Trece
Aruma deseó tener el poder de rebobinar el tiempo.
¿Ashton Baker era también un ser alado ajeno al mundo terrenal?
Tenía que estar bromeando, pero, a decir verdad, en ese instante, todo cobraba más sentido, absolutamente todo.
La razón por la que Cian y él se trataban con demasiada confianza era porque se conocían desde toda la eternidad. Y se sentía molesta, engañada y estafada.
¿Por qué no se lo habían confesado desde el principio?
Empujó a Astaroth y miró con sumo desprecio al rubio, quién miraba sus pies sin el menor indicio de defenderse. Se miraba agobiado y nervioso.
-Ya fue suficiente de mentiras—espetó ella de mal humor—vámonos, Roth. No tenemos nada qué hacer aquí.
Aruma pasó junto a Ashton para salir de aquel condominio y el demonio la siguió con expresión satisfecha. Pero apenas ella puso un pie fuera de la puerta metálica, cuando el rubio la agarró de la muñeca, justo donde estaba plasmado el tatuaje del sello demoniaco. Ella se volvió para mirarlo y trató de apartar su mano, pero él no cedió.
-Suéltame—chilló.
-Saco de plumas, aparta tus celestiales manos de Aruma o te enviaré al pozo del infierno—amenazó Roth con irritabilidad. Sus ojos adoptaron el rojo fuego real de su verdadera naturaleza. Y como Ashton ignoró su amenaza, el demonio se encargó de sujetarlo del hombro—es mi última advertencia.
Ashton la soltó y se alejó de Astaroth con la mandíbula tensa. Sus perfectos ojos azules parecían querer echar fuego también a causa de la rabia.
-No voy a permitir que te marches con ese demonio—el rubio sentenció y miró a Aruma con preocupación.
-Él ha sido más sincero en pocas horas que Cian y tú—masculló ella—prefiero mil veces la compañía de un demonio que, de un estúpido ángel del cielo, que irónicamente es mentiroso y rastrero.
-Deja que te explique—insistió. Su expresión era de desesperación absoluta.
-No—Aruma lo miró a los ojos con fijeza—jamás vuelvas a acercarte a mí, nuestra supuesta amistad termina aquí.
-Por favor, Aruma—murmuró con suavidad—por favor.
La chica se cruzó de brazos y miró a Roth, quién se encogió de hombros. Durante casi un minuto se quedó reflexionando. ¿Ashton merecía darle una explicación?
-Te doy diez minutos, no más, Baker—accedió finalmente la fémina.
Ashton asintió y extendió su mano hacia ella.
-Ahora que ya sabes que soy un ángel, ya no sirve de nada continuar fingiendo. Toma mi mano, por favor—dijo él.
- ¿Qué pretendes? –ella estrechó los ojos con desconfianza.
-Solo sujétala—le señaló su mano, que continuaba extendida en su dirección.
Aruma le envió un vistazo a Roth y él simplemente se deslizó al suelo, sentándose en posición de loto, dándole a entender que la esperaría, pero antes de que ella colocara su mano sobre la del rubio, el demonio le señaló el tatuaje, recordando que, si se sentía en problemas, solo era cuestión de llamarlo para ir a salvarla.
Un poco más tranquila, tomó la mano de Ashton y la misma sensación que sintió cuando atravesó el portal volvió a ocurrir, pero más intensa. Todo se tornó borroso, pero sabía que era más seguro porque continuaba aferrada a la palma del rubio.
Cuando la sensación terminó y a su alrededor recobró su estado original, se percató que se hallaban en otra parte, lejos de la residencia de Gabriel. Miró a todas partes, buscando a Roth, pero él no estaba ahí. Ese lugar parecía ser el interior de una casa pequeña y tranquila.
- ¿Dónde estamos? ¿Hiciste un portal? –inquirió Aruma y tropezó con la mirada suave de Ashton a su lado.
-No.
- ¿Este es parte de tu súper poder? –se burló y le soltó la mano. Ella únicamente sabía disfrazar su enfado y ofensa con comentarios irónicos y burlones para evitar echarse a llorar de la desesperación—Roth sabe crear portales, y los Mackenzie saben volar, asumo que tienen otros poderes, aunque no los he visto en acción. Supongo que también tú.
- ¿Qué tanto te revelaron de nuestra existencia? –tomó asiento sobre un taburete con expresión severa.
-Lo suficiente para saber que no puedo confiar en ti.
- ¿Por qué invocaste a Astaroth? ¿Estás consciente que tu alma se irá directamente al infierno si mueres? –la forma en la que habló fue de suma preocupación y tristeza, como si le doliera saber que ella ya no era libre y estaba condenada.
-Estoy al tanto de ese detalle—dijo ella de manera tranquila— ¿Qué te preocupa?
-Me preocupas tú.
- ¿Por qué? Si de verdad te preocupara, debiste ser sincero desde el principio.
-Eso no tiene nada que ver. Habíamos acordado que te diría todo en el festival del fin de semana entrante, junto con Mackenzie, pero extrañamente ya sabes todo, él fue secuestrado y, además, regalaste tu alma a un demonio—se frotó los ojos con incomodidad— ¿Cómo quieres que no esté preocupado? Mi deber era protegerte.
-A ver, Ashton, como tus planes se adelantaron, creo que es justo que me termines de explicar todo.
- ¿Qué más quiere saber?
- ¿Por qué Cian y tú se acercaron a mí? ¿Por qué dices que debías protegerme? ¿De qué va todo? ¿Qué quieren realmente de mí? –dijo exasperada—ya no quiero mentiras, Ashton, o si es que te llamas de verdad así.
Sin embargo, cuando el chico comenzaba a abrir la boca para hablar, Mickey apareció de manera sorpresiva detrás ellos. Aruma volteó a mirar al recién llegado con los ojos como platos y Ashton negó con la cabeza.
-El chocolate que le diste a Gabriel era laxante...
La voz y risa de Mickey quedó suspendida en el aire con sorpresa y a la vez horror.
-Aruma..., ¿Qué haces aquí? –preguntó, fingiendo un poco de normalidad.
- ¿Él también es como tú? –inquirió Aruma mirando a Baker, sintiéndose miserable y cada vez más estafada.
Mickey miró a Ashton con los ojos muy abiertos, pero el rubio se rascó la cabeza.
-Ya lo sabe—dijo.
- ¿Qué? ¿Miguel, Rafael, Uriel y Gabriel también son ángeles? –la chica se mostró intimidada.
- ¿Cómo se enteró? –se horrorizó el amigo del rubio, mirándolo por encima de Aruma, como si ella no estuviera ahí.
-Ni si quiera yo lo sé. Pero lo sabe—increpó el rubio, frotándose las sienes con los dedos—Mickey, te suplico que te marches y que mantengas esto en secreto, ¿de acuerdo? Tengo algunas cosas que hablar con ella en privado. Yo hablaré con los chicos después.
Su amigo asintió y se dirigió a la puerta. Era el colmo que pretendiera actuar como una persona normal a esas alturas, pero Aruma le restó importancia al verlo salir ordinariamente.
-Esto no puede estar sucediendo—dijo, caminando de un lado a otro frente a él—cinco ángeles caídos y cinco ángeles celestiales acechándome. ¿Con qué propósito?
- ¿Quién secuestró a Cian? –Ashton le cambió el tema a propósito y de manera drástica. De haber preguntado otra cosa, Aruma se habría molestado, pero no lo hizo, puesto que a ella únicamente le importaba encontrarlo con o sin ayuda del rubio—cuéntame lo que pasó. No tiene caso que te guardes los detalles.
- ¿Piensas ayudarme a buscarlo?
-Por supuesto.
-Lo detestas, y ahora que sé que son enemigos por naturaleza, ¿por qué puedo confiar en que me ayudarás? No quiero que lo condenes al infierno. Me niego a que le hagas daño.
-Porque es importante para ti. Y si encontrarlo significa tu felicidad, estoy dispuesto ayudarte, aunque eso esté en contra de mis principios y me meta en problemas—hizo una pausa y su semblante se transformó. Estaba muy serio y parecía estar siendo honesto—no voy a hacerle daño. Te doy mi palabra.
- ¿Lo prometes?
-Lo prometo. Y cuando lo encontremos, te vas a enterar de todo. Te doy mi palabra.
-De acuerdo—titubeó y se sintió avergonzada—gracias, Ashton. ¿Ese es tu verdadero nombre?
-Prefiero decírtelo cuando lo hayamos encontrado, ¿sí? Has recibido demasiada información de tajo y es mejor que asimiles poco a poco.
-Saber un poco más no alteraría mi estabilidad mental, pero respetaré tu decisión; ahora, llévame de vuelta con Roth. Le vamos a explicar que vas a ayudarnos.
-Gabriel y los demás no deben enterarse de que voy a ayudarte, ¿está bien? Ni una palabra si los ves cuando regresemos. Lo único que vamos a decirle es que ya sabes que somos ángeles y que los Mackenzie son caídos. Nada más. No menciones la desaparición de Cian.
- ¿Estás diciendo que estarás en contra de los de tu especie si es necesario con tal de ayudarme?
-Sí.
Ella lo miró con asombro. Aunque Ashton Baker había sido muy egoísta al mantener su identidad oculta, no podía negar que continuaba siendo leal y agradable, dispuesto a ayudarla en contra de sus principios, y de su propia clase.
Se quedaron en silencio un largo rato, mirándose con fijeza. Aruma no comprendía como era posible que hubiese interactuado con dos seres paranormales todo ese tiempo sin darse cuenta. Pero claro estaba que no lo habría sospechado, ya que nunca creyó en ello hasta la noche anterior.
Cobraba sentido los momentos en los que Cian y Ashton le habían preguntado acerca de ángeles, demonios, del bien y del mal. Ellos querían saber su opinión para saber cómo actuar frente a ella sin delatarse.
- ¿Cómo fue que te enteraste de la originalidad de nosotros? –preguntó Ashton al momento que se dirigía a la cocina— ¿gustas algo de beber?
Ella asintió y lo siguió.
-Una chica lo drogó en la fiesta de Sally Adams. Cian perdió el control contra Marlon Wilson, ya que me estaba molestando y se transformó enfrente de todos. No le importó que los presentes presenciaran sus hermosas alas negras y como había llamado a un amigo suyo en busca de ayuda, confiamos en él. Pero fue un maldito traidor—siseó, colérica. Ashton la miraba con atención desde el otro lado de la isla de la cocina con un vaso de cristal en la mano.
- ¿De qué amigo hablas?
-Se hace llamar Alexander Lochhead, pero su verdadero nombre es Shalem. Es un demonio—contestó, mirando al techo y haciendo memoria—por lo que Tobias y Roth dijeron, él es el gemelo de Azazel, rey del infierno.
A pesar de que era información importante y terrorífica, Ashton se mostró tranquilo. Y era obvio, puesto que él sabía, tal vez, el nombre de cada demonio del infierno.
-Tobias comentó que cualquier demonio que presenciara a un ángel caído mostrarse ante los mortales, su obligación era mandarlo de vuelta al infierno sin miramientos y para siempre. Y creo que eso ocurrió con Cian y Alexander—siguió diciendo ella—pero no comprendo. ¿Por qué hay tantos ángeles caídos, ángeles celestiales y demonios merodeando entre los humanos? Es decir, esto no es un sitio adecuado—se ruborizó al sentir la mirada del chico sobre ella con suspicacia—sin ofender, Ashton.
-Tranquila, no pasa nada—le ofreció el vaso y ella lo agarró, dándole un sorbo—escucha, si hay muchísimos demonios entrando y saliendo de portales que conectan el mundo terrenal, pero no hay muchos ángeles caídos ni ángeles celestiales mezclados entre los mortales.
- ¿Qué quieres decir?
-Solamente hay cinco caídos y cinco celestiales en este momento, en todo el esplendor de la tierra.
Aruma parpadeó, dándose cuenta a qué se refería.
-Sí, cielo. Es exactamente lo que estás pensando—corroboró él, asintiendo—los Mackenzie y nosotros somos los únicos que habitamos este mundo en este preciso momento, nadie más.
Boquiabierta, colocó el vaso en la isla y se frotó los brazos con incertidumbre.
- ¿Desde hace cuánto tiempo están aquí? –cuestionó—y eso incluye a Cian y sus primos.
-Aproximadamente un milenio—contestó sin mirarla—nosotros vinimos dos siglos después de ellos.
- ¿Por qué razón?
-Me sentiría mejor que Cian estuviera presente para responder eso.
Asintiendo, la fémina se recargó en el comedor con la mente a toda marcha.
Le preocupaba seriamente encontrar a Cian antes de que fuera demasiado tarde, por lo que se miró el tatuaje del sello con incertidumbre.
-Quiero llamar a Astaroth—le dijo al ángel con vehemencia—pero tengo entendido que los de tu especie, tanto caídos como celestiales tienen protegidas sus casas contra demonios, ¿no? O al menos sé que los ángeles caídos lo pueden hacer.
-Sí.
- ¿Podría llamarlo?
Ashton se mostró indeciso. Observó detenidamente la ventana y apretó las mandíbulas.
-Una vez que le permita el acceso a esta casa, otros demonios podrán entrar también aparte de él y ya no será seguro—explicó e hizo una mueca—pero prometí ayudarte para que estés bien. Así que voy a hacerlo.
Y a continuación, se inclinó y colocó la palma de su mano en el suelo. Una luz brillante surgió por todas partes y luego desapareció.
-De acuerdo, ahora llámalo—le instó con determinación.
Aruma sonrió complacida, presionó el sello y susurró el nombre completo de Roth.
Segundos después, el demonio apareció instantáneamente junto a ella y miró a todas partes antes de divisarla. Él parecía haber estado esperando el momento en el que Aruma lo llamara porque su semblante cambió a placer al darse cuenta de donde estaba.
-Vaya, así que quitaste la protección—comentó Astaroth con ironía—debes amarla demasiado para ponerte en contra de los de tu propia especie con tal de satisfacer sus exigencias.
- ¿Para qué específicamente querías tenerlo aquí? –interrogó Ashton a Aruma, ignorando el comentario de Roth a propósito.
-Él puede ayudarnos a rastrear a Alexander Lochhead si vamos a los lugares correctos.
- ¿Sabes los lugares exactos para ir? –quiso saber el rubio.
Aruma se revolvió incómoda en su sitio y decidió sentarse en el sofá. Ellos la siguieron.
-Hay un bar nocturno al que ese demonio suele frecuentar—respondió ella—pero no sé cómo llegar. No lo recuerdo. Solo los Mackenzie lo saben.
-Entonces vamos por ellos para que nos lleven a ese sitio—acotó Ashton.
Roth y Aruma se enviaron miradas sorpresivas.
- ¿No tendrás problemas en mezclarte con tus enemigos? –el demonio aguijoneó para crear conflictos.
-Roth, basta—lo calló Aruma y él asintió con una sonrisa, y, por consiguiente, se mantuvo callado.
-Ninguno de ellos se tiene por qué enterar—sentenció el ángel con las cejas juntas—además, no estoy infringiendo ninguna ley divina.
-Estás ayudando a un demonio y eso rompe más que una ley divina—le recordó Roth riéndose, pero la fémina le envió una mirada fulminante y este alzó las palmas a modo de disculpa, pero sin borrar la satisfacción de su rostro al ver fastidiado al rubio por sus comentarios llenos de veneno e ironía.
-Por un bien común—carraspeó Ashton y se frotó el puente de la nariz, para después dirigirse a Aruma—tenemos que pedirles ayuda si quieres encontrarlo hoy mismo.
-Están en su casa. Se quedaron durmiendo porque no durmieron toda la noche tratando de hallarlo—explicó ella—Roth puede crear un portal, ¿no es así? –miró al demonio y él asintió.
-Espera, ¿y tú dormiste? –le preguntó el ángel con preocupación.
-Sí—respondió ella sin mirarlo.
-No—añadió el demonio al mismo tiempo y soltó una risita cuando Aruma lo miró con rabia—ella jamás dirá que está cansada con tal de no perder tiempo. Pero no durmió en toda la noche como los caídos.
-No es necesario dormir. No tengo sueño—protestó la chica. Pero las bolsas oscuras debajo de sus ojos decían lo contrario.
-Si quieres mi ayuda, tendrás al menos que dormir un poco. De ninguna manera dejaré que andes a por ahí, vulnerable y cansada—replicó Ashton— ¿y si nos enfrentamos a un riesgo mayor? ¡No! —se acercó hasta ella y la agarró de la mano—vamos, dormirás un poco en mi habitación, ahí estarás cómoda.
-No, yo...
-No me hagas repetírtelo, Aruma—gruñó. Parpadeando por la sorpresa al escucharlo molesto, dejó que él la condujera a su habitación.
- ¿Qué hay de Roth?
-Yo estaré bien aquí. Cualquier cosa ya sabes cómo llamarme para ir a verte—le dijo Roth desde el sofá.
Un poco más tranquila, Aruma suspiró.
Ashton abrió una puerta y la invitó a pasar al interior. Era donde él dormía. Una habitación pequeña a comparación a la de Cian y la habitación de la mansión de Gabriel. Pero muy acogedora.
Había fotografías de Ashton con los otros chicos, con vestimenta antigua, como de los años noventa y con diferente peinado. Todos igual de jóvenes y guapos. Y era curioso que él tuviera fotografías, ya que los Mackenzie no tenían ninguna. Ni tampoco en la mansión de Gabriel. Era como si Ashton si quisiera recordar los momentos a pesar de ser un ángel celestial que no podía morir. Un ser inmortal.
-Voy a estar en la sala, hablando con tu nuevo amigo—le avisó él—tú duerme un rato. En unas horas vendré a despertarte para que comas algo y vayamos por los Mackenzie, ¿está bien?
- ¿Y si alguno de tus amigos entra y me ve aquí? –se sentó al borde de la cama.
-Cuando quité la protección, coloqué una diferente—explicó—a pesar de que otro demonio puede entrar, automáticamente serán apresados por cadenas celestiales para evitar cumplir su cometido y eso también le ocurrirá a cualquiera, incluso a los de mi especie. Así que no te preocupes, por favor.
-Ahora veo por qué me causas tanta paz, Ashton. Desde que te conocí me sentí realmente bien a tu lado—susurró ella, sintiendo como el sueño comenzaba a seducirla. Se fue recostando lentamente en todo el esplendor de la cama y con los párpados pesados, continuó mirando al chico con una leve sonrisa—siempre pensé que eras parecido a un ángel guardián, y no me equivoqué. Gracias por tu amistad.
Ahogó un bostezo y se abandonó al sueño como bendita en aquella cama de aquel ángel celestial que estaba perdidamente enamorado de ella en secreto.
Horas más tarde, abrió los ojos con desdén sin saber por qué. Estaba sobresaltada por algo. Miró a su alrededor y reconoció la habitación en la que se hallaba. Se había quedado dormida en la cama de Ashton por órdenes de él. Y ahora que sentía con energía para continuar, tenía que darse prisa para buscar a Cian Mackenzie.
Salió dando traspiés de la habitación y llegó hasta la sala,
Y se horrorizó al ver la semejante escena.
En el suelo, encadenados con cadenas de metal con destellos de luz cegadora, se hallaban los cuatro Mackenzie: Allen, Andrew, Duncan y Tobias. Y todos con el rostro contraído de dolor, intentando zafarse con rudeza, pero al parecer, eso les provocaba más daño en sus pieles, puesto que en sus mejillas y manos tenían quemaduras a causa de las cadenas.
En el sofá divisó a Roth riéndose con diversión con una taza con café en sus manos.
-El ángel les advirtió que no intentarán entrar a la fuerza—canturreó el demonio y al ver a Aruma, les señaló a los caídos—yo no tengo nada que ver con lo que ocurrió—se excusó, intentando dejar de reírse.
- ¿Dónde está Ashton? –quiso saber ella, desesperada. Rodeó a los Mackenzie e intentó liberarlos, pero Roth llegó hasta donde estaba para detener su mano que estaba a punto de tocar las cadenas divinas.
-Si tocas eso, te quemarás—la hizo retroceder con miedo.
- ¿Dónde está Ashton? –siseó Aruma, empujando al demonio y miró a los chicos sufriendo—por favor, ¡Dime! ¡Ellos no pueden seguir así!
- ¡No se muevan o se harán más daño! –les advirtió Roth a los cuatro y afortunadamente se quedaron quietos; y después se volvió a ella—el ángel se encuentra en alguna parte con los otros ángeles, inventándoles alguna excusa porque uno de ellos intentó entrar, pero él no quería que nos vieran a todos dentro de su casa; así que cálmate
- ¿En qué momento fue que pasó todo esto? –se llevó la mano a la frente, muy contrariada—debí haberme quedado despierta.
-No es tu culpa... nosotros... pensamos que... Astaroth te había secuestrado—dio un respingo al escuchar hablar a Tobias a través de esa maraña de cadenas encima.
Aruma ignoró las advertencias de Roth y se acercó a ellos con incertidumbre. Quería liberarlos. Las quemaduras de sus rostros y manos le provocaban un dolor en el pecho. Ellos no merecían estar ahí solo porque se habían preocupado por ella.
-Debe haber algo para quitarles eso—dijo.
Y cuando estaba decidida a tocar las cadenas, la puerta se abrió y entró Ashton a toda prisa con el cabello revuelto y la piel sudorosa. Sus ojos azules estaban alertas y al vislumbrar a los caídos, se llevó las manos al cabello.
Colocó la palma de su mano en el suelo y las cadenas celestiales comenzaron a desaparecer, esfumándose con la luz hasta que no quedó rastro de nada. Los Mackenzie se retorcieron al ser liberados y Aruma se acercó lo suficiente para abrazarlos. Ellos le correspondieron el gesto con suavidad.
-Sus heridas... —gimió ella.
-No te preocupes, mira—dijo Duncan con una sonrisa y a continuación, las heridas a flor de piel de sus rostros y manos comenzaron a sanar de manera sorpresiva.
-Tenemos el poder de sanar cualquier tipo de herida que tengamos en cuestión de segundos—le informó Allen a Aruma—pero de no habernos liberado a tiempo, probablemente no habríamos logrado sanar completamente. Con los instrumentos celestiales no podemos luchar. Es nuestra Kriptonita.
Aruma observó la tensión en los otros tres caídos cuando Allen terminó de hablar.
-No me interesa realmente que él lo sepa—continuó hablando el mayor de los Mackenzie mirando a Ashton—de todas maneras, lo que siente por Aruma hará que no nos traicione—hizo una pausa—al menos de momento.
-Y será mejor que nos larguemos a buscar a ese demonio antes de que mis amigos comiencen a sospechar—interrumpió Ashton con rigidez, la desesperación en sus ojos seguía—porque si Gabriel o Miguel se enteran que estoy ayudándolos, yo no podré hacer nada para protegerlos.
-Aruma tiene que comer algo antes de marcharnos—añadió Roth, dejando la taza con café en el suelo.
-Tengo hamburguesas dentro del horno, caliéntalas—le indicó el rubio y se dejó caer en el sofá con aire taciturno.
Los cuatro Mackenzie, sin ninguna herida, se sentaron en los otros sillones con el rostro neutro. Sin embargo, el demonio se encargó de calentar lo que Aruma iba a comer mientras ella se quedaba con ellos en la sala.
Podría decirse que a Roth no le importaba hacer de niñero, ya que tarde o temprano, el alma de ella sería suya y volvería a tener buen estatus en el infierno, por lo que se prometió servirla en todo lo que quisiera hasta que llegara el momento.
- ¿Quién de tus "amigos" vino? –lo interrogó Aruma, haciendo comillas con los dedos, colocándose frente a él.
-No es importante—respondió, negando con la cabeza.
-Por supuesto que lo es, ¿acaso no te das cuenta? Se ve a leguas que les temes a todos ellos, pero no quieres admitirlo. Es por eso que quieres mantener tu ayuda en secreto—lo confrontó.
Ashton posó su mirada en ella y Aruma percibió cierto estremecimiento y miedo al fondo de sus ojos.
-No voy a hablar hasta que recuperemos a Mackenzie—fue todo lo que dijo antes de cerrar los ojos y recargar la parte posterior de su cabeza en el respaldo del sofá, sin tener la menor intención de continuar aquella conversación.
Molesta, ella fue a la cocina a ver a Roth y este le sirvió dos hamburguesas y un poco de jugo de frutas.
El demonio la supervisó mientras comía con aire huraño y sulfurado.
Minutos más tarde, se unieron a los demás en la sala.
-Vamos al bar, por favor—sentenció ella.
-Aruma, iremos a ese lugar, pero con la condición de que te quedes aquí a salvo—musitó Tobias con cautela, y antes de que ella protestara, la interrumpió—si encontramos a Alexander Lochhead con Cian, es probable que pelee contra nosotros y es fundamental que no te veas involucrada en ese enfrentamiento. Ninguno de nosotros podrá cuidarte ni protegerte como se debe.
-Diré esto por primera vez en mi larga vida eterna—interpuso Roth—pero el caído tiene razón. A menos que quieras morir y darme tu alma cuanto antes, entonces ve con nosotros—esbozó una sonrisa maliciosa.
-No pienso quedarme de brazos cruzados. Cian me necesita—insistió, desconcertada y miró a Ashton, quién se mantenía en silencio.
-Si vemos que no está ahí, volveremos por ti—se apresuró a decir Tobias.
- ¿Y sí llega a estar ahí? –increpó la chica con recelo.
-Lo traeremos de vuelta—repuso Ashton con seguridad—pero tienes que quedarte aquí.
-Desconocemos el nivel de poder que podría tener Alexander u otros demonios que pudieran estar con él, así que, por favor, Aruma, quédate a salvo. Nosotros no estamos en nuestro terreno para luchar si en caso es necesario, tampoco Ashton—dijo Allen con preocupación—no estamos preparados para ninguna pelea.
-Entiendo su punto. No me agrada la idea de quedarme cómodamente, pero prométanme que en cuanto se cercioren que él no está ahí, vendrán a decírmelo—sentenció, dándose por vencida.
-Abriré un portal para venir directamente a ti—planteó Roth.
Era la primera vez que tenía que dejar a un lado su orgullo y su mal genio. Si ellos decían que no podrían cuidarla si en caso había más demonios ahí, tenía que creerles. Era por su propio bien.
Además, si Cian estaba en problemas, él era la prioridad. Aruma no sería más que un estorbo.
-Roth, haz un portal hasta nuestra casa y después te indicaremos poco a poco para que lleguemos al bar—ordenó Andrew.
-Nadie me da órdenes—espetó el demonio.
-Haz lo que te dijo—siseó Aruma.
-Por supuesto—accedió gustoso y Andrew rodó los ojos al ver al demonio obedecer alegremente a la chica.
Astaroth colocó la palma de su mano en el suelo y un enorme agujero negro se fue abriendo paso en medio de la sala.
-Volveremos pronto, Aruma, te damos nuestra palabra—prometió Allen en nombre de los demás y se lanzó después de ellos dentro del portal.
Ashton se acercó, mirando con vértigo la negrura infernal de aquel hoyo y apretó las mandíbulas. Aruma avanzó hacia él y le acarició el brazo para reconfortarlo.
-Lo traeré de vuelta, ¿de acuerdo? Y tendremos una charla los tres—prometió con pesar en su voz y agonía en su mirada antes de saltar sin miramientos al portal.
Roth se despidió con la mano antes de saltar también. En un par de segundos se cerró el agujero y todo quedó tranquilo.
Un estremecimiento repentino la hizo sentir intranquila. ¿Y si todo acababa mal? ¿Y si Cian ya no tenía salvación?
Sacudió la cabeza, ahuyentando esos malos pensamientos y se obligó a tranquilizarse. No tenía otra opción más que buscar algo para entretener su mente en lo que ellos se hacían cargo de buscarlo. Pero, ¿Qué?
Giró sobre su propio eje, mordisqueándose el pulgar antes de tomar la decisión de ir a la habitación de Ashton.
Cuando entró, se sintió más tranquila. Y por fin pudo escudriñar lo que había en su interior sin nada vergüenza, ya que después de todo, no había nadie más con ella en ese momento.
Había un pequeño escritorio con papeles, una portátil, una silla de madera con una camiseta blanca encima. Un ropero y al fondo, a lado de la puerta, había un librero que llegaba del suelo al techo, repleto de libros antiguos. Frunció el ceño y avanzó hasta quedar frente a todas esas reliquias. Acarició el lomo de cada uno de ellos, los que estaban más próximos y por accidente uno de ellos cayó al suelo.
Se agachó a recogerlo, sin embargo, un libro en particular llamó su atención, el cual estaba en la última fila de abajo, en un rincón. Era negro, viejo y emitía una sensación de inquietud y horror.
De pronto, Aruma retrocedió alarmada al reconocer ese ejemplar.
El libro de Enoc.
Era el maldito libro tétrico que Cian le había dado y que pensaba perdido. ¿Cómo es que Ashton lo tenía en su poder, si jamás hubo ocasión para robárselo de su departamento?
Tragó saliva y con manos temblorosas lo agarró. El polvo que había acumulado lo sacudió. Con el corazón desembocado, se sentó al borde de la cama, observando el libro con terror, sin atreverse a abrirlo.
Cian le había dicho que ahí encontraría la verdad. Solo abriéndolo y leyendo su interior. Pero eso no era lo importante en ese momento, importaba más saber cómo fue que Ashton logró conseguirlo y por qué razón. ¿Acaso en serio estaba plasmada la verdad de todo en esas hojas del mal? Porque ahora que sabía de la verdadera naturaleza de ambos, no le sorprendería enterarse de más verdades ocultas.
Aferró el siniestro libro en su pecho y aventuró a esperar a Ashton y a los demás en la sala con la vista fija en donde había estado el portal.
La ansiedad y curiosidad la estaba corroyendo de manera agresiva. La necesidad de abrir aquel libro del mal la estaba venciendo. Pero tenía que esforzarse por no caer en la terrible tentación de abrirlo y desatar más problemas. No sabía lo que tenía en aquellas hojas malditas, así que lo dejó en el otro sillón, lejos de sus manos para no verse tentada.
Transcurrió alrededor de veinte minutos desde que todos se fueron, cuando alguien llamó a la puerta.
Aruma dio un respingo y agarró nuevamente el libro, alarmada por la visita inesperada.
¿Quién podría ser? Si se asomaba por la ventana, tal vez vería de quién se trataba, pero la insistencia de la persona era muy escalofriante. No era alguien normal, es decir, no era un ser humano, o al menos eso parecía, porque no pretendía marcharse hasta que alguien abriera.
-Ashton, soy Elise, abre por favor.
La chica se quedó perpleja y sintió como la bilis subía hasta su garganta al escuchar la voz de su supuesta amiga.
Sin soltar el libro, lo colocó debajo del brazo y sin miramientos, abrió la puerta para encararla. ¿Cómo era posible que supiera sobre la casa de Ashton antes que ella?
La rubia entornó los ojos al verla con el ceño fruncido. Sus rizos, los cuales estaba recogidos de su rostro, se desprendieron del broche y le cubrieron gran parte de la frente.
-Aruma, ¿Qué haces aquí? –preguntó con perplejidad.
-Lo mismo quiero saber, ¿Qué haces aquí, Elise? En la casa de Ashton.
-No volvió a la casa de Gabriel ese rato cuando llegaste—explicó—así que pensé en venir a verlo para cerciorarme que todo va bien.
-Todo está de maravilla—siseó Aruma con amargura. Le dolía haberse distanciado de ella, pero no podía soportar su hipocresía y descaro.
- ¿Podemos hablar? Asumo que él no está aquí—dijo Elise, mirando al interior con curiosidad.
-Vendrá pronto—Aruma colocó el brazo libre sobre la puerta, bloqueándole el paso de manera agresiva.
-Por favor, déjame explicarte bien las cosas para que dejes de actuar como una demente—insistió la rubia, haciendo pucheros, gesto que Aruma detestaba porque con ello se salía con la suya.
-Me interesa Cian Mackenzie, puedes quedarte con Ashton Baker si así lo deseas—solo es un amigo para mí.
-Yo sé que quieres a ambos chicos—repuso Elise con seriedad. La diversión en sus palabras que solía tener, no estaba en ese momento y parecía hablar con la verdad—y sé más de ellos de lo que tú te imaginas, así que, por favor, déjame explicarte algunas cosas.
Por un momento, Aruma sintió vértigo. ¿Elise Kingston sabía sobre la naturaleza de Cian y de Ashton? No podía ser posible. Pero si deseaba averiguarlo, tenía que escucharla; por lo que, a regañadientes, le abrió paso a la casa y la rubia entró.
Aruma dejó el libro en su regazo y observó a la rubia sentarse frente a ella en los sillones de la sala.
Elise entrelazó sus delicados dedos entre sí sobre su estómago y la miró con intensidad.
-Estoy saliendo con Gabriel—comenzó a decir—y Ashton Baker es solo un amigo mío. Desconozco que sepas lo que está ocurriendo, pero debes saber que solamente quiero cuidarte y protegerte.
- ¿De qué demonios estás hablando?
La mirada de Elise se posó sobre el libro que tenía en sus manos.
-Ese libro que tienes ahí—lo señaló con el dedo—no deberías tenerlo en tu poder.
- ¿Por qué no? Es solo un simple libro—añadió con nerviosismo.
-Aruma—la rubia adoptó una expresión más severa—el Libro de Enoc no puede estar en tus manos. En la de nadie realmente—admitió, dejándola helada.
- ¿De qué estás hablando? –se mostró intimidada e incapaz de moverse. Elise lo sabía. Ella sabía.
-No soy Elise Kingston. No soy esa chica que solía ser tu amiga—dijo, esbozando una sonrisa.
- ¿Qué? –Aruma se levantó y retrocedió varios pasos de ella.
-Por favor, devuélveme el libro y nadie saldrá herido—siguió diciendo la rubia, poniéndose en pie también.
- ¿Quién eres tú, realmente? –le espetó.
No obstante, el suelo comenzó a temblar de manera precipitada y a continuación un agujero oscuro se abrió cerca de sus pies, de donde salieron los cuatro Mackenzie, Ashton y Astaroth con la respiración agitada.
-No está, pero estuvieron ahí—informó Allen, sacudiéndose el polvo y sin darse cuenta que había alguien más en la sala aparte de Aruma.
Aruma por su parte, corrió a abrazar a Ashton, quién se quedó con los ojos desorbitados al divisar a Elise.
- ¡Los caídos y Astaroth! –gritó la rubia y de repente, de su pecho emergió una luz palpitante, ella se llevó una mano a la luz y Aruma observó con horror como de ahí extraía una espada enorme y brillante con destellos dorados y azules— ¿Qué está pasando aquí?
Se puso en posición de pelea con la espada brillante en dirección a los mencionados.
Ashton se llevó la palma a la frente y empujó a Aruma lejos de todos ellos.
-Maldita sea—masculló Tobias, y tanto él y sus primos desplegaron sus majestuosas alas negras para defenderse de ser necesario.
- ¿Por qué jamás nos dimos cuenta de ella? –siseó Duncan con los ojos en llamas, dispuesto a destruirla.
Y en lo que Astaroth respectaba, él se había deslizado hasta donde Aruma se hallaba sin apartarle la mirada a Elise y a la espada.
- ¿Qué está pasando, Ashton? ¿Por qué Elise sacó una espada luminosa de su pecho y sabe todo? –Aruma lo miró con desasosiego, pero él no contestó, sino que la dejó con Roth y corrió a colocarse entre la rubia y los caídos como un escudo.
-No es necesaria la violencia, Aniel. Compórtate, ellos son inofensivos—abogó Ashton, mirándolos de reojo—de momento.
Elise hizo una mueca de fastidio y obedeció en contra de su voluntad. Volvió a deslizar la espada dentro de su pecho y se acomodó el cabello con incertidumbre, mirando con desdén a los caídos, quiénes dudaban en volver a la normalidad también.
-Esto es el colmo, ¿los estás ayudando? –lo enfrentó con fiereza. Pero Ashton bajó la mirada— ¡Contéstame!
-Sabes bien la respuesta—dijo por fin él.
-Esto lo tengo que reportar. Por eso Miguel estaba ansioso cuando descubrió a Aruma aquí hace unas horas.
-No te atrevas, quién sea que seas—vociferó Aruma, soltándose de Roth, quien la había detenido durante varios segundos—Ashton solamente está ayudándome.
Entonces Elise rompió a reír.
-Me llamo Aniel, formó parte de las Potestades de Dios, o para que me entiendas—replicó, poniendo los ojos en blanco, complacida de que Aruma desconocía esos términos—soy del ejercito celestial, encargado de combatir contra el mal, que incluye caídos y demonios, y también de equilibrar el bien entre los mortales. Un guerrero divino.
A Aruma le temblaron las rodillas.
- ¿Qué hay de Elise Kingston?
-Oh, la pobre mortal murió a causa del resfriado hace unos días—contestó—así que Gabriel me pidió de favor que poseyera su cuerpo. Pero enloqueciste al creer que ella te había mentido y traicionado con él—señaló a Ashton—pero no es así.
- ¡No! ¡Elise no puede estar muerta! –Aruma se acercó a Ashton en busca de consuelo, pero él la agarró de los hombros y negó con la cabeza— ¡No! ¿Por qué no me contaste la verdad?
-No podía decírtelo, lo lamento—susurró él con pesar.
- ¿Cuándo fue exactamente?
Ashton se mordió el interior de las mejillas.
-El día que me encontraste en su habitación. Aniel acababa de poseer su cuerpo—contestó—por eso yo estaba ahí.
Aruma se apartó de él y se abrazó a sí misma, intentando asimilar toda aquella barbarie. No podía creerlo. Su amiga, su única amiga había muerto y ni si quiera se enteró. Todo este tiempo estuvo odiándola sin sentido. Le habían robado su cuerpo para fines egoístas, pero no podía permitirlo.
- ¡Sal del cuerpo de Elise! –le espetó a Aniel.
-No puedo—dijo ella—no hasta que todo esto termine.
- ¿De qué hablas? –le exigió.
-No puedo hablar al respecto—miró a Ashton—todavía no. Así que no insistas. Estoy aquí porque quiero de vuelta el Libro de Enoc.
Aruma agarró el libro y miró a Ashton con molestia.
-No. Antes que nada, ya que cambiaste de tema, quiero que me digas por qué estaba este libro en tu habitación—lo confrontó.
Y los cuatro caídos, que se habían quedado en silencio observando la situación, reaccionaron.
- ¡Ese libro nos pertenece! –exclamó Allen con ferocidad, colocándose junto a Aruma.
-Por supuesto que no. Ese libro fue escrito por nuestro Dios todopoderoso y por alguna razón cayó en manos equivocadas. Estoy aquí para recuperarlo—musitó Aniel.
-No querrás iniciar una pelea justo ahora—le advirtió Tobias—no estás en tu campo de batalla habitual.
-Tampoco ustedes—rugió Aniel, a la defensiva.
-No, pero tenemos a Astaroth de nuestra parte y él puede invocar a más demonios que estarán dispuestos a destruir seres celestiales—gruñó Duncan con una sonrisa maliciosa en sus suaves labios.
Aruma sintió escalofríos y Roth soltó una risita detrás de ella.
-Nadie va a pelear. El libro está a salvo conmigo—interpuso Ashton y se lo arrebató a Aruma sin miramientos.
- ¿Tanto miedo te da que Aruma lea su contenido y todo comience a emerger? –aguijoneó Andrew y los otros caídos rieron con descaro.
Aruma era la única que aparentemente desconocía de lo que estaban hablando, porque hasta Roth se mostró satisfecho con esas palabras.
-A ustedes les debería dar más miedo todo esto porque desconocen más de lo que creen—contraatacó Aniel con furia. Se había puesto roja por el coraje. Y los ángeles caídos fruncieron el ceño—el caído que creen perdido...
-Cállate, Aniel—gritó Ashton.
-Pero...
- ¡He dicho que te calles! –le ordenó Ashton, pero antes de que pudiera reaccionar, Aruma le quitó el libro y lo empujó antes de correr hacia los caídos con Roth pisándole los talones. El rubio titubeó y se quedó pasmado, mirándola— ¿Qué estás haciendo, cielo?
-Lo lamento, Ashton. Averiguaré toda la verdad por mí sola—le informó y miró a Astaroth—sácanos de aquí, rápido.
Roth esbozó una sonrisa oscura y sin pensarlo, colocó la palma de su mano en el suelo, creando un portal. Aruma aferró el libro cuando Aniel y Ashton intentaron detenerlos, pero fueron arrastrados dentro del agujero a tiempo.
Aruma cerró los ojos con fuerza en todo el trayecto. Y al abrirlos, se dio cuenta que se hallaban en el interior de su departamento. ¿Cómo era eso posible, si Astaroth no conocía donde vivía?
Sin embargo, en cuanto salieron del portal, enseguida los observó moverse rápidamente por todo el departamento, colocando sus palmas en el suelo, paredes e incluso techo. Astaroth solo se dio a la tarea de colocar la suya en la puerta principal y ventanas.
Estaban protegiendo su departamento. Y eso quería decir que estaban en grave peligro.
-Le enseñamos a Astaroth donde vivías, es por eso que logró traernos hasta acá—manifestó Allen al verla con cara de póquer.
Dejando el libro malévolo en la mesita del centro de la sala, se acercó a él con nerviosismo.
- ¿Qué pasó en el bar? ¿Hallaron alguna pista de donde podrá estar Cian?
Allen se sentó en posición de loto sin despegar la palma del suelo y la miró.
-Cuando llegamos, nos dijeron que Alexander y Cian acababan de marcharse—explicó y resopló.
- ¿Y no detuvieron a ese demonio al ver que tenía de rehén a Cian? –inquirió Aruma con fastidio.
Allen se mordió el labio inferior y sacudió la cabeza en negación.
-No Aruma. Cian no estaba como rehén con Alexander.
- ¿A qué te refieres? –frunció el ceño sin comprender.
-Cian estaba con él por su propia cuenta.
La fémina dejó escapar una risa sin humor.
-Deben haberlo mal interpretado—objetó—es imposible.
-No. Es real. Pero estamos como tú, Aruma, perplejos. ¿Por qué Cian se iría con un demonio sin contarnos nada?
-Es lo que vamos a averiguar—la tranquilizó y miró el libro detrás de ella—pero primero, tienes que leerlo.
-Me gustaría que me explicaras de una vez por todas de qué va todo.
Allen se mostró incómodo y retiró la palma de su mano del suelo. Y tras varios segundos, los demás se acercaron con aire fúnebre, excepto Roth, él permanecía animado como de costumbre. Se colocaron en el suelo, rodeando el libro, como si fuera algún tipo de ritual.
-Vamos a ser sinceros contigo, Aruma—dijo Tobias con el semblante ensombrecido—nosotros tampoco sabemos con exactitud esto. El único que sabe absolutamente todo es Cian.
- ¿Cómo es eso posible? Ustedes siempre están con Cian. Deben saberlo—insistió ella.
-Escucha—Tobias les echó un vistazo a sus primos y estos asintieron, luego volvió a mirarla con fijeza—nuestra memoria no es del todo confiable ni certera. Sabemos de antemano que nos arrebataron lo más importante, dejándonos solo con lo necesario. Y que seguimos órdenes de allá abajo a causa de los recuerdos perdidos—señaló el suelo—pero sospechamos que alguien también manipuló la memoria de Cian. En el fondo, tenemos la corazonada que él es nuestro líder; aunque no lo parezca. Y que tiene un gran poder inimaginable.
- ¿Quieren decir que les borraron la memoria de quiénes son realmente, excepto de que son ángeles caídos?
-Sí.
-Esto es una tontería—blasfemó Aruma con cólera—no les creo nada.
-Ellos están diciendo totalmente la verdad—interrumpió Astaroth, dejando a un lado su voz cantarina y las ironías—créeles.
- ¿Tú sabes algo? –lo interrogó Andrew.
-Sé muchas cosas, pero no voy a contarles nada hasta que llegue el momento—se rehusó Roth.
-Pensé que estabas de nuestra parte—le recriminó Duncan.
-Estoy de parte del mal y de ella—señaló a Aruma.
-Si estás de mi lado, cuéntanos todo lo que sabes—ordenó la chica.
-Tampoco puedo complacerte con eso—negó con la cabeza. El demonio parecía estar entre la espada y la pared—si abro la boca, seré castigado.
Aruma elevó los ojos al techo y golpeó el libro con el puño.
-No me queda de otra más que leer ese demoniaco libro y saber qué está pasando.
Aruma cogió el libro entre sus manos y bajo el escudriño de los presentes lo abrió.
Leyó la primera hoja, que ya había leído con anterioridad.
"El Libro de Enoc, quién lea este libro, quedará extasiado de todas las verdades del mundo celestial, infernal y terrenal..."
Miró a Astaroth y este le sonrió tímidamente, instándole a seguir.
Pasó a la siguiente hoja y frunció el ceño. Estaba en blanco.
Pasó muchas hojas más y no halló más que páginas limpias, sin nada escrito. ¿Era una broma?
-Está vacío. No hay nada—dijo ella.
Los caídos le quitaron el libro con precipitación y se miraron entre ellos, y después postraron su atención en Aruma.
-Ya lo has elegido—sentenció Allen con un poco de tranquilidad—pero no del todo, falta el sello del pacto, así como con Astaroth.
- ¿De qué estás hablando? –Aruma se puso en pie, incrédula.
Los demás la imitaron y sonrieron, sosteniendo el libro en alto.
- ¿De casualidad, dijiste abiertamente que elegías estar con Cian en vez de Ashton? –inquirió Tobias.
La chica se ruborizó y les dio la espalda. ¿Qué tenía que ver eso con el contenido del libro?
-Aruma, contéstame—insistió Tobias, agarrándola suavemente del brazo.
- ¿Y qué si lo hice? –se volvió hacia él con el rostro sonrojado— ¿Qué tiene de especial que haya decidido perseguir el amor de Cian y no el de Ashton?
Tobias miró a Allen y este asintió, tomando posesión del libro.
-Dame tu mano—le pidió Andrew, dando un paso adelante y extendiendo la suya hacia ella.
Aruma dudó unos instantes y después colocó su mano izquierda sobre la de él.
Sin previo aviso a nada, Andrew comenzó a hablar de la misma manera que cuando hicieron el ritual para invocar a Astaroth y ella abrió los ojos como platos al vislumbrar como en las páginas en blanco de El Libro de Enoc iban apareciendo letras en un idioma que desconocía, y que era muy probable que se tratara del mismo con el que estaba hablando en susurros.
De pronto, un ardor palpitante le recorrió absolutamente el brazo, provocándole calambres, como si sus músculos se hubieran desgarrado junto con los huesos. Gritó de dolor e intentó zafarse, pero fue inútil. Andrew no la soltó y de repente, una oscuridad absoluta envolvió el ambiente. La luz solar desde el exterior se extinguió y ella temió por su vida. ¿Qué estaba pasando?
Y a continuación, la puerta de la entrada se abrió precipitadamente y una silueta apareció en el umbral.
Todo quedó en completo silencio. Solo lograba escuchar su propia respiración.
El sujeto que hizo acto de presencia entró dando zancadas al departamento en la oscuridad, pero ella percibía su cercanía. Quería gritar, pero de su garganta no surgió nada. Estaba paralizada y todavía estaba apresada por la mano de Andrew.
Cerró los ojos, deseando poder salir ilesa de aquel ritual satánico.
Sin embargo, se encogió al instante que sintió una caricia de parte del recién llegado. Sus sentidos se pusieron más alertas y alcanzó a reconocer su aroma. Su olor. Se le erizó la piel en el momento de reconocerlo por completo. La oscuridad se fue disipando y Andrew la soltó.
Sus piernas flaquearon y estuvo a punto de caer hacia adelante, pero el pecho de esa persona amortiguó cualquier indicio de su caída, manteniéndola de pie.
Abrió los ojos poco a poco, enfocó la mirada y tropezó con los ojos mieles de Cian Mackenzie.
Ahogó un grito y lo abrazó con desesperación. Él le correspondió al abrazo y estuvieron un buen rato en esa posición, siendo presas de las miradas de los demás, en especial la de Roth, quién tenía las cejas arqueadas en su dirección.
-Estás aquí—susurró ella con nostalgia—pensé que te había perdido y que ese asqueroso demonio te había mandado de vuelta al infierno.
Cian parpadeó y desvió su mirada hacia sus primos. Ellos asintieron, dándole a entender que Aruma estaba al tanto de todo.
-Lo sabe. Sabe lo que somos—murmuró Tobias.
Mientras tanto, ella continuó contemplándolo más de cerca. Él parecía estar bien. Su ropa era otra, por supuesto, igual de oscura, pero distinta. Y estaba solo. Alexander Lochhead no se hallaba a su lado.
- ¿Cómo fue que entraste así sin más? –lo cuestionó Roth con molestia—los caídos y yo pusimos barreras para que nadie entrara con facilidad. Deberías estar agonizando en el suelo bajo llamas infernales—y de la nada, el demonio se quedó pensativo y se quedó boquiabierto—a menos que hayas...
Pero Cian le cortó de golpe las palabras alzando la mano y guardó silencio. Se quedó mirando con atención a los cuatro Mackenzie, como si estuvieran hablando dentro de sus propias mentes y Aruma se encargó de cerrar la puerta.
Sin embargo, cuando ella extendió los brazos, se dio cuenta que ambos brazos estaban repletos de cicatrices que mostraban su piel al rojo vivo. Ahogó un grito al revisar que las tenía en todo el esplendor de sus extremidades, y que poco a poco iban oscureciéndose, adoptando un tono marrón y menos escalofriante.
- ¿Qué ocurre? –Cian se acercó a donde estaba y Aruma le mostró sus brazos.
- ¿Por qué tengo esto?
-Es el sello de nuestro pacto eterno. Me perteneces, y yo te pertenezco. Para siempre—la agarró de las manos y besó el dorso de las dos.
-Podría haber sido tuya sin requerir esto—murmuró la fémina, perdida en sus perfectos ojos mieles.
-Era necesario. Ahora ya eres mía por completo. No hay nada ni nadie que pueda separarme de ti.
Él se acercó lo suficiente a su rostro y le besó las comisuras de sus labios con suavidad. Estuvieron unos segundos mirándose con fascinación hasta que uno de sus primos cortó el momento.
- ¿Qué hay de Shalem? –preguntó Allen detrás de él. El chico volteó a verlo con desdén.
-Me deshice de él. Era una molestia para mí y un peligro para todos—contestó Cian con satisfacción, asustando un poco a Aruma.
-Nosotros, los demonios, no podemos morir, somos inmortales—añadió Roth y se cruzó de brazos con una ceja elevada.
- ¿Crees que por qué fuiste el duque del infierno, no puedo destruirte, así como ocurrió con Shalem, el gemelo de Azazel, rey del inframundo? –Cian se echó a reír y Roth juntó las cejas con irascibilidad—aunque hayas pactado con Aruma para servirle hasta que muera, te dejaré en claro que no permitiré que te apoderes de su alma. Ella no será condenada al infierno solo por tu asqueroso ritual lleno de perversidad.
-Son las reglas. Es el precio que ella estuvo dispuesta a pagar con tal de recuperarte.
-Te haré pedazos si intentas tocarla y quedarte con su alma—rugió Cian como una fiera—sabes bien de lo que soy capaz, Astaroth.
-Así que has recuperado tu memoria, Abbadon—inquirió el demonio con frialdad. Cian parpadeó y esbozó una sonrisa escalofriante.
- ¿Abbadon? –interrogaron Aruma y los cuatro caídos al unísono.
Pero Cian se mantuvo firme en su sitio, sin mover un solo músculo y con los ojos puestos en aquel demonio, que pretendía sacarlo de quicio al mostrar las verdades a la luz, que desconocían incluso Andrew, Allen, Duncan y Tobias.
-Por eso me destituyeron de mi puesto de duque infernal, porque me opuse a tus planes y a los de Azazel—continuó diciendo Roth con agresividad.
- ¡Cállate! –gritó Cian con rudeza.
-No. Todos lo tienen que saber.
- ¿Sabes qué? –quiso saber Allen con firmeza.
-Cuando encadenaste a Azazel al infierno, él te prometió reinar a cambio de su liberación—soltó Astaroth con veneno—pero, ¿Qué crees? Te mintió y te manipuló por mucho tiempo. Borró tu memoria y la de tus aliados caídos para evitar que tomaras represalias contra él—miró a los cuatro chicos que estaban pálidos como la nieve y estupefactos—te hizo obedecer sus órdenes durante siglos para su propio beneficio.
Los ojos de Cian siempre habían ocultado oscuridad y perversidad en el fondo, pero Aruma se dio cuenta que algo había cambiado por completo. Dentro de su mirada se hallaba algo más siniestro, macabro y aterrador. Era como si algo dentro de su ser hubiese despertado. Algo maquiavélico, sediento de sangre y venganza.
La chica retrocedió un poco, ensimismada.
Entonces fue ahí donde los ojos negros de Astaroth fueron adoptando un color rojo sangre y de sus manos emergieron llamas infernales. Estaba preparándose para atacar a Cian si se daba la oportunidad.
-Azazel te utilizó con la finalidad de encontrarla—Roth señaló con el dedo a Aruma y pequeños lengüetazos de fuego se acercaron a ella, pero Cian los repelió de un manotazo—de hallar a la reencarnación de Lilith, su mujer. Su otra mitad para completar su poder y lograr rebelarse contra el cielo y el mundo terrenal.
- ¡Aruma Kirkpatrick no es la reencarnación de Lilith! –vociferó Cian, temblando de cólera—ella es mía. Me pertenece. Azazel jamás la tocará.
- ¿Y acaso no quieres vengarte de él, Abbadon? –lo provocó Roth.
-Sí. Lo destruiré con mis propias manos—rugió el pelinegro.
-Sé muy bien que irás a buscarlo para acabar con él, pero, ¿no te has puesto a pensar que es arriesgado? –musitó el demonio—en cuanto pongas un pie en el averno, tus posibilidades se reducirán a cero y Azazel ascenderá sin miramientos. Hallará a Aruma y será el fin—sentenció—soy un maldito demonio, vivo en la oscuridad, adoro a las almas pecadoras y disfruto verlas sufrir en las llamas del infierno, pero no estoy dispuesto a que desencadenes el apocalipsis. Será el fin de todos. Y eso incluye a los mortales y a Lilith.
- ¡Ella no es Lilith! –repitió Cian con desesperación—es Aruma. Es mía, ¡Mía! Y de mi cuenta corre que, si tengo que sacrificar a la humanidad con tal de mantenerla a salvo, lo haré.
-El siglo pasado, cuando recobraste nuevamente la memoria, inventaste lo del Libro de Enoc, mancillando el original a tu conveniencia, para que cuando la reencarnación de ese entonces de Lilith te eligiera, ella quedara sellada a ti. Pero Azazel intervino y te quitó absolutamente todos tus recuerdos otra vez—acotó Astaroth—yo sé todo eso porque estuve presente en todas las veces que quisiste rebelarte, pero como ya no estaba como el duque, jamás te percataste que seguía tus pasos, impidiendo que cumplieras tu plan. Desafortunadamente quedé anclado por mucho tiempo allá abajo y gracias a que ella sorprendentemente me invocó, logré salir.
Pero el pelinegro apretó los puños, incapaz de defenderse.
-Deja de jugar a los romances con la chica—miró a Aruma—ella no merece seguir engañada. Eres un ángel caído, por favor, ¿Qué vas a saber tú de amor, si no eres humano? Dile la verdad. Dísela.
-Más te vale que te quedes callado, demonio—le advirtió el caído con los ojos en llamas. Pero Aruma se acercó a Cian con vehemencia.
- ¿De qué está hablando? –le exigió saber ella.
-Tranquila, hermosa. No pasa nada.
-Aruma, él solo te está usando para vengarse de Azazel. Abbadon no te ama y nunca lo hará—le soltó de sopetón el demonio—te selló a él para que tu poder se funda con el suyo y así desatar el apocalipsis por su propia cuenta.
Cian empujó a Aruma lejos de él, dispuesto a atacar a Astaroth, pero en ese instante que entró corriendo un perro. Ladrando y haciendo un escándalo.
- ¡Asiel! –chilló Aruma cuando su perro corrió hasta ella. Se colocó de rodillas y lo abrazó, con los ojos llorosos—has vuelto, ¡Estás aquí!
Pero en un movimiento rápido, justo cuando Cian dio un paso hacia Astaroth, el perro se plantó en medio de ambos, mirando con incredulidad a los dos.
-Asiel, ven acá—lo llamó ella, pero el animal no se movió.
-Me vale que este perro este en medio, te voy a destruir antes de desates una masacre—espetó Astaroth.
Las llamas cubrieron absolutamente su cuerpo y se le fue encima a Cian, quién había desplegado sus alas y empuñaba una espada demoniaca en las manos con el fin de apuñalarlo y hacerlo cenizas, pero Aruma se abalanzó a Asiel, quién todavía continuaba en medio.
Allen, Andrew, Tobias y Duncan corrieron a intervenir, pero todos se quedaron anonadados al ver aquella escena.
Asiel, el perro, se encorvó y de manera alucinante, unas enormes alas blancas se desplegaron de la espalda y a continuación, adoptó, de forma espectacular, forma humana llena de luz, que cegó a los presentes, en especial a Astaroth y a Cian. Ellos retrocedieron y Aruma se quedó boquiabierta en el suelo
- ¿Estás bien, Aruma?
-Ashton...
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