Dieciséis
El reencuentro entre las dos amigas fue épico y muy cursi. Se abrazaron precipitadamente, sollozando y susurrándose cosas agradables, pero aquel momento se fue por la borda en el instante que un nuevo portal se abrió y de ahí emergió Amon, aullando como un animal salvaje. Su apariencia era la verdadera, la grotesca y terrorífica. Aruma se colocó delante de Elise y tanto Cian como Roth, se situaron frente a ellas, convirtiéndose en escudos humanos, o, mejor dicho, escudos paranormales.
- ¡Me mentiste! ¡No me otorgaste el poder de aniquilar a Gabriel! –vociferó el demonio, dirigiéndose a Astaroth. Comenzó a caminar hacia él, dejando alquitrán a cada paso— ¡Ahora mírame! Todos esos malditos arcángeles me atacaron y casi me destruyeron. ¡Tampoco me informaste que Aniel, una de las potestades más poderosas estaba residiendo con ellos! ¡Eres un asqueroso traidor! ¡Pero esto no se va a quedar así! No cumpliste tu palabra, así que me llevaré a Lilith en este momento.
Cian dio un paso adelante, manifestando con solo una mirada, su odio hacia aquel sujeto infernal. Amon se detuvo en seco en cuanto percibió los ojos de este, sintiendo un poco de vértigo, pues, si se llegaban a enfrentar, saldría gravemente herido, y teniendo en cuenta que los arcángeles y la potestad estuvieron a punto de asesinarlo por completo, aquello no terminaría a su favor. Por lo que se quedó quieto.
-Tocas a uno de ellos, y será tu mayor error, Amon—carraspeó Cian, amenazadoramente—y si intentas llevarte a Aruma—sonrió con malicia, haciendo que sus ojos color miel se volvieran completamente negros—ten en cuenta, que, sería lo último que harías en tu asquerosa vida.
Y a continuación, el cielo, que había estado un poco despejado, comenzó a nublarse y a oscurecerse.
Elise miró horrorizada el panorama y se echó a temblar. Miró a Aruma y no pudo creer que estuviera tan tranquila, o al menos, no tan asustada como ella. Era como si ya tuviera noción de lo que ocurría a su alrededor.
-Aruma—susurró la rubia con incertidumbre, la mencionada la miró por el rabillo del ojo, ya que estaba demasiado ocupada con aquel ser maligno que amenazaba con hacerles daño— ¿Qué está sucediendo? –y a continuación, la agarró del brazo.
-Cian lo arreglará, no entres en pánico—siseó Aruma y se acercó más a ella.
Mientras tanto, Amon permaneció inmóvil en su sitio cuando Cian lo desafió.
-No puedes hacerme eso. Azazel ascenderá y la pagarás con tu asquerosa cabeza—blasfemó el demonio y miró a Roth—en especial tú, insecto traidor.
-No me hagas condenarte al pozo del infierno, en donde nunca serás liberado, ni por el mismísimo Azazel—espetó Cian y alzó el brazo al cielo, en donde se escuchó un estruendoso rayo, seguido de un relámpago que cegó a Aruma y a Elise por unos segundos—tras recuperar la memoria, también mis poderes regresaron a mí. Así que lárgate y déjanos en paz. No quiero pelear contigo porque ya sé el desenlace. ¿O quieres que traiga a los arcángeles para que terminen lo que iniciaron? –elevó una ceja con cinismo—creo que preferirías a Aniel, ¿no es así?
La mirada egocéntrica de Amon se transformó en temor. Y Astaroth apenas podía creer lo que estaba presenciando: El Príncipe del infierno siendo intimidado por Abbadon, el ángel exterminador más poderoso de todos los tiempos, catalogado como la mano derecha de Dios. Era la primera vez que ocurría, ya que nunca habían tenido enfrentamientos.
-Déjate de estupideces—bramó el demonio con cierta rigidez. Cian sonrió al percibir que había conseguido intimidarlo.
-Tú decides.
-Por el momento me iré—añadió Amon, mirando peligrosamente a Roth—pero volveré y esta vez, no tendré piedad contigo por haberme estafado—y luego estrechó los ojos hacia Cian—aunque me cueste la libertad, le llevaré esa hembra a mi amo—señaló a Aruma con la barbilla, por encima del hombro del ángel exterminador. Su mirada se desvió de ella y se postró en la chica rubia que estaba a su lado y frunció el entrecejo con un poco de perplejidad.
Y con un gruñido, ardientes llamas se alzaron por los cielos y el demonio desapareció, dejando cenizas y olor a putrefacción a su paso.
La respiración de los presentes volvió a la normalidad y Roth tuvo que sostener a Elise porque se había desmayado al momento de ver desaparecer a Amon frente a sus ojos haciendo todo un espectáculo.
Aruma retuvo el aliento y parpadeó en el instante que Cian la envolvió en sus brazos con fuerza. Le devolvió el gesto con ímpetu, enfrascándose en su aroma y deseando jamás separarse otra vez de él. Comenzó a temblar al pensar en lo que podría ocurrirle si Amon cumplía su palabra de regresar con refuerzos y hacerle daño, porque era obvio que Cian no iba a tolerar que alguien la tocara; y eso implicaba que tendría que enfrentarse a toda una legión de demonios si se daba el caso.
-Vámonos de aquí—suplicó ella con amargura. Él asintió sin soltarla.
-Astaroth, acércate junto con Elise. No marcharemos—ordenó Cian.
- ¿A dónde iremos? –cuestionó el demonio con perplejidad, cargando a la rubia.
-Me haré cargo yo, ¿de acuerdo? Después me dirás en donde están mis primos—dijo Cian, estirando una mano a Roth y este, vacilando, se la estrechó.
- ¿Es parte de tu poder tele-trasportarnos en vez de abrir un portal como Roth? –preguntó Aruma con la cara aferrada al cuello del joven.
-Algo así—le sonrió Cian y besándola en la frente, miró al demonio—despliega tus alas.
- ¿Qué? Yo no tengo alas—titubeó el otro en respuesta.
-Por supuesto que sí. Los demonios son ángeles caídos y, por ende, también tienen alas, pero dejaron de usarlo solo por simple orgullo—masculló el ángel con exasperación y le soltó la mano con recelo.
-De acuerdo, tienes razón. Juré nunca más usar mis patéticas alas, pero si en verdad es importante, lo haré—replicó Roth. Dejó a Elise en el suelo y apretó los puños. Aruma se apartó un poco de Cian para observar a su amigo.
Y sorprendentemente, de la espalda de Astaroth, se desplegaron un par de alas negras, idénticas a las de los Mackenzie, pero con tonos plateados en las puntas de las plumas. Las mejillas del demonio se sonrojaron al sentir la mirada de Aruma y el ceño fruncido de Cian.
-Es grandioso, Roth—lo elogió Aruma y Cian gruñó.
-Toma a la chica y vámonos ya—ordenó el ángel con fastidio—de lo contrario, otros demonios más emergerán y será demasiado tarde para escapar.
Sin escucharlo dos veces, Astaroth volvió a cargar a Elise y comenzó a elevarse en el cielo. Cian, por su parte, desplegó sus alas doradas, sí, sus verdaderas alas color del oro que brillaron con majestuosidad. Aruma, asombrada, quiso comentar algo al respecto, pero él la agarró de la cintura con fuerza y las alas se movieron con tal rapidez, que en un segundo se elevaron a muchísimos metros de altura, provocando que ella se aferrara a su cuello y cuerpo con terror.
- ¡Llamaré un rayo y cuando este se deslice por mi brazo, tienes que tocarme! –Cian le gritó a Roth, informándole lo que haría a continuación.
-Maldita sea, ¿acaso no es peligroso? –preguntó el chico, levitando a su lado con la rubia chica en sus brazos.
Aruma cerró los ojos, incapaz de atreverse a mirar hacia abajo. Cian le acarició la cintura con el dedo pulgar para tranquilizarla y ella se estremeció.
-Eres un idiota. Desde tu caída has vivido en el averno, el cual consiste de llamas infernales, ¿y ahora vienes a decirme que le temes a un poco de electricidad? –se burló Cian, afianzando más a Aruma con su brazo derecho y con el izquierdo, apuntó al cielo, donde rayos y relámpagos hicieron acto de presencia nuevamente; y esta vez, un relámpago y un rayo se dirigieron exclusivamente a su brazo, enrollándose deliberadamente hasta alojarse en todo su antebrazo como si fuese una especie de hilera chispeante— ¡Ahora!
Aruma apretó los párpados, y sintió el aire alborotarle más el cabello en el momento que percibió la presencia de Astaroth cerca de ellos; y un segundo después, las suelas de su calzado tocaron una superficie plana. Abrió los ojos lentamente y parpadeó, ensimismada.
Ya no estaban suspendidos en el aire, ni mucho menos cerca de casa; sino en Moose Pass, afuera de la cabaña de los Mackenzie, donde todo había comenzado.
En donde se había enamorado de Cian Mackenzie.
Cian y Roth habían vuelto a la normalidad; y se hallaban junto a ella.
- ¿Qué ha pasado? –interrogó Aruma sorprendida.
-En efecto, fue una tele-transportación a través de los rayos—le explicó Cian con una sonrisa cansada. Y ella le observó por fin la ropa pulcramente blanca, algo que él jamás usaría—belleza, esta horrible ropa tiene explicación. Pero tendremos tiempo para hablar, ¿de acuerdo? Ahora quiero que entres a la cabaña y te quedes con Roth y Elise.
- ¿Qué? ¿A dónde vas? –lo agarró de la mano con miedo.
-Iré por mis primos y por Ashton—respondió con seriedad.
-No. Te acabo de recuperar. Estás loco si piensas que voy a dejarte partir—se rehusó a soltarlo.
-Solo será cuestión de minutos, lo prometo—apretó los labios, deseoso de besarla, pero aquel no era el momento ni el lugar—tengo que traerlos a salvo. Y después vamos a planear que hacer para mantenerte fuera del radar de los demonios y de los arcángeles.
-Por favor, Cian, no me dejes otra vez sola—insistió, desesperada—hice otro ritual para invocar a Amon y recuperarte. No me arrepiento de nada, pero no quiero que sea en vano.
-Las tenues cicatrices que tienes en los brazos es el sello de nuestra unión, Aruma. Siempre que estés a salvo, yo sabré buscarte. También tengo las marcas, pero solamente puede verlas los seres como que son como yo—explicó y le agarró las manos—no te preocupes, volveré de manera inmediata—besó ambas manos con delicadeza—es una promesa.
- ¿Prometes que serán alrededor de cinco minutos?
-Puede que sean cuatro—le guiñó el ojo y se inclinó a darle un beso en la mejilla—regreso en un momento.
La soltó lentamente, retrocediendo con una sonrisa y sin apartarle la mirada de encima antes de desplegar sus preciosas alas y volar con total rapidez hacia el cielo. Aruma lo miró hasta que solo era un puntito oscuro entre las nubes. Los rayos y relámpagos volvieron a aparecer y en un parpadeo, desapareció.
Se habría quedado de pie, mirando el cielo, en su espera, pero el espeluznante frío de Alaska la hizo tiritar de frío. Volvió el rostro hacia la cabaña y vio como salía humo de la chimenea, señal de que Roth había encendido el fuego y se hallaba en el interior con Elise, calentándose. No le quedó otra opción más que hacer lo mismo.
Una sensación de familiaridad y cobijo la inundó cuando puso un pie dentro. Semanas atrás había estado ahí y no podía creer que había vuelto por circunstancias deprimentes.
Cerró la puerta y ubicó a Elise recostada en el sofá debajo de frazadas, y a Astaroth en la pequeña cocina del fondo, husmeando.
-Tiene semanas que los Mackenzie abandonaron esta cabaña—le informó, para que él no continuara buscando algo inexistente: comida.
-Debe haber café en polvo y azúcar en alguna parte. Me muero por tomarme una taza humeante—replicó Roth sin darse por vencido.
Aruma se encogió de hombros y se acercó a su amiga. Su tierna amiga Elise, a la que creía muerta. Se sentó en el sofá de enfrente, reflexionando. ¿Cómo era posible que continuaba con vida, si había sido testigo de que una Potestad andaba con su apariencia como si estuviera muerta? No entendía.
-Aruma, ¿Qué pasó? ¿Dónde estamos?
La voz de Elise la hizo volver a la realidad y se obligó a sonreírle.
-Tranquila, no pasa nada. Estamos a salvo, por el momento.
-Sé bien lo que vi hace un rato—la acusó con incertidumbre—nadie de los chicos es normal. Ni si quiera Gabriel. ¡Necesito saber que está pasando! Tengo que volver a casa.
-Escucha, Elise. Tampoco sé que ocurrió contigo. Te creí muerta—dijo Aruma—en cuanto Cian esté aquí, te explicará todo. Te doy mi palabra—su vista se postró en la chimenea—el fuego se está extinguiendo, Roth.
El chico extendió la mano y de las puntas de los dedos salieron dos lengüetazos de fuego que saltaron directamente a la chimenea para avivar las llamas, dejando boquiabierta a la rubia.
Y cuando estuvo a punto de protestar, la puerta principal se abrió y apareció Cian Mackenzie en el umbral, acompañado de los demás.
Allen, Duncan, Tobias, Andrew y Ashton se abrieron paso detrás de Cian con los ojos en llamas. Ninguno de ellos estaba feliz porque Aruma y Roth escaparon del campamento sin decirles una sola palabra, solo una miserable nota.
-Tú, ¡Te la llevaste a hurtadillas! –gritó Ashton, mirando a Astaroth con histeria, muy enfurecido y realmente colérico, reacción que sobresaltó a todos, menos a Cian, pues él, se había acercado a Aruma cariñosamente, dejando a segundo plano aquella confrontación, ya que lo único que deseaba era estar con ella el mayor tiempo posible antes de que todo se volviera más peligroso.
-No lo culpes a él—interpuso Aruma con firmeza. Cian estaba detrás de ella y la tenía sujetada de la cintura, con la barbilla apoyada en el suave hombro de la chica —fue mi idea.
-Menos mal estás a salvo—añadió Ashton a Aruma con alivio y ella le regaló una sonrisa tímida.
-Parece que han intercambiado papeles ustedes dos—arribó Elise, dirigiéndose a Ashton y a Cian por sus vestimentas, interrumpiendo aquella conversación y todos posaron la mirada en ella, sorprendidos.
- ¿No se supone que estaba muerta? Esto es raro–inquirió Tobias con el ceño fruncido.
- ¡No estoy muerta! –chilló Elise, horrorizada— ¡Ustedes son los raros! –y buscó a Aruma con la mirada, tratando de hallar ayuda en ella.
-Por favor, explíquenle quiénes son y para qué están aquí—pidió Aruma con amargura—ella merece estar al tanto de todo porque Gabriel la involucró. El asunto de su ficticia muerte todavía no sabemos nada al respecto—y dicho eso, agarró a Cian de la mano y comenzó a andar en dirección a las escaleras.
- ¿Por qué no se lo cuentas tú? –quiso saber Allen con las cejas elevadas.
-Porque estoy cansada de esta mierda—contestó ella con incertidumbre, sin si quiera detenerse a mirarlo.
Ashton siguió a la pareja con la mirada y apretó los labios, forzando una sonrisa en cuanto sintió la mirada de los demás.
Mientras tanto, Aruma y Cian subieron al piso superior, escuchando las voces de los caídos en la sala, insistiendo a que Ashton fuera el indicado para explicarle lo que estaba ocurriendo con suma paciencia a Elise.
El pelinegro tomó la delantera y la fue guiando hacia una puerta, que, a juzgar por su oscuridad inminente, ella reconoció que debía ser la suya. Él le abrió paso al interior y cuando estuvieron dentro, cerró la puerta con pestillo.
Aruma le echó un vistazo rápido a lo que había en esa habitación. Era el sitio donde Cian había dormido por un largo tiempo, en aquella intimidad que solo compartía con las cuatro paredes de madera. La ventana estaba cerrada y de alguna parte se colaba con sigilo ondas de aire helado, consiguiendo que el ambiente de la estancia se enfriara brevemente.
Dio un respingo cuando Cian la agarró de los brazos de manera sorpresiva y volteó a verlo con una sonrisa. Él le devolvió el gesto, pero sus ojos trasmitían demasiada tristeza.
-Cian...
Pero antes de que pudiera articular una oración entera, el ángel la calló, posando sus suaves labios sobre los de ella con desesperación. La acercó a su cuerpo y sintió sus delicadas curvas amoldarse a su firme complexión.
-Te eché mucho de menos—murmuró el chico sobre sus labios y después se atrevió a deslizar sus labios por su mandíbula, trazando breves besos hasta llegar a su cuello, haciéndola jadear.
Aruma sentía que su cuerpo estaba encendiéndose a causa de sus caricias. El de ambos, para ser más específicos. Continuaron besándose, acariciándose e incluso se tumbaron en la cama matrimonial, pero luego de ese perfecto momento, Cian lo concluyó, dándole un beso tierno en la frente, mientras su respiración acelerada se fundía con la de ella.
-Tendremos tiempo para esto y más—le oyó prometer a Cian, y ella asintió, ruborizada—ahora tenemos que hablar de muchas cosas, belleza. Es importante que sepas a lo que nos enfrentamos.
-No tenemos salida, ¿verdad? –preguntó con desdén. Él se revolvió incómodo, pero ella le acarició la mejilla, estremeciéndolo sobre la cama. Cian la atrajo a su pecho y suspiró por encima de su cabello.
-Estoy desafiando a Dios por ti—dijo al cabo de un lapso de silencio. Ella se tensó—pero no me importa, ¿y sabes por qué? –la chica negó con la cabeza—porque eres todo lo que siempre he deseado en mi larga vida. Tantas reencarnaciones, tantas oportunidades y de pronto apareces tú. Una extravagante chica con un estilo único entre toda la comunidad fémina que existe en la universidad. Ese precioso cabello negro que tienes—le cogió un pequeño mechón y sonrió—y esos asombrosos ojos grises impactaron demasiado en mí—Aruma ocultó el rostro en el pecho de Cian, muy cohibida, y él continuó sin dejar de sonreír— ¿en qué momento te quitaste las gafas y el piercing de la nariz? Te preguntaría por tu cargado maquillaje, pero supongo que ya no tienes ganas de andar así, ¿no?
-Ni si quiera recuerdo cuando me quité las gafas y el piercing, y tampoco sé dónde están—se encogió de hombros, risueña—lo del maquillaje es algo que usaba simplemente para incomodar a los demás, pero después terminó gustándome demasiado. Aunque bien, en estos momentos no me importa nada de eso, solo tú, Cian Mackenzie.
-Me encanta que sigas llamándome por ese nombre—ronroneó en su cabello.
-Podrás ser el ángel exterminador y oscuro, mano derecha de Dios, y de más, pero para mí, eres el chico de la montaña de Moose Pass, de quién me enamoré a primera vista hace algún tiempo.
-Tiene semanas que nos conocimos—puntualizó, rozándole la nariz con el dedo índice—pero me temo que eso bastó para saber que nacimos para estar juntos. El destino y nuestras naturalezas se pueden ir al infierno, porque jamás nos vamos a separar, ¿de acuerdo? –alzó la palma en su dirección y ella colocó la suya sobre la de él. Entrelazaron sus dedos y suspiraron al mismo tiempo. De repente, Cian alcanzó a ver el anillo plata que tenía Aruma en su dedo anular y también la Cruz de Caravaca que pendía de su cuello; pero no objetó nada al respecto.
- ¿Estamos a salvo aquí, Cian?
-De momento, belleza. Pero es cuestión de horas o días para que nos localicen.
Aruma cerró los ojos e intensificó el abrazo entorno al fuerte cuerpo de Cian sobre la cama y él hizo lo mismo.
El silencio los envolvió de manera relajante y ambos estaban quedándose dormidos, pero alguien llamó a la puerta de la habitación, sobresaltándolos.
-Allen se encargó de conseguir comida. La mesa está lista, bajen—avisó Duncan del otro lado de la puerta y a continuación, sus pasos corriendo en la superficie de madera se alejaron hasta las escaleras.
Abajo, en la mesa, cerca de la chimenea, se hallaban Ashton, los cuatro Mackenzie, Elise y Astaroth esperando con impaciencia a Aruma y Cian, quiénes descendieron a los pocos minutos. Todos, excepto el ex arcángel, postraron sus miradas en ellos.
- ¡Es una locura! –canturreó Elise en un chillido. A Aruma se le antojó fastidiosa, pero echaba de menos su timbre de voz irritante. Sonrió y se sentó junto a Cian en los asientos disponibles— ¡Debiste decirme lo que eran todos ellos!
-Me enteré hace unos días también—replicó Aruma haciendo una mueca.
Sin embargo, el semblante de la rubia se ensombreció.
-Hemos prometido hacer lo posible para hallar la manera de protegerte de las manos de Lucifer—dijo con demasiada seriedad. Aruma casi se atragantó con el café. Así que a Elise le habían contado absolutamente todo.
-Preferimos llamarlo Azazel—interpuso Roth, mirando con desdén a la nueva integrante del grupo, la cual era una simple humana sin ninguna relevancia. Y su mirada cambió cuando miró a Aruma—sírvete lo que quieras, hay comida de sobra.
-Bien, eso debería decir yo—gruñó Allen—porque esta es mi casa.
Y todos se echaron a reír, incluido Ashton, quién se había mantenido en silencio después de haberle contado la verdad a Elise.
-Ashton—sentenció Cian. Los presentes y el mencionado miraron al ángel—Gabriel prometió devolverte tus alas. Es cuestión de que nos reunamos con él para que cumpla su promesa.
Las pupilas de Ashton se dilataron y se humedeció los labios.
- ¿A cambio de qué? –interrogó.
Y Cian señaló a Elise Kingston con la barbilla mientras se servía más comida en su plato.
- ¿Qué? –musitó Aruma y la rubia al mismo tiempo.
-Gabriel prometió devolverte las alas y tu cargo como arcángel—siguió diciendo Cian, dándole un mordisco a su pan, engulló lo que tenía en la boca y bebió un sorbo de café—siempre y cuando yo cuidara de Elise.
- ¿Te has vuelto loco? –espetó Allen a Cian. Ashton se hundió en el asiento, perdiendo completamente el apetito.
- ¡Eso es peligroso, Cian! –terció Aruma, mirándolo con horror.
- ¿Por qué peligroso? –quiso saber él, restándole importancia.
-Estamos hablando del Arcángel Gabriel—musitó Astaroth con arrogancia—no se puede confiar en él. Solo está protegiendo sus intereses—señaló a Elise con desprecio—y estás siendo muy ingenuo al pensar que en serio cumplirá con su palabra de devolverle lo que le quitó a Ashton.
Cian se masajeó las sienes con las yemas de sus dedos y resopló.
-Si Gabriel no cumple con nuestro trato, voy a deshacerme de ella—informó el ángel, señalando otra vez con la barbilla a Elise.
-No estás hablando en serio, ¿verdad? –intervino Aruma.
-Muy en serio, belleza. Gabriel tiene sus propios intereses y yo los míos—volteó a verla—tú. Y no me importaría sacrificar a una humana o al resto de la humanidad entera con tal de protegerte.
-Cian, cuando terminemos de comer, tendremos una charla acerca de esto—dijo Aruma, dando por zanjada esa tensa conversación. El ángel no se inmutó, como si aquello no fuese importante.
Elise, por su parte, también perdió el apetito y se quedó mirando su plato con aire taciturno.
A pesar de que Aruma comprendía que Cian era capaz de protegerla de quién fuera al precio que sea, no podía permitir que sacrificara a la humanidad o a su amiga por ella. Era una ridiculez. ¿Una vida por millones? No.
Cuando terminaron de comer, Allen y Duncan se encargaron de levantar los platos, cubiertos, vasos y tazas. El ambiente estaba tenso e incómodo. Ni si quiera Roth, el más extrovertido, habló. Todos se distribuyeron por la cabaña, alejados unos de otros, excepto Cian y Aruma. La chica lo acompañó a su habitación por abrigos porque habían tomado la decisión de salir a caminar por la montaña y hablar al respecto.
Ashton los observó con la mirada llena de desasosiego encaminarse hacia la colina en donde ellos dos se conocieron e inició todo aquel desastre, pero aquel era el destino de ambos. No. El de todos realmente, ya que estaban involucrados muchos inocentes, y la principal era Aruma. Ella no merecía haber tenido ese destino.
- ¿Qué tanto conoces a Gabriel?
La voz de la fémina rubia lo sobresaltó y apartó la vista de inmediato de la pareja que se dirigía a la montaña con las manos entrelazadas. Él se había inmiscuido hasta la ventana más próxima para observar a Aruma y se sintió avergonzado cuando Elise lo pilló en su modo acosador.
El ex arcángel se acomodó el cabello con las manos y sonrió forzadamente al verla de frente.
- ¿Quieres saber algo en especial? –le contestó con otra pregunta.
Elise hizo una mueca, se acercó a él y se recargó en el alféizar de la ventana con la mirada reflexiva y perdida en alguna parte.
-Sí—afirmó y volvió el rostro hacia Ashton—de hecho, son varias cosas en especial.
-Tú dirás—la animó a continuar. Tal vez esa conversación lo distraería de Aruma y Cian, y eso sería reconfortante en su interior, puesto que, a pesar de que había decidido liberarla de cualquier atadura, aún deseaba que ella lo hubiese elegido a él.
- ¿Por qué yo? –lo interrogó de pronto y con la voz temblorosa. Ashton parpadeó— ¿Por qué Aruma? –se mordió los labios, tragándose así, las ganas de llorar y continuar manteniendo la cordura frente al antiguo colega de Gabriel, el arcángel de rizos rubios que la sedujo y la metió en problemas— ¿por qué a nosotras? ¿por qué no a otras chicas?
Tomándose su tiempo, Ashton suspiró, meditando las palabras adecuadas para responderle. Elise Kingston tenía todo el derecho de cuestionar y exigir una explicación. Y aunque no estaba seguro de lograr saciar su sed de información, estaba dispuesto a intentarlo.
-El destino de Aruma Kirkpatrick ya estaba escrito para que ella viviera todo este caos—contestó él con total serenidad—cuesta asimilarlo, pero nació para sufrir un calvario doloroso. En su interior, está el oscuro ser llamado Lilith, que ha esperado muchas reencarnaciones para volver al mundo y provocar el fin del mismo. Pero eso ya lo sabes—puntualizó y la rubia se estremeció—por otra parte, tú tuviste la mala suerte de ser la primera y única amiga de la última chica que posee el espíritu maligno de la pareja de Azazel.
-Aruma no me involucró en nada de esto—protestó, afligida—fue Gabriel, ¡Él me sedujo! ¡Él...!
- ¡Tampoco le des toda la responsabilidad a él! —le cortó de golpe y con suma dureza. Elise dio un respingo al escucharlo hablar tan agresivamente—tienes que aceptar que tuviste la culpa en un principio. ¡Hacías todo lo posible para seducirme a mí, pero no lo conseguiste! Por eso optaste por probar suerte con Gabriel y ahí fue donde firmaste tu sentencia de muerte. Si hubieses sido más lista, te habrías dado cuenta que nuestro objetivo era Aruma, solo ella. ¡Eres peor que el error de Dios!
Y para cuando Ashton se vino a dar cuenta de lo que estaba ocurriendo, se encontró sujetando con fuerza los delicados brazos de Elise, mientras ella sollozaba encima del alféizar. Él, en algún punto de su reproche, la agarró y empujó hacia la ventana, acorralándola con su cuerpo.
-Lo siento—la soltó abruptamente y golpeó con fuerza la pared, intentando calmarse, ya que sus emociones y acciones se estaban saliendo de su control total—no era mi intención.
-Reconozco que me gustabas y quería que me eligieras a mí, y no a Aruma, pero en ningún momento lo hice con mala intención. ¿Ahora vas a culparme solo por tener un estúpido gusto hacia a ti? –le espetó, ofendida. Tenía las mejillas enrojecidas por el llanto—además, ¿Cómo iba a sospechar que no eran humanos? ¡¿Cómo habría adivinado si actúan como nosotros?!
Abrumado por la situación, Ashton retrocedió de la ventana y girando sobre sus talones, se alejó de ella sin objetar nada y subió la escalera, teniendo la intención de dormir un poco.
La mirada de Elise se postró en donde el chico había desaparecido y se recostó en el sofá con un fuerte dolor de cabeza. ¿Por qué tenía que haberse involucrado con esa banda de seres paranormales y vengativos? Y de pronto, un simultaneo dolor en el pecho le provocó un espasmo y sintió que le faltaba el aire. Se incorporó precipitadamente y entornó los ojos. Una sensación extraña la invadió en cada centímetro de su piel, haciéndola sentir sumamente contrariada y mareada. Trató de ponerse de pie y cuando pensó que todo el malestar había acabado, su cuerpo se sacudió y a continuación, una especie de ira revuelta con odio comenzó a apoderarse de ella con violencia, a tal grado de desear asesinar a ese asqueroso arcángel y a todo ser viviente que se le cruzara en su camino.
-No me agradas en lo absoluto, pero tampoco soy tan maldito para no ayudar a la amiga de mi Aruma—Roth, que bajaba la escalera con su típica sonrisa en sus labios, se acercó cautelosamente al momento de verla agarrarse la cabeza con desesperación— ¿te ocurre algo? –y como Elise no respondió, se le borró la sonrisa.
La agarró del hombro con torpeza y ella, dando un respingo, le echó los brazos al cuello con el cuerpo tembloroso.
Astaroth se quedó inmóvil, acojonado por ese arrebato por parte de esa chica a la que no conocía ni deseaba conocer. De por si no le inspiraba confianza, y ahora se le antojaba más extraña y no sabía por qué. Había algo en ella que no le convencía.
-Lo lamento—le oyó murmurar sin soltarle el cuello—no me siento bien. Todavía me cuesta adaptarme a todo esto.
Él la ayudó a sentarse en el sofá y se quedó junto a ella, sin dejar de escudriñarla sin miramientos.
-No has estado poseída como para pensar que fuiste víctima de entes demoniacos—dijo Roth, descartando ideas con solo evaluarla con la mirada—ni tampoco pareces afectada del cerebro, tal vez tienes razón y estás diciendo la verdad en no saber nada.
Elise lo miró con desprecio.
-Escucha, débil mortal—sentenció él—no sé cuáles sean tus trucos, costumbres o manías, pero no podrá funcionar en mí. No me creo el cuento que seas realmente confiable y leal como aparenta tu atractivo rostro, pero mientras Aruma crea en ti, yo también lo haré. Así que más te vale decirme que es lo que te ocurrió hace unos momentos.
- ¿Cómo puede un demonio ser tan guapo? –inquirió ella con voz jocosa. Todo rastro de tristeza o debilidad se esfumó de su rostro. Y Roth parpadeó, perplejo—eres idéntico a Matthew Daddario, salvo por algunos detalles.
-Tomé la forma de ese sujeto cuando lo vi en el teléfono de Aruma—replicó, orgulloso—todos podemos hacerlo, pero no es seguro, ya que, si ese actor me ve, podría intentar agredirme y tendría que asesinarlo. La mejor opción es elegir la apariencia de personas muertas.
La rubia hizo una mueca.
-Una de las potestades del reino celestial, Aniel, tomó tu forma por error, pensando que estabas muerta—le informó Astaroth—y no sé si ella se va deshacer de ti para que no haya dos parecidas o le hará rendir cuentas a Gabriel.
- ¡No estoy muerta! –protestó la fémina – ¿por qué todos pensaron eso?
-Será porque la propia Aniel nos informó de tu descenso—Roth elevó los ojos al techo—Gabriel utilizó bien su poder para ocultarte de todos y en especial de ella.
-Necesito hablar con Gabriel seriamente.
-No eres la única que quiere hablar con él—le guiñó el ojo—ese asqueroso arcángel esconde más de lo que dice. Podrá ser uno de sus fieles ayudantes del creador, pero tiene demasiada oscuridad en su interior, bien podría hacerse pasar por un demonio y nadie se daría cuenta.
Sacudiendo la cabeza, la chica suspiró y miró a Astaroth.
-Aunque vengas del infierno, pareces ser inofensivo—observó.
- ¿Acaso pensaste que todos los demonios somos aterradores todo el tiempo? –se burló.
-Por supuesto.
-Que mal estás informada.
-Mi madre es atea, así que no sé bien sobre el infierno y el cielo—se encogió de hombros.
-Entonces prepárate para tener unas cátedras impartidas por nada más y nada menos que Astaroth, el duque del infierno que ha sido testigo de la creación humana, la caída de los ángeles y el inicio del pecado—argumentó él, señalándose a sí mismo, e inclinándose un poco a ella para intimidarla, pero lejos de hacerlo, Elise entornó los ojos muy interesada.
Por otro lado, Aruma y Cian continuaban ascendiendo cada vez más en la montaña, en donde el frío iba incrementándose con rapidez. Sus alientos salían como humo y alcanzaban a verse breves copos de nieve a varios metros de distancia, anunciando la cima. Todavía no era invierno, pero el clima de ese sitio era sumamente crítico.
Él se detuvo debajo de un claro y ella alzó las cejas al reconocer el sitio.
Era justamente el lugar en donde ambos se conocieron por primera vez en aquella excursión y recordó perfectamente como ella había estado leyendo tranquilamente con su canción favorita de Tame Impala.
-Aquí nos conocimos—murmuró ella, sentándose sobre la hierba, la cual estaba un poco húmeda. Cian la imitó y le pasó el brazo por encima de sus hombros.
-Aquí nos conocimos oficialmente—le corrigió con una sonrisa.
- ¿Oficialmente?
-Sí.
-No comprendo—Aruma frunció el ceño.
Cian dejó escapar un suspiro y su aliento cálido le provocó cosquillas en las mejillas de Aruma.
-Nuestro encuentro fue planeado, belleza. Yo ya te conocía, aunque de lejos solamente—comenzó a explicarle él, mientras le acomodaba algunos mechones de cabello detrás de las orejas. Ella profundizó el ceño—había tenido en mente otra manera de que me conocieras, algo más íntimo y romántico, pero no tenía más tiempo. Baker estaba ganando terreno y debía apresurarme.
- ¿Entonces estabas desesperado para comenzar a enamorarme porque sabías que Ashton podría ganar mi corazón? –increpó de manera precipitada—no. Lo que querías era que te eligiera para después entregarme a Azazel, ¿verdad?
-Aruma, me estaban manipulando y lo sabes—le recordó, incómodo.
Era cierto. Aruma comprendió que tanto los arcángeles como los caídos habían estado en conflicto durante siglos, con la intención de provocar el apocalipsis o asesinarla. Y le alivió muchísimo saber que Cian había estado manipulado por Azazel todo el tiempo, pero eso no quitaba el dolor que aún perduraba en su corazón por aquella mentira. Ashton, no de manera directa, también había estado manipulado por Gabriel y los demás, así que tampoco podía culparlo de nada. Incluso fue capaz de perder sus alas por ella.
-Decidí ponerle fin a este juego estúpido de cacería en el momento que volví a ser el mismo de siempre—Cian interrumpió su monólogo mental—asimismo, por voluntad propia me elegiste. Yo no te obligué a nada—le acarició la mejilla y ella asintió.
-Estoy segura que mi elección fue la correcta, de hecho, siempre fuiste tú—se ruborizó—desde que te vi, justo aquí—miró a su alrededor antes de posar su mirada en la de él—no dejé de pensar en ti ni un solo segundo del día. Y fue la primera vez que me sucedía, puesto que jamás en la vida experimenté un sentimiento o emoción de ese tipo. Ansiaba volver a verte y me entristecía tener que dejarte atrás cuando la excursión terminara.
Aruma se mordió los labios, nerviosa. Nunca había sido tan honesta en su vida hasta que lo conoció a él.
Cian le observó los labios, deseoso de poder besarla.
Sin embargo, el buen momento juntos se fue por la borda cuando escucharon claramente el sonido de pisadas. Fuertes pasos, a decir verdad. Alguien se acercaba corriendo hacia ellos sin miramientos.
Ambos se incorporaron y Cian juntó las cejas, mirando con atención a su alrededor y agudizando los oídos, preparándose para cualquier emboscada demoniaca, pero no lograba percibir nada. Solo los pasos.
La abrazó protectoramente y alzó un brazo al cielo, preparado para salir de ahí de manera rápida por si acaso había peligro.
En ningún lugar estaban a salvo, pero los dos habían pensado que, podrían haber tenido un atardecer tranquilo en Moose Pass, luego de tantos problemas.
-Abbadon.
Habló alguien. Era una voz masculina, casi de un adolescente y los pasos cesaron.
- ¿Quién eres y qué quieres? –bramó Cian, estrujando a Aruma en sus brazos, quién se había echado a temblar en su pecho.
-Solía ser el mejor amigo de Astaroth, hasta que él decidió abandonar su puesto como duque y ser uno más del montón—respondió el dueño de la voz, abriéndose paso a través de los arboles a paso sigiloso.
Aruma abrió los ojos como platos al presenciar a la persona que, claramente era un demonio, pero su apariencia detonaba lo contrario.
Un joven que, a simple vista se le podría adivinar unos veinte años o menos de edad, con ropa abrigadora y mirada lacerante, sonrió hacia ellos. Su aspecto era desgarbado, tenía cierto atractivo con cual defenderse, pero su piel pálida y las bolsas oscuras debajo de sus ojos marrones escondían aquella belleza. Sus pobladas cejas se perdían de vista bajo el flequillo y sus enormes pestañas daban la ilusión óptica de estar delineado.
-A juzgar por tu egocentrismo, deduzco que formas parte de la alta jerarquía demoniaca—espetó Cian sin despegarse de Aruma.
-Así es—afirmó el joven demonio, ensanchando su sonrisa y como quien no quiere la cosa, hizo una reverencia dramática—mi nombre es Cimeries, ex marqués del infierno. Y estaba ansioso por conocer en persona a Lilith—miró a Aruma y esta se revolvió entre los brazos de Cian con desdén.
-Si vienes a tratar de llevársela a Azazel, puedes despedirte de este universo—lo amenazó Cian.
-Tranquilo—elevó las palmas en señal de tregua—no estoy aquí para pelear contigo o secuestrarla, simplemente quería conocerla y reunirme con Astaroth.
- ¿Para qué quieres reunirte con él? –le preguntó Aruma a la defensiva.
-Necesito ponerlo al corriente de los acontecimientos recientes—añadió con seriedad. Su alegría se había transformado en inquietud—escuchen, yo no ascendí al mundo humano para causar problemas. De hecho, quiero advertirles de lo que está por ocurrir.
- ¿De qué estás hablando? –gruñó Cian.
-Tres demonios de alto rango, así como Astaroth y yo, también ascendieron cuando Amon fue enviado a buscarlos—informó—pero cuando el príncipe regresó con las manos vacías, fue castigado por Azazel, encadenándolo al pozo infernal. Todavía no tengo claro si para toda la eternidad o por un breve lapso de cien años. Y la cuestión es, que los cuatro los hemos estado buscando.
Aruma arqueó una ceja con incredulidad. ¿Cien años era un breve lapso? Probablemente para él y los demás sí. Pero en el mundo de los mortales era una eternidad.
- ¿Y luego? –le instó Cian con agresividad—escupe todo, Cimeries. ¿Dónde están los otros tres?
-Me siento un poco mareado—dijo el demonio y se recargó sobre un árbol—este maldito cuerpo humano sufre de hambre, sed y de ganas de ir a evacuar, ¡No lo soporto! Y ahorita tengo unas interminables ganas de comer algo, lo que sea.
-Tenemos que llevarlo a la cabaña—susurró Aruma, echándole un vistazo a Cian.
-No, de ninguna manera—se negó—es un demonio, belleza. No podemos confiar en él.
-Roth también es un demonio.
-Pero juró protegerte al pactar tu alma a él y me vi obligado a regañadientes a darle mi confianza—carraspeó.
-Por favor, Cian—insistió—si él habla con Roth, nos dirá lo que debemos saber, además, nuestra conversación fue interrumpida otra vez y no quiero continuar posponiéndola.
El chico sonrió pesadamente al verlos discutir. A él le hubiera gustado seguir viendo aquella infantil riña, pero el hambre lo hizo ver borroso y sus rodillas flaquearon, haciéndole perder el equilibrio. Parpadeó, y lo último que vio antes de que todo se volviera negro a su alrededor, fue el rostro sonrosado de ella, yendo en su auxilio con el ángel exterminador detrás.
No obstante, en cuanto estuvieron de camino a la cabaña con Cimeries sobre el hombro de Cian, Aruma no pudo evitar sentirse observada en todo el trayecto. El atardecer estaba sobre sus cabezas y llegaron en el instante que el sol abandonaba el horizonte.
Tendieron al susodicho sobre el sofá y los demás se acercaron a fisgonear.
-Es Cimeries, ex marqués del infierno—anunció Cian, buscando a Roth con la mirada—y dice que necesita hablar contigo, Astaroth.
-Debemos darle algo de comer—dijo Aruma, buscando algo en la cocina.
-Yo me hago cargo, guapa—añadió Tobias, quitándole el vaso con agua y el pan de las manos.
Los únicos que no estaban abajo eran Ashton, Duncan y Elise. Y Aruma no quiso preguntar la razón, ya que tenía otra cosa más importante que hacer que preocuparse por ellos.
-Esto es realmente extraño—dijo Roth— ¿Qué infiernos hace Cimeries aquí?
-Hazlo despertar, Roth. Él dijo que otros tres más ascendieron y que necesitan reunirse contigo para advertirte de algo—le informó Aruma.
Roth se limpió el sudor de la frente con el antebrazo y colocó una de sus palmas sobre el pecho de su colega. Una luz rojiza emergió de la misma hasta alojarse en el interior de Cimeries, hasta que, segundos después, despertó.
El joven demonio barrió la estancia con ojos asustados y se relajó al ver a Aruma detrás de Cian.
- ¿Me puedes explicar por qué estás aquí y qué quieres advertirme? –le escupió Roth con severidad.
- ¿Astaroth? –cuestionó el recién llegado y sonrió abiertamente— ¡Amigo! Vaya, esa apariencia es sensacional.
Y lo abrazó.
-Suéltame y habla—Roth lo apartó con fastidio, pero Cimeries se concentró en coger el vaso con agua y el trozo de pan con rapidez. Comenzó a devorarlo sin miramientos.
- ¿Todos los demonios están subiendo o qué? –preguntó Allen con cierta rigidez.
-Algo debe estar ocurriendo—terció Andrew.
-Apolión—musitó Cimeries con la boca llena—es un gusto verte de nuevo.
-Ese asqueroso nombre me lo pusieron en el infierno, mi verdadero nombre es Yekun—le corrigió Andrew con molestia—pero prefiero mi nombre humano que es Andrew.
-Sé todo sobre ustedes, estoy bromeando al respecto—afirmó el demonio en tono irónico—así que no se preocupen en explicarme nada.
Cuando terminó de comer el pan y de beber agua, se acomodó el flequillo de la frente y suspiró contrariado.
- ¿Son todos los involucrados? –miró a los presentes y Allen negó con la cabeza.
-Faltan tres—contestó Roth.
-Llamen a los faltantes, excepto a la hembra de cabello dorado—ordenó con seriedad.
- ¿Elise? ¿Qué sabes tú de ella? –Aruma se exaltó, pero Cian la agarró de los hombros.
Andrew obedeció al pie de la letra y fue por Duncan y Ashton, mientras que Tobias le llevaba más comida a Cimeries.
Se acomodaron alrededor del demonio, en espera de los otros dos.
-Gracias—le agradeció Cimeries a Tobias en cuanto este le tedió el plato lleno de comida—mis tres colegas deben estar por llegar también.
- ¿Quiénes? –quiso saber Roth.
-Asmodeo, Balaam y Behemot.
- ¿Acaso te has vuelto loco? –Astaroth se levantó del suelo con incertidumbre. Los caídos, Aruma y Cian voltearon a verlo.
-Están de nuestra parte—lo tranquilizó el visitante.
- ¿Y tú de que parte estás, eh, Cimeries? –le espetó Cian.
-De Astaroth—concluyó con una sonrisa.
Todo aquello se estaba saliendo de control. No necesitaban más problemas ni más involucrados en ese problema.
-Algo debes de querer a cambio y los otros tres traman algo—añadió Roth—pero más les vale que yo esté siendo paranoico.
- ¿Los otros son malvados, Roth? –preguntó Aruma a su amigo con inocencia. Roth sonrió levemente.
-Son demonios que les gusta causar problemas en el mundo humano—explicó—y es imposible que estén de nuestra parte. Ellos siempre han estado con Azazel, no tienen opinión ni voluntad propia de nada y son violentos. Y me parece sorprendente que este idiota haya venido a buscarme.
-Es porque ya estoy aburrido de la misma mierda en el infierno—argumentó Cimeries—y como veo que están comenzando una revolución, quiero participar.
-Aquí nadie está creando nada—bramó Cian—y tampoco estamos reclutando miembros.
-Cian tiene razón—terció Aruma—nosotros simplemente estamos evitando que ocurra alguna desgracia que afecte a la humanidad.
Andrew, Duncan y Ashton bajaron del piso superior y se acercaron hacia el recién llegado. Pero en cuanto el ex arcángel y el nuevo demonio cruzaron miradas, ambos entornaron los ojos con desdén. Ninguno de los dos pensaba encontrar al otro ahí.
- ¡El arcángel Remiel! –gruñó Cimeries, poniéndose de pie con precipitación— ¿Qué hace aquí?
- ¿Otro demonio? ¿Quién lo invocó? –espetó Ashton de pésimo humor. Sus preciosos ojos azules estaban enrojecidos y tenía el rubio cabello despeinado. Probablemente estaba durmiendo y despertó desorientado. Y de inmediato se puso a la defensiva.
Duncan, sin embargo, no se inmutó, él únicamente se dejó caer en el sofá continuó para seguir durmiendo, ya que no le importa del todo ese asunto y sabía de antemano que Allen lo pondría al corriente después.
-Nadie lo invocó—repuso Astaroth—apareció en la montaña ante Cian y Aruma porque supuestamente quiere advertirnos de algo.
Los ojos del rubio ex arcángel se estrecharon en su dirección.
-Entonces habla y di todo lo que tienes que decir—le ordenó.
Aruma parpadeó. El humor de Ashton no era el normal y comenzó a preocuparle.
-Debo esperar a que los otros tres lleguen—advirtió Cimeries en un gruñido.
Roth rodó los ojos y lo empujó al sofá para que se sentara. Los demás se sentaron en la sala sin despegarle la mirada al demonio, quién no dejaba de observar a Ashton con desconfianza.
Cian procuró mantener la calma y concentrarse en Aruma, mientras que ella no paraba de observar Ashton Baker. En otras circunstancias, él habría estado celoso, pero en ese momento, ya no podía dudar acerca de a quién quería ella.
De pronto, la puerta principal crujió y breves golpes captaron la atención de todos.
Allen cuadró los hombros, se levantó del taburete y se acercó con pasos firmes. Giró el pomo de la puerta y la abrió.
Tres rostros desconocidos asomaron por el umbral. Aruma frunció el ceño al percatarse que eran tres hombres de edad madura. Tenían mal aspecto y sus caras eran de pocos amigos, como si odiaran estar vivos. El trío pasaba los cuarenta años de muy mal humor y las canas los delataban.
- ¿Sí? –Allen preguntó, sin soltar el pomo de la puerta. Pero lo ignoraron.
Andrew avanzó hacia Allen con el rostro serio e inflexible para infundir temor en aquellos visitantes, pero estos simplemente enarcaron las cejas y se abrieron paso al interior sin invitación.
-No les hemos dado el permiso de entrar a nuestra cabaña—masculló Andrew con la intención de detenerlos, pero uno de ellos, el que parecía tener más ganas de morir que los demás, se volvió hacia él y lo agarró del cuello con fuerza.
-Más te vale no meter las narices en esto, estúpido mortal—le espetó con petulancia y Andrew se echó a reír, sin tener ni una pizca de dolor.
Cian se levantó precipitadamente de su sitio al igual que el resto de los Mackenzie, pero Allen le hizo una seña para que no se moviera. Aruma agarró a su chico de la mano porque sabía que Andrew no se iba a quedar de brazos cruzados.
-Así que son los tres demonios que Cimeries estaba esperando—dijo Andrew y antes de que el sujeto pudiera reaccionar, el ángel caído se liberó fácilmente y lo tacleó de un golpe en la sien.
-Asmodeo, Balaam y Behemot—masculló Astaroth con frialdad. Los dos restantes, que estaban conscientes, respingaron—vaya que son unos estúpidos distraídos. ¿Cómo no se dieron cuenta que, en el punto de reunión, estábamos nosotros, si se supone que estaban en nuestra búsqueda?
Entonces, los demonios sonrieron nerviosamente.
-Lamentamos las molestias. Le advertimos a Asmodeo que esa estúpida broma no sería divertida—apuntó el más alto, escudriñando con rapidez todo a su alrededor.
- ¿Cuánto tiempo estará así él? –preguntó el otro, mirando a su compañero en el suelo.
-El tiempo que yo lo decida—respondió Andrew—y por el bien de su amigo, más les vale darse prisa para contarnos lo que está ocurriendo.
-Si mienten, yo lo sabré y los haré pedazos para siempre—los amenazó Cian con voz prepotente. Los dos demonios parpadearon.
-Abbadon no les hará nada a menos que hablemos con la verdad—interpuso Cimeries.
-No debiste apartarte de nuestro lado, idiota—le riñeron al tercer demonio con desprecio—nos perdimos.
-Hablen ahora—ladró Ashton de repente. Su voz sonó incluso más ruda, fuerte y salvaje que nunca. Cian frunció el ceño en su dirección—no me siento a gusto teniendo demonios a mi alrededor.
- ¿Qué infiernos hace este arcángel aquí? O, mejor dicho, desterrado—se burló el más alto.
-Vuelve a mencionarlo y te partiré la cara—le soltó Cian con hostilidad al demonio y este palideció.
-Ya, escuchen—intervino Cimeries—ellos son Balaam—señaló al más alto, quién asintió—Behemot—el recién mencionado sonrió abiertamente—y Asmodeo, el que sigue dormido.
-Estamos aquí porque hace unas horas fuimos testigos de lo que le sucedió a Amon en el infierno—Balaam tomó las riendas de la conversación—fue castigado por Azazel y encadenado al pozo infernal. Pero eso no es lo preocupante.
Cian elevó una ceja.
-Escuchamos como Amon, mientras era castigado, le confesaba a Azazel todo lo que había pasado. Los problemas que tuvo para no poder llevarle a Lilith—Behemot fue el siguiente en continuar y le envió una mirada a Cimeries, quién asintió—y tampoco es lo preocupante.
-Amon confesó que Aruma Kirkpatrick, quien supuestamente guarda en su interior a Lilith, no es la verdadera mujer que él busca—concluyó Cimeries con incertidumbre.
- ¿Qué? –Cian y Ashton preguntaron al unísono.
-Sí. Amon aseguró que, de alguna manera, ella—señaló a Aruma, quién se encogió en los brazos de Cian—no es quién guarda el alma de Lilith, sino otra fémina.
- ¿De qué estás hablando? —Ashton se acercó lo suficiente a Cimeries— ¿Cómo puedes creerle a ese demonio estúpido?
-Es lo que escuchamos—se excusó Cimeries y sus colegas asintieron—ustedes toman esta información o la dejan. Somos simples voceadores.
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