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Diecinueve

Astaroth alzó las cejas y no se movió de su lugar. Aruma continuaba a sus espaldas. Él formaba una barrera entre Ashton y ella. El ex arcángel parecía haber sido devorado por la oscuridad por completo y aquello no auguraba nada bueno. Su comportamiento dejaba mucho en que pensar y por ningún motivo iba a dejar que se le acercara a su amiga.

-Deberías alejarte—le aconsejó el demonio con voz tajante.

- ¿Quién lo dice? –increpó Ashton con egocrentrismo y dando un paso adelante al mismo tiempo con total autoridad.

-Escucha, Ashton, te estás comportando peor que un demonio. Percibo como la oscuridad se está apoderando de tu ser demasiado rápido. Lo poco celestial que te queda es mínimo y te advierto que, si dejas que el pecado te devore por completo, ya no habrá vuelta atrás. Además, recuerda que Cian hizo un maldito trato con Gabriel para que él te devolviera las alas pronto, y si pecas todavía más, no podrás conseguir de nuevo tu nombramiento de arcángel.

- ¿A quién mierda le importa ese nombramiento estúpido?

Aruma entornó los ojos con horror. Estaba incrédula. El vocabulario de Ashton incluso se había vuelto ofensivo y vulgar.

-Astaroth no irá a ninguna parte contigo, Ashton; y desde luego que yo tampoco—interpuso ella con brusquedad. Si su amigo había decidido sucumbir al pecado por voluntad propia, estaba en su derecho, pero no iba a permitir que usara a Roth a su antojo; aunque eso implicara ir al infierno por Cian. Había muchas probabilidades de que fuese una trampa y Ashton estuviese, quizá, siendo manipulado por alguien en las sombras y no estaba dispuesta a perder a más personas que quería.

-Nena, no te estoy pidiendo permiso—arribó Ashton, haciendo una mueca y a continuación, la ignoró y sus gélidos ojos azules que en ese momento ya no eran del mismo color del cielo mañanero, sino que ahora el color había oscurecido considerablemente, gracias al pecado que circulaba en su interior, los centró severamente en Astaroth, quien permaneció inmóvil, siendo el escudo entre el rubio y ella—este demonio vendrá conmigo, te guste o no.

-Tendrás que asesinarme antes de que permita que le pongas las manos encima—rugió la fémina a la defensiva. Agarró el hombro de Roth y lo empujó hacia atrás, quedando ahora ella en medio de ambos.

- ¡Te has vuelto loca...!

Pero Aruma le calló la boca con la mirada antes de volver a fijarse en los ardientes ojos del ex arcángel.

La respiración de Ashton se fue agitando a medida que transcurrían los segundos. Entre los dos había una lucha de miradas intensas. Roth simplemente los observaba con perplejidad.

-No me hagas apartarte del camino de mala manera, Aruma—le advirtió Ashton, suavizando un poco su voz. Ella alcanzó a percibir que él intentaba por todos los medios razonar como antes, como el chico adorable que siempre había sido.

-Sé que no vas a hacerme daño porque eres bueno, Ashton—murmuró ella, dando un paso a él, pero Roth la detuvo el brazo.

-No lo hagas. Ya no es el mismo de siempre—musitó el demonio muy preocupado.

Pero Aruma se soltó de su agarre y dio otro paso hasta quedar sumamente cerca del rubio, quién entornó los ojos ante su cercanía. Hizo el ademán de retroceder, pero ella alargó los brazos hacia él y poniéndose de puntillas, lo estrechó en un fuerte abrazo que lo dejó desconcertado.

-Aunque la oscuridad te quiera seducir, tu naturaleza es otra. Por favor, no caigas más al pecado. No quiero que te condenes—le susurró Aruma al oído.

Y de pronto, ella sintió que Ashton le correspondía al abrazo con fuerza.

-Lo siento—le oyó decir a él en un hilo de voz—es muy difícil no caer en tentación.

No obstante, los pasos de los otros Mackenzie y de Cimeries los hizo deshacer el abrazo y apartarse por instinto. Aruma contempló que los ojos de su amigo estaban comenzando a volver a la normalidad. Y segundos después, Ashton se sentó al borde de la cama en la que Roth y ella habían dormido. Se agarró el cabello con desesperación y soltó un gruñido.

Allen, Andrew, Tobias y Duncan entraron a la estancia con el ceño fruncido. Cimeries no logró entrar también porque Astaroth tiró de él hacia las escaleras para vigilar al rehén que Ashton había traído consigo.

-Te vamos a enseñar a controlarte, Baker—bramó Duncan con recelo—por un momento pensé que de verdad ibas a hacerle daño a Aruma con tal de llevarte a Roth al infierno.

-Nos diste el peor susto de la vida—increpó Tobias, enseñando los dientes con irascibilidad excesiva—si te hubieras atrevido a tocarle un cabello a Aruma, te juro que en serio me habrías conocido enfadado, idiota.

-A todos, mejor dicho—le corrigió Allen con amargura.

-Menos mal recapacitaste—Andrew fue el único que no demostró incomodidad, sino más bien alivio—porque habría sido catastrófico enfrentarnos a ti. Hubiéramos llamado la atención y de seguro también la de Gabriel, teniendo en cuenta que raptaste a Miguel.

-No rapté a nadie—Ashton se echó a reír a carcajadas carecientes de humor, dejando a todos con la boca abierta—es un maldito demonio de rango inferior que tomó en posesión a un sujeto parecido a Miguel. Reñimos, lo sometí y lo traje hasta acá.

- ¿Qué? –Aruma parpadeó.

-Sí. Estuve muchas horas buscando a los otros arcángeles, pero fue imposible. La lluvia demoniaca de Seward ascendió a muchos demonios de rango bajo y tuve que deshacerme de todos ellos antes de que provocaran más desastres en el pueblo. Pero el que traje conmigo fue el que más se resistió. Le saqué un poco de información y es por eso que dejé que mi nueva naturaleza se apoderara de mí al enterarme de lo que está pasando allá abajo—alzó la cabeza y miró directamente a Aruma—tenemos que sacar a Cian de ahí o hacer que él salga por su cuenta lo antes posible.

Ella palideció.

- ¿De qué estás hablando? –le exigió saber.

Pero el rubio se revolvió inquieto en su sitio, evitando a toda costa volver a mirarla a los ojos.

- ¡Responde! –vociferó Andrew, sacándose de quicio.

Ashton se levantó de la cama y con desdén, pasó su mirada en cada uno de los presentes con cautela. Apretó los labios y después sacudió la cabeza en negación.

-Me enteré que Gabriel descendió al infierno a desafiar a Azazel—reveló con incertidumbre. Los Mackenzie abrieron los ojos como platos con horror y Aruma parpadeó, más pálida que segundos atrás—y supuestamente logró llegar a un trato con él.

- ¿Qué clase de trato? –interrogó Aruma.

-Querrás decir: ¿Qué implicó ese trato? –siseó Allen junto a ella. La fémina asintió, dándole la razón.

Los ojos de Ashton se volvieron frívolos y ardieron al instante que habló.

-Va a entregarle a Aruma personalmente, a cambio de que vuelva a borrarle la memoria a Cian para siempre y lo mantenga apresado eternamente en el averno; además de darle la absolución total para que ningún demonio esté tras Elise nunca más.

-Debes estar tomándonos el pelo—espetó Astaroth desde el umbral de la puerta.

-No. Gabriel se trae algo entre manos y percibo que se encuentra muy cerca de nosotros—añadió el rubio con pesar.

- ¿Y es por eso que deseabas febrilmente llevarme al infierno para evitarlo? –se burló Roth—esto es estúpido. No te creo ni una sola palabra.

-Acompáñame para que lo corrobores—masculló Ashton, perdiendo la paciencia—yo no estuviera aquí si no me encontrara asustado por lo que pueda pasar.

- ¿Y qué piensas que puedo hacer yo al respecto? Fui el duque del infierno, más no el mismísimo rey—espetó Roth.

-Si me permiten opinar...—intervino Cimeries detrás de Astaroth.

-Cierra la boca o lo empeorarás—lo reprendió el otro demonio.

-No, déjalo hablar—le pidió Aruma y Roth alzó las manos con las comisuras de sus labios hacia abajo, soltando la responsabilidad de controlar las palabras de su amigo.

Todos prestaron atención en Cimeries. Él se deslizó hasta estar frente a Ashton.

-En algún punto de mi larga existencia fui el Marqués y conozco el infierno como la palma de mi mano. Sé muchas maneras de entrar sin llamar la atención, pero la salida es algo difícil, más no imposible. Yo podría ayudarlos a filtrarse y llegar hasta Cian con sigilo para convencerlo de escapar antes de que ese mequetrefe de Gabriel cumpla con sus palabras.

- ¡Me parece perfecto! –canturreó Aruma, maravillada—me apunto a ir...

-De ninguna manera—arribaron todos al unísono, menos Cimeries, quién alzó las cejas con ironía al ver que todos ellos no tenían planeado exponerla de esa manera y que la protegerían con uñas y dientes si se daba el caso. Vaya locura.

-Parece que no escuchaste lo que dijo él—puntualizó Ashton con voz ácida—es difícil salir de ahí, incluso para nosotros que no somos seres terrenales—rodó los ojos, sulfurado—no está a discusión.

- ¡No es justo! Ninguno de ustedes tiene derecho a decidir por mí—protestó ella, buscando a Astaroth por ayuda, pero él era el segundo en desaprobar esa idea después de Ashton. Miró a los otros Mackenzie y ninguno dio su brazo a torcer. Era un suicidio—son unos idiotas. Quiero salvar a Cian y no van a detenerme. Más les vale aceptar que bajaré por él o tendrán que apañárselas con no verme de repente, porque iré yo sola si es preciso.

Ashton se frotó el puente de la nariz, meditando; mientras que Allen, con un gesto de derrota, se encogía de hombros. Astaroth se dio a la tarea de fulminar a Cimeries con la mirada desde que abrió la boca.

- ¿Cuántas posibilidades hay de que, si Aruma nos acompaña, ella salga ilesa de ahí? –dijo Ashton por fin.

El semblante de Roth se horrorizó, y la de ella se iluminó.

-La posibilidad de mantenerla a salvo es buena, si tenemos en cuenta que ella no se separá de nosotros ni un momento—le contestó Cimeries a Ashton.

-Perdiste la cabeza—escupió el otro demonio.

-No conoces del todo a Aruma—replicó el rubio con satisfacción—si se lo impedimos, nos sorprenderá apareciendo ahí a su manera. Así que es mejor que entre con nosotros y así la cuidaremos.

Elevando los ojos al techo, Tobias se cruzó de brazos y resopló antes de hablar.

-Si vamos a hacer un ridículo viaje de rescate a Cian, tenemos que planearlo bien y ejecutarlo cuanto antes, porque si es verdad de que el ricitos de oro está en camino para llevarse a Aruma, no tenemos mucho tiempo—sentenció.

-Yo opino que los que tienen que ir son Astaroth, Cimeries, Tobias, Ashton y Allen—argumentó Andrew con sabiduría—son los más capaces, sin contar a Aruma.

- ¿Y por qué yo no puedo ir? –se quejó Duncan.

-Porque tu tarea es vigilar a Elise junto conmigo—le respondió Andrew con dureza—y si protestas más, te encarcelaré.

Duncan se cruzó de brazos y se quedó callado con aire huraño.

-Es una tarea importante—Aruma se acercó al chico—recuerda que Elise es malvada y si Gabriel viene por ella, estaremos perdidos. Así que queda en ti que eso no ocurra.

Aquellas palabras lograron motivar al joven caído y se atrevió a regalarle una media sonrisa.

El aplauso hecho por Cimeries sobresaltó a todos y le enviaron una mirada de desprecio cuando este sonrió.

-Bien. Entonces iremos Allen, Astaroth, Tobias, Ashton, Aruma y yo—sentenció con excitación—mañana a esta hora a más tardar nos iremos. Debo prepararme totalmente para abrir el portal y, por ende, les recomiendo que descansen muy bien y reúnan alimento para el viaje, ya que allá abajo no habrá manera de conseguir algo comestible.

-Me resulta perturbador haber accedido a esto—expresó Ashton.

-En este momento deberíamos preparar todo para el viaje en vez de lamentarnos—sugirió Tobias.

Duncan fue el primero en abandonar la habitación y bajó a la sala. Los demás se fueron dispersando y Aruma escuchó como los Mackenzie se quejaban por el desastre que Ashton había dejado abajo. Parecía ser que el rehén se había vuelto polvo en lo que discutían y la cabaña estaba el doble de sucia que al principio.

Los únicos que se quedaron con ella fueron Ashton y Astaroth.

-Supongo que eres nuevamente inofensivo, así que bajaré a ayudar—carraspeó Astaroth. Y abandonó la estancia.

Aruma se acomodó el cabello detrás de las orejas y se sentó junto a él al borde de la cama. El perfil de Ashton se miraba más atractivo porque sus facciones estaban endurecidas y cuando él volteó a verla, ella tuvo que reprimir el impulso de abrazarlo. Solo pasó un día sin tenerlo cerca y lo había extrañado demasiado.

-Necesitas ducharte y cambiarte de ropa—observó ella con voz trémula—y tratar tus heridas...

-Estoy sanando poco a poco. Si duermo un rato, estaré bien—la tranquilizó y se recostó a lo largo de la cama sin dejar de mirarla—ven.

Ella parpadeó al verlo acariciar el colchón en el pequeño sitio que quedaba libre, muy cerca de él.

-Si quieres descansar, seré un estorbo.

-Estaré bien si estás aquí—señaló su brazo con una leve sonrisa cansada.

Aruma sonrió levemente y se deslizó hasta apoyar su cabeza en el brazo de él, quedando a una distancia muy corta. Sus rostros estaban a solo dos centímetros de rozarse y Ashton alargó su otro brazo para colocarlo sobre su cintura.

-No creo que esto sea buena idea—dijo ella en voz baja. Después de verlo en una faceta oscura, le avergonzaba muchísimo tenerlo peligrosamente cerca. Se miraba demasiado guapo, más de lo normal y obligó a su corazón a mantenerse sereno.

-Solo voy a dormir—susurró él, cerrando sus preciosos ojos con pasividad y sin quitarle el brazo de su cintura.

Ella sintió como poco a poco su respiración se hacía más relajada a medida que se quedaba dormido con rapidez y se preguntó si había dormido algo el día anterior, porque a juzgar por la manera de conciliar el sueño tan apresuradamente, era obvio que no.

Y al cabo de una hora aproximadamente, escuchó varias pisadas a través de la escalera de madera. No se movió porque deseaba permanecer por más tiempo junto a Ashton, pero esa persona se acercó lo suficiente a ella y le susurró al oído:

-Lamento interrumpir este encuentro romántico, pero debes bajar a comer algo.

-Bajo en un momento—gruñó en respuesta. Astaroth volvió a dejarla a solas con el ex arcángel.

Se mordió el labio inferior, contemplando el rostro de su amigo con fascinación. Habría continuado mirándolo por siempre de no ser porque eso se vería mal y porque tenía muchísima hambre.

Con cuidado, apartó su brazo de encima y lentamente se alejó de él hasta que por fin logró salir de la cama. Se quedó de pie, mirándolo por unos segundos más antes de echarse a correr por la escalera con las mejillas ruborizadas.

Abajo, encontró a Cimeries y a Andrew limpiando a conciencia. Andrew le indicó que afuera estaban los demás y ella asintió, saliendo al exterior.

El sol acompañado de la frescura natural de Escocia la recibieron con júbilo. Había un poco de nieve y el lago parecía estar a punto de congelarse por completo.

Vislumbró, a unos escasos metros de distancia, una pequeña fogata, acompañado de un asador rústico y casero, hecho totalmente a mano y a la carrera por la manera de estar posicionado sobre el fogón. El olor que despedía era delicioso. Olía como a carne asada. Se acercó un poco más y advirtió la presencia de los demás en torno a la comida, aunque bien, el único que se estaba haciendo cargo de cocinar era Roth. Su rostro estaba sonrosado por el caluroso fuego que hacia saltar algunas chispas de cenizas. Los otros chicos estaban charlando entre sí mientras acomodaban lo que parecía ser una pequeña mesa de madera en un claro que estaba a dos metros del asador.

-Aruma, ven, siéntate de una vez—la llamó Duncan y él se apresuró a sentarse también para apartarle un lugar.

Ella asintió y se movió lentamente hacia la silla que le correspondía junto al chico.

-¿Qué es lo que están preparando? Huele delicioso—comentó ella y su estómago emitió un gorjeo de protesta, haciéndola ruborizar. Duncan sonrió.

-Mientras dormitabas con Baker, Roth y Cimeries salieron a cazar—respondió con petulancia y una sonrisa orgullosa surcó su rostro—como no tenían éxito, me ofrecí a ayudarlos y conseguí localizar un ciervo macho.

- ¿Hay ciervos aquí? –preguntó Aruma, asombrada.

-Es un bosque, Aruma—rio—aunque tuvimos que buscarlos a fondo porque estaban muy alejados de nosotros.

-Me habría gustado ayudar—balbuceó, azorada.

-Ayudas bastante si mantienes controlado al rubio—señaló la cabaña con el pulgar y ella se echó a reír.

-No es que lo tenga controlado, es solo que...—sus palabras carecían de fundamento. No encontraba como explicarse o deslindarse de esa acusación que resultaba ser cierta. Y para colmo, sintió sus mejillas enrojecer, provocando que el chico riera de manera divertida.

-Escucha, sé perfectamente que amas a Cian—puntualizó, retomando un poco la seriedad—pero también sé que te sientes abrumadoramente atraída por Baker. Tu secreto está a salvo conmigo.

Aruma sacudió la cabeza, acalorada.

-Además, es tan obvio—opinó Roth desde el fuego, haciendo aire con una revista para incrementar su potencia. Al parecer, había estado al pendiente de la conversación—aquel que no te conozca, se daría cuenta de inmediato, por más que quisieras ocultarlo. Prácticamente eres como un libro abierto, cariño—se burló y ella se cohibió aún más.

Duncan frunció el ceño.

-Eres un fastidio, demonio—le espetó el más pequeño de los Mackenzie—tampoco es para que le digas todo eso.

-No la estoy insultando, ¿o sí? –se irguió, para mirarla fijamente a ella. El humo se elevó hacia arriba con ímpetu en cuanto dejó de hacerle aire.

-Tranquilo, Duncan. Roth simplemente está bromeando, ¿no es así? –le guiñó el ojo con complicidad, pero era más para ceder y no comenzar alguna pelea absurda.

-Sí, ¿por qué tan a la defensiva, chico? –inquirió el demonio sin comprender.

Pero Duncan lo ignoró e hizo una mueca.

-Eh, Astaroth, ¿ya está listo? –gritó Allen desde el lago. Él y Tobias habían estado charlando en la orilla.

- ¡Ya! –contestó el mencionado con el mismo tono—llamaré a los demás, acérquense a vigilar que no se queme.

Pocos minutos después, apretujados en las minúsculas sillas los unos a otros, comenzaron a devorar la jugosa carne de ciervo asada a fuego lento con gaseosas de acompañante. Ella quiso preguntar de donde habían sacado las bebidas, pero el hambre fue más poderosa, que se olvidó pronto de querer cuestionar la procedencia de aquel manjar. A pesar de que había frío, el fuego los calentaba y el sol los abrasaba cálidamente. Y, a decir verdad, el nuevo panorama la motivaba mucho más que en Moose Pass. Siempre había querido visitar tierras escocesas y aquello la entusiasmó; empero el recuero de Cian encadenado en el fulminante infierno por su culpa, la deprimió nuevamente.

De pronto, sintió una mano posarse sobre su antebrazo. Alzó la vista hacia Roth y él le regaló una sonrisa conciliadora. Ella devolvió el gesto a medias mientras engullía la carne, que en ese momento ya no le supo tan exquisita.

-Debes comer lo suficiente porque mañana nos aguarda un día muy tétrico en el inframundo—le aconsejó él con severidad, sin apartarle la mano de su extremidad.

Aquello la estremeció y se encogió en la pequeña silla.

-Ashton también tiene que comer—murmuró, dándole un sorbo a su bebida con timidez.

-Aruma, hay muchísima carne—interpuso Allen con una sonrisa—come todo lo que quieras. Sobrará para él y también para mañana.

Aruma asintió. Pero eso no le preocupaba, sino el hecho de que no estaba preparada psicológicamente para presenciar el infierno con sus propios ojos sin estar muerta aún. Buena o mala idea. Ese era el dilema. Sin embargo, estaba totalmente decidida a sacar de ahí a Cian. Él podría largarse de la manera más fácil, pero continuaba recluido por ella. Estaba soportando el dolor por ella. Para mantenerla a salvo y eso no lo podía seguir tolerando.

Terminaron de comer y ella fue la única de todos ellos en retirarse de la mesa. Se disculpó con una leve sonrisa tímida antes de volver a la cabaña para hacerle compañía a Ashton.

Él continuaba durmiendo. Había cambiado de posición y en ese momento tenía una almohada aferrada entre sus brazos con mucha fuerza. Aruma se mordió el interior de las mejillas, sopesando si sería buena idea quitarle la incómoda chaqueta negra y las botas del mismo color.

Rodeó la cama y se inclinó con lentitud hasta atrapar el cuello de la chaqueta. Se hundió en el colchón gracias a su peso y después empezó a quitársela con las manos temblorosas. Ashton gruñó en sueños, pero milagrosamente cooperó de manera inconsciente. Aruma le retiró por completo la prenda y saltó fuera de la cama. La dobló, la colocó sobre el buró y le quitó las pesadas botas.

Una vez que lo liberó de lo incómodo, el rubio se estiró a sus anchas en el colchón.

-Gracias.

Ella saltó del susto al escuchar su voz en un murmuro. Volteó a verlo y notó que sus ojos permanecían cerrados. ¿Lo habría imaginado? Se dispuso a dejarlo solo, pero nuevamente su voz la hizo detenerse a mitad del umbral.

-Vuelve a la cama conmigo—ronroneó, adormilado. La miraba con un solo ojo, y la mayor parte de su cara estaba enterrada en la almohada.

- ¿No quieres comer?

-No. Lo único que quiero es dormir...—repuso y Aruma abrió la boca para replicar, pero él continuó hablando con voz adormilada—contigo.

Aruma se quedó mirándolo con inquietud.

-Anda, ese rato estabas cómodamente a mi lado. Podemos repetirlo—sonrió dulcemente y solo porque había añorado verlo otra vez en su faceta angelical, no pudo negarse.

Se quitó los botines y se deslizó dentro de la cama junto a él, dándole la espalda. Y sin previo aviso, los fuertes brazos de Ashton la atrajeron hacia su cuerpo y la abrazó sutilmente, guardando un poco de distancia entre ambos para no incomodarla. Entonces, en un arrebato de confianza, Aruma atrapó una de sus manos y la colocó entre las suyas, acariciándole el dorso con los pulgares.

-No quiero te conviertas en un ser oscuro, Ash. Reflexiona. Fuiste creado para el bien y estarías en contra de tu propia naturaleza—le aconsejó ella en un hilo de voz, el cual sonó más a suplica.

Él suspiró, provocándole cosquillas a Aruma en el cuello gracias a su cálido aliento.

-Las circunstancias me obligaron a actuar como un imbécil. Sabes que jamás lo habría hecho si hubiera tenido elección.

-Pensé que de verdad te había perdido para siempre, Ash. Eres mi mejor amigo.

-Y yo pensaba que Astaroth lo era—bromeó.

-Es mi segundo mejor amigo—añadió ella, risueña—pero no debe escucharlo o se enfadará.

-Ha ganado demasiado terreno—observó con tono irónico.

- ¿Terreno? –se mostró confundida.

-Sí. Me refiero a que ahora ha tomado la autoridad absoluta en ti y en tus decisiones; creo que ni si quiera Cian se pone tan intenso—ahogó una risa nasal.

-Supongo que Roth me aprecia demasiado—se encogió de hombros sin dejar de acariciarle la mano—más que como mejor amigo, me cuida como un padre.

-No lo había visto de esa manera, pero sorprendentemente tienes razón. No he notado algún interés romántico hacia a ti, solo protector—acotó.

-Es un demonio muy amable—bromeó Aruma y Ashton soltó una risilla irónica.

-Tendré que vigilarlo más a fondo y descubrir sus verdaderas intenciones.

-No lo hagas. Él no me haría daño jamás.

-Y es por eso que debo saber lo que planea—sentenció.

Aruma giró bruscamente sobre su propio cuerpo para mirarlo a la cara con el ceño fruncido y cerciorarse si hablaba en serio o no, pero Ashton simplemente sonreía de oreja a oreja. Había sido una trampa para que ella quedara nuevamente cara a cara a él. Sonriendo, ella intentó girar otra vez, pero el rubio la inmovilizó y se acercó a su frente para depositarle un beso fugaz que la estremeció.

- ¿El infierno es tan horrible como lo describen? –aventuró a preguntarle al chico cuando estuvieron un breve lapso en silencio, observándose y sonriéndose.

-Más que horrible, es colosal y hervoroso. Para las almas en desgracia, es agobiante porque están encadenadas a soportarlo por la eternidad. Y ahora que un humano vivo va a descender, sentirás una sensación abrasadora y tendrás que ser muy perspicaz para no entrar en contacto con nada que haya ahí abajo. Te voy a proteger y cuidar, pero debes tener en cuenta que, si llamas la atención, todos los demonios saltarán sobre ti y será imposible salir ilesos de ahí. Vamos a ir de infraganti. Y veas lo que veas, trata de no asustarte o demostrar el miedo, ellos son unos maestros en detectarlo, sin decir que jamás nadie con vida ha bajado hasta sus aposentos. El terreno es inabordable, por eso ni se te vaya a ocurrir separarte de nosotros o no querrás caer al fuego infernal—le respondió tranquilamente. Aruma entornó los ojos con horror.

- ¿Y cómo encontraremos a Cian en ese espeluznante sitio?

-Cimeries y Astaroth conocen el lugar a la perfección y conocen atajos por donde podremos acceder. Y, de todas maneras, no será difícil percibir el rastro de Cian, puesto que es el único que posee un poder insólito, que radica sobre ellos. Es como si buscáramos una ballena en un lago lleno de peces diminutos, pero bajo el radar del dueño de todos ellos que vigila desde afuera.

Ella asintió y tragó saliva, imaginándose ese panorama de terror.

- ¿Las almas continúan teniendo rostro o son simples siluetas? –quiso saber, intrigada. Tenía que estar preparada para ver la verdad que todos los humanos deseaban saber.

-Azazel es demasiado desgraciado, Aruma. Así que los mantiene como seres corpóreos con sus rostros y todo. A simple vista parecen humanos normales ardiendo en fuego, pero no son más que una fachada, ya que son sus almas.

- ¿Te refieres a que miraré millones de almas pecando, similares a personas vivas en medio de llamas infernales? —cuestionó, abrumada. Él asintió y apretó los labios.

-Es por eso que no quiero que vayas.

-Tengo que ir—repuso con decisión.

-Lo sé—bufó y le apartó el flequillo del rostro—pero debes prometerme que, aunque escuches que griten tu nombre para que los ayudes, no voltearás a verlos ni una sola vez.

- ¿Por qué no? ¿Y por qué habrían de saber mi nombre? –frunció el ceño.

-Puede que te encuentres con familiares ahí—dijo—y también los propios demonios tratarán de tentarte. Ellos no te tocarán directamente si en caso te ven, ya que pensarán que te estaremos custodiando para algo peor; pero van a intentar manipularte.

A ella le dio escalofríos.

-Escucha, Aruma. Si sigues mis indicaciones, todo resultará bien, ¿de acuerdo? Nada de lo que exista abajo debe distraerte de salvar a Cian.

-No te preocupes. Gracias por explicarme lo que no debo hacer—dijo con una leve sonrisa, pero por dentro, se estaba muriendo de miedo.

-Yo también percibo muchas cosas—le oyó decir y lo miró con perplejidad—estás muy asustada justo ahora, cielo. Pero no debes estarlo. No estás sola, jamás lo estarás.

-Es inevitable no sentirme aterrada, Ash. Es complicado, ¿sabes? Añoro tener a Cian a mi lado, pero con tenerte conmigo me dan fuerzas para seguir intentándolo. Haces que quiera ir directamente a partirle la cara a Azazel hasta su reino.

Entonces, sin previo aviso, Ashton Baker rompió a reír genuinamente. Y Aruma se deleitó nuevamente con su sonora risa dulce y contagiosa.

-Ciertamente no eres la única que tiene el deseo de darle una paliza a ese estúpido de una vez por todas—coincidió él, luego de reír.

- ¿Por qué Cian no solamente lo extermina?

-Porque el poder de Azazel es semejante al de Dios todopoderoso. Y Cian solamente podría herirlo, más no asesinarlo.

- ¿Y por qué Dios no acaba con él?

-Créeme que lo ha considerado, pero lo necesita para que gobierne el inframundo y le dé su merecido a los arrogantes humanos que optaron seguir el pecado.

- ¿Y él sabe lo que está pasando ahora mismo?

-Dios sabe todo, cielo. Incluso lo que pensamos y lo que pasará en el futuro. Él es perfecto y todo lo hace por una razón. Nadie tiene derecho a juzgarlo o a criticarlo.

- ¿O sea que él sabe lo que pasará al final de cuentas? –Ashton asintió— ¿y no va a ayudarnos? ¿No va a interferir?

-Todos nosotros lo estamos desobedeciendo, Aruma—añadió con voz áspera, ella se estremeció— ¿acaso crees que él bajará personalmente a ayudarnos, luego de no acatar sus órdenes? –la fémina bajó la mirada, avergonzada—él está siendo tolerante a nuestras acciones. Los humanos saben y han entendido esto, pero que no les importa en lo más mínimo: Dios nos da el libre albedrío. Nos da a elegir y nosotros decidimos si estar con él o lanzarnos al pecado.

-El creador solamente nos está observando, aunque prácticamente sabe cómo va a terminar esto—murmuró Aruma. Ashton volvió a asentir.

-Sin embargo, nosotros tenemos un motivo para actuar diferente. Queremos desenmascarar a Gabriel y a todos los que estén implicados en este problema—farfulló el joven rubio.

-Él debe saber que Gabriel está tramando algo.

-Sí. Lo sabe, es obvio. Pero no piensa interferir, aunque podría enviar nuevamente a Aniel y más potestades para que haya refuerzos. No lo sé.

Hubo un breve silencio por parte de ambos. Aquella información era muy importante para Aruma y se quedó un momento reflexionando; y de pronto, su expresión se tornó sombría y lúgubre.

-Mi alma ya está condenada, Ashton. Cuando muera, voy a estar sometida junto con los de allá abajo—resopló, resignada—por un lado, es bueno que eche un vistazo al sitio donde vagaré eternamente, pero por el otro, me traumaré.

-No vas a condenarte—siseó Ashton—no lo vamos a permitir. Llegaremos a un acuerdo con Azazel, además, ¿crees que Astaroth lo va a tolerar, si gracias a ti él ascendió al mundo humano, haciéndole ver de otra manera la humanidad?

-Tus palabras me tranquilizan. Eres la medicina de mi vida, Ash—se obligó a sonreírle forzadamente, aunque en su interior, estaba hecha pedazos y él lo sabía. Podía ver y percibir todo de ella, aunque tratara de ocultárselo.

En vez de dormir, se la pasaron conversando por bastante tiempo y luego de un par de horas, se quedaron profundamente dormidos. A Aruma le costaba muchísimo conciliar el sueño, pero cuando estaba con Cian o con Ashton, cualquier dificultad se disipaba, haciéndola sentir muy bien.

Y fue por eso que Astaroth se encargó de cubrirlos con una cobija a ambos. Cuando subió a verlos, su primera impresión fue de susto y después se relajó. A aquel demonio le agradaba verla serenada y a gusto, y si tenía que soportar ver aquella escena con el antiguo arcángel, lo haría. Extrañamente, deseaba su bienestar. Y estaba seguro que ahora ya no podría vivir sin ella o estar lejos. Era como un imán enorme que lo atraía hacia esa humana. Y no de forma romántica o sexual, simplemente la veneraba, respetaba y la quería. Incluso si tenía que arremeter en contra de Azazel, su antiguo jefe, lo haría; ¿por qué? No lo sabía, pero lo haría... por ella. Por Aruma Kirkpatrick, la joven humana de rostro sombrío, ojos grises, mirada intensa y sonrisa melancólica; que estaba poniendo al cielo y al infierno en una guerra decisiva y mortal.

-Tu mirada es de dolor, ¿te sucede algo, amigo?

Roth saltó del susto al escuchar a Cimeries de repente. El demonio negó con la cabeza y se abrió paso afuera de la habitación. El ex marqués lo siguió escaleras abajo. Uno de los Mackenzie se hallaba tumbado en los sillones, probablemente intentando dormir un poco porque en la otra habitación de arriba estaba ocupada por los otros.

-No me sigas—refunfuñó Roth al tiempo que salía de la cabaña, pero Cimeries le hizo caso omiso y fue tras él, soportando la baja temperatura sin abrigo.

-Necesitamos hablar, amigo, y lo sabes—aguijoneó el ex marqués con una sonrisa quisquillosa de por medio.

- ¿Sobre qué? –masculló Roth, y tropezó. Logró equilibrarse gracias a un árbol. Cimeries se burló de él sin dejar de seguirlo y eso lo enfureció—lárgate de mí vista, idiota.

El cielo estaba nublado y el clima comenzaba a hacerse más frío.

-Estoy comprendiendo poco a poco la razón por la que todos perdieron la cabeza y sucumbieron a proteger a Aruma Kirkpatrick—dijo Cimeries, dejando a un lado su tono juguetón. Roth dejó de caminar y no se volvió. Se quedó estático en su sitio con los puños cerrados a sus costados—Abbadon y Remiel se enamoraron de ella, y, por ende, el resto de los caídos se hicieron amigos de ella. Y la chica me ha tratado como una persona, no como un demonio; y eso me terminó por convencer que es una humana muy valiosa.

-Me alegro que hayas entendido—espetó Roth con los dientes apretados—ahora, déjame en paz.

-Sin embargo—continuó diciendo el ex marqués, terminando la paciencia de Roth—tú afición por protegerla aún no me queda claro. Sé que te invocó, pero la exageración con la que la cuidas es extraña e interesante. No percibo amor o atracción hacia ella. Es algo más.

Astaroth apretó todavía más los puños y las mandíbulas. Bruscamente se volvió para mirarlo a la cara. Cimeries retrocedió unos pasos. Su amigo pocas veces se enfadaba en serio y se sintió intimidado por la mirada colérica que le envió.

-No te metas en mis asuntos, Cimeries, porque soy capaz de olvidar que eres mi amigo.

-Solo quiero que me confieses lo que sientes por ella—suplicó con voz trémula—me resulta inquietante sufrir por el propio sufrimiento de esa humana.

-Yo tampoco sé por qué me afecta tanto—admitió, y toda la furia en su interior se fue apagando y su amigo se acercó un poco a él—al principio pensé que era por la invocación y por adueñarme de su alma, pero después comprendí que se trataba de algo más fuerte. Hasta el momento sigo sin respuestas, no obstante, me tiene sin cuidado. Mientras ella esté a salvo, no tengo de qué preocuparme. La quiero, pero no románticamente como Cian o Ashton, ni como los Mackenzie la quieren. Es difícil saber por qué. Y ahora que te lo he dicho, espero me dejes de molestar.

Astaroth se alejó unos pasos de él y se fue perdiendo de vista dentro del frondoso bosque, dejando a Cimeries con más interrogantes que antes.

Cuando el anochecer hizo acto de presencia, tanto Aruma como Ashton despertaron de su estupenda siesta de más de cinco horas seguidas.

El antiguo arcángel se ruborizó en cuanto su estómago emitió un gruñido demandante y desvió la mirada de los ojos acusadores de Aruma.

-No hay pretexto que valga ahora, Ashton. Vas a comer algo, quieras o no—le ordenó con voz autoritaria. Él se limitó a asentir.

-Me pondré mi chaqueta y las botas. En un momento te alcanzo—replicó, sin mirarla e inclinándose para alcanzar uno de sus calzados. Su cabello dorado y alborotado brilló por debajo de la luz brillante de la bombilla.

Asintiendo, Aruma abandonó la habitación y se asomó a la otra en donde encontró a tres de los Mackenzie tumbados en la angosta cama. Allen, Andrew y Tobias. Duncan probablemente estaba abajo montando guardia con Cimeries y Astaroth afuera del sótano donde Elise se hallaba. Y de pronto se preguntó si le habrían dado de comer a su ex mejor amiga.

Descendió a grandes zancadas y vio a Duncan con Cimeries solamente. Roth brillaba por su ausencia. El par de chicos hablaba animadamente al borde la puertecilla del sótano sin preocupación alguna. Y aunque Duncan parecía estar muriéndose de sueño porque tenía los ojos hinchados e inyectados en sangre, y lucía unas enormes ojeras, se miraba completamente tranquilo y contento de hacer algo útil. Aruma quiso comentarle que la habitación que ella había estado ocupando ya estaba disponible, pero sopesó la idea de decírselo o no, puesto que no sabía si eso iba a herir su ego de chico centinela.

-Ashton bajará a comer algo—les informó. Los dos volvieron a verla—por cierto, ¿le dieron de comer a Elise?

-Sí, bajé cuando terminamos de comer y se rehusó a probar bocado—contestó Duncan sin expresión alguna—supongo que es su modo de protesta porque la tenemos cautiva.

Aruma hizo una mueca de fastidio y volteó hacia la escalera en donde Ashton venía descendiendo.

-Duncan, ¿podrías darle de comer a Ashton? Yo me haré cargo de Elise.

El menor de los Mackenzie miró al rubio con los ojos estrechados.

-Ven, Baker, sígueme a la cocina—lo llamó. El ex arcángel se encogió de hombros y lo siguió.

La cocina era diminuta y solo estaba a escasos diez pasos de la sala. Una puerta corrediza era lo único que los dividía.

- ¿Y Roth? –preguntó Aruma a Cimeries con preocupación.

-Fue a dar un paseo al bosque desde hace unas horas. Volverá pronto, no te preocupes.

Aruma asintió.

- ¿Y la comida de Elise?

-Aquí está. La envolvimos con papel aluminio para evitar que se enfriara más—le dijo y le entregó una bandeja con un plato envuelto en aquel reluciente papel, junto con una bebida.

Ella tomó la bandeja y se acercó a la puertecilla. La chica ni si quiera tuvo que pedir ayuda verbalmente, puesto que, con solo mirar al demonio, este se apresuró a levantar la compuerta.

- ¿Quieres que te acompañe? –se ofreció él, apretando los labios.

-Preferiría que te quedaras montando guardia aquí mismo. Cualquier cosa te gritaré.

Con pasos decididos, se adentró al interior de aquel sótano rústico. Las escaleras eran de piedra maciza al igual que las paredes. Cuando por fin se acabaron los escalones, un largo pasillo iluminado por lámparas de aceite se cernió frente a ella. Contó alrededor de diez pasos para salir de aquel pasadizo tenebroso y una luz más brillante, proveniente de una bombilla adherida al techo de piedra la cegó por varios segundos. Cuando sus ojos se acoplaron a la nueva luminosidad, se percató que había llegado finalmente al sitio donde Elise estaba prisionera.

No es que fuera un pequeño fuerte para emergencias, pero estaba equipado con una comodidad necesaria. Un sofá, una pequeña mesa con una silla, y una cama individual. Había estanterías con numerosos libros en cada esquina. Escrutó la estancia rápidamente en busca de la chica y la vio sentada en el suelo, en el rincón más apartado, con las piernas dobladas al pecho y los brazos alrededor de las mismas. Su cara estaba enterrada en sus rodillas, y se alcanzaba a escuchar un sollozo por parte de ella, pero era leve y apenas perceptible.

-He dicho que no quiero comer—gimió la rubia, sin saber quién era.

-Tienes que hacerlo porque de lo contrario, te enfermarás—repuso Aruma.

La reacción de Elise fue de sorpresa y a la vez de odio, mezclado con desprecio. No se levantó, simplemente recargó la barbilla sobre sus rodillas, mirándola con sus petulantes ojos azules que parecían querer asesinarla. En sus mejillas llenas de polvo se notaba las huellas de las lágrimas secas que se abrieron paso hasta desaparecer. Su expresión después cambió a decepción.

-A ustedes les da igual que yo muera o sobreviva—graznó.

-Agradece que ellos no te colocaron en un sitio horrible.

-Me tienen prisionera porque me odian y me tienen miedo, Aruma—espetó con repugnancia—ni si quiera tenía idea de que era la verdadera reencarnación de esa loca, y hasta el momento dudo que lo sea. Es decir, ya habría despertado, ¿no? He intentado que su alma despierte dentro de mi cuerpo, pero es inútil—se rio ásperamente—esto es una mierda. Aunque debo admitir que suelo sentir unas llamaradas de fuego en mi pecho y oleadas de odio en todo mi cuerpo. Pero cuando estoy a punto de sucumbir a ese éxtasis, estas malditas cadenas me electrocutan de manera salvaje, dejándome estremecida.

- ¿Qué cadenas? –Aruma dejó la bandeja de comida en la mesa. Adoptó una expresión desafiante y cautelosa.

-Estas—le señaló Elise, incorporándose del suelo con brusquedad. Aruma percibió unas largas cadenas brillantes ancladas al suelo adheridas a sus tobillos y muñecas sin miramientos que se volvían invisibles cuando la chica se quedaba quieta. Eran lo suficientemente largas para que ella deambulara por el estrecho sótano, pero no tanto para atravesar el pasillo y salir.

-Lamento tanto haberte metido en todo esto, pero tarde o temprano teníamos que saber la verdad de tu naturaleza. Imagina que no nos hubiéramos conocido, ¿Qué estarías haciendo ahora tú sola, cargando con este problema, sin tener a nadie más?

-Eres una zorra. Me restriegas a la cara que gracias a tu seducción exitosa con Ashton y Cian, me tienen compasión y me mantienen aquí por mi seguridad—ladró con cólera e hizo el ademán de acercarse a ella, pero las cadenas tiraron de sus extremidades con fuerza hasta hacerla caer al suelo— ¡Tú simplemente estás feliz, viéndome sufrir! Recuerda que fui yo la que te hizo pertenecer a un sitio, la que jamás te menospreció en la universidad cuando todos te odiaban. ¡Yo siempre te apoyé!

-Y te lo agradezco. Hiciste que mis días fueran mejores. Por eso te estoy protegiendo, Elise. Te estoy protegiendo de la maldad que reside en tu interior y de las manos de Azazel y Gabriel. Ellos acabarán contigo si llegan a tocarte.

-Gabriel me ama—titubeó—o al menos eso me hizo creer.

Aruma inhaló profundo antes de obligarse a sonreír tenuemente.

-Por favor, come. Está delicioso—se inclinó a recoger la bandeja y Elise estrechó los ojos—te lo dejaré aquí entonces.

La fémina volvió a dejar la bandeja en la mesa y se acercó al pasillo oscuro con determinación.

-No te vayas.

Volteó a ver a su antigua amiga con incertidumbre.

-Quédate. No me gusta estar aquí abajo sin poder hablar con nadie.

-Si me quedo, ¿prometes comer?

-Sí.

-Está bien.

Elise Kingston se resistió a comer cuando se sentó a la mesa con la bandeja a escasos centímetros de sus manos y Aruma tomó asiento en el sofá con la vista puesta en ella.

-Hazlo—le instó con suavidad.

Y en cuanto la rubia probó el primer bocado, se le iluminaron los ojos y comenzó a degustar de manera agresiva la comida. Solo hacía pausas para respirar, darle sorbos a la bebida y continuar devorándose su generosa ración.

El cabello rizado y rubio de Elise le impedía comer con satisfacción, por lo que Aruma se acercó minuciosamente a ella y le acomodó el flequillo detrás de las orejas, el cual había crecido desde la última vez que se fijó.

-Así está mejor.

-Tu cabello también ha crecido, ¿lo notas? –balbuceó Elise con la boca llena—ahora es más un corte de estilo pixie que de chico, el que solías usar.

-Sí, las circunstancias han hecho que no pueda ir a cortármelo otra vez—se acarició con aire pensativo el cuello donde su cabello descansaba.

-Supongo que te hacía falta un cambio—observó—yo desearía poder cortármelo como tú, pero mi cabello es rizado y adoptaría la forma de un arbusto.

Y tras un silencio repentino, ambas chicas echaron a reír ante el chiste.

-Podría intentar cortarte un poco las puntas si te sientes agobiada—se ofreció Aruma dejando de reír.

-No, descuida. Lo que deseo es poder trenzarme, pero no puedo hacerlo yo sola.

- ¿Tienes alguna liga para el cabello?

-Sí.

Elise le extendió el brazo y Aruma le quitó la liga color negra. Se colocó detrás de la rubia y comenzó a peinarla con los dedos para desenredárselo.

Al cabo de quince minutos, terminó de trenzarla y ella de comer. La hermosa y larga trenza color del oro se deslizaba por la espalda de Elise, haciéndola lucir mejor. Ya no tenía su flequillo molesto en el rostro y su rostro se miraba de mejor humor.

-No debes estar mucho tiempo aquí. Vámonos.

La voz de Astaroth hizo eco en las paredes rocosas del sótano y las dos dieron un respingo.

-Solo la estaba peinando...

Pero él no le dio tiempo a Aruma de darle explicaciones, la tomó de la muñeca y tiró de ella en dirección al pasillo oscuro. Ni si quiera pudo despedirse de Elise.

Cuando subieron la escalera de piedra, Aruma se apartó de su agarre con rudeza y lo miró con cara de pocos amigos. Pero nuevamente él la sujetó con más fuerza y ahora de ambas muñecas con una sola mano, inmovilizándola y haciendo que ella hiciera una mueca de dolor.

- ¿Cuál es tu maldito problema, Roth? –vociferó, molesta. Cimeries, que estaba cabeceando en el sofá, abrió los ojos de repente, muy asustado por la confrontación.

-Ella—ladró encolerizado y señaló el sótano con la barbilla.

-Lilith aún no ha despertado en su interior, así que sigue siendo mi amiga Elise—le gritó, irritada.

-Oigan, tranquilos... —balbuceó Cimeries, pero Aruma y Roth lo fulminaron con la mirada, haciéndolo callar.

De la puerta corrediza que dividía la sala de la cocina salieron Duncan y Ashton con expresión perpleja para identificar de donde provenían los gritos.

- ¿No te das cuenta que ella está maldita? –se defendió Roth de manera mal humorada—es astuta y haría lo posible por escaparse a los brazos de Gabriel o Azazel, dependiendo su humor. O quién sabe, tal vez a los brazos de Cian.

- ¡Suéltame, me haces daño! –chilló Aruma y lo empujó, liberándose por fin de su agarre. Las muñecas le quedaron punzando de dolor, enrojecidas y ceñidas por los dedos de él.

Astaroth trastabilló hacia atrás sin perder el equilibrio. Parpadeó varias veces tratando de enfocar la vista y se agarró la cabeza. Gimió de dolor y acto seguido, pasó empujando con el hombro a Aruma para subir al piso superior.

Los presentes, a excepción de Aruma, se quedaron boquiabiertos. Cimeries se debatió unos instantes y al final de cuentas, corrió detrás de su amigo.

-Voy a volverme loca—jadeó ella y se sentó en posición de loto en el suelo de madera.

Ashton la imitó junto con Duncan. Los dos chicos tomaron asiento frente a ella con expresión preocupante.

- ¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué se pelearon? –cuestionó Ashton con voz serena, pero sus ojos demostraban preocupación y cautela al mismo tiempo; y no dejaban de observar sus muñecas.

Aruma no respondió. Se cubrió las marcas de las muñecas con su abrigo para evitar el escrutinio del ex arcángel.

-Aruma, es raro que tengas enfrentamientos con él. Es decir, desde que lo invocaste se han llevado bastante bien—puntualizó Duncan y ella asintió, dándole la razón.

La chica sacudió la cabeza en negación y soltó el aire contenido en sus pulmones.

-Perdió la cabeza cuando me encontró con Elise allá abajo—explicó sin entrar en detalles—me sacó bruscamente del sótano como si me hubiese encontrado besándome con Gabriel o algo parecido.

Ashton la miró con el ceño fruncido, tratando de comprender la reacción de Roth y Duncan entornó los ojos.

-Puedo hablar con él si quieres—se ofreció el rubio sin borrar el ceño profundo en su frente.

-No. Lo mejor será que descansemos un poco porque mañana nos espera un viaje muy poco convencional—se negó Aruma.

-Yo no creo poder dormir nuevamente. He dormido todo el día—Ashton se encogió de hombros.

Aruma volteó a ver a Duncan. Ashton hizo lo mismo.

El chico ahogó un bostezo, tratando de cortarlo y vaciló, dándose cuenta que la manera de disimular su sueño fue un fracaso. Fingió indiferencia; e intentó evadir la mirada de ellos dos.

-Duncan, ve a dormir—le ordenó ella.

-Mi deber es vigilar el sótano—gruñó.

-Es nuestro turno—replicó Aruma y le dio un codazo a Ashton— ¿no es así?

-Por supuesto, chico. Ve a dormir un poco—acotó el antiguo arcángel.

Pero Duncan los miró mezquinamente con los ojos como rendijas.

-Me tratan como un chico real que su edad oscila los veinte—protestó— ¿Acaso no se dan cuenta que soy un ángel caído? Puede que haya sido el último de caer al pecado, pero tengo miles de años. Y eso lo sabes de sobra, Baker.

-Jamás he dicho lo contrario—bromeó el rubio y señaló a Aruma con la barbilla—pero eso debes decírselo a Aruma. Ella es la que te ve como un infante.

El menor de los Mackenzie posó su mirada herida en ella.

-Existo desde antes que la humanidad—siseó—no puedes tratarme como un chico humano veintiañero, por más que mi apariencia te obligue a hacerlo.

Aruma se ruborizó. Duncan tenía razón. Ella a pesar de saber que era un ser inmortal de miles de años de antigüedad, no podía dejar de verlo como el primo pequeño de Cian.

-Lo siento. Solamente quiero que repongas fuerzas, ¿está mal que me preocupe por ti, Duncan? –ella lo miró de manera perspicaz, tomándolo por sorpresa. Ahora él se había ruborizado hasta las orejas.

Ashton rio entre dientes y meneó la cabeza de un lado a otro, burlándose del caído.

-En serio, ve a dormir, Duncan—repitió el rubio, dándole una mano a Aruma.

-De acuerdo—resopló el mencionado y se puso en pie con la cara ardiendo—espero que haya algún sitio disponible para mí en la habitación donde están mis primos.

-Usa la cama que ocupé—dijo Aruma y de pronto recordó que Roth y Cimeries habían subido—oh, espera, creo que está ocupada, maldita sea—maldijo.

-No—le contradijo Ashton—Astaroth y Cimeries abandonaron la cabaña a través de la ventana. La habitación está vacía y disponible para el chico.

Aruma hizo una mueca de decepción y asintió en dirección a Duncan.

-Es toda tuya—le sonrió de vuelta al Mackenzie más joven al tiempo que este subía rápidamente la escalera.

Quedaron completamente solos en sala.

- ¿Te duelen las muñecas? –le preguntó Ashton al cabo de dos minutos, mirándolas por debajo de las mangas del abrigo. Ella se revolvió incómoda.

-Un poco. Pero no importa. Sé que Roth no quería hacerlo—se encogió de hombros.

-Claramente no. Mañana averiguaré por qué perdió el control.

-No. Déjalo. No quiero que te enfrentes a él. Encontraré la manera de aclararlo—dijo atropelladamente y él estuvo de acuerdo.

El reloj empolvado que estaba encima de la chimenea marcaba pasada la medianoche. Ashton se incorporó del suelo de madera y la ayudó a levantarse. Tomaron asiento en los sillones y se quedaron en silencio un largo rato. Él se encargó de apagar las luces y dejar una lámpara a sus pies para calentarse. Pero había demasiado frío para sobrevivir con eso, por lo que se dio a la tarea de colocar leña dentro de la cavidad de la chimenea y encender el fuego con un encendedor. Tuvo que batallar bastante para conseguir que las llamas tomaran fuerza, pero finalmente el calor los abrasó de manera cálida y reconfortante.

Ashton volvió a su asiento con la vista fija en ella; pero Aruma miraba fijamente la puerta con la respiración descontrolada.

-Cimeries fue con él. Va a estar bien—le brindó ánimos. Ella volteó a ver a su rubio amigo y se encontró con su intensa mirada que reflejaba las llamas de la chimenea.

-Sé que odia a Elise, pero no es para que perdiera los estribos y me maltratara—susurró con voz melancólica—jamás habíamos discutido—y de pronto se sorprendió a sí misma riendo irónicamente mientras sus ojos se llenaban de lágrimas, las cuales impidió salir al parpadear varias veces—es patético.

- ¿Qué es patético? –preguntó Ashton. Su expresión era neutral.

-Que me sienta así por él—ella volvió a soltar una carcajada irónica— ¿acaso no lo es? Lo conozco de poco tiempo, y aparte de que es un demonio, no debería haberle tomado aprecio—elevó los ojos al techo y recargó la cabeza en el respaldo del sillón—además, fue una pelea estúpida, la primera de hecho; y ahora me encuentro preocupada por él, a sabiendas que puede cuidarse perfectamente.

-Lo quieres—afirmó Ashton, curvando una de las comisuras de sus labios hacia un lado. Una sonrisa torcida.

Aruma cerró los ojos y asintió.

-Lo quiero mucho—confesó, derrotada. Abrió nuevamente los ojos y lo miró—pero no de la forma que piensas. Es un amor diferente. Como de hermanos, tal vez. No lo sé. Y me resulta perturbador tenerlo lejos.

Para ese momento, Ashton se había inclinado hacia ella y le había pasado el brazo por encima de los hombros, atrayéndola a su pecho.

-Él también te quiere—le oyó susurrar a su amigo—y es de la misma forma que tú lo quieres.

Los ojos grises de ella se entornaron. ¿Roth también la quería con la misma intensidad? Era imposible. Aunque todas sus atenciones para con ella y sus palabras de consuelo podían acreditar lo que Ashton le decía.

Es difícil creer que alguien te quiere de verdad en un mundo hecho de mentiras.

-Jamás me lo ha dicho, o bueno, no que yo recuerde.

- ¿Y tú se lo has hecho saber a él? –inquirió Ashton. Ella negó con la cabeza—ahí está. Podrías decírselo cuando vuelva. Expresa lo que sientes, cielo. Nadie te juzgará. A estas alturas, no es extraño que le hayas tomado cariño a un ser del pecado.

-Nuestras acciones hablan por nosotros. Él de seguro ya lo captó.

-Quizá—chasqueó la lengua—hace unas horas, cuando vine por él, te interpusiste en mi camino con tal de defenderlo y apuesto que eso lo dejó con interrogantes y con mucho material para pensar.

-La verdad es que yo estoy dispuesta a dar mi vida por todos ustedes—admitió ella con naturalidad, tomándolo desprevenido. Por un segundo, Ashton se quedó impresionado por sus palabras y después retomó su expresión neutral.

-Nos quieres—sentenció, satisfecho. Aruma asintió, con las pupilas dilatadas—y nosotros a ti, créeme.

Ella recargó la frente en el hueco del cuello y del hombro de Ashton, acomodándose para dormitar un rato en lo que sus amigos regresaban. El berrinche de Astaroth no iba a durar para siempre.

Sin embargo, sin saber con exactitud la hora, despertó. Parpadeó, enfocando la vista a su alrededor y se encontró en la misma posición en la que se había dormido, solo que Ashton mantenía recargada su barbilla sobre su cabeza, y a juzgar por la flacidez en su cuerpo, en algún punto se quedó dormido también. El fuego de la chimenea había perdido intensidad y la lámpara estaba a punto de apagarse por completo. Dirigió la mirada hacia la puerta y suspiró. Roth no iba a volver esa noche y tal vez, tampoco Cimeries. Resignada, se deslizó fuera del alcance de Ashton y subió a hurtadillas por unas cobijas; y se quedó paralizada a mitad del umbral de la puerta de la habitación.

Junto a la ventana, de espaldas de ella, estaba Roth, peleando en siseos con Cimeries, que estaba delante de él, demasiado ocupado para verla en medio de la oscuridad.

-Uno de los dos tendrá el honor de dormir en esa cama—siseó Roth.

-El caído está ahí—masculló Cimeries de vuelta— ¿por qué no lo sacamos y dormimos los dos ahí?

Aquello último fue lo que encendió la ira de Aruma. Se habían largado por horas y todavía tenían el descaro de volver a través de la ventana sin avisar; y además de ello, querían echar a Duncan de la cama como si nada. Quería a Roth, pero no lo iba a permitir.

-Duncan se ha ganado el derecho de dormir solo en la cama por esta noche—gruñó ella.

Los dos demonios saltaron del susto y se volvieron hacia la silueta oscura que le pertenecía a Aruma debajo del umbral.

-Dijiste que estaba dormida—ladró Roth entre dientes en dirección a Cimeries.

-Lo estaba—titubeó el otro y la miró pese a la oscuridad— ¿Qué haces despierta, Aruma?

-Esperándolos, por supuesto—espetó, irritada. Se movió dentro de la habitación y a tientas agarró una cobija. Suspiró y avanzó hacia la salida—pero mi preocupación fue en vano—alargó la mano y sujetó el pomo de la puerta, dispuesta a cerrarla—buenas noches—subió un poco la voz y antes de cerrar y de marcharse por completo, se volvió hacia ellos con frialdad, sobresaltándolos—si descubro que echaron a Duncan de la cama, les daré una paliza.

Azorada, bajó la escalera con incertidumbre. Logró llegar hasta el sofá donde Ashton continuaba durmiendo y se encargó de ponerle la cobija encima. Se deslizó bajo su brazo nuevamente y se obligó a dormir.

Al día siguiente, el olor a carne le hizo abrir los ojos. Gracias a que su estómago se estaba portando debidamente goloso, se dio cuenta que despertarse temprano había sido buena idea. Giró la cabeza hacia donde debería haber estado su amigo, pero no estaba. Se quitó la cobija de encima y se estiró perezosamente. Bostezó, despreocupada y miró el reloj sobre la chimenea. Siete en punto. Perfecto. Cimeries había mencionado que alrededor de las once de la mañana llevarían a cabo el viaje y eso le agradó, el hecho de tener un poco de tiempo para prepararse.

Recogió la cobija, se estiró una vez más y subió a regañadientes a cepillarse los dientes en el cuarto de baño que estaba junto a la habitación donde había sorprendido a Roth y a Cimeries en plena madrugada después del berrinche.

Ni si quiera se tomó la molestia de corroborar si Duncan seguía en la cama o en el suelo. El menor de los Mackenzie estaba despierto, y lo sabía porque lo había escuchado hablar en el exterior junto con Ashton y los otros. Los únicos que estaban todavía en las profundidades del sueño eran Cimeries y Roth. Por el rabillo del ojo alcanzó a ver sus siluetas esparcidas en el suelo de manera incómoda.

Una vez que terminó de hacer sus necesidades y cepillarse los dientes, entró por fin a la habitación a dejar la cobija doblada al borde de la cama.

Resopló, fastidiada y se volvió para marcharse, pero una mano fuerte que tanto conocía la sujetó del tobillo, evitando que avanzara.

Ella no se molestó en voltear a verlo. Apretó las mandíbulas y esperó.

-Los seres humanos son necios y tercos por naturaleza, pero, ¿sabes? Los demonios somos peor—le escuchó mascullar. Su voz era ronca, causada por la somnolencia. Aruma empuñó las manos, deseosa de darle una patada—lo siento. En verdad lamento haberme portado como infeliz. No debí tratarte mal.

-Nadie nunca me había sujetado bruscamente como lo has hecho tú, ni si quiera Gabriel—repuso ella, dolida—me ha quedado marcas de tus dedos y duele.

La mano de Roth apretó su tobillo, pero con suavidad.

-Perdóname—graznó en un susurro—perdóname.

Aruma se mordió el labio inferior, pero no dijo nada. Solamente se quedó de pie, sintiendo el agarre suave de aquel demonio al que le había tomado demasiado cariño.

-Me autocastigaré para revertir mi pecado—prometió y por fin la soltó. Ella escuchó como se incorporaba del suelo.

La chica no sabía a qué se refería con "autocastigarse", por lo que giró sobre sus talones para mirar lo que él estaba haciendo, puesto que hubo un silencio extraño y breves sonidos de rasgaduras de telas. Y su expresión se horrorizó.

Astaroth se encontraba parado frente a ella, con solamente su pantalón y el torso desnudo. Enroscada a su mano derecha, yacía un látigo que estaba envuelto en llamas azules muy ardientes.

- ¿Qué planeas hacer con eso? –le preguntó en un hilo de voz.

-Por cada respiración tuya, me haré una marca permanente en la espalda, igualando el dolor que sentiste cuando te lastimé—contestó con voz mecánica.

Él se movió en la habitación para apartarse de ella y de Cimeries, quién rodó en el suelo hasta quedar a los pies de Aruma, fuera del alcance del látigo de Roth.

-Llevas respirando más de treinta veces en menos de veinte segundos—dijo y alzó el brazo donde tenía el látigo infernal, dispuesto a golpearse con todas sus fuerzas.

- ¡No! –chilló ella, alzando las manos. Las mangas de su abrigo se escurrieron un poco más debajo de sus muñecas, haciendo que las marcas en ellas saltaran a la vista del ex duque.

- ¡Maldita sea! –bramó él, colérico al vislumbrar las marcas que le había hecho— ¡Merezco esto y más!

Alzó el brazo y esta vez el látigo se contrajo y se estiró a sus anchas, golpeando febrilmente su piel desnuda, haciendo que él apretara la mandíbula con fuerza y cerrara los ojos de golpe, resistiendo el intenso dolor. Ella ahogó un grito al notar como se iba formando una marca rojiza con la piel levantada en su perfecta espalda.

- ¡Alto! –gritó ella con todas sus fuerzas. Cimeries abrió los ojos con susto y se levantó de un salto al ver a su amigo.

- ¡¿Qué demonios haces?! –exclamó, perplejo. Y le agarró la mano, justo a tiempo, evitando el segundo golpe.

No obstante, para cuando Cimeries había comenzado a forcejar con Roth, los Mackenzie arribaron a la habitación junto con Ashton.

- ¡Que alguien evite que se siga hiriendo! –Aruma sofocó un grito desesperado.

-Te he lastimado y debo pagar el precio—musitó Roth con determinación a seguir flagelándose la espalda con odio.

-Cálmate—intervino Ashton y Aruma respiro aliviada—si continuas así, lo único que lograrás es que ella sufra más por tu culpa.

Lo último dejó paralizado a Roth.

-No. Estoy pagando por lo que le hice.

- ¿Acaso ella te pidió que hicieras eso? –lo cuestionó.

-No, pero...

-Entonces deja de hacerlo porque la lastimas al lastimarte tú—Ashton frunció el ceño—dame eso—extendió su mano hacia el látigo que lanzaba lengüetazos de llamas azules.

Roth dudó, pero luego de debatirse, se lo entregó y en cuanto el látigo hizo contacto con las manos de Ashton, desaparecieron las llamas y el objeto de tortura se transformó en una agradable ardilla que se echó a correr por la escalera.

- ¿Cuándo le hiciste daño a Aruma y en dónde? –exclamó Allen con cara de pocos amigos desde el umbral.

-Nos perdimos de mucho, es obvio—terció Tobias, ceñudo.

-No se perdieron de mucho realmente, el idiota de Astaroth agarró de manera salvaje a Aruma cuando ella estaba en el sótano con la loca—informó Duncan—y supongo que esta estupidez es para lidiar con su pecado.

-Y justamente hoy van a ir al inframundo—añadió Andrew con desasosiego.

-Vístete—le ordenó Ashton a Roth y este obedeció como un cachorro regañado. Todavía no se atrevía a mirarla a cara.

-El desayuno está listo—anunció Allen en un gruñido—cuando estén psicológicamente bien, bajen por su plato.

Y se marchó, con Tobias, Andrew y Duncan pisándole los talones.

Ashton se había mantenido al lado de Aruma y con dulzura, la agarró de la cintura.

-Andando—le susurró al oído—dejemos que se aseen.

Aruma asintió, no muy convencida. Todavía continuaba en shock por lo que acababa de presenciar.

Descendieron al piso inferior y salieron al exterior a reunirse con los demás, pero mientras tanto, Ashton le iba verificando las marcas en las muñecas con los labios tensados en una fina línea recta.

-Junta tus muñecas—le dijo.

- ¿Para qué? –preguntó, curiosa, pero obedeciendo de todos modos.

-Voy a curarte.

Interesada, observó las manos de su amigo posarse alrededor de las marcas, cubriéndolas por completo y sintió un cosquilleo en toda esa área. Y cuando él retiró las suyas, abrió los ojos, incrédula. No había rastro alguno de los dedos marcados en su piel; y tampoco había dolor. Había desparecido.

-Oh, gracias, Ash, ¿Cómo lo hiciste?

-Magia—bromeó él.

-En serio, gracias.

-No hay de qué, andando—le instó a caminar y le sonrió cuando ella volteó a verlo con una sonrisa genuina. Pero cuando Aruma le dio la espalda, él hizo una mueca de molestia y alzó un poco las mangas de su chaqueta. Las muñecas de él ahora tenían las marcas rojizas que ella había tenido. Prácticamente había traspasado la herida de ella a su propio cuerpo para mantenerla sin ningún sufrimiento de por medio. Y no le importaba recibir un poco de dolor, ya que en unas horas estaría como nuevo gracias a su cicatrización natural. Si aquello no era amor, entonces no sabía lo que era; pero de lo que estaba seguro, era que haría cualquier cosa para complacerla.

Cuando todos terminaron de desayunar, un Roth avergonzado con las mejillas enrojecidas y un Cimeries demacrado hicieron acto de presencia. Aruma no sabía cómo actuar frente a él o como iniciar una conversación casual para romper la tensión entre los dos. Jamás pensó que le pasaría eso y mucho menos con Roth.

Sabía que no la había maltratado a propósito, puesto que la cruz de Caravaca y el anillo protector de Ashton no se habían activado, ya que eran para protegerla de la maldad demoníaca. Y se debía a que Roth jamás actuó para perjudicarla, simplemente perdió el control al pensar en su seguridad.

Ashton, que estaba sentado al lado de ella, se levantó de la silla con toda la intención. Agradeció por la comida y se llevó su plato a la cabaña. Roth miró por el rabillo del ojo como Aruma se revolvía con ansiedad en la silla. Cimeries tomó el sitio libre que Duncan había dejado un segundo después del ex arcángel.

Y sin más rodeos, Roth tomó asiento a su lado con nerviosismo. Le temblaban los hombros y Aruma se preguntó cómo estaría su herida. Lo inspeccionó de manera rápida y no vio ni una mancha oscura de sangre en su espalda y se relajó. Probablemente ya había cicatrizado.

-Aruma, sírvele, por favor—le indicó Allen con serenidad, haciéndose el tonto con un libro viejo. El recipiente con la carne estaba a dos centímetros de la mano de Allen y del plato de Roth. Ella frunció el ceño, y se dio cuenta que todos estaban conspirando en su contra para que hablara con su amigo demonio.

Con manos torpes y temblorosas, cogió el plato de Roth y le sirvió una buena porción. El plato temblaba mientras le servía, haciendo que él la mirara fijamente, poniéndola más nerviosa.

-Gracias, cariño.

Aruma cerró los ojos y dejó el plato frente a él tras escucharlo hablar. Se acomodó en su sitio, con las manos en su regazo, deseosa de abrazarlo.

-Podría volver a flagelar mi espalda para conseguir tu perdón, pero los Mackenzie con ayuda de Baker, me someterían al suelo—explicó Roth con vergüenza—por favor, perdóname.

-Te perdono—susurró ella.

Y a continuación, los Mackenzie aplaudieron y silbaron. Pero sin previo aviso, Astaroth se puso en pie y la envolvió en abrazo dulce.

-No lo volveré a hacer jamás. Primero me corto las manos—prometió.

-No digas eso—murmuró en su mejilla.

-Coman todo lo que les apetezca—advirtió Andrew de repente—porque en unas horas estarán rumbo al peor sitio del universo.

Su advertencia estremeció a Aruma, pero Roth la estrechó con más fuerza antes de deshacer el abrazo de reconciliación.

-No les hagas caso—Roth le guiñó el ojo con complicidad—es peligroso, pero vendrás conmigo y con Cimeries, antiguos consentidos de esos lares—bromeó.

La atmósfera volvía a ser la misma: segura y relajada. Ella estaba tranquila de que por fin habían hecho las paces. Se sentía más motivada y dispuesta a enfrentar cualquier obstáculo.

Una hora después, todos parecían hormigas obreras, yendo y viniendo de un lado a otro, empacando arduamente lo necesario en mochilas que de alguna parte consiguieron. En una mochila metieron los alimentos en recipientes con tapa dura y en las demás, ropa, linternas, y cosas varias.

Ashton rompió a reír al ver como Aruma metía con firmeza el cuchillo carnicero más grande que encontró en el interior de la suya.

-Eso no detendrá a nadie allá abajo—le dijo.

-Como sea, pero me da valor empuñarlo si acaso encontramos problemas—se encogió de hombros y continuó acomodando sus cosas.

- ¿Dónde se abrirá el portal? –cuestionó Ashton, dándole la espalda a Aruma y dirigiéndose a nadie en particular.

-Cimeries piensa que lo mejor es abrir el portal en el lago antes de que se congele por completo y para no llamar la atención, pero...—contestó Allen, tragando saliva con dificultad. Sus demás primos voltearon a verlo con preocupación.

-Perfecto—terció Aruma y percibió la tensión en el aire— ¿Qué ocurre? —miró a Allen, quién se había puesto pálido como la nieve de afuera.

Roth carraspeó.

-Recuerda que antes de ser Allen, era Leviathan—le facilitó las cosas a Aruma, pero al ver que ella seguía en blanco, prosiguió bajo la mirada del mencionado—él habitaba las profundidades del océano y se apoderaba de las almas humanas que navegaban a altamar.

-Lo sé, pero aún no comprendo...

-Le tengo cierto pánico al agua—confesó Allen gradualmente y Aruma se sorprendió—desde que abandoné ese sitio, comencé a rechazar el agua. No solo el océano, sino todo tipo de agua estancada en cantidad grande.

-No te preocupes, puedes mantenerte alejado en lo que abren el portal—ella intentó tranquilizarlo y él sonrió, agradeciendo el gesto, pero negó con la cabeza.

-Todavía no captaste—repuso Tobias con suavidad—si él vuelve a tener contacto total con el agua, sucumbirá al pecado nuevamente. El agua es su mayor oscuridad, puesto que por milenios radicó ahí cuando fue desterrado.

Aruma escrutó el rostro pálido de Allen, el mayor de los Mackenzie, que siempre había reflejado y representado autoridad, pero en ese instante se miraba vulnerable.

-Puedo observar desde afuera el agua, pero deslizarme a su interior no—musitó, temblando—creo que lo mejor será que me quede con Andrew y Duncan a montar guardia.

-Será lo mejor—convino Aruma con una sonrisa conciliadora.

-Aunque tu ayuda serviría de mucho para abrir el portal—acotó Cimeries—el agua te obedecerá mejor que a mí.

-No lo vamos a arriesgar—refutó Aruma, sujetando el brazo de Allen—debe haber otra manera de hacer un portal discreto al infierno.

-Podría intentarlo—manifestó Allen con firmeza—pero no los acompañaría, me quedaría a vigilar a Elise.

- ¿Seguro que podrás hacerlo? –interrogó Ashton, mirándolo con desconfianza.

-Sí. Tobias y Andrew saben muy bien como someterme en caso de que comience a perder el control—dijo, avergonzado.

La revelación de la fobia de Allen y su insistencia en ayudar de todos modos, se le antojó desagradable. No estaba de acuerdo con tentar a la suerte de revivir la maldad que dormía en el interior de su amigo y tener que lidiar con él.

Él era el famoso demonio Leviathan que en su apogeo disfrutó devorando las almas de marineros en el océano sin remordimiento alguno y ahora estaba felizmente cohabitando a su lado sin un rastro de culpabilidad en su rostro, a menos que lo mantuviera bien disimulado.

Terminaron por cerciorarse de que llevaban todo lo indispensable dentro de las mochilas y se tomaron unos minutos para beberse un trago de tequila cada uno, incluido Ashton.

- ¿De dónde sacaron esta bebida alcohólica? –interrogó Aruma, con las mejillas sonrosadas. Su mano ya iba directo a la botella para servirse otra copa, pero Roth la detuvo suavemente y le regaló una leve sonrisa—oye...

-Del mismo sitio de donde sacamos las mochilas y la ropa—respondió Duncan, riéndose—lo robamos del pueblo más cercano y supuse que iban a necesitar beberse un trago de tequila antes de adentrarse a ese asqueroso lugar.

-Gracias—replicó Roth, alejando la botella de las manos de Aruma—creo que es el momento.

Aruma percibió la tensión en Allen y se mordió el labio inferior. Le dolía ver que tenía que soportar ver a su amigo acercarse a su mayor miedo, pero no había otra alternativa; además, solamente ayudaría a abrir el portal, más no se expondría por completo, ya que no iba a acompañarlos.

Antes de salir de la cabaña, ella se volvió hacia Duncan y a Andrew, quienes se iban a quedar en la sala, vigilando el sótano para que Elise no causara problemas.

-Chicos, por favor, cuiden bien de ella—les suplicó—si a Gabriel se le ocurre aparecerse en nuestra ausencia, hagan lo posible para que no la toque o estaremos perdidos.

-Aruma, nos ofende tu falta de confianza—bromeó Duncan—si llegara a pasar eso, lo cual veo imposible, descargaremos todo nuestro poder sobre ambos ricitos de oro.

Aruma parpadeó.

-La protegeremos—tradujo Andrew con una sonrisa, golpeando a Duncan.

En el fondo, Aruma estaba segura que lo harían. Ajustó las correas de la mochila y se acercó hacia los dos caídos con mucha confianza.

-Gracias, chicos. Cuento con ustedes—dijo y le dio un beso a cada uno en la mejilla, dejándolos anonadados.

Roth carraspeó y la agarró del brazo, alejándola de ellos.

Y así, abandonaron la cabaña, encaminados a lo más profundo del lago Loch Insh, en busca del portal perfecto y disimulado.

Aruma fue escoltada por Ashton y de Roth, ella iba en medio de ellos como toda una celebridad inútil. Le molestaba que la trataran como alguien débil. Lamentablemente lo era. Solo era una simple humana debilucha que había sido involucrada en una pelea ajena, pero que se enamoró por accidente de un ser alado, que demostró tener el mismo sentimiento hacia ella; y por eso iba a ir a rescatarlo al mismísmo infierno.

Mientras caminaban a la orilla del lago, ella no pudo evitar hacerse infinitas preguntas al respecto. ¿Qué pasaría si no lograban llegar a tiempo? ¿Y si Azazel ya le había borrado nuevamente los recuerdos a Cian? ¿La recordaría a pesar de eso? ¿O volvería a desear destruirla? Un estemecimiento repentino la envolvió y se obligó a mantener la cabeza fría.

-Aquí es—anunció Cimeries, deteniéndose frente a ellos. Allen tragó saliva con fuerza, mirando fijamente la magnitud del lago semi congelado.

-Bien, terminemos con esto ya—instó Roth, apartándose de Aruma.

Cimeries y Astaroth se acercaron más a la orilla, verificando el agua y olfateando el aire con desdén. Ashton le rodeó los hombros a Aruma con un brazo, acercándola a su pecho como gesto protector sin dejar de observar el panorama.

-Hermano, cálmate, por favor—le susurró Tobias a Allen. El mayor de los Mackenzie temblaba de pies a cabeza y un sudor helado le perlaba la frente—solamente vas a ayudarlos, ¿de acuerdo? No tendrás contacto con este estúpido lago de manera directa.

Asintiendo, Allen avanzó hacia el par de demonios que lo esperaban al borde de la orilla.

-Tú lo harás desde el cielo, Allen—le indicó Roth—de esa manera no hay peligro.

Estando de acuerdo con ello, el caído desplegó de su espalda sus enormes y majestuosas alas negras. Aleteó un momento, vacilante y después emprendió el vuelo hasta quedar encima del lago oscuro y tenebroso. Tobias hizo lo mismo y se plantó a su lado para apoyarlo.

Mientras que Roth y Cimeries comenzaron a caminar sobre la superficie del lago sin entrar en contacto con el agua, como si estuvieran levitando.

- ¿Por qué se alejan? –susurró Aruma a Ashton.

-Porque están buscando el centro del lago, ya que ahí es el lugar más sensible para abrir el portal.

- ¿Qué ocurrirá con el agua?

-Observa.

Aruma fijó sus ojos grises hacia las espaldas de Roth y Cimeries y después la desvió hacia el cielo donde Allen y Tobias sobrevolaban sobre ellos.

Y en un momento rápido, Cimeries y Astaroth alzaron los brazos hacia el cielo, empuñaron las manos y con fuerza precipitaron los puños hacia el agua con total determinación. Al principio, Aruma no comprendió bien el efecto que eso pudiera haberle causado al lago, pero luego de cinco segundos, observó boquiabierta como debajo de ellos aparecía una enorme grieta de hielo, quebrándose. Los dos demonios alzaron nuevamente los brazos, repitiendo los movimientos una y otra vez. Estaban quebrando el hielo. No obstante, después de cinco golpes de por medio, se detuvieron y miraron a Allen, él asintió, vacilante y descendió unos cuantos metros, junto a Tobias.

-Retrocede—le ordenó Ashton, tirando de ella hacia atrás.

- ¿Qué? ¿Por qué? –balbuceó Aruma al tiempo que trastabillaba en reversa gracias a él.

Pero el fuerte sonido del aire cortándose fugazmente la dejó sorprendida, incapaz de creer lo que sus ojos contemplaban en ese instante.

Allen portaba en sus manos una tridente demoníaco color azabache con llamas azules, sus ojos estaban completamente negros y parecía estar conteniendo el deseo de sucumbir al pecado frente a sus ojos. Pero la imagen de su amigo no la conmocionó como lo que le estaba ocurriendo al lago: El agua se había dividido completamente, dejando al descubierto el suelo de roca del fondo, el cual estaba a varios metros de la superficie en donde ella se hallaba. Roth y Cimeries saltaron al interior, en donde se colocaron frente a frente, exponiendo sus verdaderas apariencias y con las palmas de sus manos, dejaron emerger llamas azules muy brillantes, creando un círculo.

- ¡Ahora! –le gritaron al unísono a Allen y este asintió, muy motivado. Aruma alcanzó a ver que de las comisuras de sus labios del caído se asomaban a ver un par de colmillos largos y una lengua larga y puntiaguda.

- ¡Será un placer! –vociferó Allen con la voz distorsionada y tenebrosa.

El tridente se encendió con más intensidad con las llamas azules y estas salieron despedidas del artefacto en dirección al círculo que Roth y Cimeries habían formado, traspasando la roca sólida como si se tratara de queso panela.

Y acto seguido, el suelo vibró, creando un agujero oscuro. Aruma se aferró al pecho de Ashton, estupefacta.

El portal estaba hecho.

- ¡Marchense! –gritó Andrew a lo lejos, volando con rapidez en dirección a Allen y a Tobias—nosotros lo controlaremos.

-Los alcanzaré en unos minutos—arribó Tobias sin soltar a su amigo que emitía gritos descomunales y fuera de sí.

Ashton tomó a Aruma de la cintura y desplegó sus alas negras rumbo al agujero donde Roth y Cimeries los esperaban.

-No durará mucho tiempo, así que saltaremos al mismo tiempo—sentenció Roth en general y miró a Aruma—una vez que entremos, no habrá vuelta atrás. No te separes de ninguno de nosotros, por favor.

Ella asintió, abrumada y sin despegarse de los brazos de Ashton.

Aruma le echó un vistazo fugaz al interior del portal y sintió vértigo. Y un segundo más tarde, entornó los ojos al ver semejante escena: lengüetazos de fuego comenzaron a ascender de manera horrorosa y los lamentos de las almas sofocaron sus tímpanos, desgarrándole el corazón con tal agonía.

-Ha sido fabuloso presenciar como me facilitaron las cosas al colocarme en bandeja de plata a Kirkpatrick—dijo alguien, cuya voz reflejó tensión, horror y desdén en todos los presentes, en especial en Aruma.

Enseguida, ella sintió como Ashton la empujaba hacia atrás y Astaroth la agarraba de la muñeca, enviándola al fondo de ellos tres para protegerla.

-No va a funcionar tu plan de convencer a Azazel y ofrecer a Aruma—siseó Ashton, enfadado. Aruma temió que su amigo volviera a sucumbir al pecado como el día anterior.

-Vaya, pues parece que ustedes mismos están dispuestos a llevársela—se burló el recién llegado.

- ¡Te mataré, maldito arcángel! –masculló Allen, a pesar de que todavía continuaba bajo los efectos del descontrol. Ahora no solo su tridente estaba en llamas azules, sino también él. Incluso su lengua y sus colmillos aterrorizantes estaban más pronunciados.

-Yo no estoy de humor para tus facetas demoníacas, inútil caído. Ahora veremos que tal reaccionas a tu mayor pecado—espetó el arcángel, volando rápidamente hacia a Allen. Lo cogió del cuello con facilidad y de una patada lo lanzó con fuerza al agua, haciendo que este se hundiera totalmente a la negrura del lago.

- ¡No! –gritaron Tobias y Andrew con horror.

- ¡Maldito! –gruñó Tobias— ¡La pagarás!

Tobias arremetió contra él, perdiendo el control. Pero infortunadamente, el arcángel lo esquivó y logró someterlo con cadenas celestiales que emergieron de sus esclavas de oro de las muñecas.

-Te enviaré a donde perteneces. Con tu estúpido pecado, insitaste a los demás a pecar como tú, incluso con los seres humanos que eran inocentes—lo amenazó y con una de las manos que le quedaba libre, abrió un portal en el aire en donde se alcanzó a apreciar un sitio de perdición humana donde reinaba el sexo desmedido, drogas y alcohol con personas a punto de morir. En la inmundicia humana, para ser exactos. En un movimiento rápido, Tobias fue absorbido por ese asqueroso portal, desapareciendo ante los ojos de todos.

El arcángel se volvió hacia a Andrew, pero él ya se hallaba volando a toda velocidad, lejos de ahí.

-Me encargaré de él después—dijo, con una sonrisa torcida—ahora, dame a la chica, Ashton. Azazel me espera ansioso.

-Si crees que voy a dejar que le pongas una mano encima, estás equivocado—ladró el antiguo arcángel, apretando los puños.

-Eres más cruel que el mismo Azazel—bramó Cimeries—deberías estar en el averno, bastardo.

-Estoy haciendo todo esto por el bien de la humanidad y porque Dios me lo encomendó—explicó con suficiencia y señaló a Aruma—ella es su error y desea erradicarlo.

-Sabes bien que eso es mentira—siseó Astaroth con los ojos en llamas—Aruma no es más que una víctima de tu egoísmo.

- ¿De qué hablas, demonio? –se echó a reír.

-No tenemos pruebas, pero si claras sospechas de lo que has hecho, Gabriel—añadió Ashton con frialdad, tomándolo por sorpresa—estás protegiendo a la verdadera y última reencarnacion de Lilith.

Los ojos azules de Gabriel parpadearon, vacilando por un momento, pero después recuperó la compostura.

-No sé de que estás hablando. La única que debe morir es ella—señaló a Aruma—ella es Lilith.

-No, no lo soy—logró decir ella—y eso te consta. La verdadera es Elise. Mi mejor amiga.

Aquello desarmó al arcángel y se mostró inseguro por varios segundos.

-Y si te atreves a negarlo, juro que la mato—le advirtió Andrew detrás de él.

Gabriel giró sobre su propio eje con susto y abrió los ojos como platos al ver a Elise inmovilizada e inconsciente en brazos de Andrew, y a su lado estaba Duncan con expresión mortífera.

-Suéltala—musitó el arcángel—o lo lamentarás.

-Trae de vuelta a Tobias o le partiré el cuello—determinó Duncan—ganas no me hacen falta.

-Entreguenmela. Abbadon prometió que la cuidaría—espetó Gabriel.

-Sí, pero a cambio de que me devolvieras mis alas y mi puesto—acotó Ashton—lo cual no hiciste, así que eso significa que el trato se rompió hace mucho.

En eso, un gruñido espeluznante cortó el aire y el agua se dejó caer sobre el portal con fuerza. Cimeries y Roth saltaron justo a tiempo de ser devorados por el lago y Ashton sacó a Aruma de ahí, mantiendola a salvo en la orilla.

Pero eso no era lo peor del momento, sino quién había ordenado al agua a ponerse en su lugar.

El lago se precipitó de manera violenta y nuevamente el grito aterrador surcó con más fuerza el aire, agarrándolos por sorpresa, menos a Gabriel.

-Si ustedes me entregan a Elise, haré que este caído vuelva a la normalidad—planteó Gabriel con una mueca.

Aruma no sabía a que se refería cuando vio que del agua sobresalía la mitad del cuerpo de una bestia marina colosal, era semejante a una serpiente con cabeza de dragón y cuatro extremidades en su largo cuerpo que se movía descontrolado en el agua. Sus ojos, literalmente negros, destilaban una oscuridad absoluta y malévola. Sus cientos de colmillos sobresalían de su extensa cavidad bucal, al igual que su lengua puntiguda. Y a juzgar por su aspecto terrofico, comprendió que se trataba de su amigo en su estado original, en donde reinó en el pecado por mucho tiempo.

-No—interpuso Andrew—eres astuto y sabemos que no cumplirás con tu palabra.

- ¿Por qué te empeñas en lastimar a Cian? ¿Qué te ha hecho él? –le gritó Aruma—estoy segura que no solo buscas estar con Elise, sino que intentas exterminarlo. Deberían quitarse el puesto de arcángel y ponerte en el de un animal ponzoñoso.

-Deberías pensar mejor las cosas, Aruma—se burló Gabriel—haces lo posible por salvar a alguien, al que ni si quiera deberías amar ni desear de manera carnal.

Aruma se ruborizó y frunció el ceño.

-No hables con él, no vale la pena—le dijo Ashton.

- ¿De qué estás hablando? –exigió Aruma con rigidez—sé que yo soy humana y él no, pero eso no lo hace imposible nuestro amor.

- ¿Humana? ¿Tú? –dijo con ironía el arcángel de cabello rubio y rizado—por supuesto que no.

-Yo no soy Lilith—siseó ella.

-Abbadon y tú, están cometiendo un pecado y lo pagarán—fue lo único que dijo antes de arremeter contra Andrew y Duncan. Los golpeó con unos anillos celestiales que tenía en los nudillos, haciéndolos volar a varios metros de distancia con brusquedad. Atrapó a Elise en sus brazos y miró hacia Aruma con una sonrisa lobuna—el incesto es algo abobinable a estas alturas, ¿no lo crees?

Y dicho eso, desapareció con la rubia; dejándolos totalmente desconcertados.

ME HARÍAN MUY FELIZ SI VOTARAN Y COMENTARAN, ASÍ COMO TAMBIÉN AYUDARÍAN MUCHO A LA HISTORIA , ¡GRACIAS! <3

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