Tres
CAPÍTULO 3
Domingo por la tarde, Aruma no paraba de dar vueltas, esperando que Ashton respondiera. Le aparecía que no tenía señal y para poder hablar con él con respecto a dejar a su perro con un amigo de él, tenía que salir en búsqueda de señal lo antes posible.
-Asiel, saldré un momento a hacer una llamada. Sé buen chico.
Tomó las llaves y su chaqueta para salir. Bajó trotando al porche, cruzó la calle y no halló todavía toda la señal. Logró obtener la señal a seis calles. Dudó unos minutos antes de llamarle. Al final, lo hizo, pero con el dedo pulgar metido entre sus dientes sin parar de caminar de derecha a izquierda. Ashton Baker la inquietaba demasiado.
- ¿Hola? –contestó a los cinco pitidos. Su voz sonaba entrecortada y con la respiración agitada.
-Baker, soy Aruma—carraspeó—lamento interrumpir lo que estabas haciendo, pero necesito hablar contigo.
-No, no te preocupes—tosió y luego se aclaró la garganta—dime, ¿para qué soy bueno?
-Sucede que tengo un perro, uno muy hermoso, a decir verdad—comenzó a decir y escuchó una risita de su parte, pero decidió ignorarlo—y resulta que hace un par de días resultó herido por defenderme de un atraco y no quiero dejarlo solo para ir a la excursión de mañana. Falté el viernes por lo mismo que tenía que cuidarlo, y Elise me comentó que uno de tus amigos estará disponible para cuidar a mi perro, pero no sé si confiar en él o no. Serán dos semanas.
-Si se trata de Mickey, confía plenamente en sus habilidades para cuidar de tu mascota. Él es experto en ello—le aconsejó.
-Sí, de hecho, se trata de él.
-Pues entonces deberías darle hoy mismo al perro para que mañana vayas tranquilamente a la reunión a la universidad para ir a la excursión.
- ¿Hoy? Tu amigo no querrá venir hasta aquí solo porque siempre sí necesitaré de su ayuda. ¿Por qué no vienes y le llevas al perro tú? Digo, así es menos vergonzoso.
-Eh, me gustaría ir en este momento, pero justo ahora estoy fuera de Bozeman, acompañé a mis padres a traer unas cosas de la empresa en Helena. Pero hablaré con Mickey para que vaya en un rato, ¿te parece bien, Aruma?
-Bien, pero en serio preferiría verte a ti que a él—resopló y luego añadió: — mañana vas a ir a la excursión, ¿verdad?
-No me lo perdería por nada del mundo—le dijo y eso la hizo sentir bien— ¿tienes como trasladarte a la universidad para reunirnos?
-Eso creo. Elise no me ha dicho nada, pero supongo que sí.
-Dile que mañana pasaré por ti a las siete en punto.
-No es necesario, Ashton.
-Lo haré. Además, me ayuda a fomentar nuestra amistad.
-Eres gracioso.
-Ah, ¿sí? ¿por qué?
-No recuerdo cuando nos hicimos amigos—inquirió, burlándose.
-Pretendo que lo seamos y no descansaré hasta que así sea.
-El nuevo rumbo de esta conversación se está saliendo fuera de control. Así que gracias y no vengas tarde mañana—dijo y a continuación, le colgó.
Antes de volver a casa, aprovechó a ir de compras a una tienda donde conseguía cualquier cosa que se le ocurriera. Ella a menudo solía pensar que ese sitio era mejor que un supermercado por estar al alcance de su mano y muy económico al mismo tiempo.
Abastecida de lo necesario, regresó al departamento. Asiel la recibió muy efusivo, y ansioso.
-Tranquilo, amiguito, solo me he ido por treinta minutos—le dijo, riéndose—pero te traje un bocadillo.
De la bolsa, sacó dos sobrecitos. Uno de premios y otro de botana especial para perros.
- ¿Cuál quieres comer primero?
Asiel dejó de mover la cola al ver los premios.
- ¿Qué? ¿Acaso no te gustan? –frunció el ceño—quizá por qué no lo has probado.
Aruma se arrepintió dos minutos después de haberle hecho comer esos premios a Asiel, puesto que el animal era alérgico o algo parecido a esos bocadillos porque vomitó incontrolablemente en cuanto se los metió al hocico. Y para rematar, llamaron a la puerta. Ella había dejado dicho que, si en caso venía a buscar un chico de nombre "Mickey", lo dejaran subir, por lo que pensó en que quizá fuese él.
- ¿Quién es? –preguntó desde la cocina, buscando con qué limpiar el desastre.
-Soy Mickey.
- ¡Un segundo! –limpió lo más que pudo y dejó el trapeador sobre el vómito.
Asiel se acercó a la puerta antes que ella con la cola moviéndose sin parar; y cuanto la abrió, el chico entró directamente a jugar con el perro, ignorándola por completo.
-Sí, hola. Mejor ayúdame a limpiar el vómito o explícame cómo es posible que a Asiel sea alérgico a estos premios—le dijo con incertidumbre.
-Espera, ¿le diste esos premios que vienen en sobres? –Mickey buscó en el cubo de basura más cercano y sacó los sobres llenos de premios en el interior—hay perros, no todos, que sus estómagos no soportan esto. Tiene un ingrediente especial que les afecta a algunos.
-No tenía idea de eso—se sintió avergonzada.
-Tranquila—el chico le sonrió ampliamente—este amigo estará en buenas manos, confía en mí.
-De acuerdo. Deposito mi confianza en ti.
-Bien, entonces me lo llevaré y en cuanto regreses, lo traeré de vuelta—dijo y Asiel se paró en el umbral de la puerta, listo para marcharse.
- ¿Me dejas un minuto para despedirme de él? Te lo llevaré enseguida al primer piso.
-Sí, claro. Te espero allá.
Cerciorándose de que Mickey había bajado, Aruma le echó los brazos encima a su amigo perruno, quién ladró y le lamió la cara, muy contento, como si le estuviera diciendo que no se preocupara por él porque estaría en buenas manos.
-Sé que nos acabamos de hacer amigos, pero comienzo a quererte, Asiel. Eres el mejor perro que he conocido. Vas a hacer tus necesidades a la calle, no destruyes las cosas, me proteges y has decidido quedarte conmigo. Yo no quisiera dejarte en manos de ese desconocido, pero tengo que ir a ese viaje porque forma parte de mis estudios. Solo serán dos semanas, prometo volver—le besó la cabeza y sintió como se estremecía el animal—prométeme que correrás a ladrarme mucho si ese chico te hace pasar un mal rato en esos días, para que yo le dé una paliza, ¿sí?
Lo abrazó un poco más y después bajaron a la calle, donde el chico de cabello azabache y ojos verde esmeraldas esperaba pacientemente en el coche de Ashton.
-Si lo maltratas—Aruma sonrió por primera vez, pero de manera maquiavélica, haciéndolo palidecer—te mato.
-No soy un psicópata, relájate—balbuceó, contrariado.
Asiel caminó con inseguridad hasta situarse junto a Mickey.
-Anda, Asiel, sube—le dijo este con desdén.
-Adiós, hermoso. ¡Te veo en dos semanas! –se despidió de Asiel de manera tierna.
Y sin más, giró sobre sus talones, dirigiéndose al porche como si el chico no importara en lo absoluto.
-Hasta luego, Aruma—se despidió él, pero ella simplemente alzó la mano y la meneó de un lado a otro a modo de despedida.
La despedida más seca y tajante en toda su vida. Y no se arrepentía.
Al deslizarse al interior del departamento, volvió a sentir aquella sensación de soledad que siempre la rodeaba, pero con los pocos días de la llegada de Asiel, se había ido, pero habría regresado con más fuerza. Lo único bueno que la consolaba era que estaría dos semanas en Alaska y cuando estuviera de regreso, el perro también.
Le mandó un mensaje a Elise acerca de que Ashton le había ofrecido ir a recogerla para la reunión y que no se molestara en ir por ella, a lo que la rubia estuvo de acuerdo, pero con la condición de que le contara sobre su relación con el chico.
La mayor parte de la noche, se la pasó arreglando sus valijas. Abrigos, gorros, guantes, libros, pijamas, audífonos, chucherías, etc. El vuelo de casi siete horas seguidas era demasiado para ella, pero si iba preparada, podría resistirlo. Le temía a las alturas y los aviones le causaban nauseas. Desde que se mudó a Montana, juró jamás volver subirse a uno, a menos que fuera totalmente necesario.
A las cinco de la mañana, despertó. Durmió solamente tres horas y para ella fue más que suficiente, puesto que pensaba recuperar sus horas de sueño en el trayecto a Moose Pass. Comenzó por ducharse con agua caliente, secarse el cabello en unos minutos y alborotarlo; ya que, después de todo, tenía el cabello muy corto, como el de un chico. Se vistió de manera abrigadora: Jeans vaqueros color azul marino, calcetas con calentadores extras, sus botines negros que jamás podrían faltarle, una sudadera púrpura encima de su playera manga larga; y encima de ambas, su chaqueta de cuero negra que solía usar cada que quería verse más exótica de lo normal. Se maquilló como de costumbre, colocó sus gafas sobre la nariz y suspiró.
Desayunó papas fritas y pan tostado con mermelada de zarzamora. Una mala combinación que le encantaba. Dejó el café para el último; y lo disfrutó, esperando a que el reloj diera las siete en punto.
Se cercioró de que todas sus cosas estuvieran en orden y miró su teléfono. Tenía un mensaje de su compañero nuevo.
"Estoy afuera"
Aruma hubiese bajado ella sola sus pertenecías, pero lamentablemente pesaban cerca de una tonelada y a regañadientes se vio obligada a pedirle ayuda.
"Sube, ven a ayudarme. Te lanzaré las llaves del porche desde la escalera"
En eso, comenzaron a tocar la puerta.
Azorada, trotó para abrir y se encontró cara a cara con él. Ashton ya estaba en el umbral, dispuesto a ayudarla con una sonrisa cálida.
- ¿Cómo es que subiste sin atravesar la puerta de abajo? –le preguntó, dudosa.
-Me las arreglé para escabullirme por las escaleras, ¿ves?
Ashton le señaló una escalera de metal y móvil que estaba justamente recargada en el enorme portón que bloqueaba al departamento con la calle. Era extraño que estuviese esa escalera, ya que Elliot jamás dejaría que un objeto tan obvio permitiera el acceso a desconocidos.
-Como sea, Ashton. Ayúdame con mis dos maletas.
- ¿Por qué? –alzó las cejas.
-Porque están muy pesadas.
-No, ¿por qué? –inquirió, esbozando una sonrisa lobuna.
Aruma elevó los ojos al techo. No estaba de humor para sus juegos.
-No lo hagas, lo haré yo. Muévete—lo empujó un poco y se las arregló para jalar la maleta más pesada, y a pesar de que tenía pequeñas llantitas, casi no logró moverla ni un centímetro.
-Los modales hacen a la gente educada, Aruma. Solo estaba esperando un "por favor" de tu parte—dijo él, antes de coger la maleta con facilidad y cargarla hacia la puerta sin tener que arrastrarla.
-Gracias—masculló ella de mal humor.
Ashton bajó la segunda maleta y ella se encargó de dejar asegurada la puerta antes de bajar. Le echó un último vistazo a su morada antes de llamar a la puerta de Elliot, el dueño del departamento. Este salió enfurruñado por el sueño y bostezó con ganas antes de escucharla hablar.
-Señor Elliot, me voy de viaje por dos semanas a una excursión de la universidad, así que lo veo en unos días—le avisó.
-De acuerdo. No dejaste a nadie dentro, ¿verdad? Y tampoco al perro que adoptaste hace unos días.
-No, desde luego que no. Asiel está en casa de un conocido, así que no habrá problema alguno.
-Está bien, señorita Kirkpatrick. Que tenga buen viaje, la estaremos esperando—se despidió de ella.
Aruma cerró la puerta del porche y aferró su mochila en donde llevaba sus cosas personales antes de acercarse al coche negro deportivo de su compañero nuevo de clase. Él la esperaba en el interior del vehículo escuchando música y mensajeándose con el teléfono. Y solo hasta que abordó el coche, ella pudo apreciar con tranquilidad el atuendo del chico: Al parecer, Ashton tenía una extraña afición por el color blanco. Llevaba un abrigo beige, por debajo un suéter tejido blanco, pantalón oscuro y mocasines cafés. Colores neutros.
-Vamos a pasar por la casa de Gabriel, ya que él se encargará de regresar mi coche a casa—le informó.
-Pensé que después de todo, irían todos a la excursión, excepto Mickey.
-No, desde un principio no los pudieron dejar ir. Supongo que tiene que ver con que también tienen que arreglar algunas cosas de la mudanza—se encogió de hombros y por fin dejó el teléfono por la paz, encima de la guantera. Se puso el cinturón y ella lo imitó; y acto seguido, echó a andar el vehículo en un ronroneo— cambio de planes, Gabriel se adelantó a la universidad. No hay necesidad de pasar por él, ¿te gusta escuchar música?
-Un poco.
- ¿Qué te gusta? –comenzó a hacerle plática en lo que llegaban a la universidad.
-De todo un poco, pero en estos momentos estoy un poco obsesionada con algunas canciones de Tame Impala, es una banda. Lo sé, pensarás que es algo de chicas tontas, pero no es así.
-No he escuchado ninguna canción de esa banda. ¿Cuál es tu favorita?
-I'm changing.
-Ya veo—observó, sonriendo— ¿y por qué esa te gusta más?
-Me siento severamente identificada.
-Escucharé esa canción—prometió—y veremos qué tal está.
- ¿Por qué lo harías? –quiso saber—es decir, no tienes por qué hacerlo. Cada quien tiene sus propios gustos.
-No tiene nada de malo querer escuchar los gustos musicales de una persona que te agrada—objetó y por solo unos segundos, Ashton dejó de ver el camino para mirarla fugazmente a los ojos.
-Siento que si conozco a alguien mientras esa canción esté de fondo, será mi alma gemela—bromeó y Ashton frunció el ceño, sonriendo.
- ¿Eso ha sido una broma?
Aruma rodó los ojos.
-Lógicamente, sí. Yo no creo en el destino y tampoco en las casualidades.
La chica hizo una mueca bajo el escudriño de él mientras estaban varados en un semáforo en rojo y procuró darle la espalda, fingiendo interés por ver la calle a través de la ventana.
La conversación se tornó en lo más incómoda y ninguno de los insistió. Pronto estuvieron en el estacionamiento donde la mayoría de alumnos de los dos grupos esperaban dentro de los autobuses que habían rentado para llevarlos al aeropuerto. Y en cuanto Aruma bajó del coche de Ashton, Elise emitió un grito en alguna parte y echó a correr para saludarlos.
Ashton la saludó amablemente y se dio a la tarea de llevar tanto sus maletas como las de Aruma hacia el lugar donde estaban destinadas a estar las demás.
-Lo más triste es que los otros chicos no vendrán con nosotros—Elise hizo pucheros y luego sonrió—pero lo excelente es que Ashton forma parte de nuestro equipo y estaremos juntos dos semanas.
- ¿De quiénes hablas? –preguntó Aruma.
-De Mickey, Uri, Gabbe y Ralf.
-Es una bendición divina que no pudieran venir—exclamó Aruma y detrás de ella, Ashton rio. Él se había situado demasiado cerca, que la chica podía sentir su pecho firme en su espalda.
Sin embargo, aquel momento íntimo no fue percibido por nadie más que ellos dos. Aruma quedó congelada en su sitio, sintiendo la calidez de su cuerpo junto al suyo, e imaginó como se sentiría ser abrazada por él desde esa posición. Algo muy cursi y romántico, lo cual la hizo volver a la realidad de golpe.
El profesor Marshall junto con cuatro profesores más, comenzaron a llamarlos por orden de lista para poder acomodarlos en los asientos de manera rápida. Ashton fue de los primeros en subir y luego llegó el turno de Elise y de Aruma, las cuales quedaron juntas.
-Definitivamente espero que en el avión no ocurra esto de estar acomodándonos por apellido—farfulló la rubia—es indignante.
-Pensé que estabas feliz de que nos tocara juntas.
-Lo estoy, pero estaría fascinada si Ashton se hubiera sentado cerca de nosotras—se cruzó de brazos.
A Aruma comenzaba a fastidiarle los monólogos hormonales de Elise, puesto que cada cosa que decía, el chico nuevo estaba involucrado. Y si la rubia seguía así, estaba dispuesta a terminar con ello de una vez por todas. Si tanto le gustaba, podría decírselo, ser novios y listo. ¡No había necesidad de torturarla de esa manera!
El camino hacia el aeropuerto fue totalmente espeluznante, ya que el autobús parecía plagado de personas del mercado que de estudiantes de universidad. Y Aruma no quería desperdiciar la batería en ese momento de su teléfono y escuchar música. Pero lo que más la tenía con los nervios a flor de piel era la mirada insistente de Ashton. Él se hallaba al inicio de los asientos y ella hasta el final. Una distancia apropiada para ignorarse, pero el chico parecía querer estar a su lado con mucha determinación. No entendía su comportamiento. Aruma no estaba interesada en él; le causaba paz interior, pero no era lo que necesitaba. Ashton era más el tipo de Elise que el suyo.
Casi una hora más tarde, pusieron un pie en el aeropuerto. Los chicos ayudaron con las maletas, tanto de ellos como el de las chicas, mientras que ellas, acompañadas por el profesor Marshall, entraron corriendo a entregar los boletos y a ocupar lugares en la sala de espera.
Y a la hora de abordar, fue totalmente increíble. Aruma apenas pudo salir de su ensimismamiento.
Ashton había sobornado a Elise para que intercambiaran de lugar en el avión y así él viajar con Aruma las siete horas del destino.
-Baker, ¿Qué es lo que pretendes? Se suponía que Elise iba a venir conmigo.
-Tengo una corazonada. Un presentimiento algo raro—musitó con seriedad. Sus ojos azules no dejaban de ver por doquier y deslizó la cortina para poder mirar por la ventanilla.
-Eres más extraño que yo—espetó, poniéndose a la defensiva.
-Aruma, si te pido que me prometas algo, ¿lo harías? –la miró con incertidumbre.
-Depende de qué es lo que quieras que prometa—frunció el ceño.
-Prométeme que, por nada del mundo, cuando estemos en Moose Pass, vas a salir sola. No importa si es de día o de noche—dijo.
-No pienso quedarme en las cabañas las dos semanas—lo miró con si fuera un demente.
-Me refiero a que, si quieres salir, vayas acompañada de alguien. Y si es de mí, mucho mejor.
-Vaya manera de pedir una cita, Baker—gruñó—pero no estoy interesada. Pídeselo a Elise.
Él resopló de mal humor y se frotó el puente de la nariz con preocupación.
-Si esto no fuera algo peligroso, te tomaría la palabra; pero no estoy en búsqueda de alguna cita contigo. Simplemente estoy tratando de protegerte.
-Protegerme—parafraseó, incrédula— ¿protegerme de qué?
-Para eso asignaron a un chico con dos chicas, para cuidarlas, Aruma. Pero necesito saber si estás de acuerdo en no separarte de mí.
-Estamos a siete horas de distancia de Moose Pass. Te responderé cuando lleguemos.
Ante la respuesta tajante de la fémina, el chico gruñó entre dientes y la observó colocarse los audífonos, con toda la intención de ignorarlo por todo el camino. Salieron de Bozeman a las once de la mañana en punto, y si el vuelo salía como estaba previsto, llegarían más o menos a las seis de la tarde.
Pese a las turbulencias, Aruma logró con éxito conciliar el sueño con canciones de Tame Impala de fondo.
Y tuvo una pesadilla.
Soñó que estaba en su departamento, sola, como siempre, pero triste. Extrañaba a alguien, pero no sabía a quién, ya que jamás había sentido esa necesidad de estar deprimida por la ausencia de alguna persona. Se hallaba en el sofá, abrazando sus rodillas con la cara húmeda por las lágrimas. Error. Ella lloraba por dos personas, pero por más que hiciera el esfuerzo de recordar sus nombres, no podía. El sentimiento de desolación era mayor a su mente. Pero lo único que sabía era que uno de esos individuos quería su mal, por más que ella lo quisiera. Y cuando estaba a punto de descubrir de quienes se trataba, escuchó en la lejanía la voz de Ashton que la llamaba con urgencia.
-Despierta, Aruma.
Moviéndola ligeramente, ella abrió los ojos, asustada. Enfocó la vista y se percató que estaba en el avión y que Ashton Baker tenía el rostro a pocos centímetros del suyo.
-Apártate de encima—chilló y le dio un manotazo en la cara. Tenía todavía el corazón desembocado, y apenas podía respirar con normalidad. La maldita pesadilla había sido tan realista y aterradora.
-Tranquila—dijo él, abrochándole el cinturón—estabas teniendo una pesadilla y pensé en despertarte.
-Odio los aviones—masculló—los odio a morir.
-Faltan dos horas—le informó con incomodidad y lo vio buscar algo en su mochila—tómate estas pastillas. Te ayudarán a relajarte.
La chica lo observó con suspicacia, pero finalmente aceptó tragarse las dos píldoras sin convicción.
Las pastillas no la hicieron dormir, solo estremecerse y relajarse el resto del camino, como si un interruptor en su interior se hubiera apagado y se hubiese puesto en modo automático. A la deriva. Tenía los ojos medio cerrados y los labios flojos, mirando el asiento delantero de otro pasajero. Se sentía ebria y drogada al mismo tiempo.
El estado relajado duró por dos horas más, el tiempo exacto para cuando aterrizaron en su destino. Ashton Baker tuvo que ayudarla a levantarse y a tomar las riendas de sus pies por sí misma. La habría cargado en sus brazos de no ser por las miradas quisquillosas de sus compañeros y profesores, en especial de Elise. El chico no era idiota, sino todo lo contrario; y también Aruma.
Cuando recogieron el equipaje, ella lo confrontó entre dientes, mientras caminaban hacia la salida, en dirección del transporte que los llevaría a las cabañas.
-Me drogaste, de eso no hay duda—le espetó.
-Te di un calmante para los nervios—rio.
-Pruébalo—estrechó los ojos, presionándolo.
Él buscó en su mochila y le tendió la caja de píldoras en la mano. Aruma leyó minuciosamente "Relajante exclusivo para calmar los nervios. Recomendado para viajes largos...". Abrió la caja e inspeccionó las pastillas. Eran iguales a las que se tragó horas atrás y luego le lanzó de vuelta su droga.
-Es droga disfrazada de calmante—dijo y abrió y cerró la boca varias veces porque sentía dormida gran parte de su cara.
Aruma apresuró el paso para caminar junto a Elise. Su amiga trató de sacarle información sobre lo que había ocurrido, pero se mantuvo con la boca callada. Abordaron el transporte, sintiendo el aire helado y cortante de Moose Pass. Aquel era otro tipo de ambiente, parecía que estaba a punto de nevar o convertirse todo en hielo.
El frío le caló los huesos hasta el fondo. Se puso la capucha de la sudadera después de ponerse el gorro y los guantes.
El sol tenía que estar escondiéndose, pero todo estaba tan oscuro que parecía de noche. Casi no había personas en las aceras, y eso que eran pasadas las seis de la tarde. Aruma no fue la única que se percató de ese detalle tan obvio. Los demás se abrigaron en lo que llegaban a las cabañas, sin dejar de observar el pueblo a través de la ventana.
Los pinos del bosque en la montaña se erguían con majestuosidad en la oscuridad, haciendo contraste con el cielo oscuro sin estrellas ni luna.
-Profesor Marshall, ¿Dónde nos hospedaremos? –preguntó Sally Adams, mirando fijamente a Aruma y después a Elise?
- ¿Nos alojaremos cerca del lago Grant? Porque me gustaría atravesarlo en bote—habló Ashton hasta el fondo del vehículo.
Todos, incluyendo Aruma, voltearon a ver al chico nuevo con desdén.
-En efecto, solicité hospedaje cerca del lago Grant, en las cabañas que están a cinco minutos del bosque Chugach, donde podrán ir de excursión con los miembros de sus equipos. Allá les daré un horario para regresen temprano para salir todos juntos a explorar el pueblo, ¿de acuerdo? –replicó el profesor con excitación y la mayoría asintió.
El camino hacia las cabañas duró alrededor de quince minutos. La clase completa moría de ganas de calentarse en el interior de sus habitaciones y beber una taza de café caliente para amenguar el helado frío del ambiente.
Aruma no quiso pensar en los días posteriores metida en aquel lugar, rodeada de sus compañeros idiotas que no sabían apreciar la belleza que tenían frente sus ojos. Por supuesto que a ella también le apetecía calentarse entre las sábanas y beber café, pero deseaba que fuese de día para salir a explorar por su cuenta.
Las dos profesoras se encargaron de movilizar a las féminas y los dos profesores a los varones.
Tanto Elise como ella, refunfuñaron al percatarse que, al menos, por esa noche, tendrían que dormir con otras chicas porque todavía no estaban todas las habitaciones disponibles. Aruma se tragó el coraje que sintió cuando fueron nombrando a quienes compartirían habitación. No le importaba compartir cabaña porque era para cinco personas, pero la habitación sí.
-Elise Kingston, Aruma Kirkpatrick, Stella Morgan, Adele Murphy... —dijo la docente, señalando a cada una y sonrió cuando su mirada cayó en la más patética—y Sally Adams. Ustedes cinco en la cabaña número 2, habitación 13.
Escoltadas por la otra profesora, Asuma resopló, caminando por la dirección correcta. Elise apenas podía mantener la compostura y no gritar de molestia.
-Cinco chicos que sean tan amables de ayudar con el equipaje, por favor—pidió el profesor Marshall.
Salieron de la recepción y se dirigieron a la cabaña en donde pasarían la noche. Ashton se encargó de llevar el equipaje de Aruma y otros cuatro de las demás; pero mientras caminaban, el chico nuevo apresuró el pasó y aventuró a hablarle; ella, por su parte, apenas lo miró.
-Cuando nos reubiquen, dormiremos en la misma cabaña—le hizo saber él. Aruma pensó que las palabras de Ashton tendrían algún trasfondo pervertido, pero fue tan normal y neutral que volteó a verlo. Ni si quiera su expresión delataba alguna perversión—el otro chico que le toque a las otras dos chicas que compartirán la otra habitación también. Pero tengo entendido que nosotros dormiremos en la sala en camas portátiles.
-Deberían dormir todos los hombres juntos y cómodos—musitó ella.
-Reglas son reglas. Además, también hay sillones, ¿lo ves? –le señaló la cabaña, que tenía la puerta abierta y desde esa distancia se alcanzaba a ver dos sillones amplios en el interior.
Aruma contempló todo a su alrededor y quedó fascinada con lo que vio. El lago Grant se extendía en la lejanía, por los bosques y las enormes montañas con nieve en lo alto, haciéndolo ver irreal y fantástico. El aire movía el agua delicadamente y el murmullo de los pinos y árboles hacía que la noche fuera más misteriosa y excitante.
Entraron a la cabaña y Elise se hizo cargo de apartar la cama en la que dormirían las dos antes que las demás, mientras que Aruma le indicaba a Ashton donde colocar las maletas. Las otras chicas miraron con molestia las atenciones del chico nuevo para con ellas dos y decidieron salir a hablar con el otro grupo de chicas.
-Chicos y chicas, reúnanse rápido para las indicaciones—exclamó la profesora en la puerta de la cabaña.
Diez minutos después, absolutamente todos se reunieron en la recepción, y fueron a la cafetería, ya que habían mandado a pedir hamburguesas al carbón y gaseosas para ellos. Dentro de ahí, la calefacción era confortable, capaz de hacerlos soportar beber gaseosas frías y disfrutar la cena de comida chatarra.
Apartadas como de costumbre, Aruma y Elise decidieron sentarse cerca de una ventana para apreciar el exterior mientras cenaban a gusto.
-Ojalá mañana nos coloquen como es debido—le oyó decir a la rubia; pero sabía la razón de su insistencia.
-Ashton no pondrá un pie en nuestra recámara, Elise—le advirtió, poniendo los ojos en blanco.
- ¡Ay, Aruma! Cómo tú no tienes la necesidad de llamar su atención, se te hace fácil querer evitarlo. Yo he tratado por todos los medios hacer que me mire sin que le hable o haga alguna ridiculez—hizo pucheros y empujó su plato a medio comer—incluso pensar en ello me hace perder el apetito.
-Él no me interesa—le hizo saber—así que por mí no te preocupes. Voy a tratar de dejarlos a solas cuando se acerque, ¿de acuerdo? Pero está en tus manos conquistarlo, Elise. Más no puedo hacer.
- ¿En serio no te gusta o te llama la atención? –la rubia se mostró emocionada.
-Es atractivo, lo admito, pero no es mi tipo—aclaró—cuando conozca al chico ideal, serás la primera en saberlo.
Y tras esa confesión, el apetito de la rubia regresó y se acabó por completo la hamburguesa, incluso fue por una segunda; dejando sola a Aruma unos minutos, tiempo en que Ashton aprovechó para acercarse de manera casual.
Ella lo miró deslizar su bandeja al sitio donde Elise había ocupado y le alzó la ceja.
-Hola—le dijo.
-Quiero que me acompañes mañana a navegar por el lago Grant—le propuso.
-Planeaba salir a turistear por ahí con Elise—mintió.
-Sé que mientes para evadir mi propuesta, pero ella también puede venir si quiere—se encogió de hombros, llevándose un trozo de carne a los labios—la cuestión es que no salgan solas, tal y como lo dijo Marshall.
-Ashton, no actúes peor que Marshall—dijo de mal humor—somos universitarios, no del jardín de niños. Podemos cuidarnos solas y no vamos a estar hasta la noche fuera.
-Está bien, si cambias de opinión, avísame—inquirió de manera suave y esbozó una sonrisa. Tomó su bandeja, se levantó y la dejó sola en la mesa. Aruma lo siguió con la mirada hasta que desapareció en una esquina de la cafetería. Se sintió un poco mal por tratarlo de esa manera cuando él nada más se estaba preocupando, pero el chico tenía que entender que ella no era ninguna niña a quién tenía que proteger.
Al término de la cena, algunos grupos decidieron ir a sus respectivas cabañas, en cambio Elise y Aruma, optaron por quedarse un rato más en la recepción con los profesores. No tenían sueño y tampoco cansancio. Deseaban ir a caminar por el lago, pero para que eso sucediera, tenían que esperar a que los profesores se quedaran dormidos frente al televisor de la recepción.
El profesor Marshall fue el primero en caer dormido, con la barbilla sobre su barriga, luego uno a uno, quedaron totalmente dormidos por el cansancio.
-Es nuestra oportunidad—susurró Aruma. Elise asintió.
Ambas se escabulleron a hurtadillas de la recepción y enseguida el aire helado les acarició las mejillas con rudeza. El ulular de un búho en la lejanía les dio la bienvenida a las dos al pueblo de Moose Pass.
-Por fin un poco de tranquilidad y soledad para nosotras—chilló Elise entre dientes—este lugar es bellísimo. No puedo esperar a que sea mañana, Aruma.
-Me encantaría recorrer el lago en la orilla hasta ver en dónde termina o perderme en el espeso bosque con un buen libro y café caliente—acotó Aruma, cerrando los ojos y respirando hondo el olor a pino que descendía de todas partes.
- ¿Serías capaz de leer un libro aquí? –le preguntó la rubia, incrédula.
-Sí, ¿por qué? –frunció el ceño.
-Es que el panorama es totalmente hermoso como para ponerle atención a un libro.
-El paisaje es excelente para perderse en otro mundo—le corrigió.
-Jamás entenderé tu pasión por los libros, pero lo respeto. Mi madre tiene muchos libros en casa, mi padre se los heredó cuando se fue con su amante—rio—te regalaré algunos cuando volvamos a casa.
-Por mí, encantada, gracias.
Caminaron por la orilla, divisando a lo lejos algunas fogatas de personas que acampaban en pleno bosque, a escasos centímetros del lago y deseó poder unirse a ellos en vez de pasársela encerrada en las cabañas con sus mezquinas compañeras de clase, exceptuando a Elise.
Se acercaron al puentecillo de madera lo suficiente para poder sentarse y patear el agua con las puntas de sus calzados.
Era extraño que a esas horas apenas la luna y las estrellas hicieran acto de presencia, ya que eran pasadas las diez de la noche.
-No hay señal. Muero por tomar fotografías y subirlas a mi estado de WhatsApp.
-Estamos aquí para interactuar con la naturaleza, Elise, no para molestarla con el teléfono.
-Tienes razón, pero es inevitable. Mañana tomaré demasiadas fotografías para que en casa las suba a mi estado. Es divertido capturar los momentos en el teléfono.
-Es más divertido capturarlas en la mente y en los sentidos—cerró los ojos para dejarse influenciar por el silencio de la naturaleza.
-Quisiera navegar en bote por todo el lago con Ashton—dijo de pronto Elise. Su voz sonó algo decaída.
Aruma abrió los ojos y alzó ambas cejas, mirándola.
-Estás de suerte, querida Elise—le dijo con una sonrisa lobuna. Era su oportunidad de escapar del acoso del chico nuevo—Ashton me propuso navegar en el lago mañana y me dijo que te invitara también. Obviamente prometí darte un momento perfecto con él, ¿no? ¡Esta es tu oportunidad de enamorarlo con tus encantos! –ella asintió, con las pupilas dilatadas—así que ve a buscarlo en la mañana a su cabaña, mientras que yo aprovecho a ir al bosque a explorar a solas, ¿de acuerdo? No planeo más que caminar y después leer.
- ¡Parece una idea fenomenal, Aruma!
-Pero con la condición de que no le dirás a nadie a donde he ido; porque de lo contrario, podrían ir a fastidiarme mi excursión—añadió con severidad. La rubia asintió, emocionada.
Les bastó estar otros veinte minutos más sentadas observando el lago y volver pronto a la cabaña. Tuvieron demasiada suerte al regresar antes de que los profesores comenzaran a hacer sus rondas y castigar a aquellos que no estuvieran en sus habitaciones.
Para Aruma, aquella fue la peor noche en mucho tiempo. Ni si quiera con su tía Helen la pasó tan mal porque al menos ahí dormía sola y no con féminas ridículas que usaban camisolas transparentes para dormir, sin importarles el frío que hacía, pero si importándoles que algún chico las mirara y se atrevieran a meterse bajo sus sábanas.
A la mañana siguiente, despertó antes del alba, con la intención de escapar de las garras de sus profesores y de Ashton Baker, su acosador. Se bañó con agua muy caliente, eligió la ropa más abrigadora posible, tomó su mochila, se asomó por la puerta y echó a correr rumbo al bosque sin miramientos.
Había guardado una hamburguesa de la noche anterior, por lo que tenía alimento que la sustentaría más adelante. No se maquilló porque pensó que sería una pérdida de tiempo y dado que tenía, literal, poco tiempo antes de ser descubierta, debía darse prisa de hallar un sitio perfecto.
Anduvo durante treinta minutos montaña arriba. A cada paso que daba, el frío iba incrementando. No pensaba ir hasta la cima donde había nieve, pero un poco cerca. Todavía no estaba satisfecha con el paisaje como para echarse sobre un tronco y leer mientras devoraba su hamburguesa. Tenía que continuar, hasta que su sentido común le indicara que era el lugar correcto.
Y justamente cuando llevaba una hora de camino, lo encontró. Parecía ser un claro en medio de los pinos, incluso había pequeños montículos de nieve a su alrededor; y detrás de ella se alzaba la montaña grotesca con su manto blanco.
Tendió una frazada que había tomado prestada de la cabaña y se tumbó sobre esta, colocando su mochila como almohada, colocando su almuerzo y su libro a un lado. Se tomó unos minutos para admirar con regocijo el cielo entre la maraña de pinos y árboles a su alrededor. Estaba en Alaska, muy lejos de su hogar y añoraba tener a Asiel consigo para ser completamente feliz.
Puso la canción "I'm Changing" de Tame Impala para ponerle sabor al ambiente y relajarse.
Sin embargo, el crujido de una rama captó su atención. Y sintió nuevamente esa sensación de ser acechada desde las sombras. Se sentó de inmediato y escrutó todo su entorno en busca de alguien, pero no había más que naturaleza. Por un momento pensó que probablemente Elise o Ashton la habían seguido hasta ese punto, pero declinó la idea rápidamente.
Un nuevo crujido la sobresaltó, seguido de otro y otro. Eran pisadas.
Aruma se puso en pie sin pensarlo y se puso a la defensiva. No tenía ningún objeto con el cual defenderse, pero tenía sus puños y piernas, que eran más que suficientes si en caso necesitaba luchar. El corazón comenzó a latirle demasiado rápido y su respiración a agitarse a medida que los pasos se acercaban más y más. Retuvo el aliento en el instante que los pasos se detuvieron y detrás de un enorme y robusto tronco de un árbol, se asomó un caribú. Sí, un enorme caribú con sus enormes cuernos camuflados con las ramas del árbol.
Su pulso se normalizó y echó a reír de los nervios. El animal la quedó mirando unos segundos y siguió con su camino, haciendo crujir las ramas bajo sus pezuñas.
-Pensé que necesitaría matar al caribú para ponerte a salvo.
Aruma gritó del susto cuando de repente, una voz masculina surgió de alguna parte detrás de ella.
-Lo lamento, no quise asustarte. Pero es peligroso que estés a esta altura del bosque Chugach.
La chica se llevó una mano al corazón y la otra a la frente, tratando de que no le diera algún ataque al llevarse tremendo susto. Cuando por fin recuperó la compostura, alzó la cabeza de manera desafiante, con la intención de confrontar al sujeto y se quedó de piedra al observarlo.
Su canción favorita iba a la mitad en el momento que sus ojos cruzaron con los del desconocido.
Era un joven.
Un joven tan misteriosamente atractivo, que Aruma sintió que se le secaba la boca por haberse quedado boquiabierta y su corazón comenzaría a latir erráticamente hasta matarla.
-Belleza, ¿estás bien? –el chico dio un paso a ella y la agarró de los hombros. Aruma sintió una ligera descarga eléctrica por todo su cuerpo.
¿A quién no se le secaría la boca al ver a semejante hombre?
Cabello azabache, más oscuro que la propia noche y de un agujero negro en el espacio, alto, quizá como 20 centímetros más alto que ella, delgado, pero ligeramente fornido de los brazos, y a pesar de llevar encima un abrigo negro, se le notaba los bíceps, la nariz respingada y perfilada, sus labios finos y rojos, como si acabara de comer zarzamoras frescas y maduras. Pero lo que a ella le llamó más la atención fueron sus penetrantes y aterciopelados ojos color de la miel vista a través del sol, que la miraban con fijeza y determinación. Sus largas pestañas acariciaban sus mejillas sonrojadas por el frío al parpadear. Y tenía una cicatriz en cada una de sus pobladas cejas, dividiéndolas, haciéndolo ver exótico. El abrigo negro que portaba hacía contraste con sus Jeans oscuros y sus botas de nieve. Todo oscuro; lo contrario a Ashton Baker.
- ¿Belleza? –repitió él, sonriendo de manera seductora. Aruma parpadeó, ruborizada—diablos, belleza, no me mires de esa manera porque me ruborizas.
-Perdón, ¿qué decías? –balbuceó como una tonta. Era la primera vez que le sucedía. Se inclinó a apagar su teléfono y a mirarlo fijamente; y hasta ese momento se percató que el chico sostenía un hacha en la mano derecha.
-Es peligroso que andes sola a esta altura de la montaña. Hay otros tipos de animales por aquí—dijo, sin dejar de mirarla con descaro.
A pesar del aturdimiento por la belleza del chico, Aruma no se quedó con las ganas de confrontarlo.
-Si es tan peligroso, ¿Qué haces aquí también? –lo desafió.
-Conozco esta zona como la palma de mi mano—le informó—y, además, necesitaba leña.
- ¿Eres de aquí? –le preguntó, acomodándose el cabello detrás de las orejas. Por alguna razón, a ella se le antojó continuar charlando con él, algo que jamás hubiera hecho con nadie más, ni si quiera con Elise, a menos que tuvieran tiempo de conocerse.
-No, hace un año me vine a vivir aquí por cuestiones personales—no entró en detalles y ella respetó su intimidad— ¿y tú? No pareces de aquí, ya que, si lo fueras, sabrías de los peligros—bromeó; y ella, sonrió, avergonzada.
-Soy de Bozeman, Montana; vine aquí de excursión gracias a un proyecto de la universidad, pretendemos estar dos semanas en el pueblo. Escapé de la cabaña donde estamos alojados para leer un poco—bajó la mirada con timidez y después lo miró.
-Ya veo—se quedó pensativo y luego arqueó una ceja. Se rascó el cuello y de manera muy amable, le extendió la mano hacia ella—es un placer conocerte, belleza, mi nombre es Cian Mackenzie. Me daría mucho gusto poder ayudarte a conocer los alrededores.
-Mucho gusto, Cian Mackenzie—dijo ella, estrechándole la mano y sintiendo nuevamente la descarga eléctrica en su cuerpo—me llamo Aruma Kirkpatrick.
Él soltó su mano solo para recoger el libro que ella iba a leer. Un clásico de Jane Austen.
-Emma. Muy bueno—escudriñó algunas páginas con interés— ¿te gusta leer?
-Amo leer, es mi pasión—contestó.
-Yo también amo leer, es muy interesante—le devolvió el libro y afianzó con firmeza el hacha—trabajo a medio tiempo en la librería pública del pueblo, tal vez en uno de estos días te animes a ir—le propuso—sería agradable verte una vez más sin que te asustes.
-Quizá vaya—rio—solo si prometes darme membresía gratis por un año.
Cian Mackenzie soltó una carcajada, y Aruma se sintió cohibida. Era el chico más atractivo que había visto en su vida. Parecía irreal.
-Ya lo veremos, belleza—y entonces, verificó la hora en su reloj de la muñeca—demonios, ¡Van a matarme si no llevo la leña! Pero tampoco puedo dejar que te quedes aquí sola. Vamos, te encaminaré a las cabañas.
-No es necesario, puedo volver sola—comenzó a recoger sus cosas.
-Insisto. Aquí no es seguro—le echó un vistazo a cada uno de los puntos cardinales antes de extenderle la mano a ella, para dirigirla colina abajo—vamos, belleza.
Ese apodo cariñoso la cohibió muchísimo. Y agarró tímidamente su mano; y al hacerlo, se sintió protegida, era patético, pero por primera vez en su vida no tuvo temor de nada.
Él se encargó de cargarle la mochila mientras emprendían la caminata a las cabañas, no obstante, Aruma, por su parte, se limitó a andar con la cabeza ligeramente agachada y de vez en cuando lo miraba a través del rabillo del ojo. El joven tenía el rostro neutro, con las cejas un poco juntas, y la mirada alerta de cualquier peligro cerca.
-Siento que ya te es una costumbre hallar chicas solitarias y perdidas en medio del bosque Chugach—se atrevió a decirle ella para romper el silencio. Cian Mackenzie volteó a verla con el fantasma de una sonrisa en sus labios.
-Para ser honesto, no—respondió con suavidad—es la primera vez.
-Ya veo, debo sentirme afortunada, ¿no? –sonrió ella.
-Te equivocas, yo debería sentirme afortunado porque no hubiera soportado que ese caribú te hiciera daño—dijo con total calma. A pesar de que lo dijo sin ninguna emoción de por medio; a Aruma se le revolvió el estómago de emoción.
-Perdona si te lo pregunte, espero no ser muy indiscreta—comenzó a decir. El chico volteó a verla con una sonrisa torcida, instándola a hacerlo— ¿vives solo o con alguien más?
-Vivo con mis cuatro primos—contestó, haciendo una mueca y luego se echó a reír—son unos demonios, pero los estimo—suspiró— ¿y tú? ¿vives sola en Bozeman o con tus padres?
Aruma se mordió el labio inferior y se detestó por haber comenzado esa conversación.
-Mis padres fallecieron hace tiempo, por lo que vivo sola en un departamento en lo que culmino la universidad—confesó, encogiéndose de hombros, pero sintiéndose devastada por recordarlo. Y de pronto, sintió un apretón en la mano por parte de Cian Mackenzie.
-Comprendo—dijo asintiendo—yo también perdí a los míos hace mucho tiempo, pero aprendí a vivir con ello. Es parte de la vida.
- ¿En serio? ¡Lo siento tanto!
-Oye, no te preocupes—le volvió a apretar la mano—a veces la vida nos quita personas que amamos para ponernos a otras personas más importantes que amaremos con mayor fervor y ellas a nosotros.
-Vaya, jamás me habían dicho eso, pero es cierto, viéndolo de esa manera.
Continuaron dialogando por casi una hora, en lo que llegaban a las cabañas; pero Aruma ni si quiera se dio cuenta del tiempo porque pasó demasiado rápido al momento de llegar. Vislumbró el lago a pocos metros de distancia y deseó poder quedarse tomada de la mano con aquel misterioso chico de la montaña.
-Aquí ya podrás volver con tus compañeros—le explicó él, sin soltarla.
-No quiero regresar todavía—lo miró a los ojos fijamente; él se percató de su escrutinio y sonrió.
-Tienes que hacerlo o comenzarán a preocuparse por ti—le soltó lentamente la mano y se acomodó el cabello—espero volver a verte. Ya sabes cómo encontrarme.
-En la librería pública—dijo y se lo memorizó—te veré ahí, Cian Mackenzie. Y tú también ya sabes cómo encontrarme—le señaló las cabañas.
-Sí. Y también tengo mi cabaña detrás de esta montaña, ahora anda, te estaré observando desde aquí—le entregó la mochila con sutileza.
Aruma tragó saliva y obedeció. Giró sobre sus talones y comenzó a caminar de vuelta a las cabañas, donde los cuatro profesores, Elise y Ashton Baker, se hallaban buscándola. Se maldijo entre dientes y miró al chico por encima del hombro, quién le dijo "adiós" con la mano sin moverse de su sitio; y ella pensó en correr hacia él y huir.
- ¡Ahí está! –le oyó gritar a Ashton Baker y cerró los ojos, enfadada.
Atareada, volvió el rostro con la intención de ver a Cian Mackenzie una vez más antes de enfrentarse a una riña con los de su universidad, pero se quedó pasmada al ver que se había marchado, dejándola sola.
Ashton corrió a ella y la agarró de los hombros, examinándola por completo. Se miraba muy preocupado. Aruma lo apartó de un empujón de manera violenta.
-Estoy bien. Elise sabía que saldría a caminar y leer—masculló, lista para golpearlo si volvía a tocarla de esa manera.
- ¡Aruma Kirkpatrick! –los profesores gritaron a través de sus megáfonos. Y a juzgar por sus rostros flagelados de ira, no estaban contentos de verla— ¡Queda castigada una semana sin salir a explorar con sus compañeros! ¡Se quedará a ayudarnos a hacer servicio comunitario con nosotros!
Aruma Kirkpatrick tragó una enorme bocanada de coraje antes de dirigirse a la cabaña, pero no sin antes enviarle una mirada fulminante a su supuestamente amiga Elise Kingston, que la miraba con tristeza y angustia. Pasó empujando a Ashton y se encerró en la habitación. Agradeció que por fin hubiesen reubicado a todos en su ausencia, pero de todas maneras tenía que seguir viendo tanto a Elise como al imbécil de Ashton Baker.
Su único consuelo era haber conocido a Cian Mackenzie. Él había sido lo bueno de ese día tan frustrante.
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