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Dieciocho


CAPÍTULO 18

Aruma fue la primera en darse cuenta que algo iba mal con respecto a su amiga en aquel momento. Percibía que ya no había rastro de la Elise Kingston que conocía.

-No, por supuesto que no—tartamudeó ella, intentando sin éxito desviar la verdad para con la rubia, pero era demasiado tarde. Elise parecía haber escuchado todo y cualquier cosa que ellos le dijeran iba a ser un fracaso—escuchaste mal. Los demonios suelen ser muy dramáticos.

Sin embargo, la mirada de su mejor amiga se tornó hostil y frívola. Cualquier indicio de palidez en su rostro se disolvió y sus labios se contrajeron en una fina línea recta.

-Si todo lo que acaba de decir ese asqueroso demonio es cierto, les dejaré en claro que yo no dejaré que entreguen a Gabriel a nadie, y mucho menos a Azazel—sentenció la fémina—primero los asesino a todos ustedes.

Ashton, que estaba más próximo a ella, se acercó un poco más con sigilo.

-No te me acerques, caído—le ladró Elise con repugnancia y Ashton se detuvo en seco.

-Creo que es mejor que nos quitemos la estúpida máscara. Es inútil ocultarle algo que ya sabe—gruñó Astaroth con fastidio. Aruma lo agarró del brazo, pero él le apartó la mano con sutileza y se encaminó a Elise. Ella continuaba aferrada al barandal de la escalera.

-No te atrevas a tocarme—lo amenazó.

-Estaría loco si quisiera tocarte. Seas Lilith o una simple mortal, das lástima. Y apuesto todo lo que soy, que, de hecho, es nada, que para Gabriel no eres más que una marioneta. Él no puede desobedecer las órdenes del creador. Él no puedo desistir de asesinarte porque representas la inmundicia del mundo.

-Roth, basta—gritó Aruma y el demonio cerró la boca y sonrió lobunamente, al tiempo que se situaba junto a Ashton.

-Vamos a calmarnos—dijo Allen con prudencia. Pero ninguno de los Mackenzie tenía la menor intención de seguir su consejo.

-Si quieren, yo podría someterla con... —opinó Cimeries, pero Aruma le regaló una mirada iracunda, haciéndolo cerrar la boca.

-Escucha, Elise, quizá haya una explicación para todo esto—insistió Aruma en un susurro—debe haber un error, ¿de acuerdo? Ahora cálmate y hablemos en la sala, ¿te parece?

-No—rugió la rubia—ahora entiendo por qué me despreciaban en esta estúpida cabaña—esbozó una sonrisa demencial—ustedes me tienen miedo, es lógico. Soy la última reencarnación del mal, pero en vez de tratarme como es debido, decidieron despreciarme sin ponerse a pensar en las consecuencias.

Y acto seguido, Elise echó a correr por la escalera hacia el piso superior. Como Astaroth y Cimeries fueron los únicos que no se quedaron ensimismados con aquel arrebato de locura, fueron tras de ella.

Aruma y los demás corrieron detrás de ellos.

- ¡No me toquen! –chilló la rubia en un rincón de la habitación. Y no cualquier habitación. Era la de Cian.

-Haré lo que me pidas, Aruma Kirkpatrick—determinó Cimeries.

-Sométela, pero no la lastimes—ordenó Aruma y Astaroth resopló junto a ella.

Cimeries colocó rápidamente ambas palmas en el suelo y enormes cadenas de hierro con llamas azules aparecieron a cada lado de los pies de Elise y cuando ella intentó escapar a través de la ventana, los grilletes se cerraron alrededor de sus tobillos y después en sus muñecas, inmovilizándola a mitad de la estancia.

-No vas a huir de aquí—añadió Allen—estarás encadenada a esta habitación hasta que logremos decidir qué hacer contigo.

- ¡Gabriel los va a hacer pagar! –comenzó a gritar la rubia, contorsionándose y haciéndose daño con las cadenas.

-Si continúas moviéndote así, vas a herirte. Será mejor que te relajes, te sientes y te hagas a la idea de que no tienes escapatoria—le aconsejó Duncan con todo el veneno que pudo reunir en esas palabras.

- ¡Auxilio! ¡Me tienen secuestrada! –Elise gritó horrorizada sin dejar de forcejar, pero se encogió cuando Astaroth se acercó a ella con una sonrisa maliciosa.

-Eso es, grita. Grita hasta que te quedes afónica. Nadie te escucha y tampoco vendrán a rescatarte—siseó, muy cerca de su rostro.

Elise abrió los ojos como platos y ahogó un grito justo en el momento que Roth le mostraba su verdadero rostro por unos segundos. Algo totalmente tétrico y horroroso.

-No la molestes. Vámonos—le dijo Aruma, tirando de él hacia afuera.

Allen, Duncan, Andrew y Tobias se quedaron en la habitación para sellar toda la cabaña, en especial esa habitación para mayor seguridad.

Descendieron al primer piso en espera de los Mackenzie.

-Tenemos suerte de que aún no es peligrosa. Todavía no sabe cómo despertar a Lilith—comentó Cimeries—pero es cuestión de tiempo para que sepa hacerlo y cuando eso ocurra, no quedará rastro de la esencia de esa rubia. Lilith la devorará.

-Esto es frustrante—corroboró Aruma, sintiéndose fatal—mi vida siempre fue un infierno porque pensaban que era yo la maldita loca del pecado, pero ahora resulta que es mi mejor amiga y mi sufrimiento fue en vano.

-No fue en vano. Gracias a ese error, que, por cierto, aún no estamos del todo seguros, nos conocimos—acotó Ashton—si no fuera por ti, jamás habría entablado este tipo de camaradería con los Mackenzie. Ni en sueños pensé que alguna vez estaría cohabitando con ellos—hizo una pausa para agarrarle la mano—además, si desde antes hubiésemos sabido de la identidad de Elise, créeme que todo fuera diferente ahora.

- ¿Diferente en qué sentido? –quiso saber ella.

-Estoy completamente seguro que Cian y yo, no nos habríamos enamorado de Elise, así como ocurrió contigo—admitió.

Aruma se ruborizó brevemente y el rubor incrementó cuando notó las miradas de Cimeries y Astaroth puestas en ella con complicidad.

-Esta conversación será en otra ocasión—murmuró ella, soltando la mano de Ashton, pero él volvió a tomársela.

-De acuerdo, pero no evites que te toque, ya que eso siempre lo he hecho y jamás te ha disgustado—dijo Ashton con serenidad.

Afuera, a pesar de ser de día, el frío helado de la montaña azotaba la puerta y las ventanas con fervor. Podría decirse que se trataba de los sellos que los Mackenzie estaban haciéndole a la cabaña, o bien, porque algo o alguien se aproximaba.

- ¿Es mi imaginación o el ambiente se tornó extraño? –interrogó Astaroth.

-No, yo también percibo algo—gruñó Cimeries.

- ¿Qué sucede? –preguntó Aruma, apretando la mano de Ashton. Él frunció el ceño y se colocó un dedo en los labios, haciéndola callar.

El aire de afuera fue aumentando más y más, hasta llegar al grado de quebrar el cristal de una de las ventanas principales, haciendo respingar a los cuatro presentes.

Ashton se asomó a través de la ventana rota y su expresión se ensombreció. Tiró de Aruma con fuerza y la envolvió entre sus brazos de manera protectora. Ella apenas vio lo que estaba sucediendo porque él desplegó sus nuevas alas, sí, sus alas negras de arcángel caído, para alejarla de ahí.

Cimeries y Astaroth se colocaron frente a la puerta con las palmas sobre el suelo.

No obstante, los sellos, y las barreras que le habían colocado a la cabaña no surtieron efecto, puesto que la parte de enfrente de la vivienda se hizo añicos tras una explosión. Aruma se aferró al firme pecho de Ashton, conmocionada por el caos, ya que no sabía que estaba ocurriendo a unos metros de distancia. Sus oídos quedaron emitiendo un pitido espantoso por el estallido y ahogando el ruido real, como si estuviera dentro del agua.

De pronto, sintió como Ashton la encaminaba sutilmente hacia la puerta trasera y se dejó guiar por él. Y cuando pusieron un pie fuera de la cabaña, una voz les heló la sangre.

-Por el bien de todos, en especial el tuyo, Remiel, entrégame a la fémina.

Y acto seguido, él cogió a Aruma de los hombros y la empujó de lleno al interior de la cabaña.

- ¿A pesar de que Gabriel te vio la cara, continúas usando la apariencia de alguien que sigue con vida? –inquirió el ex arcángel con dureza. Se cruzó de brazos con rigidez, bloqueando así el paso de la puerta.

-Estuve semanas buscando este escondite y he de decir que estoy impresionada por la destreza de pasar desapercibidos por casi un mes—añadió con petulancia—y déjame informarte que Gabriel escapó y pensé que estaría aquí con ustedes, pero veo que es demasiado listo como para liarse con los de esta clase.

Los rizos dorados de Aniel, idénticos a los de Elise, se agitaron con el aire helado, pero ella apenas y lo sintió.

-Aunque estés aquí con el fin de llevarte a Aruma, no lo conseguirás—le advirtió Ashton, apretando las mandíbulas.

-Mira en lo que te has convertido: un caído. Estás por debajo de un ángel y de un ángel caído en sí. Caíste demasiado bajo—se burló con toda la intención.

-Gabriel no estaba autorizado para arrebatarme las alas—siseó—pero lo hizo y pudiste haber intervenido por ser miembro de las potestades y, sin embargo, estuviste de acuerdo.

-Remiel, por favor, yo tampoco estoy autorizada para castigar a los arcángeles por sus acciones sin una orden directa, además, a comparación de ti, yo sí trato de cumplir mis misiones como es debido—se encogió de hombros.

-Di lo que quieras, pero no vas a tocar a Aruma—espetó de mal humor—no dejaré que te la lleves tan fácilmente.

-He de asumir que es demasiado tonta e imbécil para ser la última reencarnación del mal—carraspeó.

- ¿De qué estás hablando?

Aniel le indicó con la barbilla algo detrás de Ashton. Él se volvió por encima del hombro y observó a Aruma corriendo desde el extremo derecho de la cabaña hacia ellos. Había rodeado la maldita vivienda y ahora se hallaba puesta en bandeja de plata.

Detrás de ella, fueron apareciendo los Mackenzie y del otro lado ambos demonios también hicieron acto de presencia: Cimeries y Astaroth.

- ¡Maldita sea, logró escapar! ¡Y parece ser que despertó a Lilith! –gritó Cimeries, señalando a Aniel, pero Roth le dio un puñetazo en el brazo para callarlo.

-No, idiota, ella es Aniel, una de las potestades del creador—le informó Tobias al demonio y este se quedó todavía más perplejo—tomó la apariencia de la rubia porque pensó que estaba muerta.

-Me gustaría seguir hablando de cosas estúpidas, pero mi deber es llevarme a Kirkpatrick—Aniel sonrió y enseguida hizo aparecer una majestuosa espada celestial de su pecho como lo había hecho con anterioridad—y el que quiera interferir, será aniquilado con éxito.

- ¿Para qué quieres llevarte a Aruma? –interrogó Cimeries. Los Mackenzie se tensaron y tanto Ashton y Roth palidecieron por la indiscreción que se avecinaba, puesto que Aniel parecía desconocer la verdadera identidad de Elise—ella no es la chica que buscas.

La mirada de Aniel se posó en el demonio y frunció el ceño.

-A ver, ¿de qué estás hablando? –bajó la espada, pero sin dejar de estar a la defensiva.

-Ni se te ocurra abrir la boca—amenazó Allen a Cimeries.

-Oigan, ¿acaso se han vuelto locos? Si ella sabe la verdad, dejará en paz a Aruma y todos estaremos felices—arribó el demonio con una leve sonrisa. Roth se golpeó la frente con la palma con total decepción al ver a su colega hablar de manera infantil.

- ¿De qué verdad estás hablando, inmundicia infernal? –le espetó, iracunda.

-De acuerdo, te lo diremos, pero antes tienes que jurar acatar nuestras condiciones a cambio de esa información—Ashton tomó la palabra y los demás entraron en pánico, en especial Aruma.

El semblante de Aniel se contrajo en ironía pura y segundo después, soltó una carcajada ácida.

-No estoy de humor para tus tonterías, Remiel, ahora apártate o no me hago responsable de tu eliminación—alzó la espada y arremetió en dirección a Aruma, sin importarle la presencia de Ashton.

- ¡Aruma Kirkpatrick no es la reencarnación de Lilith! –vociferó Astaroth justo a tiempo, antes de que la espada celestial atravesara el pecho de Ashton. La punta quedó a milímetros de su ropa y Aruma se quedó sin aire al ver semejante escena. Tobias se aproximó a ella y la sujetó, evitando algún desmayo.

- ¿Qué? –Aniel se volvió violentamente hacia el demonio.

- ¡Primero el maldito juramento, bruja! –gritó Aruma con todas sus fuerzas.

Aniel respiró hondo e ignoró su comentario.

-Tienes que jurar que vas a respetar nuestras condiciones para revelarte este secreto que acabamos de descubrir—sentenció Ashton—aunque bien, ya sabes la mitad de la verdad.

-No puedo jurar. Es pecado—se negó rotundamente—así que lo mejor será que me digan ese secreto que tanto quieren mantenerlo en silencio.

-O juras, o te vas a la...

- ¡Roth! –Ashton lo reprendió y miró a Aniel—no hay trato si no juras. Todavía tengo la mayor parte de mis poderes como arcángel y puedo someterte, Aniel. No me orilles a lastimarte. Odio la violencia.

- ¿Qué te parece si tenemos un enfrentamiento? –propuso con voz excitada—el que gane, obedecerá al otro sin protestar, ¿te parece?

-Esto es ridículo, solo mátala y ya—opinó Cimeries.

-No creo que sea prudente—dijo Allen.

- ¿Estás segura que esa es tu respuesta? –preguntó Ashton a Aniel, deseando que se retractara.

-Sí. Solo perdiendo ante ti, seré capaz de obedecerte—siseó.

-Está bien, si tú lo quieres, así será—Ashton tomó la iniciativa de quitarse el abrigo, quedándose con la sudadera puesta a pesar del frío. Volteó a ver a Aruma, y como ella lo observaba con horror, él hizo una mueca, y miró hacia Aniel— ¿te parece si resolvemos esto en otra parte?

-Da igual si vamos a China, tú vas a morder el polvo.

Ashton puso los ojos en blanco y desplegó nuevamente sus alas negras.

-Sígueme.

Y dicho eso, emprendió el vuelo hacia el cielo. Aniel miró con despreció a los Mackenzie, desplegó sus alas blancas y antes de seguirlo, le regaló un guiño a Aruma, dejándola histérica.

- ¡No! –gritó Aruma, mirando con desesperación por donde ellos se habían marchado— ¡Por favor, no! ¡Que alguien los siga!

-Tranquilízate, Aruma—Tobias la sujetó de los hombros y la obligó a mirarlo a la cara—Ashton sabe lo que hace, ¿crees que, si tuviera algún tipo de duda, habría aceptado enfrentarse a ella? Aniel es una potestad, pero él fue un arcángel.

Por un momento, a Aruma le pasó por la cabeza creerle, pero al segundo que observó su expresión preocupada, pero camuflada de serenidad, perdió los estribos. Y sin decir que las Potestades estaban por encima de los arcángeles. La jerarquía en la que ellos se basaban era muy importante.

-Astaroth, ¡Vamos a seguirlos! –gruñó.

-Cariño, no creo que sea conveniente...

- ¡Te ordenó que me lleves con ellos! –chilló con cólera. Ninguno de ellos la había visto tan angustiada.

Cimeries empujó a Roth y le extendió la mano a ella.

-Yo puedo llevarte si me lo permites—se ofreció.

-De ninguna manera. La llevaré yo—Astaroth se adelantó a agarrarla de la mano con mucha posesión.

-En ese caso, iremos todos—afirmó Allen—no tiene caso quedarnos aquí.

-Alguien tiene que quedarse a vigilar a la loca de Elise—comentó Tobias, mirando fijamente a Duncan.

-No voy a ser su carcelero—se rehusó Duncan al sentir la mirada de Tobias con mucha insistencia.

-Te vas a quedar a cuidarla, Duncan. Confío en ti lo suficiente para saber que no ocurrirá nada catastrófico en lo que regresamos—dijo Aruma con severidad y el recién mencionado cuadró los hombros.

-Gracias por confiar en mí. Vete tranquila—Duncan se acomodó el cabello y esbozó una sonrisa llena de confianza al aceptar quedarse a vigilar a la rubia.

Mientras tanto, a una cierta distancia, un poco retirado de Moose Pass, pero dentro de Alaska, Ashton y Aniel descendieron a tierra firme.

-Volamos 30 millas, Remiel—observó la fémina con interés, observando a su alrededor.

-Estamos en la ciudad de Seward, muy cerca de Moose Pass, así que démonos prisa.

-Me agrada tu actitud. Estás ansioso por morder el polvo—canturreó Aniel, apartando de su rostro los rizos rebeldes de su cabello.

Ashton sabía con exactitud que ella le llevaba por mucho, la mayor parte de ventaja. Él había sido sustituido de su cargo celestial y contaba con tan solo una cuarta parte de su poder, pero era suficiente para someterla.

Tras varios segundos de reflexión, Ashton se alejó rotundamente varios metros de ella.

-Sigues siendo listo—musitó Aniel, esbozando una sonrisa y a continuación, de su pecho extrajo nuevamente su espada celestial; y del resto de su cuerpo apareció su majestuosa armadura de batalla que cegó a Ashton por unos segundos al ver fijamente el reflejo de esta con el sol—pero este juego se acaba ahora mismo.

El antiguo arcángel esquivó con facilidad el ataque de Aniel, sin embargo, había pasado por alto que las potestades eran de mayor rango, sabiduría e inteligencia y por supuesto, astucia.

-Decaes todavía más. Eres patético, Remiel—farfulló la potestad antes de taclearlo de una patada en la espalda. Él cayó de bruces al suelo y se levantó rápidamente para contraatacarla, pero para su sorpresa, ella desplegó sus alas y lo cogió otra vez desprevenido. Lo tomó del cuello y lo elevó varios metros por encima de la superficie terrestre—es una lástima que hayas llegado a este punto en el que solamente des lástima.

La espada, que sostenía con la mano libre, la acercó a su barbilla y después el filo de la misma se incrustó en su delicada piel, pero él no se inmutó. Sus ojos azules estaban fijos en los de ella; ni si quiera parpadeaba.

-Querías pelear, pero estás tan quieto como un guiñapo, Remiel; y ya me aburrí—sentenció ella, alejando la espada de su barbilla. Ashton sintió el puño de Aniel directamente en su nariz una y otra vez.

En su paladar saboreó su propia sangre deslizándose desde su nariz hacia su garganta. Metálica y amarga; pero a pesar de ello, no contraatacó.

La mano de Aniel se cernió con más fuerza en su cuello y con la otra que sostenía la espada, le propició un golpe justo en la sien izquierda del ex arcángel, haciendo que la piel de esa área se abriera y escurriera más sangre.

- ¡No, Ashton! ¡Detente, bruja!

El rubio entornó los ojos al escuchar la voz de Aruma. Parpadeó con desesperación, buscándola con la mirada, pero Aniel lo cogió de la mandíbula, obligándolo a mirarla a ella.

-Voy a darle una lección a esa estúpida, después acabaré contigo—le informó.

Pero cuando Aniel lo soltó, con la intención de descender hasta donde Aruma se hallaba, no pudo moverse de su sitio. Volvió el rostro hacia atrás y encontró la mano de Ashton Baker posicionada en una de sus alas con dureza. Él también tenía las suyas desplegadas y su mirada se había transformado: había rabia, frivolidad y odio.

-Si te acercas a ella, te mato.

-Oh, ya veo que su presencia te ha motivado—se burló la potestad y se zafó de su agarre—esto será divertido.

Sin embargo, Aniel no se dirigió a él para pelear en serio, sino que se dirigió a Aruma con la espada por delante, lista para acabar con ella.

- ¡Oh por Dios! –gimió Aruma y se cubrió la boca con las manos. Tobias la sujetó con fuerza y evitó que ella siguiera presenciando aquella macabra escena colocándole la palma por encima de sus ojos.

Aniel se quedó estática en el aire con los ojos abiertos como platos, observando como de su pecho escurría sangre como una cascada y de ahí mismo sobresalía una mano empuñada. Una mano que nunca antes pensó que la atravesaría como un trozo de arcilla. La espada desapareció junto con su armadura celestial y sus alas se fueron ocultando en sus omoplatos a medida que la sangre caía a raudales por el suelo.

Ashton sacó su mano del pecho de Aniel y contempló su caída hasta el suelo. Su cuerpo sonó como un saco de papas muy pesado cuando se estampó en la tierra.

Los ojos del rubio se habían puesto completamente negros, sedientos de sangre y muerte. Ashton Baker parecía haber perdido su esencia como arcángel. Ahora, en todos los sentidos, pertenecía al pecado.

-Amigo, tus ojos... —Astaroth se acercó a Ashton, usando por segunda vez sus alas que tanto aborrecía.

El antiguo arcángel parpadeó y sus ojos volvieron a la normalidad.

Roth lo ayudó a descender y tanto Cimeries como Andrew y Allen se aproximaron a auxiliarlo.

En cuanto Aruma, ella empujó a Tobias y corrió hacia su amigo.

-Ashton, ¡Ashton! –le echó los brazos al cuello. Su ropa quedó manchada de la sangre de él, pero no le importó.

Pero el chico estaba con la mirada puesta en su mano ensangrentada.

-Aniel no murió, ella solo morirá si Cian o alguien de rango más alto la destierra y extermina con su propia espada. Acabé con su forma terrenal, pero volverá en otro cuerpo y con refuerzos—informó Ashton con recelo.

Y como si la naturaleza hubiera querido hacerle énfasis a su predicción, el cuerpo de Aniel comenzó a desintegrarse.

-Fuiste más rápido de lo que esperaba, enhorabuena —lo felicitó Astaroth, admirando como el cuerpo de la potestad se pulverizaba hasta convertirse en nada.

-Yo no soy un asesino—carraspeó Ashton, poniéndose en pie e ignorando a Aruma—debo ir a buscar a Gabriel.

- ¿Sabes al menos dónde está? –quiso saber Allen con preocupación.

-No, pero voy a buscarlo hasta en el infierno si es necesario—masculló con frialdad.

-Debes estar bromeando si piensas que voy a dejarte ir—le espetó Aruma con irascibilidad. Se aproximó a él y lo agarró del antebrazo.

-Aruma—Ashton volteó a mirarla con brusquedad y fiereza. Ella parpadeó, perpleja por aquel cambio radical de voz, ya que él siempre le había hablado de manera suave—yo no soy Cian para que pienses o actúes como si esto fuera una despedida de novios, tengo que encontrar a Gabriel lo antes posible para evitar nuevamente este tipo de confrontaciones. Odio hacerle daño a los demás y estoy fuera de sí; así que te exijo que me sueltes.

La fémina se quedó boquiabierta, mirándolo sin dar crédito a sus palabras. Retiró la mano de su antebrazo y se quedó inmóvil en su sitio sin hablar. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué Ashton se portaba con ella de una manera distante y grosera?

-Oye, ¿Qué te sucede? ¿Por qué ese arrebato para con Aruma, idiota? –interpuso Astaroth con desprecio.

Pero Ashton lo ignoró y se acercó a Allen, Tobias y a Andrew con determinación.

-Ustedes saben exactamente donde era mi casa en Bozeman—comenzó a decir el ex arcángel—ahora que su cabaña está prácticamente destruida, pueden alojarse allá y mantener a Elise recluida con facilidad. A estas alturas, es el único lugar seguro al que pueden acudir, a menos que elijan ir al departamento de Aruma, pero es un blanco fácil.

-Preferiríamos buscar otro sitio si no te molesta—replicó Allen—nuestros hogares son blancos fáciles.

-Está bien, yo los rastrearé cuando vuelva—aceptó el rubio y apretó los labios—y por favor—bajó la voz—cuiden bien de Aruma.

Aruma estaba tan anonadada por la actitud del ex arcángel, que únicamente continuó de pie, mirándolo. Él se echó a andar rumbo al bosque a pasos firmes y determinados sin tomarse la molestia de despedirse de ella.

-Los ojos de Ashton se volvieron completamente negros tras perder el control—murmuró Allen a Tobias. Era lógico que estuvieran preocupados, ya que el temperamento del antiguo arcángel no era violento, sino todo lo contrario.

-La oscuridad se está apoderando de él—terció Andrew.

-No nos queda más que ayudarlo. Recuerden como estábamos cuando recién caímos—musitó Tobias—le espera un duro camino a Baker si quiere aprender a vivir con su nueva naturaleza.

-Se equivocan—intervino Aruma abruptamente. Los tres Mackenzie dieron un respingo y voltearon a verla—Ashton me protegió. Aunque pertenezca a los caídos, él sigue siendo puro, tierno y transparente.

-Él ya no es un arcángel—le contradijo Allen—jamás volverá a serlo.

- ¿Quién lo dice? –ella se cruzó de brazos y fijó la mirada por donde su amigo se había marchado—confío plenamente en el autocontrol de Ashton. Él es bueno.

Los Mackenzie se miraron entre ellos y guardaron silencio; mientras que Astaroth se debatía en consolarla o dejarla a solas con sus pensamientos.

-Ahora entiendo todo—añadió Cimeries con una risilla burlona—Aruma Kirkpatrick parece ser un imán de problemas y el instinto protector de ustedes salta a la vista cuando se trata de protegerla, incluso tú, Astaroth, fuiste el primero que juró lealtad absoluta a Azazel porque no soportabas a ningún ser celestial que se compadeciera de los humanos. Ella tiene cierta influencia en ustedes y, suena patético, pero también en mí. Es una locura.

-Cierra la boca, idiota—Astaroth le dio un golpe en la parte posterior de la cabeza y Cimeries ahogó una risa nasal.

Pero Aruma ni si quiera los escuchaba. Ella seguía atónita por la reacción de Ashton y muy deprimida por su ausencia. Ahora tampoco lo tenía a su lado. Y sin avisarles, comenzó a caminar por donde habían venido, en dirección a la cabaña, sin embargo, aquel camino era exactamente el que Ashton había tomado para abandonarla.

- ¿A dónde vas, cariño? –Astaroth fue detrás de ella.

-A la cabaña—respondió.

-Son 30 millas hasta Moose Pass, no llegarás pronto. Yo te llevaré.

-Quiero estar sola por un rato, ¿sí? –se abrazó a sí misma mientras caminaba.

-En ese caso, te acompañaré de cerca. Prometo no molestarte—insistió.

-No Roth, lo digo en serio. Déjame sola—añadió con voz severa.

-Déjala en paz, amigo—Cimeries lo agarró del hombro, dándole tiempo a Aruma de alejarse todavía más.

- ¿Estás loco? No puedo dejarla ir sola y menos como están las cosas—espetó, nervioso y puso su atención en los Mackenzie—ustedes están de acuerdo conmigo, ¿no? Es peligroso dejarla sola. Además, parece ser que planea seguir a Ashton...

-Yo me encargaré de ir cuidándola sin que se dé cuenta—se ofreció Tobias—ustedes vayan a la cabaña a empacar y a ayudarle a Duncan con Elise.

-No—sentenció Astaroth con recelo—soy su demonio. Su protector oscuro y es mi deber velar por ella. ¡No te metas en mis asuntos, caído!

-También eres un caído, bastardo—le recordó Tobias.

- ¡Pero ella me eligió a mí! Su alma me pertenece y como tal, es mi responsabilidad, además, se lo prometí a Cian—le espetó Roth con las mejillas enrojecidas—le di mi palabra de cuidarla de quién fuera mientras estuviera lejos de Aruma.

-Bien, en ese caso, hazlo tú; pero sé cauteloso—accedió Tobias finalmente, poniendo los ojos en blanco—si Aruma llega a sospechar que la estás siguiendo, será tu fin.

Una enorme sonrisa cruzó el rostro de Astaroth y suspiró.

Andrew, Allen y Tobias emprendieron el vuelo y Cimeries les indicó que en un momento más los alcanzaría.

-Amigo, si yo no te conociera, diría que también estás detrás del corazón de esa humana—bromeó el ex marqués del infierno.

Las cejas de Astaroth se juntaron y su expresión se ensombreció.

-Cuando te toque ver a una chica triste, agobiada y sin ganas de continuar en esta vida; pero al mismo tiempo teniendo el valor de contarte sus inquietudes y miedos sin conocerte, entonces entenderás el significado de la palabra "humildad" y posteriormente "confianza" y "amistad. Y también sabrás lo que es estar desesperado, y estar solo, aunque tengas muchas personas a tu alrededor.

Aquella respuesta dejó perplejo a Cimeries, pero antes de que pudiera replicar, Astaroth desplegó sus alas negras y desapareció en el cielo.

-Puede que pronto comiences a entender en qué se basa la humanidad, Cimeries—le gritó el antiguo Duque del infierno en la lejanía.

El sendero por donde Ashton había desaparecido estaba totalmente irregular. El camino era de terracería absoluta y las piedras parecían tener la intención de hacer tropezar a quien pusiera un pie sobre ellas. Había un poco de nieve, y agradecía que pudiera ver por completo por donde iba sin lesionarse el tobillo.

No obstante, Aruma tenía la esperanza de encontrarlo en alguna parte cerca de ahí, ya que él se había rehusado a usar sus alas para escapar de ella.

En ese momento, sintió que poco a poco su vida estaba volviendo al principio, en donde no quería a nadie y tampoco nadie la quería. En un mundo unilateral.

¿Cómo era posible que se hubiesen equivocado de chica? ¿Quién había sido capaz de manipular todo a su conveniencia para perjudicarla y por qué razón? ¿Qué había hecho ella para merecer tanto sufrimiento? Si de verdad no era Lilith, ¿Por qué los problemas no la dejaban en paz? Le asustaba muchísimo la idea de ver a Cian peleando en contra de todos con la finalidad de quedarse con Elise y no con ella. A pesar de que Ashton y los Mackenzie la habían tranquilizado, diciéndole que, aunque no fuera la chica que estaban buscando, nada cambiaría porque le habían tomado cariño, Aruma no estaba segura de creer en ello, puesto que, desde que surgió el rumor de su verdadera naturaleza, Cian no lo pensó dos veces y fue directamente a confrontar a Amon en el infierno para salir de dudas.

¿Y si Cian solo quería corroborar la verdad, para después desecharla y pelear por el amor de Elise?

Un escalofrío helado le recorrió la piel de solo imaginárselo. No. No. Cian siempre le había demostrado sus sentimientos, y aunque al principio solo era por la misión de llevarla al pecado por órdenes de Azazel, sabía que no podía estar mintiendo después de que logró salir de la manipulación. Él la quería, la amaba. De eso estaba segura.

Si el amor es verdadero, jamás podrá ocultarse.

El sol se intensificó y tuvo que acelera el paso porque la poca nieve que había se estaba derritiendo, formando pequeños charcos. En todo el trayecto no se dignó a mirar con atención el camino y se sorprendió, luego de un rato, notar pequeñas gotas de sangre que cada vez iban haciéndose más grandes a medida que avanzaba e incluso se mezclaban con la nieve.

A unos dos metros adelante, alcanzó a divisar un montículo oscuro que parecía ser ropa; y corrió hasta llegar a él.

Era la ropa de Ashton. Y estaba manchada de sangre. De la sangre de Aniel. Se acuclilló y la recogió con incertidumbre. Miró a su alrededor y cayó en la cuenta de que, si él se había desnudado, era porque tomó la decisión de adoptar la forma de Asiel.

Dobló la ropa y la apretujó en su pecho antes de continuar. Escudriñó de un lado a otro, buscando indicios, pero ni si quiera había huellas de perro o pisadas de humano. El camino de sangre terminaba sobre la ropa.

-Sabías que vendría a buscarte, Ashton—susurró mirando el cielo y se mordió el pulgar de la mano izquierda con nerviosismo—por eso dejaste tu ropa y te fuiste volando para que no pudiera alcanzarte.

Abrumada, se dejó caer sobre una piedra y hundió la cara en la sudadera del ex arcángel.

-Ya no puedo más con todo esto. No estoy segura de poder soportar lo que vendrá a partir de ahora—se lamentó—no puedo regresar a mi departamento, tampoco buscar a mi única familia de sangre porque está muerta. Mi novio está prisionero en el infierno por mi culpa, mi mejor amiga es la reencarnación de una mujer demente, reina del pecado y mi mejor amigo está poseído por el mal y ha decidido ser un imbécil conmigo.

En un arrebato de locura, lanzó la ropa de Ashton al mismo lugar donde lo había encontrado y se cubrió el rostro con las manos.

- ¡Si tan solo hubiera sido más fuerte para rechazar tu amistad, Ashton Baker y rechazar tu amor, Cian Mackenzie! ¡Entonces yo no estaría en este momento sufriendo por ustedes! –le tembló la voz y tragó saliva— ¡Estúpidos! ¡Los odio! ¡Los odio a los dos! ¡Los odio a todos!

Agarró la cruz de Caravaca que su tía le obsequió antes de morir y rozó el anillo de Ashton sobre sus labios.

-No necesito este maldito anillo—se lo quitó del dedo y tuvo el impulso de lanzarlo, pero se arrepintió. Era un objeto celestial y no podía darse el lujo de deshacerse de él de esa manera solo porque quería estrangular al antiguo portador y dueño del mismo.

De pronto, el sol se fue ocultando debido a las enormes nubes grises y un aire gélido le revolvió el cabello sin miramientos. La sensación espeluznante que sintió el día que una fuerte tormenta eléctrica azotó Bozeman tiempo atrás se repitió y de repente la imagen de aquel taxista carbonizado por un rayo le llegó a su mente como una ráfaga. Se incorporó y deslizó el anillo en su dedo antes de echarse a correr.

Y no estaba alucinando al comparar esa sensación espantosa, puesto que, de un momento a otro, gotas furiosas cayeron sobre su cabeza.

Si esa lluvia pertenecía a la misma tormenta demoniaca que había presenciado anteriormente, estaba perdida. No había ningún sitio donde refugiarse y tampoco creía que tendría la misma suerte de ser salvada otra vez por Alexander Lochhead o, mejor dicho, por Shalem, hermano gemelo de Azazel que aparentemente no era tan malévolo, pero él, según Cian, lo había destruido, pero lo dudaba.

Corrió por mucho un par de metros cuando un relámpago, seguido de un estruendoso rayo la desconcertó. El impacto de aquella descarga eléctrica fue sobre un árbol, haciendo que este se quebrara en dos.

Aturdida y horrorizada, no se detuvo y corrió lo más que pudo, en busca de un refugio, pero lo único que había a su alrededor eran árboles y peligro. Su visión de tornó borrosa a causa de las gotas y se orientó por instinto.

- ¡Aruma, abajo!

El grito de Astaroth la desconcertó y se lanzó al suelo, protegiendo su cabeza justo en el segundo que un rayo se impactaba a solo unos cuantos centímetros de su cuerpo. Escuchó al cielo rugir y después sintió los brazos de su amigo sobre ella.

-Debemos salir de aquí—le escuchó decir con la respiración agitada.

- ¿Qué sucede? La tormenta no parece ordinaria—cerró los ojos con fuerza, agazapada al pecho de Astaroth—es idéntica a una que presencié en Bozeman hace tiempo.

Pero él no contestó. Se encargó de abrazarla y usar sus alas como protección ante los rayos, el cual no iba a durar demasiado, puesto que a cada rayo que se proyectaba sobre ellas, Astaroth apretaba la mandíbula, aguantando el dolor.

-Sujétate bien—le aconsejó.

Aruma le pasó los brazos por el cuello y se negó a mirar al exterior en cuanto él emprendió el vuelo, esquivando los rayos a toda velocidad. Era como el cielo tuviera la orden de eliminarlos por completo.

-Abre un portal—gimió ella, sintiendo las gotas en su rostro.

-No puedo. Si me detengo, nos caerá otro rayo y no podré resistirlo, aguanta un poco más. Ya casi salimos de esta zona. En unos minutos estaremos en Moose Pass—la tranquilizó, pero ella notaba el enorme esfuerzo de Roth al mantenerla a salvo.

Al cabo de varios minutos de completo desasosiego bajo la torrencial lluvia, llegaron al pueblo de Moose Pass, donde todo estaba completamente despejado. Roth se acercó lo suficiente al bosque Chugach, donde a poca distancia se hallaba la cabaña de los Mackenzie.

El frío aire de la montaña le caló en los huesos de manera penetrante. La nieve, el aire y la ropa empapada empeoraba la situación.

-Todavía tenemos que subir la colina para llegar a la colina—murmuró él, siendo consciente que debían buscar un sitio donde hubiera ropa seca y calefacción.

-A unos veinte metros se encuentra un campamento. Allá podrán ayudarnos—añadió Aruma, tiritando de frío. Sus botines se enterraron todavía más en la nieve cuando se echó a andar en dirección a las cabañas de aquel lugar en donde había estado alojada meses atrás.

Roth se las arregló para seguirle el paso. Su cuerpo estaba muy herido y a cada paso que daba, sentía que iba a caer de bruces. Le ardía la espalda y el cuello. Su curación era lenta y dolorosa porque estaba guardando su energía por si en caso necesitaban huir de nuevo.

Llegaron por fin al campamento y Aruma se encargó de hablar con los recepcionistas, y la reconocieron del viaje que había hecho con sus compañeros de universidad y cedieron a darle asilo en una cabaña pequeña con ropa y comida incluida.

- ¿Cómo vamos a pagar todo esto? –inquirió él en voz baja.

-Cierra la boca—musitó ella y sonrió levemente cuando le entregaron la llave.

En cuanto pusieron un pie dentro de la pequeña cabaña, la calefacción se encendió y Astaroth se acercó a las rendijas de donde emanaba el calor.

-Tienes que darte un baño o te enfermarás, Roth—le ordenó Aruma, él asintió, embelesado con el calor.

Minutos después, llamaron a la puerta. Era una de las encargadas que llevaba consigo ropa abrigadora para los dos.

-Muchas gracias.

-No hay de qué, en la recepción está la cafetería por si quieren comer algo—ofreció con una sonrisa de oreja a oreja, observando el interior de la cabaña. Aruma miró hacia atrás y se encontró a Astaroth semi desnudo, solo con su pantalón, el cual estaba desabrochado.

- ¡Lo tendremos en cuenta, gracias! –exclamó Aruma y cerró la puerta.

Dejando la ropa sobre uno de los sillones, ella colocó las manos sobre sus caderas y le envió una mirada molesta a su amigo demonio, pero este estaba ocupado pensando en quitarse también el pantalón sin verla.

-Si te atreves a quitarte eso, te golpearé—le espetó en voz muy alta, sobresaltándolo.

- ¿Qué estoy haciendo mal? –se burló él, apartando las manos del cierre de dicha prenda.

-Patearé tu cara, Roth, lo digo en serio—lo amenazó, esbozando una sonrisa de ironía—ve a ducharte y mete la ropa que nos dieron para que te vistas adentro.

-De acuerdo—rio el chico y se acercó por la ropa sin dejar de verla—me daré prisa para que no te enfermes. Regreso en un minuto.

Al cabo de treinta minutos, ambos ya estaban recién duchados con ropa abrigadora y con una taza humeante con café caliente frente a la calefacción. Astaroth había ido por el café en cuanto salió del baño y la sorprendió al volver, por lo que se sentaron en el sofá, manteniéndose calientes el uno con el otro.

-Los chicos deben estar preocupados por nosotros—murmuró ella.

-Cimeries y Tobias sabían que estaría cuidándote y te regresaría sana y salva con ellos—se encogió de hombros, relamiéndose el labio inferior sin apartar la vista de la fuente de calor.

-Gracias, Roth, por lo de ese rato y por todo lo que has hecho por mí hasta ahora—le agradeció en un susurro y se encogió en el asiento con la taza en sus manos como un medio de distracción y no tener que verlo a la cara, ya que estaba ruborizada. Estaba comenzando a hartarse de que siempre tenían que salvarla de sus estupideces.

-Soy tuyo.

Las dos palabras que dijo el demonio la hizo sorprenderse y voltear a verlo de repente.

-Soy tuyo—repitió él con una sonrisa suave y bebió de un solo sorbo todo el café de su taza—pero eso ya lo sabías, Aruma. Desde que me invocaste, me entregaste tu alma y a cambio, te di mi vida. Estoy dispuesto a morir por ti, o a sacrificarme, ya que no puedo perecer.

- ¿Con todos los demonios es lo mismo? –preguntó Aruma con curiosidad, él frunció el ceño sin comprender—me refiero a que, cuando los demonios toman un alma tras un pacto, ¿estos les entregan sus vidas a las personas en cuestión?

-Ah, por supuesto que no—respondió y se aclaró la garganta—es la primera vez que he sido invocado por alguien. Yo estoy en la jerarquía más alta del infierno, aunque haya desistido a mi puesto de duque, y me hayan puesto como uno más, no perdí mi estatus, solo mi dignidad. Si hubieras pactado con otro demonio, pero de rango inferior, jamás habrías estado tranquila otra vez en tu vida, ya que ellos se alimentan poco a poco de tu alma, es decir, te la van quitando lentamente hasta que no queda nada de ti. Pero yo no. Has tenido suerte de elegirme justo cuando decidí mandar al carajo mi trabajo eterno, porque de ser lo contrario, en el momento de pactar contigo, te hubiese devorado en ese segundo.

Aruma se estremeció.

-Vaya, debo sentirme honrada.

-No, pero tranquila sí. A cambio de alimentarme de tu alma, estoy dándote mi protección y mi vida, la cual es eterna—sonrió cálidamente—además, conocerte ha sido lo mejor que me ha pasado, te lo digo en serio. Jamás pensé que entre los mortales encontraría una amiga.

-No te pongas cursi—bromeó ella.

-Tú sacas mi lado cursi—la culpó y Aruma rodó los ojos mientras él se cubría la boca al soltar una carcajada.

Astaroth fue a la cafetería por algo de comer, dejándola sola en la pequeña cabaña, pero eso bastó para que ella reuniera el valor suficiente para confrontarlo y exigirle que le revelara exactamente lo que había sucedido hacía un rato bajo la lluvia.

Si aquella tormenta tenía algo que ver con todo ese problema de Lilith, de los ángeles y demonios, tenía que saberlo.

Él regresó a los diez minutos con una bandeja en las manos y se acomodaron en el sillón de nuevo a comer sus deliciosas hamburguesas en silencio. La bebida que había traído eran gaseosas de naranja.

- ¿Ahora si puedes contarme qué clase de tormenta era la que nos azotó hace un rato?

Sabía que había muchas posibilidades de que Roth desviara la conversación, pero tenía que ser muy astuta para lograr una respuesta concreta que aliviara sus dudas.

-Ya no estamos en peligro. Puedes comenzar a decírmelo, Roth—insistió ella de manera casual.

Pero él continuó en silencio, contemplando su hamburguesa, la cual solo quedaba un cuarto de la misma.

-Roth...

-Aruma, es obvio que no es una lluvia normal—dijo él por fin. Ella cerró la boca—como dijiste, no es ordinaria. Ninguna tormenta se hubiera empeñado tanto en hacernos daño como esa.

- ¿Me vas a explicar de qué trata y por qué? –inquirió la fémina con insistencia. Él asintió.

-Es una tormenta creada por los demonios que merodean entre los humanos—explicó tranquilamente, como si hablar sobre eso fuera de lo más normal—ellos son capaces de usar a la naturaleza a su beneficio cuando tienen el objetivo de traer más de los suyos a la superficie sin necesidad de abrir un portal—se mordió el interior de las mejillas y la miró para checar su reacción, pero Aruma estaba con los ojos muy abiertos, escuchándolo con atención—al parecer, los de mi especie, están reclutándolos por un motivo en específico, pero si son a los de rango inferior, estamos perdidos—carraspeó—ellos son los que más desean destruir a la humanidad y apoderarse de los cuerpos humanos para hacer de las suyas—se frotó el puente de la nariz y después su voz se hizo más grave—habías mencionado que con anterioridad presenciaste una tormenta similar, ¿no? –ella asintió— ¿y cómo lograste salir ilesa de eso? Cuéntamelo todo, por favor.

Aruma dudó un poco, pero finalmente, le relató absolutamente todo. Incluyendo la manera en la que el rayo logró atravesar el techo del taxi y carbonizar al chofer, pero omitió cuando Alexander Lochhead—Shalem—la salvó.

-El señor que iba conduciendo el taxi fue poseído frente a ti, Aruma.

-Pero estaba carbonizado. No quedaba rastro de él—le contradijo—fue una escena espeluznante.

-Es porque no te quedaste a verlo por más tiempo, ¿o sí? –Aruma negó con la cabeza—si te hubieses quedado a verlo un rato más, te habrías dado cuenta de la posesión absoluta.

-Ay madre, ¿te refieres que esos rayos son el portal que se abre para extraer a los demonios del inframundo?

-Lamentablemente sí—acotó con pesar y frunció el ceño—no me has dicho como lograste salir de ese problema.

Ella se mordió los labios. No sabía si Astaroth tenía buena relación con Shalem, pero debía decírselo.

-Alexander Lochhead, o como lo conoces bien, Shalem, fue el que me ayudó a protegerme. Apareció junto a mí cuando salí del taxi y me llevó a salvo a un bar—contestó.

-Ah ya veo—fue todo lo que dijo sin inmutarse—tuviste suerte, cariño. Solo otro demonio, o ángel sería capaz de salvarte en esa situación.

-En ese entonces yo desconocía todo de ustedes. Y como Alexander era amigo de Cian, me salvó.

-Gracias a esta información, tendré más en cuenta el clima y las situaciones a las que nos enfrentaremos en un futuro.

Aruma estuvo de acuerdo y terminaron de comer. Tiraron la basura a un bote y se asomaron a una de las ventanas.

-Es hora de regresar a la cabaña de los Mackenzie—añadió Roth con firmeza. Ella asintió.

-Es una pena tener que marcharnos sin pagar, pero si supieran que estamos tratando de salvar el mundo, nos lo agradecerían—dijo Aruma.

-Vamos.

Roth abrió un portal en el suelo y saltaron a su interior.

Salieron del agujero frente a la cabaña destrozada.

Los Mackenzie estaban en piso superior, tal vez montando guardia en la habitación de Cian para que su mejor amiga no enloqueciera y asesinara a la humanidad.

Se encaminaron a la puerta trasera para que no les cayera encima alguna viga y ascendieron por la escalera. Hallaron a Duncan leyendo en la otra habitación con los audífonos puestos en total calma y al verlos, se acercó a ellos sigilosamente.

-Será mejor que busquen algo que hacer y con qué taparse los oídos en lo que mis primos deciden a donde ir con la rubia—les comunicó con desdén.

- ¿Y para que taparnos los oídos? –quiso saber Roth y de pronto, los gritos estruendosos de Elise le respondieron a su pregunta. El chico parpadeó varias veces y negó con la cabeza—sin comentarios.

-No tenemos a donde ir—musitó Aruma—los lugares a los que hemos ido son fáciles de ubicar. Estamos a nada para que Gabriel nos encuentre.

-Si tan solo Alexander diera señales de su paradero, podríamos pedirle que nos dé asilo en su pequeña casa—resopló Duncan.

- ¿Por qué no vamos a su casa? Quizá se encuentre ahí—sugirió Aruma—después de todo, no creo que se niegue a ayudarnos, ¿o sí?

-Cian había dicho que supuestamente lo había asesinado, ¿lo recuerdan? –terció Astaroth—pero es imposible, desde luego, tal vez lo encadenó en alguna parte.

-Yo también tenía mis dudas sobre eso—murmuró ella.

-Ciertamente, y en ese caso, ¡vamos! —afirmó Duncan con emoción—iré a sugerírselo a los chicos, ya vengo.

Observaron al menor de los Mackenzie asomarse a la habitación continua para llamar en privado a Allen y Aruma miró a Roth, quien lucía preocupado.

- ¿Sucede algo? –le preguntó.

-No realmente, es solo que en serio me parece extraño que ese idiota no dé señales como dice Duncan. No percibo su existencia, a decir verdad.

- ¿Puedes percibir si están vivos o no?

-Ojalá pudiera, pero simplemente percibo la presencia de más como yo en el mundo, y me concentré en rastrear la esencia de Shalem, y para nuestra mala suerte, no logro ubicarlo, es como si hubiese vuelto al infierno.

- ¿Y eso está mal? ¿Regresar al infierno?

-No, es como volver a casa, pero como es el gemelo de Azazel, es como regresar a donde está tu peor enemigo que te quiere ver destruido para siempre, pero supongo que si volvió es por algo. Aunque espero que mi percepción esté equivocada.

Duncan entró a la habitación una sonrisa de oreja a oreja. A Aruma todavía le costaba trabajo aceptar la nueva actitud de Duncan, puesto que cuando lo conoció, era muy sombrío, callado, indiferente, tímido y apartado.

-Iremos sin invitación—anunció con ansiedad—Astaroth, Allen y los demás necesitan tu ayuda para trasladar a la rubia. Yo me haré cargo de estar con Aruma, no te preocupes.

-Está bien—asintió Roth, dándose por vencido y se detuvo a media habitación, volvió el rostro hacia Duncan y frunció el ceño— ¿y Cimeries?

- ¿Quién crees que está siendo de carcelero a parte de mis primos?

Con esa respuesta, dejó satisfecho a Roth y continuó caminando hacia la otra puerta.

Aruma se dejó caer sobre la cama y cerró unos momentos los ojos.

-La ropa de Roth y la tuya no son las mismas que tenían hace unas horas—observó Duncan con picardía—le diré a Cian que estás engañándolo.

-Una tormenta nos bañó por completo y fuimos a unas cabañas cercanas en donde nos dieron asilo y ropa seca—le explicó ella sonriendo sin abrir los ojos.

-Me alegra mucho tenerte aquí—dijo él.

Aruma abrió un solo ojo y lo vio sonriendo.

- ¿Sí? ¿Por qué?

-Porque me agradas mucho. Eres el primer ser humano en quién confío y quiero. Más que la razón de vivir de mi primo, siento que eres como una hermana.

Ruborizada, Aruma no pudo evitar ocultar su sonrojo del chico.

-Juramento de ángel caído, Aruma—prosiguió él, estirando su mano hacia ella—estoy a tu disposición de protección. Solo tienes que colocar tu mano sobre la mía para que mi juramento sea completamente serio y formal.

Ella dudó. ¿Por qué Duncan estaba jurándole protección? ¿Acaso dudaba de que, con la protección de Cian, Ashton y de Roth no sobreviviría?

Y para darle más gusto al chico, lo hizo. Colocó la palma de su mano sobre la suya y lo vio sonreír. Afortunadamente no ocurrió nada, ni un sello, tatuaje o marca. Nada. Solo la sonrisa de Duncan Mackenzie. Su hermosa sonrisa de chico inocente.

Para la puesta de sol, ya todos estaban preparados para efectuar el traslado. Cimeries y Astaroth se encargaron de manipular el portal, asegurándolo de cualquiera que quisiera intervenir en el viaje; pero antes de crear el agujero que los llevaría a todos, Allen guió a Roth hacia la casa de Alexander para que tuviera en mente donde era y no aparecer en otro lugar. Y una vez todo preparado, entre Andrew y Tobias sujetaron a Elise, quién había quedado inconsciente luego del tónico relajante que Duncan preparó especialmente para ella, bajo la supervisión de Aruma.

-Nosotros nos adelantamos—sentenció Duncan, cogiendo de la mano a Aruma. Astaroth fue el único de todos que le prestó atención, porque los demás estaban ocupados creando grilletes alámbricos lo suficientemente fuertes si en caso la rubia despertaba. Además, él y Cimeries eran los que tenían sus manos en el suelo, manteniendo el portal abierto.

-Por favor, cuídala. Estaré allá en un minuto—le ordenó al chico. Aruma le sonrió a Roth al ver la preocupación plasmada en su rostro.

-Me ofendes, ¿sabías? –Duncan estrechó los ojos y tiró de ella hacia el agujero—nos vemos allá.

Saltaron al portal y cuando llegaron a su destino, Aruma se percató que estaban en otro país y que la zona horaria era otra, mucho más adelantada que Moose Pass. Y estaban en medio de un bosque similar y nevado, junto a lo que parecía ser un lago. Todo estaba realmente oscuro y se aferró a la mano de Duncan.

-Es por aquí—la condujo él y llegaron a una pequeña cabaña más rustica y de menor tamaño que la de los Mackenzie.

- ¿En dónde estamos exactamente? –interrogó Aruma. Ese sitio sin lugar a dudas, estaba muy lejos de la cabaña.

-En Escocia—contestó el caído en voz baja—estamos a la orilla del lago Loch Insh, muy apartados de la civilización y como era el hogar de un demonio, es el más seguro por el momento.

Siguió al chico minuciosamente hasta que él desapareció frente a ella y de pronto una luz se encendió. Era un farol de luz situado en la entrada de la cabaña que iluminó el porche y Aruma aprovechó a escrutar a la perfección. Era todo de madera, excepto los cristales de las ventanas, olía delicioso a naturaleza y a humedad. Era de dos pisos y se percibía tranquilidad. Duncan se inclinó a recoger la llave que estaba debajo de un adorno de barro y abrió la puerta.

Las luces se encendieron de inmediato y las tablas del suelo crujieron por el pesor. Frente a ellos había una chimenea y el interior era realmente acogedor, pero a juzgar por el polvo en los muebles, tenía tiempo que nadie había habitado ahí y cualquier esperanza de que estuviera todavía con vida se esfumó. Cian en serio lo había asesinado.

-Pronto estarán aquí—dijo Duncan y cerró la puerta— ¿quieres que encienda la chimenea?

-Sí, por favor.

Al momento que la chimenea entró en función, el suelo comenzó a vibrar y supieron que estaba a punto de emerger los que se quedaron atrás. Duncan abrió la puerta otra vez y se asomó al exterior, y después entró corriendo a abrir una compuerta en el suelo que estaba junto a la chimenea. Era un sótano.

Aruma se quedó encogida en un rincón al presenciar como llevaban a su mejor amiga entre todos los chicos en dirección al sótano. Elise tenía los ojos vendados y la boca cubierta con cinta adhesiva. En sus muñecas y tobillos brillaban los grilletes infernales, sometiéndola. Desvió la mirada en el segundo que emitió un grito apagado. Su corazón le latió fuertemente. No podía tolerar verla así, pero era peligrosa.

Astaroth se deslizó lejos de los demás y se acercó a ella con preocupación; y al verla tranquila, suavizó su semblante y se tumbó en el sofá frente a la chimenea.

-Los portales me dejan completamente agotado—dijo, y ella alcanzó a percibir cierto cansancio en sus ojos—requiere mucha energía vital abrir uno para muchos individuos, en especial si uno de ellos es un prisionero.

-Espero que en el sótano tenga un buen sitio donde estar, ya que este lugar ha estado mucho tiempo deshabitado—Aruma arrugó la nariz.

-Podremos darle una Suite lujosa y ella continuaría siendo peligrosa, cariño. Pero me encargaré de que esté cómoda—prometió—y ahora debemos descansar un poco. Tengo entendido que estamos en una diferencia de horario de nueve horas y ya son las cuatro de la mañana.

Los Mackenzie y Cimeries tardaron aproximadamente veinte minutos en acomodar a Elise de manera decente en el interior del sótano antes de ascender. Hallaron a Aruma hecha un ovillo en el sofá, completamente dormida sobre las piernas de Astaroth. Él la tenía abrazada como una niña pequeña. Era una escena conmovedora, pero si Cian lo miraba, asesinaría al demonio en ese momento.

Y sin hacer el menor ruido, se pusieron a limpiar las habitaciones de arriba para dormir un poco antes de hacer limpieza a conciencia al día siguiente y conseguir ropa y comida.

-Astaroth, las habitaciones están listas. Lleva a Aruma a una y si quieres duerme con ella, pero con la puerta abierta. Si desobedeces, te patearé el trasero hasta que mi pierna no pueda más—Allen lo despertó y él, adormilado, asintió.

A eso de las once de la mañana, Aruma despertó. Y fue el rostro de Astaroth durmiendo profundamente a unos centímetros del suyo lo que vio primero, sin embargo, como ya estaba acostumbrada a su presencia cercana, se incorporó tranquilamente de la cama y bostezó. Las ventanas estaban desnudas, así que podía ver a la perfección lo que rodeaba la cabaña, en especial el hermoso lago que se cernía frente a ella. El día anunciaba ser precioso.

Buscó un baño y se lavó la cara con el agua helada. Se miró al espejo y el reflejo le mostró el rostro de una chica cansada, pero con energía. Extrañaba demasiado su corte de cabello como el de un chico, pero ahora habían crecido un poco. Le cubría brevemente el cuello y el flequillo podía ponérselo detrás de la oreja. El agujero de su piercing seguía ahí, al igual que su miopía y astigmatismo, pero sus lentes de aumento estaban en alguna parte, lejos de ella.

El dentífrico que había ahí estaba casi vacío, así que buscó en los cajones del baño algún cepillo nuevo y encontró uno detrás de varios frascos de pastillas para dormir, que tal vez Alexander tomaba. Y se cepilló los dientes.

No obstante, el estruendoso ruido de algo quebrándose y seguido de los gruñidos de los chicos en el piso de abajo, la sobresaltó. Escupió la espuma y se enjuagó rápidamente antes de salir del baño. Astaroth también se levantó por el ruido y se aproximó a ella.

-Iré yo primero—murmuró, empujándola hacia atrás.

Y sin miramientos, escucharon la voz gutural y colérica de alguien que solía hablar con suavidad y sin ganas de buscar problemas.

- ¡Es Ashton! –gimió Aruma, intentando pasar sobre Astaroth, pero él la inmovilizó – ¿Qué haces?

-Cálmate y escucha—le siseó.

Hubo más forcejeo y malas palabras por parte de los Mackenzie, en especial de Cimeries; y Ashton no se quedó atrás.

-Llamen a Astaroth, conseguí un maldito pace de entrada VIP al infierno—exigió el antiguo arcángel con veneno. Aruma se congeló en su sitio. Su voz estaba tan distorsionada.

- ¿Cómo infiernos lograste capturarlo? –lo interrogó Allen con incertidumbre.

- ¿Acaso no recuerdas que hace poco todavía formaba parte de los arcángeles, idiota? Sé cada uno de sus puntos débiles, así que no fue difícil tomarlo como prisionero, además, es uno de los que quiere Azazel para poder liberar a Abbadon—carraspeó—ahora llamen a Astaroth o subiré por él—protestó Ashton con cinismo.

-Baja la voz, Aruma está durmiendo con él—le espetó Duncan.

Pero aquello fue la gota que derramó el vaso de autocontrol del ex arcángel, puesto que se escuchó claramente cómo se dirigió a grandes zancadas hacia la escalera. Roth mantuvo a Aruma sin moverse detrás de él, mientras lo esperaba.

Todo fue a cámara lenta según la visión de ella.

Ashton llegó al inicio de las escaleras con el rostro curtido en rasguños, moretones y sangre seca. Llevaba ropa negra, incluso los tenis. Su rubio cabello estaba despeinado, con rastro de sangre en las puntas. Pero lo que más le asombró, aparte de verlo tan golpeado, fue el brillo de sus ojos. Antes había un brillo vivaz de alegría, amor y ternura, ahora era todo lo contrario; era como ver directamente a los ojos de Amon o de otro demonio sediento de sangre, corrompido por el pecado. Alrededor del iris había cierta pigmentación oscura y siniestra; como si hubiera estado fuera de sí apenas momentos atrás.

-Me repugna ver como la sigues a todas partes como si fueras un perro callejero, bastardo—gruñó Ashton—a partir de ahora, Aruma va a estar conmigo. Y estando a mi lado, nadie podrá tocarla.

Aruma entornó los ojos. ¡Tampoco era propio de él usar ese vocabulario!

-Estás soñando si piensas que voy a dejar que te la lleves consigo. Ella ama a Cian y lo eligió a él—agregó Roth con los dientes apretados—y le prometí cuidarla en lo que volvía.

-No te confundas, demonio, entre tú y yo, la diferencia de fuerza y poder es sorprendentemente grande—alardeó—pero por el momento no he venido por ella, sino por ti.

- ¿Para qué? –Roth estaba a la defensiva. Y ella simplemente se quedó paralizada. Ashton le provocaba mucho miedo en ese instante.

-Capturé a Miguel—respondió—eso nos abrirá paso al infierno para poder negociar con Azazel sobre la liberación de Abbadon.

- ¿Y por qué quieres que yo vaya? Tú puedes encargarte de eso solo.

-Porque tienes más influencia—puso los ojos en blanco—y si no vienes por las buenas, tendré que llevarte como un segundo trofeo.

- ¿Qué te ha pasado, Ashton? Tú no eres así—Aruma se atrevió a decirle en un hilo de voz.

-Ahora esta es mi mejorada y nueva naturaleza, amor. Una naturaleza sin ataduras ni restricciones, en la que mis poderes son ilimitados—esbozó una sonrisa lobuna y demasiado atractiva que desconcertó a Aruma. 




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