese momento no contaba con el poder necesario para invocar a sus verdaderas legiones y lo que necesitaba era hacerle ganar tiempo a Ashton y a Cian para enfrentarlos.

Para cuando se habían encargado de destruir más de la mitad de ilusiones demoníacas, Rafael fue el primero en darse cuenta que era una farsa y tiró de Uriel hacia el cielo para retirarse justo al tiempo que Cian y Ashton los embestían en el aire.

Cian tenía en sus manos su preciado látigo hecho de electricidad y los ojos completamente negros por la ira.

-Ustedes no se librarán fácilmente de mí—masculló.

-De nosotros—le corrigió Ashton, al tiempo que desvainaba su propia espada celestial.

En ristre, ambos arcángeles se prepararon para terminar con lo que habían comenzado, empero su peor error fue subestimar el poder de ambos seres alados al momento de atacar; ya que por separado eran vulnerables, pero juntos eran más fuertes que todos los arcángeles juntos.

Cian movió el brazo con rapidez y el látigo se enredó en torno a la mano de Rafael, la que empuñaba la espada y Ashton usó la suya para hacerle un corte en el antebrazo a Uriel, pero él no soltó su espada, sino que arremetió sin piedad, sabiendo que, si vacilaba, aquello sería su última jugada.

-De los humanos aprendí que a veces la violencia termina con riñas para siempre—se burló Ashton antes de taclear a Uriel de un puñetazo que el arcángel no esperaba.

Uriel cayó a la nieve y Rafael, en un intento de volar a rescatarlo, Cian lo sometió con su látigo y Ashton le proporcionó su espada sin decir una sola palabra.

Cian vaciló al encontrarse con la mirada oscura del arcángel, que a pesar de que su cuerpo mostraba seguridad y dignidad, en sus ojos se notaba el miedo.

-No eres más que una basura, Abbadon—le recriminó con voz temblorosa—tarde o temprano, vas a recibir tu castigo.

El ángel oscuro apretó las mandíbulas y atravesó el pecho del arcángel con la espada. Un halo de luz invadió su cuerpo y se evaporó en el aire.

Ashton tomó de vuelta su espada y bajó a la nieve donde se hallaba Uriel recuperando la conciencia.

-Mándale un mensaje a Gabriel de nuestra parte—rugió el rubio, colocando la punta de la espada en la yugular del arcángel.

- ¡Van a recibir su merecido! ¡Dios no va a dejarlos vivir mucho tiempo! –le escupió a Ashton en la cara y Cian lo ahorcó con su látigo para impedirle hablar— ¡Argh!

-Dile a Gabriel que estaremos preparados para enviarlo al infierno—dijo Ashton antes de desgarrarle la garganta con la espada.

Su cuerpo también desapareció de la misma forma que Rafael.

- ¡Lo han conseguido! –el grito de felicidad de Aruma los desconcertó. Ella corría hacia ellos con el resto de los Mackenzie, menos Tobias. Roth se había quedado adentro recuperando el aliento.

La fémina saltó a ellos y los abrazó con fuerza, tirándolos a la nieve. Ella lloraba desconsolada al ver que no habían sufrido daños graves.

Cian y Ashton reforzaron el abrazo, quedándose un momento en sepultados en la nieve con Aruma encima sollozando.

-No ha terminado aún—gruñó Andrew, mirando a su alrededor—ellos volverán.

-No me importa. Por lo menos, esta noche estamos a salvo—dijo Aruma, secándose las lágrimas y ayudando a los dos a levantarse.

-El truco de Cimeries fue sensacional—añadió Duncan con regocijo—pensamos que en serio traerías a todas tus legiones, pero no contábamos con ese ingenio tuyo.

- ¿De qué hablas? –preguntó Aruma con el ceño fruncido.

Cimeries se acercó a ellos con timidez.

-Sucede que no cuento con el poder necesario para invocar a mis veinte legiones, pero si para engañar a esos idiotas—alardeó el ex marqués con una sonrisa—solamente buscaba darle tiempo a Ashton y a Cian para que les dieran una paliza.

-Vámonos ya—exigió Aruma, echándose a temblar—no quiero que vengan los demás.

Ante esa suplica, estuvieron de acuerdo. Ahora ya no podían esperar más para marcharse. Y si ese par de arcángeles habían llegado a perturbarlos, no había duda que llegarían más o del bando de Azazel, lo cual sería mucho peor.

Una hora más tarde, absolutamente todos estaban preparados para partir. 

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