Diez
CAPÍTULO 10
Por supuesto, habría sido perfecto besarse en ese momento, sin embargo, el rugido de un motor que Aruma tanto conocía, gruñó desde la calle, sobresaltándola. Había olvidado por completo que Mickey siempre pasaba por ella en las mañanas y miró a Cian con desdén, mientras que él se enderezaba con las mandíbulas apretadas, mirando hacia abajo.
-Es Mickey—explicó ella—él siempre pasa por mí todas las mañanas para ir a la universidad. No te preocupes, me encargaré de ello.
-No. Permíteme a mí—repuso Cian y, por consiguiente, la agarró de las manos, entrelazando sus dedos con confianza. Y con toda la seguridad del mundo, la animó a caminar hacia el porche.
Bajaron las escaleras y llegaron justo al tiempo que Mickey y Duncan se preparaban para golpearse, o al menos eso percibió Aruma, puesto que ambos chicos estaban a centímetros de distancia, mirándose con un profundo odio y desprecio.
- ¿Qué infiernos está pasando aquí? –preguntó Cian, vociferando. Aruma se soltó de él y se acercó a su amigo con pasos titubeantes.
-Mickey—su voz sonó como un graznido patético y enseguida él volteó a verla con el ceño fruncido.
-Aruma, ¿Qué están haciendo este par de imbéciles aquí? –los ojos de Mickey se entornaron y le escaneó su atuendo de pies a cabeza— ¿por qué estás vestida como así?
- ¿Vestida cómo? –se cruzó de brazos, sintiendo náuseas. Prefería hablar de algo tan tonto como eso y hacerlo olvidar de los demás.
-Así, de negro—carraspeó y señaló a los otros chicos—vistes igual a ellos.
-Me gustan los colores oscuros—se defendió y comenzó a dolerle la cabeza—escucha, Mickey, me iré a la universidad con Cian y Duncan, ¿de acuerdo? Lamento no haberte avisado antes.
-Creo que esto no le gustará para nada a Ashton—dijo. Los ojos verdes esmeraldas de Mickey demostraron decepción hacia a Aruma; y un segundo después, se acercó al antiguo coche de Ashton y enviándole una mirada fulminante a Duncan y Cian, se marchó.
Aruma no dejó de observarlo hasta que ya no pudo distinguirlo en la lejanía.
- ¿Qué tiene que ver Baker en todo esto? –inquirió Cian, claramente irritado—no le perteneces como para que tenga que mandar a sus sirvientes a cuidarte, además, él debería venir personalmente si le interesas.
-Mejor vámonos ya, pensar en lo que pasó no va a solucionar nada—dijo ella, tirando de su muñeca hacia la Hummer, donde Duncan ya había abordado en los asientos traseros.
En el estacionamiento de la universidad, Cian aparcó a cinco coches de distancia del Ferrari y Lamborghini de Ashton. Duncan se adelantó a bajar, dejándolos atrás. Ella apenas podía mantener el control de sus nervios, pese a que afuera, bastantes estudiantes tenían la atención fija en ellos, como si supieran claramente que había llegado en otro vehículo, con otros chicos de los que acostumbraba a estar últimamente. Es decir, Aruma pasó de llegar en el autobús, llegar con Elise, después con Ashton, luego con Mickey y ahora sorpresivamente con el chico nuevo y más caliente de todo el instituto.
A ojos de las féminas, probablemente era la nueva zorra de la universidad, la evolución perfecta de una chica rara con aire gótico, tal y como solía ocurrir dentro de las historias clichés. Pero eso no era verdad. Aruma había sido acechada por ambos grupos masculinos y no sabía qué hacer, ni por qué estaban tras ella.
- ¿Y bien, belleza? ¿No piensas bajar? –le preguntó Cian con las manos sobre el volante. Él tampoco se había movido del asiento.
-Todos nos están observando—susurró.
- ¿Acaso nunca sentiste sus miradas cuando Baker u otro de sus lacayos te traía? –inquirió él.
-Sí, pero no tanto como ahora. Deben pensar que soy una zorra por estar frecuentando a tantos chicos—hundió su rostro detrás de su mochila—no me siento cómoda, Cian.
- ¿No te sientes cómoda conmigo o qué te vean conmigo?
-Cian, no es nada de eso—mintió, sin darle la cara—simplemente que no puedo entender qué estoy haciendo; ni lo que quieren tus primos de mí o los amigos de Ashton. Es confuso.
-Te prometo que lo que yo puedo darte y ofrecerte es todo, menos dolor y sufrimiento, Aruma.
Ella se animó a mirarlo.
-En cambio, ellos no. Ashton Baker y sus amigos no buscan darte lo que mis primos y yo podemos darte.
- ¿Y qué buscan entonces?
-Hacerte sufrir y provocarte dolor.
-No tiene sentido—negó con la cabeza, incapaz de creerle una palabra—ellos se han portado bien conmigo. Son buenos chicos.
-De aquí a dos semanas, cuando sepas la verdad, te darás cuenta de lo que hablo—él esbozó una sonrisa triste y tomó su mochila con la de ella—ahora bajemos, tenemos clases.
Lejos de que la ayudara a disipar un poco su mente, Cian la revolvió todavía más, pero decidió dejarlo pasar por el momento. Se deslizó fuera del coche y lo agarró del brazo, recargando un poco su cabeza en su hombro mientras caminaban hacia el salón de clases, bajo el escrutinio de la mayoría de estudiantes.
Entraron al salón y se dirigieron a sus respectivos lugares. Cian le entregó la mochila a Aruma y después tomó asiento detrás de ella con aire sombrío. Ella, por instinto, buscó a Ashton con la mirada y reparó en que él aún no había llegado, pero le resultó extraño, puesto que el Ferrari y el Lamborghini estaban afuera y él no solía llegar tarde. Abrumada, cruzó los brazos sobre el pupitre y recargó la frente sobre ellos.
Las clases comenzaron con normalidad y también se dio cuenta que Elise tampoco estaba ahí, a su lado.
A la hora del almuerzo, Cian la invitó a desayunar con él y Duncan; y como no es que tuviera tantas invitaciones, aceptó hacerles compañía. El plato de plástico con su sándwich a medio masticar, se fijó en la mesa de donde Ashton y los demás se reunían y la vio vacía. ¿Cómo era eso posible? Ninguno de ellos asistió; y ni si quiera su amiga, por lo que se preguntó si ella estaría con Ashton y sus amigos en ese momento.
-No vinieron.
Miró a Cian y suspiró, era obvio que no habían llegado, pero no quiso decírselo para no sonar grosera.
-Es mejor así. No los necesitas.
-No, pero me estoy acostumbrando a ellos y los echo de menos—se encogió de hombros.
-Quisiera que también me echaras de menos—dijo Cian—o al menos estar en tu mente, aunque sea un segundo todos los días.
Sus miradas se encontraron y la sostuvieron por varios segundos.
-Siempre te he pensado, desde que te conocí—confesó y él sonrió con satisfacción y ella desvió la vista hacia la mesa vacía. Había confesado un secreto a Cian, pero estaba tan ocupada pensando en Ashton, que no se dio cuenta de lo importante que había sido eso hasta que parpadeó y la cordura volvió a su organismo—eh, no quise decir eso, yo...
-Me satisface habértelo oído mencionar.
-Estará días y días fantaseando con lo que dijiste, Aruma—terció Duncan, quien había estado en silencio todo el rato, presenciando la escena.
Ella se encogió en el asiento y en un arrebato de nervios, comenzó a comerse el sándwich para tener algo con que entretener su mente.
Volvieron a clases y todo estuvo dentro de lo normal. Tareas, investigaciones, exposiciones y trabajos en equipo, sí, en equipo, que iba a ser formado por el docente. Y no cualquier docente cuerdo.
Amelie Cash, pelirroja, altanera, arrogante y de muy mal genio, por supuesto, era la docente que se encargó de formar los equipos, tomando en cuenta las aptitudes de cada estudiante y también sus defectos y debilidades para el balance perfecto. Y a pesar de que Aruma y Ashton le salvaron la vida tras ahogarse en Moose Pass, no iba a tener piedad por nadie.
-Será por parejas. Y los elegiré con forme a mi criterio, no quiero quejas o los pondré a propósito de la peor manera—farfulló al momento que todos habían comenzado a protestar y rápidamente cerraron la boca.
Empezó a pronunciar las parejas a gritos, mientras que Aruma solo quería hacerse un ovillo y morir. No quería que la emparejaran con Marlon Wilson o Sally Adams.
Entonces, sintió un pinchazo en su cintura con un bolígrafo.
-No te tocará con ningún compañero de clase que no quieras, belleza—le susurró a la oreja, inclinándose hacia adelante—te van a colocar conmigo.
- ¿Cómo estás tan seguro? –alzó la cabeza hacia atrás y lo miró en el ángulo opuesto. Desde esa perspectiva, los ojos mieles de Cian se miraban más hermosos y sus pestañas más largas.
-Soy psíquico—le rozó la mandíbula con el bolígrafo y ella rio; se enderezó en el asiento y él le entregó un pedazo de papel—ábrelo.
Aruma abrió la hoja y arqueó una ceja. ¿Acaso Cian se había vuelto loco? Tuvo que reprimir la risa.
Era un dibujo, pésimo, por cierto, en el que estaba la profesora Cash besándose con el profesor Marshall y al reverso, nuevamente estaba ella poniéndole buenas calificaciones a los exámenes.
-Solo así su corazón se alegrará. Teniendo pareja—rio Cian entre dientes—y así nos tendrá consideración.
-Estoy de acuerdo contigo—le entregó de vuelta el papel y él lo hizo bola para después meterlo a su mochila.
Ella mantuvo la sonrisa en sus labios por la broma de Cian, pero su gesto se congeló cuando escuchó su nombre salir de la boca de Cash.
-Aruma Kirkpatrick—anunció, posando su mirada en ella como si se tratara de una espada—y Cian Mackenzie. Y como necesitas tener al corriente al nuevo estudiante y al anterior, Ashton Baker, van a ser el único grupo de tres personas.
La mandíbula de Aruma se desencajó al escuchar aquella atrocidad. Parpadeó, incrédula y palideció. ¡No! No podía tener cerca a ese par de chicos al mismo tiempo.
- ¿Acaso quiere ver el mundo arder? –siseó.
- ¿Disculpa? ¿Qué fue lo que dijiste, Kirkpatrick? –Cash a fulminó con los ojos durante quince dolorosos segundos.
-No puede ponerme con ambos. Solo con uno—objetó, desesperada—por favor.
-Aquí tus compañeros se están acatando a mis órdenes, Kirkpatrick. Además, es por su bien y el de ellos. Luego me dará las gracias.
Aruma tragó saliva y su mente voló hacia los problemas que podrían ocurrir en un futuro. Si Ashton y Cian se hallaban en un mismo lugar, a pocos centímetros de distancia no se iban a abrazar o a decir palabras dulces, sino se golpearían o cosas mucho peores que se negó a imaginar. Probablemente estaba siendo paranoica, pero no podía arriesgarse en un problema como ese. Si no podía hacer cambiar de opinión a Cash, tendría que convencer a uno de los dos a abandonar el equipo y solicitar otro.
-No voy a salirme del equipo—le oyó decir a Cian, como si él le hubiera leído los pensamientos.
-Tienes que hacerlo, no quiero conflictos con Ashton. Mis notas son importantes—dijo.
-No veo el problema. Que se cambie Baker—Cian eludió perfectamente la idea de Aruma y ella rodó los ojos.
-Me encargaré de convencerlo de salir del equipo por si solo mañana.
-Hiciste bien, porque yo no me separaré de ti.
Quiso no pensar en el trasfondo de sus palabras y optó por continuar escuchando a la profesora que seguía formando parejas. A la pobre de Elise le tocó hacer equipo con Marlon Wilson, y el chico ensanchó su sonrisa al enterarse.
-Es una lástima que no me tocara contigo, Aruma—se dirigió a ella por primera vez en un largo tiempo desde la última vez que se atrevió a molestarla y lo suspendieron—habríamos hecho un buen trabajo.
Aruma, como de costumbre, bajó la cabeza, restándole importancia a su comentario.
No obstante, Marlon extendió la mano con la intención de fastidiarla y de pronto, otra mano lo interceptó, cogiéndolo de la muñeca con bastante fuerza. Aruma volvió el rostro hacia ambos y se sobresaltó.
Cian Mackenzie tenía a Marlon cogido con rudeza de la muñeca y sus ojos mieles centellaban de malicia y algo parecido a la demencia. El pelinegro lo estaba disfrutando muchísimo y su estúpido compañero de clase tenía el rostro contraído de dolor.
-Vuelves a dirigirte a ella con tanta confianza y te arrancaré la cabeza—le advirtió de manera amenazante. En sus labios se había plasmado una sonrisa delirante y peligrosa, pero no el ámbito de seducción, sino realmente de peligro.
Marlon Wilson, como el resto de la clase, miraron con sorpresa a Cian.
Por su parte, Aruma deseó que Cian no fuera tan temperamental, ya que se notaba a simple vista que de verdad quería aniquilarlo ahí mismo.
-Se puede saber... ¿Qué es lo que está pasando? –inquirió Cash, con la lista en sus manos y un bolígrafo sobre su oreja.
Cian enseguida soltó a Marlon y se enderezó en su asiento, esbozando una sonrisa trémula.
-Este idiota casi me arranca el brazo—se quejó Marlon, señalando a Cian con furia.
-Él molestó a mi compañera Kirkpatrick—explicó el pelinegro y sus ojos mieles se dirigieron a la profesora—simplemente quería protegerla.
Aruma se encogió ante la sonrisa intimidante de Cash. La profesora había sonreído pícaramente a Cian, y se sintió horrorizada por ese gesto. Era una asaltacunas.
-Muy bien hecho, joven Mackenzie. Y usted—volteó a ver a Marlon—se quedará a detención por el resto de la semana.
A pesar de que le resultó satisfactorio el castigo de Marlon, Aruma no pudo pasar por alto la reacción de Cian. Él había actuado de manera violenta, peor que cuando tuvieron el encuentro en el baño de esa discoteca o en su cabaña, en donde Ashton entró sin miramientos a enfrentarlo. Parecía estar conteniendo su temperamento y no quiso pensar en cómo sería el día que estuviera relativamente furioso.
Al término de la jornada escolar, Aruma se echó a los hombros la mochila, y absorta en sus pensamientos, comenzó a andar en dirección a la puerta sin esperar a Cian. Fue directamente a su casillero a dejar unos libros y él la alcanzó justo cuando se dirigía al estacionamiento con aire pensativo. En su cabeza solo estaba la ausencia de Ashton Baker y la de su amiga Elise.
-Te llevo a casa.
Volteó a ver a Cian, quién iba a la par de ella a través del pasillo.
-Duncan se fue hace cinco minutos, Allen vino por él antes—le informó.
-No creo, Cian. No sé si sea prudente.
-Ninguno de tus amigos vino, y por esa misma razón debo llevarte a casa—dijo con serenidad, pero ella notó en sus ojos una chispa de ansiedad.
Mordiéndose el pulgar con nerviosismo, asintió. Además, no podía actuar como una tonta, si la noche anterior había dormido en casa de Cian y era estúpido que se negara a ser llevada hasta su departamento por él.
-De acuerdo, llévame a casa.
La típica sonrisa de infarto salió a relucir en un segundo en los labios del chico y se apresuró a agarrarla de la mano, comenzando a andar rumbo a la Hummer. Con disimulo, Aruma buscó los coches de Ashton y se llevó la sorpresa de no verlos por ninguna parte; y en su lugar había otros coches. Observó a los chicos que eran dueños de esos vehículos quitarle la alarma, como si todo el día lo hubieran dejado en ese lugar.
Arribó el asiento del copiloto con el ceño fruncido. Fue de pronto cuando sintió el dedo de Cian situarse en medio de sus cejas, disolviendo el ceño.
-Nada de fruncir el ceño—ordenó.
-Es inevitable. Es como mi sello personal—replicó, vacilante.
-Cámbialo—le sugirió él.
- ¿A qué te refieres?
-Cambia tu sello personal—comenzó a explicar, mientras encendía el motor—en vez de fruncir el ceño, sonríe. Una sonrisa es la mejor característica de una persona, en especial si es una chica sumamente bella como tú.
- ¿Estás coqueteándome?
-Me alegra que lo hayas notado—acotó él, guiñándolo el ojo—luego de muchas semanas.
La sangre de sus mejillas hizo acto de presencia y debió la mirada a otra parte.
-Te estás sonrojando—dijo el chico con sorna y su estúpida sonrisa de patán, sí, de un atractivo patán.
-No, no es así—sacudió la cabeza.
-Entonces, ¿por qué no me miras?
-No tengo por qué mirarte.
-Yo te gusto—dijo Cian de repente, afirmándolo en vez de preguntarlo.
El calor de su rostro fue aumentando hasta llegar a su cuero cabelludo y ella no tuvo más remedio que abrir la puerta para refrescarse.
- ¿A todas le dices eso? Porque de una vez te digo que conmigo no va a funcionar—atacó, sin mirarlo.
-Dejaste que te besara hoy en la madrugada y sé que te sientes atraída por mí desde que nos conocimos, ¿acaso no es más que suficiente para llegar a esa conclusión?
-Tal vez...—titubeó—tal vez el que me gusta es Ashton y solo estoy jugando contigo.
-Podría haberlo pensado hace unos días, pero no, así que, belleza, podría apostar mi alma a que tú sientes lo mismo por mí—sentenció—pero tienes miedo de aceptarlo, y no te culpo. ¿Quién aceptaría a este hombre tan perfecto como yo, de la noche a la mañana?
Cerrando la puerta de golpe, Aruma lo miró con recelo y sonrió con ironía.
-Vaya, vaya, el chico aparte de listillo, resultó poseedor de kilos y kilos de egocentrismo.
-Ese es mi sello personal, belleza—le pasó un dedo por la mejilla y a continuación, se pusieron en marcha.
Salieron del estacionamiento y ella se dio a la tarea de acariciar el encaje de aquel vestido negro, pero con la mirada puesta en las calles. La compañía de Cian le gustaba bastante, no obstante, la ausencia de Ashton le paralizaba un poco el corazón, ya que sentía que tenía que estar con él o saber en dónde estaba para estar tranquila.
-Te ves preocupada—añadió su acompañante sin apartar los ojos del parabrisas.
-Estoy preocupada—afirmó en un suspiro.
-Baker tuvo sus razones para no asistir, al igual, supongo, que sus amigos.
- ¿Cómo lo sabes? –frunció ligeramente el ceño, pero él le picó suavemente la frente, haciendo que su expresión se relajara.
-Realmente no lo sé, pero siempre hay razones para todo—se encogió de hombros.
- ¿Y qué me dices de Elise? Ella nunca falta a clases, ni por la razón más poderosa del mundo.
-Debió haber tenido algún contratiempo, belleza. No te sulfures, seguro que mañana vuelven—la tranquilizó con una sonrisa que no llegó a sus ojos.
- ¿Podrías llevarme a verla? Su casa queda cerca de mi departamento—suplicó.
Los ojos mieles de él se posaron en los suyos una milésima de segundo antes de volver a retomar su atención en el camino.
-De acuerdo, belleza. Si eso te calma los nervios, te llevaré.
Aruma le dictó la dirección que tenía anotada en su libreta y Cian giró en "U" en una avenida, cambiando de trayectoria, que, según él, era un atajo. Ella no conocía bien la casa de Elise, pero su amiga le había enviado fotografías por si acaso pensaba alguna vez ir a visitarla y llegaron muy pronto a su destino.
Aparcaron detrás del coche de Elise y Cian fue el primero en quitarse el cinturón de seguridad. Miró a Aruma con una ceja elevada y notó que temblaba en el asiento.
- ¿Qué pasa? ¿No piensas bajar y buscarla?
-No lo sé, su madre es algo... especial.
- ¿Especial en qué sentido? –juntó las cejas.
-Si me presento ante ella como amiga de su hija, probablemente me eche a patadas.
- ¿Por qué lo haría? ¿Le has hecho algo? –estrechó los ojos. Ella negó con la cabeza.
-No, pero es la típica madre adinerada que solo quiere que sus descendientes se mezclen con gente de su clase. Elise jamás me lo ha dicho, pero vi a su madre cuando regresamos del campamento de Moose Pass y me inspiró demasiada altanería. Lo mejor es llamarle por teléfono—buscó en la mochila el móvil, pero la mano de Cian se situó sobre la de ella.
Aruma alzó la vista y se encontró con sus preciosos ojos mirándola con fijeza.
-Iré contigo.
-Cian, no...
-Si la profesora Amelie Cash se mostró alucinada conmigo, ¿Qué te hace pensar que la madre de esa rubia no será así? –en sus labios asomó una sonrisa maliciosa que contagió a Aruma—eso es, belleza, sonríe para mí y hagámoslo.
La confianza de él fue también contagiosa y segundos después, ambos yacían plantados en el porche de la casa de Elise, mirando fijamente la puerta.
-Presionaré el timbre—añadió Cian y tocó el botón.
El sonido en el interior de la casa estremeció a Aruma y como si Cian lo hubiera notado, la abrazó cariñosamente en espera de que alguien abriera la puerta. Volvieron a llamar con el timbre alrededor de tres veces, y cuanto más pasaba el tiempo, Aruma iba poniéndose más huraña.
-Mejor vámonos, es buena señal que nadie abra—susurró en el hombro de él.
Y sin previo aviso, la puerta se abrió.
La persona que se dignó a atenderlos, con solo su presencia, logró eclipsar el ambiente y robarse el aire a su alrededor, al menos para Aruma, porque Cian estuvo tranquilamente mirándola con su perversa sonrisa.
Era la madre de Elise. La señora Kingston. Alta, rubia, esbelta y con unos fríos ojos azules, parecidos a los de su hija. Su cabellera rubia y rizada estaba pulcramente acomodada con una diadema color vino, haciendo contraste con su diminuto vestido que contaba con un escote pronunciado. La sonrisa que se fue formando a continuación al reparar su atención en Cian, dejó helada a Aruma. Sus agonizantes labios carnosos—por Botox—pintados de rojo carmesí, anunciaba perversión y excitación. Por un segundo, ella pensó que se le lanzaría a su amigo para tener sexo ahí mismo.
-Buena tarde, ¿se encuentra Elise Kingston en casa?
Aruma agradeció que Cian tomara la iniciativa de hablar porque ella se hallaba tan ensimismada y paralizada como para emitir palabra alguna.
- ¿Quién la busca? –preguntó la madre de Elise con petulancia y elegancia. Ni si quiera reparó en la presencia de Aruma en ningún momento, solo en él.
-Verá, yo solo vine a acompañar a mi novia a visitar a su amiga—respondió Cian con naturalidad, y para hacer más creíble su mentira, abrazó con más afecto a Aruma, provocando un gesto de desagrado en la mirada de la madre de Elise; quien por fin se había dignado a mirarla por primera vez en todo el rato—ella es Aruma Kirkpatrick.
-Aruma Kirkpatrick, eh—dijo la señora con alto grado de descontento—mi hija me había hablado de ti. Nunca pensé que te conocería.
-Lamento la interrupción, pero como Elise no fue hoy a la universidad, pensé en venir a verla para saber si se encuentra bien—balbuceó, siendo víctima de la mirada tajante de la mujer.
-Elise tiene catarro—dijo por fin la rubia egocéntrica—no irá a clases hasta que se sienta mejor.
- ¿Puedo pasar a verla? –preguntó con timidez.
Y entonces Cian se acomodó el cabello y le regaló otra sonrisa a la señora Kingston, haciéndola—por poco—gemir en plena puerta. Aruma apretó los puños, pero se dio cuenta que él estaba usando sus encantos para poder sobrepasar por encima de esa estúpida cuarentona sedienta de sexo con jóvenes.
-Por supuesto, es la puerta rosa en el segundo piso—contestó, embelesada con el pelinegro.
Asintiendo, Aruma entró a la residencia, quedando impactada. Se parecía muchísimo a la mansión de Gabriel, pero en femenino y con más vida. Volvió la cabeza por encima del hombro y vio a Cian caminando a la par con la rubia rumbo a la sala. Él le echó un vistazo y sin decir una palabra, le dijo "Ve, trataré de entretenerla lo más que pueda, pero date prisa".
Aruma no quiso pensar en cómo iba a "entretenerla" y corrió hacia las escaleras en busca de su amiga. Le provocaba náuseas pensar en Cian besando los labios jocosos y operados de la madre de Elise, con tal de ayudarla. Tuvo que mandar al infierno aquellos pensamientos sucios y correr a ver a Elise. Halló la puerta rápidamente y le dio leves golpecitos.
-Mamá, estoy bien, solo déjame ver la televisión—la voz congestionada de Elise sonó del otro lado de la puerta.
Aruma suspiró muy tranquila y se animó a entrar.
Pero lo que vio a continuación la dejó con la boca abierta. Elise si estaba enferma, porque su nariz y el resto de su rostro estaba enrojecido; y sus ojos llorosos, sin decir que en el suelo había un paquete de pañuelos y el bote de basura estaba lleno de todos los que había utilizado. La televisión estaba encendida, pero eso no fue lo que le impactó, sino la presencia de alguien más en la habitación.
Ashton Baker se levantó de un salto cuando Aruma dejó caer su teléfono en la alfombra y se apresuró a recogerlo. Elise se desconcertó y miró con horror al chico y después a ella.
-Aruma...—susurró la rubia con desdén.
-Ahora sé por qué ninguno de los dos fue a la universidad—espetó Aruma, sintiendo que lágrimas repentinas iban alojándose en sus ojos. Tragó saliva, y un nudo se le formó en la garganta. ¿Por qué quería llorar? ¿Por qué se sentía así? Ella también había estado en la habitación de Cian Mackenzie la noche anterior, no tenía por qué sentirse de esa manera, además, Baker no era nada suyo como para sentirse traicionada.
- ¿Qué haces aquí? –le preguntó Ashton, dando un paso hacia ella.
-Vine a ver a mi supuesta amiga, pero ya veo que está de lo mejor, ¿y qué haces tú aquí? –lo enfrentó con la mirada e ignoró a Elise, quién había balbuceado de nuevo su nombre—no, ¿sabes qué? No importa. No me interesa en lo absoluto. Perdí mi valioso tiempo en venir aquí. No vuelvas a buscarme ni a dirigirme la palabra—miró a ambos a los ojos—y eso incluye a los dos.
-Aruma, espera, por favor—Ashton la detuvo del brazo con fuerza.
Pero en el momento que ella se detenía bruscamente por la intercepción del rubio, una mano ajena a ellos apartó la de Ashton con una fuerza sobrenatural, mandando al chico de un empujón hasta el otro extremo de la habitación.
-Si la vuelves a tocar de esa manera, juro por tu Dios que te mataré sin miramientos—ladró Cian Mackenzie y tiró suavemente de Aruma hasta su pecho, protegiéndola. Ella soltó un sollozo ahogado.
Y un segundo más tarde, Aruma iba siendo llevada por Cian hacia la salida. Él la ayudó a subir a la Hummer, se pusieron en marcha por la esquina de la casa y en el momento que ella se limpió las lágrimas con el dorso de la mano, divisó el Ferrari azul eléctrico de Ashton aparcado en el sitio perfecto para no ser visto.
Cuando se acercaban a su departamento, Aruma rompió el silencio con una risa oscura y sin humor.
-Por esta razón es que jamás me ha gustado formar vínculos con alguien, porque terminan decepcionándome tarde o temprano—dijo, riéndose y sorbiendo por la nariz. Su mirada gris se había tornado fría y distante mientras observaba el cielo oscurecer, avisando una tormenta.
Sorprendiéndose por el contacto, sintió la mano de Cian deslizarse por su regazo hasta atrapar la suya con fuerza. Ella lo miró con la mirada herida.
-Conmigo no tienes de qué preocuparte. No tengo ojos para nadie más—prometió, llevándose el dorso de su mano hasta sus labios—ninguna chica podría llamarme la atención, solo tú. Por más que fueran chicas muy atractivas, lo digo en serio.
- ¿Por qué?
Él tardó en responder y se detuvo frente al porche de su departamento.
-Estamos destinados a estar juntos.
-Eso nadie lo sabe.
-Yo lo sé, créeme. Te reconocí en cuanto te vi.
- ¿Qué fue lo que te hizo reconocerme?
-Un chico reconoce a la que será la chica que se robará su corazón para siempre en cuanto la ve, y aunque los obstáculos de la vida se interpongan, tarde o temprano terminan uniéndose.
-Hablas de manera romántica, ¿lo sabías?
-Soy muy romántico y cursi, belleza, pero mi aspecto dice lo contrario—rozó nuevamente el dorso de su mano con sus labios, y a continuación adoptó una expresión seria—no te dejes engañar por la apariencia, Aruma, podrías equivocarte.
Ella apretó los labios, sabiendo que tenía razón. Se había equivocado con Ashton Baker, había pensado que Cian era el chico malo y engreído, pero resultó ser que era lo contrario.
-Gracias por subirme la moral, aunque sea un poco, Cian.
-Estoy para complacerte—dijo, sin soltar su mano.
Se quedaron un rato más en silencio dentro de la Hummer.
- ¿Vas a estar bien? Porque podrías venir a mi casa por unos días—se ofreció.
-No te preocupes, estaré bien. Además, mi perro no puede seguir abandonado—cogió su mochila y abrió la puerta—nos vemos mañana.
-De acuerdo. Pasaré por ti temprano, ¿está bien?
Aruma pensó en Mickey y de solo pensar que tenía vínculo con Ashton Baker lo detestó.
-Sí, estaré esperándote.
Se deslizó fuera de la enorme camioneta y entró al porche. Se despidió de él con la mano y lo vio marcharse. No obstante, Elliot, el dueño del edificio, salió a hablar con ella antes de que subiera a su departamento.
-Señorita Kirkpatrick, necesito hablar de un asunto importante—dijo el hombre con desasosiego en su mirada.
-Claro, dígame de qué trata—se limpió la cara con la manga de la chaqueta negra, sosteniendo su mochila solo con una correa en el hombro.
-Sucede que, hace horas, tu perro estaba llorando y rascando la puerta de tu departamento con demasiada desesperación, así que decidí ir a echarle un vistazo. Entonces en cuanto abrí, salió corriendo directo a la calle—explicó con nerviosismo y Aruma entornó los ojos—he estado buscándolo durante bastante tiempo, pero no lo encontré, es como si alguien se lo hubiera llevado.
-Esto debe ser una broma...
Dejó al sujeto con la palabra en la boca y subió corriendo, dando traspiés al instante de entrar a su departamento. Se puso de cuclillas y comenzó a llamar a Asiel de todas las maneras, pero el silencio la estremeció. De nuevo se hallaba sola y era probable que jamás volvería a ver a su perro.
Cerró la puerta de un portazo y vio los rasguños que Asiel había dejado y se dejó caer a mitad de la sala. La decepción de Ashton y la partida de su mascota la hizo querer llorar otra vez.
Pero se levantó con la frente en alto y corrió a hacer carteles de anuncio con una foto de Asiel, y poniendo su número telefónico para avisarle a ella si en caso alguien lo había visto. En cuanto lo tuvo listo, comenzó a sacarle varias copias desde la impresora.
Se cambió de ropa, optando por una deportiva y tenis de ejercicio. Por mera costumbre, había estado a punto de mandarle un mensaje a Ashton contándole el problema, pero se maldijo entre dientes. Y como no tenía la confianza absoluta para con Cian, decidió guardarse para ella la situación. Guardó en una mariconera sus llaves, teléfono, cartera y cinta adhesiva para pegar los carteles. Y en una bolsa de plástico metió los carteles.
Salió del departamento y miró a Elliot con amargura.
-Iré a buscarlo—le anunció sin esperar a que replicara.
No era muy tarde, apenas iban a dar las cinco de la tarde, pero el cielo estaba nublado, señal de que en poco tiempo llovería con fuerza. Aruma no iba a permitir que Asiel se mojara, y se propuso encontrarlo cuanto antes.
Comenzó por pegar en cada poste o cerca en toda la manzana, o entregándole los carteles a las personas que pasaban caminando por ahí, e incluso se atrevió a pegarlo sobre anuncios de artistas para que le dieran más importancia a Asiel que a los famosos.
Un par de horas más tarde, ya había llenado casi toda esa área de la ciudad con los carteles de Asiel y sentía que no era suficiente. Le dolían los pies de tanto caminar y sol comenzaba a desaparecer, dándole paso a la noche; y a la lluvia que se avecinaba. Con el ánimo por suelos, compró una botella de agua en una tienda y se sentó en la acerca con la vista puesta al cielo oscuro y nublado. No había rastro de estrellas o de luna, estaba opaco y siniestro. Las pocas personas que estaban por ahí se estaban marchando y ella era la única que permanecía inmóvil, pensativa.
¿Por qué todo lo malo le sucedía en el mismo día?
Reanudó la búsqueda con determinación durante unas cuantas horas más, hasta que se dio cuenta que estaban a punto de dar las diez de la noche y comenzaba a caer pequeñas gotas sobre su cabeza, como señal de que, si no se daba prisa, terminaría bajo la tormenta que tanto se había prolongado.
Dándose por vencida, se dirigió a casa. Pasó a comprar comida rápida y se apresuró a ganarle a la tormenta, pero fue imposible. El agua estaba incrementando y no tenía más remedio que parar un taxi.
En cuanto estuvo dentro de uno, le indicó la dirección y le regaló un cartel de Asiel.
Miró por la ventana en todo el trayecto, pero solo habían avanzado dos calles, cuando se detuvieron. Frente a ellos, había una larga fila de automóviles queriendo continuar, pero no podían.
Y la tormenta comenzó. Los relámpagos y truenos hicieron actos de presencia, cayendo demasiado cerca de ellos. Uno cayó encima de un anuncio espectacular que medía como quince metros de altura e hizo cortos circuitos, provocando un apagón en aquella zona.
-Dios, esto se ve mal—le oyó decir al señor taxista—nos caerá uno a nosotros si no logramos refugiarnos.
-Hay menos posibilidades de que nos caiga uno—intentó calmarlo y tranquilizarse a sí misma—estamos dentro de un coche, no es posible...
No obstante, como si la naturaleza quisiera reírse en su cara, un rayo cayó directamente en el coche de adelante, quebrando los cristales y pulverizando la mayor parte del vehículo.
Y un segundo después, los gritos de todas las personas se escucharon. El rayo había sido demasiado potente como para desintegrar a los que iban a bordo. Era algo tétrico y aterrador.
¿Qué estaba pasando?
-Señorita, tenemos que salir de aquí—le dijo el señor.
- ¿Qué planea hacer...? –su voz quedó atascada en su garganta al presenciar lo peor del mundo.
Una luz cegadora, seguida de un ruido estruendoso la desconcertó. Entornó los ojos al ver que un rayo los había alcanzado y gritó horrorizada al ver que el chofer se hallaba carbonizado en el asiento y el techo del taxi estaba ligeramente perforado en donde la electricidad se había escabullido directamente a él.
Alarmada, bajó del vehículo como todas las personas y echaron a correr como pudieron, ya que la tormenta les impedía ver por donde correr y el agua que iba almacenándose les obstruía los pies.
Y a pesar de que su vida corría peligro, pensó en su pobre perro, en alguna parte, mojado y asustado.
Logró llegar hasta la acera y refugiarse debajo de un techo con otras personas, que tiritaban de frío.
Estaba un poco sorda por el rayo, pero se las ingenió por orientarse perfectamente y ser consciente de que no estaba todavía a salvo.
Cerró los ojos con fuerza, aferrada a la pared, deseando que todo terminara. Tenía muchísimo miedo. Habría pensado en Ashton Baker, pero lo detestaba demasiado para darle ese privilegio y pensó en Cian Mackenzie. Él hubiera sabido que hacer en ese momento.
-Ven conmigo si quieres salir ilesa de esto.
Abrió los ojos y miró de soslayo al chico que estaba junto a ella. Era muy guapo, pero parecía estar en plena adolescencia. Sus ojos eran cafés, casi mieles, pero no tanto, y debajo de ellos se notaba unas ligeras ojeras; era muy alto, no tanto como Cian o Ashton, pero lo era, a fin de cuentas. Su aspecto era desgarbado y delgado. El cabello recién cortado, castaño y alborotado. Cejas pobladas y una sonrisa fantasiosa. Vestía con una playera negra y encima una chamarra de mezclilla y pantalones de la misma tela que le quedaban bastante cortos para su altura y tenis negros. Y su piel era incluso más blanca y pálida que la de cualquier persona. A pesar de que estaba un poco mojado, llevaba audífonos puestos. En resumen, era muy atractivo. Y se preguntó por qué últimamente chicos guapísimos se le acercaban con frecuencia.
- ¿Quién eres tú? ¡Suéltame! –forcejeó con él cuando la agarró del brazo con la intención de sacarla a rastras de ahí.
-Cuando estemos a salvo, te soltaré, ahora vámonos—tiró de ella con más fuerza y Aruma, por los nervios de punta, dejó que se la llevara a quién sabe dónde.
Corrieron hacia un callejón, eludiendo a las personas que corría en dirección contraria a ellos y se deslizaron todavía más adentro de ahí, percibiendo todo tipo de olores fétidos. Los gatos que vivían ahí maullaban encolerizados por la tormenta y Aruma sentía que todo le daba vueltas. Su comida rápida había quedado dentro del taxi y se moría de miedo y de hambre al mismo tiempo.
El chico abrió una puerta que estaba al final del callejón sin salida y la empujó al interior. Bajaron un sinfín de escaleras, todo estaba oscuro y se escuchó un ligero "clic" cuando llegaron al término, dándole paso a una luz neón que la hizo bizquear. Parecía un bar subterráneo. Había una barra con un sujeto limpiando las copas con aire taciturno y con enormes ojeras bajo sus ojos, similar al chico, pero más pronunciadas. Miró a su alrededor y vio sillones grandes y pequeños, ideales para ir con tus amigos o con tu pareja; al igual que mesas. Se sintió fuera de lugar, pero al menos ya estaba a salvo de la tormenta. Buscó al chico con la mirada y lo halló hablando con el camarero en voz baja.
-Supongo que quieres beber algo que te relaje—se dirigió a ella con una sonrisa sin mostrar los dientes.
-La verdad es que pretendía ir a cenar, pero la maldita tormenta estropeó mis planes—contestó honestamente.
-Oye, una hamburguesa también—le dijo al camarero y este asintió—ven, siéntate y ponte cómoda.
La condujo a una de las mesas para dos personas. Se sentó sobre la silla y juntó las manos en posición de oración sin dejar de escrutar a su alrededor; ya que no tenía idea que existía un bar subterráneo, el cual estaba vacío.
-No sabía que había un bar por esta zona y menos debajo de los edificios—le comentó.
-Ah, es que pocos son capaces de visitar este lugar—se encogió de hombros—abrimos apenas hace unas horas.
Ese chico le resultaba muy inquietante y ella no era una asaltacunas.
- ¿Por qué me salvaste de la tormenta?
Los ojos cafés del chico la miraron con oscuridad absoluta, ella tragó saliva. Cian y Ashton a veces demostraban oscuridad en sus miradas, pero este chico parecía ser oscuro totalmente, es decir, su aura oscura era muy tenebrosa.
Se encogió en el asiento y el de la barra le llevó una hamburguesa y un refresco. Le agradeció, pero este simplemente se dio la vuelta y retomó su lugar detrás de la barra en silencio.
Llegaron más personas al bar, todas con el mismo aspecto cansado y malicioso.
-Come, te sentirás mejor si lo haces—le dijo él.
- ¿Puedo saber tu nombre? –lo miró con los ojos estrechados.
- ¿Para qué? –se mostró curioso y se quitó por fin los audífonos, muy interesado.
-Me salvaste—rodó los ojos—y me estás dando de cenar, como mínimo, debo saber tu nombre.
-Dime primero el tuyo—torció su sonrisa de manera provocadora.
Si Cian Mackenzie hubiera hecho eso, se habría ruborizado, pero este chico era tan solo un adolescente precoz, probablemente buscando entretenimiento.
-Aruma Kirkpatrick—dijo secamente, dándole un mordisco a la hamburguesa.
-Por fin tengo el placer de conocerte—repuso él y ella lo miró rápidamente.
- ¿Disculpa?
-Soy amigo de los Mackenzie; en especial de Cian.
Entornando los ojos, tragó con dificultad y bebió un sorbo de refresco, asimilando sus palabras.
- ¿Conoces a Cian Mackenzie y a sus primos?
-Por supuesto. Somos viejos amigos.
-Pero, ¿Cómo? Ellos se acaban de mudar.
-Nos conocemos de hace mucho tiempo y sorprendentemente nos volvimos a encontrar aquí—se llevó los brazos detrás de la cabeza con aire superior.
- ¿Y cómo sabes que yo los conocía?
-Desde que nos pusimos nuevamente en contacto, Cian me puso al tanto de todo, incluso me envió una fotografía tuya si caso me encontraba contigo en la calle o necesitabas ayuda—le mostró una foto de ella en su teléfono, en donde estaba distraída, en la Hummer de Cian y se ruborizó.
¿En qué momento él le había fotografiado?
-Entonces gracias...
Lo miró con recelo, puesto que aún no le decía su nombre.
-Alexander Lochhead.
Y estiró la mano para estrechársela. Aruma, aun dudando, se la estrechó y notó que la mano del chico estaba sumamente helada.
En eso, llegaron más personas al bar y ella casi saltó del asiento al ver a Cian entrar, junto con sus primos a la estancia.
- ¡Cian! –chilló ella, feliz de ver un rostro conocido en ese lugar. Y en cuanto él reparó en su presencia, esbozó una sonrisa y se acercó rápido.
Él la envolvió en un cálido abrazo que duró varios segundos antes de separarse.
-Bien hecho, Alex—felicitó al muchacho y este sonrió, victorioso—no iba a llegar a tiempo, fuiste listo.
-No agradezcas, amigo. Por ustedes, cualquier cosa—dijo Alexander con mucha confianza, su aura tenebrosa se suavizó y se encargó de saludar animadamente a los otros Mackenzie.
-Guapa, ¿estás bien? Esa jodida tormenta está horrible—Tobias le dio una palmada a Aruma en la espalda y ella asintió.
-Menos mal no pasó a mayores—terció Allen y arrastró una silla a la mesa de a lado. Andrew hizo lo mismo y Duncan se dejó caer en un sillón individual con aburrimiento.
-Bueno, pónganse cómodos, yo tengo que hacer mi trabajo—anunció Alex con una sonrisa radiante en los labios.
-Procura no llamar la atención—le recordó Cian y el chico asintió, yéndose a la salida.
Aruma quedó a solas con Cian Mackenzie en ese bar, él observó su hamburguesa y le instó a continuar cenando.
Los primos de él pidieron unos tragos y comida, demasiado cómodos, como si frecuentaran ese sitio y supieran el menú de memoria.
-Me alegro que estés a salvo y que Alexander te hubiera encontrado en el momento justo.
-Es una verdadera sorpresa saber que cuentas con amigos que aparecen en mi auxilio.
-Si yo no puedo llegar a tiempo, no está de más que mis aliados se preocupen por tu seguridad y actúen sin pensarlo—extendió su mano para agarrarle la suya. Ella se estremeció.
- ¿Y cómo lo conoces? Es apenas un adolescente en plena pubertad—arrugó la nariz.
-Aunque parezca de diecisiete años, es mucho mayor que tú—respondió y ella alzó las cejas, incrédula.
- ¿Tiene más de veintidós años? –se quedó boquiabierta.
-En efecto, pero no tiene importancia. Su apariencia es genuinamente de diecisiete años, pero su mentalidad es mayor, no sé si me entiendas.
Aruma asintió, sin entender nada. Pero no quería darle más vueltas al asunto.
- ¿Y qué hacías vagabundeando en la noche? –Cian quiso saber con molestia.
-Estaba buscando a mi perro. Escapó del departamento—de la mariconera sacó el único cartel que le quedaba—necesito encontrarlo, pero la tormenta estropeó mis planes.
Cian juntó las cejas tras leer lo que decía el cartel.
-Te apuesto a que está bien, no tienes de qué preocuparte, volverá en unos días, de eso estoy seguro.
-Pareces muy seguro de tus palabras—añadió ella, lamiéndose el queso que tenía en el pulgar. Frunció el ceño al ver que él no le contestó de inmediato—, ¡Eh! Te estoy hablando.
-Confía en mí, ¿de acuerdo? Si en el resto de la semana no vuelve, te ayudaré a rastrearlo—la miró con incertidumbre y guardó el cartel en su chaqueta.
-No pienso quedarme de brazos cruzados mientras está solo allá fuera.
-Y yo no dejaré que te vuelvas a exponer de esa manera—gruñó—la próxima vez no estaré yo, los chicos o Alexander para sacarte del apuro. A menos que decidas buscarlo junto conmigo.
-No es necesario tu compañía, es mi perro, Cian, no te preocupes.
-Pero tú eres mi... —carraspeó y se aclaró la garganta—escucha, cuando salgas a alguna parte y más si es de noche, llámame. Iré a buscarte enseguida y lo resolveremos juntos.
Aruma le dio otro mordisco a la hamburguesa, con el fin de no responderle a su planteamiento. Cian era más protector que Ashton, de eso no había duda, y le agradaba su preocupación, pero no podía abusar de su generosidad llamándole cada que tenía problemas. No era justo.
Cuando ella terminó de cenar, el de la barra retiró el plato y el vaso vacío de refresco, y tras tres minutos después, volvió con un par de tazas de café capuchino con una cesta pequeña de panecillos. Los primos de Cian también pidieron café y panecillos para apaciguar el frío que comenzaba a deslizarse por el bar.
-Las personas que están aquí—Aruma bajó la voz y él se inclinó para escucharla—tienen un aspecto raro, ¿a qué se debe? Incluso el encargado de la barra y tu amigo.
Cian se rascó el cuello, incómodo y entrelazó los dedos de su mano sobre la mesa.
-Lo primero que debes saber es, que no debes mirarlos a los ojos—repuso entre dientes, su mirada iba de un lado a otro, lejos de las personas y Aruma miró directamente a su café—eso los pone nerviosos.
- ¿Por qué? ¿Son esquizofrénicos? –cuestionó. Si ese era el caso, entonces todo lo que había ahí era perfecto para ellos. Todo tétrico y extraño, aunque la luz neón podría enloquecerlos y tener uno de sus momentos críticos.
Él rompió a reír y negó con la cabeza.
-Son diferentes. Es lo único que puedo decirte, por el momento—dijo con vaguedad—toma el café, te hará bien; y también un panecillo.
Finalmente, cuando bebieron sus tazas de café y degustaron varios panecillos, Cian le prestó su chaqueta a Aruma para calentarse y salir al exterior, puesto que la tormenta ya había pasado y necesitaba regresar a casa.
-Todo a mi cuenta—dijo Cian al de la barra y este asintió.
Pero antes de salir del bar, Aruma sintió la mirada penetrante y escalofriante de todos los clientes que habían llegado, haciéndola sentir intimidada, pero como estaba junto a los hermanos Mackenzie, supo que en ese momento estaba salvo de ellos o de quién sea.
Efectivamente la lluvia había parado y las calles estaban inundadas de agua sucia, pero extrañamente todo estaba completamente desértico. Verificó la hora en su teléfono y entornó los ojos al percatarse que era pasada las dos de la mañana. ¿Tan rápido había pasado el tiempo dentro de ese sitio que ni si quiera se dio cuenta? Se ajustó la chaqueta y se aferró al brazo de Cian con desdén.
-Lleva a Aruma a casa, nosotros nos vamos a adelantar—anunció Allen y se acercó a ella—cuídate, ¿está bien? Si necesitas algo o tienes problemas, llama a Cian.
-Nosotros también vendremos a auxiliarte, guapa, no temas—terció Tobias y ahogó un bostezo.
Duncan y Andrew se despidieron de lejos, alejándose antes que los demás. Y segundos después, el resto los siguió en la oscuridad.
Cian la encaminó hacia la Hummer, la cual había dejado estacionada a dos calles de distancia de ahí, en un lugar seguro de la tormenta. Mientras caminaban, ella no pudo evitar frotar su nariz en el brazo descubierto de él, olfateando su perfume y la calidez de su piel.
-Me gusta como hueles—admitió ella.
-Si quieres oler como yo, mi ducha estará más que feliz de recibirte—replicó. Su indirecta resultó muy directa. Aruma se sonrojó—y también mi perfume.
-Cortas el momento, ¿lo sabías? –el fantasma de una sonrisa asomó sus labios y recargó su sien derecha en el brazo de él.
-Pretendo hacerte feliz—se encogió de hombros—y espero estar lográndolo.
-Gracias por mudarte a Bozeman, Cian.
- ¿Por qué me das las gracias?
-Porque ahora tengo a más personas en quién confiar y con quién estar—le acarició la piel de su brazo con los dedos y sintió claramente como se le erizó el cuerpo al chico por aquella inocente caricia. Aruma sonrió.
Como él no objetó nada al respecto, ella continuó hablando en lo que llegaban al vehículo.
-Me hubiera gustado conocerte mucho antes.
-No importa en qué momento nos hayamos conocido, belleza, lo importante es el presente, en donde ya estamos juntos.
-Juntos—repitió ella como si esa palabra le resultara nueva en su vocabulario.
-Juntos—volvió a decir él, inclinándose lo suficiente para besarle el cabello.
-Hace todavía un mes, yo era una chica apartada de las personas, incapaz de enfrentar los problemas de frente y de aceptar nuevas amistades con chicos extranjeros. Aunque lo único de lo que si me arrepiento es haberle dado mi confianza a Elise y a Ashton. Si desde un principio querían verme la cara de idiota, ¿Qué les costaba hacer pública la atracción entre ellos? –habló con veneno y Cian le acarició la mejilla con dulzura.
-Estoy seguro que todo tiene una explicación y razón de ser, no te mortifiques, belleza.
-Cian, ¿puedes prometerme una cosa?
-Claro, dime.
-Si alguna vez piensas abandonarme, promete que me lo dirás de frente y sin excusas.
-No te voy a abandonar jamás—sentenció, confundido con sus palabras.
-Uno nunca sabe, solo hazlo. Prométemelo.
Abatido, se relamió los labios y se aclaró la garganta.
-Prometo decírtelo a la cara si en caso pienso abandonarte.
Aquello era para ahuyentar por completo al chico con sus estupideces, pero quería cerciorarse si podía continuar tratándolo como hasta ese momento y no equivocarse, llevándose una decepción asfixiante, tal y como le sucedió con Elise y Ashton, quiénes solamente la usaron para verse a escondidas sin decirle absolutamente nada; y lo peor de todo era que Aruma había pensado que Baker en serio estaba interesado en ella por su actitud. No obstante, era una cruel mentira. Y se odia a sí misma por haber abierto su corazón a extraños. A él principalmente.
Cuando estaban acercándose a su departamento, divisaron el Ferrari de Ashton aparcado en la acerca, frente al porche. Tenía los focos encendidos, esperando el momento en que ella hiciera acto de presencia.
-No lo puedo creer, simplemente no puedo—gruñó Cian, quitándose el cinturón con brusquedad y estacionándose de manera precipitada detrás del Ferrari.
-Aguarda, ¿Qué haces? –Aruma lo agarró del brazo. El pelinegro se volvió a ella con las pupilas dilatadas.
- ¿Qué crees que hago? –replicó y bajó de la Hummer como alma que lleva el diablo en dirección a Ashton.
Azorada, se precipitó a seguirlo, dando traspiés en el lodo y aguantando la respiración. Era de madrugada y ese escenario no pintaba nada bien. Si Ashton decidía bajar también, sería el fin. El fin de ambos y de ella. Probablemente Elliot la echaría del departamento después de eso por causar un escándalo en plena hora nocturna.
-Detente, por favor—imploró ella, sujetándolo con resistencia. Él volteó a verlo con los ojos en llamas, pero poco a poco su semblante se fue suavizando.
-Deja que le parta la cara—musitó.
- ¿Qué te hace pensar que dejaré que lo hagas? Primero te hago pedazos—la voz de Ashton surgió un segundo después al instante que bajaba de su coche. A Aruma se le encogió el corazón.
Al ver su rostro tranquilo y a la vez tenso deseó poder odiarlo y golpearle la cara hasta dejarlo desfigurado. No soportó ver sus penetrantes y azules ojos puestos en ella, por lo que bajó la mirada, sin soltar a Cian del brazo.
-Es demasiado tarde para venir a fastidiar, ¿sabes? –ladró el pelinegro y Aruma se aferró más a su brazo, impidiendo que avanzara. Él se quedó estático, mirando con un odio profundo a Baker—será mejor que te marches. Ella no quiere verte.
-Me iré solo si Aruma me lo pide. Tú no hablas por ella—sentenció el rubio con serenidad, pero un músculo palpitaba en su mandíbula.
-Después de enredarte con la mezquina rubia, que, por cierto, solía ser amiga de Aruma, ¿recuerdas? Y, ¿todavía tienes el descaro de poner un pie aquí? –le escupió Cian con amargura. Ella cerró unos segundos los ojos, sintiendo como los comentarios del pelinegro le perforaban el pecho. Era cierto. Ashton había hecho todo eso con Elise.
-Quiero hablar con ella—fue todo lo que dijo en respuesta y se centró en ella—por favor, cielo, dame unos minutos para explicarte absolutamente todo.
Cian rio secamente y negó con la cabeza.
-No lo hará.
- ¿Quién lo dice? –lo desafió Ashton, avanzando peligrosamente a él y toda serenidad en su rostro se esfumó. Y ella no supo discernir quién de los dos daba más miedo en ese momento.
-Será mejor que ambos se marchen—acotó Aruma con desdén, pero desde luego, ninguno de los dos le hizo el menor caso.
-No voy a respetar las reglas, Baker, largarte o no respondo—lo amenazó Cian con dureza. Y algo en sus palabras provocó escalofrío en todo el cuerpo de Aruma.
- ¿Quieres que vuelva a ocurrir lo de antes? –Ashton elevó bastante la voz—porque si no mal recuerdo, ya no habrá una próxima vez.
La fémina frunció el ceño sin comprender. ¿A qué se refería con "antes"?
Soltó el brazo de Cian y se plantó frente a él para una explicación, pero al verle la cara, tragó saliva. El pelinegro tenía las mandíbulas apretadas, las manos empuñadas, su pecho subía y bajaba erráticamente, como si con solo respirar le costase. Y sus ojos, sus preciosos ojos mieles eran completamente negros. Sí. Negros. Como un par de abismos que encaminaban al infierno en su rostro.
Aventuró a agarrarlo de los hombros con fuerza y percibió el calor que emanaba de su cuerpo como si tuviera fiebre.
-Cian, ¿estás bien? –se impulsó de puntillas para colocarle la palma de la mano en su frente. Él estaba ardiendo y se le había perlado la frente de sudor.
-Con solo el chasquido de mis dedos, vendrían por ti si así lo deseo, tú decides—continuó hablando Ashton, provocando incertidumbre y caos en el interior de Cian Mackenzie.
-Aruma cuenta con libre albedrío y estás jugando sucio—logró articular el pelinegro a través de sus dientes apretados. Aruma apartó la mano de su frente y él alcanzó a sujetársela. Bajó la mirada y le regaló una suave sonrisa forzada—prometo venir mañana por ti para ir a la universidad, no puedo quedarme si él está aquí, pero confío en que no te dañará, ya que, si lo hace, lo destruiré.
-Espera, ¿Qué? –lo miró, perpleja. Cian se llevó el dorso de su mano a sus labios, depositándole un tierno beso.
-Te veo mañana, belleza—prometió. Soltó su mano y se dirigió a su coche, no sin antes mirar a Ashton Baker con asco.
Y en cuanto abordó, aceleró lo suficiente y frenó justo al lado del rubio, quedando paralelamente.
-Recuerda que, con un suave golpe de mi puño en el suelo, vendrían por ti si así lo deseo, y... —dijo Cian a Ashton en voz alta—...tú decides si tientas al diablo.
El rubio apretó los puños y estrechó los ojos sin decir una palabra, pero ella podía jurar que las palabras de Cian habían influido bastante a su arrogancia en ese momento.
-Esta batalla aún está comenzando y ella—continuó Cian y señaló a Aruma que observaba la escena con los ojos entornados—esta vez será mía.
Dicho eso, aceleró hasta perderse de vista.
Comprendiendo que el show había concluido, la fémina avanzó hacia el porche, ignorando a propósito la presencia de su compañero nuevo de clase que posiblemente sufría de sus facultades mentales para tener el valor de ir a buscarla a su departamento a las tres de la mañana y pelear con el chico de la montaña.
-Quiero hablar contigo, Aruma.
Ella se detuvo antes de meter la llave en la cerradura y apretó los labios. No se volvió; pero sintió los pasos de él acercarse peligrosamente.
-Lo que viste en la habitación de Elise no es lo que pensaste que fue—explicó claramente sin temor alguno—pero...
-...te sorprendió verme entrar, ¿no? –replicó con veneno contenido y se dio la vuelta para enfrentarlo, pero lo halló demasiado cerca que casi chocaron sus cuerpos.
-La verdad, sí—reconoció, metiendo las manos dentro de sus bolsillos de su chamarra.
-Ni si quiera tienes que darme ninguna explicación, con lo que vi fue más que suficiente. Necesitas ir al psiquiatra, no, psiquiatra no, ¡Al psicoanalista!
- ¿Por qué? –se mostró confundido y Aruma ahogó una risa nasal al verle fingir tanta inocencia.
- ¿Por qué? –se burló secamente— ¡Porque eres un psicópata o sociópata!
- ¿Por qué aseguras que lo soy? –inquirió, elevando una ceja y asomando su estúpida sonrisita tierna.
Ella apretó los puños hasta llegar al grado de herirse las palmas para no caer en su juego. Otra vez. Retrocedió unos pasos y lo observó cínicamente.
- ¡No juegues conmigo, Baker! –lo amenazó, señalándolo con el dedo con cierta rigidez. Él rio— ¡Hablo en serio!
-No estoy jugando, estoy tratando de dialogar contigo como personas civilizadas, pero te estás oponiendo—sonrió sin enseñar los dientes y a continuación le agarró el dedo índice—me encanta tu faceta enfadada. Te ves adorable.
-Oh, sí me veo adorable, prepárate para verme hermosamente espectacular, Baker—le advirtió, forcejando con él para que le liberara el dedo. Él no lo hizo.
- ¿Podremos hablar o mejor lo solucionamos por la mañana?
-Ninguna de las dos opciones. Ahora márchate porque llegaré tarde a la universidad si no duermo a partir de este momento.
-Elijo la opción dos, vamos.
Aruma se quedó boquiabierta al verlo caminar hacia el porche con sus llaves, dispuesto a entrar. Se las había quitado justo cuando le agarró el dedo y ella no se dio cuenta.
-No, elijo la primera. Sentémonos a hablar—corrió hasta él y le instó a sentarse en las gradas del porche.
Ashton elevó las cejas y tomó asiento junto a ella, jugando con las llaves.
-Podrás decirme lo que quieras, pero yo sé lo que vi.
- ¿Y supuestamente que viste?
-Estabas en la habitación de Elise y se separaron rápidamente cuando abrí la puerta, ¿acaso no es suficiente?
-Entiendo—asintió sin dejar de sonreír—es un punto favorable.
- ¿De qué diabl...?
-No pronuncies esa palabra ni de chiste—le cortó abruptamente. Ella parpadeó.
-Como sea, ¿de qué estás hablando? ¿Qué punto favorable?
-Estás celosa—afirmó.
-Ni hablar.
-Si no lo estabas, ¿por qué saliste hecha una loca y te arrojaste a los brazos de Mackenzie por un poco de consuelo?
-Tú... tú eres un...te voy a...
Aruma cerró los ojos por la vergüenza. Años de buen funcionamiento y se le ocurría a su cerebro dejar de funcionar con normalidad para no ser capaz de unir palabras coherentes y cínicas para hacerle tragar sus comentarios a ese chico. Además, por si fuera poco, él había acertado. Aunque ella no tenía el valor para admitirlo y tampoco para mancillar su orgullo, Ashton Baker estaba en lo correcto. Estaba celosa. Celosa a morir. Pero no tenía por qué hacérselo saber porque era un idiota.
-Te dejé sin palabras, es mi especialidad, cielo—le guiñó el ojo con galantería.
- ¡Juegas sucio! Cian tiene razón.
-No es jugar sucio, es hablar con la verdad—se encogió de hombros.
Se quedaron en silencio, mirando a otra parte menos entre ellos. El silencio no era incómodo, pero tampoco placentero.
-Y bien, ¿A dónde fuiste toda la tarde? –Ashton cortó el silencio. En su voz no había rastro de ninguna emoción y eso la molestó. ¿Cómo podía fingir interés y a la vez hablar como si no le importara?
-No es asunto tuyo.
-Todo lo que tenga que ver contigo es mi asunto.
-Mi perro se perdió, ¿contento? Y quedé atrapada en la tormenta, un amigo de Cian me salvó, luego llegó él y esperamos a que terminara de llover, cenamos y heme aquí—le soltó de sopetón y atropelladamente porque sus nervios estaban tan sensibles por la falta de sueño, que no le sorprendería quedarse dormida ahí mismo si cerraba por más de un segundo los párpados.
Y hasta ese segundo se percató que todavía llevaba la chaqueta de Cian encima y se estremeció. Pero al ver que Ashton no parecía querer emitir respuesta alguna, se encargó de molestarlo.
-No me digas que has estado aquí desde la tarde, cuando te descubrí de infraganti en casa de mi ex amiga—hizo una mueca de desconcierto, esperando que él dijera que no.
-Sí.
- ¿En serio? Pero yo salí a las cinco aproximadamente de aquí para buscar a Asiel.
-Justamente vine a las seis—replicó, con la vista fija en sus tenis blancos.
-Creo que ya es hora de que te vayas a casa. Es demasiado tarde, Ashton.
- ¿Me crees que entre Elise y yo no pasó nada?
-Ni si quiera me has dicho que hacías ahí—rodó los ojos.
-Está enferma de catarro y Gabriel me insistió en llevarle medicina porque él no podía hacerlo, así que fui. Apenas acababa de llegar cuando apareciste—dijo. Y no parecía mentir.
- ¿Y por qué no fuiste a la universidad y tampoco tus amigos? –juntó las cejas.
-Fuimos, pero recibimos una llamada urgente de los padres de Gabriel y tuvimos que volver. Elise le avisó a él que estaba enferma y por eso acepté a llevarle la medicina.
-Uhmm... sospechoso.
-Créeme, estoy hablando en serio. No me gustan las mentiras.
-Mañana te daré el veredicto si te creo o no, buenas noches—se levantó del porche y se apresuró a abrir la puerta, pero él la agarró del brazo con insistencia— ¿qué?
- Sé que dormiste con él, en el sentido inocente de la palabra, pero ¿Lo has besado?
Los ojos azules del chico se dilataron, adoptando un color más fuerte y delirante, como si la intensidad de su presencia no fuera suficiente, su mirada la desarmó por completo como en el campamento en Moose Pass, cuando se besaron por primera y única vez gracias al juego de la botella.
Ella no respondió.
-Contéstame—insistió.
- ¿Y qué si lo he besado? –lo envaró con la barbilla en alto.
Cerrando los ojos, Ashton esbozó una sonrisa con un dejo de tristeza y cuando los abrió, Aruma sintió un extraño estremecimiento ante su mirada.
-Quizá lo hayas besado a él, pero yo seré pronto el dueño de tu corazón—dijo. Aquella afirmación sonó a una promesa dirigida al cielo, tomándolo de testigo.
HOLA <3 ME GUSTARÍA SABER QUÉ PIENSAN...
¿FÍSICAMENTE, CIAN O ASHTON?
¿POR QUÉ?
Y EN EL SENTIDO DE CONVENIENCIA A ARUMA, ¿CIAN O ASHTON?
¿POR QUÉ?
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